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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.11 no.3 Texcoco jul./sep. 2014

 

¿Quién toma las decisiones agrícolas? Mujeres propietarias en el Ecuador

 

Who makes agricultural decisions? Women landowners in Ecuador

 

Carmen D. Deere1*, Jennifer Twyman2

 

1 Universidad de Florida. Gainesville, FL, USA. (deere@ufl.edu) * Autor responsable

2 Centro Internacional de Agricultura Tropical. Cali, Colombia (j.twyman@cgiar.org)

 

Recibido: junio, 2014.
Aprobado: julio, 2014.

 

Resumen

Este trabajo investiga si las mujeres propietarias de parcelas participan en las decisiones agrícolas sobre ellas. Con base en una muestra nacional de Ecuador, el análisis demuestra que la gran mayoría de mujeres dueñas participan activamente en la conducción de sus parcelas, sean éstas propiedades de ellas de manera individual o en conjunto con su pareja. También revela que hay diferencias en el nivel de participación de las mujeres, dependiendo de su estado civil o situación marital (si son casadas o unidas en comparación con jefas de hogar solteras, separadas, divorciadas o viudas) y de la forma de la propiedad. Además, su participación varía según la decisión agrícola bajo consideración. De todos modos, nuestro análisis conduce a una conclusión sobresaliente: los datos censales proporcionan una visión distorsionada de la agricultura familiar porque no se toma en cuenta que las decisiones agrícolas son tomadas frecuentemente por la pareja y conllevan a una subestimación de la participación de las mujeres casadas/ unidas como agricultoras.

Palabras clave: género, gerencia de fincas, tenencia de la tierra.

 

Abstract

This study investigates whether women landowners participate in the agricultural decisions about their plots. Based on a national sample from Ecuador, the analysis shows that the large majority of women owners participate actively in the conduction of their plots, whether they are their property individually or jointly with their couple. It also reveals that there are differences in the level of participation of women, depending on their marital status (whether they are married or united, in comparison to heads of households who are single, separated, divorced or widows) and the form of property. Also, their participation varies depending on the agricultural decision under consideration. In any case, our analysis leads to an outstanding conclusion: the census data provide a distorted vision of family agriculture because they do not take into account that agricultural decisions are frequently made by the couple, and they lead to an underestimation of the participation of women married/ united as agricultural producers.

Key words: gender, farm management, land ownership.

 

Introducción

Aunque hace ya más de 40 años que se abrió el campo de investigación, conocido actualmente como género en el desarrollo, todavía no sabemos lo suficiente sobre algunas cuestiones básicas de la agricultura latinoamericana. Por ejemplo, ¿cómo se distribuye la propiedad de la tierra cultivable entre hombres y mujeres?, ¿las mujeres propietarias serán las encargadas de la producción en las parcelas que poseen? Estas preguntas son importantes porque la actividad agrícola todavía se identifica como masculina, aunque cada vez hay más indicaciones de la feminización de la agricultura familiar, asociada principalmente al aumento en la proporción de mujeres rurales jefas de hogar, ya sea en condiciones de jure o de facto.

La creciente preocupación por la seguridad alimentaria y el impacto del cambio climático urgen en alguna medida a conocer con más certeza quién está a cargo de la agricultura familiar, cómo se toman las decisiones agrícolas y si la manera en que éstas se resuelven se relaciona con la forma de tenencia de la tierra. Es importante saber, por ejemplo, si las mujeres agricultoras tienen menor acceso al crédito porque no son dueñas de las parcelas que trabajan y, por lo tanto, no tienen un respaldo hipotecario, o si las mujeres propietarias de tierra son menos propensas que los hombres propietarios de manejar sus parcelas directamente, debido a la discriminación que enfrentan en los mercados de crédito o insumos, o en acceder a la asistencia técnica.

Todavía son pocos los estudios que han examinado en detalle la participación de las mujeres en las decisiones agrícolas3. El único estudio a gran escala fue el realizado en los años noventa por el Banco Interamericano y el Instituto Interamericano de Desarrollo Agrícola (BID-IICA), como parte del proyecto sobre mujeres productoras de alimentos en 18 países de la región. Con base en pequeñas encuestas en cada país, (150 observaciones) dirigidas a mujeres, Kleysen y Campillo (1996) concluyen que, además de tomar parte en las tareas agrícolas, las mujeres rurales participaban también en una amplia gama de decisiones en cuanto a la agricultura4. Aunque estas encuestas no fueron representativas a nivel nacional, agregan estos datos sobre la región para llegar a la conclusión de que la mayoría de las decisiones agrícolas se hacen en conjunto por hombres y mujeres; además, cuando solamente una persona toma la decisión, es más probable que sea ella y no el hombre quien lo haga. De todas maneras, señalan que hay bastante variación en estos patrones, con la prevalencia de decisiones masculinas en algunos países como Colombia, Perú y Uruguay; otros, como Bolivia y Ecuador, donde es más común que se tomen en conjunto; y algunos países de El Caribe donde la mujer es quien tiene la última palabra. Ellas señalan que la participación de la mujer en la producción agropecuaria y en la toma de decisiones no se reconoce lo suficiente y, además, no se registra en los censos agropecuarios porque culturalmente los hombres se consideran los jefes y representantes del hogar.

Nosotras llegamos a conclusiones similares en nuestras investigaciones de las economías campesinas andinas en la década anterior. En su encuesta a 105 hogares campesinos en la provincia de Cajamarca, Perú, Deere (1990) demuestra que cuando se les pregunta a los hogares quién era el/la responsable de la producción agropecuaria, en casi dos tercios de los hogares se informa que el hombre, jefe del hogar. Sin embargo, al preguntar quién o quiénes toman una serie de decisiones específicas, los resultados indican que prevalecen las decisiones conjuntas (algunas veces con la participación de sus hijos). En 42 % de los hogares las mujeres participan en las decisiones relacionadas con la organización de la producción5; en 67 %, sobre el uso de insumos; y en 88 %, sobre las ventas (Deere y León 1982: cuadros 24-26).

En Deere (1982) se demuestra que la participación de las mujeres sobre las decisiones agrícolas está muy relacionada con el tamaño de la parcela del hogar, siendo mayor entre los minifundistas. Esta misma relación se encontró en dos municipios colombianos aunque, en general, la participación de las mujeres rurales en las decisiones agrícolas, al igual que su participación en las labores del campo, fue menor que en la sierra norte de Perú (Deere y León, 1982). Lo que no se investigó en profundidad, tanto en nuestras encuestas en los países andinos como en las BID-IICA, fue la relación entre la participación en las decisiones y la propiedad de la mujer sobre la parcela.

Este trabajo ofrece algunas respuestas a las preguntas inicialmente expuestas en el caso de Ecuador, utilizando los datos de la Encuesta de Hogares sobre los Activos, la cual fue realizada a nivel nacional en 2010 por FLACSO-Ecuador y la Universidad de Florida. Ecuador es un caso interesante por varias razones. Primero, igual que en otros países de América Latina, en general hay una gran concentración de la tierra6 aunque, como veremos, al nivel de la agricultura familiar la distribución de la tierra entre hombres y mujeres es bastante igualitaria. Segundo, el último Censo Agropecuario de 2000 informa que las mujeres son 25.4 % de los agricultores principales (Ecuador, 2002), un porcentaje relativamente alto en comparación con los de otros países de la región. De todos modos, estudios previos indican que las mujeres tienen una alta participación tanto en las labores de campo como en las decisiones agrícolas, particularmente en la Sierra y entre las indígenas (Hamilton, 2000; Kleyson y Campillo, 1996). Nuestro análisis comprueba que la gran mayoría de las que son dueñas de tierra toman parte en las decisiones agrícolas sobre sus parcelas y que, por lo tanto, los datos censales seguramente subestiman el porcentaje de mujeres agricultoras.

El análisis que presentamos también revela que hay diferencias significativas en el nivel de participación de las mujeres, dependiendo de su estado civil o su situación marital (si son casadas o unidas, en comparación con jefas de hogar solteras, separadas, divorciadas o viudas) y la forma de la propiedad (si son dueñas individualmente o con sus esposos). Además, como se ha señalado en estudios anteriores, esto también varía según la decisión agrícola bajo consideración. Aun así, nuestro análisis conduce a una conclusión sobresaliente: los datos censales proporcionan una visión distorsionada de la agricultura familiar porque no toman en cuenta que las decisiones agrícolas frecuentemente son tomadas por la pareja y conllevan una subestimación de la participación de las mujeres casadas/unidas como agricultoras.

En el primer acápite del trabajo analizamos las deficiencias de los censos agropecuarios y cómo éstos han representado un obstáculo en lograr una comprensión mayor de la agricultura familiar en América Latina. Así pues, desarrollamos con más detalle la metodología de la investigación y el contexto del estudio. Luego se presentan los resultados sobre la participación de las mujeres propietarias en las decisiones agrícolas y sus variaciones. Finalmente ofrecemos algunas sugerencias metodológicas de cómo una perspectiva de género puede mejorar tanto los censos como las encuestas de hogares, además de las políticas públicas hacia el sector.

 

Las deficiencias de los censos agropecuarios

La deficiencia fundamental de los censos agropecuarios es que solamente preguntan quién es el agricultor principal, definido según la FAO (la organización que orienta estos censos) de la siguiente manera: "El productor agrícola es la persona civil o jurídica que toma las decisiones principales sobre el uso de recursos y ejerce el control de la administración de las operaciones de la explotación" (FAO, 2007:36). Un problema es que este concepto tiende a mezclarse con el jefe de familia; por lo tanto, si hay un hombre adulto presente se asume que él es agricultor principal, sin tomar en cuenta si maneja la unidad productiva solo o en conjunto con otra persona, como su esposa.

En las orientaciones para la ronda censal de 2010 la FAO finalmente reconoció este problema y se recomendó que la definición se ampliara para tomar en cuenta esas situaciones donde el hogar tiene dos agricultores y conjuntamente administran la finca (Ibid, 2007:36). Además, se abrió la posibilidad de introducir la noción de "subproductores" y "subexplotaciones" en la ficha censal para tomar en cuenta que algunas veces la mujer (o cualquier otra persona) realiza actividades agrícolas o pecuarias independientes dentro de la finca, como una huerta casera o la cría de animales, o cuando cada persona administra su propia parcela, como es común en algunas partes de África. De todos modos, al parecer ningún país de América Latina ha tomado estas sugerencias en serio y, en la ronda de censos de la presente década, se sigue preguntando por un único responsable de la explotación e ignorando la posibilidad de sub-explotaciones dentro de la misma finca7.

Otro problema se relaciona con la tenencia de la tierra. En los censos solo se pregunta si la finca es propiedad de alguien en el hogar, sin precisar exactamente quién o quiénes son los propietarios8. Esta última información es la que se necesita para hacer un análisis de género sobre la distribución de la propiedad de la tierra9. Además, en la mayoría de los análisis basados en los censos se asume implícitamente que la finca es la propiedad del agricultor principal; es importante tomar en cuenta que esto no siempre es así. En muchas regiones de América Latina la parcela podría haber sido heredada por la mujer, por ejemplo, o ser comprada por la pareja después de casarse. Sin información sobre quién o quiénes son los propietarios es difícil elaborar y evaluar las políticas que se propician en algunos países sobre la igualdad de género en el acceso a recursos productivos. También obstaculiza un análisis serio de la relación entre la propiedad de la tierra y la participación en las decisiones agrícolas.

Lo único que uno puede derivar de los censos es si las mujeres consideradas como los agricultores principales son más propensas a serlo cuando se trata de unidades propias del hogar, en comparación con el total general (este último dato es el que toma en cuenta todas las unidades productivas, sin importar la forma de tenencia). El caso de Chile ofrece un ejemplo de esto. El censo agropecuario de 1997 señala que las mujeres representan 21.9 % de los agricultores principales. Al examinar solo las unidades productivas que se reportan como propiedad de los hogares, este porcentaje sube a 24.3 %, lo que lleva a la conclusión de que las mujeres son más propensas a conducir fincas que son del propio hogar, en comparación con las que son arrendadas o con las parcelas dadas al partir (Deere, 2011). Esta información también sugiere que las mujeres pueden estar en desventaja en el momento de tratar de conseguir tierra en arriendo u otras formas de usufructo. También puede ocurrir que las mujeres sean más propensas a considerarse agricultoras cuando ellas son propietarias de una parcela. De todas formas no sabemos con certeza si ellas están tomando decisiones sobre las fincas de su propiedad o si están dirigiendo la finca de su esposo debido a la ausencia de éste. Además, los censos agropecuarios rara vez preguntan el estado civil del agricultor.

Otro problema para el análisis de género de las tendencias de la agricultura familiar es que pocos censos presentan sus datos desagregados por sexo. La última vez que analizamos este tema, sólo once países publicaban tal información y, de éstos, únicamente cuatro la tenían para dos años censales (Deere, 2011: Cuadro 1). Tomaremos el caso de Chile otra vez para ilustrar cómo la falta de datos relevantes obstaculiza un análisis profundo de tendencias que son sumamente importantes. El porcentaje de mujeres en el total de agricultores principales subió de 21.9 % en 1997 a 29.9 % en 2007; el porcentaje más alto en América Latina. Se podría ía relacionado con un aumento notable en el porcentaje de hogares encabezados por una mujer pero, como no se conoce el estado civil de los agricultores, es difícil saber si este incremento se debe al de las mujeres jefas de jure (que son solteras, divorciadas o viudas) o de facto (por la ausencia temporal del hombre, por ejemplo, debido a la migración), o si es producto de una nueva división del trabajo por género, tal vez porque la agricultura ya no es rentable. Y, si esta última situación es el caso, no sabemos si las mujeres están tomando las decisiones solas o juntas con su esposo.

 

Metodología y Contexto de la Investigación

Esta investigación se basa en la Encuesta de Hogares sobre los Activos (EAFF, 2010) que se realizó en el Ecuador como parte del proyecto internacional "La Brecha de Género en los Activos", un estudio comparativo entre Ghana, el estado de Karnataka en la India y el Ecuador10. La muestra de Ecuador incluye 2892 hogares y es representativa de la Sierra y la Costa, y de las áreas urbanas y rurales.

La información sobre la propiedad de la tierra y las decisiones agrícolas se recogió de la siguiente manera. En cada hogar se levantó un inventario de todas las parcelas que pertenecían a alguno de los miembros de éste, siempre preguntando quién o quiénes eran los dueños. Esta parte de la entrevista se le hizo a la pareja principal cuando estaban los dos presentes o, en el caso de hogares en los que esto no ocurría, al hombre o a la mujer que llevaba la jefatura solo/a. En los primeros, después se entrevistó también a cada uno por separado, mientras que a los jefes solos se les hicieron preguntas más detalladas sobre estas parcelas u otras de las cuales eran dueños. Por razones de espacio y tiempo se incluyeron solamente cuatro preguntas sobre las decisiones agrícolas: qué cultivar, cuáles insumos utilizar, cuánto vender de la cosecha y el uso del ingreso generado por las ventas, siempre en referencia al último año11. Para cada decisión se puede determinar si la persona entrevistada toma la decisión sola, con otra persona (y la identidad de ésta) o si no participó en la decisión.

Como Ecuador es actualmente un país predominantemente urbano, sólo 12.5 % de los hogares a nivel nacional informaron que alguien en el hogar es propietario de una parcela agrícola, así como 28 % de los hogares rurales y 7.4 % de los urbanos12. Del total de parcelas, 84.4 % son trabajadas directamente por alguien en el hogar y las restantes son alquiladas, dadas al partir o cedidas a un tercero.

En el Cuadro 1 se muestra la distribución de las parcelas, según la forma de propiedad y el sexo. Llama la atención el hecho de que en el Ecuador la distribución por sexo de la propiedad sobre las parcelas entre el campesinado sea tan equilibrado. Del total de parcelas, 24.7 % son propiedad individual de los hombres; 29.7 %, individual de las mujeres; 36.6 %, propiedad conjunta de la pareja; y 8.8 %, de algún miembro del hogar, conjuntamente con alguien que no reside en éste.

Los datos también indican que, al dar 26.4 % de sus parcelas en arriendo, al partir o prestándolas, las mujeres que son propietarias de sus parcelas de manera individual son más propensas que los hombres a no trabajarlas directamente. Estos resultados son parecidos a los obtenidos en un estudio en México. En su encuesta de cuatro ejidos en el norte de México, Lewis (2002) encontró que las mujeres ejidatarias eran más propensas que los hombres a alquilar sus tierras, cuando el mercado de arriendo se volvió más dinámico después de las reformas de 1992. Esto sugiere que ellas enfrentan más obstáculos al explotar directamente sus tierras o prefieren dedicarse a otras actividades que no sean las agrícolas.

También es útil comparar el tamaño promedio de las parcelas que son propiedad individual de hombres y mujeres. El Cuadro 2 indica que, como promedio, las parcelas que las mujeres tienen como propiedad individual son más pequeñas que las de los hombres y, de la misma manera, que las que son de parejas. Estos datos coinciden con la información disponible en el último censo agropecuario sobre los agricultores principales y su acceso a la tierra13.

Vale la pena señalar que quizá las parcelas en propiedad conjunta con alguien que no pertenece al hogar son más grandes que las otras, si son fincas heredadas no parceladas aún entre los herederos. A excepción de éstas, el promedio del tamaño de las parcelas no trabajadas directamente es siempre más grande que el de aquellas trabajadas directamente por alguien en el hogar, las cuales en general son bastante pequeñas.

 

La participación de las mujeres propietarias en las decisiones agrícolas

Para este análisis nos concentramos en las parcelas que son propiedad de alguien del hogar y que son trabajadas directamente por la familia y pertenecen a una mujer, así como en la información sobre quién participa en las decisiones, la cual es proporcionada por las mujeres dueñas que fueron entrevistadas14. Nuestras variables clave son el estado civil de las mujeres (si están emparejadas o no) y la forma de propiedad sobre la parcela (propiedad individual o en conjunto con el esposo).

En el Cuadro 3 se observa que la gran mayoría de parcelas en esta sub-muestra (78 %) pertenecen a mujeres emparejadas (casadas o unidas), mientras que solamente 22 % es propiedad de mujeres jefas solas (las solteras, separadas, divorciadas o viudas). En cuanto a la forma de propiedad hay un patrón bastante marcado relacionado con el estado civil. La mayoría de las parcelas que son propiedad de mujeres jefas (94 %) es propiedad individual de ellas. En contraste, entre las mujeres emparejadas la mayoría (67 %) es propiedad conjunta con el marido15.

Esto último refleja el régimen matrimonial vigente en el Ecuador de comunidad parcial (o la sociedad conyugal, como se denomina en este país), donde todos los activos que se adquieren durante el matrimonio (menos las herencias) se consideran propiedad conjunta de la pareja, sin importar quién generó los ingresos para comprarlos. Además de las herencias a título individual, los activos que se adquieren antes de casarse también se consideran legalmente como propiedad individual. Estas mismas reglas aplican a las uniones consensuales si se cumplen ciertos requisitos de duración y fidelidad. Como se muestra en el Cuadro 3 este régimen favorece a las esposas16 en que muchas más de ellas han conseguido la propiedad de una parcela durante el matrimonio que por cualquier otra vía. A la vez no se puede despreciar la importancia de la propiedad individual, generalmente conseguida a través de la herencia de los padres, la cual representa casi un tercio del total de las parcelas de mujeres.

El Cuadro 4 presenta la información sobre el porcentaje de mujeres dueñas que participan en las cuatro decisiones agrícolas en consideración, según su estado civil. Primero, es importante notar que no siempre se informa sobre cada una de las decisiones, pues no siempre son relevantes en todas las parcelas; es decir, no se utilizan insumos comprados en todas éstas ni se vende algo de la producción. Segundo, se puede apreciar que, en general, la gran mayoría de las mujeres propietarias ecuatorianas participan en estas decisiones críticas, pero a su vez hay alguna variación según el estado civil y la decisión.

Casi todas las mujeres que no tienen pareja participan en las cuatro decisiones; no así las mujeres emparejadas, cuyo nivel de participación varía más dependiendo de la decisión. La información sugiere que no todas las mujeres dueñas emparejadas se envuelven en las decisiones relacionadas con la producción; más bien, ejercen sus derechos de propiedad en el momento de decidir sobre la disposición de la cosecha y el uso del ingreso proveniente de las ventas.

El Cuadro 5 presta atención a la forma en que se toman las decisiones: si éstas son tomadas por la mujer dueña por sí sola, conjuntamente con su pareja o por otra persona, o si ella no participa. Consideremos primero a las emparejadas; aquí hay una clara asociación entre la forma de propiedad de la tierra y la de tomar las decisiones. Las dueñas que son casadas/unidas y propietarias individuales son mucho más propensas a tomar todas las decisiones solas, en comparación con las co-propietarias. En contraste, las co-propietarias de sus parcelas tienden más a tomar las decisiones en conjunto con otra persona, casi en todos los casos con sus esposos, quienes son generalmente los copropietarios.

Lo que tal vez podría llamar la atención en este cuadro es que las mujeres que son dueñas únicas de sus propiedades también son más propensas que las co-propietarias de no participar del todo en la decisión sobre qué cultivar. Esto sugiere que algunas mujeres propietarias casadas/unidas están muy seguras en sus derechos de propiedad sobre la tierra, y están ejerciendo la opción de no participar en la producción agrícola. Esto puede ser porque en Ecuador esta actividad es menos prestigiosa que tener un empleo fuera de la finca y un ingreso independiente. Aunque son pocos los casos, aun así los datos demuestran que se interesan más en el momento de decidir sobre la venta de la cosecha y los ingresos generados por ésta.

En cuanto a las mujeres dueñas sin parejas, hay muy pocos casos de parcelas en co-propiedad, en ocasiones con los ex maridos, antes de una disolución formal de la relación, o con los hijos/as o los hermanos/as. Como ya se observó, la mayoría de las parcelas de mujeres jefas de hogar solas son de propiedad individual y ellas mismas son las que toman todas las decisiones a este respecto. Por su parte, las que están emparejadas son más propensas a decidir solas cuando las parcelas son propiedad individual que cuando es de manera conjunta.

 

Conclusiones

Este análisis sugiere que cuando los censos agrícolas asumen que el hombre jefe de familia es el que dirige la agricultura familiar se está subestimando la participación de sus esposas, especialmente cuando ellas son dueñas o co-propietarias de la parcela. En Ecuador, donde la co-propiedad entre esposos es bastante común, se ha demostrado que las decisiones agrícolas se toman principalmente en pareja pero, además, hay un buen número de esposas que son propietarias únicas de sus parcelas y las manejan directamente. En este caso, considerar al hombre jefe como el agricultor principal representa una seria distorsión de la realidad.

Esto nos lleva a la conclusión de que, en realidad, en los censos agrícolas de hoy solo se está midiendo la proporción de mujeres sin parejas entre los jefes de hogar dedicados a la agricultura. No se está midiendo la composición de quiénes toman las decisiones sobre la producción agrícola o su disposición.

Esto tiene serias implicaciones para cualquier análisis que se intente llevar a cabo sobre la agricultura familiar en América Latina como, por ejemplo, sobre la productividad por sexo (Quisumbing, 1996). Se estarían comparando unidades encabezadas por una mujer con unidades que representan una amplia variedad de situaciones, todas consideradas bajo la categoría de unidades encabezas por un hombre: algunas donde predominan las decisiones masculinas, otras en las que la pareja las toma en conjunto y otras donde predomina lo que la mujer decide. Además, sin una base de datos que refleje la realidad en cuanto a la manera en que se toman las decisiones agrícolas, es imposible evaluar el efecto de políticas que intenten cambiar las prácticas agrícolas como, por ejemplo, el introducir prácticas más eficaces para combatir el cambio climático.

Recomendamos como mínimo que en los censos agrícolas y en las encuestas de hogares se dé la opción para que el/la entrevistado/a indique hasta dos personas (y su sexo) como los agricultores principales de la unidad de producción. Por lo tanto, apoyamos la propuesta de la FAO (2007) al respecto y sugerimos que la organización redoble sus esfuerzos con las oficinas de estadísticas y ministerios de agricultura para lograr que se mejore la calidad de la información en la próxima ronda censal. Además, como se ha demostrado, para poder analizar esta información de una forma apropiada es imprescindible tener datos sobre el estado civil de los agricultores y, especialmente, sobre quiénes son los propietarios de las parcelas17.

Las encuestas de hogares o fincas tienen la gran ventaja de que pueden entrar en un número más grande de temas y en más detalle que los censos, y son principalmente en éstas donde sería apropiado preguntar de forma desagregada sobre las diferentes decisiones agrícolas. Como hemos demostrado, hay bastante variación en la participación de las mujeres dependiendo de la decisión a considerarse, y al nivel de cada parcela en función de quién es el dueño. Además, también se debe recoger información relacionada con las actividades pecuarias y sobre la propiedad de otros activos, incluyendo los animales y el equipamiento agrícola. Estas sugerencias deberían mejorar la calidad de las estadísticas agropecuarias y facilitar el análisis de género de la agricultura familiar, lo que a su vez podría facilitar el diseño de políticas públicas sensibles al género.

Finalmente, hay que realizar nuevas investigaciones sobre las mujeres propietarias individuales quienes, en el caso de Ecuador, suelen ser jefas solas y son más propensas que sus pares masculinos a no trabajar sus tierras directamente. En este trabajo hemos podido comprobar que generalmente las propietarias participan de forma activa en las decisiones relacionadas con la producción de sus parcelas cuando éstas son cultivadas directamente. Por lo tanto, no es que ellas no se interesen en la agricultura, sino que más bien hay que profundizar sobre los obstáculos que enfrentan al momento de poner a sus propiedades a producir.

 

Literatura Citada

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Notas

3 Es llamativo que ni el informe anual de la FAO (2011), que se dedicó al tema de las mujeres en la agricultura, se haya preocupado por este tema.

4 Entre las preguntas que se hicieron están: quién decide qué cultivar y dónde; los insumos e implementos que se compran o utilizan; el tipo de ganado a criar; la organización del trabajo y la administración de la parcela; el porcentaje de la cosecha de consumo o venta; dónde vender y a quién; el uso del ingreso monetario de las ventas; y el acceso y utilización del crédito.

5 Definido según quién decide dónde y cuándo sembrar, la contratación de mano de obra no-familiar, y la coordinación del trabajo de campo.

6 El índice Gini de concentración del acceso a la tierra, según los datos del Censo Agropecuario de 2000, fue calculado en 0.80 (Ecuador, 2002).

7 Discusión con los participantes, representantes de las oficinas de estadísticas y ministerios de agricultura, en el Taller de Mejoramiento de las Estadísticas Agropecuarias para la Igualdad de Género, Caixas do Sul, Brasil, 12 y 13 noviembre de 2012.

8 Ver Deere, Alvarado y Twyman (2012) para un análisis de las deficiencias de la mayoría de las encuestas de condiciones de vida del Banco Mundial en América Latina con respecto al tema, y cómo el análisis por jefatura del hogar subestima la proporción de terrenos y otros activos que son propiedad de las mujeres.

9 La importancia para la mujer rural de ser propietaria de una parcela ver Agarwal (1994), Deere y León (2001), Deere (2011) y Lastarría-Cornhiel et al. (2014).

10 La investigación inicial fue financiada por el Gobierno de los Países Bajos y actualmente está siendo financiada por ONU Mujeres-Nueva York y la Fundación Vanguardia. Ver Doss et al. (2011) para los resultados sobre activos y riqueza del proyecto comparativo y Deere y Contreras (2011) para más detalles sobre el estudio del Ecuador y la metodología de la encuesta. Los datos comparativos sobre la propiedad de la tierra y la participación de las mujeres en las decisiones agrícolas se resumen en Deere et al. (2012).

11 También se preguntó sobre las decisiones relacionadas con las inversiones en infraestructura, pero en relativamente pocas parcelas, sólo en 12.4 %, se había realizado alguna en los últimos cinco años. Además, se preguntó sobre las decisiones en cuanto a la crianza y el cuidado de la ganadería y los animales, pero estos datos todavía no se han procesado.

12 Este cálculo excluye las parcelas o fincas que se trabajan con cinco o más trabajadores; las cuales en la encuesta se trataron como empresas. Por tanto, los datos en este trabajo siempre se refieren a la agricultura familiar, es decir, el campesinado.

13 En el año 2000, las mujeres agricultoras, que representaban 25.4 % de los agricultores principales, tenían acceso a sólo 11.7 % de la superficie de las unidades de producción agropecuaria, y los hombres a 88.2 %. Por lo tanto, las parcelas dirigidas por las mujeres eran más pequeñas que las de los hombres (Pontón y Pontón, 2008).

14 Esto se debe a la metodología anteriormente descrita; solamente se hicieron las preguntas sobre las decisiones agrícolas a la persona que se declaraba propietario o co-propietario de una parcela. Desafortunadamente no tenemos información sobre la participación de mujeres que no son dueñas para poder comparar los resultados. Para las parcelas que están en co-propiedad entre los esposos tenemos dos fuentes de información, de él y de ella, pero en este análisis nos concentramos solamente en las respuestas de las mujeres. Ver Twyman, Deere y Useche (2014) para un análisis de cómo la percepción de los maridos sobre la participación de las mujeres muchas veces son diferentes a las de ellas y subestiman su contribución.

15 Hay solamente un caso donde la propiedad conjunta es con alguien que no sea el marido.

16 Utilizamos el término 'esposa' para referirnos tanto a mujeres casadas como a las que están en unión de hecho; igualmente para los maridos.

17 Ver Doss (2014) para sugerencias específicas de cómo se debe coleccionar esta información.

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