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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.11 no.3 Texcoco jul./sep. 2014

 

La perspectiva de género en la comprensión de la masculinidad y la sobrevivencia indígena en México

 

Gender perspective in the comprehension of indigenous masculinity and survival in México

 

Rufino Díaz-Cervantes*

 

Campus Puebla. Colegio de Postgraduados. Km. 125.5 Carr. Fed. México-Puebla, Momoxpan, San Pedro Cholula, Puebla. 72760. (rufinodiazcervantes@yahoo.com.mx) * Autor responsable

 

Recibido: mayo, 2014.
Aprobado: julio, 2014.

 

Resumen

Este trabajo propone un marco teórico para orientar la aprehensión de los matices patriarcales y heterosexistas de las masculinidades indígenas en México y Latinoamérica, cuyos contextos son la supervivencia y reproducción en condiciones de marginalización. Parte de reflexionar sobre algunos aportes de los estudios de género y de las masculinidades, en general de la academia feminista, que enfatizan sobre la perspectiva de género. Discute la importancia de abordar la relación existente entre etnia y género para entender procesos históricos que intervienen en la construcción del sujeto indígena contemporáneo y plantea la necesidad de superar al discurso de la dualidad de género en función de probar la existencia de la diversidad genérica, invisibilizada y reprimida por la vigencia de sistemas simbólicos, que evidencian particularidades de la masculinidad hegemónica y la dominación masculina indígenas. Se concluye que la interpretación de la masculinidad indígena requiere ser estudiada respecto a sus significados y prácticas originarias, sus resistencias y alianzas con las socializaciones occidentales, sus consecuencias para la sobrevivencia y reproducción indígena, particularizada en sus afectaciones a mujeres, hombres y en otras identidades genéricas reprimidas, además de advertir sus trascendencias en el medio ambiente.

Palabras clave: dominación masculina, etnia, género, heterosexismo, indígenas, masculinidad hegemónica, masculinidades, supervivencia indígena.

 

Abstract

This paper proposes a theoretical framework to guide the understanding of the patriarchal and heterosexist nuances of indigenous masculinities in México and Latin America, whose contexts are survival and reproduction in marginalized conditions. It begins by reflecting upon some of the contributions made by gender and masculinity studies, and feminist academia in general, that emphasize the gender perspective. It discusses the importance of addressing the existing relationship between ethnicity and gender in order to understand historical processes that intervene in the construction of the contemporary indigenous subject. It also suggests the need to overcome the discourse of gender duality in favor of ascertaining the existence of gender diversity, albeit made invisible and repressed by the validity of symbolic systems which evidence particularities of indigenous hegemonic masculinity and masculine domination. The paper concludes that the interpretation of indigenous masculinity requires being studied in terms of its original meanings and practices, its resistances and alliances with western socializations, and its consequences for indigenous survival and reproduction, characterized by its affectation on women, men and other repressed gender identities, in addition to noting its transcendence for the environment.

Key words: masculine domination, ethnicity, gender, heterosexism, indigenous peoples, hegemonic masculinity, masculinities, indigenous survival.

 

Introducción

El problema que plantea el estudio de las masculinidades indígenas en México y Latinoamérica

La teoría feminista ha revelado que "hombres" y "mujeres" son procesos de construcción de género, los cuales se legitiman como modelos convencionales a sistemas simbólicos permeados por significaciones e intereses patriarcales y heterosexistas (Maffia, 2006). Como tales, se expresan en formas particulares de acuerdo con los momentos históricos y con la organización de las sociedades humanas influenciadas por clase, etnia y generación, etcétera (Kimmel, 1998), donde el género se identifica como una categoría social que transversaliza a toda esa organización. En este tenor, cabe preguntarse cuáles son las particularidades y trascendencias de los sistemas de género aludidos en contextos indígenas, qué características reúne el proceso de subjetivación masculina en varones indígenas, cómo se articulan esos procesos con la sobrevivencia y reproducción indígena contemporánea, y qué consecuencias acarrea para mujeres, hombres, otras identidades genéricas y el medio ambiente originarios. Sin embargo, cualquier investigación centrada en estas interrogantes y en contextos indígenas en México y Latinoamérica requiere esclarecer y establecer puntos de referencia epistemológicos, teóricos y metodológicos que contribuyan a interpretar esas realidades. Por tanto, este trabajo constituye una propuesta en esos sentidos.

La metodología utilizada se fundamentó en una revisión, discusión y reflexión discursiva de la perspectiva de género orientada desde postulados feministas y descoloniales, además de otros aportes, con los cuales se busca superar las aproximaciones desde el dualismo de género. Para superar esa forma de percibir e interpretar los ordenamientos de género en contextos indígenas se propone cuestionar la vigencia del patriarcado y el heterosexismo, dado que son sistemas simbólicos que convencionalmente organizan, reproducen y refuerzan modelos de masculinidad y feminidad y que, además, promueven su hegemonía y los consolidan como esencias, limitando su comprensión y transformación.

Además, exige hacer énfasis en las influencias de la occidentalización entre los pueblos indígenas, evidenciando que esos sistemas simbólicos han sido refinados a través de los mecanismos de homogenización, aculturación o asimilación nacionalista, que en general promueven y acentúan significados y valoraciones occidentales, forzando la emergencia de identidades indígenas resignificadas y sobrevivientes bajo condiciones de alta fragilización1 económica, política, cultural y ambiental las que, además, reafirman su etnicización, generización y masculinización en condiciones subalterizadas.

En este sentido se propone a la perspectiva de género como el posicionamiento epistemológico, teórico y metodológico que facilite entender el carácter relacional, diverso y complejo del sujeto indígena, y que lo coloque como parte y resultado de un proceso constante y conflictivo de la socialización de sistemas simbólicos occidentales y las resistencias colectivas de la identidad indígena. Para ello se busca que dicha perspectiva continúe, desde luego, orientada desde las aspiraciones feministas pero, además, alimentada por aquellos aportes catalogados como descoloniales y de otros discursos de los que han contribuido a que los estudios de las masculinidades se fortalezcan.

 

Los estudios de las masculinidades y la perspectiva de género en la comprensión de las masculinidades indígenas en México y Latinoamérica

En los últimos diez años el estudio de "la(s) masculinidad(es)" o del género de los hombres ha llegado a proponerse como uno de los ejes estratégicos de la epistemología y teoría social contemporánea. Ramírez (2009:16) señala que su importancia radica en que gran parte de ellos parten desde una perspectiva de género, derrotero central de la teoría feminista, la cual: "refleja el potencial explicativo del género para analizar la forma como los hombres participan y se relacionan en sociedad, a la vez que proporciona una dimensión nueva sobre los espacios que ocupan y la manera cómo lo hacen".

Los estudios de las masculinidades con perspectiva de género articulan diversos campos estratégicos, entre ellos las limitantes y las posibilidades de justicia social, la equidad, la igualdad de género y el reconocimiento de la diversidad genérica, entre otros. Pese a que algunas contribuciones, como los de Díaz, (2012); Pérez-Nasser (2011); López (2010); Núñez (2009); Pérez (2002), entre otros(as), han visibilizado diversas situaciones de las masculinidades indígenas, es necesario exponer que aún se requieren de grandes esfuerzos investigativos.

Estudiar los significados y prácticas de las masculinidades indígenas sugiere admitir que, al igual que en Occidente, en los Pueblos indígenas existe una diversidad de experiencias y expresiones de masculinidad y de ser hombres. Sin embargo, a diferencia de Occidente, éstas se construyen bajo una etnicidad constreñida por los pesos de la colonización, las resiliencias y las re-significaciones de la ancestralidad originaria.

Por tanto, se considera que las orientaciones en los acercamientos al estudio de las masculinidades en contextos occidentales podrían partir, como lo sugiere Huberman (2013), de un vínculo estrecho con el discurso y la práctica de los "derechos humanos". En el caso de los pueblos indígenas el estudio de las masculinidades requiere contemplar su relación con los derechos colectivos originarios2 y de las problemáticas de la supervivencia y reproducción (Díaz, 2012), el empoderamiento de las mujeres (Díaz, 2014), la salud y diversidad sexual (Núñez, 2006), el medio ambiente, la migración (Díaz, 2012; Hernández-Sánchez, 2009), y un sinfín de campos cuyo estudio podría contribuir a solventar la mejoría de la condición y posición étnica y de género en los pueblos indígenas.

En este sentido las lecturas que se hagan sobre la masculinidad indígena desde la perspectiva de género requieren que, además de considerar el carácter relacional y diverso del género, se deslinde de posicionamientos colonialistas y de intereses occidentales3 para revertir las comparaciones que se hacen frecuentemente con las sociedades, puesto que al privilegiar los ideales tácitos de "civilidad" y "civilización" occidental se reafirma la etnicización, "barbarización", inferiorización o minorización étnica del sujeto indígena.

Posicionar la perspectiva de género, orientada con una intencionalidad descolonial, como eje epistémico, teórico y metodológico en los estudios de las masculinidades, permite revelar que la internalización de contenidos simbólicos occidentales, alimentados del patriarcado y el heterosexismo, han disuelto, trastocado, potenciado y resignificado los sistemas simbólicos de etnia y género, reproduciendo en ellas formas específicas de modelos, estructuras y relaciones (Mott, 2006). Entre los discursos descoloniales se proponen los desarrollados por De Sousa (2009) y Dussel (2005). El primero habla de la necesidad de orientar los estudios de las realidades latinoamericanas desde una epistemología del Sur4, mientras que el segundo plantea el concepto del "Despliegue del Sistema-mundo occidental"5, con el cual se descubren las influencias de la socialización sobre la pervivencia material e inmaterial indígena. Otras alternativas pertinentes, sobre todo para orientar la cuestión teórico-metodológica, son las elaboradas por Foucault (1977) respecto a la historización genealógica. Su propuesta contribuye a entender al sujeto indígena sobreviviente como un fenómeno emergente de un entramado de conflictos y negociaciones.

Sin embargo, la aprehensión de las masculinidades indígenas a través de la propuesta aludida es una cuestión compleja, llena de retos y de dificultades. Por ejemplo, querer decantar las influencias occidentales requiere tomar en cuenta los amortiguamientos de las resistencias y resiliencias indígenas6, los encuentros y desencuentros simbólicos occidentales e indígenas, desde donde se moldean y reproducen tanto la hegemonía occidental como la subalteridad indígena. Tal situación descubre un contexto de filiaciones étnicas y de género, indígenas y occidentales superpuestos. Otras disyuntivas a ser superadas son las dificultades para advertir procesos de cambio o transformación del orden generizado indígena, como productos históricos o generacionales7. También de aquellos significados y prácticas diferenciadas de género indígenas, con frecuencia opacadas por categorías epistémicas y analíticas que aún no se liberan de miopías colonizantes. Enfrentar estos desafíos remite a la necesidad de entender las trascendencias de los contenidos y significados de categorías teóricas como las de etnia y género.

 

Etnia y género en la comprensión de las masculinidades y del sujeto diverso indígenas

El estudio de las masculinidades indígenas conduce necesariamente a la revisión de las vinculaciones entre las categorías de etnia y género, dado que a través de ellas es posible visualizar las diferenciaciones que establecen en los sistemas simbólicos, representaciones y prácticas de la masculinidad en los pueblos originarios. La introducción del concepto de etnia sacude la vigente concepción biologicista de raza y sus aplicaciones estereotipadas y racializantes que sostienen el universalismo del sujeto occidental. Como alude Eng (2008:96), la inclusión de la etnicidad en los estudios de las masculinidades: "...supone un gran reto para la masculinidad hegemónica dado que la raza cuestiona el concepto de universalismo y particularismo. El sujeto universal, el varón blanco y heterosexual, ya está particularizado en cierto modo, pero la noción de raza nos lleva a reflexionar más allá de cualquier presunción universalista. Lo étnico, al igual que los estudios de la mujer, desafía lo hegemónico". Por tanto, hilar las categorías de etnia y género busca develar el contexto simbólico de las particularidades y los procesos de construcción, significación y ejercicio masculino indígenas.

Con el concepto de género se plantea explicar los procesos que definen la subjetividad de las y los sujetos en función de lo construido como "masculino" y "femenino". Se parte de considerar que estos universos de género son altamente influidos por los sistemas simbólicos, políticos e ideológicos del patriarcado, el heterosexismo (Guasch, 2000) y el capitalismo (Herrera, 2005), cuyos códigos culturales, políticos, económicos e ideológicos constituyen los principales medios de subjetivación del sujeto en Occidente; es decir, moldean el ser y deber ser de "hombre(s)" y "mujer(es)". Además, legitiman estructuras, instituciones y relaciones de poder, reproducción y catexis8 (Connell, 1995).

La categoría teórica de género es fundamental para revelar que, si bien las subjetividades de género se elaboran a partir de las diferenciaciones biológicas (Rubin, 1997), su vinculación con las trascendencias étnicas, entre otras categorías, deja ver que son una construcción sociocultural histórica-contextual que logra significados y prácticas variadas. Al respecto, Kimmel (1998:210) señala que: "los significados de la masculinidad varían en las distintas culturas, a lo largo de la historia, entre hombres de una misma cultura, y en el transcurso de la vida. Esto significa que no podemos hablar de la masculinidad como si fuera una constante, una esencia universal, sino más bien como una articulación fluida y en constante cambio, de significados y comportamientos. En este sentido, debemos hablar de masculinidades, reconociendo así las diferentes definiciones que construimos acerca de lo que significa ser hombre. Al pluralizar el término, reconocemos que la masculinidad tiene significados diferentes para distintos grupos de hombres en diversos momentos".

Más en concreto, Núñez, (2006:50-51) explica que: "...la masculinidad o la hombría no es una posición de subjetividad ni una identidad del poder patriarcal, estable y homogénea... los varones no somos todos iguales,... hay diferencias internas profundas y relaciones de poder entre hombres: por clase, etnia, preferencias sexuales, identidades de género (más o menos masculino, más o menos femenino), nivel educativo, ocupación, origen rural/urbano, entre otros elementos". El planteamiento anterior permite entender que la diversidad de género existe, incluso, en la homogenización que se hace del "hombre" y en el imaginario colectivo del "machismo".

Por tanto, el abordaje relacional de categorías como etnia y género, entre otras, permite reconocer la diversidad genérica en diferentes contextos, entre ellos los indígenas. Busca superar el pensamiento del dualismo de género, el cual se limita a evidenciar la institucionalización organizada y significada de los espacios y desigualdades entre los seres humanos. El dualismo de género impone dificultades para entender y aprehender las realidades de género y sus matizaciones. Como lo expone Bourdieu (2007:127): "...estos dualismos, profundamente arraigados en las cosas (las estructuras) y en los cuerpos, no han nacido de un mero efecto de dominación verbal y no pueden ser abolidos por un acto de magia performativa; los sexos no son meros roles que pueden interpretarse a capricho (a la manera de los drag queens), pues están inscritos en los cuerpos y en un universo del cual sacan su fuerza". Estas consideraciones señalan que cuando se habla de cualquiera de las configuraciones de género dualistas de "hombre" o "mujer", se está refiriendo al orden establecido del género dominante, a las estructuras prevalecientes o renovadas del patriarcado y heterosexismo (Mogrovejo, Salinas y Gargallo, 2006). En Occidente éstas no logran superar sus imágenes antagónicas (Guasch, 2000), mientras que en contextos indígenas son continuamente reconstruidos, retocados y resignificados desde esos patrones (Mott, 2006).

Frente al dualismo de género se busca valorar posturas que contribuyan a entender que no todos los hombres y mujeres ejercitan o son leales por igual a la ideología dominante de género, ni que ésta es única y exclusivamente internalizada y practicada por los varones (Segal, 2008). Como lo plantea Ferrándiz (2002) se requiere reconocer que existe un calidoscopio de género. En este sentido, Valdés y Olavarría (1998), así como Fuller (1998) y otros(as) han evidenciado empíricamente la diversidad de significados y prácticas de ser "hombre" en Latinoamérica. Ante esta realidad, los estudios de las masculinidades invitan cada vez más a superar la idea generalizada del "machismo" como una esencia de la identidad genérica de los hombres. La discusión y la reflexión aludidas apuntan a los procesos de "etnicización" y "generización" como parte de los ejes orientadores de la exploración histórica, teórica y empírica de las masculinidades indígenas.

 

Etnicización y generización como contextos y derroteros en el análisis de las masculinidades indígenas

Considerando que la construcción de las subjetividades masculinas indígenas y sus prácticas están constreñidas por la subalterización occidental, se propone que su exploración y comprensión considere los escenarios de supervivencia y reproducción histórica. Es decir que se orienten considerando las contradicciones que se dan entre los imaginarios y los estereotipos que sostienen la etnicización y generización indígena. Lo que interesa es apuntar los mecanismos de la alteridad étnica y los reforzamientos de género históricos influenciados por el patriarcado y heterosexismo occidental. Como enfatiza Foucault (1977), desesencializar lo naturalizado requiere advertir aquellos procesos emergentes, aunque éstos sean juzgados como minúsculos, insignificantes y de bajo alcance, e incluso, es fundamental explorar su aparente ausencia9.

Los procesos de etnicización se pueden advertir a través de la relectura de diversos aportes sociológicos y antropológicos que han hecho los estudios sobre los pueblos indígenas. Por ejemplo, a través de señalar las condiciones sociales, culturales, económicas, políticas y jurídicas de los pueblos indígenas en Latinoamérica, Peña, Cabedo y López (2002) contribuyen a identificar dicho fenómeno como un producto histórico de complejos constreñimientos en el que la generización se descubre como un fenómeno más que subyacente. Ambos forman parte de la fragilización o vulnerabilidad indígena en México y Latinoamérica, pues conjuga situaciones de empobrecimiento, marginalización, estructuras de discriminación e inequidades de diverso rubro, heredadas desde la colonización, las cuales continúan amarradas a ella a través de los arreglos y las políticas del orden modelado desde el Estado-nación moderno.

El concepto de "fragilización o vulneración indígena" hace referencia al estado, condición o posición socioeconómica, política y cultural otorgada de forma histórica, coyuntural y estructuralmente a los pueblos indígenas en México y Latinoamérica. Es un fenómeno que inicia y se complejiza a partir de la colonización, en tanto momento histórico de larga duración, de consecuencias nefastas; entre ellas, la extinción de una gran mayoría de pueblos originarios a causa del genocidio y de su fagocitación o asimilación. Así, la supervivencia y reproducción indígena ha sido fragilizada como consecuencia de la emergencia y la consolidación de occidente como cultura y poder hegemónico en el mundo.

Los fenómenos enunciados no pueden verse fuera de conflicto y negociación10; remiten al desmedro de las estructuras y relaciones de poder indígenas, de la cultura misma, de la subjetividad y subjetivación del sujeto originario a través de procesos radicalmente drásticos y explícitos de violencia. En la historia de los pueblos indígenas representan momentos álgidos y complejos que han marcado su actual etnicidad en constante resignificación11.

Esos procesos han permeado la subjetividad indígena, su organización y las relaciones y posiciones de las y los sujetos. Por ejemplo, durante la colonización se forjó al sujeto indígena desde el estereotipo del "bárbaro" o "salvaje", lo cual justificó su adoctrinamiento judeocristiano e incluso su exterminio. Posteriormente, a lo largo de los doscientos años de implantación del modelo de Estado nación moderno, el sujeto indígena ha sido sometido a un proceso educador sobre la ideología liberal, presumiblemente democrática. En la actualidad se encuentra bajo los influjos paradójicos de la globalización12.

En el caso de la generización, ésta se entiende como un proceso educativo complejo, subyacente a la etnicización, -o quizá sea al revés- implementado por instituciones occidentales que han buscado implantar el sistema patriarcal y heterosexista entre los pueblos indígenas. A través de este proceso se han delineado e impuesto los modelos de ser hombre y ser mujer como fundamentos de instituciones convencionales a esos sistemas, tales como la "familia" y la "comunidad" patriarcal en las que se ha legitimado el poder masculino como autoridad.

La mirada al interior y exterior de los pueblos indígenas, desde la perspectiva de género, plantea elevar las problemáticas de género como necesidades estratégicas de supervivencia y reproducción estratégica, al grado que se han reconocido los derechos étnicos de grupo. Por ello es necesario evidenciar cómo se reproducen y fortalecen las legitimaciones ideológicas y los sistemas simbólicos dualistas en los entramados indígenas, la forma en que favorecen y reproducen inequidades y discriminaciones de género, así como la forma en que contribuyen a modelar "masculinidades hegemónicas" y establecer la "dominación masculina".

 

Los discursos de hegemonía, dominación y subalteridad en los estudios de las masculinidades indígenas

Los discursos de la masculinidad hegemónica (Connell, 1995) y la dominación masculina (Bourdieu, 2007) tienen amplia utilidad teórica para develar las influencias y represiones patriarcales y heterosexistas sobre el sujeto generizado y diverso, contando con elementos que permiten visibilizar los vínculos existentes entre el orden occidental y el indígena.

El concepto de masculinidad hegemónica de Connell (1995:61) expone que es necesario ir más allá del reconocimiento de que la masculinidad es diversa y que en esa diversidad existe una "política de género en la masculinidad". Textualmente indica que "...debemos reconocer las relaciones entre diferentes formas de masculinidad: relaciones de alianza, dominio y subordinación. Estas relaciones se construyen a través de prácticas que excluyen e incluyen, que intimidan, explotan, etcétera.". Tal política de género de la masculinidad está fuertemente ligada a intereses de sistemas culturales, económicos y políticos. Por ejemplo, en Occidente los sistemas de género se encuentran ligados a intereses económicos capitalistas, doctrina judeocristiana e ideología liberal y neoliberal, en tanto que el discurso bourdiano sobre la "dominación masculina" plantea que la "somatización de las relaciones sociales dominantes" se dan "solo a cambio y al término de un formidable trabajo colectivo de socialización difusa y continua (donde)13 las identidades distintivas que instituye el arbitrario cultural se encarnan en unos hábitos claramente diferentes de acuerdo con el principio de división dominante y capaces de percibir al mundo con ese principio" (Bourdieu, 2007:38).

El concepto neo marxista de "dominación" utilizado por Bourdieu (2007:26, 28) y aplicado a las relaciones de género destaca que existe una forma de masculinidad que se erige como poder simbólico. Al respecto, el autor citado alude que puede advertirse: "cuando los dominados aplican a lo que les domina unos esquemas que son el producto de la dominación... cuando sus pensamientos y sus percepciones están estructurados de acuerdo con las propias estructuras de la relación de dominación que se les ha impuesto, sus actos de conocimiento son, inevitablemente, unos actos de reconocimiento, de sumisión".

Por tanto, la "dominación masculina" se concibe como una expresión de poder generizado y legitimado como autoridad, donde el "principio masculino aparece como la medida del todo", estableciendo un orden entre dominados y dominadores en el concierto de género, como "una construcción social arbitraria de lo biológico y, en especial, del cuerpo masculino y femenino, de sus costumbres y de sus funciones, en particular de la reproducción biológica, que proporciona un fundamento aparentemente natural a la visión androcéntrica de la división de la actividad y de la división sexual del trabajo y, a partir de ahí, de todo el cosmos. La fuerza especial de la sociodicea masculina procede de que acumula dos operaciones: legitima una relación de dominación en una naturaleza biológica que es en sí misma una construcción social naturalizada" (op cit: 37).

Los orígenes de la dominación masculina en Occidente se encuentra unido y reforzado durante y a través del sistema económico dominante, inaugurado desde la emergencia de la sociedad moderna (Seidler, 2000) e industrial (Mosse, 2000), (re)creando un orden donde la subjetividad del sujeto gira en torno a una tendencia economicista, dirigido a dominarse así, a los demás y al medio ambiente14 desde una racionalidad de competencia, dominio, subordinación y exclusión.

La cuestión antes planteada marca la necesidad de contemplar la diversidad de situaciones que condicionan la subjetividad masculina y los ejes comunes que la identifican con la hegemonía y la subalteridad. Al respecto, Hernández (1998:218) señala que en el caso de los pueblos indígenas y afroamericanos que perviven en Latinoamérica se reproduce en su interior un modelo de masculinidad hegemónica que define como "identidades étnicas subordinadas" e "identidades masculinas hegemónicas" de consecuencias diversas, en las que señala las concernientes a las mujeres. Sobre la primera señala que: "La autoadscripción a un grupo culturalmente discriminado conduce a la conformación de identidades étnicas subordinadas, según el nivel o estadio de conciencia de pertenencia o rechazo por el que cada individuo o grupo social transita". En el caso de la segunda apunta que: "existe una jerarquización socialmente aceptada de las decisiones de los hombres, e incluso, cierta permisividad cultural de comportamientos masculinos arbitrarios. La legitimación de la autoridad del hombre por encima de la mujer conduce a la construcción cultural de identidades masculinas hegemónicas". Los planteamientos aludidos develan que la condición y posición de las mujeres está recurrentemente identificado por fuertes desvaloraciones y diversas consecuencias vinculadas con el ejercicio del poder masculino, siendo las asimetrías, las desigualdades y las violencias unas de sus características.

 

Conclusiones

Propuestas sobre la exploración investigativa de las masculinidades indígenas

Como se ha discutido a lo largo de este trabajo, tanto en las sociedades modernas (Cortés, 2004; Mosse, 2000) como en las indígenas (Mott, 2006) existe una alta susceptibilidad a los ordenamientos de género orientados desde el patriarcado, el heterosexismo y el capitalismo. Sin embargo, en el caso de los estudios de las masculinidades indígenas se requiere ser particularizados, además de revisar sus trascendencias tanto para las mujeres, los hombres y las otras identidades genéricas reprimidas, como para el medio ambiente.

Sin intentar disminuir la situación problemática que viven las mujeres indígenas, se necesita reconocer y evidenciar que los hombres también viven cuestiones graves que necesitan discutirse y atenderse. Algunos estudios de las masculinidades indígenas han develado que los hombres asumen mandatos como los de la proveeduría y las jefaturas domésticas y comunitarias, entre otras, bajo las condiciones de precariedad de recursos como el trabajo o de baja productividad de sus unidades productivas, cuestión que dificulta cumplir dichos mandatos y, por tanto, de consecuencias para sí y para con quienes cohabita y convive.

Sin embargo, los estudios de género de los hombres se enfrentan a diversas dificultades, entre ellas a la necesidad de superar la idea generalizada que concibe a los varones como principales beneficiarios del orden patriarcal y heterosexista (Connell, 1995). Esos estudios están obligados, a través de la perspectiva de género, a visibilizar las trascendencias de ese orden en los "hombres" (Izquierdo, 2007) y verlos como sujetos que lo vivencian de manera diferenciada a las mujeres. Como apunta Jiménez (2002:12):

"... cada vez más hay un consenso acerca de que género es un término relacional, que tiene que ver tanto con los hombres como con las mujeres y que, en este sentido, resulta relevante dar voz a los varones y tratar de comprender su realidad y forma de vivir desde su propia perspectiva".

Los riesgos de considerar que los hombres son los principales beneficiarios del orden patriarcal y heterosexista son, entre otros, que los esencializan como sujetos violentos, temerarios, machistas15 y demás adjudicaciones, lo cual limita la aplicación de perspectivas amplias y plurales en su comprensión (Rivas, 2006). Por ejemplo, Núñez (2006:51) señala que "Muchos varones son oprimidos, discriminados por otros hombres y mujeres, y privados no solo de los beneficios simbólicos como hombres, sino de su dignidad humana. Los discursos racistas, clasistas, homofóbicos e integristas de género sirven para clasificar a los varones según su poder simbólico. Los discursos dominantes de la hombría muchas veces niegan la identidad de hombres a muchos machos humanos". Las ideas expuestas demandan una mayor comprensión del sujeto masculinizado desde el patriarcado y heterosexismo, pues continuar negando la pluralidad de la masculinidad y el ser hombre o, como señala Connell (1995), dejar de lado la existencia de las políticas masculinas, es continuar sosteniendo la criminalización de los hombres, cuestión que se empeora en el caso de los varones indígenas16.

Durante y después de la colonización los hombres indígenas han sido, generalmente, sujetos de criminalización, mas no de derecho, lo que la mayoría de las veces es una expresión discriminatoria y racializante. Como ilustra Martínez de Bringas (2003:10): "Desde ahora, el único sujeto posible de derecho será el individuo masculinamente blanco, excelsamente individual y libérrimamente autónomo, un sujeto a quien espanta la coloración y cromaticidad de las pieles".

Por otra parte, la vigencia del dualismo de género en gran parte de los estudios de las masculinidades, incluso en de contextos indígenas, ha condicionado que el sujeto de estudio se centre en perfiles de hombres y mujeres convencionales al heterosexismo. Por tanto, una pregunta obligada a ser abordada en los estudios de género de los hombres indígenas sería: ¿qué pasa con las diversidades sexuales indígenas discrepantes del orden heterosexista? Al respecto, Núñez (2006) señala que los diversos significados y contenidos de género que constriñen el ser "hombre" y "mujer" se dan en términos de lo construido, significado y ejercitado como heterosexual y sus delimitaciones marcadas por la homofobia y el homo-erotismo. El autor antes citado, así como Palma (2006), entre otros(as), han abierto ventanas de discusión y reflexión sobre estas situaciones en contextos indígenas, documentando además la diversidad de género indígena. Uno de los casos de mayor exploración es el de los muxes en algunos pueblos zapotecas de Tehuantepec, Oaxaca (Miano, 1998). Otros casos que empiezan a estudiarse son los referidos a la prostitución de jóvenes indígenas migrantes en las ciudades mexicanas o las situadas en las fronteras de México en el sur y con los EE. UU. En este marco cabe señalar los trabajos de Núñez (2009) sobre el problema del VIH-Sida en migrantes rarámuri. En general, el imaginario que se tiene sobre los pueblos indígenas reproduce ideas consideradas tradicionales y sostenidas en la homofobia, las cuales también son poco o nada estudiadas.

Además de los derroteros apuntados, la agenda de los estudios de las masculinidades indígenas puede estar más completa al contemplar abordajes sobre sus trascendencias en el medio ambiente. Atender esta demanda, siguiendo las propuestas epistémicas de Amorós (2000), conlleva un gran reto pues los estudios de las masculinidades no solo requieren superar los sesgos etnocéntricos y androcéntricos, sino también los antropocéntricos. Al respecto, son pocos los estudios que vinculan a la masculinidad con el medio ambiente; uno de ellos es el expuesto por Pérez (2003).

La exploración de las masculinidades indígenas y su relación con el medio ambiente requieren considerar la forma en que éstas se involucran en los modos de producción, distribución, consumo y residualización, procesos centrales de la sobrevivencia y reproducción de los pueblos indígenas. Es decir, cabe averiguar cómo las construcciones y prácticas de lo masculino permean la significación, el uso, el manejo y el control de los recursos, además del cómo ello se ve reflejado en el medio ambiente o en la generación y el fortalecimiento del poder y el prestigio o estatus entre hombres y mujeres.

El estudio de la relación entre masculinidad(es) y medio ambiente pueden guiarse en dos sentidos: sobre el contexto de sus relaciones con Occidente o hacia su interior. En el primero se requiere partir de escudriñar los mecanismos que favorecen la continuidad del expolio de los patrimonios tangibles e intangibles indígenas por parte de Occidente. A pesar de que este fenómeno ha sido sistemático, desde la colonización hasta el día de hoy los pueblos indígenas en México y Latinoamérica aun cuentan con reductos importantes de biodiversidad, mismos que siguen siendo motivo de discordia, aunque su deterioro es cada vez más evidente. Esta situación se torna compleja y se tensa, por lo que algunos campos significativos de investigación sobre las masculinidades pueden ser las situadas en los intersticios de los conflictos interculturales, territoriales, patrimoniales y de género.

Hacer esta apreciación propone entender que la significación, uso, manejo y control de los recursos del medio ambiente entre los pueblos indígenas se encuentra seriamente afectada por la internalización del modo de producción capitalista, el cual ha caminado a la par de la emergencia y la consolidación del orden moderno e industrial. Por ello, los estudios de las masculinidades indígenas, requieren considerar este escenario dado que podrían revelar cómo la continuidad de la socialización occidental favorece el cultivo de una manera convencional de masculinidad a ese orden, donde se privilegia la ciudadanía y el patriotismo nacionalista (Mosse, 2000; Cortés, 2004), el patriarcado y el heterosexismo (Guasch, 2000), así como la neoconfiguración del homo economicus (Mellor, 2006), a la par del advenimiento neoliberal.

El problema del deterioro ambiental indígena es redimensionado bajo las condicionantes de la desigualdad étnica que estos pueblos viven al interior de Estados-nación como México y Latinoamérica, donde existen políticas discriminatorias de bajo reconocimiento multicultural, de efectos directos en los reconocimientos territoriales y de alta susceptibilidad al expolio. Por ello, un acercamiento a las realidades indígenas ambientales desde la perspectiva de género es un asunto de suma importancia.

Partiendo del contexto interior respecto al giro de los estudios de las masculinidades y el medio ambiente, se requiere explorar y cuestionar aquellos arreglos socioculturales y políticos catalogados como cosmovisión, usos y costumbres, entre otras formas en que se construyen y ejercitan las fidelidades étnicas y los compromisos como comunidades morales y la forma en que significan y median el acceso, uso, manejo y control de los recursos de sus espacios medioambientales. El abordaje de estos elementos que conforman los escenarios de la comunalidad indígena abre posibilidades en la comprensión de las subjetividades, las posiciones y las condiciones de género de hombres, mujeres y de otras identidades genéricas existentes, disidentes o emergentes, respecto a sus relaciones e impactos en el medio ambiente.

 

Literatura Citada

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Notas

1 El concepto de "fragilización" apunta a expresar una visión problematizada del término neutralizado de "fragilidad". Plantea que la fragilidad o vulnerabilidad de los pueblos indígenas contemporáneos es un fenómeno con causas históricas donde se identifican complejos de marginalización, empobrecimiento y discriminación étnica y de género.

2 El derecho internacional ha reconocido que la marginalización de los pueblos indígenas en el continente americano está en función de la falta de reconocimientos y de respeto de sus derechos. Una discusión en esta línea ha sido expuesta por Martínez de Bringas (2003:9), quien cita al respecto: "En la topografía de las identidades modernas, los pueblos indígenas no han existido. Por tanto, lo que no ha existido no puede ser reconocido y lo que no puede ser objeto de reconocimiento carece, en última instancia, de identidad". Sin embargo, llevando esta observación al interior de los pueblos indígenas existen otros sujetos sin reconocimiento, sin valoración, sin identidad, tales como las mujeres y aquellos cuya subjetividad no converge con los cánones patriarcales y heterosexistas.

3 La ciencia en Occidente depura lo que es un conocimiento válido de lo que no lo es, a través de principios cartesianos fundados en orientaciones antropocéntricas, etnocéntricas y excesivamente androcéntricas (Amorós, 2000). A lo largo de su emergencia y hegemonía como medio legitimado de producir conocimientos, se ha convertido en uno de los baluartes y fortaleza de la masculinidad hegemónica. Al respecto, Seidler (2000: 40) señala que: "Las concepciones del conocimiento han solido vincularse inconscientemente con ciertas ideas de masculinidad desde que las revoluciones científicas del siglo XVII se concibieron como una nueva filosofía masculina".

4 La propuesta de una epistemología desde el Sur, según De Sousa (2009:12) es: "...la búsqueda de conocimientos y de criterios de validez del conocimiento que otorguen visibilidad a las prácticas cognitivas de las clases, de los pueblos y de los grupos sociales que han sido históricamente victimizados, explotados y oprimidos por el colonialismo y capitalismo globales". Es entonces el "Sur", como él mismo explica, "una metáfora del sufrimiento humano", disyuntiva que plantea todo tipo de opresión como las de género y etnia, que requieren ser problematizados como sujetos de estudio y de política.

5 Dussel (2005) denomina a este fenómeno como "Despliegue del Sistema-mundo occidental", el cual se da a partir de que la Europa del Siglo XIV-XV se recompone territorialmente, en cuyo contexto el reino de Castilla se erigió como la génesis española a través de la expulsión musulmana de la Península Ibérica. Este hecho conjugó el supuesto "descubrimiento" del nuevo continente y su colonización.

6 Los conceptos de resiliencia y resistencia indígena aluden a la recuperación, revaloración o resignificación de saberes diversos, maneras de pensar y concebir al mundo. No se plantean en el sentido de alimentar la supuesta inmutabilidad o esencialismo indígena, sino atisbar la complejidad de procesos que alimentan las etnicidad, fidelidades o pertenencias a lo considerado como comunidad indígena u originaria en la que están en juego las subjetividades e intereses de género.

7 Por ejemplo, Pérez Nasser (2011) alude a los procesos de transformación generacional sobre significados y prácticas de la masculinidad y el ser hombres indígenas nahuas de la Sierra Norte de Puebla, México.

8 Relaciones de poder, producción y catexis son tres dimensiones del modelo que propone Connell (1995:112-113) para reflexionar sobre la construcción social de la masculinidad. Las relaciones de poder desenmascaran la supuesta total subordinación de las mujeres como producto de dominación masculina.

Sin embargo, el autor aludido define al patriarcado en función de la existencia de relaciones de subordinación femenina y dominio masculino. Las relaciones de producción las enfatiza en función de la división y reconocimiento del trabajo, valoración moral y retribución, sus consecuencias económicas, la distribución y acumulación de ganancias, el control de los procesos productivos y distributivos, etcétera, todas ellas permeadas por preponderancia masculina sobre la femenina. En el caso de la catexis, se refiere al ámbito de las emociones y sentimientos tales como el deseo y prácticas sexuales, que en contexto heterosexista y patriarcal son prioritariamente reproductivas y represivas de otros sentimientos, placeres y deseos. Cabe aclarar que su modelo está dirigido a explicar la masculinidad en la cultura occidental, haciendo referencia sólo a algunos países, que él cree son representativos de ese orden, en el que además, abre la ventana de ver la acción histórica feminista, lo cual, hace ver al modelo aludido como un proceso epistémico, teórico y metodológico en construcción.

9 Un ejercicio desde el discurso foucaultiano de la genealogía es el realizado por Díaz (2013) y en él se exponen los momentos contextuales desde la colonización hasta nuestros días, en los que se ha significado la masculinidad indígena Xi'oi-pame de San Luis Potosí, México.

10 Para una mayor comprensión sobre los procesos conflictivos de la etnicidad de los Pueblos indígenas en México y Latinoamérica, puede recurrirse las lecturas clásicas de García Canclini (1989), Geertz (1987), entre otros.

11 La resignificación de la etnicidad contemporánea de los Pueblos indígenas, interpretada con ayuda del discurso foucaultiano de la genealogía (Foucault, 1977), puede entenderse como el conjunto de contenidos simbólicos emergentes a partir de las socializaciones occidentales y las resistencias de las ancestralidades indígenas.

12 Las discusiones de Turner (1999) en torno a la posición y condición de los pueblos indígenas en el contexto de la globalización evidencian que esos fenómenos continúan haciéndose presentes.

13 Nota puesta sobre el original.

14 Martínez (2000) señala que el problema del deterioro ambiental afecta de manera diferenciada a hombres y mujeres indígenas, lo que conlleva a plantear exploraciones sobre los vínculos de la masculinidad hegemónica con el medio ambiente.

15 El uso del concepto del "machismo" y su persistencia en el imaginario cotidiano revela un perfil cultural generalizado de ser "hombre" dentro de las culturas nacionales (Gutmann, 1998; Fuller, 1998). Bajo este imaginario y la prevalencia de una identidad nacional se esconden las diferencias y desigualdades masculinas. Páramo (2005:227) asume que la sociedad mexicana se sienta sobre una "cultura machista", la cual se encuentra en proceso de transformación debido a supuestos procesos emergentes y a las diferenciaciones de dicha "cultura machista" en la diversidad de la geografía mexicana, la economía, la educación y la participación de las mujeres en el mercado laboral, etcétera.

16 En el periódico La Jornada (2012) se anunció que en México había más de ocho mil hombres indígenas en las cárceles mexicanas, quienes han sufrido diversos abusos y violaciones a sus derechos humanos, vinculados a deficiencias en los procesos de justicia y a la carencia de defensores e intérpretes de idioma originarios. Esta situación muestra por una parte las vigentes discriminaciones étnicas y, por otra, la criminalización de los hombres.

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