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Península

versión impresa ISSN 1870-5766

Península vol.1 no.1 Mérida mar./jun. 2006

 

Reseñas

 

Catherine Bidou-Zachariasen (dir). Retours en Ville. Des processus de "gentrification" urbaine aux politiques de "revitalisation" des centres

 

Ricardo López Santillán

 

Descartes & Cie. Paris. 2003. 268 pp.

 

UACSHUM, CH, UNAM.

 

Hoy en día existen procesos urbanos que son comunes a prácticamente todas las metrópolis modernas. Éstos tienen que ver, más que con el pasado específico de cada una de ellas, con los cambios que se vienen generando a escala global y que tienden a mundializar ciertas prácticas y modos de apropiación del espacio citadino. Tal es el caso de la tendencia a recuperar los centros históricos.

Quizás esto tenga su origen en los años de la década de 1960, más específicamente en Londres y Nueva York, donde se presentó un caso atípico en las tendencias urbanas del momento: algunos miembros de la clase media e incluso algunos de ingresos más altos, deciden no vivir más en los suburbios y regresar al corazón de sus ciudades buscando rentas baratas y espacios que invocaban la herencia arquitectural. Al paso de los años, estos actores resultaron ser los pioneros de un proceso que comenzó a transformar radicalmente la fisonomía de las zonas céntricas y, en consecuencia, de las ciudades. Ante la falta de un mejor apelativo se les denominó gentrifiers, mientras que al proceso que desataron se le denominó gentrification.1 La tendencia se repitió, con algunas variantes, en otras ciudades como Washington, Boston, Filadelfia, Vancouver, San Francisco, y más tarde en todas las ciudades importantes conectadas por el sistema mundo. Con el tiempo, la recuperación y revitalización de los centros históricos se ha vuelto dogma, de ahí la pertinencia del trabajo que aquí se reseña, el cual recoge estudios de metrópolis con distinta historia y tradición pero que participan, con diferentes niveles de éxito, de esta tendencia global. Nueva York, Bruselas, Lyon, Barcelona, Nápoles, algunas ciudades mexicanas, incluido el Distrito Federal, y Sao Paolo, son los casos tratados en esta obra colectiva.

El estudio de Nueva York corre a cargo de uno de los ahora ya clásicos en este tipo de investigaciones: Neil Smith, quien identifica tres etapas en el proceso. La primera inicia en la década de 1960 cuando algunos barrios céntricos (Greenwich Village, Soho, Upper West Side, Broolklyn Heights), de manera espontánea y restringida, comienzan a ser repoblados por sujetos con altos salarios pero con estilos de vida alternativos. El segundo periodo, que va del final de la década de 1960 a 1989, implica políticas públicas que financian la rehabilitación de edificios para vivienda en estas zonas. Ya con el inicio de la época Reagan se abre la puerta a la tercera ola de rehabilitación espacial, de corte abiertamente neoliberal, lo que provoca una gran especulación y, en consecuencia, el aumento desmedido de los precios de los inmuebles en los espacios céntricos. Es así como para la segunda mitad de la década de 1990, el centro de Nueva York se convierte en un territorio en el que confluyen edificios corporativos, de departamentos, restaurantes, boutiques, museos, complejos culturales y centros comerciales destinados a las clases privilegiadas.

Mathieu van Criekingen analiza el caso de Bruselas, más precisamente el del área que se conoce como el Pentágono (la ciudad medieval) y la primera corona de urbanización afuera de éste, construida durante el siglo XIX. En esta ciudad, los procesos de renovación de vivienda y aparición de espacios comerciales en el centro se ligaron a la terciarización de la economía local derivada del nuevo papel de Bruselas como eurocapital. Esta rehabilitación, sin embargo, sólo ha implicado "micro-espacios" (algunas calles, ciertas fachadas y determinados islotes) que, por lo demás, están codo a codo con zonas degradadas. Sólo el célebre barrio de Saint Gilíes ha sido "recuperado" de manera integral, pero a costa de la expulsión de los antiguos residentes de origen kurdo, magrebí y ex-yugoslavo. El autor constata que la inversión de los poderes públicos para restaurar y revitalizar las zonas céntricas de Bruselas ha sido uno de los detonantes de la actual segregación socio-espacial (y étnica) de esta ciudad.

El caso de la ciudad de Lyon, Francia, es abordado por Jean-Yves Authier, quien se centra específicamente en el barrio de St. Georges, un antiguo asentamiento obrero que perdió un cuarto de sus habitantes durante la década de 1960 pero que para inicios de los años ochenta ya lo había recuperado. El repoblamiento no se hizo por los antiguos obreros, sino por población de orígenes sociales diversos. Al principio, este proceso trajo aparejado la apertura de nuevos comercios con un toque hasta cierto punto "bohemio", sin embargo, al paso del tiempo, estos lugares han ido cambiando para satisfacer la demanda de una clientela más chic. Si bien es cierto que este barrio cuenta con pocos profesionistas de altos ingresos, es un hecho que éstos han reconfigurado la fisonomía del mismo porque son la clientela con mayor poder de compra y la que tiene los estilos de vida y patrones de consumo más visibles.

Nuria Claver estudia el caso de la Ciutat Vella de Barcelona, zona que comienza a perder habitantes desde la segunda mitad de la década de 1950 y que no es sino hasta mediados de la década de 1980 cuando las políticas de gobierno se lanzan a renovarla mediante un esquema de inversiones mixtas aunque con mayor proporción de fondos públicos. Este proceso de renovación y de construcción de parques, museos, centros culturales y zonas peatonales se haría más intenso con la inminencia de los Juegos Olímpicos de 1992, sin embargo, con el paso de los años se reveló que el reembellecimiento de Ciutat Vella ponía en colindancia una zona cara y rehabilitada con otra más pobre y con fuerte presencia étnica, lo que ha provocado que cada categoría social (y étnica) quedara confinada en un espacio bien delimitado.

El centro histórico de Nápoles es la materia del trabajo de Raffaele Cátedra y Mauricio Memoli. Esta ciudad durante décadas se enfrentó a graves problemas sociales, económicos y de infraestructura. Aquí también comenzó el éxodo de la población del centro histórico en la década de 1950, cuando los habitantes de mejor situación socioeconómica abandonaron paulatinamente dicho espacio buscando mejores condiciones de vida. Fue para mediados de la década de 1990 que Nápoles inaugura una nueva época con la recuperación de la Piazza del Plebiscito, otrora paradero de autobuses y gran estacionamiento público. Por decisión del alcalde Antonio Bassolino esta plaza se convirtió en un parque que pronto se hizo sede de exposiciones artísticas, conciertos, encuentros políticos. Después de este primer gran paso vendría la recuperación del patrimonio arquitectónico con la restauración de inmuebles (iglesias, capillas, conventos, museos, palacios, universidades, bibliotecas y asociaciones) y el regreso de la clase media a la zona, que también se fue llenando de establecimientos de servicios tales como restaurantes, bares y boutiques.

Patrice Melé trata la cuestión de los centros históricos de varias urbes mexicanas. Nuestro país es paradigmático pues cuenta con nueve ciudades (Campeche, Distrito Federal, Guanajuato, Morelia, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Tlacotalpan y Zacatecas) dentro de la categoría de patrimonio mundial de la UNESCO. Esto no es gratuito, dice el autor, pues depende de una política oficial que comenzó desde la década de 1960 y que derivaría en la promulgación de la Ley federal de zonas arqueológicas y monumentos artísticos e históricos, de 1972. Es por eso que en México, aun cuando los centros históricos durante décadas se fueron deteriorando (volviéndose espacios de vivienda precaria, de comercio callejero, de residencia de niños de la calle, etc.), nunca dejaron de ser el referente espacial simbólico por excelencia de las ciudades, pues siempre han sido sede de la mayor parte de las actividades políticas, religiosas y culturales. Hay que destacar que el autor identifica que aquí, contrariamente con lo que sucede en el viejo continente, en la rehabilitación de los centros de las ciudades mexicanas no se ha considerado la utilización de edificios históricos como vivienda, y menos aún como espacios de vivienda popular, pues aún queda en el imaginario colectivo el hecho de que los centros se deterioraron cuando los antiguos palacios se convirtieron en vecindades. Así, el reembellecimiento de los centros históricos de las ciudades mexicanas no es residencial, sino básicamente destinado al rescate de edificios históricos para albergar oficinas, dependencias públicas, bancos, o bien, inmuebles destinados al consumo y al recreo de clases sociales con cierto poder de compra.

Por su parte, Daniel Hiernaux analiza el Distrito Federal. Un acierto remarcable en este artículo es abordar la capital como un territorio policéntrico, en el que además del Centro Histórico se analizan las colonias Condesa y Roma, San Ángel, Coyoacán y Tlalpan. A excepción de los tres primeros, que forman parte del primer cuadro de la ciudad y su primera corona de ampliación, los demás son los antiguos centros de los otrora pueblos del sur que fueron incorporados a la urbe cuando ésta creció hasta absorberlos. Sin duda el Centro Histórico destaca de los demás por la gran cantidad de edificios protegidos, pero también por ser el espacio más beneficiado por las inversiones públicas y privadas, atrás de las cuales está Carlos Slim, el empresario mexicano más acaudalado del país y de Latinoamérica. Es por eso que en épocas recientes, gracias a estos programas de recuperación, se atestigua el remozamiento de fachadas, la apertura de restaurantes de comida internacional, franquicias, bares, librerías, cafés, boutiques de marcas trasnacionales, galerías y centros culturales (de fundaciones privadas), además de las ya conocidas salas de concierto, museos y dependencias de gobierno. Todo esto ha ido embelleciendo la fisonomía de un centro que había sido parcialmente abandonado. Por su parte, las colonias Roma y Condesa, así como los demás "centros", han sido recuperados pero por inversiones privadas mucho más modestas que, sin embargo, hacen que dichos espacios se vuelvan lugares con características similares a las del propio Centro Histórico, pero a escala menor. En ambos casos la oferta de consumo y recreo de estos nuevos lugares recuperados está destinada principalmente a los que el autor denomina "clases medias emergentes con la globalización", que se caracterizan por ser portadoras de un mayor capital cultural y económico lo que les hace tener patrones de consumo más urbanos, más orientados a marcas y más cosmopolitas.

Héléne Riviére d'Arc analiza el caso de Sao Paulo, una ciudad fuertemente marcada por la segregación socio espacial. Por un lado están las clases populares que viven y se abastecen en el Centro (Sé y República), y fuera de éste, la clase media y los ricos que viven en sus condominios con vigilancia (conjuntos fechados) y consumen en los centros comerciales. Para remontar esta tendencia y salvar al Centro del abandono y del deterioro se ha desarrollado un programa de recuperación siguiendo "el modelo Barcelona" del afamado urbanista Jordi Borja. Con este plan, puesto en marcha en 2001, se pretende que las demarcaciones centrales se transformen en polos de hotelería y comercio para sectores de población con desahogada posición económica al mismo tiempo que se recuperan espacios para actividades culturales destinadas a la población en su conjunto. El programa ha tenido poco éxito pese al mecenazgo de la municipalidad y del Banco de Boston. Quizás esto se deba a que se trata de un programa que apenas comenzó, o bien al hecho de que no se ha podido cambiar la imagen del Centro entre los grupos de población de buenos ingresos, los cuales siguen considerándolo como una zona tomada por el ambulantaje, los menesterosos y la delincuencia.

Hasta aquí los casos abordados en el libro. Quizá sólo queda resaltar algunos rasgos del común de la obra. Primeramente hay que decir que, aun cuando la idea original del texto presentado haya sido rescatar un concepto polisémico, actualizarlo, reutilizarlo y darle nuevas posibilidades heurísticas, lo cierto es que los autores no lo asumen de manera acrítica o dogmática. Muy por el contrario, uno de los logros fundamentales de esta obra colectiva es que no trata de apuntalar un concepto controvertido (el de gentrification) sino que se reconoce que, más que una categoría de análisis, lo importante son los casos particulares que dan cuenta de una tendencia global. Por otro lado, si bien es cierto que en algunos trabajos se soslaya la dimensión clasista y segregacionista del proceso, la "revitalización" de los centros de las ciudades con patrimonio arquitectónico se ha vuelto el paradigma de la urbanización neoliberal y, según el caso, vemos que hay diversos grados de protagonismo del sector público y privado (sean pequeños inversionistas individuales o grandes consorcios).

En todo caso, la apuesta de embellecer de nuevo, ordenar, restaurar, higienizar, regenerar, renovar y/o vitalizar los centros históricos no es menor. Por ello, este mosaico de ejemplos vistos desde la misma óptica y a la luz de tendencias mundiales es una lectura obligada para científicos sociales, arquitectos, urbanistas, funcionarios del Gobierno, inversionistas y hasta mecenas de fundaciones que están inmersos en esta empresa.

 

Nota

1 Por lo común, el término gentrification normalmente ha sido traducido a las lenguas romances como aburguesamiento, que hace justicia a la idea, sin necesariamente rescatar la alusión a la nobleza, gentry, de los países anglosajones. En Francia se ha optado cada vez más por utilizarlo en su forma original, es decir, sin traducción.

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