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Agricultura, sociedad y desarrollo

versão impressa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.9 no.3 Texcoco Jul./Set. 2012

 

Reseña

 

Beatriz Martínez Corona y José Álvaro Hernández. 2012. El reto de la interculturalidad y la equidad de género ante la migración jornalera Rarámuri. Relaciones sociales y exclusión en una región frutícola

 

Elia Pérez-Nasser

 

Editorial INDESOL-Colegio de Postgraduados, Campus Puebla. Puebla, México. 223 p.

 

Estudios del Desarrollo Rural. Campus Montecillo, Colegio de Postgraduados. Montecillo, Estado de México. 56230. (epnasser@colpos.mx).

 

Mucho se ha investigado y aportado sobre los diversos procesos migratorios, principalmente por parte de la academia; sin embargo, este trabajo resulta relevante porque rescata y expone las características y particularidades de la migración interna, nacional, de uno de los grupos étnicos del "México profundo", los y las rarámuris de la sierra tarahumara. Entre lo valioso e interesante de esta publicación se encuentra lo siguiente: a) presenta la problemática actual de las familias rarámuris como trabajadoras agrícolas migrantes en uno de los estados y de una ciudad que tiene la mayor producción nacional de manzana, Cuauhtémoc, Chihuahua, considerada un polo de atracción y de mayor demanda de mano de obra; y, por otro lado, involucra y compromete a las organizaciones de la sociedad civil (OSC) y otras instituciones públicas a establecer un diálogo intercultural con la población rarámuri migrante, con el fin de impulsar procesos de desarrollo humano sustentable.

El contenido se presenta en cinco apartados bien estructurados, de tal forma que invitan a darles continuidad en su lectura. A través de sus testimonios, los y las protagonistas dan cuenta de su realidad y supervivencia como migrantes en su quehacer cotidiano, ya sea como jornaleros/as, o bien como responsables de las actividades reproductivas domésticas que implica la vida familiar en una localidad receptora.

Se destaca y fundamenta el marco teórico, como parte de los estudios rurales, el análisis desde una perspectiva de género, etnia y clase permitiendo comprender, entre otros aspectos, las construcciones y el significado de las identidades genéricas masculinas y femeninas, así como desentrañar las desigualdades e inequidades de las relaciones sociales; en este caso, en un espacio donde confluyen tres culturas diferentes: la menonita, la mestiza y la tarahumara.

En este libro se describe cómo las familias indígenas rarámuris de los distintos municipios del estado de Chihuahua optan por migrar. Las actividades migratorias las conciben como una estrategia de reproducción social, debido a sus condiciones de vulnerabilidad ante la pobreza extrema, el hambre y la violencia, junto a otras causales como la falta de empleo, carencia de tierras cultivables, deforestación y cambios climáticos. Se identifican los diversos patrones migratorios como son el tipo "pendular" y "golondrino o itinerante" con carácter estacional, temporal o permanente; desplazamientos que se hacen durante la época de la cosecha de la manzana y la temporada de bajas temperaturas. Las condiciones de trabajo para la población en general, como en la población migrante, son comunes: bajos salarios, largas jornadas de trabajo, instalaciones y servicios insuficientes y en mal estado, hacinamiento y carencia de los servicios de educación, salud y alimentación; y, por si fuera poco, son excluidos, discriminados de diversas maneras por las autoridades, empresarios agrícolas y la sociedad.

Este escenario se complica por el contexto social que atraviesa el país por la presencia del crimen organizado y el narcotráfico, y del que el grupo rarámuri no ha estado exento en sus comunidades de origen. Esta situación no sólo ha creando un clima de desconfianza, inseguridad y de constante violencia, sino también es una razón de la expulsión de la población rarámuri hacia otros lugares.

El estudio trasciende con el capítulo cuarto al documentar y analizar, desde la perspectiva de género, la condición y posición de las mujeres rarámuris. La situación de estas mujeres es semejante a otros grupos de mujeres indígenas: bajo nivel de escolaridad, pobreza extrema, desnutrición, vulnerabilidad a problemas de salud, incremento de jefaturas femeninas, incorporación al mercado laboral en aumento, etcétera. Las mujeres como migrantes y jornaleras agrícolas en la ciudad de Cuauhtémoc son a quienes más se les presentan obstáculos y limitaciones. Segregadas por su condición de género, étnica y lingüística; se emplean en las huertas y campos de manzana. Los capataces o jefes de cuadrilla sobrevaloran la fuerza física masculina, por lo que a las mujeres se les contrata como "pepenadoras", levantando los frutos del suelo, o bien, como "sorteadoras" (separando las manzanas buenas de las malas). Las mujeres Rarámuris son multiocupacionales, con triples jornadas y roles, que atienden el trabajo productivo y reproductivo y otras actividades sociales o comunales que por lo general no son remuneradas, como es el caso de las "mayordomas", cargo que en sus comunidades de origen no pueden ejercer, pero que implica prestigio y representación social.

Mientras que a los hombres se les atribuyen las asignaciones genéricas tradicionales propias de su etnia como jefes de familias, y en los que recae la responsabilidad de proveer y mantenerlas, ellos asumen la toma de decisiones respecto al uso de los ingresos y otros aspectos familiares.

Otro tema que sale a la luz en este libro -respaldado por los testimonios de las mujeres rarámuris y opiniones de integrantes de las Organizaciones de la Sociedad Civil e instituciones- es la violencia de género, tanto en el ámbito doméstico como laboral. Ésta puede ser de tipo sexual, física o psicológica y es ejercida por los hombres con o sin lazos de parentesco, generalmente asociada al consumo de enervantes y alcohol y de cierta manera "naturalizada" por sus usos y costumbres. Problemática que se vuelve más preocupante para las mujeres al advertir que debido a las relaciones interculturales que se mantienen en las comunidades receptoras, la vulnerabilidad de los hombres y en particular la de los jóvenes a las adicciones y consumo de alcohol es muy alta, instigando el aumento de la violencia y especialmente la violencia de género.

En el último capítulo se exponen las prácticas y percepciones de las organizaciones civiles, autoridades e instituciones municipales, estatales y federales frente a la problemática de la población migrante. Cabe destacar la experiencia profesional de la autoría en el manejo de las técnicas metodológicas y dinámicas participativas, así como su capacidad de convocatoria, logrando involucrar a los actores y comprometerlos. Se trata de un encuentro y ejercicio de análisis intercultural que demuestra, por una parte, las intervenciones de tipo asistencialista y educativo, en lugar de modelos de atención de desarrollo social e incidencia; no obstante, cabe señalar que existen organizaciones preocupadas y que apoyan con acciones concretas en pro de los derechos humanos y la educación, entre otras. Como ejemplo, se cita el testimonio de una OSC: "Desconozco el trabajo que se hace desde la Coordinadora Tarahumara, pero en realidad es una problemática de todos, de toda la sociedad, tenemos que intervenir todos ya, por la situación que se ve venir. Entonces ahí tendremos que verlo todos como red de asociaciones civiles: ¿qué podemos hacer?, ¿cuál va a ser nuestra función? [...]. Entonces la pregunta es ¿hasta dónde hay instancias que nada más son el enlace? O sea, yo tengo la problemática y me la quito y te la doy a ti ¿y tú ya verás cómo le haces?".

Finalmente, en esta obra se aprecian detalladamente los efectos y transformaciones de las familias campesinas e indígenas migrantes como parte de los procesos globales, regionales y locales, con cambios en sus relaciones de género, etnia e identidades. Las propuestas por parte de la autoría son múltiples y necesarias, y no se circunscriben únicamente a este contexto sino también a otras regiones del país, en resumen son: la participación e intervención de todos los actores, organizaciones e instituciones involucrados; fomentar políticas públicas, procesos de sensibilización, metodologías de trabajo acordes, desarrollo de habilidades y capacidades teóricas y metodológicas, programas que atiendan las necesidades especificas de la población rarámuri, acciones que propicien el empoderamiento y la igualdad; todas con el propósito de impulsar procesos de desarrollo humano sustentable con perspectiva de género, etnia e interculturalidad, para la construcción de la democracia, justicia social y gobernabilidad. Propuestas nada desdeñables que pueden ser retomadas para otros contextos semejantes.

Este trabajo, independientemente de sus plazos institucionales y financieros, no termina aún, su contenido social y hasta cierto punto de denuncia logra trascender sensibilizando fibras y trastocando indiferencias que no deben desestimarse. Las respuestas hasta ahora son pocas pero muy valiosas: como ejemplo se puede mencionar que después de casi 30 años de funcionamiento del albergue Tarahumara Minita, es hasta noviembre de 2011 cuando niños y niñas migrantes hospedados en este albergue fueran apoyados con actividades educativas.

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