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Península

versión impresa ISSN 1870-5766

Península vol.1 no.1 Mérida mar./jun. 2006

 

Artículos

 

De la transformación de un pescador en piscicultor: una mirada desde la filosofía

 

Nicole Ooms Renard

 

CEC, IIFL y UACSHUM, CH, UNAM.

 

Fecha de recepción: 16 de mayo de 2006.
Fecha de dictamen: 30 de mayo de 2006.

 

Resumen

Con instrumentos propios de la filosofía tales como el análisis de conceptos, la formulación de hipótesis y la construcción de argumentos, este trabajo procura plantear y analizar algunas de las consecuencias que pudiera tener, para un pescador, el hecho de transformarse en piscicultor. El problema es de crucial importancia para zonas costeras como la del sur del Golfo de México, y especialmente el puerto de Sisal, en el cual existen desde hace poco las condiciones para que los pescadores se adiestren en el cultivo del pulpo, del robalo y del camarón.

Palabras clave: símbolo, límite, verticalidad, paciencia, orgullo, identidad, Sisal, Yucatán.

 

Abstract

The present work is not one in philosophy of science. Rather, it is similar, somehow, to what some scholars call a "Thought experiment". From an analysis of concepts already present in the later Plato's dialogues (4th Century B.C.) and which are all related to space, time, and movement, we shall construct an hypothesis about what could be the implications for a fisherman becoming aquaculturer. Both the hypothesis and its implications will be nuanced to fit the context of Santa Maria de Sisal, Yucatán.

Key words: symbol, limit, land leg and sea leg, patience, Sisal, Yucatan.

 

A María Noel Lapoujade

Introducción

Existen numerosos testimonios de la importancia que revestía la fauna marina para los mayas de la península de Yucatán; varios de ellos son anteriores a la llegada de los españoles a sus costas. Pesas de pesca, anzuelos, conchas de adorno y pinturas sobre cerámica1 constituyen pruebas fehacientes de que existieron artes de pesca de muy distinta índole. Estas artes tenían, a su vez, más de una finalidad: Existencia y comercio, claro está, pero también y en algunos casos sobre todo fines estéticos y ceremoniales, aun políticos. Así, por ejemplo, sabemos que los antiguos mayas fabricaban trompetas de caracol "para emitir señales, en sus danzas y en la guerra", y "tambores hechos con la concha de la tortuga".2

Peces, moluscos, tortugas y camarones abundaban de tal forma y eran de tal caildad que el hecho se asienta en los primeros testimonios españoles de la época colonial:

Los pescados que matan y hay en aquella costa son lisas muy excelentes y muy gordas; michas, ni más ni menos en el color y pecas y sabor, y no más gordas y sabrosas de comer [...] hay muy buenos pulpos en la costa de Campeche [...] matan unos pescados muy grandes que parecen mantas.3

Esta abundancia, que contrastaba con la escasez de metales preciosos, por desgracia es cosa del pasado. Hoy en día, el lanzamiento de redes o el "gareteo de lanchas y alijos"4 ya no parecen bastar para satisfacer las necesidades de quienes suelen dedicarse a ello. El pescador de las costas yucatecas experimenta dificultades para seguir viviendo de lo que el mar le entrega. Con todo, existe otra opción: criar camarones, pulpos y robalos en vez de cogerlos. Cuidar de un estanque antes de5 salir al mar: en pocas palabras, iniciarse en la acui- o bien en la acuacultura.6

Tras varios años de labores de investigación pionera en la península de Yucatán, especialistas de diversos horizontes llegaron a la conclusión de que, dada la presente escasez de los recursos marinos, era menester que al menos parte de la población pescadora del sureste de México se convirtiera en piscicultora. Las implicaciones de semejante cambio, y las razones por las que esto bien podría equivaler a una metamorfosis, es el objeto del presente texto. El punto de la costa yucateca al cual se hará referencia es el puerto de Santa María de Sisal,7 un poblado de 1 692 almas, con una población activa de 656 personas, 57% de las cuales se dedica al sector primario, 6 % al sector secundario y 36 % al sector terciario.8 Ahí existen buenas condiciones para que el pescador se adiestre en la práctica de la acuacultura y obtenga de este tipo de crianza un beneficio económico susceptible si no de sustituir, al menos de complementar sus habituales ganancias. En efecto, hay en Sisal todo un equipo de científicos que no sólo estudian a la fauna marina local, si no que también tienen la voluntad de multiplicar las oportunidades de ganancia de la población local al poner a su alcance nuevas tecnologías de cultivo.

Tratándose de las ciencias humanas, varias son las disciplinas desde las cuales se pueden mirar las consecuencias para un ser humano de un cambio de actividad de ese tipo. Antropólogos físicos y sociales, economistas, especialistas en ecología, etnólogos, historiadores, sicólogos y sociólogos podrán poner a prueba sus métodos para contestar las siguientes interrogantes: ¿es factible que un pescador acepte transformarse en acuicultor echando mano de nuevas tecnologías? ¿Cuáles serían las implicaciones de dicha transformación? Lo que sigue es un análisis de estas precintas a la luz de la filosofía, esto es, de una disciplina donde se trabaja fundamentalmente con conceptos y argumentos, antes que con encuestas, estadísticas y ediciones diversas. Aún así, existe más de un modo en que un estudioso de la filosofía puede asomarse a una problemática tan vasta. De ahí lo conveniente de un pequeño excursus al respecto, el cual incluirá una breve descripción de los pasos seguidos para llevar a cabo esta investigación.

 

Consideraciones metodológicas

La posibilidad que tienen los pescadores de Sisal de transformarse en acuicultores es fruto de la labor de biólogos marinos quienes a partir de investigaciones sobre suelos, aguas, fauna y flora locales, también han desarrollado técnicas para la práctica de la piscicultura. Un primer ángulo posible para la mirada filosófica sería el ofrecido por la filosofía de la ciencia. Podríamos, desde este punto de vista, proponernos, por ejemplo, analizar las herramientas usadas por los biólogos para producir sus conocimientos, y la relación que guardan éstos con el desarrollo de nuevas tecnologías. Este campo es lo suficientemente vasto como para incluir el estudio del impacto de la ciencia y la tecnología sobre la sociedad.

También podríamos escoger otra luz a través de la cual analizar la problemática en cuestión y preocuparnos por las implicaciones éticas del desarrollo de la ciencia y la tecnología cuando éstas se aplican en determinado contexto. De adoptar este ángulo, podríamos preguntarnos, por ejemplo, si el hecho de aprisionar a un pulpo en un estanque exiguo y cerrado para estudiar los mecanismos de su respiración o bien la naturaleza de sus sensaciones es justificable desde un punto de vista ético, y alguna pregunta parecida podríamos hacer con respecto a lo que implica invitar a un ser humano a modificar radicalmente su modo de subsistencia.

Si bien el presente experimento teórico está relacionado fundamentalmente con el impacto que tiene el quehacer del biólogo sobre el destino de seres vivos, en este caso de los pescadores sisaleños y de su comunidad, no se trata aquí, en rigor, de ética. Antes bien, se ofrece una suerte de ejercicio de reflexión mediante el cual se pretende mostrar cómo algunas de las consecuencias que podría tener la introducción de la práctica de la acuacultura en una comunidad de pescadores pueden perfilarse a partir del análisis de unos conceptos que me atrevo a declarar universales (en el sentido de su relevancia para describir parte de la experiencia de todos los seres humanos sin excepción, porque todos se hacen humanos al vivirlas). El que una comunidad o bien un individuo viva estas dimensiones de un modo u otro, o bien recurra o no a ciertas palabras para referirse a éstas, no les quita dicha universalidad. Al escoger dimensiones humanas válidas para todas las culturas o capaces de trascender las particularidades de tal o cual de ellas, no pretendo argumentar en contra del relativismo cultural que impera en la actualidad, pero evidentemente éste no forma parte de mis premisas. Por ello, los resultados de estas consideraciones hablan más del pescador en general que del pescador del puerto de Sisal en particular. Empero, también se presentan elementos de juicio que matizan el énfasis en lo universal, y ofrecen pistas para afinar el análisis y ajustado de manera más precisa a la realidad sisaleña.

Los conceptos generalísimos a los que me refiero son al menos tan antiguos como lo son los albores de la filosofía occidental.9 Son el de límite y de carencia de límite, el de adentro y el de afuera, el de verticalidad y, finalmente, el de tiempo vivido. Todos ellos pertenecen a tres campos semánticos: el del movimiento, el del tiempo y el del espacio.10 A partir de un breve análisis de estos conceptos se formulan algunas hipótesis con respecto a la condición del pescador. Estas hipótesis proponen contrastar la actividad del pescador con la del acuicultor y al menos son cinco: el pescador convive más con lo ilimitado que con lo limitado, el pescador va y viene entre dos elementos, maneja dos tipos de verticalidades, está más ligado al instante y, por lo mismo, tiene una paciencia concentrada y esporádicamente ejercitada. Más adelante, y a partir de estas hipótesis, se articularán algunas de las posibles implicaciones que tendría la transformación de un pescador en acuacultor, todas ellas susceptibles de generar repercusiones sobre lo que conforma la identidad de un ser humano. Finalmente, se formularán dos conjeturas: una específica con respecto a cuáles son los miembros de la comunidad de Sisal más susceptibles de darle la bienvenida a la acuacultura; y otra más general, de orden lingüístico.

Finalmente, no quisiera que la presentación de algunas fotografías y la mención de una conversación con un pescador indujeran a errores: no se han realizado encuestas de tipo alguno, y este trabajo no es el resultado de una acumulación y sistematización de datos empíricos. Solamente se recurrió a la observación y al diálogo para matizar, precisar o enriquecer algunas de las afirmaciones que aparecen en el texto.

Mi propuesta hace énfasis no en la naturaleza de las cosas en sí mismas sino en lo que representan para un ser humano, o sea, en las asociaciones que evocan y en su contenido simbólico. Para citar un solo ejemplo, se presenta el agua como un símbolo antes que como una "cosa" capaz de ser conocida química o biológicamente. Se trata aquí no tanto de lo que es el agua cuanto de lo que ésta representa para el pescador."11

 

Lo limitado y lo ilimitado

El ser humano se forma dentro de un espacio circunscrito, desde el cual sale a un mundo cuyos límites no llega a percibir. Dentro de este mundo infinitamente o bien indefinidamente grande, dicho ser humano tiene (espacial, temporal y sicológicamente) unas vivencias de lo limitado y otras de lo ilimitado. Éstas pueden alternarse con respecto a un mismo objeto: por ejemplo, un agricultor que labora en su milpa puede, erguido en ésta, percibir los campos circundantes y ajenos como ilimitados y el suyo como pequeño; pero también puede ver su propia milpa como un espacio que, precisamente por su nítida delimitación y por depender de sus propios esfuerzos, le procura unas sensaciones de extensión y de sucesión extraordinariamente vividas. La alternancia no siempre ocurre. A veces, ambas vivencias pueden darse simultáneamente: al adentrarse al mar, un nadador puede combinar la percepción de pequeñez con la de inmensidad.

En principio, parece posible oponer los límites de una milpa, o bien de una casa, con la carencia de límites del mar. El pescador es un ser que sale de un espacio finito (su casa) para subirse a un barco que lo aleja de estos límites y lo adentra en algo cuyas fronteras no siempre son perceptibles.

Podemos matizar estas afirmaciones en el caso de la península de Yucatán. Y es que en tierras frías la casa constituye un espacio perfectamente circunscrito y fundamentalmente cerrado. Esto no es así en tierras con clima tropical, donde puertas v ventanas suelen permanecer abiertas12 y donde la noción de límite se torna más patente en términos de contraste entre luz solar y sombra. Antes que un espacio circunscrito, la casa de un sisaleño es, de día, penumbra refrescante, haz de sombra protectora, lugar entreabierto donde la pupila al fin se puede dar el lujo de dilatarse. A su vez, los límites desdibujados por el contraste entre sol y sombra son en parte móviles: a distintas horas del día, la zona sombreada sucesivamente incluye o excluye patios, traspatios y banquetas, creando a las afueras de las casas franjas sombreadas y movedizas a las que es posible salir por un rato.13

Quizá algo de lo aquí mencionado en términos de contraste entre luz y somera valga para cualquier lugar de la península yucateca. Sólo que en el puerto de Sisal reina una conjunción de calor y de luz semejante a la del clima desértico donde, a ciertas horas del día, el primero es intensísimo y la segunda, absolutamente deslumbrante. Por ello el contraste entre luz y sombra posee una connotación muy peculiar. Eso dicho, y por mucho que haya que matizar en el caso yucateco la visión de la casa como un recinto cerrado, ésta sigue siendo contrastable con la apertura del espacio marino, la cual tanto hacia el horizonte como hacia los tondos crea, si no una sensación de infinitud, al menos una de carencia de límites precisos. Adentrarse al mar con una barca de pescador es alejarse de la tierra firme para penetrar en una inmensidad inundada de luz y en movimiento. Y en el caso del Colio de México, también debemos salvedades: un golfo no siempre es asimilable con un mar abierto. Aquí, meter la barca al mar no implica forzosamente intersecar ni tranquear una horizontalidad espumosa conformada por la última de las olas. El acceso a las aguas de este golfo, en verano sobre todo, parece más natural, como si se tratara de adentrarse en un enorme estanque, en una bañera desmesuradamente trande.14 Cuando no hay norte, el mar del golfo parece más susceptible de contener que de alejar para siempre. En invierno, en cambio, salir "de frente en mar abierto, contando las siete o nueve olas que permiten abrirse camino"15 puede resultar no sólo arriesgado sino imposible. Aún así, el mar sigue siendo el mar, y el tamaño de este golfo sin duda alguna permite hablar de un espacio fundamentalmente abierto e inconmensurable. Dejar de salir al mar para quien vive de ello es verse confinado a la tierra. Y cuidar de un estanque lleno de pulpo que se reproduce, en vez de ir a calibrar cordeles y anzuelos de acuerdo con la profundidad donde esté el octópodo, es quedarse, si no en casa, cerca de ésta. Ambas actividades no parecen sustituibles sin algún cambio de identidad en el pescador, ni tampoco, como lo ^eremos, parecen aquéllas comparables en términos de satisfacción.

 

El afuera y el adentro

Ei espacio circunscrito desde el cual el ser humano sale al mundo puede llamarse "adentros", no importando en demasía aquí si el adentro se refiere al vientre materno, a la casa, al cuarto, al rincón, o bien a la aldea. A lo largo de los años que dura una vida humana, tierra adentro, la distinción suele persistir. Uno se va de la fábrica o de la escuela a la casa, del cubículo al departamento, del teatro al restaurante, etctera. Una y otra morada siguen siendo comparables en muchos de sus parámetros: la luz se puede ir en una y otra, la atmósfera ahí puede ser o no ser respirable, la puerta de entrada quizá no cierra de manera adecuada, el conjunto estará más o menos expuesto a intrusiones indeseadas. A no ser que se trate de caminantes o de ciclistas, el transpone, ya sea aéreo, ya sea terrestre, no trastoca fundamentalmente estas dimensiones. De tal modo, el ir y venir entre una y otra morada también tiene aire de hogar, con la posibilidad de señarse ya sea a gusto, ya sea asfixiado, ya sea insensible, pero siempre dentro, con posibilidades de salir, y viceversa.

Bien podría ser éste el caso, mutatis mutandis, de un ballenero, de una regata o bien de un barco diseñado para cruceros, pero no así el de la barca del pescador. La lancha del pescador costero es esquife por definición.16 Allí, la demarcación entre fuera y dentro es tenue, y está más relacionada con el pie o la rodilla manteniendo la cabeza entre cielo y agua que con la sensación nítida de entrar o salir. La lancha no es nave. Lo que nos circunda es más el elemento y la luz solar que el mismo esquife. Y aun así, también hay diversas maneras de sentirse uno con dicho esquife y también muchos modos de sentirse con seguridad o bien a punto de peligrar. A !as sensaciones de fragilidad se atinan las de fuerza. El pescador posee la maravillosa libertad de entrar al mar y de salir de él. Y al salir, con o sin peces o pescados, se adentra en tierra firme y regresa, en un sentido fuerte. Deja un elemento para entrar a otro, trueca un modo de ser por otro, una manera de pararse en el mundo por otra distinta.

 

Verticalidades

Una de las maneras que tiene el ser humano de llegar a serlo, en efecto, es actualizando su potencialidad de criatura bípeda. De nuestra primera conquista de verticalidad no solemos acordarnos. Un día, tras múltiples intentos, con trabajo y temblor, con la ayuda de otras manos o bien de artefactos que nos rodean, izamos la cabeza y exploramos la tierra firme desde un frágil primer equilibrio pedestre. Ene con el tiempo se afianza y se vuelve tanto fuente de diferenciación (las funciones de los pies se apartan de aquellas de las manos, por ejemplo) como de correlativa distinción. Al hacerse pescador como su padre, el hijo ha de conquistar un segundo tipo de verticalidad, la que consiste en conservar el equilibrio parado en una superficie movediza. El pescador es el bípedo capaz de permanecer erguido a pesar de que sus pies pisan una superficie en movimiento (su lancha), la cual a su vez descansa sobre una superficie que también es volumen. El dinamismo de ésta no siempre es predecible y además es capaz de abrirse para hundir y destruir estructuras producidas por los seres humanos (lanchas y pescadores, entre otras). El pescador es el ser que cada día camina hacia la orilla del mar (primer sentido de verticalidad) para luego subirse a un espacio pequeño y desde ahí, hasta cierto punto, "perforar una realidad"17 sobre la cual él se mantendrá en equilibrio mediante otro tipo de postura y de tensiones musculares, otra sucesión de movimientos, otra manera completamente diferente de pararse en el mundo (segundo sentido de verticalidad):

...un pescador se para siempre con las piernas ligeramente abiertas, pero con un pie más adelante que el otro, no con los dos en el mismo plano. Esta es la costumbre que han adquirido de pararse en el bote para controlar los movimientos en sentido longitudinal, y un poco abiertos para mantener el equilibrio transversal.18

Ahora bien, la verticalidad del pescador es una conquista que nunca se alcanza de una vez por todas. Se trata de una verticalidad constantemente acechada por el elemento, peligrosa por ser el agua marina susceptible de súbita violencia. Por ende, es muy probable que esta verticalidad no pueda dejar de ser, una que otra vez, motivo de satisfacción para el ser humano que logra conservarla en circunstancias por definición difíciles y, a menudo, complicadas. "Ninguna caminata" en tierra firme "tiene este umbral de heroísmo".19 No sé si el hijo del pescador se acuerde forzosamente del día en que, en presencia de algún adulto de su comunidad,20 él pudo, mar adentro, mantenerse parado en el esquife e iniciarse en el manejo de todo lo que sirve para pescar, lancha inclusive. Muchos niños incluso inician su aprendizaje no en el mar sino en ríos, esteros y cenotes. Ivan Ek, pescador de Sisal, no conserva un recuerdo preciso de la conquista de su segunda verticalidad, pero sí rememora, a los seis años, su intento fallido de mantenerse erguido en la lancha de su padre y su consiguiente caída, que en aquél entonces le pareció ser algo semejante a los efectos de la ebriedad. Esta iniciación, más peligrosa que la primera, tiene mayores probabilidades de ser recordada. Es sin duda otro tipo de verticalidad, claramente distinguible de la primera.21 Dejar de ser pescador es abandonar la verticalidad más espectacular de las dos, la que distingue a aquél de los demás bípedos mortales.22

 

Tiempos y paciencias

El tiempo, en términos terráqueos, es a menudo asunto de sucesión, cosa de líneas o bien de círculos. Líneas, el ser joven que envejece paulatinamente, el nacer y el morir en algunas cosmologías; círculos, el dormirse y el despertar, la sucesión entre trabajo y descanso, el nacer y el morir en cosmologías distintas de las primeras. En ambos casos hay un antes y un después que cercan, con mayor o menor nitidez, el instante o bien los instantes cuando se nace o se muere, se duerme o bien se despierta, o bien cuando se empieza a o se deja de pensar en algo. A estas sucesiones se suma la de las temporadas, la de los horarios y la de los ciclos de la vida. Y también hay, para el ser humano, correspondientes formas de espera y de no espera, de esperanza y de desesperación.

El pescador no sólo depende de la alternancia entre periodo de pesca y época de veda. Fundamentalmente, su calendario de pesca combina el tiempo climatológico, que muchas veces él es capaz de prever, con el tiempo de la migración de la fauna marina. Hacerse pescador es poder llevar a cabo una extraordinaria combinación de observaciones donde se incluyen, entre otras cosas, "el color del mar, su erizamiento, y la presencia de peces o aves relacionados con otra especie que se busca".23

Ahora bien, las paciencias y las impaciencias requeridas para pescar y para cultivar peces, respectivamente, son radicalmente distintas. Las primeras comprimen el tiempo de espera, las segundas lo dilatan. Consumo y ganancia son casi inmediatas en el primer caso, mas nunca es así en el segundo. El pescador, en tanto cazador-recolector, atrapa su presa en un lapso de tiempo que va de cinco horas a quince días. El proceso de la pesca se inicia con un pez o bien con un molusco libre, primero cautivo y luego muerto. El proceso de la piscicultura, en cambio, es mucho más afín al de la agricultura. Se inicia con un pez capturado o bien nacido en cautiverio, y cuya vida se ha de prolongar mediante una crianza duradera y con miras a una reproducción con creces. El animal libre que es atrapado y después matado es el mismo pez a lo largo de todo el proceso; el cautivo, en cambio, es algo diferente de los peces libres porque se trata de una criatura domesticada. Su vida entera se desarrolla dentro de límites establecidos por los seres humanos. Una vez en el estanque, tiene donde estar más que a dónde ir. Y dicha estancia está regida por quienes la custodian y, las más de las veces, orquestan sus distintas etapas. Los piscicultores a su vez necesitan una paciencia más parecida a la del agricultor que a la del pescador. Hincados sobre un espacio cercado, efectúan gestos cuyos efectos buscados solamente se alcanzan a largo plazo. Llegan a conocer el animal, a tener una noción precisa de su historia, y si lo hallan muerto una mañana tendrán algún recuerdo de lo que fue ayer. El pescador sorprende a su presa e interrumpe el curso de su vida: la atrapa, la ve agonizar. Este brutal inmiscuirse no es espectáculo ni convivencia sino impacto instantáneo entre dos cuerpos vivos, intersección entre el eje de fuerzas de un predador y el de su presa.24 A esta diferencia fundamental se añade otra, correlativa, y que podríamos llamar 'de responsabilidad'. El oficio del pescador no puede nunca ser desligado del todo de cierta noción de providencia. Dote celestial, suerte o milagro, el regresar con buena pesca no sólo está relacionado con la competencia de quien es capaz de interpretar los matices de los colores del agua, los movimientos de su superficie o los que vienen del fondo del mar. Siempre hay en la buena nueva de una buena pesca; algo así como el colorido de una suerte, el de una victoria, el de un milagro o el de una benevolencia, sea ésta divina o no. El pescador rara vez puede sentirse totalmente el causante de lo que le sucede. No así el acuacultor, quien es responsable de un proceso de producción y árbitro, en buena medida al menos, de lo ocurrido en sus estanques. Posee elementos para pronosticar su suerte, sabe que si no da no recibe y es responsable, día tras día, del éxito de su empresa.

 

Femenino y masculino

Por ello la acuacultura tiene, a su vez, más parecido con actividades tradicionalmente reservadas a las mujeres que con este quehacer predominantemente masculino llamado "pesca". Preparar y dar el alimento con frecuencias determinadas, ver de cerca crecer y propiciarlo día tras día, detectar señales de debilidad y buscarles remedio, multiplicar los cuidados preventivos, etcétera, todo ello sigue siendo el pan cotidiano de la mayoría de las amas de casa. En contraste, el pescador que deja bajar en el agua una carnada en forma de jaiba para atraer a un pulpo, no nutre a su futura presa sino que solamente le comunica, por un instante, la ilusión de hacerlo. El resultado buscado aquí no es la vida sino la muerte. Si todo lo anterior tiene sentido, es más simple transformar a un agricultor en piscicultor, y quizá, a su vez, sea este último oficio más adaptable, prima facie, a mujeres que a hombres.25 La recolección está poco relacionada con esta dimensión más inmanente de la vida cotidiana. La mujer, en estos contextos, a menudo ve venir hacia ella más de lo que sale de sí misma. Y sus movimientos, quizá tan numerosos y tan variados como los del pescador con quien duerme, son sin embargo infinitamente más circunscritos en términos de espacio, y están supeditados a un horario a la postre rutinario. El pescador, como vimos, trabaja con más dimensiones espaciales. Sus salidas lo son en el sentido de relativa lejanía y siempre tienen un aura parcialmente impredecible: puede haber mal tiempo para pescar, el mismo se puede echar a perder, la lancha llegar a fallar, el pez reacio causar estragos o contratiempos. Y a su vez, estos factores pueden poner en riesgo la vida del pescador. Es más fácil hablar de victoria y de trofeo en este caso que en el de quien nutre y observa el resultado de sus esfuerzos. El ser humano recolector está menos confinado que el dedicado al cuidado de su hogar. Entre estos dos extremos están la acuicultura y la agricultura, extraños intermedios donde se combinan de manera peculiar el afuera y el adentro, a cerca con el horizonte, el don de la vida con el control de la misma. Hermanados en apariencia con la recolección y con las labores domésticas, respectivamente, acuicultura y agricultura son de hecho más afines entre sí, y están a su vez más ligadas con el trabajo en casa. El pescador, cual un predador o un recolector, toma. El acuicultor, el agricultor y el ama de casa procesan y crían, siembran y esperan, si algo venden, lo hacen después de todo un proceso de producción.

Con todo, 'masculino' y 'femenino' son categorías fundamentalmente biológicas, y el aparato de costumbres, tradiciones, prejuicios o estructuras de poder que asocian un sexo con un determinado tipo de vida activa no tiene por qué ser inamovible. Solamente se trataría de cambiar los hábitos, cosa quizá difícil para gente vieja pero más factible tanto para las nuevas generaciones como para individuos de cualquier edad particularmente audaces, creativos o inclusive pasivos.

 

El mismo y el otro

Pedirle a un pescador que se vuelva acuacultor es pedirle modificar su identidad. y aceptarlo conlleva al menos las siguientes consecuencias: ver trastocada su concepción del tiempo y del espacio, ver reducido su registro de verticalidades, y tener que adoptar otro sentido de la paciencia y también del orgullo y del peligro. Estar en la tierra pero también en la intersección entre mar y cielo, cerca de su antiguo elemento sin estar ya en éste, tener los párpados menos alzados, la vista mas corta, el movimiento más lento. Se podrá decir que, a cambio, el pescador transformado en acuicultor vivirá mejor porque él y los suyos serán más pudientes económicamente, mejor nutridos o educados y más saludables. Pero esta faceta de dad de la vida es una viuda desconsolada si no va de la mano con aquello que permite a un ser humano tener ganas de levantarse por la mañana y de caminar día de su vida, a saber lo que lo mantiene erguido, lo que le da la sensación de vivo y de ser alguien.26 Pedirle a un pescador vivir bien un cambio de este es suponer que puede desarrollar una inclinación por la agricultura, trocar el lanzamiento de la red por el de las semillas, y la alegría de atrapar por la proveniente del lento surgimiento de los frutos. En pocas palabras, es suponer muchísimo. Ahora bien, esto no significa que sea imposible. Por un lado, hablar de identidad de pescador no implica algo así como una esencia fija. Antes bien, si es imposible ver una vida humana como algo no circunscrito por varias nociones de límites, también es difícil imaginar una vida humana que no vaya, de vez en cuando, más allá de estos límites. Muchas veces es la necesidad de supervivencia la que revela esa capacidad humana de trasgresión, obligando a los seres humanos a adaptarse a nuevas circunstancias. De esta capacidad de adaptación dan testimonio los mismos pescadores de la costa yucateca quienes, o bien antes vivían del cultivo del henequén y ahora se hicieron pescadores, o bien siguen combinando actividades agrícolas con actividades pesqueras, alternándolas según la temporada. Un mismo individuo, en efecto, puede combinar la recolección de sal (de marzo a junio) con la siembra de la milpa (mayo o junio) y la pesca del mero y del pulpo (de mayo a noviembre y de agosto a noviembre, respectivamente).27 A veces, el cambio de circunstancias obliga a ciertos grupos humanos a retornar a modos de vida más frugales. Sabemos, por ejemplo, que parte de los maoris de Nueva Zelandia abandonó su isla natal para escapar al afán de dominación de sus hermanos. Poblaron la isla de Chatman, cuyo suelo no permitía el desarrollo de agricultura alguna y por ende se convirtieron en lo que habían sido sus antepasados: recolectores.28 Es un ejemplo entre otros del asombroso poder del ser humano de lidiar con los límites y de rebasar, imaginación mediante, el "reino de los hechos".29 Se trata de una capacidad inherente a su naturaleza, de por sí constreñida a límites, y sin embargo irresistiblemente proclive a transgredirlos.30

Ahora bien, no hay razón alguna para suponer que los biólogos marinos se equivocan al proponer la acuicultura como una deseable opción de vida para los habitantes de Sisal. Quizá, simple y llanamente, llegue un momento en que esta posibilidad se imponga en parte de la comunidad. Además, recordemos que el pescador normalmente no pesca en cualquier época del año,31 y muchas veces ha tenido o bien tiene otras funciones. En principio, pues, posiblemente un pescador de pulpo se dedique a la acuicultura en tiempo de veda, para luego confiársela a su esposa o bien a uno de sus hijos a la hora de iniciar una temporada de pesca. Inclusive, parte del asombroso conocimiento empírico de los pescadores, transmitido oralmente de generación en generación (la previsión de eventos recurrentes como la lluvia y el conocimiento de sus efectos, la inteligencia del cambio de las corrientes, la significación de la coloración o del movimiento de las aguas, etcétera), sigue siéndole útil a un acuicultor.

La mención de pescadores que también son, a ratos, agricultores, quizá le haga sospechar al lector que la transformación de aquellos en acuicultores no es un proceso de cambio tan radical como lo he pretendido hasta ahora. Si, en efecto, la acuacultura tiene afinidad con la agricultura y de hecho, muchos agricultores mostraron ya su capacidad para devenir pescadores, tal vez podrían estos mismos aceptar con mucha más facilidad aun la práctica de la piscicultura a la hora de adoptar la vida de pescadores. Con todo, sospecho que ser a la vez pescador y agricultor no es exactamente lo mismo que combinar la pesca con la acuacultura. En este último caso, en efecto, se trata de vivir algo así como una doble vida en el seno de lo que es, al parecer, un poco lo mismo, sin serlo del todo. O sea, un mismo individuo sigue estando junto al agua de mar, al pez, al pulpo, al camarón, etcétera, en uno y otro caso; pero a pesar de una aparente continuidad (de elemento, de lugar geográfico, de tipo de presas), quien antes pescaba y luego hace acuacultura trabaja, en este último caso, fuera de muchos de los parámetros aquí analizados (tiempo, límite, etcétera) y capaces de otorgarle una identidad específica. En otras palabras, lo que en un primer momento parece no ser del todo diferente en términos de actividad, sí lo es de manera profunda en cada una de sus implicaciones. En este caso, el cambio tiene un carácter más subversivo.

Las opciones siguen abiertas. Tal vez lo más factible sea que el pescador incluya en sus actividades una recolección destinada a la práctica de la acuicultura y así contribuya al desarrollo de ésta sin practicarla propiamente. Si bien es posible que muchos pescadores ya grandes se nieguen a aceptar semejante cambio, quizá algunos de sus hijos e hijas se acerquen a la acuicultura, aprendan que un pez también se puede llegar a conocer y a querer en tierra firme, y cómo a veces puede ser tanto objeto de estudio como de explotación. Tal vez estos futuros adultos lleguen a estudiar la licenciatura en manejo sustentable32 de zonas costeras recién abierta por nuestros colegas de Sisal, y practiquen la pesca más en forma de deporte que como un medio de vida. Esto no impide que siga corriendo en sus venas la sangre de hijo o de nieto de pescador. Por todo lo expuesto, sin embargo, la mujer sisaleña parece más susceptible a aceptar la práctica de la acuicultura, en vez de su hermano, concubino, marido, hijo o nieto. El que una mujer pueda estar más dispuesta a aceptar esta práctica que un hombre, no implica mayor capacidad para llevarla a cabo. En otras palabras, lo que está en juego aquí no es la asignación de un trabajo en función de un género,33 sino la prontitud con la cual alguien manifiesta su capacidad de llevar a cabo nuevas actividades junto con las anteriormente desempeñadas.

 

Las ambigüedades de la homonimia

La diferencia entre el modo de vida del pescador y el del acuicultor también tiene impactos, por decirlo así, lingüísticos. Probablemente a ojos de un pescador el pez del estanque ya no sea un verdadero pez, y el pulpo preso haya dejado de ser pulpo en algún sentido. Puede ser que se siga haciendo uso de la misma palabra para designar a estos seres vivos en una u otra condición, pero las realidades referidas son sin duda algo distintas. Lo mismo sucede, mutatis mutandis, con el agua de mar llevada a un estanque, en contraste con el agua de mar aún en su lugar natural. El agua de mar una vez trasladada pierde algunas de sus propiedades tanto naturales como fenomenológicas, y el resultado de la manipulación de su cauce evoca más cierta agua dulce que sus augustos orígenes. Este asunto también es de importancia. Demasiado a menudo se cree que la dificultad de transmitir un mensaje está vinculada con el hecho de no conocer una palabra; por ende, no se sabe a qué refiere o qué es lo que significa. Podría ser éste el caso de la palabra 'acuicultura', o bien de la apelación 'Unidad Académica', sintetizada por mucha gente de aquí mediante la palabra 'escuela'. Pero la acuicultura y el desarrollo de nuevas tecnologías de sustento también trastocan la misma noción de pez o bien de agua de mar, y por ende la significación de estas palabras. Cuando se empezó a usar la energía eléctrica para transformar el artefacto llamado "molino de café' en un objeto infinitamente más eficiente en términos de tiempo de molido (y también infinitamente más peligroso para la integridad de los dedos que lo manipulan), se siguió usando la misma palabra para referirse a un objeto sin más parecido con su antepasado que el de la función. Antepasado y vastago seguían inclusive conviviendo en el espacio de una misma cocina, bajo el mismo nombre. Una yuxtaposición similar se está iniciando a orillas del mar que baña el puerto de Sisal. En efecto a una distancia de sólo unos metros, hay peces cautivos y peces libres, agua de mar a sus anchas y agua de mar contenida, y también hay hombres y mujeres que escuchan hablar de un posible futuro mediante el cual, de un modo u otro, su identidad y su manera de soñar muy posiblemente se vean transformadas.

 

Epílogo

Lo esencial de este texto fue escrito hace un par de años. En 2005 un grupo de mujeres sisaleñas crearon una pequeña cooperativa para criar pulpo,34 un hecho que parece corroborar una de las conclusiones de este trabajo. El lector decidirá es éste el caso. ¿El valor de un experimento teórico como éste acaso depende una ulterior comprobación o bien falsificación de orden empírico? Y de ser el caso, ¿cuáles serían, filosofía aparte, las disciplinas más indicadas para enriquecer experimentos de este tipo?

Más fundamental quizá sea el hecho de que la historia del puerto de Sisal queda por escribirse. La llegada de los investigadores de la UNAM al litoral sisaleño —con edificios nuevos, toldos y estanques que para algunos vecinos seguramente pareció conformar algo así como un escenario de ciencia ficción— está lejos de ser la primera metamorfosis de un lugar que desde el siglo xvi fue el puerto nacional e incluso internacional más importante de toda la península: declarado luego puerto de altura y cabotaje en 1810, aduana marítima hasta 1871, lugar de desembarque no sólo de piratas y mercancías sino también de personajes tan ilustres como la emperatriz Carlota, y hasta hace poco un paradero considerado por algunos de sus habitantes como 'dejado de la mano de Dios'.

En cuanto a la filosofía, una de las posibles tareas sería la de ir en busca de todo :o designado en este texto como matices (la peculiaridad de los límites que se dan en Sisal: los contrastes entre luz y sombra, la especial conjunción de calor y de luz,las diferencias entre mar abierto y golfo, etcétera) para construir, de manera teórica, lo que podría llamarse una poética35 de este tipo preciso de espacio.36 Dicha poética también habría de contemplar la diversidad de los paisajes de esta parte de la costa, así como las funciones vitales que éstos desempeñan.

 

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Notas

1 Véase laminas en Alcalá, 1985, pp. 11 y 13. Para cerámicas prehispánicas que representan peca, véanse las fotografías de Justin Kerr en su Maya vase Database, http://www.famsi.org.

2 Alcalá, op. cit., p. 12.

3 Fray Diego de Landa, 1984, pp. 134-136. El testimonio también evidencia la variedad de wnins de captura.

4 Éste es el método de captura del pulpo que se emplea en Yucatán. Consiste en atar numerosos cordeles de dos varas de caña llamadas 'jimbas' que miden entre seis y nueve metros de los que pende carnada. Hace un cuarto de siglo estas cañas se usaban para proteger del viento los plantíos de caña de azúcar; durante 10 años cayeron en desuso a causa de la venida a menos del ingenio azucarero, hasta ser usadas para pescar el pulpo. Según expertos, la pesca de pulpo con jimbas es más ecológica que otras técnicas, principalmente africanas, porque aquéllas no arrastran el fondo marino. Véase Chac Bacab, 2005.

5 ¿O bien 'en vez de'? La diferencia es, por supuesto, de gran importancia.

6 No hay, que yo sepa, un acuerdo preciso en torno al neologismo: acui- o bien acuacultura, un término más inclusivo que el de piscicultura por evitar referirse a un tipo preciso de seres acuáticos, y así incluir con más naturalidad a la crianza de los pulpos y de los camarones, mientras que piscicultura, de manera inequívoca, remite a vertebrados. En lo que sigue, haré uso de cualquiera de las tres apelaciones.

7 El puerto de Sisal se encuentra a 0900150 de latitud y 21.0955 de longitud, en la costa noroccidental del estado de Yucatán. El conteo de población mencionado proviene del INEGI (2000). Según información proporcionada por el mismo organismo, el conteo correspondiente a los datos registrados en el 2005 no está aún disponible respecto a localidades. La importancia del puerto de Sisal como puerto de mar para entrada y salida de gente y mercancías, tanto nacionales como internacionales, durante toda la época colonial y parte del siglo xix probablemente explique que las menciones del mismo halladas en los textos coloniales únicamente se centran en la importancia estratégica de este lugar, y en su crucial acceso a Mérida por tierra. Esto justificó la construcción de una "calzada que en tiempo del Doctor Quixada, que aquí estuvo por Alcalde mayor, hizo a costa de Su majestad, por donde pasan carretas con lo que viene de España y México, porque está allí el puerto de Cizal (Sisal) donde vienen todos los navios" ("Relación de Cacalchén, Yaxá y Sihunchén" en Relaciones histórico-geográficas de la Gobernación de Yucatán, tomo 1, De la Garza, et al, eds., p. 341). Véase también la "Relación de Oxkutzcab" (op. cit., p. 357), donde, hablando de la Ciudad de Campeche, se dice que "Nueve leguas de esta ciudad hacia el poniente está una pla(ya) que se dice Zizal (Sisal), donde vienen a descargar las mercadurías para esta ciudad, mas con norte no osan estar en toda la mar". En la página 37 del Códice de Calkini, se menciona a Sisal como un puerto de mar situado en los confines de la tierra campechana ahí descrita.

8 Véase INEGI. Censo de población 2000.

9 Por ahí del principio del siglo v a. C. Anaximandro, filósofo de la ciudad de Mileto, propuso como uno de los conceptos clave de su filosofía algo que llamó ápeiron (una noción cuya interpretación sigue suscitando debates, y cuyo significado oscila entre "lo que carece de límites" o bien "aquello cuyos límites no se alcanzan a percibir"). La noción de límite es fundamental para entender a la antropología y a la metafísica de Platón, y en especial la del Platón tardío.

10Existen, por supuesto, múltiples conexiones entre dichos campos semánticos.

11 Véase eau y poisson en Dictionnaire des symboles, pp. 374-382 y 773-775, respectivamente.

12 Esta afirmación debería matizarse en las partes de la costa del Golfo que suelen ser azotadas por 'nortes'. En estas zonas, hay alternancia entre casa cerrada (cuando los nortes) y casa abierta o semiabierta. Véase Alcalá, 1985, p. 89.

13 Como observa María Noel Lapoujade, ésta noción de límite móvil, aquí en un registro imaginario, también es aplicable al horizonte marino que las mismas aguas parecen poner en movimiento.

14 También debemos matizar aquí. En las Relaciones histérico-geográficas de la Gobernación de Yucatán, se menciona que Cizal es "puerto que no tiene reparo alguno, porque es playa y está descubierto al norte, lo cual es causa de dar muchos navios con este tiempo en la costa y perderse". Véase la obra citada, 1983, p. 83.

15 Véase Gatti, 1986, p. 17.

16 Lo dicho aquí solamente vale para las lanchas. Probablemente conviene matizar estas afirmase ses en el caso de los barcos de la flota mayor yucateca que también sirven para pescar y se usan para alejarse más de la costa.

17 Tomo la expresión de Gaston Bachelard, quien escribe en El agua y los sueños: "Es necesario hacer a historia psicológica de una victoria orgullosa cumplida sobre un elemento adverso para encontrar el sentido vital, nervioso, real de las nociones objetivas. El orgullo es el que da al impulso vital sus trayectos rectilíneos, es decir, su éxito absoluto. El sentimiento de la victoria segura es el que da al reflejo su flecha, la alegría soberana, la alegría viril de perforar la realidad" (p. 240). Las cursivas son mías.

18 Gatti, op. cit.. p. 15. Le sigue a esta cita un pasaje precioso donde se describe el modo peculiar que tiene el pescador de mirar.

19 "Bachelard, op. cit., p. 245.

20 Durante los primeros viajes de niños aprendices en el arte de la pesca (en barcos suficientemente grandes como para contener de ocho a diez tripulantes), ellos son quienes trabajan de 'pachochero' (Yucatán), o 'nevero' (Golfo), esto es, quienes ponen los pescados entre capas de hielo. Nunca son iniciados por su padre sino por "algún tío o compadre [... ] casi clandestinamente [,..] casi secuestrados de los ojos de la madre". Véase Gatti, op. cit., pp. 58-59.

21 Mi amigo Michael Gordon me hizo observar que la verticalidad requerida para el velero es Aérente de la exigida por la lancha del pescador. Tanto la verticalidad "marina" como la "terrestre" podrían entonces ramificarse según el tipo de actividad, de soporte y de terreno.

22 He puesto el acento en la diferencia entre ambos tipos de verticalidad, pero también es posible acercarlas: Carlos Rosas piensa que para el pescador la lancha constituye una prolongación de la tierra firme. Esto explicaría por qué la mayoría de los pescadores son buenos buceadores ocasionales pero pésimos nadadores.

23 Véase Gatti, op. cit., pp. 16-17.

24 La descripción del pescador como predador o cazador por supuesto debe matizarse en Función del tipo de pesca practicada en tal o cual lugar. En las costas del Golfo de México a veces se practica una pesca con grandes redes atadas en algunos puntos de la costa, una práctica evocadora más de la recolección que de la caza.

25 Hablar de adaptabilidad en el caso de las mujeres no significa que ellas sean más aptas que los hombres para practicar la piscicultura; solamente significa, si estoy en lo correcto, que ellas estarían más prontas a aceptar aquella.

26 Edward Sapir señala la importancia del factor de satisfacción para el sentido de pertenencia que llegue a tener un individuo con respecto a una cultura. Véase Selected Writings, 1985, pp. 321-331.

27 Véase Chenaut, pp. 29-30, de donde se extrajo la información sobre los calendarios.

28 Véase Diamond, Jared, Guns, Germs and Steel. The Fates of Human Societies, 1999, pp. 53-54. Llama poderosamente la atención el que al cambiar de isla y de modo de subsistir, también cambiaron de nombre para llamarse ya no 'maori' sino 'moriori'.

29 La expresión es de Bachelard. Véase Lapoétique de l'espace, 1994, p. 55. A mi juicio el sato a la isla Chatman constituye algo más que una táctica defensiva de supervivencia. La negativa ante la posible sumisión probablemente estuvo vinculada con lo que hace que un ser humano se vea de pie, con su manera de pararse en este mundo.

30 Platón y Kant son dos filósofos particularmente sensibles a la importancia de los límites y a la seducción, a veces irresistible, que opera sobre el ser humano la oportunidad de transgredirlos. Para un recorrido de la historia de la filosofía basada en gran parte en una reflexión sobre límites | trasgresión de los mismos, imaginación mediante, véase Lapoujade, 1988.

31 Así, la temporada de pesca del pulpo que se inicia en agosto concluye el 15 de diciembre.

32 Los cursos se iniciaron el pasado 14 de agosto, con un curriculum que incluye varias materias humanísticas, filosóficas, entre otras.

33 Agradezco a uno de mis lectores anónimos el haberme mostrado la importancia de esta precisión. Existen por supuesto otro tipo de análisis con orientación de género. Véase al respecto: "Urban Economy and Development". Interview of Jane Jacobs with Roberto Chavez, Tia Duer and Ke Fang. The World Bank, Monday, February 4, 2002. Toronto, Ontario, Canada (especialmente el inicio de la misma, pp. 1-4): http://www.worldbank.org/urban/forum2002/docs/jj-full.pdf.>

34 Otro caso de interés es la creación, en 2001, de una cooperativa llamada Mujeres Pescadoras áel Mar en San Felipe "que agrupa a 21 mujeres que se dedican fundamentalmente a proveer carnada para la pesquería del pulpo". Véase Fraga et al. (2004), p. 8.

35 La expresión es de Gaston Bachelard, presente, aunque sólo en filigrana, a lo largo de este texto. Haciendo uso de los mismos instrumentos conceptuales se podría, en el caso de la región que nos ocupa, perfilar una poética un poco distinta a la de Bachelard, quien después de todo sigue siendo un ser de ríos y riachuelos antes que de mar.

36 Estas reflexiones tuvieron como origen un diálogo académico entre biólogos marinos y antropólogos, al cual asistí por razones institucionales en agosto del 2004, poco después de que la Unidad Académica de Ciencias Sociales y Humanidades de la UNAM y la Unidad Multidisciplinar:; de Docencia e Investigación de la Facultad de Ciencias pudieron abrir sus puertas en Mérida y en Sisal, respectivamente. Le agradezco a Magalí Daltabuit el haber manifestado su interés en conocer mis ideas, y a Nuria Castañeda su entusiasmo respecto a este experimento. Como director de la Unidad de Sisal, Carlos Rosas tuvo la paciencia de contestar las preguntas que le hacía, las más de las veces, ex ignorantia. No es responsable de lo dicho aquí pero sí quizá del hecho de que esta reflexión haya prosperado gracias a las numerosas y amenas conversaciones sostenidas sobre el tema. Finalmente, he sacado gran provecho de las generosas observaciones que por escrito me ofreció mi colega Martin Fricke. El presente texto se enriqueció considerablemente gracias a sus comentarios, y ojalá me perdone por no haber mencionado sus intervenciones en cada pasaje pertinente. Asumo, desde luego, la responsabilidad del resultado final no sin agradecerle a Mario Ruz su cuidadosa reflexión de la redacción final. Con todo, es a María Noel Lapoujade a quien van dedicadas estas páginas. Sin las huellas profundas dejadas en mí por su quehacer de pensadora y de profesora de filosofía, muy probablemente no me hubiera jamás atrevido a esta primera exploración de un problema que, sin duda alguna, requiere del concurso de varias disciplinas. Finalmente, en diciembre de 2005, parte de este material fue difundido por medio de videoconferencia ante audiencias de la Facultad de Ciencias de la UNAM, y de la Florida International University of Miami (FIU). Agradezco a Xavier Chiappa (UNAM) y a Ligia Collado (UNAM-FIU) la oportunidad de comunicar los primeros resultados del presente experimento en aquella ocasión.

 

Información sobre la autora:

Belga. Licenciada y maestra en Filosofía por la UNAM (1989 y 1993), y doctora en Filosofía por el King's College London (1999).

Investigadora del Centro de Estudios Clásicos del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, está actualmente comisionada en la Unidad Académica de Ciencias Sociales y Humanidades de la misma Universidad, en Mérida, de la que fue coordinadora entre 2003 y 2005. Sus intereses se fincan en la intersección entre la filología y la filosofía, con énfasis en el pensamiento y la lengua de los antiguos griegos. A este cometido se auna su interés por una reflexión acerca de las culturas clásicas en plural.

Entre sus últimas publicaciones se cuentan El Bien y la Explicación (2003), La hermenéutica en Platón, y La importancia del Plato Ethicus para la interpretación de los diálogos platónicos (ambos en prensa).

Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. ooms@correo.unam.mx

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