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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.14 no.1 Texcoco ene./mar. 2017

 

Artículos

Etapas de estratificación social en los municipios arroceros andaluces (1920-2015)

Víctor M. Muñoz-Sánchez1 

1 Universidad Pablo de Olavide. Carretera de Utrera km. 141013. Sevilla, España. (vmmunsan@upo.es)


Resumen:

El principal objetivo de este artículo fue la elaboración de una cronología de las etapas discurridas por la estratificación social en los municipios arroceros andaluces. Para ello se han revisado las investigaciones sobre la zona desde otras disciplinas científicas. Se propone cuatro etapas (colonización exterior, dictatorial, modernizadora y de la globalización a un futuro incierto) que permitirán realizar estudios empíricos sobre otros contextos rurales con esas mismas condiciones. Las principales conclusiones aluden a la profunda mutación que se materializa en cuatro etapas (colonización exterior, dictatorial, modernizadora y globalizada) caracterizadas por sus notables diferencias en la estratificación de los municipios arroceros que la convierte en una estructura social muy dinámica y sujeta a un constante proceso de cambio asociado a los propios niveles agrosociales.

Palabras clave: arroz; estructura social; cambio social; poblamiento

Abstract:

The main objective of this article was the elaboration of a chronology of the stages undergone by social stratification in Andalusian rice-farming municipalities. For this purpose, studies about the zone from the perspective of other scientific disciplines have been revised. Four stages are proposed (foreign colonization, dictatorial, modernizing, and of globalization towards an uncertain future), which will allow performing empirical studies about other rural contexts with these same conditions. The principal conclusions point to the deep mutation that is materialized in four stages (foreign colonization, dictatorial, modernizing and globalized), characterized by their notable differences in the stratification of rice-farming municipalities which make it a very dynamic social structure subject to a constant process of change associated to the agro-social levels themselves.

Keywords: rice; social structure; social change; settlement

Introducción

El marco geográfico en el que está contextualizado este artículo nos conduce a los territorios ubicados al sudoeste de la provincia de Sevilla, donde desemboca el río Guadalquivir. (Figura 1).

Fuente: Sistema de Información Geográfica. Junta de Andalucía.

Figura 1 Localización de los municipios arroceros en Andalucía. 

La zona denominada bajo Guadalquivir engloba a varios municipios. Estos son: Isla Mayor, Puebla del Río, Los Palacios-Villafranca, Coria del Río, Aznalcázar, Dos Hermanas y Utrera. El listado está fundamentado en comenzar por los municipios que mayor porcentaje de superficie arrocera albergan hasta llegar al último, que es el que menor número de parcelas arroceras incluye. Al mismo tiempo, se han de diferenciar dos sectores principales en el arrozal, que coinciden con las márgenes del río. La margen izquierda es la que posee menor superficie arrocera, con 5700 hectáreas, según las cifras de la Federación de Arroceros de Sevilla. En ella estarían situados los arrozales de Utrera, Dos Hermanas, y Los Palacios-Villafranca. El resto de los municipios y las 27300 hectáreas se ubican en la margen derecha. Por otro lado, se ha de apuntar que el arrozal sevillano se sitúa en primer lugar en cuanto a niveles productivos en el ámbito español y compitiendo por el primer puesto con el arrozal italiano, si nos referimos al contexto europeo. El total de la superficie arrocera en la provincia de Sevilla es de 33000 hectáreas; además, sus rendimientos de producción encabezan las cifras europeas, situándose en casi 9000 kg ha-1, según los datos de la Consejería de Agricultura de la Junta de Andalucía, aunque la superficie varía anualmente en función de las variables climatológicas.

Por otro lado, también es necesario considerar que la localización del arrozal sevillano tiene una particularidad muy importante, debido a que es aledaño al Parque Nacional de Doñana, y las implicaciones ecológicas que trae consigo son capitales, dado que es el mayor humedal protegido en el continente europeo. Los controles medioambientales a los que está sometido el arrozal hispalense vienen a reforzar la relación simbiótica que posee con el Parque (Muñoz Sánchez, 2009).

El contexto arrocero andaluz siempre ha atraído a numerosos investigadores de todas las disciplinas científicas. Por lo tanto, nuestra aproximación viene marcada por diversos hitos investigadores que le han dado razón de ser. Por realizar una somera descripción de las investigaciones realizadas anteriormente comenzaremos por la elaborada por Reguera Rodríguez, que se centra en el análisis de la colonización de esta zona (Reguera Rodríguez, 1986). También, el geógrafo Zoido tomó como hilo argumental uno de los primeros asentamientos de la marisma, antes de su transformación en superficie agrícola y con su actividad complementaria de uso ganadero (Zoido Naranjo, 1973). Por su parte, Bernal estudió el fenómeno de los latifundios y la estructura de la propiedad que predomina en la zona agrícola (Bernal, 1974 y 1988); así pues, todos estos son elementos que proporcionan antecedentes de investigación que allanan el camino de este estudio. Por otro lado, el historiador autóctono González Arteaga confeccionó una investigación en la que describe la cronología temporal de la formación de la marisma arrocera sevillana (González Arteaga, 1992). Otros acercamientos de corte más antropológico realizados por Sabuco y Acosta inciden en las particularidades étnicas y los procesos identitarios acaecidos en Isla Mayor (Sabuco Cantó, 2004), así como en la privilegiada posición ecológica y aprovechamiento no esquilmante de los terrenos marismeños, antes de su transformación en parcelas de arroz (Acosta, 2004). Todos los prismas investigadores ofrecidos hacen que el acercamiento a esa realidad social, en constante cambio, sea muy atractivo. Para este ejercicio de reflexión teórica y aplicada nos decantamos por el uso de la técnica del análisis documental (Corbetta, 2006), basada en todo el elenco de publicaciones científicas que se han referido con anterioridad. La lectura exhaustiva de estos documentos, unida a la experiencia recogida por varios años de investigación dedicados a este contexto, hacen que el acercamiento se vea enriquecido por las investigaciones previas y posibilita la creación de una nueva perspectiva más multidisciplinar que combine las visiones sesgadas de cada ciencia por separado.

El objetivo general de esta contribución científica es proponer una cronología histórica basada en cuatro etapas (colonización exterior, dictatorial, modernizadora y globalizadora), que ayude a la comprensión del cambio social y en la estructura social del arrozal sevillano. Además, esta finalidad se complementa con la profundización sobre los aspectos sociales que han soportado un nivel de transformación y cambio social más acentuado, de ahí que se obtengan tipologías analíticas de las estructuras sociales y la descripción de las clases sociales que las integran y que fundamentan las etapas históricas señaladas.

El esfuerzo de síntesis realizado, así como la consecución de una cronología histórica, con su consiguiente profundización en la estructuración social de la misma, constituyen el principal interés de esta investigación. Esta sistematización redunda en un trabajo de revisión de la literatura que posibilita la ubicación en la historia de las grandes etapas de transformación llevadas a cabo en la estratificación social de las áreas arroceras sevillanas. La apertura de un nicho de investigación de nivel microsociológico sobre formaciones sociales agrarias con sus particularidades y conexiones con otros contextos sociales es el telón de fondo que ilustra esta investigación. Lo rural como marco y el cambio social como vector (Laurin-Frenette, 1993; Pareto, 1988; Gómez y González Rodríguez, 1997 entre otros) permiten considerar lo poblacional como un elemento primordial en lo referente a la estructuración social.

Etapas de colonización poblacional en la marisma arrocera

1ª Etapa (1920-1936) Colonización exterior

La datación cronológica de esta etapa viene definida por las primeras intervenciones en 1921 dedicadas a la transformación de la marisma arrocera (González Arteaga, 1992) por las compañías extranjeras, así como los primeros ensayos agronómicos que hicieron aparecer al arroz en estas superficies, terminando en el año de inicio de la Guerra Civil española (1936), fecha en la que se produce el primer impulso a la presencia definitiva del arroz como cultivo mayoritario en la marisma del Guadalquivir.

Esta es la época de las grandes compañías extranjeras (Rio Tinto Company Limited, Compañía Islas del Guadalquivir S. A., Sherry Shippers Association, etcétera) que invirtieron en España. Las condiciones favorecedoras en el ámbito de la legislación vigente en cuanto a inversión externa propiciaron el establecimiento de una gran cantidad de compañías que consolidaron su actividad empresarial en todo el territorio nacional, centrando sus intereses en la explotación de materias primas poco utilizadas hasta el momento. La “compañía de los ingleses”, como se conocía popularmente, se estableció en la marisma e inició una serie de inversiones para la puesta en cultivo de esos terrenos (González Arteaga, 1992). En ese periodo se puso en marcha una colonización del capital inversionista o especulativo, dependiendo del caso, con objetivos imperialistas, muy en boga en esos años, que perseguía la finalidad de aprovechamiento esquilmante de los recursos existentes.

La estructura social resultante de este proceso se caracteriza por una fuerte dicotomía entre las dos clases antagónicas existentes: propietarios y no propietarios.

El modelo de estratificación de clase dicotómico utilizado en esta etapa vendrá definido por la teoría paretiana de las clases sociales, en la cual la intencionalidad de vislumbrar las clases (élites/masas) presentes era el objetivo básico. Para la fundamentación teórica de Pareto (1988) y su explicación de la circulación de las élites se debe entender que la diferenciación entre élite y masa es importantísima. Empero, la explicación de la estructuración y diferenciación dentro de las élites centra mucho más la temática a considerar. Aunque en nuestro caso pudiera parecer que la dimensión política articula en torno a sí la construcción del modelo, en la mayoría de los estudios empíricos se comienzan a tener en cuenta otros hechos relevantes.

Como es fácil comprobar, esta tipología teórica se encuentra materializada en la estructura social del arrozal en esta primera etapa considerada. Hemos optado por denominarlos propietarios aunque, eso sí, dentro de esta clase, élite en la terminología paretiana, se podrá observar la existencia de estas dos diferenciaciones de las que habla Pareto. Por ello, utilizaré la nomenclatura de propietarios especuladores y propietarios rentistas para denominar a ambos tipos pertenecientes a la élite en los años que abarca esta etapa (1920-1936). Es más, la variable propiedad vendrá trufada con un elemento político muy notable, debido a la relación fortísima entre la pertenencia a la clase propietaria y su status político como individuos incluidos en la aristocracia.

En la clase propietaria se sitúa una diferenciación muy profunda, dependiendo de la procedencia de los mismos. Existían propietarios de origen europeo que eran, en el caso de la compañía, accionistas que adquirían sus participaciones de la compañía en las distintas bolsas donde cotizaba. La materialización de estos propietarios en la estructura de clases de ese momento se podía situar en los técnicos pertenecientes a la compañía que residían en los terrenos de la marisma. Podemos apuntar la evidencia de la presencia de Bellavista, un club construido a mediados de la década de los veinte del siglo pasado para los ingleses y demás profesionales extranjeros de la Compañía de los ingleses que estaba situado en una zona conocida como Colinas.

Pese a su carácter profesional y asalariado, este colectivo respondía en la visión de clase a los intereses de los propietarios accionistas de la compañía. Por otro lado, se visualiza a los propietarios nacionales de los terrenos marismeños, cuya orientación se decantaba más hacia posturas muy coincidentes con la figura de propietarios rentistas. En la mayoría de las ocasiones, este agregado social no residía en la zona, puesto que su estatus les impedía habitar en el campo. Su origen noble orientaba sus hábitos hacia la residencia urbana, solo acudiendo a la marisma a pasar periodos de vacaciones o visitas esporádicas a lo largo del año. Además, tenían la propiedad de las tierras que -con posterioridad- se dedicaron al arrozal, gracias a sucesiones asociadas a las herencias familiares, sobre todo protagonizadas por familias de origen noble.

En la base de la estructura social se encuentran los no propietarios. Siguiendo a Pareto serían nombrados como masa. Su extraordinaria heterogeneidad de inicio se veía subsumida cuando se apelaba a su estatus en la estructura de la propiedad de la tierra, ya que todos compartían el hecho de no ser titulares de la tierra y estar condicionados por el despliegue de su fuerza de trabajo, como medio de producción y obtención de riqueza propia y exclusiva. Por aquel entonces podían ser asemejados a una tipología que respondiera a los clásicos cánones de los jornaleros locales, con las peculiaridades del contexto al que se alude. Es decir, un territorio caracterizado por la explotación extensiva derivada de su uso ganadero, que no implicaba una utilización intensiva de mano de obra.

Los primeros componentes de esta estructura social rural se ven claramente reflejados en la estructura social de los municipios arroceros (Muñoz Sánchez, 2010), dando lugar a ejemplos vivos de estructuras sociales rurales clásicas. En ellas, la estructura de la propiedad del arrozal condiciona el estatus de los individuos, situándolos en los lugares sociales de privilegio cuando poseen medios de producción asociados al factor de producción tierra (arrozales). La tenencia de la propiedad de este factor hace que se pertenezca a la clase propietaria, es decir, a la élite social o, por el contrario, determina la inclusión en la masa de no propietarios. De este modo, está claro que el antagonismo y la polarización social producida por este contexto vinieron condicionados por el acceso o no a la propiedad de la tierra y, por tanto, diferencian enormemente a los individuos dentro de esta estructura social.

El escenario dibujado vislumbra una polarización y un antagonismo social muy fuertes que se materializan en dos posturas claramente irreconciliables (González Arteaga, 1992) referidas a la fuerte concentración de la propiedad en pocas manos -en torno a 5 %- y la situación de escasez y precariedad en sus niveles de vida, que sufría el resto de la población de clase no propietaria. Por una parte, la clase propietaria que concentra la propiedad íntegra de la tierra arrocera y que posee todos los privilegios derivadas de su posición social y además genera una ideología conservadora de la situación existente. Por otra, la clase no propietaria, con unos claros deseos de cambio en la estructura de la propiedad de la tierra, debido a que el panorama no era nada halagüeño para ella y albergaba una esperanza de cambio social que les beneficiase, permitiéndole acceder a la propiedad de la tierra donde trabajaban.

2ª Etapa (1937-1960) Etapa dictatorial

Viene marcada por un profundo cambio político y social, y no solo porque en ella discurramos desde la 2ª República hasta el inicio del conflicto civil más importante de la historia española, sino porque -en lo que aquí nos atañe- se abandona el modelo de aprovechamiento y de gestión de un espacio como el arrozal sevillano. En el intervalo temporal concebido en esta etapa se considera al cultivo del arroz como valorable por sí mismo y no como un ejemplo de experimentación agraria en los terrenos de marisma transformados en superficie agrícola. La guerra civil, como suceso precipitador, y los primeros momentos de posguerra, con las estrecheces productivas -provocadas por la destrucción de superficie útil para la agricultura y la escasez de producción agrícola en el periodo posbélico- del agro español, constituyen el punto de partida de esta etapa hasta llegar a 1960, donde termina este periodo, al considerar que el paradigma modernizador impregna todas las iniciativas desarrolladas en el arrozal.

La segunda etapa de la estructura social arrocera, denominada en nuestra aportación etapa dictatorial, vino marcada por una fuerte tendencia a la colonización estatal de estos espacios sociales. La necesidad imperiosa de alimentos para el ejército franquista motivó la rápida y eficaz puesta en cultivo del arrozal en la marisma sevillana. Este uso contingente puede ser señalado como el espaldarazo definitivo al cultivo del arroz, como ocurrió con el sistema fordista en la producción bélica en el caso estadounidense, que con posterioridad se recondujo hacia la industria para el consumo. Los intereses estatales en la zona fueron muy fuertes y posibilitaron una especial atención y esfuerzos en la consolidación de esta zona arrocera como la mayor de todo el país. La intervención estatal fue muy amplia si la comparamos con la nula actuación pública en esta zona en la etapa anterior, pero sobre todo se puede materializar en las prácticas del Instituto Nacional de Colonización y en el Instituto Nacional de la Vivienda (Reguera Rodríguez, 1986), además de las actuaciones infraestructurales realizadas, pasando desde los nuevos muros de contención hasta la construcción del Canal de los Presos. Por otro lado, no se puede dejar de mencionar la actividad desarrollada por compañías que contaron con el beneplácito del régimen franquista, como fue Industrias Agrícolas, Beca y Compañía, que respondieron a los intereses de los sectores sociales más próximos al régimen y con propiedades en la zona, señalando en este caso como ejemplos de colaboración a Queipo de Llano y al marqués de Carranza.

Todo este conjunto de actuaciones de intervención estatal o paraestatal propició un efecto muy querido -realizando un juego de palabras con el concepto de Robert K. Merton de consecuencias no queridas de la acción- de atracción de población foránea hacia la zona arrocera, con la intención de aprovechar la mano de obra que albergaba, y así gestionar los recursos que se generarían en el futuro. El conjunto de valencianos que arribaron a la marisma sevillana y el trato preferencial que recibieron por parte de la compañía Beca permitieron un desarrollo muy acelerado de los recursos arroceros (Muñoz Sánchez, 2009b). El fenómeno de colonización que marca esta etapa en sus comienzos fue apoyado sin restricciones por el Estado, iniciando no solo un programa de intervención infraestructural como el aludido, sino complementándolo con una política migratoria y de consolidación de población en la zona, que permitiese abastecer de mano de obra el cultivo que se estaba gestando (Curzio, 1992). El sistema poblacional generado tuvo unas características propias y casi sigue estando vigente en la época contemporánea. El modelo de asentamiento promulgado por el régimen franquista estaba basado en los poblados de colonización, concebidos como núcleos urbanos al servicio de la producción agraria. El establecimiento residencial de la población en aquella zona era el objetivo velado de la colonización de la marisma. El recurso del colonato fue utilizado para lograr el asentamiento de un fijo poblacional que pudiese ser incluido en las tareas agrícolas asociadas al arrozal y que potenciase con sus conocimientos el desarrollo del cultivo en esta zona de nueva implantación.

La consecuencia de esta coyuntura fue la consolidación, en una primera fase de esta etapa, de una estructura social caracterizada por una formación tripartita donde se distinguieron propietarios, colonos y jornaleros. Las claves de esta tipología de estructura social se basaron en el acceso a la propiedad de la tierra, la vinculación con el Estado y el origen étnico de algunos individuos -aludiendo especialmente a la población migrante que arribó a la zona desde el levante español. Con esto no se argumenta que no tengan presencia otras clases sociales, sino que en estos momentos la estructuración social está basada en estos principios rectores (Muñoz Sánchez, 2007).

La élite político-económica local zanjaba sus luchas internas estableciendo el nivel de contacto y presión que podía lograr con las instancias de poderes superiores en el escalafón del Estado franquista. Ejemplo vivo de ello fue el pulso político provocado por Beca contra el alcalde de Puebla del Río con su fallido intento de segregación de Villafranco en 1956. En este caso, el alcalde consiguió parar el proceso utilizando procedimientos legales y utilizando sus influencias políticas tanto en Madrid como en Sevilla (González Arteaga, 1992). Rafael Beca y sus socios pretendían consolidar su proyecto empresarial, logrando a su vez la supremacía política sobre el territorio sobre el que realizaban su actividad, para conseguir así una libertad de maniobra que hasta ese momento se les vetaba por parte de las autoridades políticas de Puebla con su alcalde a la cabeza. Del mismo modo, la irrupción de los valencianos en este contexto también va a venir marcada por la especial relación que tenían con el máximo responsable del arrozal sevillano, Rafael Beca. Para este último, el trato de favor para con los valencianos estaba justificado porque era por medio de estos como se podía lograr el éxito futuro del arrozal, puesto que tenían experiencia sobre el cultivo que aquí podían desarrollar con mayores ventajas que en su tierra natal. Es por ello que los benefició mediante el acceso a posiciones de colonos, explotando tierras propiedad de la compañía, que ulteriormente se les daba acceso a la propiedad, de modo que las posiciones de colonato estuvieron marcadas por relaciones estrictamente políticas, beneficiosas para los valencianos que, como se explicó (Muñoz Sánchez, 2009b), se categorizaban como arroceros por defecto, por el mero hecho de provenir de la migración levantina y sin evaluar su conocimiento previo del cultivo.

Como se ha dicho, en un contexto económico como éste, marcado por la autarquía y el periodo de postguerra civil, la escasez de alimentos era frecuente; por ello, el Estado prestó especial atención al control sobre los pocos recursos alimenticios existentes. El trigo y el arroz constituían grandes fuentes de alimentación, de modo que los controles establecidos sobre la producción de ambos cereales fueron muy fuertes. El racionamiento y la distribución controlada de los mismos eran la tónica de este momento histórico. Sin embargo, la entrada en juego del fenómeno del estraperlo conformó un mercado negro paralelo que contenía a éstos y a otros productos de alimentación y de cualquier otra índole. Naredo se preocupó de esta temática en uno de sus más conocidos artículos (Naredo, 1981).

A su vez se articuló un nuevo sistema de dependencia en la estructura social de los municipios arroceros. Este procedimiento fue beneficiado por la escasez de sistemas de distribución de alimentos que existían en la zona arrocera y que motivaba que los que poseían un establecimiento que comerciase con alimentos tuviesen el control sobre uno de los bienes más escasos.

En estos momentos la pequeña burguesía estuvo formada por una fracción de clase comercial y otra asociada a los pequeños propietarios que iban consolidando su posición después de acceder a la propiedad de las tierras, que explotaban como colonos y que eran titularidad de la Compañía Beca. Por su parte, la élite estaba formada por los grandes propietarios terratenientes y por las personas que albergaban el poder político, económico y eclesiástico.

Por aquel entonces comenzó a producirse una expansión de las actividades que el Estado gestionaba y, por tanto, se inició un aumento en el número de individuos que estaban ocupados en el aparato político-burocrático que, como se verá con posterioridad, formarán parte de las clases sociales no vinculadas al sector agrario. Este elemento sí tuvo especial relevancia en los núcleos de población que se catalogaban como municipios y estaban dotados de ayuntamientos; sin embargo, en el caso de Villafranco la incidencia fue menor, ya que solo era considerado como una Entidad Local Menor de Puebla del Río y, por tanto, la administración y gestión de sus servicios estaban alejados de allí.

3ª Etapa. (1960-1986) Etapa modernizadora

Estuvo marcada por el contexto de modernización de la agricultura española y, por añadidura, del arrozal andaluz. El esfuerzo público realizado para mejorar la productividad de los distintos cultivos, así como la eficiencia energética y mecanizadora, fueron hitos que condicionaron el discurrir de estas horquillas temporales. La actuación de organismos como el Servicio de Extensión Agraria del Ministerio de Agricultura, además de las medidas tomadas por el Instituto Nacional de Colonización, fueron muestras palpables de este conjunto de transformaciones orientadas al logro del objetivo modernizador.

El colofón a esta etapa se sitúa en la entrada de España en la llamada entonces Comunidad Económica Europea (1986), que contribuyó a un cambio sustancial en la gestión y orientación de la agricultura española, dado que las directrices europeas en materia agrícola y medioambiental marcarán un rumbo distinto. Algunos autores (Gómez y González Rodríguez, 1997) han catalogado a la Política Agraria Común como la primera política supranacional europea, puesto que fue una de las más tempranas prioridades en materia de gestión y administración conjunta de fondos europeos.

Para ir aterrizando en el contexto arrocero, sobre todo centrándonos en las políticas públicas llevadas a cabo en él, se trae a colación la fuerte inversión pública destinada a la mejora y el acondicionamiento de los canales de irrigación del arrozal, así como de las bombas elevadoras usadas para la captación de agua del cauce del Guadalquivir, llevadas a cabo con recursos provenientes en su mayor parte de fondos públicos. El Servicio de Extensión Agraria actuó con intensidad en estos aspectos. Al mismo tiempo, las buenas relaciones del colectivo arrocero con el gobierno franquista hicieron que se destinasen muchos recursos a la mejora de los niveles de mecanización en el cultivo. Las ayudas a la sustitución de la tracción animal por la mecánica, nominalizadas en la adquisición de tractores y cosechadoras, ejemplariza bien esta situación. El arrozal sevillano se vio poblado en un breve espacio de tiempo por una maquinaria que -hasta ese momento- solo fue traída por las compañías colonizadoras de la primera etapa.

Se ha prestado atención al ámbito de la mecanización y tecnificación apoyado por la actuación estatal; sin embargo, existe otro ámbito, el poblacional, en el cual se trabajó incluso con mayor intensidad. Los proyectos llevados a cabo por el Instituto Nacional de Colonización (INC, en adelante) en el contexto arrocero sevillano constituyen uno de los mejores ejemplos de la pauta colonizadora desarrollada en los nuevos espacios agrícolas puestos en regadío. La Zona Regable del Bajo Guadalquivir, entorno al que se encuentra enclavada parte del arrozal, fue uno de los proyectos agrícolas sobre los que el INC tenía que actuar. Como ya se vio, la fijación de población en el arrozal era el objetivo velado de la colonización de la marisma, de modo que el recurso del colonato fue utilizado para lograr el asentamiento de un fijo poblacional.

La etapa aquí explicitada vino marcada por la profundización de las siguientes tendencias; por una parte se observó un creciente aumento de la productividad de la agricultura, además de que se acentuó el proceso de tecnificación y mecanización en todos los cultivos (González Delgado, 1998). El fuerte impulso de los organismos gubernamentales competentes en esta materia del Ministerio de Agricultura fue crucial.

Es a partir de 1960 cuando comenzaron a vislumbrarse cambios en la estructura social española, que pueden ser considerados como capitales para el futuro próximo. De este modo, los cambios en la fisonomía de la estructura social española también contribuyeron a la transformación de la estructura social de los municipios arroceros. Por situar un hito histórico, la mecanización llevada a cabo en el cultivo a partir de los años setenta vino a poner en situación sobre el comienzo de los cambios (Muñoz Sánchez y Pérez Flores, 2010). El campo español, y por añadidura el arrozal sevillano, experimenta un marcado proceso de migración poblacional con destino a las ciudades, con el consiguiente ascenso de los salarios por pérdida de oferta. Esto motivó que la adaptación a este contexto dificultoso fuera un reto que se superó gracias al proceso de mecanización de las tareas del cultivo arrocero y de todos los cultivos agrarios, casi al completo.

A la par de generar una reducción en la mano de obra demandada, el proceso de mecanización produjo la creación de nuevos sectores económicos con enormes potencialidades de creación de empleo, como fueron las maquilas, las empresas de reparación de maquinaria, el sector fitosanitario, la aviación agraria, y así un largo etcétera (González Delgado, 1998). Con esto estaba planteado un nuevo contexto económico que traería como consecuencia un nuevo contexto social. Los individuos ocupados en este nuevo sector terciario son los que compongan estas nuevas clases medias, asociadas al surgimiento del desarrollismo económico español. La sinergia producida por la actividad económica generada por Sevilla sería un acicate para la proliferación de empresas que realizan sus tareas en la ciudad hispalense y que tienen su sede en los municipios arroceros.

Todo ello, unido a la creación de la agroindustria y posteriormente el complejo agroindustrial, contribuyó al florecimiento de sectores dentro de la estructura social, distintos de los existentes hasta ese momento. El proceso de mesocratización social subrayado por Tezanos (1996) va a llevar a la irrupción de clases medias nuevas que se distinguen de la vieja pequeña burguesía en sus distintas fracciones.

El crecimiento del sector servicios en la economía española, andaluza y de los municipios arroceros, ha contribuido al crecimiento paralelo de las llamadas clases medias de cuello blanco y de servicio. Estos agregados sociales son producto de la creación de nuevas ocupaciones relacionadas con la administración y la prestación de servicios a otras empresas, actividades nada desarrolladas hasta mediados de la década de los ochenta. El surgimiento de la agroindustria arrocera de transformación y su papel económico de creación de riqueza, gracias a la necesidad que tuvo de prestación de servicios por parte de otras empresas, condicionaron un nuevo contexto en el cual la actividad empresarial sustituyó en parte a la producción agraria. No es que la agricultura arrocera pierda su importancia, sino que más bien se ve desplazada a un papel secundario en este nuevo guión.

Las ocupaciones producidas por el sector terciario no están asociadas en muchos casos a la producción directa; es más, en algunos casos pueden ser catalogadas de no productivas al no llevar a cabo ningún proceso de producción en la realización de las mismas, como es el caso de las tareas administrativas. De este modo, la distinción entre trabajo productivo y no productivo elaborada por los teóricos neomarxistas de la estratificación social va a darnos una perspectiva nueva en este contexto social caracterizado por el incremento de estas ocupaciones. Según las tendencias que se manejan, la clase obrera pasó de ser la más numerosa en la etapa anterior a ser relegada a un segundo lugar en términos cuantitativos y cualitativos por las nuevas clases medias (Tezanos, 1996). Son estas clases las que en el futuro tendrán en sus manos la llave de la gobernabilidad y la fuerza social para situar en el poder a unos partidos u otros, de modo que se encuentra un contexto muy distinto al existente en el periodo dictatorial.

No obstante, la desagrarización de la economía española y la transformación en la estructura económica inició la senda de nacimiento y posterior consolidación de las llamadas clases medias; todo ello, unido a la creación de la agroindustria y la mesocratización social, cuyo factor clave es la emergencia de clases medias nuevas que se distinguen de la vieja pequeña burguesía, llevó a considerar a estas nuevas clases medias como factores importantes de cambio social.

El aumento del sector terciario, así como de la externalización de servicios de la agricultura, fomentó que las clases sociales asociadas a la salarización cobraran una importancia de fuerte calado en la estructura social de esa segunda etapa. Asimismo, la desruralización de la población y el proceso de democratización de las instituciones, amplificado por la función amortiguadora que cumplen las clases medias, lleva a considerar la institucionalización del conflicto social y su reglamentación como una tendencia que todavía tiene vigencia en el momento actual.

Los conflictos sociales, muy polarizados hasta este momento, se ven mitigados por la función amortiguadora que cumplen las emergentes clases medias en esta estructura social. La posición central de las clases medias tamiza el conflicto social entre propietarios y jornaleros que caracterizaba la primera etapa de la estructura social de los municipios arroceros, transformándolo en un contexto en el cual la democratización permite que se generen nuevas potencialidades de resolución de los conflictos auspiciadas por la institucionalización de los mismos en el ámbito democrático reinante. Como ya apuntara Dahrendorf (1974), los conflictos pierden violencia cuando están institucionalizados y pueden discurrir por cauces predeterminados que facilitan la solución de los mismos. En cuanto existe un contexto político democratizado, las clases medias emergentes cuyo número se ha acrecentado enormemente -por las circunstancias arriba mencionadas-, aprovechan para posicionarse en los lugares de privilegio dentro de los partidos políticos que defienden sus intereses. A partir de este momento entran en juego las denominadas mesocracias locales que auspician su autoridad y representatividad en el sector arrocero, cuyos dirigentes provienen de los pequeños y medianos propietarios, es decir, de la clase media de la estructura social que funcionaba en esta etapa. Los gerentes de las cooperativas, los técnicos de las mismas, además de todo un elenco de profesionales que se encuentran desarrollando su actividad en posiciones de privilegio del sector arrocero, son los exponentes más claros de estas clases medias profesionales que en muchos casos se alejan de posiciones de propiedad directa.

4ª etapa (1986- ?). De la sociedad globalizada al futuro incierto

En este cuarto apartado se procede a realizar una reflexión teórica sobre el futuro de las clases sociales en la estructura social de los municipios arroceros, haciendo especial mención de las nuevas aportaciones teóricas que intentan describir las situaciones novedosas hacia las cuales se dirigen las clases sociales en la futura coyuntura. En este punto vamos a seguir la tesis de la mesocratización de la estructura de clases, además de la transformación de la estructura económica y ocupacional, de modo que se parte de estas circunstancias en la explicación de esta etapa. También hemos de recordar que el fenómeno de la cualificación de la mano de obra va a condicionar esta etapa porque mediante él se disminuye el colectivo de trabajadores sin cualificar y paralelamente los trabajadores cualificados van accediendo a mejores condiciones de trabajo y seguridad. No obstante, todo no será tan positivo como hemos venido aludiendo anteriormente porque en este momento nuevos fenómenos que darán una fisonomía distinta a la estructura social, como la vulnerabilidad social, la inmigración y la crisis económica y del empleo, entran a formar parte de este contexto de partida.

Los principales ejes que van a dirigir nuestra atención en el ámbito de la estructura ocupacional serán, por un lado, la disminución de la ocupación agraria y, por otro, el aumento de la ocupación en otros sectores económicos, especialmente en el sector servicios. Esta tendencia ha sido conocida como terciarización de la economía y en los municipios arroceros esta transformación se consolidó fuertemente. La irrupción de nuevos puestos de trabajo, desvinculados de la actividad agraria, y más centrados en otros sectores productivos, contribuye a que una parte importante de los ocupados en el sector agrario dirijan sus expectativas laborales hacia otros escenarios.

Desde una óptica muy próxima a la concepción contemporánea del cambio y la estructura social, Castells realiza un esfuerzo faraónico en su obra (Castells, 1998) para describir cuáles son las claves de análisis del momento actual. En la actualidad esta estructura social prima más los criterios de centralidad y de conexión que los de posición en la jerarquía social de carácter vertical. La posibilidad de tener acceso a los flujos de información y la posesión o carencia de información en una sociedad con saturación de la misma van a ser elementos importantísimos a la hora de determinar la clase social. La nueva organización del trabajo derivada de los cambios producidos por la revolución de las tecnologías de la información y el conocimiento hacen que la cualificación cobre una importancia sustancial. Las posiciones sociales que resultan de la aplicación de una nueva forma de organización del trabajo en la empresa-red vienen a responder a la existencia de tres tipologías de posiciones referidas al contexto reticular que caracteriza a la empresa-red. Siguiendo a Castells, “[…] los trabajadores en red, que establecen conexiones por su iniciativa […] y navegan por las rutas de la empresa red; los trabajadores de la red, que están en línea, pero que no deciden cuándo, cómo, por qué o con quién; y los trabajadores desconectados, atados a sus propias tareas específicas, definidas por instrucciones no interactivas y de un único sentido” (Castells, 1998:273). Aterrizando en la cuestión central de este artículo se sostiene que el proceso de diversificación económica acaecido en los municipios arroceros y la profunda transformación de la propia estructura agraria han hecho que puedan diferenciarse las posiciones sociales argumentadas por Castells de forma relativamente nítida. Por un lado, y cuando nos referimos a los trabajadores en red, encontramos todo aquel colectivo de personas que, independientemente de su sector de ocupación, poseen conexiones con los nuevos fenómenos de innovación y desarrollo ofrecidos en este contexto. Los profesionales que dentro de la nueva estructura social conocen de primera mano los procesos de cambio que están por venir o los que ya están germinando poseen los rudimentos para poder adaptarse mejor a los cambios futuros. Ejemplo de ellos son: los trabajadores de sectores tecnológicos o de gestión de información pertenecientes a empresas de gestión o de administración que realizan servicios para el sector arrocero (administradores de páginas webs, agentes comerciales de la industria cangrejera o arrocera, investigadores dedicados a la innovación en el sector arrocero, etcétera). En el caso de los trabajadores de la red en el ámbito de los municipios arroceros estamos haciendo alusión a todo aquel colectivo de trabajadores que están insertos en el sistema agroindustrial del arrozal, dejando a un lado sus funciones con base en su autoridad en el puesto de trabajo. De este modo estaríamos refiriéndonos a ingenieros técnicos agrícolas que colaboran con la aplicación de los principios del Sistema de Producción Integrada o los trabajadores de la industria transformadora arrocera, los trabajadores de las cooperativas arroceras o a pilotos de avión de las empresas de aviación agrícola. Por último, y en relación con los trabajadores desconectados, señalaríamos a los trabajadores que realizan su trabajo en las propias superficies arroceras (tractoristas, conductores de cosechadoras, jornaleros) y todos aquellos que desarrollan su trabajo para las comunidades de regantes del arrozal, cuyo trabajo consiste en el mantenimiento de las infraestructuras para el riego de la superficie arrocera.

En la cuarta etapa la clave de análisis que resulta de la propiedad de la tierra pasa a un segundo plano, dado que la transformación de la estructura económica y ocupacional dota de mayor importancia y dinamismo al sector terciario. Los propietarios agrícolas ceden el testigo de ser referente social en creación de riqueza y puestos de trabajo -obtenido en la tercera etapa- a los empresarios no agrícolas que comienzan a despuntar en los lugares de privilegio social de esta etapa globalizadora. Al mismo tiempo, la ampliación del proceso de desagrarización y asalarización que afecta a la población activa hace que entren a formar parte de la estructura otros elementos que solo habían empezado a germinar en la tercera etapa. La diferenciación entre las clases medias, entendiendo a estas como agrícolas o no agrícolas, tendrá una trascendencia muy importante en la formación de esta estratificación social de los municipios arroceros. La mesocratización de la estructura social se hará un hecho palpable y tendrá como consecuencia que la influencia de estas clases sociales sea fortísima, incluso hasta llegar a desbancar a partidos políticos hegemónicos del poder a nivel local, como ocurrió con el logro de la alcaldía por parte de un partido independiente en el municipio de Puebla del Río en la legislatura de 1999 a 2003. También la “racionalización” de las políticas públicas agrarias amplificadas en su actuación tendrá una consideración especial dado que ejerció una intervención mayor mediante la potente legislación agraria y la dependencia económica de las ayudas que produce en los arroceros. En esa misma línea se generan relaciones de dependencia en favor de los fondos públicos obtenidos por los arroceros. Se detectan unas fuertes conexiones con la industria transformadora y esos recursos públicos materializados en las ayudas a la transformación y las líneas de potenciación de la agroindustria, por poner algunos ejemplos. La estructura social que se conforma está caracterizada por la fragmentación social, la salarización de la población activa y la concentración cada vez mayor de la propiedad que, aunque muchos se empeñen en negarlo, es un efecto favorecido por la Política Agraria Común vigente en el momento actual.

Los nuevos paradigmas que guían el devenir de la Política Agraria Común van a transformar la propia fisonomía de la estructura social, es decir, en este punto se presentan propuestas para una diversificación en los usos del suelo, así como en las actividades desarrolladas en él. La emergencia de actividades hasta el momento desconocidas en los municipios arroceros, como el turismo activo, el turismo ornitológico o la ubicación de huertos solares de energía fotovoltaica en superficies anteriormente dedicadas a la producción arrocera, hacen irrumpir en la estructura social, nuevos agregados sociales más definidos por su carácter no rural o neorural. Al mismo tiempo, la asunción de las competencias en materia agrícola y medioambiental por parte de la Junta de Andalucía, así como el desarrollo competencial auspiciado por el nuevo Estatuto de Andalucía, en el cual se asumen las competencias en materia hídrica, consolidan un nuevo escenario en el que los nuevos agentes del medio rural (turistas, administraciones locales y autonómicas, asociaciones de representación de intereses o nuevos pobladores rurales) sean posiciones de gran trascendencia en lo que, en un futuro no muy lejano, sea el medio rural arrocero.

Resultados y Discusión

Respecto a la primera etapa, la política de desarrollo que se implementa coincide con la atracción de empresas extranjeras que contribuyan a la mejora de esta zona.

Los escasos datos empíricos disponibles en las referencias bibliográficas de partida (González Arteaga, 1992; Bernal, 1974 y Reguera Rodríguez, 1986) sobre esa época no permiten la obtención de una estructura social más pormenorizada y con mayor profundidad. Sin embargo, creemos que desde una primera perspectiva, en la que encontramos una estructura social marcada por la élite de terratenientes propietarios de la tierra y un amplísimo colectivo de jornaleros -definidos como masa en sentido paretiano- dependientes del escaso trabajo generado por el uso extensivo de los terrenos marismeños, se encuentran además los profesionales liberales extranjeros con especiales vinculaciones, tanto contractuales como de intereses, con las compañías colonizadoras y, por tanto, fuera de la estructura social del arrozal.

Como conclusión a la segunda etapa sostenemos que la emergencia del arrozal por causas contingentes, es decir, el aprovisionamiento del ejército franquista, fue dejando paso a la administración más normalizada de una producción arrocera que iba creciendo día a día, gracias a la transformación y posterior puesta en cultivo de nuevas superficies en régimen de colonato por parte de la Compañía Beca. La irrupción de la clase de los colonos mitiga la polarización y el enfrentamiento social entre las dos clases existentes en la etapa anterior, aunque por otro lado acentúa el conflicto social entre los jornaleros andaluces y los colonos valencianos.

La desagrarización de la economía española y la transformación en la estructura económica hacia lugares más propios de que lo que se vino en llamar terciarización económica son los contextos sobre los que van a surgir las llamadas clases medias en la tercera etapa

La terciarización económica y la transformación en la estructura de clases de este momento permitieron que individuos que antes fueron miembros de la clase obrera ascendieran socialmente -como muestran los indicadores de movilidad social (Tezanos, 1996)- hasta situarse en posiciones de clase media en la estructura social de estos momentos.

Subrayaremos la importancia que tienen las relaciones que se desarrollan entre las élites económicas y las políticas en el contexto del arrozal. Es más, se sostiene que una falta de acuerdo entre la élite económica con su homónima política redundaría en perjuicios enormes sobre el propio arrozal, dado que la sintonía entre ambas es obligada para mejorar la defensa de los intereses del espacio arrocero.

La verdadera reconversión en el campo andaluz, y en el arrozal por añadidura, se produjo tras la mecanización de las tareas y la posterior expulsión de mano de obra agraria hacia otros sectores económicos. Estuvo marcada por varios ámbitos entre los cuales destacan el social, el productivo y el centrado en la estructura de la propiedad y el proceso de creación de riqueza económica y de puestos de trabajo.

En la cuarta etapa la concepción postproductivista es central pues condiciona la orientación de las directrices europeas que hacen que el territorio arrocero no sea visto solo y exclusivamente desde la óptica económico-agraria, sino que se consolide su papel de protector de la sostenibilidad medioambiental del humedal sito en el Bajo Guadalquivir.

Conclusiones

Para finalizar este trabajo quisiéramos dejar sentadas algunas ideas a modo de conclusión. A lo largo del análisis de las cuatro etapas consideradas dentro de la estructura de clases del arrozal sevillano se detectan cuatro tendencias fundamentales que, aun teniendo una raíz macrosociológica, van a afectar de manera directa a la estructuración de las clases en el contexto territorial localizado que nos ocupa.

El principal vector que fundamenta la estratificación social en las dos primeras etapas, es decir, la estructura de la propiedad de la tierra, fue perdiendo significación conforme se consolida la tercera etapa, y en la cuarta deja de tener un papel protagonista al perder el lugar de privilegio en las funciones socioeconómicas de la creación de la riqueza económica y laboral. Por tanto, lo que en un principio era capital se convierte en accesorio en la explicación de la estratificación. No obstante, en términos económicos todavía los arroceros son el motor económico de la zona estudiada. Los fenómenos más generales que actúan sobre los territorios vienen marcando tendencias que se acentúan a nivel local. La clásica concepción de la sociedad tradicional y los fenómenos de cambio social que la afectan llegan a concluir en una metamorfosis de la misma hasta convertirla en la sociedad industrial. En el caso del arrozal sevillano hacemos referencia directa al proceso de colonización tanto agronómica como poblacional de los primeros terrenos marismeños. La dinámica colonizadora llevada a cabo por las grandes potencias industriales se materializa claramente en la zona de estudio considerada. La “civilización” de una zona inhóspita e insalubre, además de la modificación de los usos del suelo, son los ejemplos más claros. La introducción en esta etapa de los criterios de maximización del beneficio, así como el de la experimentación agraria son hitos que posteriormente harán germinar el cultivo del arroz. La estructura social local derivada de estos vectores de cambio deriva en una formación dicotómica clásica donde el conflicto social es bastante manifiesto. Los propietarios gozaban de todos los privilegios sociales, económicos, políticos y culturales por su condición de propietarios, mientras que la gran mayoría de la población inserta en la clase de no propietarios padecían condiciones de vida patéticas, soportaban jornadas de trabajo interminables, no accedían a la educación, y la penuria y la precariedad eran los calificativos que mejor identificaban su cotidianidad (Muñoz Sánchez y Pérez Flores, 2015).

A su vez, la segunda etapa, caracterizada a nivel macro por el inicio de lo que se vino en llamar autarquía, propició la emergencia de criterios de nacionalismo económico posteriores al conflicto bélico de la Segunda Guerra Mundial; el contexto de aislamiento económico y político español, unido a un periodo de escasez, motivó el control exhaustivo de las producciones agrícolas. Las transformaciones en la estructura económica y en las formaciones sociales a nivel general ofrecen un nuevo panorama en la estratificación local en el momento en el que se incluye la posición social de colono, puesto que origina una formación social tripartita en la cual se mitiga el conflicto social. Con posterioridad, la emergencia en la tercera etapa etiquetada como modernizadora produce la consolidación del modelo de la sociedad industrial en España, con las implicaciones tecno-burocráticas que produjo, gracias a la intervención pública de los organismos del Ministerio de Agricultura.

Unido a esta consolidación del paradigma modernizador en todos los ámbitos tanto económicos como productivos se comprueba que el inicio de la presencia de la tendencia social de la mesocratización y la democratización modifica las circunstancias. El resultado en la estratificación social es la emergencia de las nuevas clases medias y el aumento de su poder social y político en el arrozal andaluz. Por último, la etapa globalizadora viene marcada por la irrupción de un nuevo modelo, tanto económico (capitalismo de consumo) como político (regiones económico-política, verbi gratia, la Unión Europea), que modifica sustancialmente tanto los parámetros de desarrollo como de producción. La entrada de España en la Comunidad Económica Europea, así como el proceso de descentralización política en clave nacional, hacen que los referentes cambien profundamente. El paradigma del postproductivismo y las nuevas tendencias sociales, nominalizadas en la irrupción de los nuevos agentes del medio rural, hacen que la estratificación social tome a la vulnerabilidad social y a la conexión en la sociedad-red como variables explicativas. Estos aspectos hacen muy patente el cambio social en la estructura social de los municipios arroceros.

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Recibido: Julio de 2014; Aprobado: Junio de 2016

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