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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.11 no.3 Texcoco jul./sep. 2014

 

Estrategias de reproducción familiar en las fincas cafetaleras del soconusco, Chiapas

 

Family reproduction strategies in coffee plantations of the soconusco, Chiapas

 

María del Rosario Ayala-Carrillo*1, Emma Zapata-Martelo1, Blanca Suárez-San Román2, Austreberta Nazar-Beautelspacher3

 

1 Campus Montecillos. Colegio de Postgraduados. México (madel@colpos.mx, emzapata@col-pos.mx). * Autor responsable

2 Grupo Interdisciplinario sobre Mujer, Trabajo y Pobreza, A. C (suarezblanca@yahoo.com.mx).

3 El Colegio de la Frontera Sur (anazar@ecosur.mx)

 

Recibido: junio, 2014.
Aprobado: julio, 2014.

 

Resumen

El espacio fronterizo que comparten México y Guatemala destaca por el intenso desplazamiento de la población guatemalteca indígena que se emplea como jornaleros(as) y emigran temporalmente con algunas(os) integrantes de la familia: niños, niñas y adolescentes, para dirigirse a las principales regiones agrícolas y lograr una oportunidad de trabajo y de ingresos. El presente artículo se centra en tres aspectos principales, enmarcados en la discusión de las estrategias de reproducción: la migración como un componente de dicha estrategia, la composición de las familias y, finalmente, cómo el trabajo infantil se torna fundamental para la sobrevivencia de la familia por su aporte económico.

Palabras clave: estrategias familiares, trabajo infantil, trabajo jornalero.

 

Abstract

The border space that México and Guatemala share stands out because of the intense movement of the indigenous Guatemalan population employed as day workers and who migrate temporarily with some members of the family: boys, girls and teenagers, to go to the main agricultural regions and attain an opportunity for work and income. This article is centered on three principal aspects, framed by the discussion of reproduction strategies: migration as a component of such a strategy, family composition and, finally, how child labor becomes essential for the survival of the family because of their economic contribution.

Key words: family strategies, child labor, day worker labor.

 

Introducción

La frontera sur de México es el paso obligado de miles de migrantes que tienen como destino los EE. UU., pero un número considerable de ellos(as) tiene a la propia frontera como lugar de trabajo. De quienes se quedan en México, 88.5 % van al municipio de Tapachula, Chiapas; de esta cantidad, 77.4 % se ocupa en el sector agropecuario (EMIF-GUAMEX, 2009), principalmente en las fincas cafetaleras que producen para la exportación.

La precariedad del trabajo jornalero y los ingresos que reciben no les permite salir de la pobreza, entonces ¿Qué estrategias de reproducción utilizan para sobrevivir? ¿Cuáles son las diversas formas en que las familias hacen frente a las difíciles condiciones de vida? En este artículo se analizarán las principales estrategias utilizadas por los jornaleros(as) que trabajan en las fincas cafetaleras de la región Soconusco, Chiapas: migración, composición y tamaño de los hogares; e intensificación del trabajo asalariado y doméstico donde se incorporan niños, niñas y adolescentes, entre otros.

La información se recabó en 13 fincas del Soconusco durante 2011 y se encuestó a 452 personas, quienes dieron información de otros integrantes de su familia, dando un total de 2974 datos familiares. El mayor porcentaje de quienes arriban a las fincas nació en Guatemala (93.5 %), 46.9 % son hombres y 46.6 %, mujeres. Únicamente 6.4 % nació en México (3.7 % hombres y 2.6 % mujeres). Proceden principalmente de los departamentos de Quetzaltenango, Huehuetenango y San Marcos, los cuales tienen elevados índices de pobreza y pobreza extrema.

Partimos del concepto de estrategias como base teórica para aproximarnos al estudio de la participación económica de niños, niñas y adolescentes, haciendo hincapié en su contribución laboral como una de las principales estrategias de reproducción y aporte monetario al gasto familiar. La migración y el número de hijos e hijas son parte de estas prácticas.

 

Estrategias de reproducción familiar

El enfoque de estrategias de reproducción familiar4 se empezó a utilizar desde los años setenta del siglo XX (Oswald, 1991); sin embargo, cobró importancia en los años ochenta, a partir de la implementación de las políticas de ajuste estructural en distintos países. Hubo interés por analizar los efectos de dichas políticas en situaciones de pobreza y en las acciones desarrolladas por las familias para su reproducción, y abordar la incapacidad del trabajo asalariado de una sola persona para cubrir las necesidades del grupo doméstico. Con ello se evidenció que la propuesta de modernización había llegado a su fin al agotarse el modelo de acumulación de capital existente (Zapata et al., 2008). Si bien el marco de las estrategias ha sido criticado, debido a que existen inconsistencias teóricas y metodológicas y a que la temática podría ser retomada desde los supuestos clásicos weberianos de la acción social (Moguel y Moreno, 2005), lo cierto es que siguen realizándose estudios en torno a las actividades que las familias de los sectores más pobres desarrollan para su supervivencia (Arteaga, 2007). Independientemente del tipo de sociedad, las estrategias se conciben como un mecanismo de respuesta que busca amortiguar los efectos de las sucesivas crisis.

Los estudios sobre estrategias familiares han aportado conocimientos cualitativos y cuantitativos acerca de las diversas actividades y acciones que las familias y los individuos en condiciones de pobreza despliegan con el objetivo de reproducirse y vivir cotidianamente (Arteaga, 2007) porque dan cuenta de procesos de orden económico, demográfico, político y social que determinan las estructuras de opciones de los individuos (Villasmil, 1998).

Las estrategias de reproducción social fueron definidas por Bourdieu (1995:89) como "líneas de acción objetivamente orientadas que los agentes sociales construyen continuamente en la práctica y que se definen en el encuentro entre el habitus y una coyuntura particular del campo". Es a través del conjunto de las estrategias que las familias se reproducen biológica y socialmente5. Éstas se especifican según la forma de capital que se ha de transmitir y, por tanto, a partir de la composición del patrimonio (Bourdieu, 2011); es decir, por una parte se deben tomar considerar las diferentes formas de capital con que se cuenta y se quiere transmitir y, por otra, el estado de los mecanismos de reproducción (mercado, trabajo, derecho, derecho sucesorio o de propiedad, institución y título escolar, etcétera) (Bourdieu, 2011:39).

Las estrategias están orientadas a reproducir la familia. La familia es "el sujeto de las estrategias de reproducción social ya que, por un lado, es el núcleo a partir del cual sus integrantes articulan sus acciones para garantizar su reproducción física y social y, por otro, es el ámbito donde se forman las disposiciones primarias de los agentes; es decir, el habitus que se constituye en el principio de acción de sus prácticas sociales y, por lo tanto, de sus estrategias" (Bourdieu, 1994:10). El mismo autor considera que "el vínculo matrimonial se muestra como uno de los instrumentos propuestos más seguros, en la mayor parte de las sociedades (e incluso en las sociedades contemporáneas), para asegurar la reproducción del capital social y del capital simbólico, salvaguardando a la vez el capital económico" (Bourdieu, 2011:42). La familia está conformada para y por la acumulación y la transmisión, que actúa como sujeto colectivo y no como simple conjunto de individuos (Bourdieu, 2011:49). La familia y las estrategias de reproducción son socias en este juego: sin familia no habría estrategias de reproducción; sin estrategias de reproducción no habría familia (Bourdieu, 2011: 48).

Para sistematizar su análisis, Bourdieu ha clasificado las estrategias en: 1) de inversión biológica, entre las cuales se encuentran las de fecundidad, matrimoniales y de profilaxis; 2) de sucesión, que buscan la transmisión del patrimonio familiar entre las generaciones; 3) educativas, que comprenden las escolares y éticas que constituyen la esfera moral de la familia; 4) de inversión económica, orientadas a la perpetuación del capital en sus diferentes especies y 5) de inversión simbólica, que constituyen las acciones tendientes a conservar y aumentar el capital de reconocimiento y a favorecer la reproducción de los esquemas de percepción y apreciación más favorables al grupo familiar (Bourdieu, 1994: 5-6).

Para poner en práctica las estrategias de reproducción, Bourdieu considera que se debe contar con algunos capitales6 básicos, entre los que se encuentran: 1) el económico, entendido como cualquier tipo de bien directamente convertible en dinero o derechos de propiedad; 2) cultural, que puede existir en tres estados: incorporado (disposiciones, habilidades y capacidades del cuerpo y la mente), objetivado (bienes culturales) e institucionalizado (títulos académicos); 3) social, entendido como la capacidad de los agentes de movilizar recursos a partir de su red de relaciones sociales, y 4) simbólico, comúnmente llamado prestigio, reputación o renombre (Bourdieu, 1986: 243).

No siempre se cuenta con todos esos capitales económicos, culturales, sociales y simbólicos, como lo propone Bourdieu pues, en su caso, las personas pobres tienen que hacer uso de otros activos como estrategias que permitan la reproducción social. Arteaga (2007) propone dos activos de las estrategias de sobrevivencia: a) la mano de obra, porque las familias pobres con frecuencia movilizan mano de obra adicional ante la escasez de ingresos, principalmente a través de la incorporación de mujeres, niños, niñas y adolescentes; b) las relaciones familiares, puesto que la estructura y la composición de los hogares se ajustan a los cambios, con el fin de establecer redes de apoyo familiar; dichos activos se ubican dentro de lo que Bourdieu llama capital social.

Las relaciones familiares rara vez se consideran como un activo pero, de hecho, desempeñan una función importante para adaptarse a los cambios del ambiente externo. Por ejemplo, la composición y estructura del hogar, así como la cohesión entre sus miembros, puede determinar la capacidad para movilizar mano de obra adicional, principalmente la de mujeres, niños, niñas y adolescentes. Los hogares son importantes instituciones adaptables que proveen mecanismos para juntar ingresos y otros recursos, y para compartir el consumo. En épocas de dificultades económicas los hogares hacen las veces de redes de seguridad (Moser, 1996).

Los y las jornaleras que se emplean en las fincas cafetaleras son pobres, migrantes e indígenas. Utilizan diversas estrategias de reproducción, entre las que se encuentran la migración, la conformación y el tamaño de los hogares y la incorporación de niños, niñas y adolescentes al trabajo productivo y reproductivo, aspectos que serán analizadas en esta investigación , dando mayor hincapié al trabajo infantil y su contribución económica al ingreso familiar.

 

La migración como estrategia de reproducción

La migración es un componente fundamental de las estrategias de sobrevivencia que ha llevado a las familias rurales a modificar el esquema de hogar fijo por un tipo de hogar móvil donde sus miembros, de acuerdo con su edad, género y oportunidad de empleo o de mercadeo, entre otros, deben rotarse en el tiempo de permanencia y moverse en el espacio rural, urbano, nacional e internacional (Fauné, 1995:200). La migración corresponde al capital social propuesto por Bourdieu, ya que a partir de éste se movilizan recursos humanos por medio de redes sociales construidas. Esta movilidad ha dado lugar a vínculos multi-territoriales en migraciones trasnacionales.

Pepin y Rendón (1989) afirman que los campesinos emigran en busca de fuentes de trabajo, permanentes o temporales, en el marco de las estrategias de reproducción de las unidades domésticas. En sus estudios, en contextos rurales, De Oliveira y Salles (1989) señalan que la migración es una estrategia de reproducción familiar, aunque existe diferenciación en la utilización de la fuerza de trabajo, pues no todos ni todas migran en la misma medida, con la misma facilidad, y tampoco realizan los mismos trabajos. La decisión de migrar es una estrategia de los grupos domésticos (Arizpe; 1989: 225), donde cada uno de los integrantes tiene una participación diferente.

Arteaga (2007) identificó una serie de estrategias desarrolladas por los inmigrantes, que se insertaban en el trabajo industrial, donde el parentesco jugaba un importante papel; entre éstas se encuentran: 1) apoyo familiar para encontrar trabajo; 2) apoyo familiar para la asistencia y sobrevivencia; 3) participación de niños y mujeres en el mercado laboral; 4) incorporación de huéspedes en el hogar; 5) cambio en los patrones de consumo familiar; y 6) cambios en la composición familiar.

En el caso de los y las jornaleras guatemaltecas, la migración temporal hacia las fincas cafetaleras es una estrategia de reproducción familiar que les ha permitido subsistir por varias generaciones. La iniciativa más viable es la de migrar hacia las plantaciones de café porque no tienen medios para hacerlo hacia otros lugares como EE. UU., donde el proceso es más costoso, ya que provienen principalmente de tres de los departamentos más pobres de Guatemala: Huehuetenango, Quetzaltenango y San Marcos, donde tienen pocas opciones de trabajo asalariado.

Los y las jornaleras guatemaltecas ven en la migración un activo, a través del cual heredan a sus descendientes uno de los capitales con que cuentan: la migración familiar y su forma de trabajo, capital incorporado a través de la capacidad y capacitación del cuerpo y la mente que les habilita para dichas actividades. Por medio de la migración establecen redes sociales y conocimientos de cómo, dónde, cuándo y con quién cruzar. Cómo llegar a las fincas para poder trabajar, en qué temporada se demanda más mano de obra, cómo realizar el trabajo y cuáles son las mejores fincas para ocuparse, así como el conocimiento que tienen del lugar y la tradición en el trabajo. Este conocimiento es uno de los capitales que poseen y, como dice Bourdieu, lo pueden heredar a sus descendientes para reproducirse socialmente a través de generaciones.

Los procesos migratorios de Guatemala a México son parte de la historia de la región desde hace más de 150 años cuando la cafeti-cultura requirió mano de obra jornalera para su expansión. La de guatemaltecos(as) indígenas y pobres fue la más solicitada puesto que, además de que se ubican geográficamente en la misma región, conocen el territorio, son mano de obra fácilmente explotable y por su condición de indocumentados(as) no pueden organizarse ni exigir condiciones dignas de trabajo.

Duarte y Coello (2007) señalan que para los y las jornaleras guatemaltecas son varias razones las que los atraen para trabajar en el Soconusco: existencia de fuentes de trabajo que escasean en Guatemala y mejores salarios que los ofrecidos por los finqueros de la costa guatemalteca. Quienes llegan a las fincas cafetaleras de Chiapas generalmente viven cerca de la frontera; incluso, pueden llegar caminando y van por su propia cuenta. Pocos grupos arriban a través de los enganchadores que por encargo de los finqueros los contratan en Guatemala y se hacen cargo de tramitar los documentos para pasar la frontera con México.

La migración es selectiva, lo que significa que no todos los integrantes de la familia viajan. Algunos se quedan en sus lugares de origen y se hacen cargo de otras actividades de producción y reproducción. Del total de las familias que se integraron en la investigación, 48.4 % migró a las fincas cafetaleras y los demás (51.5 %) permanecieron en Guatemala.

Si se consideran las generaciones de guatemaltecos que han sido y siguen siendo jornaleros(as), se puede observar que la migración hacia las fincas es una estrategia de supervivencia que les ha permitido palear algunas consecuencias de la pobreza, ya que les proporciona recursos económicos para alimentación durante pocos meses del año, aunque no soluciona el problema estructural de la pobreza en que viven.

Zapata et al., 2012 y Suárez et al., 2012 han documentado que por varias generaciones los(as) guatemaltecos(as) se han empleado como jornaleros y jornaleras en las fincas del café y han movilizado sus recursos humanos a través de redes de relaciones sociales consolidadas a lo largo del tiempo. Su historia migratoria comienza a edades muy tempranas; de los integrantes de las familias guatemaltecas que participaron en esta investigación, 34.5 % migraron por primera vez cuando eran infantes o adolescentes y sólo 9.2 % después de los 18 años, como se observa en la Figura 1. De los adultos, el mayor número dijo haberlo hecho después de los 18 años.

El trabajo en las parcelas de café también comienza desde temprana edad, entre los 10 y 15 años en promedio, aunque algunos(as) iniciaron en el corte entre los tres y los cinco años, recolectando el fruto de las ramas más bajas o recogiendo el que se cae al suelo. Así, poco a poco van adquiriendo experiencia como trabajadores en las actividades agrícolas. Rivera (2011) aporta información similar a ésta para la región.

Del total de familias jornaleras incluidas en el estudio, 46 % reportó que viene a trabajar a México desde hace más de diez años; 48 %, entre uno y diez años, y 6 %, menos de un año (Figura 2). A ello se debe que con frecuencia se observen tres generaciones de la misma familia trabajando en la cafeticultura del Soconusco. El número de mujeres disminuye conforme pasan los años, pues ellas tienen en promedio 9.7 años como jornaleras, en comparación con 13.5 años de los varones; ellos alcanzan un máximo de 47 años en ese trabajo, mientras las mujeres solamente 39 años, lo que indica que migrar hacia las fincas en busca de trabajo y "mejores" ingresos ha sido una estrategia familiar que ha estado presente durante varias generaciones y se ha heredado como forma de perpetuar el capital y transmitirlo como parte del activo familiar.

El proceso migratorio implica trasmisión del conocimiento: cómo llegar por lugares aparentemente intransitables (principalmente lejos de estaciones migratorias pues se trata de indocumentados); las fechas en que comienza y termina la cosecha (pues ya están preparados y han decidido quiénes viajan y quiénes se quedan en sus lugares de origen); cuáles son las mejores fincas para trabajar (ya sea porque les pagan más o porque en ellas no les piden permisos migratorios y aceptan el trabajo infantil), las redes sociales que han establecido, entre otros, son de los activos que permiten que la migración sea una estrategia familiar exitosa.

 

Composición y tamaño de los hogares

El número de hijos, hijas y otros familiares que viven en una misma casa es otra de las estrategias de reproducción que han utilizado las y los jornaleros(as) migrantes guatemaltecos. Un elevado número de hijos e hijas en estas familias es funcional, ya que requieren de la fuerza de trabajo de sus integrantes para su supervivencia. El hecho de que las mujeres y los niños ingresen en el mercado laboral en números crecientes no significa necesariamente que haya menos hombres que trabajan. Las mujeres y los niños lo hacen principalmente para aportar y no para sustituir el ingreso del jefe o jefa del grupo. Cuanto más pobre es el hogar, mayor es el número de niños, niñas y adolescentes que deben trabajan y la dependencia con respecto al ingreso originado por ellas(os).

En la literatura sobre el campesinado se considera que los(as) hijos(as) son fuente de mano de obra y contribuyen en conjunto con el trabajo de la parcela, en caso de tener una, o con el salario que obtienen de jornales o ingresos fuera del predio. Los padres esperan que los(as) hijos(as) crezcan y puedan integrarse a esa dinámica. Las hijas tienen diferente papel ya que realizan las actividades de reproducción, pero también se integran a la fuerza laboral y últimamente emprenden procesos migratorios tanto a la ciudad como fuera del país (Zapata et al., 2008:16). Al analizar las estrategias económicas, el número de hijos e hijas es importante porque con el aporte de todos(as) buscan sacar adelante a la familia, esto sin decir que las y los miembros tengan igual poder y acceso similar a los recursos. Bourdieu (2011) señala que la estrategia matrimonial y la fecundidad es una entre las indispensables para la reproducción física, social y simbólica, la cual solo se logra a través de los vínculos familiares. La familia y la mano de obra que aporta cada uno de sus integrantes es uno de los principales activos: sin familia no hay estrategias de reproducción y sin reproducción no hay familias; es por ello que entre más integrantes de la familia haya, mayor será la fuerza de trabajo disponible.

En las familias de jornaleros guatemaltecos las mujeres se casan muy jóvenes, lo que significa que tienen un periodo largo de fecundidad. La edad media a la que se casaron o unieron fue de 16.8 años (11-27); 18.1 % lo hizo entre los 11 y 14 años, y 34.7 % entre los 15 y 16; es decir, en más de la mitad de las mujeres (52.8 %) esto ocurrió antes de cumplir 17 años. En estas familias el comportamiento reproductivo es muy próximo a la fecundidad natural, en la que casi la totalidad de los(as) hijos(as) son deseados; la anticoncepción se practica muy poco o nada y los intervalos intergenésicos están dados por la lactancia (en promedio 27 meses entre cada uno de los hijos) (Zapata et al., 2014), lo que contribuye a que exista un número elevado de hijos e hijas que se incorporan al trabajo, pero que también son aprovechados por el sector agroexportador del café en México.

Las familias guatemaltecas consideradas en el estudio son extensas; en promedio tienen 4.5 integrantes, aunque se encontraron algunas de hasta 21 personas entre hijos(as), nietos(as), nueras, yernos, puesto que varias familias viven en una misma casa, maximizan sus ingresos y distribuyen los gastos de manutención familiar, además de que les permite ahorrar en otros aspectos como, por ejemplo, en los pagos de servicios y vivienda. La migración hacia los cafetales es familiar y en ella las personas actúan de manera colectiva para maximizar los ingresos y minimizar los riesgos.

Como se observa en la Figura 3, el mayor número de integrantes de la familia que migran a las fincas son hijos, hijas, jefe de familia, esposa y nietos; se trata de familias extensas debido a que muchos de sus integrantes viajan, incluso hasta personas muy cercanas que no son realmente parte de la familia, pero que mantienen una relación muy cercana con ésta.

En las familias de estudio se encontró que 14.5 % más de niños, niñas y adolescentes llegan a las fincas mexicanas, respecto a los que se quedan en Guatemala, razón por la cual éstas registran sobrepoblación de dichos sectores (Figura 4).

De la población que se encontró en las fincas al momento de la encuesta, destaca que 1031personas (71.5 %) no habían cumplido 18 años y solamente 411 (28.5 %) eran mayores de edad. Así se constata que el mayor porcentaje de los migrantes son infantes y adolescentes. Los niños y niñas más pequeños, de tan solo algunos meses de edad, y hasta los que no cumplen 15 años, constituyen el mayor número, en comparación con los que se quedan en Guatemala.

Cada miembro de la familia tiene diferentes responsabilidades y roles en los hogares. Éstos pueden ser una fuente de desigualdad, especialmente para las mujeres, debido a sus múltiples responsabilidades, porque frecuentemente asumen una parte desproporcionada de la adaptación a la adversidad económica, limitando su capacidad para aprovechar otras oportunidades que pudieran tener al migrar. Según como sea el acceso a los recursos y el control de éstos dentro del hogar, algunos miembros pueden estar bien o mal situados para responder a las dificultades económicas y sufrir efectos positivos o negativos ante las condiciones cambiantes (Moser, 1996).

Cuando se le preguntó a los(as) entrevistados(as) sobre el número de personas que ayudan a la manutención de su familia en sus comunidades de origen, la mayoría (57.8 %) dijo que entre una y tres personas, y 23.6 % mencionó que de cuatro a siete personas. Con estos datos se corrobora que el trabajo que realizan todos los miembros de la familia en los cafetales es necesario para la supervivencia de la misma porque solo incorporando a muchos de ellos (incluyendo niños, niñas y adolescentes) se puede aumentar el ingreso.

La familia también es un activo en la trasmisión de conocimiento. Desde pequeños los niños y las niñas son integrados al ámbito laboral, inmersos en actividades productivas. El trabajo que realizan a lo largo de su crianza moldea la forma en la que se desempeñan, además de que aprenden el oficio productivo y los saberes reproductivos que desarrollarán a lo largo de su vida; es decir, durante ese periodo les son transmitidos todas las habilidades y conocimientos necesarios a lo largo de tres o cuatro generaciones (Pardías, 2013). Es en ese contexto que la herencia juega un papel importante porque la mayoría de los padres de estos niños(as) trabajadores (ambos o alguno de los dos) han laborado desde edades tempranas. El que ellos hayan transitado por estas prácticas en su infancia convierte a hijos e hijas en recursos inscriptos en su trayectoria vital, no alejados de las posibilidades que tienen a la mano para subsistir (Rausky, 2009b). Este tipo de capital social y educativo que se trasmite de generación en generación es lo que Bourdieu (2011) considera indispensable en las estrategias de reproducción familiar, principalmente en las familias pobres, conocimiento que transmiten a sus descendientes: el capital cultural incorporado del conocimiento y habilidades en el trabajo agrícola del café.

Los hogares no son entidades estáticas, constantemente se reestructuran por razones internas, como nacimientos, fallecimientos, matrimonios, cuidado de los niños, conflictos materiales y la necesidad de mantener a los miembros más débiles como los ancianos(as). También se reestructuran por causas externas, como problemas de vivienda y de empleo. A corto plazo los hogares hacen las veces de "amortiguadores", pues reducen la vulnerabilidad de los individuos que se unen a ellos. A largo plazo la restructuración puede producir un aumento o una disminución de la vulnerabilidad del hogar en conjunto, según la contribución financiera o laboral de los nuevos miembros (Moser, 1996). Los distintos integrantes de la familia cumplen múltiples roles a lo largo de su vida en relación con los cambios (jefe/a de familia; cónyuges, hijos, parientes y no parientes), pero con mayor número de integrantes consiguen reducir algunos riesgos y apoyarse mutuamente, logrando sobrevivir en condiciones de pobreza, como lo han hecho a través del tiempo.

Se puede decir que el tamaño y la composición de la familia son algunas de las principales estrategias de reproducción propuestas por Bourdieu (1995), donde los vínculos familiares establecidos a partir del matrimonio y la fecundidad no solo permiten la reproducción biológica de las personas, sino que aseguran también la reproducción del capital social y simbólico que salvaguarda el capital económico de la familia. Esta estrategia ha funcionado para las y los jornaleros guatemaltecos porque siguen teniendo muchos hijos(as), lo cual les permite repartir las actividades productivas y reproductivas. Unos migran y otros se quedan; unos trabajan mientras otros hacen distintas actividades reproductivas, pero todos aportan a la supervivencia familiar.

 

Trabajo infantil y su aporte a la economía familiar

Las causas que explican el trabajo en la infancia son muchas; la mayoría apela a elementos de orden estructural, como la pobreza y los bajos ingresos (Rausky, 2009a), pero se ha señalado que también influyen otros aspectos como la cultura, familia, educación y economía (Costa, 2008); violencia intrafamiliar, permisividad social, y falta de oportunidades de cobertura; calidad y cumplimiento de la obligatoriedad de la educación (OIT/IPEC, 2007:7), así como la insuficiencia de políticas públicas de fortalecimiento familiar y las dificultades del sistema educativo para enseñar en contextos de diversidad (Duro y Macón, 2002; Peiró y Rausky, 2009b). Mendelievich (1980) considera que el factor de mayor peso es la necesidad de aliviar, en lo posible, la miseria en que viven las familias y de contribuir así a satisfacer sus necesidades básicas7.

Otra controversia está relacionada con la contribución del trabajo infantil al bienestar total del grupo doméstico. Albornoz (2010:14) señala que el recurso económico que generan los niños y niñas con su trabajo no contribuye de manera significativa a la economía familiar; si dejaran de trabajar no les faltaría un plato de comida en su casa, salvo casos excepcionales y específicos. Sin embargo, Salazar (1996) calcula que el aporte es de 10 % del presupuesto familiar. En su trabajo sobre jornaleros guatemaltecos migrantes en la frontera sur de México, Girón (2010) también plantea que la aportación de la mano de obra infantil, especialmente de entre 4 y 12 años de edad, puede significar hasta 75 % del total del presupuesto del hogar. En un estudio realizado en la zona de Montería, Colombia se precisa que en algunos hogares el empleo realizado por niños, niñas y adolescentes de 7 a 17 años de edad aporta hasta 20% del ingreso familiar, con el que contribuyen a la educación, vivienda y recreación del conjunto de los miembros de las familias (Lázaro, 2008). En Perú se estima que el trabajo infantil cubre aproximadamente 21.7 % del presupuesto familiar (INEI, 2008).

Otros estudios de OIT/IPEC (2007) señalan que solamente una proporción muy baja de los hogares con niños y niñas trabajadores logran superar el umbral de la pobreza por insuficiencia de ingresos y lo que consiguen es gracias al aporte del trabajo infantil. López y García (2010) sostienen que existen países en los que la realidad económica no permite prescindir del trabajo infantil como parte inevitable para lograr su crecimiento económico.

Cuando se trata de niños, niñas y adolescentes indígenas8 el problema se agrava aún más. Tradicionalmente ellos y ellas realizan tareas en sus hogares y comunidades, las cuales son culturalmente aceptadas y a través de las que reproducen el conocimiento tradicional y aprenden a desenvolverse en su medio; sin embargo, las condiciones de pobreza y discriminación han obligado a las familias indígenas a salir de sus lugares de origen, en búsqueda de oportunidades que permitan garantizar la satisfacción de necesidades básicas. De ahí el enrolamiento hacia diferentes mercados de trabajo donde las condiciones son injustas y perniciosas, como los trabajos relacionados con la migración familiar, estacional o permanente a zonas de agricultura moderna, en donde el trabajo infantil indígena es un motor fundamental inherente a las condiciones de pobreza.

El Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC, 2009) señala que la marginación y la pobreza que enfrentan los pueblos indígenas obliga a que niños, niñas y adolescentes aporten al ingreso familiar, en la medida que dichos pueblos han sufrido la pérdida o despojo de sus territorios, la degradación del medio ambiente, el menoscabo de los valores de la propia cultura; en síntesis, el debilitamiento de las economías tradicionales como resultado del deterioro de los recursos, políticas estatales inadecuadas y los cambios en la economía global que afectan la condición de las familias indígenas. Sin duda, las condiciones de pobreza han propiciado que muchos integrantes de este colectivo infantil indígena se incorporen a muy temprana edad al mercado laboral, a fin de contribuir con algunas de las necesidades básicas de sus familias.

En Guatemala, la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida en 2006 (ENCOVI, 2008) reporta que Guatemala es el país de la región centroamericana con el mayor número de niños, niñas y adolescentes trabajando. La participación de personas menores de 14 años en el Producto Interno Bruto (PIB) se estima en 20 %; los niños y niñas indígenas de 7 a 14 años trabajan en mayor proporción que los no indígenas (Olguín, 2006).

Señala García (2010:68) que las peores formas de trabajo infantil en la región latinoamericana tienen rostro indígena, ya que éste es la base del trabajo marginal en el campo y la ciudad. Así, concluye que la combinación de la pobreza con prácticas vinculadas a la discriminación étnica hace más vulnerables y expone más a los infantes indígenas que a los de otros colectivos. De cualquier forma, el trabajo infantil es perjudicial no sólo para quien lo realiza y para su familia, sino para toda la sociedad.

Con los datos que aquí se aportan se busca analizar el trabajo infantil como parte de las estrategias de supervivencia, pero también valorar la contribución que hacen niños, niñas y adolescentes porque, cuando ingresan a la fuerza laboral, su participación económica es más difícil de medir ya que a que a menudo ésta se "invisibiliza" intencionalmente por el estigma de que no les permite ir a la escuela. La experiencia demuestra que los hogares más pobres son aquellos donde los adultos no logran ganar lo necesario para mantener a la familia a flote y, por ende, son los que mayores probabilidades tienen de poner a los niños, niñas y adolescentes a trabajar. La meta de esos hogares no es mantenerse fuera de la pobreza, sino simplemente reducir su vulnerabilidad (Moser, 1996).

El aporte económico que realizan los niños, niñas y adolescentes guatemaltecos(as) que trabajan en las fincas cafetaleras no es fácil de valorar pues al cortar la cereza de café la echan a un solo costal, generalmente el del padre; por lo tanto, no se puede dilucidar cuánto de ese café es producto del trabajo infantil. De los 1031 niños y niñas encontrados en las fincas en el momento de la encuesta, 37 % trabaja en el corte, y limpia y carga del café. De ese porcentaje, 0.9 % tiene menos de cinco años; 7.9 %, de cinco a menos de diez años; 18.5 %, de 10 a menos de 14 años; y 9.8 %, de 14 a menos de 18 años. Aunque muchos participan recolectando café, solo 4.6 % recibe pago directo; el otro porcentaje solamente aporta al costal de la familia, por lo que la retribución se hace al jefe o jefa.

Como se observa en la Figura 5, los jefes de familia son quienes reciben el pago mayor, seguidos por los hijos (quienes no siempre son menores de edad) y después por la esposa y las hijas. La jerarquía de poder parte del jefe(a) de familia o el hijo, que frecuentemente son varones; son ellos quienes reciben la remuneración económica y quienes deciden qué hacer con ese dinero. Aproximadamente 85% de los entrevistados(as) dijeron que el dinero que obtienen lo designan para alimentación y el resto para insumos personales como ropa, educación y cosas para la casa, así como para algunos implementos para el campo.

Además de no recibir pago por su trabajo, tampoco tienen reconocimiento social; por el contrario, oficialmente se niega a que existan infantes trabajando en las fincas. Muchas de éstas se encuentran certificadas en la producción de café orgánico y uno de los principales requerimientos para obtener la certificación es que no se utilice trabajo infantil. Sin embargo, debido a que no media un contrato, los empresarios evaden la realidad diciendo que solo son "acompañantes" y que son los padres los responsables de ponerlos a trabajar para que les ayuden a recolectar más grano y obtener mayores ingresos.

Para conocer la contribución9 económica y al trabajo de niños, niñas y adolescentes al ingreso familiar, se compara la participación de los integrantes de la familia al trabajo diario y el pago recibido por día. En el Cuadro 1 se puede observar que todos los integrantes de la familia participan en el trabajo diario, incluso los más pequeños (menos de cinco años). Quienes más trabajan son los hombres de 10 a 15 años (17.92 %), los hombres mayores de 18 años (17.14 %) y las mujeres mayores de 18 años (22.48%); sin embargo, cuando se ve el aporte económico se puede observar que quienes concentran 56.81 % de la ganancia son los varones mayores de 18 años, que generalmente son los padres o jefes de familia. A través de esta información se comprueba que el trabajo infantil contribuye de manera importante al gasto familiar porque trabajan en mayor medida; sin embargo, su participación es invisible porque ellos no reciben pago por su trabajo y todo se suma al realizado por el jefe de familia. Una de las estrategias de reproducción familiar se hace a través de la utilización de mano de obra infantil, que aquí aparece como una expresión de explotación infantil, porque los niños, niñas y adolescentes no tienen ningún reconocimiento social y económico por el trabajo que realizan y dejan de hacer otras cosas, como estudiar, jugar y desarrollar sus habilidades, por dedicarse a trabajar. Todos se aprovechan de la mano de obra infantil; sus propias familias la ven como una necesidad indiscutible para su subsistencia y las empresas se benefician porque no pagan lo que realmente vale en trabajo y no ofrecen seguridad social y laboral para este colectivo infantil, además de que no dan alternativas para que los niños, niñas y adolescentes que migran con sus padres puedan estudiar, divertirse y permanecer en las fincas de forma segura.

La participación en el trabajo diario no se relaciona con la ganancia por día de cada integrante de la familia. Si se analiza por parentesco respecto al jefe de familia se observa que son los niños menores de 14 años10 quienes más trabajan (20.91 %), seguidos de las esposas (mayores de 18 años, 15.09 %) y las hijas menores de 14 años (14.47 %), mientras que las ganancias económicas se concentran en el jefe de familia, mayor de 18 años (42.91 %). Los niños, niñas y adolescentes contribuyen en gran medida al trabajo productivo y a la economía familiar, sin que se reconozca su aporte ni recibir ningún tipo de remuneración (Cuadro 2).

Lo que aporta cada integrante de la familia12 se puede observar en el Cuadro 3. En cuanto aumenta el número de integrantes, la ganancia de la familia se acrecienta, lo cual es lógico, aunque no reconocido, debido a que el trabajo infantil no se valora. Se encontró que cada persona adicional en la familia aporta $49.27 pesos más en promedio al presupuesto familiar, aunque depende también de la edad de los integrantes, ya que los niños y las niñas no recogen la misma cantidad de café que un adulto; por ejemplo, aunque algunas familias tienen muchos integrantes (siete a ocho), a veces se trata en su mayoría de niños(as) que aportan solo entre $30 y $40 pesos, por lo que no alcanzan a producir los $49.27 pesos por cada uno.

Con los datos obtenidos en la investigación es difícil precisar cuánto dinero aporta cada niño, niña o adolescente, debido a que todos arrojan el grano en un mismo costal, lo que dificulta determinar con precisión a cuánto equivaldría su trabajo en pesos mexicanos; sin embargo, sí se puede aseverar que el trabajo infantil es de suma importancia porque ellos y ellas son quienes más trabajan y, aunque no reciben directamente un pago, los padres no obtendrían el suyo si no fuera por el trabajo que los niños realizan y tampoco los finqueros podrían pagar los bajos salarios que ofrecen. Esta estrategia de supervivencia familiar ha sido muy efectiva y practicada por varias generaciones. Desde esta perspectiva, al movilizar los recursos humanos de la familia (a través de los hijos e hijas principalmente) pueden obtener más recursos económicos para la sobrevivencia familiar.

 

Consideraciones Finales

El trabajo infantil indígena responde en gran medida a condiciones de desigualdad y pobreza, lo que constituye un mecanismo que estimula que la población más joven salga de sus comunidades de origen en busca de oportunidades y se convierte en una estrategia de supervivencia familiar, ya que solo incorporando a varios miembros (niños, niñas y adolescentes) logran aumentar sus pocos ingresos. Así, el aporte económico que ellos y ellas puedan brindar resulta fundamental para el núcleo familiar. Es bien sabido que no corresponde a niños y niñas encargarse de la subsistencia familiar, empero, las familias necesitan este aporte para sobrevivir.

Si bien es cierto que entre los grupos indígenas los niños, las niñas y adolescentes realizan trabajos que son culturalmente aceptados, en el caso de estudio que se presenta el trabajo infantil contribuye a la riqueza de los finqueros porque no se les paga, como ya se ha demostrado, o se les paga muy poco, se invisibiliza y se encubre su aporte, y se mantiene el círculo de la pobreza. El colectivo infantil sigue viviendo explotación laboral, discriminación y semi-esclavitud, situaciones que parecen no tener fin, y los gobiernos de ambos países, los dueños de las fincas y la sociedad en general son responsables de ello.

Las estrategias de reproducción familiar utilizadas por los jornaleros(as) guatemaltecos les han permitido sobrevivir por varias generaciones. La migración, así como los conocimientos acerca del cultivo de café, se han trasmitido de generación en generación. Las familias siguen procreando muchos hijos(as), los cuales se incorporan al trabajo productivo como una de las únicas opciones que tienen para poder obtener algunos ingresos que les permitan subsistir; sin embargo, dichas estrategias no posibilitan cambios profundos, más allá de la supervivencia.

 

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Notas

4 Se han usado conceptos como "estrategias de sobrevivencia", "estrategias de reproducción", "estrategias sociales" o "estrategias familiares de vida".

5 Las actividades para la reproducción social pueden clasificarse en aquellas que producen servicios para el autoconsumo, carentes de un valor monetario (como el trabajo doméstico) y las que producen bienes y servicios vendidos en el mercado (como los productos agrícolas y ganaderos) (San Agustín et al, 2007).

6 Capital es un conjunto de bienes específicos, que constituyen una fuente de poder.

7 La polémica sobre el trabajo infantil ha hecho que agencias internacionales propongan su erradicación. Existen tres instrumentos- la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, el Convenio de la OIT número 182 sobre las peores formas de trabajo infantil y el Convenio de la OIT número 138 sobre la edad mínima de admisión al empleo - en conjunto establecen los límites jurídicos del trabajo infantil y ofrecen una base jurídica para las acciones nacionales e internacionales contra este flagelo (OIT, 2007).

8 En el caso de los guatemaltecos, según el PNUD-Guatemala (2011a, b, c) dos de cada cinco guatemaltecos se asumen como indígenas, según la ENCOVI (2011) el índice de etnicidad de los tres municipios de donde provienen los jornaleros(as) migrantes relativamente alto: San Marcos (0.31), Huehuetenango (0.57) y Quetzaltenango (0.52). Tal como se pudo observar en los resultados de la investigación, de los integrantes de las familias (N=2974), 85 % habla español y el resto (14.7 %) una lengua indígena; de éstos, solo 1.2% hablan su lengua materna, pero no español, entre las principales lenguas que hablan se encuentran el Mam, Poptí, Acateto Maya y Kanjobal. Aunque no todos los integrantes de la familia (sobre todo los niños, niñas y adolescentes) ya no hablan lengua indígena -debido a la discriminación que sufren- siguen considerándose como indígenas.

9 Los cálculos incluyen solo a las personas que declararon participar en el trabajo productivo, pero no se puede saber cuánto aportan porque su trabajo es invisibilizado en el trabajo de los adultos, pues solo se cuenta el que se hace en conjunto y no individualmente, como se hace en otros productos agrícolas.

10 El trabajo de las y los infantes de cinco años se pudo constatar en campo. A través de entrevistas y observación se corroboró que a partir de los tres años comienzan a trabajar en la recolección de café, ya sea cortando el fruto de las ramas más bajas o juntando el que se cae al suelo, en pequeños canastos que echan al costal del padre.

11 Para este cuadro se realizaron categorías por edad, en la de niñ@s contiene la información de quienes tienen menos de 14 años, los adolescentes de 14 a 18 años y los adultos de más de 18 años.

12 Para conocer el aporte económico aproximado de cada uno de los integrantes de la familia se seleccionaron los casos con las siguientes características: solo de las personas que se encontraban en las fincas en el momento de la encuesta; quienes declararon en la entrevista que ayudaban al trabajo; y que fueran mayores de tres años.

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