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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.14 no.1 Texcoco ene./mar. 2017

 

Artículos

Estrategias de maíz de los hogares campesinos en el municipio de Atlangatepec, Tlaxcala

Alfonso Pérez-Sánchez*  1 

Celia Hernández-Cortés2 

José L. Carmona-Silva3 

1 El Colegio de Tlaxcala, A. C. Melchor Ocampo Núm. 28. Col. Centro. San Pablo Apetatitlán, Tlaxcala. 90600. México. (alfonsops65@yahoo.com.mx).

2 Centro de Investigaciones Interdisciplinarias sobre Desarrollo Regional de la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Bulevar Mariano Sánchez Núm. 5. Col. Centro. Tlaxcala, Tlaxcala. 90000. México. (chernadezcortes@yahoo.com.mx).

3 Colegio de Postgraduados, Campus Puebla, km. 125.5, Carretera Federal México-Puebla. Santiago Momoxpan, San Pedro Cholula, Puebla. 72760. México. (jlcarmonas@yahoo.com.mx).


Resumen:

El objetivo de este trabajo es analizar las estrategias de abasto de maíz de los hogares campesinos, tomando como referencia el municipio de Atlangatepec en el estado de Tlaxcala, México. Se encuestó a 90 ejidatarios de cuatro ejidos y se realizaron cinco entrevistas a autoridades ejidales y municipales en 2010. Se generó una tipología de hogares según las estrategias de abasto de maíz y se estimaron correlaciones no paramétricas entre los tipos de hogares con cuatro características de los mismos. Los resultados evidencian que las estrategias de abasto de maíz se sustentan en: 1) la producción de maíz blanco criollo; 2) la compra del mismo o de tortillas elaboradas a máquina; y 3) la siembra de otros cultivos más tolerantes a las adversidades climáticas. Se identificaron tres tipos de hogares: de autoabasto, de semiabasto y deficitarios. Las primeras fueron las más frecuentes. Existe correlación positiva entre el tipo de hogar con la diversificación productiva y la edad de los encuestados, y negativa entre el tipo de hogar con el tamaño de familia. Los tres instrumentan estrategias de abasto de maíz vinculadas a componentes de seguridad alimentaria. Las condiciones climáticas influyen en que estas estrategias sean diversas y cambiantes a través del tiempo.

Palabras clave: seguridad alimentaria; autoabasto; semiabasto; deficitarios

Abstract:

The objective of this study is to analyze the strategies for maize supply in peasant households, taking as reference the municipality of Atlangatepec, in the state of Tlaxcala, México. Ninety (90) ejidatarios were surveyed from four ejidos and five interviews were carried out with ejido and municipal authorities in 2010. A typology of households was generated based on the strategies for maize supply and non-parametric correlations were estimated between types of households with four of their characteristics. The results evidence that the maize supply strategies are sustained by: 1) producing Creole white maize; 2) purchasing the maize or machine-made tortillas; and 3) sowing other crops that are more tolerant to climate adversities. Three types of households were identified: auto-supply, semi-supply and loss-making. The first were the most frequent. There is a positive correlation between the type of household and the productive diversification and age of the survey respondents, and negative between the type of household and the size of the family. The three implement strategies for maize supply linked to components of food security. The climate conditions have an influence on these strategies being diverse and variable throughout time.

Keywords: food security; auto-supply; semi-supply; loss-making

Introducción

La necesidad de alimento de grandes sectores de la población mundial influyó de manera determinante en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para que en 1948 hiciera la Declaración Universal de los Derechos Humanos, reconociendo a la alimentación como un derecho de la humanidad, siendo un deber garantizar los medios para procurárselo o que el Estado le posibilite su acceso (ONU, 1948).

Fue hasta la Cumbre Mundial de la Alimentación, celebrada en 1996, cuando los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) asumieron que existe seguridad alimentaria cuando “todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana” (FAO, 1996).

La evolución del concepto de seguridad alimentaria ha obedecido a cambios en las situaciones problemáticas alimentarias de la población, lo cual ha orillado a la humanidad a generar nuevos argumentos teóricos para definirlo. Sobre este punto, autores como Torres (2006) y Salcedo (2005) hacen un recuento de cómo el concepto de seguridad alimentaria ha ido evolucionando para incorporar nuevos componentes. De manera específica, Salcedo plantea que tiene cuatro: a) disponibilidad de alimentos; b) acceso a los alimentos; c) uso o aprovechamiento de alimentos; y d) estabilidad en la disponibilidad de alimentos. Es decir, no basta con tener existencias suficientes de alimentos; también es necesario que la población pueda acceder a estos, ya que en ocasiones los altos precios o la pobreza lo impide. Además, también es necesario que la población tenga las condiciones (por ejemplo de salud) adecuadas para aprovechar los alimentos, así como que haya estabilidad en la disponibilidad y acceso a los mismos porque pueden ocurrir eventos, como conflictos sociopolíticos o fenómenos meteorológicos, o como sequías e inundaciones, que la obstaculicen.

Salcedo (2005) propone un quinto componente de la seguridad alimentaria: la institucionalidad, que reconoce que las intervenciones de políticas de seguridad alimentaria no pueden alcanzar los objetivos sin los arreglos institucionales adecuados que fomenten la planificación, la descentralización y la participación ciudadana.

Con base en los argumentos expuestos se puede afirmar que la redefinición del concepto de seguridad alimentaria ha transitado en las siguientes dos líneas: 1) de hacer énfasis en la cantidad de alimentos disponibles para la población, a priorizar la calidad y acceso de los mismos; 2) de tener un enfoque sectorial y unidimensional (eminentemente productivista), a plantear un abordaje multisectorial donde la dimensión política y cultural se integran con la productiva para que los alimentos tengan afinidad a las preferencias y valoraciones culturales de la población. Al menos en esto coinciden la FAO (2001), Vizcarra (2004), Salcedo (2005), Torres (2006), Appendini et al. (2008) y Gordillo (2012).

No obstante, el concepto de seguridad alimentaria ha sido criticado severamente. Se le acusa de legitimar un modelo neoliberal de producción y comercialización de alimentos donde los ganadores han sido las empresas transnacionales a costa de la exclusión y el empobrecimiento de los pequeños productores (Rubio, 2011; Acuña 2014; Hospes, 2014). Incluso se le ha denominado “el régimen alimentario corporativo” (Gordillo, 2012: 492) ya que, en aras de la eficiencia y del incremento en la productividad, se ha promovido la agricultura corporativa, industrializada, de gran escala basada en la especialización, en la concentración de la tierra y en la liberación del comercio, que ha contribuido al deterioro ambiental global.

Las organizaciones campesinas a nivel mundial se han manifestado para hacer evidente su descontento con el modelo dominante de producción y acceso a los alimentos. Desde 1997, Vía Campesina (un movimiento internacional que agrupa a miles de campesinos y campesinas, pequeños y medianos productores, pueblos sin tierra, indígenas, migrantes y trabajadores agrícolas), asume el concepto de soberanía alimentaria como una alternativa diferente a la seguridad alimentaria.

La soberanía alimentaria se asume como “el derecho de los pueblos a una alimentación saludable y culturalmente apropiada, producida por medio de métodos ecológicamente sostenibles y el derecho [de los pueblos] a definir sus propios sistemas agrícolas y alimentarios. Pone en el centro de estos últimos y de las políticas relacionadas a quienes producen, distribuyen y consumen alimentos en vez de las demandas de los mercados y las corporaciones. Defiende los intereses y la inclusión de las siguientes generaciones” (Vía Campesina, 2007).

El concepto de soberanía alimentaria ha permeado la discusión académica e incluso ha inducido a replantear el de seguridad alimentaria acuñado por la FAO. Gordillo (2012: 496) afirma que este último puede enriquecerse con algunos de los planteamientos de soberanía alimentaria, tales como los sistemas agrícolas flexibles y la capacidad de definir las políticas alimentarias de manera democrática entre sociedad y gobierno. En contraparte, otros autores como Rubio (2011) y Acuña (2014) afirman que ambos conceptos son irreconciliables, ya que la seguridad alimentaria es excluyente de los pequeños productores.

La coincidencia entre seguridad y soberanía alimentaria es difícil; los hechos dan muestra de ello: la estimación del estado de inseguridad alimentaria reportada por la FAO en 2015 se reduce al consumo de kilocalorías de la población humana (FAO, 2015), dejando de lado por ejemplo los componentes que propone Salcedo (2005). Por otro lado, hay un uso político excesivo del concepto de soberanía alimentaria lo cual, desde nuestro punto de vista, puede contribuir a ambigüedades o, como dice a Acuña (2014), se puede vaciar de contenido y quedarse solo como discurso. Con base en estos argumentos, esta investigación asume a la seguridad alimentaria con los componentes propuestos por Salcedo (2005).

En países como México, que es altamente deficitario en la producción de varios de los principales alimentos básicos, entre ellos el maíz, es pertinente profundizar en los temas de seguridad y soberanía alimentaria, sobre todo en aquellos hogares campesinos que son productores y consumidores de maíz ya que, según las cifras del Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), en 2013 México importó 7.5 millones de toneladas de maíz (7 millones de maíz amarillo y 500 mil de maíz blanco), lo cual representó 26 % del consumo nacional (SIAP, 2014).

Durante el período 2009-2013, el SIAP reporta que la producción de maíz se ha estancado, mostrando altibajos, e incluso ha tenido reducciones importantes, sobre todo de maíz blanco, que es el de mayor consumo humano. Por ejemplo, en 2009 se produjeron alrededor de 21.1 millones de toneladas y de 2010 a 2013 no se han alcanzado los 20 millones (SIAP, 2014).

Diversos estudios entre los que se pueden destacar los de Appendini et al. (2008), Díaz (2008), Román y Hernández (2010) y Appendini y Quijada (2013) han demostrado que en los hogares campesinos ha habido deterioro de la producción de maíz, y que los miembros de estos hogares han echado a andar una serie de acciones y actitudes para abastecerse de este grano, para garantizar la cantidad y la calidad. Al conjunto de acciones y actitudes de los hogares se les ha denominado estrategias de seguridad alimentaria o estrategias de abasto de maíz.

De manera específica, el trabajo de Appendini et al. (2008) analizan las estrategias alimentarias que siguen los hogares campesinos de tres localidades rurales en el estado de México y una en el estado de Puebla. A partir de la disponibilidad de tierra agrícola y la suficiencia de la producción de maíz para abastecer la demanda de los hogares, los autores generan una tipología de estos, según la estrategia de abasto de maíz: 1) Hogares campesinos de autoabasto; 2) Hogares campesinos de semiabasto; y 3) Hogares campesinos deficitarios.

Los primeros son aquellos que poseen tierra de uso agrícola y cuya producción de maíz es suficiente para abastecer su consumo. Los segundos son los que tienen tierra agrícola, pero requieren complementar la producción de maíz a través de la compra para abastecer su consumo. Los terceros son los que no tienen tierra agrícola o que, teniéndola, no producen maíz y, por lo tanto, deben comprarlo para su consumo (Appendini et al., 2008).

Dentro de los resultados de las investigaciones de Appendini et al. (2008) destaca la existencia de estrategias muy diversas asociadas al acceso a la tierra, la importancia del cultivo de maíz, las condiciones del mercado local, los costos de abasto y las preferencias. Solo en uno de los cuatro ejidos estudiados los hogares diseñaron una estrategia que busca calidad a través de la producción de maíz de los propios hogares. El resto apostó a construir estrategias de abasto priorizando el acceso y disponibilidad del maíz.

El déficit de producción de alimentos no se da únicamente a escala nacional o en los estados de México y Puebla; en Tlaxcala también existen problemas severos de producción de alimentos básicos y el maíz es uno de ellos. Uno de los municipios tlaxcaltecas con mayores problemas de producción y abasto de maíz es Atlangatepec.

Con base en la situación expuesta, el objetivo de esta investigación fue analizar las estrategias de abasto de maíz en los hogares campesinos, tomando como referencia al municipio de Atlangatepec en el estado de Tlaxcala. El estudio forma parte de uno más amplio que presentó Carmona (2013), el cual se abocó a analizar con mayor profundidad la seguridad alimentaria en los hogares campesinos.

La hipótesis de la investigación plantea que la estructura y funcionamiento de las estrategias de abasto de maíz de los hogares campesinos de Atlangatepec están determinadas por la disponibilidad de tierras agrícolas, la producción de maíz en la unidad doméstica, la compra de maíz en el mercado local y las condiciones climáticas.

Metodología

Técnicas e instrumentos de investigación

La investigación comprendió análisis documental y colecta de información de campo. Esta última se realizó durante el último trimestre de 2010 a través de la aplicación de una encuesta a 90 ejidatarios y posesionarios de cuatro ejidos del municipio de Atlangatepec, quienes eran reconocidos como jefes de hogar, así como cinco entrevistas con informantes clave (tres presidentes de Comisariados Ejidales, Secretario del Ayuntamiento y el Presidente Municipal). Las entrevistas se realizaron para tener una percepción general en cuanto a cómo los hogares del municipio se abastecen de maíz para consumo humano.

La unidad de análisis fue el hogar campesino y para definirlo se tomó como referencia el concepto de hogar o unidad doméstica asumido por la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición que señala que un hogar es aquel grupo de personas que habita una vivienda y que se benefician de un ingreso común, aportado por uno o más miembros del hogar y que cuentan con un jefe o jefa reconocido o reconocida por todos (Instituto Nacional de Salud Pública INSP, 2006). Para el caso de este trabajo, al hogar campesino también se le denominó de manera indistinta como unidad doméstica.

Tamaño de muestra y selección del área de estudio

Para determinar el número de encuestados se tomó como referencia una muestra con varianza máxima (con una confiabilidad de 95 % y una precisión del 0.1), de un número total de 662 ejidatarios y 136 posesionarios de los ejidos San Pedro Ecatepec, Atlangatepec, Villalta y La Trasquila (los únicos cuatro ejidos del municipio de Atlangatepec). La ecuación para la estimación del tamaño de la muestra fue:

n=NZ2pq / d2(N-1)+Z2pq

donde: n: tamaño de muestra. N: tamaño de población de estudio=798. Z: nivel de confianza de 95 % (valor de Z en tabla=1.96). p: proporción aproximada del fenómeno en estudio en la población=0.5. q: proporción de la población que no presenta el fenómeno en estudio (1-p)=0.5. d: nivel de precisión=0.1. El tamaño de muestra quedó definido: n=86≈90.

Debido a que no fue posible disponer de un padrón detallado de ejidatarios y posesionarios se decidió tomar n=90 y emplear la técnica bola de nieve para seleccionarlos; por lo tanto, la muestra utilizada no fue aleatoria, fue por conveniencia y los resultados no se pueden generalizar para la población de estudio (N).

La elección de Atlangatepec como área de estudio se debe a que es eminentemente rural (todas sus localidades tienen menos de 2000 habitantes); la agricultura y la ganadería son las principales actividades productivas, donde destaca la producción de cereales (cebada, trigo y maíz) y leche de vaca. Los reportes del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL, 2010) sobre los grados de rezago social evidencian que se trata de un municipio cuya población tiene severas limitaciones para acceder a alimentos.

Tipología de hogares según estrategia de abasto de maíz

El estudio contempla la generación de una tipología de estrategias de abasto de maíz que siguen los hogares campesinos de Atlangatepec, para lo cual se tomó como referencia la tipología de estrategias de seguridad alimentaria propuesta por Appendini et al. (2008), quienes determinaron la existencia de tres grupos de hogares: de autoabasto, de semiabasto y deficitarios.

Es pertinente precisar que esta investigación asume como estrategias de abasto de maíz al conjunto de comportamientos y actividades realizadas por los miembros de los hogares, con la finalidad de abastecerse de alimentos básicos de consumo humano; de manera particular, de maíz.

Otras variables que se incluyeron para caracterizar a los hogares fueron: número de integrantes del hogar (tamaño de familia) y edad de los informantes. Se crearon subgrupos de hogares a partir de la venta de maíz y la diversificación productiva de la unidad doméstica.

Para esta última variable se crearon tres categorías de diversificación productiva agropecuaria. Para definir cada una de ellas se tomó en cuenta el número de productos agropecuarios generados por los hogares, tomando como referencia los seis más frecuentes encontrados en trabajo de campo (Cuadro 1).

Fuente: elaboración propia.

Cuadro 1 Categorías de la diversificación productiva agropecuaria en los hogares campesinos. 

Con el programa Statistical Package for the Social Sciences (SPSS Statistics), versión 21 en español, se estimaron coeficientes de correlación no paramétrica para definir el grado de asociación entre las variables: tipo de hogar según estrategia de abasto de maíz (tipo_hogar), superficie agrícola cultivada en el hogar (superficie), número de integrantes de las familias (tam_fam), edad del encuestado (edad) y diversificación productiva (div_prod).

Características del área de estudio

Según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEGI, 2010), el municipio de Atlangatepec está ubicado al norte del estado de Tlaxcala a 2500 metros sobre el nivel del mar. Colinda al norte con el municipio de Tlaxco, al sur con los municipios de Muñoz de Domingo Arenas y Tetla de la Solidaridad, al oriente con el municipio de Tetla de la Solidaridad, y al poniente con el municipio de Muñoz de Domingo Arenas (Figura 1).

Fuente: elaboración propia a partir de información de INEGI, 2010.

Figura 1 Localización del municipio de Atlangatepec. 

La superficie del municipio es de 124.067 km2, lo que representa 3.05 % del total del territorio estatal y prevalece el clima templado subhúmedo con lluvias en verano (INEGI 2010).

Según el Censo de Población y Vivienda 2010, el municipio de Atlangatepec tenía 7326 habitantes, lo que representaba apenas 0.6 % respecto al total del estado de Tlaxcala. La densidad de población es de 59 habitantes por km2, una de las más bajas del estado y significativamente inferior al promedio estatal, que es de 288 habitantes por km2 (INEGI, 2010).

En cuanto a las condiciones de pobreza y marginación, el CONEVAL (2010) reportó que 66.7 % de la población del municipio vive en condiciones de pobreza, ocupando el lugar número 26 de 60 municipios a nivel estatal. Las carencias de mayor intensidad en la población son el acceso a la seguridad social y a la alimentación, así como el rezago educativo: 84.6 % de la población carece de seguridad social, 33.5 % tiene carencia por acceso a la alimentación (2581 personas) y 25 % se encuentra en condiciones de rezago educativo.

Cabe destacar que el municipio de Atlangatepec ocupa el tercer lugar a nivel estatal en cuanto a la carencia por acceso a la alimentación, sólo atrás de los municipios de Nativitas y Tepetitla de Lardizabal. De manera semejante, ocupa el tercer lugar por carencia por rezago educativo, sólo atrás de los municipios de El Carmen Tequexquitla y Zitlatepec de Trinidad Sánchez Santos (CONEVAL, 2010).

A pesar de que el municipio de Atlangatepec no ocupa los primeros lugares en cuanto a población en condiciones de pobreza, los problemas de acceso a la alimentación sobresalen respecto al resto de municipios del estado de Tlaxcala, situación que no es nueva, ya que desde 2005 el CONEVAL reportó que 34.7 % de la población se encontraba en condiciones de pobreza alimentaria, ocupando también el tercer lugar a nivel estatal, sólo después de los municipios de El Carmen Tequexquitla y Zitlaltepec de Trinidad Sánchez Santos (CONEVAL, 2005).

Según el Censo de Población y Vivienda 2010, 95.7 % de la Población Económicamente Activa estaba ocupada; 36.6 % en el sector primario, 31.1 % en el secundario y casi 31.2 % en el terciario (10.37 % en comercio y 21.62 % en servicios). Dentro de las actividades económicas del sector primario destacan la agricultura y la ganadería. La agricultura a partir de la producción de cebada, trigo y maíz, y la ganadería con la producción de vacas productoras de leche y la crianza de ganado ovino (SIAP, 2013).

Sobre la incidencia de fenómenos meteorológicos adversos para la agricultura, vale la pena destacar que la percepción de los encuestados coincide con los registros de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA). La estación meteorológica de Tlaxco (la más cercana a Atlangatepec) registra una inconsistente presencia de lluvias en el período 2000-2012. Por ejemplo, en el período abril-agosto (el de mayor demanda de agua por los cultivos como el maíz, ya que normalmente la siembra es en abril y la maduración es en septiembre) de 2008 se registraron casi 800 mm de lluvia y en 2012 apenas alcanzó 347 mm, es decir, menos de la mitad (Figura 2).

Fuente: elaboración propia con datos de la CONAGUA (2010 y 2013). Nota: para los años 2006, 2007 y 2010 no hubo datos disponibles.

Figura 2 Registros de precipitación pluvial en la estación meteorológica de Tlaxco en el período abril-agosto de 2000 a 2012. 

Hay una tendencia hacia la baja de la cantidad de lluvia durante abril-agosto de 2000 a 2012 (Figura 2). Los registros de CONAGUA también muestran que, por ejemplo, en 2009, en los meses de abril a agosto, se precipitó 50 % de la lluvia anual, y el restante 50 % en los meses de septiembre y octubre, mientras que en 2011 las lluvias se establecieron en el mes de junio; 40 % ocurrió en septiembre y octubre, y ese año en particular sucedieron heladas en la primera quincena de septiembre (CONAGUA 2010 y 2013). Por lo tanto, la inconsistencia de la disponibilidad de agua de lluvia genera un escenario incierto para la agricultura de temporal que se practica en Atlangatepec y evidentemente para la producción de maíz.

Características de los encuestados

Todos los encuestados son ejidatarios del género masculino (no se identificaron mujeres como titulares de la parcela ejidal), con una edad promedio de 60 años; 53.3 % tiene 60 años o más; 37.8 %, entre 40 a 59 años; y sólo 8.9 % menos de 40 años.

En lo que respecta a la escolaridad, 90 % tiene la primaria terminada o inconclusa y el 10 % restante realizó estudios de secundaria. Ninguno estudió la preparatoria o su equivalente.

El tamaño de familia promedio fue de 4.6 integrantes, con un mínimo de uno y un máximo de 12; 69 % de los hogares tiene cinco integrantes o menos.

En cuanto a la disponibilidad de la superficie agrícola, los 90 hogares estudiados trabajaron 489.2 hectáreas en 2010, resultando en promedio 5.4 hectáreas por hogar. De estas, sólo 15.5 hectáreas (3.2 %) eran de riego y el 96.8 % restante de temporal. Alrededor de 60 % de los encuestados disponían de cinco hectáreas máximo produciendo y, además de producir su parcela ejidal, 54 % también rentaba o tomaba a medias o al tercio otras tierras para producir. Cabe destacar que la totalidad de los encuestados tienen sus parcelas ejidales certificadas por el Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares (PROCEDE).

En el ciclo agrícola 2010, 90 % de los hogares estudiados sembraron maíz (81 de 90 encuestados), ya sea como cultivo único o de manera conjunta con otros más, como cebada y trigo. El 10 % sólo sembró cebada y trigo. Además de la agricultura, 57 % reportó que produce y vende este producto.

Vale la pena destacar que todos los encuestados afirmaron que cuando menos un integrante de la familia se emplea de tiempo parcial o completo en otras actividades fuera del hogar, ya sea como jornaleros, en la albañilería, en el comercio ambulante, y de empleados en alguna fábrica o comercio, entre otras.

El abasto de maíz en los hogares campesinos de Atlangatepec, Tlaxcala

La producción de maíz en los hogares encuestados de Atlangatepec

De los 90 encuestados, 94.5 % afirmó que la producción de maíz en su unidad productiva disminuyó en 2008 y 2009, y esto ha sido una tendencia desde inicios del siglo XXI. Esta información coincide con las tendencias a nivel municipal, según los datos del SIAP (2013), donde en los últimos diez años (durante el período 2002-2011) la producción de maíz grano ha sido irregular, con tendencia a la baja desde 2007 (Figura 3).

Fuente: elaboración propia con datos del SIAP (2013).

Figura 3 Volumen de la producción de maíz grano en el municipio de Atlangatepec, Tlaxcala durante 2002- 2012. 

Los registros del municipio de Atlangatepec de producción de maíz en 2011 y 2012 merecen una mención especial. En 2011 la producción cayó a 970 toneladas, apenas 25 % de la cosecha obtenida en 2010, obteniendo un rendimiento promedio de apenas 510 kilogramos por hectárea (SIAP, 2013). Esta situación fue ocasionada primordialmente por la incidencia de fuertes heladas atípicas en el mes de septiembre de ese año. Para 2012 el SIAP reporta una producción de maíz de más de 8 mil toneladas (Figura 3), la cual se sale totalmente de los parámetros registrados, por lo que este dato debe tomarse con cautela.

Según los encuestados son diversas las causas de la disminución de la producción. Entre estas destacan que la producción de maíz disminuyó por “el tiempo” y la reducción de aplicación de fertilizantes inorgánicos; al menos en eso coincide 80 % de quienes respondieron que sí disminuyó la producción en el período señalado.

Por “el tiempo” los encuestados se refieren a la presencia de fenómenos meteorológicos adversos a la agricultura, tales como sequía, heladas o granizadas. Al comparar las tendencias de los datos en las Figuras 2 y 3 se puede observar que la incidencia de lluvia y la producción de maíz en el municipio de Atlangatepec tienden hacia la baja desde 2004 a 2011, aunque 2008 y 2012 son excepcionales en la producción.

La reducción del uso de fertilizantes para la producción de maíz se debe primordialmente al aumento del precio de los mismos, lo cual los orilla a aplicar dosis más bajas, repercutiendo negativamente en los rendimientos.

Estrategias de los hogares campesinos para el abasto de maíz

De los 90 encuestados en 2009, 88.9 % sembró maíz utilizando semilla criolla de color blanco; el resto no sembró este cultivo, sino cebada y trigo.

De quienes produjeron maíz, 56.2 % señaló que la producción obtenida en 2009 fue suficiente para abastecer la demanda del siguiente año; incluso en varios hogares hubo excedentes para la venta. El 38.8 % afirmó que el maíz producido no les alcanzó para el abasto del siguiente año, por lo que se vieron en la necesidad de comprar maíz, ya sea en grano o tortilla. La compra se hizo durante todos los meses de 2010, incrementándose en el segundo semestre, realizando adquisiciones con vecinos del municipio de Atlangatepec, aunque también reportaron que de manera esporádica compraron tortillas en la ciudad de Apizaco (a aproximadamente 20 kilómetros de la ubicación del área de estudio). El 5 % restante (cuatro ejidatarios) no contestó.

A pesar de que 94 % de los encuestados respondieron que ha habido reducciones en la producción de maíz, solo 10 hogares (11.1 %) señalaron que han reducido su consumo y que lo han sustituido por otro producto; es decir, el maíz sigue siendo uno de los alimentos fundamentales de la dieta de los hogares.

Los informantes clave (tres presidentes del comisariado ejidal, el presidente municipal y el secretario del Ayuntamiento) coincidieron también en afirmar que la gente no va a dejar de comer maíz, e incluso, como alternativa varios hogares se están inclinando por cultivar otros cereales, como cebada y trigo, los cuales son más tolerantes a las sequías y a las heladas, para dedicarlos a la alimentación de ganado, como vacas productoras de leche y ovinos, y de la venta de leche o del ganado poder comprar alimentos (entre ellos el maíz en grano o tortillas) para su manutención.

Los hallazgos evidencian que las estrategias de abasto de maíz son diversas. Si consideramos los criterios de producción de maíz en el hogar campesino y la cantidad que este maíz abastece a la demanda se tienen tres estrategias diferentes que instrumentan los encuestados: hogares de autoabasto, de semiabasto y deficitarios (Cuadro 2).

Fuente: elaboración propia con datos de trabajo de campo noviembre-diciembre de 2010.

Cuadro 2 Características de los hogares, según tipo de estrategia de abasto de maíz. 

Hogares de autoabasto

El primer grupo (el mayoritario: con 45 hogares equivalente a 50 % de los encuestados) está integrado por aquellos hogares cuya estrategia de abasto se basa en producir directamente el maíz que consumen. Los encuestados no alcanzaron a dar datos concretos sobre la cantidad de maíz que consumen en su hogar y la producción reportada en 2009 es entre 800 kg a dos toneladas por hectárea.

Estos hogares disponen de 4.8 hectáreas en promedio de superficie agrícola cultivable, con un máximo de 10 y un mínimo de 1.5 hectáreas. El promedio de la parcela ejidal es de cuatro a seis hectáreas, pero se registraron ejidatarios que también son pequeños propietarios o que en 2009 rentaron terrenos o los tomaron al tercio, lo que explica la variabilidad entre el número mínimo y máximo de hectáreas disponibles.

El número promedio de personas que viven en estos hogares es de 4.1, con un máximo de 12 y un mínimo de uno. La edad promedio de los jefes del hogar encuestados es de 61.6 años. En cuanto a la diversidad productiva agropecuaria, 46.7 % de los hogares tienen grado alto, ya que producen maíz, cebada o trigo; disponen de ganado, principalmente de bovinos, para la producción de leche. Este porcentaje es el más alto comparado con los hogares de semi-abasto y deficitarios.

De acuerdo con el destino de la producción de maíz existen dos subgrupos de hogares: 1) aquellos sin excedentes de producción de maíz para venta y 2) los que destinan parte de la producción de maíz para la venta. El primero está integrado por 35 hogares y el segundo aglutina a los 10 hogares restantes.

Hogares de semiabasto

El segundo grupo abarca a 31 hogares campesinos que para abastecer la demanda de maíz, lo producen y además tienen que comprarlo. Los encuestados no reportaron un dato confiable de la cantidad de maíz que consume el hogar, aunque sí señalaron una producción entre 700 kg a 1.8 t por hectárea.

Estos hogares disponen de 6.03 hectáreas en promedio de superficie agrícola cultivable, con un máximo de 35 y un mínimo de 1.75 hectáreas. La variabilidad de estos datos se debe a que, además de cultivar la parcela ejidal, 60 % de los hogares tienen terrenos de pequeña propiedad o los toman al tercio o a medias.

El número promedio de personas que viven en estos hogares es de 4.9, con un máximo de 10 y un mínimo de uno. La edad promedio de los jefes del hogar encuestados es de 56.8 años. Este grupo también registró hogares con venta de parte del maíz producido en la unidad doméstica, de allí que también se identifiquen dos subgrupos: 1) aquellos sin producción de maíz para venta; y 2) aquellos que destinan parte de la producción de maíz para la venta. El primer subgrupo está integrado por 23 hogares y el segundo subgrupo aglutina a los ocho hogares restantes.

Los principales motivos por los cuales se vende el maíz son por imprevistos o urgencias (por ejemplo, enfermedades de algún familiar, compra de insumos) que requieren de liquidez monetaria inmediata, o bien, aprovechar la temporada de aumento de precio del grano de maíz blanco ($2.80 a $3.50 por kilógramo en 2009).

El 77 % de este grupo de hogares compró maíz en grano; de estos, 75 % compró primordialmente maíz criollo de color blanco y el 25 % restante, amarillo y Cacahuatzintle también. El blanco criollo es el preferido para elaborar tortillas. Además de usarlo para la elaboración de tortillas, el amarillo se utiliza para la cría de animales, como ovinos y bovinos. Las compras se realizaron con vecinos del mismo municipio o con productores de los municipios aledaños como Tlaxco.

El 100 % compró tortillas y los encuestados afirmaron que, aun cuando prefieren consumir las hechas a mano, la compra de tortilla elaborada a máquina es más frecuente, ya que es la de mayor fácil acceso (está cerca de sus hogares, el horario de disponibilidad es amplio y el precio más bajo: en 2009 un kilo de tortilla elaborada a máquina costaba $8.00 y uno de las elaboradas a mano valía $9.00).

Ninguno de los encuestados sabe si la tortilla que compraron fue elaborada con maíz criollo, con harina de maíz o con la mezcla de ambos. Es conveniente destacar que la información de la compra de tortillas o maíz fue respondida recurrentemente por los encuestados con ayuda del cónyuge.

Quienes compraron maíz (en grano o en tortillas) afirmaron que el dinero para la compra proviene de otras actividades económicas a las que se dedican, fundamentalmente de la venta de la leche de vaca, de la de las cosechas de trigo y cebada, de los sueldos que reciben por la realización de actividades fuera de la unidad doméstica y de los subsidios que reciben, como es el PROCAMPO y el Programa Oportunidades1.

Hogares deficitarios

El tercer grupo se integra por hogares que aun cuando disponen de tierra agrícola para producir maíz no lo hicieron, por lo que tuvieron que comprar todo el maíz que consumieron en 2009.

Estos hogares disponen de 6.5 hectáreas en promedio de superficie agrícola cultivable, con un máximo de ocho y un mínimo de 1.5 hectáreas. La variabilidad en la disponibilidad de superficie agrícola se debe a que 60 % de los encuestados también poseen terrenos de pequeña propiedad o rentan terrenos agrícolas; la superficie promedio de la parcela ejidal es de cuatro a seis hectáreas. Los cultivos que sembraron fueron cebada, trigo y avena. Argumentaron que no sembraron maíz porque la producción de estos tres cultivos es menos riesgosa y los aprovechan para alimentar vacas productoras de leche u ovinos, con lo cual obtienen liquidez monetaria, que les permite comprar aquellos alimentos que no producen en la unidad doméstica (entre ellos, por supuesto, el maíz). Cabe aclarar que hay ciclos agrícolas en los cuales sí siembran maíz; por ejemplo, 80 % de los encuestados reportaron que en 2010 sí lo sembraron porque las lluvias iniciaron en el mes de abril.

Este grupo de hogares es el menos numeroso y es el de menor diversidad productiva agropecuaria. Sólo 50 % de los hogares alcanzaron el grado de mediana diversidad productiva, que se basó en la producción de cebada, avena forrajera, trigo y leche de vaca. No obstante, todos los encuestados coincidieron en que la diversidad productiva cambia de un año a otro, debido a la estacionalidad del período de lluvias; es decir, si se atrasa el período de lluvias es probable que se deje de sembrar maíz y en su lugar se siembren cultivos forrajeros para venderlos o para la alimentación de vacas.

El número promedio de personas que viven en estos hogares es de seis, con un máximo de ocho y un mínimo de dos. La edad promedio de los jefes del hogar es de 63.6 años. El 40 % de los hogares disponen de ganado (vacas productoras de leche, ovinos), por lo que el maíz que compran lo destinan también a la alimentación de éste.

El 40% de estos hogares no compraron maíz en grano; solo tortillas hechas a máquina. El 60% restante de hogares adquirieron primordialmente maíz criollo blanco y tortillas hechas en máquina (el precio de kilógramo de maíz en 2009 era de $2.80 a $3.00 y el de tortilla era de $8.00). Al igual que el grupo de hogares de semiabasto, todos los encuestados desconocen si la tortilla que compraron fue elaborada con maíz criollo, con harina de maíz o con la mezcla de ambos. También los encuestados recurrieron al apoyo de la cónyuge para responder la información sobre la compra de tortillas o maíz.

De manera semejante a los hogares de semiabasto, los deficitarios afirmaron que el dinero para la compra de maíz (en grano o tortillas) proviene de otras actividades económicas a las que se dedican, entre las cuales destacaron la venta de leche de vaca y de las cosechas de cebada y trigo, de los sueldos que reciben como empleados fuera de la unidad productiva, y de los subsidios que reciben (del PROCAMPO y del Programas Oportunidades, entre otros).

Al hacer un recuento de los tres tipos de hogares según las estrategias de abasto de maíz, los resultados demuestran que hay semejanzas y diferencias sustantivas en cuanto a la disponibilidad de tierra agrícola, el tamaño de familia, edad del jefe del hogar y la diversidad productiva agropecuaria.

En cuanto a la disponibilidad de tierra agrícola, la superficie promedio más alta es la de los hogares deficitarios, pero al estimar el coeficiente no paramétrico de correlación con el tipo de hogar y la superficie promedio los datos no están asociados y esto no coincide con los hallazgos de Appendini et al. (2008) y Díaz (2008). Es decir, el aumento del abasto de maíz en los hogares campesinos de Atlangatepec no se incrementa con la disponibilidad de área agrícola (Cuadro 3).

*La correlación es significativa al nivel 0.05 (bilateral). **La correlación es significativa al nivel 0.01 (bilateral).

Fuente: elaboración propia con datos obtenidos en trabajo de campo y su análisis a través de SPSS versión 21 en español.

Cuadro 3 Correlaciones no paramétricas entre cinco variables de los hogares encuestados. 

El coeficiente de correlación entre el tipo de hogar con el tamaño de familia del hogar, la edad del encuestado y la diversidad productiva fueron inferiores a 0.3 pero, según las estimaciones del programa SPSS, son significativos al 0.05 (Cuadro 3).

La correlación entre el tipo de hogar (autoabasto, semiabasto y deficitarios) con el tamaño de familia del hogar fue negativa y significativa al 0.05, con lo cual se puede afirmar que cuando aumenta, el hogar es propenso a disminuir la capacidad de autoabasto de maíz (Cuadro 3).

El valor de la correlación entre el tipo de hogar con la edad del encuestado fue positivo y significativo al 0.05, dando pauta a señalar que cuando se incrementa la edad del encuestado aumenta el abasto de maíz de los hogares (Cuadro 3).

La diversidad productiva de los hogares y el tipo de hogar están correlacionados de manera positiva, es decir, si aumenta la diversidad de actividades agropecuarias en el hogar (siembra de maíz, cebada, trigo y avena, producción de leche de vaca), el abasto de maíz para autoconsumo aumenta (Cuadro 3).

Los resultados dan evidencias de que las estrategias de abasto de maíz tienden a priorizar la seguridad alimentaria en los hogares a partir de la producción para autoconsumo y la compra de maíz y tortilla (en su mayoría) en las mismas localidades donde viven los integrantes de los hogares campesinos. Es decir, se privilegia la calidad en el acceso a los alimentos, uno de los componentes básicos de la seguridad alimentaria que destacan la FAO (2001), Salcedo (2005) y Torres (2006). No obstante, también existen hogares (sobre todo los que son deficitarios) que priorizan la cantidad sobre la calidad, ya que diversifican la producción agropecuaria para comprar maíz en grano y tortillas, sobre todo cuando la disponibilidad de lluvias es tardía e inconsistente.

Priorizar la cantidad sobre la calidad del maíz coincide con los hallazgos de Appendini et al. (2008) y Díaz (2008). Sin embargo, generar otros productos agropecuarios para garantizar la compra de maíz y tortillas, y comprarlos en las propias localidades donde viven, desde nuestro punto de vista es una estrategia que también apuesta a la estabilidad para acceder a los alimentos, otro de los componentes básicos de la seguridad alimentaria (Salcedo, 2005); es decir, los hogares no renuncian a consumir maíz, pero si las condiciones climáticas no son las más apropiadas (sobre todo por el atraso y mala distribución de las lluvias), entonces se toma la decisión de producir otros cultivos más precoces cuya producción la pueden usar para la alimentación de ganado vacuno para la producción de leche, cuya venta genera liquidez monetaria para la compra de otros alimentos de consumo humano (incluido el maíz) y disponer de otra fuente nutritiva (como quesos o leche fresca que es frecuente que la autoconsuman) para con ello contribuir a estabilizar el acceso alimentario de los hogares.

Con base en lo expuesto, los hogares campesinos instrumentan estrategias de abasto de maíz que utilizan los recursos endógenos (como los terrenos agrícolas, su ganado y su conocimiento en la producción de diversas especies vegetales) para sortear los escenarios que se presenten cada año, lo cual ocasiona que un hogar puede tener una estrategia de autoabasto de maíz en un año, pero si para el siguiente año hay retraso de lluvias u ocurre una helada temprana; entonces, a partir de estas condiciones, la estrategia puede cambiar.

Conclusiones

Las estrategias de autoabasto y semiabasto de maíz son las que predominan en los hogares campesinos encuestados de Atlangatepec. Los deficitarios fueron los menos frecuentes.

Las estrategias de abasto de maíz se sustentan en tres componentes principales: a) la producción de maíz blanco criollo que coincide con los gustos y preferencias de consumo de los hogares; b) la compra de maíz criollo blanco o de tortillas elaboradas primordialmente a máquina en las localidades donde viven los encuestados y sus familias; y c) en menor medida, la siembra de otros cultivos más tolerantes a las adversidades climáticas, entre ellos cebada, trigo y avena, sobre todo en aquellos ciclos agrícolas con retraso en el período de lluvias para alimentar vacas productoras de leche y que, a partir de la venta de la leche o del grano de trigo y cebada, puedan tener liquidez monetaria que les permita la compra de alimentos (entre ellos el maíz, ya sea en grano o tortillas). En otras palabras, la diversidad productiva es una alternativa para contribuir al abasto del maíz; la estimación de coeficientes de correlación no paramétrica contribuyen a no desechar esta afirmación, ya que hubo asociación significativa entre el aumento del autoabasto de maíz y el incremento de la diversificación productiva agropecuaria de los hogares.

Con base en lo expuesto en los dos últimos párrafos se puede afirmar que la hipótesis de la investigación se cumplió, ya que las estrategias de abasto de maíz de los hogares campesinos de Atlangatepec están caracterizadas por la disponibilidad de tierras agrícolas, la producción de maíz en la unidad doméstica, la compra de maíz en el mercado local y las condiciones climáticas. Cabe aclarar que, aunque el coeficiente de correlación entre el tipo de estrategia de abasto de maíz y la disponibilidad de superficie agrícola no fue significativo, todos los encuestados disponen de terrenos que cultivan, ya sea de ejido, pequeña propiedad o alquilados.

Las estrategias de abasto de maíz contienen componentes de seguridad alimentaria; a) la mayoría de hogares privilegia la calidad en el acceso a los alimentos, aunque también los de semiabasto y los deficitarios priorizan la cantidad; b) la estabilidad en el acceso a los alimentos (en este caso maíz), construida a partir de la compra de maíz y tortillas en el ámbito local, normalmente elaboradas a máquina a menor precio; y la producción de cebada, trigo o avena, en lugar de maíz, como una alternativa a la incertidumbre de la precipitación pluvial. No se renuncia al consumo de maíz, los hogares construyen estrategias que contribuyen a la estabilidad en el acceso de alimentos de su preferencia a través del tiempo.

Las condiciones climáticas influyen en la instrumentación de las estrategias de abasto de maíz; al menos hay evidencias empíricas de que los hogares campesinos pueden cambiar de estrategia de un año a otro dependiendo de la cantidad y distribución de la lluvia y de la incidencia de heladas.

Se recomienda implementar acciones de política pública que puedan fortalecer las estrategias de abasto de maíz en términos de seguridad y soberanía alimentaria: entre ellas se puede destacar la innovación tecnológica a través de mejoramiento genético del maíz criollo blanco y consolidar circuitos de producción y comercialización de maíz y, en general, de alimentos de consumo humano, priorizando la producción local.

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1El Programa de Apoyos Directos al Campo (PROCAMPO) otorga apoyos monetarios por hectárea o fracción de ella, la cual debe estar sembrada con cualquier cultivo lícito o que se encuentre bajo proyecto ecológico autorizado por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT). El apoyo se entrega a los productores que acrediten ser propietarios o poseedores de buena fe o en posesión derivada (en arrendamiento, usufructo, aparcería) de predios con superficies elegibles en aprovechamiento inscritos en el PROCAMPO (Congreso de la Unión, 1994). El Programa Oportunidades apoya a las familias que están en pobreza con becas, apoyos monetarios directos y acciones de salud, atendiendo tres aspectos: alimentación, educación y salud (SEDESOL, 2012).

Recibido: Abril de 2014; Aprobado: Mayo de 2016

* Autor responsable: alfonsops65@yahoo.com.mx

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