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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.11 no.1 Texcoco ene./mar. 2014

 

Producción tradicional y diversidad de tomate (Solanum lycopersicum L.) nativo: un estudio de caso en Tehuantepec-Juchitán, México

 

Traditional production and diversity of native tomato (Solanum lycopersicum L.): a study case in Tehuantepec-Juchitán, Mexico

 

Oliva Ríos-Osorio,1 José L. Chávez-Servia,2* José C. Carrillo-Rodríguez1

 

1Instituto Tecnológico del Valle de Oaxaca, Ex-Hacienda Nazareno, Santa Cruz Xoxocotlán, Oaxaca, México, C.P. 71230.

2Instituto Politécnico Nacional, CIIDIR Unidad Oaxaca, Hornos # 1003, Santa Cruz Xoxocotlán, Oaxaca, México. C.P. 71230.

* Autor responsable

 

Recibido: abril, 2013.
Aprobado: diciembre, 2013.

 

Resumen

Para los agricultores de escasos recursos económicos, las variedades autóctonas adaptadas a micro-nichos particulares son el principal recurso disponible para mantener la producción y asegurar el sustento familiar. Este trabajo describe el sistema de producción tradicional y la comercialización en el mercado local del tomate (Solanum lycopersicum L.) nativo en la región de Tehuantepec-Juchitán, Oaxaca, México. Se realizaron entrevistas a 45 productores de siete comunidades indígenas Zapotecas con cultivos de tomate. Los resultados muestran que la mayoría de los agricultores entrevistados tenían más de 50 años; que cultivan siete variantes de tomate y que más de 60 % de ellos no fertilizan. El análisis de correspondencia muestra que las variables de mayor valor descriptivo del sistema de producción fueron la superficie de siembra (0.1 a 0.5 ha), el morfotipo de tomate sembrado, la edad de los agricultores y la cantidad de semilla usada. Se determinaron cinco subsistemas de producción orientados a los mercados locales. En este caso de estudio, más de 80 % de la producción se destina a los mercados regionales, lo que promoverá la preservación in situ de los acervos genéticos locales de tomate.

Palabras clave: conservación in situ, indígenas zapotecos, variación fenotípica, variedades nativas.

 

Abstract

For farmers of scarce financial resources, native varieties adapted to specific micro-niches are the primary resource available to maintain production and guarantee family sustenance. This study describes the traditional production system and commercialization in the local market of native tomato (Solanum lycopersicum L.) in the region of Tehuantepec-Juchitán, Oaxaca, México. Interviews were performed with 45 producers from seven Zapotec indigenous communities with tomato crops. Results show that most of the farmers interviewed were older than 50 years; that they cultivate seven varieties of tomato and that more than 60 % of them do not apply fertilizers. The correspondence analysis shows that the variables with highest descriptive value for the production system were the cultivation surface (0.1 to 0.5 ha), the morphotype of the tomato sown, the age of farmers, and the amount of seed used. Five production subsystems were determined, directed at the local markets. In this study case, more than 80 % of the production is destined to regional markets, which will promote the in situ preservation of the local tomato gene pool.

Key words: in situ conservation, Zapotec indigenous people, phenotypic variation, native varieties.

 

Introducción

En México, el tomate es una de las principales hortalizas de exportación que se cultiva principalmente en grandes extensiones de los estados del Noroeste y Occidente, con rendimientos promedio superiores a las 40 ton/ha. Anualmente se siembran más de 52 mil hectáreas y se producen dos millones de toneladas (SIAP, 2010). Contradictoriamente, en los estados de mayor producción y exportación de tomate no se encuentra la mayor diversidad genética del cultivo, la que se concentra en el Centro y el Sureste (Chávez-Servia et al., 2011).

Por otro lado, los agro-ecosistemas tradicionales han desempeñado un papel importante en la conservación in situ de la agro-biodiversidad en las parcelas de cultivo y los huertos caseros, la que es eficaz para sortear los efectos de los factores bióticos y abióticos sobre la producción; también es una estrategia campesina para satisfacer las necesidades de alimento para la familia y generar algunos excedentes para venta en el mercado local. En esos espacios de producción se preservan diversos acervos genéticos de la agro-diversidad nativa, combinaciones de la diversidad cultivada con la silvestre y, en ciertos casos, variedades comerciales que fueron liberadas varios años atrás (Altieri y Merrick, 1987; Altieri et al., 1987; Bisth et al., 2007; Calvet-Mir et al., 2011).

La producción tradicional de alimentos para la familia se sustenta, en mayor proporción, en la preservación, aprovechamiento y explotación semi-comercial o de pequeña escala de los acervos genéticos que ahí se originaron o diversificaron (Thrupp, 2000). En estos sistemas las variedades nativas o autóctonas (landraces) están expuestas a diferentes presiones de selección natural y artificial, y generalmente están adaptadas a micro-nichos particulares. De ahí que un papel preponderante de las familias rurales es mantener o aumentar la diversidad local, incrementar sus niveles de producción y generar un entorno seguro en la producción de alimentos (Sthapit et al., 2008; Magazine, 2009). Además, ahí se mantienen las múltiples maneras en que los agricultores explotan la diversidad biológica para producir y manejar los cultivos; suelo, agua, insectos y la utilización eficiente de los recursos naturales a su alcance y los recursos económicos que poseen (conocimiento local), a fin de satisfacer las necesidades básicas y maximizar los beneficios (Brookfield y Padoch, 1994; Brookfield y Stocking, 1999; Estrada-Castellanos et al., 2011).

Diversos estudios indican que los agricultores participan activamente en la conservación in situ de las variedades locales. Por ejemplo, papa en Perú (Zimmerer, 1998), maíz y cucúrbitas en México (Louette et al., 1997; Perales et al., 2003; Montes-Hernández et al., 2005), tomate en Centro y Sudamérica (Jenkins, 1948; Rick y Fobes, 1975), y un gran número de especies alimenticias (Calvet-Mir et al., 2011). No obstante, es necesario documentar el funcionamiento de los agro-sistemas tradicionales y cómo responde la agro-diversidad a las presiones externas del mercado, los cambios climáticos y las presiones bióticas. Existen evidencias de que las prácticas de los agricultores tienen efectos benéficos para hacer eficiente la producción agrícola, especialmente al amortiguar la variabilidad climática y la reducción del efecto causado por plagas, principalmente de los cultivos hortícolas (Tengó y Belfrage, 2004). Una práctica común es la utilización de variedades nativas en micro-nichos específicos donde las variedades modernas no prosperan (Tengó y Belfrage, 2004; Carravedo, 2006; Álvarez et al., 2007; Estrada-Castellanos et al., 2011).

Diversos conservacionistas, fito-mejoradores y promotores del desarrollo local postulan que la agrobiodiversidad es un recurso estratégico para el desarrollo de sistemas de producción sostenible y de las comunidades, especialmente en los territorios de origen y en la domesticación de las plantas comestibles (Lobo, 2008; Wale, 2008; Jackson et al., 2010). No obstante, ese valor estratégico conferido depende del estudio de la variabilidad fenotípica-genética y de sus propiedades de utilidad antropogénica (Heywood, 2011). En este sentido, existen escasos ejemplos documentados que refuercen el principio de conservación basado en la utilización racional. Por ejemplo, la eficiencia productiva en los agro-sistemas tradicionales, ya sea a través de la incorporación de nuevas tecnologías o el manejo eficiente de los recursos naturales, depende de la capacidad del agricultor para innovar su sistema y de los recursos económicos disponibles, entre otros aspectos (Cih-Dzul et al., 2011; Baltazar et al., 2011). En otros casos, las oportunidades y limitaciones para la producción son determinadas por la demanda del mercado (Asgedom et al., 2011). En este contexto, el presente trabajo tuvo como objetivo describir el sistema tradicional de producción de tomate (Solanum lycopersicum L.) nativo en las zonas bajas de Tehuantepec-Juchitán, Oaxaca, México y su relación con el mercado local, como parte de los esquemas comunitarios de búsqueda de ingresos para el hogar; todo con el fin de diseñar y proponer estrategias locales que ayuden a mejorar la productividad e ingreso de los pequeños productores y estimular la conservación in situ de los acervos genéticos nativos de tomate.

 

Materiales y Métodos

Región de estudio

El estudio se realizó en las zonas bajas de Tehuantepec y Juchitán, en siete comunidades: Puente Madera, Rancho Llano, Santa Rosa de Lima, Monte de las Pitahayas del municipio de San Blas Atempa, cabecera municipal de Santa María Xadani, Santiago Laollaga y Guichixu de Díaz Ordaz del municipio de Santiago Laollaga de la región comprendida entre Tehuantepec y Juchitán, Oaxaca, México. Las comunidades se localizan entre las coordenadas 16°17' a 16°32' N y 95°01' a 95°25' O, con variaciones de altitud que van de 20 a 65 m. El clima es cálido subhúmedo con lluvias en primavera y verano, con precipitaciones promedio de 950 mm. Las mayores precipitaciones se presentan en los meses de junio y julio, y los vientos mayores se presentan de norte a sur en verano y otoño (García, 1988). El suelo se clasifica como cambisol éutrico de textura franco-arenosa y arcillo-arenosa, y los agricultores tienen abastecimiento de agua de riego mediante ríos y arroyos durante todo el año (INEGI, 2011).

En la región objetivo habitan 35 mil personas del grupo indígena zapoteca. La población económicamente activa se desempeña principalmente en la agricultura, en una superficie de más de 27 mil hectáreas con cultivos cíclicos, como maíz (6 500 ha), ajonjolí (577 ha) y sorgo (360 ha), y destinan en promedio de 60 a 120 ha para el cultivo de tomate (SIAP, 2010).

Características de la entrevista

La ubicación de parcelas y agricultores se hizo mediante recorridos de campo con un enfoque etnográfico y de estudio de caso (Aguirre, 2004). En este trabajo sólo se entrevistó a agricultores o agricultoras que tenían parcelas de tomate en producción. Se realizaron 45 entrevistas mediante un cuestionario semi-estructurado. Las preguntas fueron orientadas a describir las características generales de los productores, el sistema de producción, el manejo del cultivo y los destinos de la producción. De diciembre de 2010 a marzo de 2011, las entrevistas se condujeron en la parcela u hogar del entrevistado(a).

Análisis estadístico

Con la información recopilada se hizo un análisis descriptivo del comportamiento de cada variable.

También se hizo un análisis de correlación de rangos de Spearman para evaluar las relaciones entre respuestas codificadas en clases ordinales. Complementariamente se hizo un análisis de correspondencia múltiple mediante una matriz simétrica de Burt en función de las preguntas y las respuestas, orientado a describir el sistema de producción y observar las variables de mayor valor descriptivo del sistema. Posteriormente, se hizo un análisis de conglomerados de agrupamiento jerárquico a partir de distancias euclidianas y el método de ligamiento promedio, con el objetivo de diferenciar subsistemas de producción. Todos los análisis se hicieron con los paquetes estadísticos SAS (2000) y SPSS (2010).

 

Resultados y Discusión

En relación con las características sociodemográficas de los agricultores entrevistados, los resultados mostraron que existió una distribución homogénea por rangos de edad, por décadas, desde menos de 20 hasta mayores de 70 años. Del total de entrevistados (n=45), se encontraron cinco mujeres productoras de tomate. En este caso, ellas también se desempeñan como vendedoras en los mercados locales (Cuadro 1).

En escolaridad predominaron los productores con seis, nueve y doce años de estudios de primaria, secundaria y preparatoria concluida. También es de señalar que 8.9 % no tuvo instrucción educativa formal y 2.2 % presentó estudios profesionales. Cabe destacar que la mayor proporción de agricultores tiene entre diez años o más de siembra continua de tomate en sus parcelas, y como no destinan todo el terreno que poseen al cultivo de tomate, realizan una rotación por secciones a lo largo o ancho (Cuadro 1). Al respecto, Montes-Hernández et al. (2005) señalan que el mantenimiento in situ de la diversidad de variedades locales en México la realizan los agricultores con más de 50 años de edad. En este trabajo se determinaron ciertas evidencias semejantes, como el hecho de que regionalmente las formas de fruto tipo riñón (achatados) y variantes de tomatillo son muy apreciadas, y generalmente, son cultivadas por los agricultores de mayor edad (Figura 1).

En los recorridos de campo y en las entrevistas a los productores se determinó que en la región son cultivadas una amplia diversidad de formas de frutos durante la producción de tomate. Todos los acervos genéticos son de Solanum lycopersicum L. y un tipo que pertenece a la variedad botánica cerasiforme. Los tamaños de frutos producidos varían de 1.5 a 11.0 cm de diámetro y las formas van desde achatados irregulares, piriformes o redondeados, de acuerdo con la descripción de formas de fruto del IPGRI (1996) (Figura 2).

En la región predominó el tomate tipo riñón (22.3 %) de hasta 400 g por fruto, seguido de mandarina o perita (20 %), ciruelita (20 %), ojo de venado (15.6 %) y forma de fruto cereza, denominados localmente como "chusma" (11.1 %) o tomatillo de menos de 2 cm de diámetro. La mayoría de los productores (60 %) sólo cuentan con predios de uno a diez surcos; otros destinan de 11 a 20 surcos (26.7 %) de 100 m de longitud, mientras que otros utilizan hasta 50 surcos para ello (Figura 1 y Cuadro 2). En general se trata de parcelas de menos de 2400 m2 de superficie. Por consiguiente, en estos micro-nichos de producción se preservan gran parte de los acervos genéticos de tomate en México, como se ha denotado en trabajos previos (Rodríguez et al., 2009).

Los agricultores preservan o siguen sembrando esos tipos de tomates, la mayoría limitándose a sembrar de 1 a 20 surcos de 100 m de longitud porque tienen cierta facilidad de venta. Un productor podría obtener rendimientos superiores a 40 ton h-1 si destinara todo su terreno para este cultivo; sin embargo, debido a que la venta es a nivel regional, esto provocaría una alta oferta y, por lo tanto, sobreabasto del producto. Excepcionalmente, en la ciudad de Oaxaca se vende el mayor centro de comercialización de productos que se encuentra a 270 km del sitio de producción. La agricultura de la región contrasta tanto en el nivel socioeconómico como en el tecnológico de los agricultores del norte de México, pues se caracteriza por ser de subsistencia con bajos ingresos, superficies pequeñas de cultivo, de menos de 1000 m2, alto uso de mano de obra y bajos rendimientos, y en conjunto agrupan alrededor de 800 ha sembradas de tomate en todo el estado de Oaxaca, en tanto que en Sinaloa, principal exportador de productos agrícolas a los EE. UU., un solo productor agrupa una superficie de alrededor de 200 ha (SIAP, 2010) con alto nivel de tecnificación y rendimientos elevados. Como consecuencia de lo anterior, se genera una polarización población del desarrollo económico y social de las comunidades.

En la región de estudio, los agricultores mencionan que de julio a septiembre es la mejor época para la siembra y el trasplante, ya que de febrero a junio las temperaturas más altas superan los 40 °C e imposibilitan el desarrollo adecuado de las plantas. Todos los agricultores producen sus plántulas en almácigos tradicionales, en pequeñas áreas de terreno o traspatios cercanos a sus hogares. Entre 15 y 20 días después de la emergencia de semillas, las plántulas desarrollan de tres a cinco hojas verdaderas y están aptas para el trasplante. La mayoría de los productores afirman que las plantas requieren un tiempo mínimo de dos meses y medio desde el trasplante a la cosecha (33.3 %), y otros más dijeron que tres meses y medio (31.1 %). La duración de la cosecha es de dos meses; esto en función de la sanidad de las plantas, ya que algunos productores afirmaron que puede prolongarse hasta tres o cuatro meses. Debido a las condiciones climáticas, la mayoría de los agricultores (82.2 %) hacen un ciclo de cultivo por año (Cuadro 2).

Al momento de la cosecha, 40 % de los agricultores entrevistados mencionaron que seleccionan frutos sanos para obtener su semilla; por el contrario, 27 % obtiene la semilla con sus vecinos, o bien en el mercado local (Cuadro 2). En el primer caso no se practica una selección con fines de mejoramiento genético, ni para obtener mejor calidad de semilla; sólo evitan la pérdida del material. Esto indica que menos de 50 % de los agricultores preservan de manera continua las diferentes formas y tamaños de fruto y otros, la obtienen con vecinos o en el mercado local, pero exclusivamente las formas de frutos conocidos (variantes autóctonas) que saben que pueden sembrar sin problemas de adaptación, u otros bióticos, y también con la perspectiva de comercialización local. Esta información podría sustentar la elaboración de un programa de obtención de semillas de calidad para la preservación de las variedades regionales.

El proceso de selección y conservación de las semillas en los sistemas tradicionales con variedades locales, difiere entre agricultores (Kraft et al., 2010; Scott et al., 2003; Rodríguez et al., 2009). En nuestra investigación, después de que extraen semillas de los frutos, a veces seleccionados, las someten a un proceso de secado en tela y otros prefieren secarlas al sol para eliminar el mucílago; posteriormente es conservada en frascos de vidrio, sin la aplicación de productos químicos. En ocasiones, los agricultores emplean semilla obtenida de casas comerciales; al sembrarla, se recombina con las variedades locales aledañas, o bien, se mantiene aislada y obtienen generaciones avanzadas. Es importante resaltar que de todas las variedades registradas en México en el Catálogo Nacional de Variedades Vegetales (Rosario, 2011) ninguna aparece con frutos achatados tipo riñón, lo que indica que no existe un programa de mejoramiento regional o nacional que tenga como objetivo la obtención de variedades mejoradas para estos sistemas de producción.

En la preparación de terreno, siembra, trasplante y manejo del cultivo, los agricultores de la región combinan algunas tecnologías modernas que no impliquen fuertes inversiones económicas con sus técnicas tradicionales, así como poca o nula adquisición de insumos externos, con el propósito de disminuir los costos de producción. Por ejemplo, el barbecho o remoción de suelo se hace con tractor, pero el surcado y otras labores de remoción posteriores se realizan con una yunta de bueyes. En la parcela, los agricultores trasplantan bajo dos arreglos topológicos; en línea o surcos y sin orden pre-establecido; en este último sólo buscan que las plantas queden separadas de 80 a 100 cm entre ellas. La mayoría de los agricultores respondieron que no aplican fertilizantes y que cuando sí los utilizan lo hacen entre 15 y 20 días después del trasplante y la segunda la realizan 15 o 20 días después de la primera. El control de plagas lo realizan regularmente con Foley® (Paratión Metílico) y Lannate® (Metomilo), aunque los agricultores afirman que no hay enfermedades en el cultivo (Cuadro 3).

Los productores que siembran una parcela de menos de 10 surcos generalmente invierten entre 732.00 y 912.00 pesos para la producción, mientras que otros siembran entre 40 y 50 surcos y gastan alrededor de 8832.00 pesos. La producción de tomate se destina principalmente a los mercados regionales de Santo Domingo Tehuantepec y Juchitán, México; en estos mercados se comercializan en cajas de 18 a 20 kg, en recipientes con volúmenes de 700 a 800 g o por kilogramo (Cuadro 4). En los mercados locales la forma tradicional de venta es en recipientes, cuyo precio de compra varía de 10 a 15 pesos mexicanos, al menos durante la recopilación de la información del presente estudio.

Por todo lo anterior, el sistema tradicional de producción aquí descrito está supeditado prácticamente a las variaciones de la demanda de los mercados regionales de Juchitán y Tehuantepec, aparte de la venta entre vecinos; la mayoría de agricultores (82%) destinan la producción a la venta (Cuadro 4). La conservación de la diversidad nativa e híbridos inter-poblacionales con variedades mejoradas de tomates, es incentivada y promovida por la demanda de los consumidores, formando parte importante en la subsistencia de las familias de la región, donde la cultura y la gastronomía no favorecen el cambio de las variedades locales por su sabor y otras características a las mejoradas (Gutiérrez-Rangel et al., 2011).

Se estimaron diferentes correlaciones entre las distintas variables de escala ordinal que ayudaron a describir el sistema de producción tradicional, como prácticas de preparación del terreno, manejo del cultivo, características de los productores y destino de la producción. Uno de los patrones de correlaciones significativas más destacadas son las relaciones negativas de la edad del agricultor con la duración de los periodos de cosecha (r=—0.31) y la unidad de media utilizada para vender (r=—0.38). Una relación ordinal entre las prácticas de cultivo fue la correlación entre la cantidad de semilla utilizada y las dimensiones del terreno sembrado o por cultivar (r=0.37). Esto sugiere que los agricultores tienen cierto dominio del manejo del cultivo porque las prácticas de cultivo están relacionadas y, en general, la edad no estuvo relacionada con las prácticas de manejo, excepto negativamente con la cantidad de semilla utilizada (r= 0.36), lo que indica una eficiencia en la cantidad de semilla utilizada por los agricultores de mayor edad. En este sentido, se cuantificó una correlación significativa negativa entre el tiempo de trasplante cosecha y la duración de la cosecha (r=— 0.38). Esta última también se correlacionó negativamente con el área de terreno sembrada (r=— 0.40) y la cantidad de semilla sembrada (r=— 0.30).

Al final del análisis de correspondencia iterativo se determinó que la quinta dimensión explica 87.8 % de la variabilidad de respuestas de los agricultores en relación con sus características socio-demográficas, sistemas de producción, manejo del cultivo y destinos de la producción. A la quinta dimensión se cuantificó un valor propio o singular de 0.111 y X2=15.43. El resultado fue que en la primera dimensión se observó que las variables más descriptivas de la variación fueron, en orden jerárquico, de mayor a menor: forma del fruto o material genético sembrado, edad del agricultor, mes de trasplante, cantidad de semilla utilizada y mes de siembra, con una contribución a la inercia de 0.306, 0.151, 0.117, 0.115 y 0.102, respectivamente. Las demás características descriptivas fueron de menor relevancia, ya que presentaron contribuciones inferiores a 0.087; entre estas, área de terreno sembrada, aplicación de agroquímicos y otras. La segunda dimensión principal presentó cierto patrón similar a la anterior. En la contribución a la inercia se observó que la variante de jitomate sembrada, época de siembra y trasplante, fueron las de mayor valor descriptivo, con contribuciones de 0.380, 0.220 y 0.093, respectivamente. En este caso, las demás características contribuyeron con valores inferiores a 0.070, principalmente las relacionadas con aplicación de agroquímicos, edad del agricultor y épocas de cosecha, entre otros.

En la Figura 2 se presenta la dispersión de los agricultores en el plano formado por las dos primeras dimensiones principales, con base en la edad de los agricultores y la superficie sembrada. La edad de los agricultores indica un manejo diferencial del sistema de producción tradicional de tomate; los agricultores de menos de 31 años están más vinculados con el mercado y tienden a programar sus siembras con el propósito de cosechar en las épocas de mayor precio en los mercados locales. También se observa que los agricultores de mayor edad (>40 años) son más propensos a planear sus siembras (Figura 2a). En la Figura 2b, con base en la edad y el tamaño de las parcelas, la diferencia entre agricultores también fue notoria, con desde menos de 20 surcos hasta más de 40 surcos de 100 m de largo; esto es, los agricultores de más edad siembran una menor superficie de terreno.

En el análisis de conglomerados se determinaron cinco subsistemas significativamente diferentes de producción tradicional de tomate (Figura 3). En esta región, la producción o el manejo del cultivo de tomate estuvo determinada por la edad del agricultor, la variante de fruto o la variedad local sembrada, de acuerdo con el mercado local, y la determinación del tamaño de parcela a cultivar. Esto indica que las formas de manejo se constituyen en patrones de producción en función de la capacidad de inversión, tecnología utilizada, fechas de siembra y cosecha, manejo de plagas y enfermedades, aunque las condiciones ambientales y las costumbres del agricultor no se dejan de lado. De acuerdo con Baltazar et al. (2011), las diferentes estrategias de producción son resultado de la capacidad de inversión y de la orientación o destino de la producción. En este caso, además de ser demandando en el mercado, también es un producto de autoconsumo.

El uso de variedades locales en los sistemas tradicionales de cultivo, generalmente responde a un enfoque de subsistencia, ya que son las fuentes de alimentos para el productor y su familia y generan algún ingreso económico, aunque no siempre en términos de alta tasa de retorno. Los ingresos mínimos y máximos obtenidos por los productores de tomate en la región de estudio varían de 2640.00 a 18000.00 pesos y pueden considerarse como un pequeño estímulo para conservar y mantener los acervos genéticos de tomate, como lo han postulado Gliessman et al. (1981), Altieri y Merrick (1987) y Sthapit et al. (2008) para diferentes especies. Estos autores también remarcan que las variedades locales se conservan porque son aprovechadas o utilizadas.

De acuerdo al estadístico de seudo t, se determinaron diferencias significativas (t= 11.1; gl=43; P<0.05) entre los cinco grupos descritos en la Figura 3. En el Cuadro 5 se presenta una descripción detallada de las características diferenciales entre grupos o subsistemas de producción. Los subsistemas II y IV son practicados por agricultores de más de 40 años de edad; siembran variantes semejantes de forma de frutos (riñón mediano), cantidad de semilla utilizada para la siembra y, en perspectiva de su conocimiento de las fluctuaciones del precio de mercado, los primeros trasplantan en septiembre y los segundos en mayo.

Los subsistemas I, III, y V son los que más variación muestran: edad de los productores, número de formas de frutos que siembran, superficie sembrada y origen de la semilla. Todos ellos siembran y trasplantan de mayo a septiembre para cosechar desde principios de agosto hasta los primeros meses del año, cuando pueden obtener un ligero sobreprecio por la venta de sus cosechas (Cuadro 5). Todo esto hace que los subsistemas provean casi todo el año de tomate a los principales mercados regionales en Tehuantepec y Juchitán, México.

 

Conclusiones

El sistema de producción de subsistencia de tomate en la región de Tehuantepec-Juchitán está vinculado con los mercados regionales, donde las diversas variantes de formas y tamaños de frutos, incluyendo el tipo riñón grande y mediano, comercial y chusma, son altamente demandados. El agricultor conoce la dinámica de presiones en los mercados locales porque produce un volumen que puede comercializar en Tehuantepec o Juchitán, sin mayores problemas. En el análisis de correspondencia se detectó que las variables de mayor valor descriptivo del sistema de producción fueron: superficie de siembra, morfotipos de frutos de tomate sembrado, edad de los productores y cantidad de semilla usada. En estos sistemas, la tecnología utilizada por los agricultores es reducida (tractor, fertilizante y fungicidas) y dependen de la capacidad de inversión. El área de producción por agricultor varía de 0.1 a 0.5 ha y en la región se distinguen cinco subsistemas de producción (análisis de conglomerados), en función de la experiencia de los agricultores, manejo del cultivo y destinos de la producción. Las prácticas de producción y característica sociodemográficas de los agricultores están correlacionadas significativamente (r de Spearman, P < 0.05); sobresale la edad agricultor, cantidad de semilla utilizada, área cultivada, época de siembra y duración de la cosecha.

 

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