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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.13 no.1 Texcoco ene./mar. 2016

 

Artículos

El guajolote nativo, elemento cotidiano del traspatio en Playa Ventura, Copala, Guerrero, México

Alejandro García-Flores1  * 

Elsa Guzmán-Gómez1 

1 Posgrado en Ciencias Agropecuarias y Desarrollo Rural. Facultad de Ciencias Agropecuarias. Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Av. Universidad 1001. Col. Chamilpa. 62209. Cuernavaca, Morelos. México. (gafa666@hotmail.com)


Resumen:

El objetivo de este trabajo fue conocer la importancia cultural del guajolote nativo mexicano (Meleagris gallopavo Linn.) como sistema de producción campesina en las familias de la comunidad de Playa Ventura, Guerrero. Se aplicaron técnicas etnobiológicas a través de 33 encuestas en unidades familiares, y los datos se analizaron con estadística descriptiva. El sistema de producción es tradicional, con trabajo familiar, con fines de autoconsumo de carne, huevo y otros (91 %) y venta (9 %). Se registraron un total de 385 guajolotes, con un promedio de 11.6 por traspatio. Los usos indicados, de acuerdo con las encuestas, fueron: alimento (80 %), obsequios y regalos (15 %), medicinal (5 %). Es importante mencionar que el 100% de los informantes utiliza el excremento de esta ave como abono. El manejo preferente es en corral tradicional (89 %). La alimentación está integrada por maíz quebrado, tortilla remojada, desperdicios de verdura y termitas. Las enfermedades más frecuentes son viruela y diarreas, las cuales son tratadas con remedios caseros. Los conocimientos tradicionales para el manejo de los guajolotes son llevados a cabo y transmitidos en la práctica especialmente por las mujeres de las familias de la comunidad, lo cual garantiza el desarrollo del sistema productivo de guajolote por su significado cultural vigente y su aporte a la alimentación familiar.

Palabras clave: alimentación; conocimiento tradicional; manejo; uso; unidad familiar

Abstract:

The objective of this study was to identify the cultural importance of the Mexican turkey (Meleagris gallopavo Linn.) serving as a peasant production system amongst families of the community of Playa Ventura, Guerrero. Ethnobiological techniques were applied through 33 surveys carried out in family units, and the data was analyzed with descriptive statistics. The production system is traditional in that it relies on family labor, both for personal consumption of meat, eggs, and others (91 %), and for sale (9 %). A total of 385 turkeys were registered with an average of 11.6 per backyard. The uses indicated, according to the surveys, were the following: food (80 %), gifts (15 %), medicinal (5 %). It is important to mention that 100% of the informants utilize this bird’s excrement as manure. The preferred mode of management is in a traditional pen (89 %). Feeding consists of crushed maize, soaked tortilla, vegetable scraps, and termites. The most frequent diseases are turkey pox and diarrhea, which are treated with home remedies. Traditional knowledge regarding how to manage the turkeys is especially employed and transmitted in practice by the women of the families in the community, which guarantees the development of the turkey production system, based on its prevailing cultural significance and contribution to family diet.

Keywords: diet; traditional knowledge; management; use; family unit

Introducción

En México, dentro del sector pecuario, a la cría de aves domésticas que se desarrolla con prácticas tradicionales se le denomina “avicultura familiar” o “de traspatio” (Sántiz et al., 2012). Esta actividad representa una fuente importante de alimentos y bienes para las familias campesinas que la llevan al cabo, se basa en el trabajo de las familias campesinas, principalmente de la mujer, quien dedica parte de su tiempo a la misma (Allende et al., 2012). En la comunidad de Playa Ventura del municipio de Copala, en la Costa Chica de Guerrero, entre las actividades de traspatio que se desarrollan, está la cría de aves de rancho como gallinas y guajolotes primordialmente para autoconsumo familiar.

La relación entre las culturas indígenas y campesinas mexicanas con el guajolote se remonta a más de siete mil años, cuando comenzó el proceso de domesticación (Valadez, 2003). Actualmente existe una serie de relaciones culturales en torno a la figura del guajolote; por ejemplo, se utiliza en ofrendas rituales, trueque, y su plumaje es un componente ornamental (Burcher de Uribe, 1996) y da origen a toponimias en pueblos de origen prehispánico (Díaz del Castillo, 2009). El guajolote (Meleagris gallopavo Linn) históricamente ha contribuido al sustento alimentario y económico de las comunidades rurales y campesinas de México (Medrano, 2000; SAGARPA, 2002).

El conocimiento tradicional del manejo y cría del guajolote en las familias de la comunidad de Playa Ventura, Guerrero, se mantiene vigente en los traspatios, lo cual garantiza la obtención de productos como huevo y carne para el autoconsumo, además de los ingresos económicos cuando se venden los animales o sus productos en el mercado local o en las cabeceras municipales de Copala y Marquelia en la Costa Chica de Guerrero. Actualmente existe interés económico por las familias que crían el guajolote debido a su rendimiento en carne, su bajo costo de producción y la calidad nutritiva por el bajo contenido de grasa de su carne (BSTID, 1991; Castellanos, 2004).

La cría de guajolote como sistema de producción de “ganadería de traspatio” es definida por las mujeres de la comunidad en estudio como la explotación ganadera en pequeña escala, la cual se combina con la cría de gallinas y ganado porcino. Otros autores la denominan “ganadería familiar” (Román, 1989).

Sin embargo, a pesar de la importancia alimentaria, económica y el significado cultural que representa el guajolote para las familias rurales en México, en la actualidad tiende a disminuir o a desaparecer por los cambios de uso del espacio rural y las presiones del crecimiento urbano (Aquino et al., 2003), caso en el que se encuentra la comunidad de Playa Ventura, ante la tercerización de sus actividades productivas. Lo anterior se muestra en los siguientes datos censales, en el año 1990 el sector primario representaba 76.8 % y el terciario 11 %; para el 2000 el primario abarcó 65 % y el terciario 28 %. Sin embargo, persiste la cría de guajolotes como sistema de ganadería familiar o de traspatio. En este contexto la pregunta de investigación que se planteó fue ¿Cuál es la importancia de los guajolotes nativos para las familias de Playa Ventura del municipio de Copala, Guerrero? La hipótesis argumenta que en los traspatios de la comunidad de Playa Ventura del municipio de Copala, Guerrero, las familias otorgan significado cultural al guajolote nativo por el aporte a la alimentación familiar.

Materiales y métodos

Área de estudio

Playa Ventura se localiza geográficamente en la Sierra Madre del Sur, dentro de la región denominada Costa Chica de Guerrero entre los 16° 18’ N y 98° 03’ O (Figura 1), a una altitud de 10 metros (INEGI, 2010). Cuenta con una población total de 555 habitantes, de los cuales 281 son mujeres y 274 hombres. Existe población indígena, con 24 habitantes amuzgos.

Fuente: INEGI, 2010.

Figura 1 Ubicación de la comunidad de Playa Ventura, Copala Guerrero, México. 

Se presenta un clima cálido subhùmedo con lluvias en verano (Aw1), con una temperatura media anual de 26 a 28 °C. La precipitación media anual oscila entre 1000 y 1500 mm (INEGI, 2009).

La comunidad de estudio pertenece a la región hidrológica Costa Chica-Rio Verde, de la cuenca Río Nexpa (INEGI, 2010). Los cuerpos de agua más importantes para la comunidad son la laguna Cabeza de Charco y el río Copala. Además existen arroyos o apantles como se les conoce localmente, pero estos únicamente abastecen de agua en la época de lluvia a la agricultura y ganadería.

Se practica la agricultura de temporal, de riego y humedad, desarrollando principalmente cultivos de maíz (Zea mays) con asociación de frijol (Phaseolus vulgaris) y calabaza (Cucurbita maxima), jamaica (Hibiscus sabdariffa) y sandía (Citrullus lanatus). La selva baja caducifolia se distribuye principalmente en el Cerro del Coacoyul y se observan relictos en áreas aledañas al pueblo; este tipo de selva se caracteriza por albergar árboles de entre 8 y 12 metros de altura, que durante la temporada de secas la mayor parte de las copas pierden sus hojas. El manglar es otro tipo de vegetación que se localiza al oriente de la comunidad conformado por árboles de mangle Rhozophora mangle, el cual aporta leña que utilizan las familias como combustible (García, 2013).

Metodología

Se realizaron visitas a la comunidad para informar a los pobladores sobre el propósito del trabajo y contar con su participación en el levantamiento de las encuestas. Posteriormente se realizaron recorridos con guías locales a las casas de las familias con avicultura de traspatio con presencia de guajolotes, bajo los criterios que proponen Aquino et al. (2003), que consiste en la identificación de unidades productivas familiares con crianza de guajolote nativo y que estén dispuestas a colaborar con la investigación. Además, con base en la propuesta de la FAO (2001), se describió la morfología (color del plumaje) del guajolote Meleagris gallopavo Linn. Para recopilar la información sobre el conocimiento tradicional se aplicaron técnicas etnobiológicas tales como entrevistas abiertas y encuestas semiestructuradas; se encuestó a las mujeres de los traspatios elegidos (Barrera, 1983; Martin, 1997).

Se realizaron entrevistas semiestructuradas con base en un cuestionario previo en el que se obtuvo el nombre común, interés en la crianza, formas de manejo y uso, enfermedades, tratamientos, comercialización y destino de la producción. A las primeras mujeres entrevistadas se les solicitó que guiaran las visitas a otras casas, lo cual aceptaron. El lenguaje utilizado durante la entrevista fue coloquial, lo que generó confianza con las personas encuestadas. Algunas entrevistas se grabaron con el consentimiento del informante (Sturtevant, 1964; Bellamy, 1996; Costa-Neto, 2000). Complementariamente el trabajo de campo se apoyó en las técnicas de observación participante y diálogo dirigido (Rodríguez et al., 2012). La información recopilada se analizó con estadística descriptiva.

Se muestrearon 33 traspatios donde se aplicaron entrevistas a 31 amas de casa y a dos jefes de familia, tomando como base el cuestionario semiestructurado.

Resultados y discusión

La estrategia familiar productiva

El estudio de los grupos campesinos y sus sistemas de producción tiene vigencia actualmente para comprender la complejidad de las relaciones y su persistencia en la sociedad. La importancia radica en la consideración de los conocimientos locales, en el papel que cumplen en la producción de alimentos, en el uso de los recursos naturales, y en las nuevas funciones que se han asignado a los paisajes rurales en la recreación humana y como estilo de vida alternativo (Delgado, 2008).

La estrategia productiva se construye teniendo como base a la unidad doméstica o familiar, con el objetivo del mantenimiento y reproducción social de sus integrantes. Las actividades que conjuntan a la estrategia tienen diferentes objetivos, tanto de uso como de destino al mercado, para responder a las diferentes necesidades de la familia. La familia se organiza en el desarrollo de las tareas que se proponen de acuerdo al sexo y a la edad en una estructura jerárquica (Martínez y Domínguez, 1992; Cragnolino, 2002; Lanza y Rojas, 2010). En la comunidad de Playa Ventura, las unidades de producción conjuntan una estrategia conformada por la producción del traspatio, la agricultura (milpa y cultivos asociados), ganadería mayor y menor, la pesca ribereña, la cacería de subsistencia, la recolección de plantas (frutos, medicinales, leña) y servicios de turismo y ecoturismo. A través de esta estrategia la familia usa, maneja y reproduce los recursos naturales, además de transmitir en los procesos cotidianos el conocimiento ancestral heredado de padres a hijos, así como herramientas tradicionales que les permiten realizar el manejo integrado de sus recursos (suelo, agua, plantas, animales y recursos marinos) presentes en su territorio.

Los traspatios como subsistemas integrales

Dentro de la estrategia familiar de la comunidad de Playa Ventura, interesa resaltar el papel del traspatio como ámbito de reproducción del guajolote, objeto de este estudio.

El traspatio (TP) (Jerez, 1994; Steinberg, 1998), huerto familiar (HF), solar (Estrada et al., 1998) o también llamado huerto casero (Lok, 1998), es el espacio distribuidos en las áreas rurales de México donde se aprovecha el área física circundante a la vivienda donde habita la familia campesina (Lerner et al., 2009).

En el establecimiento, cuidado y manejo de los traspatios participan activamente los integrantes de la familia; de esta manera se obtienen frutas, semillas, legumbres, flores, tubérculos y tallos (Juan y Madrigal, 2005). El trabajo del traspatio en la comunidad de Playa Ventura se divide entre los miembros de la familia, donde la mujer, además de otras tareas asignadas a su género como la limpieza de la casa, la preparación de los alimentos y el cuidado de los hijos, es responsable de la organización y funcionamiento general, lo que se traduce en un ámbito de confianza y decisión, tanto en la realización de tareas productivas, venta de productos como huevo y animales, o intercambio de animales o plantas con otras mujeres.

En cuanto a los componentes y producción del traspatio, estos resultan altamente productivos, considerando que en su limitada superficie (200 m2 en promedio) hace constantes y diversas aportaciones a la unidad doméstica; involucra un trabajo basado en una vasta biodiversidad, turnando durante el ciclo productivo diversos cultivos tradicionales. En el traspatio se crían animales domésticos y para el manejo general de ese espacio se aprovecha el conocimiento tradicional y recursos disponibles en la unidad de producción. Las contribuciones que el traspatio rinde a la economía doméstica son múltiples y considerables, y éstas se presentan en versiones de ahorro o bien como pequeños ingresos monetarios, así como el aporte básico de productos para la dieta tradicional de la familia, y de vez en cuando se intercambian con vecinos y familiares los productos cosechados, o incluso se comercializan en las plazas locales (Rodríguez, 2006; Rodríguez et al., 2010).

En la jornada de trabajo, la mujer combina las tareas de atención al esposo e hijos, del cuidado de la casa y del traspatio. Saca del gallinero las aves para que tomen baños de sol y busquen insectos o pasto para comer, libera a los “cochis”, cabras del corral y los acompaña a pastorear unas horas al monte; mientras las cabras se alimentan, ella aprovecha para recolectar plantas medicinales, frutos y leña. Por la tarde, limpia sus plantas, remueve la tierra, limpia los albergues de sus animales (gallinas, guajolotes, cerdos, cabras) y cosecha algunos productos. Las mujeres comparten productos como cocos, plantas medicinales, huevos, pollos, “pípilos” o fruta de temporada. Las tareas también incluyen la selección de alimentos de los animales, curación con remedios caseros, dirigen la construcción de corrales y venta de animales.

Los productos de los traspatios de la comunidad aportan bienes de consumo a la seguridad alimentaria y los ingresos familiares, favorecen las oportunidades para mejorar la calidad de vida de la familia. Así las mujeres, en este espacio realizan actividades con base en sus gustos y preferencias en beneficio de la familia. Saben que el traspatio es su alternativa de apoyo para los tiempos de crisis económica y alimentaria. Los conocimientos generados son transmitidos de una generación a otra, y la enseñanza y aprendizaje son continuos.

La cría de guajolotes como subsistema del traspatio

Las mujeres y varones de la comunidad nombran al guajolote como “pípilo” o “totol”. En otras comunidades o regiones de México se le conoce como “cocono”, “huilo”, “kunito” y “picho” entre otros toponimios (Llamas, 2005).

La avicultura en la comunidad en estudio es una actividad popular que se relaciona con la cría de animales domésticos entre los cuales destacan guajolotes, gallinas, “cochis” (cerdos), cabras y en menor proporción vacas. Noventa y cuatro por ciento de las mujeres entrevistadas se encargan de la cría al guajolote y son ellas quienes dirigen el trabajo. Estos resultados coinciden con otros estudios realizados con productores de Xoxocotla, Morelos (García et al., 2012), Dzununcan, Yucatán (Rodríguez et al., 1996), Texán y Tzacala en Mérida, Yucatán (Rejón et al., 1996). Seis por ciento de los entrevistados correspondió a jefes de familia, en virtud de que la figura de ama de casa no está presente y es el varón (padre) quien organiza las tareas de manejo del guajolote y traspatio en conjunto con hijas y nietos.

El sistema de producción de guajolote criollo (Meleagris gallopavo) identificado con base en datos de la FAO (2002) en la comunidad es de tipo tradicional, desarrollado por las unidades familiares en los traspatios de las casas habitación, en la que sus integrantes (jefe de familia, mujer, hijos, nietos y nueras) aportan el trabajo. Lo anterior coincide con Soler (2010), que plantea que los sistemas pecuarios de producción campesina, también llamados producciones de traspatio, son actividades desarrolladas por la unidad doméstica familiar, que consiste en la crianza de aves de diversas especies en los patios, de las casas de las comunidades rurales, en las que se utilizan pocos insumos, la mano de obra para el manejo de los animales es aportada por los miembros de la familia y los productos que se obtienen se destinan principalmente al autoconsumo.

Se registraron un total de 385 guajolotes criados por 31 mujeres y 2 varones (jefes de familia) de la comunidad. Del total de animales registrados 39.5 % (n=152) fueron hembras, adultas llamadas localmente pípilas, 22.4% (n=86) machos adultos y 38.1 % (n=147) “pipilitos” sin diferenciar su sexo. El promedio de guajolotes por unidad familiar o traspatio fue de 11.6, con una varianza de 6.5, alcanzando un máximo de 25 guajolotes para un traspatio y un mínimo de tres para cuatro traspatios.

El promedio de guajolotes machos por traspatio fue de 2.60, con una varianza de 1.49, con un máximo de 59 guajolotes y un mínimo de 1 por traspatio. El promedio de hembras por traspatio fue de 4.60, con una varianza de 5.24, con un máximo de 9 y un mínimo de 2 individuos por traspatio. El promedio de “pipilitos” fue de 4.45, con varianza de 43.22, con un máximo de 12 y un mínimo de cero registrados por traspatio.

La magnitud de la varianza muestra la gran dispersión que existe entre los traspatios en el número de guajolotes con respecto al promedio. En 65 % de los traspatios tienen menos individuos (tanto machos, hembras como pípilos que el promedio, con un mínimo de 1 para los machos, dos para las hembras y cero pípilos. Relacionando este dato con que en 14 traspatios no se contaban con crías en el momento de las entrevistas, destaca que existen dificultades en la reproducción o cría por propensión a enfermedades. De esta manera mejor se opta por evitar la postura en época de lluvias, manteniendo la presencia de al menos un macho y dos hembras, lo que marca un interés en seguirlo reproduciendo. Cuando en la unidad de producción se quedan sin guajolotes, las mujeres piden prestados, compran o intercambian por otros productos parejas de guajolotes para iniciar nuevamente la cría.

Los 15 traspatios que cuentan con más individuos que el promedio representan menos de la mitad del total. Es decir, hay más traspatios (65 %) con menos individuos, lo que indica la falta de interés o dificultad para incrementar o sostener la productividad de los animales.

La preferencia por tener más guajolotas o “pípilas” adultas (n=152) se debe, a mención principalmente de las mujeres entrevistadas, por el aporte de huevos y carne que son utilizados como alimento de la familia. Además el huevo es utilizado en medicina tradicional.

Se registraron dos colores de plumaje de los guajolotes (fenotipo) con base en la metodología propuesta por la FAO (2001): 55 % guajolotes con plumaje gris (n=212), observado principalmente en hembras adultas y 45 % de color negro en machos adultos (n=173), los mismos colores son reportados por Allende et al. (2012) para los guajolotes de la localidad de Zompantle, municipio de Asunción Cacalotepec, Oaxaca. Sobre los colores de los guajolotes García et al. (2012), reportan además de estos colores, al blanco y café para la comunidad de Xoxocotla en Morelos. Al cuestionar si existía alguna preferencia por el color la señora Reina Pérez, menciona “preferimos el color negro y gris porque su carne es más sabrosa, además de que las pípilas son buenas ponedoras, en Copala he visto otros colores como el blanco y café pero esos ya son mejoradas, nosotros ya estamos acostumbradas al negro y gris”. Parecería que este tipo de guajolotes son los que mejor se adaptan a las condiciones de manejo y clima la comunidad.

Aquino et al. (2003), Camacho et al. (2008) y García et al. (2012) recomiendan considerar el color del plumaje para estudios posteriores como un elemento útil para diseñar programas de genética, porque el mosaico de color en las plumas indica el grado de cruzamiento que tienen los guajolotes.

Organización del trabajo y manejo del subsistema de guajolotes

Se resalta el trabajo de la mujer, ya que es clave en el desarrollo y preservación de esta actividad en los traspatios. Al respecto Gutiérrez et al. (2012) también mencionan que la atención de los animales de traspatio es una actividad desempeñada principalmente por las mujeres; las que destinan a las labores con el guajolote de 30 minutos a 2 horas en función de la actividad. Similares resultados reportan Hernández y Jaimes (2003), Vieyra et al. (2004), Losada et al. (2006), que además resaltan la importancia de la mujer en el mantenimiento de los traspatios. Así, 74 % de las mujeres entrevistadas organizan los alimentos que se les darán a los animales, mientras que 15 % de hombres apoyan con el transporte de alimento proveniente de la parcela. El manejo de enfermedades y la preparación de los remedios caseros para curarlas, así como la venta de los animales o sus productos, tales como el huevo, son actividades propias de la ama de casa. La limpieza de los corrales se divide entre las amas de casa (80 %), hijos (10 %) y nueras (10 %). El jefe de familia construye los gallineros (80 %) o encierros para los guajolotes y las aves del traspatio; sin embargo, 20 % de las mujeres apoyan en la construcción, seleccionan el espacio y los materiales a utilizar. Los hijos y nueras también participan en las diferentes labores pero en menor proporción, por ejemplo, apoyan en dar de comer o poner agua a los guajolotes, a colectar los huevos. Además las mujeres (100 %) son quienes supervisan y ponen en cuarentena a los animales enfermos (Figura 2). Cabe mencionar que las mujeres en todo momento supervisan las labores que realizan cada uno de los miembros de las familias.

Labores del traspatio relacionadas con la cría de guajolote.

Figura 2 Distribución de las labores por integrante de las unidades familiares que crían guajolote en Playa Ventura, Copala, Guerrero. 

Respecto al manejo, se considera del tipo tradicional, ya que no existen elementos tecnológicos orientados a la alimentación de los animales, manejo de enfermedades, genética, reproducción y comercialización. El corral tradicional (89 %) es la forma preferida por las mujeres para mantener encerrados a los guajolotes, mismos que son construidos por el jefe de familia con hoja de palma y palos de diferentes plantas del monte (quebrache, palma, zopilote, parota y huizache). Este consta de un área aproximada de 15 m2 con una puerta de acceso que permite el paso a los miembros de la unidad familiar para llevar a cabo diferentes labores. Dentro del corral las mujeres habilitan espacios construidos con materiales de la región (bejucos) para que los animales descansen y “Chitas” para que las “pípilas” depositen sus huevos y los empollen. Otros materiales complementarios al corral son la tela de gallinero (11 %), para el techo se utilizan enramadas construidas con ramas frescas y secas de palma. Es común también observar que anden sueltos los animales en el traspatio aledaño a la casa donde se alimentan de hierbas e insectos. Cuando cae la tarde las mujeres localizan y arrean a los guajolotes, gallinas, y puercos, junto con sus crías a la casa para su resguardo en el corral. Para evitar la confusión de animales en cuanto a la propiedad se les amarra un hilo de color en la pata; lo mismo reporta Bautista (2006) para la región Mixe en Oaxaca.

La alimentación de los guajolotes es tradicional: está integrada por maíz quebrado, tortilla remojada, desperdicios de la casa, principalmente verdura y termitas. Para el estado de Morelos, García et al. (2012) reportan además de maíz, la semilla de calabaza, cacahuate y fruta de mango. López et al. (2008) mencionan que los granos de maíz son el alimento tradicional del guajolote, junto con tortilla remojada y frutos de la región. El uso de alimentos balanceados no se presenta, ya que a mención de una de las informantes son caros, además alimentando a los guajolotes con comida natural los habitantes de las comunidades el Papayo, las Salinas y Marquelia de la Costa Chica de Guerrero recurren a la comunidad de Playa Ventura para comprar a los guajolotes y gallinas, porque en su opinión, la carne es más limpia y sabrosa. Otra forma de alimentarlos es por el pastoreo de plantas silvestres e invertebrados que se localizan en los traspatios o áreas aledañas a la casa. Esto significa que es un sistema que no permite la inversión de dinero para su sostenimiento, y que la posibilidad de la venta está basada en el reconocimiento de la salud del producto al ser alimentado de manera natural.

Se reportan dos tipos de enfermedades frecuentes en la época de lluvias: la viruela (75 %) y diarreas (25 %), López et al. (2008) también las reportan para la región del Balsas, y García et al. (2012) para Morelos. En la época de frio se reportan catarro y gripa. Es evidente la nula vacunación y desparasitación, el tratamiento de las enfermedades se realiza mediante la utilización de remedios caseros (91 %): untan tomate asado, limón o “lodo” que extraen de la laguna “cabeza de charco” en la parte afectada o cuerpo del animal para curar la viruela. Para combatir la diarrea se les da a tomar agua de coco (Cocos nucifera) o agua con cal. Solo aquellos productores (9 %) que destinan su producción exclusivamente a la venta utilizan vacunas o pagan un veterinario. La falta de aplicación de vacunas a los guajolotes por parte de las mujeres de la comunidad de Playa Ventura es similar a la reportada para Morelos (García et al., 2012), Michoacán (López et al., 2008), Oaxaca, (Bautista, 2006) y Puebla (Hernández et al., 2005), cabe señalar que algunas mujeres (n=4) mencionaron colocar un pedazo de carne de víbora de cascabel en agua, misma que posteriormente dan a beber a los animales. Según mención de las personas entrevistadas esto permite que los guajolotes no se enfermen. Otras mencionaron que es mejor dejarlos andar libres porque al comer plantas silvestres los protege contra enfermedades, una informante mencionó que deja libres a sus animales en la época de lluvias para que se alimenten de renacuajos, lo cual también permite que no se enfermen. También se utiliza cal o ceniza que se dispersa en los corrales para contrarrestar las enfermedades y contagios de otros animales. Cuando hay animales enfermos se sacan del corral y se amarran hasta que se curan. El uso de medicina herbolaria utilizada para contrarrestar las enfermedades que atacan a la ganadería de traspatio también es registrado por Jiménez et al. (2012).

Los conocimientos tradicionales respecto al uso y manejo del guajolote son transmitidos de una generación a otra, en donde las mujeres (amas de casa), juegan un papel fundamental al mantener vigente la cría de pípilas principalmente para el sustento familiar, además de ser un espacio donde se reúne la familia, platica y transmiten conocimientos. Además, las prácticas de cría del guajolote se recrean en los intercambios de experiencias y animales dentro y fuera de la comunidad.

Para las mujeres, las razones por las que se mantiene vigente la cría del guajolote y otros animales de traspatio, como las gallinas, son: aporte de carne y huevos a la alimentación familiar (89 %), por tradición familiar (65 %), por la venta (9 %), por ser obsequios para las fiestas de la comunidad (10 %). Similares motivos se reportan en Morelos (García et al., 2012) y en la región Mixe de Oaxaca (Bautista, 2006). Además, Rejón et al. 1996 mencionan que la ganadería de traspatio tiene como objetivo crear un fondo que permita a la familia subsistir en épocas de crisis, asegurando el mínimo básico de subsistencia (calorías) para reponer el gasto de energía empleado en el trabajo. Además, representa una fuente de ahorro y ganancia económica para situaciones de emergencia.

Algunas mujeres (n=35), expresaron que anteriormente la cría de otros animales de corral como los puercos, cabras y vacas formaban parte de la ganadería de traspatio, pero debido a la falta de espacio en la casa se han ido eliminando. Otras causas son la falta de interés por las generaciones jóvenes, que mencionan que requieren muchos cuidados y que es mejor dedicarse al turismo o a la pesca. Aquino et al. (2003) reportan para el estado de Veracruz otras causas como las enfermedades o depredación, el no consumo de carne y la falta de cerco.

Destino de los productos

En la comunidad en estudio se registraron dos tipos de unidades de producción de guajolote de acuerdo al destino de la cría:

  • 1. Unidades de autoconsumo (91 %), que son aquellos que destinan sus guajolotes para el sustento de la familia, y que ven en los guajolotes una caja de ahorro, ya que sólo se venden cuando se tiene alguna necesidad o como ellos llaman, “urgencia”.

  • 2. Unidades comerciales (9 %), que destinan su producción exclusivamente para la venta.

Por tanto, se resalta el destino de la producción para el autoabasto familiar. Comparativamente, para la Costa de Oaxaca 68 % de los productores destinan sus aves al autoconsumo, 29 % a la venta, 1.5 % los dan como obsequios y un porcentaje igual lo destinan a apuestas (Camacho et al., 2006).

El sistema de aves de traspatio se encuentra ampliamente distribuido en América Latina, en Asia y África, que abastecen necesidades sociales, religiosas; y por el aporte de carne y huevos (Sonaiya et al., 2002). En México, para las poblaciones campesinas la crianza de guajolote nativo M. gallopavo Linn. en el traspatio es una actividad tradicional y constituye un importante aporte alimentario e ingreso económico (Medrano, 2000). Los usos registrados en este trabajo son: alimento (80 %), obsequios y regalos (15 %), medicinal (5 %), y 100 % mencionó el uso del excremento como abono.

El uso alimentario se refiere al consumo de huevos y carne, se prepara en mole rojo o mole de pipián, asado con chile ajo, en caldo o frito. Lafòn (1997), Losada et al. (2006), Camacho et al. (2012) y García et al. (2012) mencionan la importancia del uso alimentario y su variedad de formas de uso que las mujeres otorgan al guajolote nativo. Llamas (2005), señala la importancia del guajolote en la alimentación familiar porque aporta más proteínas que el cerdo y el pollo, menos grasas que el pollo, res, cerdo y codorniz y más calorías que el pollo, res, conejo y codorniz. Además es rico en vitaminas B1, B3, B5, B6 y B12, biotina, ácido fólico, fosforo, hierro y zinc. Lo anterior, refuerza lo planteado por Guèye (2003) y García et al. (2012) respecto a que la ganadería de traspatio en comunidades rurales, contribuye a mitigar la falta de recursos económicos mediante la venta de los guajolotes y sus productos, además se asegura la alimentación de las familias campesinas.

El uso como obsequio, presenta tres destinos:

  • 1. En fiestas religiosas, se acostumbra a regalar animales de traspatio,

  • 2. Cuando se visita a los compadres se les lleva mole de guajolote y,

  • 3. En los cumpleaños, bodas o bautizos se preparan diferentes guisos.

Para uso medicinal, se utilizan los huevos o los animales vivos para curar algunos síndromes de filiación cultural como el “aire”, el “daño” o “mal de ojo” principalmente a los niños. Consiste en tomar un huevo o el animal y frotar sobre el niño con el padecimiento, pidiendo a Dios su cura. Camacho et al. (2012) reportan el uso de la grasa y plumas de guajolote en la medicina tradicional en la cultura de los pueblos Ayuuk, Chinantecos y zapotecos de la Sierra Juárez de Oaxaca. En todos los traspatios es común el uso del excremento del guajolote y gallinas como abono para los cultivos o plantas comestibles o medicinales.

Otros usos que se han registrado en México es la utilización de sus plumas para hacer mantas ceremoniales, adornos para la cabeza, para el balance de flechas; además del espolón para las puntas de flechas. En la cerámica es frecuentemente el uso de dibujos de esta ave (Llamas, 2005).

Son tres las mujeres que crían guajolotes exclusivamente para la venta, quienes se encargan de comercializarlas en los restaurantes locales o en los mercados de Marquelia y Copala en la Costa Chica de Guerrero.

Los productos que son destinados para la venta son el huevo, con un costo por unidad de $2.00 a 5.00, los animales juveniles se venden en $30 a $60, el animal adulto vivo se vende en $150 en temporada baja y de $250 a $350 dependiendo de la época y ocasión, como en bautizos, bodas, y en diciembre que es cuando arriban a la comunidad turistas para festejar la navidad. La contribución de la ganadería familiar al ingreso, es a partir de la función de ahorro que tiene la crianza de guajolotes nativos y poder solventar algunas necesidades básicas de la familia, al vender o intercambiar. Mujeres provenientes de otros pueblos arriban a la comunidad, de las Salinas se intercambia sal de mar, del Papayo maíz o frijol, sandías, papayas y de Marquelia llevan pescado para poder intercambiarlos por animales del traspatio. Las pípilas se ponen a la venta después de por lo menos tres periodos de reproducción (“puestas”), es decir entre 1 a 3 años de permanencia en la unidad familiar, para aprovechar su capacidad reproductiva y mantener vigente el sistema.

Conclusiones

La cría de guajolote como componente de los traspatios y estrategia familiar en Playa Ventura es una actividad productiva tradicional permanente y persistente, la cual proporciona alimentos cotidianos a la familia, proteína de origen animal mediante el consumo de huevo y carne y, en menor medida, se obtienen ingresos económicos por las ventas.

La cría de pípilos, bajo el sistema en que se lleva a cabo se basa en el uso de materiales locales para la construcción de instalaciones y se busca minimizar la alimentación adicional. El trabajo se asocia a las actividades del traspatio en general y se distribuye entre los miembros de la unidad familiar, organizado por las mujeres.

Las prácticas de cría están inmersas en dinámicas de relaciones con otras unidades familiares y hacia el exterior de la comunidad, lo que permite mantener la persistencia de los pípilos y el sistema vigente; así los conocimientos para el manejo de alimentación, enfermedades y reproducción traspasan el límite del traspatio individual a través de intercambios, préstamos, pláticas y ventas; lo cual permite enfrentar las dificultades de un sistema vulnerable, que de manera individual no podría sostenerse en todas las unidades.

La cría de guajolotes puede subsistir porque se articula a las actividades y aportes del traspatio en general, con la cría de otros animales y el cultivo de otras plantas. De igual modo el trabajo y organización forma parte de un sistema diverso, el cual, a su vez se integra a una estrategia en la que cada actividad aporta recursos para la subsistencia de las familias campesinas de la comunidad.

Las mujeres, con su trabajo, llevan a cabo la crianza de guajolotes y otros animales, así como la organización del traspatio. Esta actividad se transmite a través de la misma práctica a las siguientes generaciones y se va adecuando a los cambios que la comunidad vive.

Agradecimientos

Al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología por la beca otorgada para realizar los estudios de Doctorado del primer autor. A las mujeres de la comunidad de Playa Ventura, quienes aportaron su conocimiento y su valioso tiempo, en especial a las señoras Reina Pérez Ventura y Luz Argüello González, quienes fueron mi guía en la comunidad.

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Recibido: Mayo de 2013; Aprobado: Octubre de 2015

* Autor responsable: gafa666@hotmail.com

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