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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.10 no.3 Texcoco jul./sep. 2013

 

Conocimiento tradicional sobre los hongos silvestres en la comunidad otomí de San Pedro Arriba; Temoya, Estado de México

 

Traditional knowledge regarding wild mushrooms in the otomí communities of San Pedro Arriba, Temoaya, Estado de México

 

Fidel Lara-Vázquez1*, Alejandro T. Romero-Contreras2, Cristina Burrola-Aguilar3

 

1 Instituto de Ciencias Agropecuarias y Rurales, Universidad Autónoma del Estado de México. Carretera Toluca-Atlacomulco km 14.5. Unidad San Cayetano. 50200. Toluca México (fidel.lara@hotmail.com).

2 Centro Interamericano de Recursos del Agua, Universidad Autónoma del Estado de México. Carretera Toluca-Atlacomulco km 14.5. Unidad San Cayetano. 50200. Toluca México (lautona@aol.com).

3 Centro de Investigación en Recursos Bióticos, Universidad Autónoma del Estado de México. Carretera Toluca-Atlacomulco km 14.5. Unidad San Cayetano. 50200. Toluca México (cristinaburrola@hotmail.com)

* Autor responsable

 

Recibido: mayo, 2013.
Aprobado: agosto, 2013.

 

Resumen

Los hongos silvestres hoy en día constituyen, en diferentes comunidades campesinas, un recurso forestal no maderable en temporada de lluvias, debido a su gran importancia cultural, alimenticia y económica. La presente investigación se realizó con el objetivo de identificar el conocimiento tradicional y manejo familiar de las principales especies de hongos silvestres en la comunidad de San Pedro Arriba, Temoaya, Estado de México. En el tianguis de la cabecera municipal se aplicaron entrevistas informales con vendedores de hongos; también se acudió a parajes boscosos con familias dedicadas a la recolecta de hongos y, por último, se acudió a la comunidad para aplicar un cuestionario a los habitantes de la misma. Se registraron 86 especies, de las cuales 25 se ubicaron a nivel de género y 61 a nivel de especie, reconociendo 221 nombres en español y 35 en otomí; siendo los mejor representados los nombres primarios simples. Las especies con mayor importancia cultural fueron Helvetia lacunosa, Lactarius deliciosus y Gomphus floccosus. Finalmente, se identificaron las formas de aprovechamiento de los hongos por las familias de la comunidad, la adquisición de este conocimiento, el conocimiento ecológico, el proceso de recolección y venta, así como su uso.

Palabras clave: etnomicología, macromicetes, nombres tradicionales.

 

Abstract

Wild mushrooms today constitute a non-woody forest resource in different peasant communities during the rainy season, due to their great cultural, dietary and economic importance. This research was performed with the objective of identifying the traditional knowledge and family management of the main species of wild mushrooms in the community of San Pedro Arriba, Temoaya, Estado de México. Informal interviews were applied in the municipal township market with mushroom sellers; we also visited forest sites with families devoted to mushroom picking; and, lastly, we visited the community to apply a questionnaire to its inhabitants. Regarding species, 86 were observed, of which 25 were placed at the level of genus and 61 at the level of species, recognizing 221 names in Spanish and 35 in Otomí, with the simple primary names being the best represented. The species with greatest cultural importance were Helvetia lacunosa, Lactarius deliciosus and Gomphus floccosus. Finally, the forms of mushroom exploitation by community families, the acquisition of this knowledge, the ecological knowledge, the collection and sale process, and their use, were identified.

Key words: ethnomycology, macromycetes, traditional names.

 

Introducción

La diversidad de hongos en México es muy alta; se estima que en el país hay más de 200 000 especies. Sin embargo, sólo 4 % son conocidas. Respecto a los hongos comestibles sólo se consumen aproximadamente 300 especies (Estrada-Martínez et al., 2009). El consumo tiene una tradición culinaria muy arraigada (Moreno-Fuentes y Bautista-Nava, 2006), siendo el conocimiento micológico tradicional la base para el aprovechamiento de este recurso (Garibay-Orijel et al, 2006). En nuestro país hay varios estudios etnomicológicos en comunidades que están integradas por grupos étnicos como: chinantecos, chontales, choles, mayas, matlatzincas, mazahuas, mazatecos, mixtecos, nahuas, otomíes, purépechas, rarámuris, tepehuanes, totonacos, wi-rráritari, zapotecos y zoques (Moreno-Fuentes et al., 2001; Montoya-Esquivel et al., 2003; Ruan-Soto et al., 2004; Garibay-Orijel et al., 2006), sin embargo, todavía quedan muchos aspectos por tratar sobre el conocimiento tradicional y el manejo que tienen los pobladores con diversas especies de hongos silvestres.

El conocimiento tradicional, definido como el conjunto de saberes y prácticas (creencias, leyendas, mitos, proverbios, canciones, entre otros) generadas, seleccionadas y acumuladas colectivamente (Ruan-Soto, 2005), es un proceso dinámico de experiencias prácticas y de adaptación al cambio (Reyes, 2009), en estrecho contacto con la naturaleza y que incluye sistemas de clasificación, observaciones empíricas del ambiente local, así como un sistema de manejo de los recursos, siendo la calidad y cantidad de este conocimiento variante entre los miembros de la comunidad dependiendo del género, edad, clase social, capacidades intelectuales entre otros factores (Ruan-Soto, 2005).

Este conocimiento se transmite en el espacio y en el tiempo a través del lenguaje, iniciándose en el núcleo o unidad familiar y es compartido y reproducido mediante el diálogo directo entre el individuo, sus padres y abuelos "hacia el pasado" o entre el individuo, sus hijos y nietos "hacia el futuro" (Toledo, 2009).

El objetivo central de este estudio fue identificar el conocimiento tradicional y manejo de las principales especies de hongos silvestres en la comunidad de San Pedro Arriba, municipio de Temoaya, habitado por la etnia otomí.

Se presenta la descripción y análisis de aspectos relativos a la nomenclatura, importancia cultural y diferentes prácticas que giran alrededor de los hongos silvestres en esta comunidad.

 

Materiales y Métodos

Esta investigación se realizó en el municipio de Temoaya, localizado en la parte media de la Cuenca Alta del Río Lerma, en el Estado de México, en las coordenadas 19°28'50" N y 99°36'12" O, a una altura de 2680 m (Figura 1). Su clima es templado subhúmedo con lluvias en verano (C(s)(w0), precipitación anual promedio de 899.2 mm y una temperatura media anual de 13.4°C. Los principales tipos de vegetación son el bosque de pino, encino, ocote, cedro y oyamel (Arzate, 1999). En 2010, Temoaya tenía en total 90 010 habitantes, de los cuales 20 669 personas hablan alguna lengua indígena, predominando el otomí (INEGI, 2010).

La comunidad de San Pedro Arriba se localiza a 19°28'85"N y 99°36'45" O a una altura media de 2780 m, a cinco kilómetros de Temoaya, la cabecera municipal. Las principales actividades económicas son la agricultura y el comercio (Zepeda, 2008). En 2010 San Pedro Arriba contaba con un total de 7040 habitantes, de los cuales 2750 hablan alguna lengua indígena, imperando el otomí (INEGI, 2010).

La evaluación etnomicológica se realizó en tres ambientes:1) tianguis de la cabecera municipal; 2) parajes boscosos; y 3) en la comunidad de San Pedro Arriba (Figura 2). En relación con el trabajo en el tianguis de Temoaya, éste se hizo mensualmente durante junio a octubre de 2007, con el fin de llevar a cabo un primer acercamiento y observar cómo era el conocimiento mi-cológico en la región. Se hicieron entrevistas informales a comerciantes, con información relativa al tipo de vegetación hábitat de los hongos; transmisión del conocimiento; manejo; aprovechamiento y nomenclatura tradicional, de acuerdo a Estrada-Torres y Arroche (1987).

El trabajo en los parajes boscosos se realizó de junio a octubre de 2008: se hicieron dos visitas por mes, con el apoyo de tres familias de la zona, con el fin de realizar recolectas de hongos silvestres en la compañía de las mismas; se siguió el método de observación participante de acuerdo con Ruan-Soto et al. (2004). Las familias fueron seleccionadas mediante la técnica de muestreo en cadena o bola de nieve (Sandoval, 2002).

Por último, en los meses de junio a octubre del año 2009, se acudió a la comunidad de San Pedro Arriba, para aplicar un cuestionario; el tamaño de muestra fue de 112 entrevistados. Esta se determinó usando la ecuación para poblaciones finitas (Fernández, 2001). El tamaño de la población fue 5680 habitantes INEGI (2005), dado que esta cifra, en su momento era la más actualizada, con una seguridad de 95 % y precisión de 4 %, no obstante se aplicó un total de 123 cuestionarios, dado que 11 correspondieron a una prueba piloto que se realizó, esto con el fin de tener una apreciación de las respuestas con las que contaba el cuestionario. Las entrevistas que se hicieron fueron completamente al azar entre los miembros que integran las familias de San Pedro Arriba (Cuadro 1). El cuestionario se dividió en tres secciones: I) generalidades (nombre del informante, edad, sexo, actividad principal, escolaridad); II) listado libre de los hongos conocidos por los miembros de las familias, y III) conocimiento micológico tradicional (transmisión del conocimiento, conocimiento tradicional, manejo, aprovechamiento, fenología y comercialización) [Montoya-Esquivel, 1997; Montoya Esquivel et al. 2003].

Para estimar la importancia cultural sobre los hongos en la comunidad de estudio, se aplicó la técnica de orden de mención (OM), de acuerdo con Moreno-Fuentes (2006) y García (2009). Para la recolecta de datos se realizó el listado libre (Burrola-Aguilar et al., 2012).

Se elaboró un listado con las especies fúngicas que utilizan las familias recolectoras de San Pedro Arriba. Las muestras de los hongos adquiridos en el tianguis y en los parajes boscosos, se caracterizaron usando los métodos tradicionales en Micología; se deshidrataron de acuerdo con los métodos propuestos por Cifuentes et al. (1986). Para la identificación de las especies, se utilizaron claves y literatura especializada (Romagnesi, 1967; Marr y Stuntz, 1973; Singer, 1975; Moser, 1983; Jenkins, 1986; Arora, 1986; Fischer y Bessette, 1992; Mueller 1992; Abbott y Currah, 1997; Heilman-Clausen et al., 1998; Guzmán y Tapia, 1998; Hall et al., 2003; Vite-Garín et al., 2006; MycoBank, 2011; MycoKey, 2011; Pacific Northwest Key Council (2011); Franco et al., 2012). El nombre de la especie y su autoridad se basó en el Index Fungorum (2011), y la posición sistemática en el NCBI (National Center for Biotechnology Information) (2011).

El material fúngico fue depositado en el Acervo Mi-cológico del Centro de Investigación en Recursos Bióti-cos de la Universidad Autónoma del Estado de México.

 

Resultados y Discusión

Generalidades de la comunidad de estudio

En la comunidad de San Pedro Arriba, la ocupación familiar es principalmente el comercio (44 %), luego el cultivo y cría de animales de traspatio (30 %), artesanías (tapetes y servilletas) (14 %) y otros (empleados, transporte, entre otros) (12 %). La comunidad está integrada por seis secciones, donde cada una está constituida por un grupo de familias con sus respectivos solares y terrenos de cultivo. Según Palerm (1997), en las comunidades campesinas hay tres tipos de familias: localizada, semilocalizada y no localizada. Se considera localizada cuando todas las personas de un paraje tienen un apellido en común; semilocalizada cuando por lo menos 50 % de las personas de una paraje tiene un apellido en común, y no localizada cuando no más de 40 % de las personas tienen un apellido en común. En San Pedro Arriba los dos primeros tipos de familias son los más comunes. Las familias localizadas se encuentran en las dos primeras secciones, son agricultores y comerciantes con altos cargos políticos y religiosos. Las familias que se instalaron en las secciones tercera y cuarta forman las familias semilocalizadas.

Su actividad económica es la agricultura y el comercio, con mediana participación en los cargos políticos y religiosos. Las familias que se encuentran en las secciones quinta y sexta se instalaron después y forman las pequeñas familias; en su mayoría no son propietarios, alquilan su mano de obra como jornaleros y casi no participan en los cargos políticos o religiosos. Tomando el modelo de Palerm (1997), en San Pedro Arriba el tipo de familias están en relación directa con la cantidad de tierras que poseen, actividad económica, antigüedad de asentamiento y participación en los cargos políticos y religiosos. El número de integrantes que tienen éstas son de 5 a 8 miembros (33 %), de 3 a 4 miembros (30 %), más de 8 miembros (28 %) y de 1 a 2 miembros (8 %). El grupo doméstico -casa o solar- constituye la unidad residencial más pequeña. En San Pedro Arriba existen dos tipos principales de grupos domésticos: (1) Familias nucleares y (2) Familias extensas. En el trabajo de campo se observó que, por lo general, las familias nucleares en la comunidad de estudio se conforman hasta de 10 hijos, cuyas edades van de cero a 20 años. En las familias extensas existe una gran variación entre las edades y el número de integrantes. Por tradición, el núcleo familiar se conforma en torno a la residencia paterna.

Identificación taxonómica de los hongos silvestres

En la comunidad de estudio fueron identificadas taxonómicamente 86 especies, de las cuales 25 se ubicaron a nivel de género y 61 a nivel especie. Éstas pertenecen a los Phylum Ascomycota y Basidiomyco-ta. El primero quedó representado por las familias: Helvellaceae con seis especies; Morchellaceae con tres; Discinaceae con dos e Hypocreaceae con una. El segundo, por las familias Boletaceae con 21 especies; Russulacceae con 16; Ramariaceae con ocho; Tricho-lomataceae con siete; Pluteaceae con seis; Lycoper-daceae, Clavulinaceae y Gomphaceae con tres cada una y Agaricaceae, Hydnangiaceae, Marasmiaceae, Pleurotaceae, Auriculariaceae, Cantharellaceae, Spa-rassidaceae y Ustilaginaceae con una.

Organización del conocimiento tradicional sobre los hongos silvestres

En la comunidad de estudio los hongos son un recurso forestal no maderable importante, quedando esto de manifiesto por la gran variedad de nombres que se asignan a los que son aprovechados por la población, registrándose 256; de los cuales 221 se identifican en español y 35 en otomí. "El registro y redacción de los nombres en otomí se realizó con la ayuda de un traductor local" (Anexo 1).

De las especies reconocidas por la población, 76 se reconocen como comestibles, nueve como tóxicas y una como insecticida. Esto coincide con lo propuesto por Turner et al. (2000), respecto a que los recursos naturales que se nombran son aquellos que gozan de cierto interés para un grupo humano, y puede estar dado por factores como la frecuencia de uso. En consecuencia, en la comunidad el grupo de hongos silvestres que tiene más nombres es el de los comestibles, seguido de los tóxicos. Los nombres comunes o tradicionales (256), dan testimonio de la riqueza semántica e importancia que tiene este recurso entre las familias de la comunidad (Berlín, 1992). La nomenclatura tradicional responde a la necesidad general que experimenta el hombre por organizar y jerarquizar su entorno y poder comunicarse con sus congéneres. Dentro de esta organización los nombres exhiben uno de los dos tipos léxicos universales llamados nombres primarios y nombres secundarios.

Los nombres primarios pueden ser de tres tipos (simples como "soldadito = Helvella lacunosa"), productivo o auto explicativo como "hongo de besana = Agaricus sp." e improductivos o no explicativos como "monedero rojos = Gyromitra esculenta". Los nombres secundarios son aquellos que se dan en conjunto contrastado un constituyente referido a un grupo o taxón el cual en el primer lexema se encuentra inmediatamente por encima (ej. señorita de oyamel, señorita de ocote, señorita café, señorita blanca, señorita amarilla y señoritas delgadas). En San Pedro Arriba, los nombres primarios simples fueron los mejor representados (35 %), estos están relacionados por la similitud que tienen con diversos objetos como trompeta, cigarro o florero entre otros y comida como pambazo o bombón.

En segundo lugar se encuentran los nombres secundarios (30 %), los cuales están representados en grupos o taxones, dando cuenta del gran conocimiento que se tiene, en particular por cada especie, ya que existen especies con gran similitud. El primer lexema indica el criterio para diferenciar la forma (señorita, pajarito, cemita, corneta y clavito), el segundo lexema se usa para diferenciar entre especies que tienen la misma forma, tomando criterios como color, hábitat, forma, toxicidad entre otros, estos criterios son importantes dado que hay especies tóxicas que tienen un gran parecido con las especies comestibles, las familias de la comunidad, comentan ".. .en su mayoría los hongos silvestres comestibles tienen su hermano malo por eso se debe tener un gran conocimiento, ya que estos hongos se pueden confundir y consumir provocando desde una diarrea hasta la muerte."

En tercer lugar se encuentran los nombres primarios productivos (21 %), los cuales están dados por características propias de la especie (hongo pegajoso, hongo duro), hábitat (hongo de oyamel, hongo de maíz) y color (hongo blanco, gachupín negro). En último lugar, se encuentran los nombres primarios improductivos (14 %), los cuales están dados por la forma (dedos de Dios, bolita de llano, hongo paraguas) y relación con algún animal (hongos mosca, pedos de burro, hongo de víbora). En otros trabajos se han observado características como morfología del hongo, color, forma, lugar de crecimiento, tipo de vegetación, características que son tomadas para la asignación de los nombres (Montoya-Esquivel, 1997; Moreno-Fuentes et al., 2004, Pérez-Moreno et al., 2008 y García, 2009). La riqueza semántica que se encuentra en la comunidad de estudio, con relación al número máximo de nombres que se le asigna a una especie es de 13, siendo el caso de Russula brevipes, siguiendo con 12 nombres Lycoperdon perlatum, con 11 nombres Clitocybe gibba, con 10 nombres Agari-cus sp., y con 8 nombres Gomphus floccosus.

Para estimar la importancia cultural que tienen los hongos entre las familias de la comunidad de San Pedro Arriba, se utilizaron los nombres tradicionales que son asignados a los hongos silvestres, tanto en español como en otomí; esto para entender cuáles de estos son los más importantes entre las familias campesinas. De acuerdo con Montoya-Esquivel (2005) los nombres de los hongos que son indicados con mayor frecuencia son los que cuentan con mayor importancia cultural, por lo cual se pidió a los miembros de las familias que nombraran los hongos que conocieran. En el Cuadro 2 se muestran los 25 nombres tradicionales que tienen mayor importancia cultural para las familias de la comunidad de estudio, de acuerdo con el orden de mención (OM).

Conocimiento micológico tradicional

En la comunidad, el conocimiento micológico tradicional se sigue transmitiendo (92 %), dado que en la temporada de lluvias es una actividad importante por ser una fuente alimenticia, además de aportar importantes satisfactores a la economía familiar. No obstante, este conocimiento no se transmite (8 %): ". ya no hay tiempo para poder ir al bosque a colectar. hay gente que trabaja toda la semana." lo cual también fue evidenciado en Amanalco, Estado de México, donde se observó que dicha pérdida está dada por la migración de la población rural a las ciudades (Burrola-Aguilar et al., 2012); o por la lejanía de las zonas boscosas y las comunidades (Aniceto, 1982), o por la perturbación que han tenido los ecosistemas forestales y el incremento de la población, propiciando la urbanización de los límites con las zonas boscosas (Villareal y Pérez-Moreno, 1989). Por otra parte, en San Jerónimo Acazulco, Estado de México la pérdida de este conocimiento está en que dejó de ser una ayuda económica para las familias que realizan esta actividad (García, 2009).

En la comunidad de estudio, dicha pérdida no está dada por factores ecológicos, de distancia, ni económicos, ya que las familias que realizan la actividad aún consideran a la recolecta de hongos como un medio de subsistencia. Sin embargo, hay una gran parte de la población joven-adulta que emigra a las ciudades a trabajar, propiciando con ello la pérdida progresiva de este conocimiento, coincidiendo con lo reportado por Burrola-Aguilar et al. (2012).

La adquisición del conocimiento se da a muy temprana edad (76 %), entre 5 y 10 años: ".los niños se llevan al monte para que aprendan a saber que hongo es bueno y que hongo es malo." Las familias reconocen que este conocimiento se da progresivamente, ya que se debe tener un reconocimiento de los parajes donde existen los hongos durante la temporada de lluvias, puesto que no todos los hongos crecen y se desarrollan de manera uniforme (Mariaca et al., 2001). No obstante, este conocimiento no sólo se limita a edad temprana (24 %), ya que hay jóvenes y adultos que por diferentes circunstancias adquieren este conocimiento ".hay personas que no son de la comunidad pero se casan aquí y se llevan al monte para saber cuáles hongos son los buenos.". Este conocimiento es transmitido por el núcleo familiar principalmente por los padres (66 %) y abuelos (23 %); no obstante también es trasmitido por otros miembros de la familia (11 %), como tíos y hermanos entre otros; lo cual también ha sido observado en otros estudios realizados en nuestro país (Mapes et al., 1981; Mariaca et al., 2001; García, 2009).

En relación con género, las mujeres casi siempre se encargan de transmitir este conocimiento: madre (31 %), padre (24 %), abuela (9 %) y abuelo (3 %), esto también fue observado por Valencia (2006), ya que en San Pedro Nexapa, Amecameca, Estado de México, el sexo femenino es principalmente quien transmite este conocimiento.

No todos los miembros de la familia cuentan con el mismo conocimiento micológico tradicional; son los abuelos, papás y hermanos quienes lo tienen, resaltando los miembros del género femenino, dado que el conocimiento con el que cuentan es integral, porque además de identificar los hongos utilitarios en los parajes de fructificación, saben cómo conservarlos y prepararlos, como han observado Mariaca et al. (2001) y Valencia (2006), quienes mencionan que los miembros de la familia que portan este conocimiento son las mujeres adultas-mayores. No obstante, en la comunidad de estudio, las nuevas generaciones muestran un comportamiento diferente, ya que los hermanos poseen mayor conocimiento que las hermanas. Este fenómeno también fue observado por Alvarado (1989) en San Pablo Ixayoc, Texcoco, Estado de México, ya que las mujeres dejaron de ser las portadoras del conocimiento dado que, en la actualidad las mujeres ya no suben al monte por diversos motivos: después de casadas porque sus maridos trabajan fuera del pueblo. En la comunidad de San Pedro Arriba esto también ocurre, ya que están cambiando los patrones en relación con la posesión de este conocimiento.

Los miembros de la familia aprenden a identificar los hongos, con diferentes criterios reconocen las especies utilitarias en tres etapas: "la primera" cuando los niños empiezan a adquirir este conocimiento, los padres o los parientes que los acompañan dejan que vayan juntando todos los hongos que los niños van encontrando en su camino, no hay ninguna restricción hasta que se llena la bolsa. Casi siempre ellos son los que llenan primero su bolsa, en esta etapa es cuando tiene mayor peso el color, ya que en la mayoría de las ocasiones, cuando se recolectan los hongos y aún no se sabe distinguir los hongos utilitarios, se recolectan los hongos más vistosos, los que tienen colores más llamativos, de ahí el olor es determinante, ya que aunque tenga colores vistosos, si los hongos tienen un olor desagradable no se recolectan. "La segunda" cuando llenan la bolsa los padres siguen recolectando, hasta que se toman un descanso.

La forma y tamaño son característicos de la estructura, por lo que se empiezan a separar los hongos utilitarios, los cuales se van agrupando según la especie, el tamaño, la forma, la fragilidad, el estado del hongo, la apariencia, entre otras características. Así es como los niños van adquiriendo este conocimiento, ya que en lo subsecuente los hongos que se identifican como malos ya no se recolectan. "La tercera" se da con la experiencia que se adquiere mediante el trabajo empírico, ya que se empiezan a identificar los tipos de vegetación (zonas ecológicas) y las etapas fenológicas o épocas de crecimiento. Entre las zonas ecológicas reconocidas por las familias hay cinco (bosque de oyamel, bosque de pino, llano, matorrales y milpa). La búsqueda se da principalmente en el monte (bosques de oyamel y pino), dado que es en estos lugares donde se encuentra la mayor diversidad fúngica. No obstante, cuando los miembros de las familias no pueden ir por mucho tiempo o bien no quieren salir tan lejos, realizan su recolecta en los lugares cercanos a la comunidad. Para el caso particular de San Pedro Arriba es el llano y los matorrales. En estos lugares existe una menor variedad fúngica. La milpa es la quinta y última zona ecológica que se identifica. La recolecta se da en los primeros días de lluvia. Cabe señalar que en otros trabajos se toman en consideración los mismos criterios para adquirir este conocimiento, así como las zonas ecológicas (Mapes et al., 1981; Aguilar 1988; Reygadas, 1991; Moreno, 2002; Valencia, 2006; Ruan-Soto, 2005; García, 2009).

Las concepciones que tienen las familias de San Pedro Arriba en relación con los hongos silvestres utilitarios están dentro de dos categorías: alimento (68 %) y plantas (32 %). Esto nos indica que la mayoría de las familias que viven en la comunidad de estudio, identifican a los hongos como una fuente de alimento. Dentro del concepto de alimento se agruparon palabras relacionadas como: comida, vitaminas y verduras. Cuando dicen que es vitamina lo relacionan con carne de origen animal; es carne de la tierra, ya que tienen sabor, textura, color y se pueden cocinar con verduras o asar en el comal, además de estas características, también comentan: ".es carne que produce el bosque en la temporada de lluvias.", lo cual concuerda con Del Campo (1968), en su estudio sobre la nomenclatura micológica náhuatl, donde comenta que la designación a cualquier hongo macroscópico en la lengua náhuatl es nanácatl que es el plural de nácatl" (carne), y esta designación le fue aplicada porque, después de cocinarlos adquieren una consistencia semejante a la carne. Aunque en su mayoría la conceptualización está en relación con la alimentación, también se conceptualizan como plantas silvestres: "... son como las plantas, están en la tierra...no se mueven.nadie las siembra...solitos nacen...".

Es claro para las familias de la comunidad de estudio que los hongos son parte fundamental del bosque y emergen gracias a todo lo que en ellos existe (suelo, vegetación y fauna). Es importante hacer referencia a que el área mesoamericana abarcó territorialmente desde Sinaloa hasta Costa Rica, por lo que existe una estrecha relación del concepto de hongo; así los purépechas de Michoacán hacen referencia a que son flores de la tierra (Mapes et al, 1981); en Acambay, Estado de México, comentan que son frutos de la tierra, (Estrada-Torres,1986), en Parres y el Capulín D.F. ambas comunidades de origen mestizo, hacen referencia a que los hongos son flores de la tierra (Gispert et al., 1984), por lo que este concepto indica que hay una estrecha relación entre las familias que recolectan hongos silvestres dentro de diferentes comunidades.

La forma tradicional de preservar los hongos para el período de secas es insertarlos en un hilo de estambre y dejarlos al sol para que se deshidraten (Helvella spp., Gyromitra infula, Clitocybe gibba, Laccaria laccata, Morchella spp.). No todos los hongos pueden deshidratarse con este método ya que hay algunos que tienen exceso de humedad. Este método de conservación también es citado en San Pablo Ixayoc, Texcoco (Carrillo, 1989), San Jerónimo Acazulco, Ocoyoacac (García, 2009), Acambay (Estrada-Torres, 1986) y en Amanalco (Burrola-Aguilar et al., 2012). En San Pedro Arriba son secados para preparar la comida el día 2 de noviembre: "...Se cocinan los honguitos... se ponen a secar para el día de muertos...se lavan una noche anterior y se colocan en agua, al otro día se fríen con aceite o manteca de puerco...se le echa su epazote, cebollita y ajo...todo se echa a un caldo que se hace con masa de maíz y salsa roja de chile chilaca...se pone a la lumbre hasta que tiene una consistencia de pasta...se ponen en cazuelas en la ofrenda...esto se hace para que a los muertos que les gustaban los honguitos en vida los sigan comiendo."

La recolecta de los hongos se considera como la utilización de un recurso forestal no maderable. El manejo que dan las familias para que los hongos no se agoten es el cuidado del bosque (35 %) "...el musgo no debe de ser sacado de los lugares donde se encuentra.no se debe traer tierra del bosque...". Esto coincide con lo expuesto por Villareal y Castillo (1995) quienes mencionan que el manejo del bosque debe ser integral para que no exista una sobreexplotación o una explotación inadecuada, ya que esto tendría un impacto ecológico severo teniendo como consecuencia el agotamiento de los recursos. Dentro de este manejo de los bosques, Moreno-Fuentes y Bautista-Nava (2006) comentan que en los municipios de Tlanchinol y Huetla, Hidalgo, los pobladores utilizan los árboles secos que están en pie, los cuales son derribados intencionalmente dos o tres semanas antes de la época de lluvias, y de esta manera se favorece el desarrollo de Pleurotus. En este proceso interviene la desintegración de los árboles, para incorporar materia orgánica al bosque. Dentro de la categoría de otros (33 %) se tienen las siguientes concepciones: "...no debe haber una sobreexplotación de los hongos...se debe de evitar incendios...". Al respecto, Reygadas (1991), mencionó que los habitantes de Arroyo el Zorrillo, D.F. consideran nocivos a los incendios, ya que los nutrimentos que contiene la tierra mueren y esto no favorece el crecimiento de los hongos; 28 % comenta: "...los hongos no se deben cortar tiernos. se deben cortar maduros, ya que es cuando sale polen." el polen lo asocian con la forma de reproducción sexual de las plantas. Moreno (2002), observó que una sobreexplotación de organismos juveniles puede incidir en el decremento de su producción, lo que es una mala explotación de este recurso. Por último (3 %) comenta: "...los hongos, cuando se cortan se deja el tronquito...no se deben cortar desde la raíz...".

En la temporada de lluvias en San Pedro Arriba, este recurso es obtenido por dos vías: por recolección directa (67 %) y mediante su compra (18 %). Aunque algunas familias los obtienen por las dos vías (15 %). Esto también fue observado por Montoya-Esquivel (1997) y García (2009).

Los miembros de las familias que acostumbran recolectar hongos se preparan para realizar esta actividad :"...cuando se va a colectar hongos se tiene que levantar temprano entre las cinco y las seis de la mañana...se hace el itacate con frijoles, tortillas, arroz, comida de un día anterior, se lleva ropa cómoda. Los hombres llevan pantalones de mezclilla, botas, sombrero o gorra y plásticos...las mujeres llevan chincuete (falda de vestimenta tradicional otomí), zapato bajo, blusa, sueter, chal, sombrero o gorra y plásticos...se lleva siempre un palo o una vara, ésta para poderse apoyar en los lugares de difícil acceso y buscar entre los zacatones con precaución, ya que en ocasiones hay serpientes...se lleva machete, que se utiliza para extraer algunos hongos y para quitar el exceso de tierra y partes maltratadas...". Los plásticos se utilizan como capa para protegerse del agua si llueve. En la preparación del itacate, Zetina (1996), escribió que es un elemento importante entre los miembros de las familias que realizan esta actividad en la comunidad de San Pedro Tlanixco, municipio de Tenango del Valle, Estado de México, ya que cuando se sale al monte se destina una gran parte del día y es necesario realizar una comida. Este elemento es parte integral en la práctica de la recolecta de los hongos por las familias de la comunidad de San Pedro Arriba, ya que también destinan gran parte del día para realizar esta actividad.

Respecto a la indumentaria que se utiliza en la recolecta, Carrillo (1989) escribió que en la comunidad de San Pablo Ixayoc, Texcoco, Estado de México, se lleva ropa cómoda que se utiliza a diario y plásticos, los cuales se utilizan en caso de lluvia. Esto coincide con lo observado en San Pedro Arriba. En relación con los utensilios que se utilizan para realizar la recolecta y transportar los hongos de los parajes de fructificación a sus domicilios, son las bolsas de plástico (45 %) las cuales se utilizan para los hongos que no son tan frágiles, por otra parte se utilizan cubetas o botes de plástico (43 %) para transportar los hongos más frágiles, además se utilizan otros utensilios como ayates, canastas y chiquigüites. Estos utensilios también se reportan en otros trabajos (Carrillo, 1989; Montoya-Esquivel, 1997; Mariaca et al., 2001 y García 2009).

El tiempo que invierten las familias para realizar esta actividad va en relación al mes en el que está la temporada de lluvias y la abundancia, dado que los hongos crecen en diferentes lugares, los cuales las familias reconocen como conjunto de parajes. En promedio las familias salen de su domicilio entre las 6:00 y 7:00 de la mañana y el regreso es variado y va desde las 14:00 hasta las 18:00 horas, invirtiendo de 7 a 8 horas dependiendo de los parajes a los que acuden y la abundancia de los hongos. Zetina (1996) comentó que en San Pedro Tlanixco, Estado de México, son las señoras quienes realizan principalmente esta actividad; ellas salen antes de las 7:00 de la mañana y regresan después de las 8:00 de la noche, dado que donde realizan esta actividad está retirado de la comunidad, invirtiendo hasta tres horas de camino para llegar a los parajes. A veces las familias alquilan taxis para que los acerquen a los parajes, tardando no más de veinte minutos. No obstante, hay gente que va a pie desde sus hogares hasta los parajes de fructificación, tardando en promedio de 2 a 3 horas; las distancias son largas debido a que existe competencia por encontrar este recurso. Estrada-Torres (1986) señaló que en su comunidad de estudio los parajes están muy cercanos y a menudo acuden a muy temprana hora del día, debido a que también existe una gran competencia por los hongos.

La recolecta de hongos se inicia desde mayo hasta octubre, dependiendo de la temporada de lluvias, condición también reportada por Zetina (1996), Mariaca et al. (2001), Zamora (2006) y Rodríguez-Muñoz et al. (2012).

El promedio de hongos recolectados en la temporada de lluvias es de 6 kg por salida. Las familias reconocen tres etapas de abundancia de los hongos; la primera de mayo a junio con un promedio de 4 kg por salida, la segunda de julio a septiembre con un promedio de 10 kg por salida y la tercera y última etapa es en el mes de octubre con un promedio de 3 kg por salida. Estas cantidades son comparables a las reportadas por Villareal y Castillo (1996), quienes reportaron un promedio de 4 a 10 kg por salida.

La aceptación de los hongos es debido a que son un recurso alimenticio para las familias que habitan la comunidad. El consumo se da de la siguiente manera: más de una vez a la semana (85 %), una vez a la quincena (10 %), más de una vez a la quincena (5%). Montiel (2010) y García (2009) comentan que en nuestro país existe gran variedad de hongos, así como tradiciones relacionadas con ellos. El consumo de hongos forma parte del acervo cultural de las poblaciones rurales que tienen una marcada herencia cultural prehispánica, sobre todo en las mesoamericanas, de tal manera que constituyó y constituye en la actualidad parte de una estrategia de subsistencia, ya que es una alternativa alimenticia en la temporada de lluvias (Rodríguez-Muñoz, et al., 2012). En San Pedro Arriba, los hongos silvestres comestibles aún juegan un papel muy importante entre las familias y es por eso que la mayoría de estas los consumen más de una vez a la semana en la temporada de lluvias. La forma de preparación y consumo de los hongos, se hace de diferentes maneras: como guisados (46 %), fritos (27 %), hervidos (15 %) y crudos (12 %).

Las familias de la comunidad ven en la recolecta de hongos, además de una fuente alimenticia, como un medio para la adquisición de recursos económicos por medio de la comercialización. La recolecta de hongos es una actividad que se utiliza para adquirir recursos económicos en algunas comunidades campesinas que tienen cercanía con los parajes de fructificación en la época de lluvias (Aguilar, 1988; Martínez-Carrera et al., 1998; Pellicer-González et al., 2002). En San Pedro Arriba se presentó este modelo, dado que en algún momento 44% de la población ha realizado esta actividad, siendo tres los motivos que influyen para que las familias comercialicen este recurso; por gasto familiar o la falta de un salario seguro (65 %), excedentes en la recolecta de hongos (31%) o encargo de vecinos o familiares (4 %). Cuando es por la falta de un salario "...cuando no hay dinero se va al monte por hongos...se sale a ranchear con los hongos a las comunidades que se encuentran cerca, se va tocando casa por casa. se vende en los mercados." Los mercados a los que acuden son: Temoaya, Villa Cuauhtémoc, San Andrés Cuexcontitlan, San Pablo Autopan y Toluca. Cuando se acude a los mercados: "... cuando quiere ir uno a vender al mercado se tiene que salir a juntar hongos un día anterior.cuando se llega a la casa después de ir a juntar hongos se deben poner sobre la mesa para que no se hagan feos para el otro día.los hongos que se maltratan se comen o se ponen a hervir para venderlos hervidos...cuando va uno al mercado se tiene que llegar temprano para buscar buen lugar...la mejor hora para vender los hongos es temprano."

Durante la venta en los tianguis después de las 11:00 a.m., el precio de los hongos disminuye en 15 %, "...los marchantes (clientes) les gusta comprar los hongos en las mañanas, porque los primeros son los más bonitos... en la tarde los marchantes regatean porque dicen que los hongos más bonitos ya se han vendido y uno les tiene que bajar el precio... cuando es tarde y aún no han vendido todos los hongos se realiza el trueque por artículos de primera necesidad:...cuando es tarde y ya no se venden los hongos vamos a cambiar los hongos por maíz, habas, frijoles, manteca de puerco, jabón.".

En relación al trueque Mariaca et al. (2001), Estrada-Martínez et al. (2009), Ruan-Soto et al. (2009) y Burrola-Aguilar et al. (2012), comentan que las familias que realizan esta actividad, prefieren regresar a su domicilio con productos de primera necesidad que con los hongos que recolectaron. Las familias de la comunidad de San Pedro Arriba, cuando recurren a la comercialización de los hongos, tienen varios criterios para asignarles el precio comercial, entre ellos la dificultad de encontrarlos (63 %). Un ejemplo de esta asignación es el caso de las mazorcas (Morchella spp.). Este hongo es el de mayor precio comercial en la comunidad, dado que recolectar este hongo es muy difícil; son pocas las personas que salen a recolectarlo debido a que aparecen al final de la temporada de lluvias y hay pocos. Este fenómeno también ha sido observado en otros estudios, dado que dentro de los hongos silvestres que alcanzan más valor en el mercado son los del género Morchella, puesto que son relativamente escasos, de modo que el volumen de recolecta es muy bajo (Burrola-Aguilar et al., 2012).

Otro criterio que tienen las familias de la comunidad para asignarles el valor económico es el gusto (26 %), ya que hay hongos que se encuentran con mayor facilidad, como Boletus que tienen una gran aceptación entre las familias de la comunidad por su buen sabor. Este valor económico que se le asigna a los hongos silvestres también se toma en consideración para realizar el intercambio o trueque.

 

Conclusiones

En la comunidad de estudio los hongos silvestres en temporada de lluvias son un recurso forestal no maderable importante, quedando de manifiesto en la gran variedad de hongos que son aprovechados principalmente para la dieta y en algunos casos como fuente económica.

El conocimiento micológico en San Pedro Arriba es integral, debido a que las familias tienen presente varios aspectos relacionados, unos referentes a la cultura y otros al conocimiento del ambiente, no solo de los hongos silvestres sino de los demás elementos naturales que les rodean, haciendo una clasificación y agrupación dentro de categorías comunes del universo conocido, registrando de manera inconsciente y realizando una nomenclatura tradicional, la cual es función del tiempo y el espacio.

El conocimiento básico tradicional sobre los hongos se adquiere progresivamente en la familia, ya sea nuclear (padres y hermanos) o extensa (tíos, primos, abuelos) a partir de las edades entre 5 y 10 años, es decir, teniendo inmediatamente la capacidad de caminar sobre los terrenos donde fructifican. Los criterios identificados para la adquisición de este conocimiento micológico se agruparon en tres etapas: la primera es el aprendizaje por color y el olor; la segunda tiene que ver con la forma y el tamaño del hongo; y finalmente la tercera es por asociación; es decir, el ambiente de los sitios o parajes donde crecen los hongos y su relación con los árboles y la vegetación, además de un calendario por época de crecimiento (fenología) y su relación con el período de lluvias.

La adquisición de este conocimiento tradicional se afina después durante toda la vida, tanto del hombre como de la mujer, pero es ésta última, en la que tiene su máxima expresión cultural al llegar a la cocina y llevar a cabo la preparación culinaria de los hongos. Es la mujer, como ama de casa y abuela, quien da el reconocimiento final de los hongos que llegan a la mesa.

Los usos que dan a los hongos silvestres en San Pedro Arriba se identifican dentro de tres categorías antropocéntricas: comestibles, tóxicas e insecticidas. No obstante, hay indicios de que en tiempos pasados se utilizaban algunos hongos con fines medicinales, lo cual no pudo ser corroborado.

Los hongos comestibles son utilizados preparando recetas locales; los hongos tóxicos son evadidos e identificados para evitar daños en la salud y los insecticidas, para el control de moscas e insectos en el hogar.

La gran mayoría de los hongos silvestres se quedan en las mesas campesinas, tanto de los recolectores como de los vecinos de la comunidad, y son consumidos en guisos y en fresco; mientras que sólo algunas especies llegan a los mercados o tianguis. Estos últimos son los más conocidos y difundidos en la gastronomía micológica mexicana. Cuando las familias comercializan este recurso, el valor comercial es asignado por dos vías: por la dificultad para encontrarlos y su escasez (por ejemplo Morchella sp.), y por el aprecio por su sabor en la cocina (por ejemplo Boletus edulis).

La venta de los hongos silvestres parece no representar una opción económica de larga duración para las familias recolectoras; esto es por la temporalidad con que se dan los hongos, pero más importante es su relación con la diversidad culinaria, y en menor medida con sus funciones culturales en las fiestas religiosas, principalmente con la del dia de muertos, en la cual las especies de Helvella aparecen como parte de la ofrenda en esta comunidad.

 

Agradecimientos

Se agradece al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología por la beca otorgada para la realización de estudios de Maestría, al Instituto de Ciencias Agropecuarias y Rurales de la UAEMéx, al Centro de Investigación en Recursos Bióticos de la UAEMéx, así como a las familias de la comunidad de San Pedro Arriba Municipio de Temoaya Estado de México.

 

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