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Península

versión impresa ISSN 1870-5766

Península vol.1 no.0 Mérida  2005

 

Reseñas

 

Barbara Tuchman, La marcha de la locura. La sinrazón desde Troya hasta Vietnam

 

Juan Manuel Díaz Yarto

 

México: Fondo de Cultura Económica, 1984, 368 pp.

 

El libro de Barbara Tuchman es uno de esos ejemplares que no pasan de moda. El tema goza de actualidad debido a que los hechos analizados, que recorren el trayecto desde Troya hasta Vietnam, parecen repetirse en el inexplicable comportamiento de los líderes políticos actuales de las naciones poderosas, que condenan al mundo a tener que padecer realidades derivadas de caprichos personales. Renace su importancia por ejemplo, en la desequilibrada actitud de G. W. Bush, al tomar la determinación unilateral de invadir militarmente a Irak a partir de un argumento que desde siempre resultó injustificado para la mayoría de las naciones. Decisión insensata si las hay, la de sus aliados T. Blair y J. M. Aznar que avalaron un equívoco a todas luces contrario a los intereses de sus pueblos. La particularidad de este perfil de personalidad, más allá de lo malhadado de estas decisiones, es "la locura" personal de mantener una guerra declaradamente perdida, insultantemente costosa y cada vez más ilegítima frente a los ciudadanos de sus países y del mundo entero. La autora hace un recorrido histórico analizando las condiciones específicas de ciertos momentos álgidos de la humanidad, así como de los rasgos de personalidad de aquellos que se han encargado de someter a todas las naciones a terribles consecuencias políticas, sociales y económicas.

El libro además de gozar de seriedad académica, abre la posibilidad a renovadas interpretaciones de la historia actual de un mundo fuertemente influenciado por intereses personales.

"La insensatez es hija del poder" asienta la autora lapidariamente al analizar las condiciones que hacen que una decisión política individual sea contraria al interés de los pueblos.

Si bien hay demasiados libros que estudian la historia de la humanidad y en especial los acontecimientos revisados por la autora, el caballo de Troya, los papas renacentistas, la guerra de independencia de los Estados Unidos y la guerra de Vietnam, el ángulo de mirada desde que la autora nos convoca a repensar la historia desde un lugar diferente. Los actores que acapararon la responsabilidad de tomar decisiones trascendentes en momentos álgidos o decisivos para las historias locales con importancia mundial, son revelados por B. Tuchman como personajes desquiciados.

Su visión de estos acontecimientos demuestra el insensato comportamiento de ciertos personajes históricos que resultan incompatibles con lo que de ellos nos relata la historia tradicional, poniendo bajo la lupa los rasgos de personalidad que determinaron el rumbo de la historia. Rasgos que, en lugar de ser actitudes aisladas en una narración sin mayor trascendencia, describen por el contrario el comportamiento desquiciado de personalidades relevantes en momentos históricos determinantes. Decisiones signadas por la locura individual que han marcado los caminos de la humanidad.

La autora revisa cuidadosamente las condicionantes culturales, religiosas, económicas y políticas de los responsables directos de la estrategia a seguir en situaciones de indiscutible trascendencia, responsabilidad y nerviosismo.

Aunque no dedica un capítulo a la conquista de México, en la introducción ejemplifica su argumento revisando la locura del tlatoani Moctezuma que decidió en sentido contrario a lo que otros miembros de la nobleza le sugerían en ese momento. Locura que respondió a creencias religiosas e impidió contemplar, la ya en ese momento irrefutable, prueba natural que los conquistadores no tenían nada que ver con Quetzalcóatl. De igual forma trata el rasgo de locura del emperador Yamamoto al decidir el ataque a la base militar de Pearl Harbor bajo el argumento de impresionar a los Estados Unidos de tal manera que desistieran en sus ánimos por entrar a la guerra; decisión que desde luego resultó ser una insensata determinación de alguien que sabía que de ninguna forma le podría ganar la guerra a los estadounidenses.

Otro ejemplo dramático es el reseñado por Tuchman al analizar el momento en que los troyanos llevan el caballo de madera dentro de sus muros. Acto que con la distancia del tiempo se puede comprender como una locura del rey Príamo que condujo a su pueblo a una masacre anunciada sin haber analizado la realidad de los hechos, ni haber escuchado las opiniones de quienes le alertaban del riesgo de una decisión tan aventurada. Se expone que esta decisión no estuvo aislada del contexto histórico, y no fue solamente el resultado del misticismo y religiosidad que condicionaban al rey.

La autora salva su análisis al dejarnos mirar la realidad del momento histórico en el que la ceguera del líder le impide intuir y mucho menos observar lo que los eventos de la realidad le están sugiriendo y cómo, al contrario, se deja llevar por interpretaciones personales insensatas. La locura en ese tipo de decisiones fue confrontada en el momento por otros actores, intentando disuadir al líder de su rematadamente loca decisión, pero no sólo no fueron escuchados, sino que en algunos casos, resultaron incluso castigados en correspondencia con las acciones que desencadena la locura.

Esta decisión tomada en libre albedrío por esos hombres no tiene que ver con la id un destino manifiesto y perverso, sino que, como condena la autora, el "[...] desuno c personaje de leyenda representa la realización de lo que el hombre espera de sí mismo".

En el capítulo dedicado a los seis papas renacentistas (1470 a 1530), cinco italiano» y un español, que provocaron la secesión en la Iglesia católica, se rescata la característica de unas vidas que respondían a conductas forjadas en su tiempo y espacio. Estos papas pertenecientes a una clase gobernante en la Italia del Renacimiento, se permitieron tas relajado comportamiento, que por lo menos puede calificarse de exótico. Esta ilimitada frivolidad e inconciencia, llegó a tomar características de locura debido el exceso de poder que acapararon, desoyendo, claro está, la profunda desafección de sus fieles, "ciegos a las ideas... estúpidamente tercos en mantener un sistema corrompido" al que pertenecían. Personificaron desmanes increíbles y antepusieron a los intereses de la Iglesia los propios, ya que se tenían por todopoderosos. Tomando a la institución como botín y despreocupados por la concepción del Papado, se dedicaron con esmero a la locura de la avaricia y a la fascinación por el poder al grado de estar convencidos que el Papado era eterno. Durante sesenta años estos papas "No tuvieron un sentido de misión espiritual, no dieron una guía religiosa significativa, no prestaron ningún servicio mata! al mundo cristiano".

Otro capítulo está dedicado a la guerra en la que los ingleses pierden a los Estados Unidos, acontecimiento para el que se atiende a lo que ocurrió durante 15 años en los que hubo todo tipo de advertencias y llamadas de atención señalando el riesgo de una decisión equivocada por el Gobierno de Inglaterra. El poder legislativo se empeñó en la imposición de medidas que provocaron "un disparo que se oyó en todo el mundo" y que despertó el aletargado hartazgo de un pueblo que hasta entonces había manifestado buena voluntad con el imperio. Se sacrificó lo posible en aras de lo imposible ejemplificando un tipo de locura que se ha repetido con frecuencia en la historia de la humanidad. Con el argumento de la imposición de aranceles, a pesar de que las colonias ya se habían manifestado abiertamente en contra y demostrando su inviabilidad práctica, la irrenunciable ceguera, por ser producto del autoritarismo, estiró la cuerda hasta el punto que sabía no resistiría. No escucharon las voces de alarma, ni los argumentos que llamaban a la racionalidad; sólo estuvo presente la marcha de la locura que produce ceguera e insensatez, demostrando lo que la autora señala: "Lo claro es que cuando la incapacidad va unida a la complacencia en sí mismo, el resultado es la peor combinación posible".

Más adelante B. Tuchman revisa el comportamiento de los Estados Unidos en Vietnam argumentando cómo la historia puede repetirse a la inversa, ahora desde Estados Unidos hacia Vietnam durante cinco sucesivos presidentes. Está en contra de toda racionalidad la permanencia de la guerra durante 30 años, en los que se abarrotaron los salones de Washington con informes que urgían el fin de la guerra. ¿Cómo se explica la persecución de un objetivo declaradamente inalcanzable? ¿Cuál es el poder del inconciente que paraliza la visión de cinco presidentes y cómo se consigue que estos hayan mantenido durante tantos años un comportamiento tan insensato? Este comportamiento se establece como un "síntoma clásico de la locura: el negarse a sacar conclusiones de la evidencia y la adicción a lo contraproducente". Demostrada hasta el cansancio en innumerables libros, la derrota del invasor se recupera intensamente cuando la autora revisa el curso de los acontecimientos durante la administración de los distintos gobernantes. Si desde la ceguera ante los informes de guerra que declaraban la inviabilidad del triunfo ya se puede imaginar un desacato a la razón práctica, más todavía cuando la autora muestra declaraciones hechas por Kennedy que reflejaban su comprensión de la realidad y al mismo tiempo el actuar sin referencia a ella. La invención de la "seguridad nacional" en peligro funcionó como excusa de esta reiterada locura de guerra sin sentido mientras se debatían los múltiples estrategas en encontrar la manera de poner fin al conflicto. En los últimos años la victoria como fin para alcanzar alguna meta políticamente justificable, si es que la hubo, ya se había desvanecido y la guerra se había convertido en la enfermedad que minaba la estructura de los gobiernos. La estrategia general del gobierno de Nixon se enfocaba a encontrar la forma de retirarse dignamente sin perder el tambaleante crédito frente a sus ciudadanos, tramoya que al poco tiempo se derrumbó a falta de fundamento. Lecciones de omnipotencia, invulnerabilidad, terquedad, estupidez y otros adjetivos sustitutos del pensar, son identificables en este capítulo en el que se demuestra que existen conflictos en los que no se puede intervenir impunemente, aun y cuando hablemos de potencias militares. Lecciones que ejemplifican como los habitantes de cualquier nación son libres de construir sus propios procesos de gobierno.

Este libro nos coloca nuevamente frente a la presencia de guerras emprendidas por gobiernos que se llaman superiores y desarrollados, y que ya han padecido en sus entrañas las consecuencias de decisiones políticas insensatas. Aún podemos observar cómo la Marcha de la Locura continúa destruyendo naciones, imponiendo guerras, masacrando personas y poniendo en riesgo la conservación del planeta con el argumento de la superioridad y la democracia occidental, quedando al descubierto que "La falta de pensamiento inteligente en el gobierno es otra de las fallas universales".

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