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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.8 no.3 Texcoco sep./dic. 2011

 

Reseña

 

Vázquez León, Luís. 2010. Somos tarascos porque hablamos purépecha: ¿podemos ser yernos sin suegro? Multitud y distopía. Ensayos sobre la nueva condición étnica en Michoacán

 

We are Tarascos because we speak the Purépecha language: Can we be sons-in-law without a father-in-law? Multitude and dystopia: Essays about the new ethnic condition in Michoacán.

 

Ricardo F. Macip

 

UNAM. México D.F.

 

Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (keropedo@yahoo.com)

 

Los ensayos del libro Multitud y distopía no son capítulos en una argumentación monográfica. Tampoco son una colección de ensayos del mismo autor como variaciones de un tema. Se trata, antes bien, de seis intervenciones críticas en un debate puntual sobre la condición étnica y las formas específicas en que se legitima o margina a la misma en el multiculturalismo como tecnología de poder, aparato trasnacional para el reconocimiento de la diferencia y administración doméstica de la miseria. Podemos usar metáforas como la de ramillete o rizoma para hacer notar que hay sobre-posicionamiento entre algunos de ellos, pero por sobre todo destacan por la elección de sus interlocutores tanto en la burocracia estatal y federal, tecnocrática y caciquil, de partidos y gobiernos, así como los emergentes liderazgos de gestores étnicos, oenegeneros (de ONG) y activistas, hechos sociedad civil y voceros de los pueblos a quienes despojan de historia para el goce de la multiculturalidad, el ejercicio de nuevos presupuestos y la interpelación de sujetos. Y en estos lances críticos en pos de debate, aprendemos por principio de cuentas que no hay nada arbitrario en las palabras clave elegidas para dar título al libro.

Multitud y distopía son los términos con los que se establecen los contornos y que dan sentido a la dinámica entre los yernos hoy día. Multitud se refiere principalmente a la forma de conceptualizar la disgregación de grupos y poblaciones que pueden ser reconocidos diferencialmente como tarascos o purépechas, así como las tensiones y procesos que dificultan y hacen indeseable el simple aglutinamiento de todas las personas a las que se les imputa el mismo marcador étnico. Sean los mercados laborales segmentados étnicamente, las políticas educativas y de formación de élites intelectuales, el ejercicio de presupuestos contrapuestos, o bien los conflictos agrarios, antes que un pueblo al que se endilgue el compartir "cosmovisión", "sentir" o lenguaje, tenemos una multitud de grupos y poblaciones, así como individuos con trayectorias diferentes y capacidad para afirmar distintas posiciones y derechos en una estructura estatal diferenciada, fragmentaria y discriminatoria. Por sobre la trinidad de clase, etnia y género, tenemos procesos complejos que inhiben cualquier consistencia a priori; multitud de individuos y formaciones de clase, de proyectos y resabios, de comunidades y localidades enfrentadas y escindidas una y mil veces en motines y movilizaciones con profundas consecuencias. La multitud, tal y como es trabajada en el texto (pp: 262), dista de la popularización del término por M. Hardt y A. Negri (2004)1 precisamente porque los estudios de caso y el examen de las condiciones reales de producción y reproducción de la vida en el Michoacán agroindustrial, con sus jornaleros y empresarios agrícolas, de comunidades de talamontes y pueblos originarios, así como de los liderazgos burocráticos y de inteligentsia indígena dejan escaso margen al optimismo. Si bien se invoca la misma genealogía en Spinoza para dar peso al término, la forma en que se trabaja no puede ser más contrastante.

Esta multitud de potenciales tarascos o purépechas que habitan el sujeto sea voluntaria o a regañadientes, en que algunos tratan de monopolizarlo en beneficio propio y a nombre de todos y otros han rechazado sin éxito, constituye un excelente ejemplo del goce político en una distopía. Y el goce no es simple placer sino la manera en que se vive y habita la relación entre el objeto imposible de posesión y habitado, que en este caso es la del nuevo sujeto indígena, preconizado global, nacional y regionalmente por poderosos aparatos ideológicos del Estado y tecnologías de poder trasnacional. Frente a la utopía del sujeto indígena hiper-real o completo se afirma una condición distópica en tantos niveles de realidad como personas y situaciones se producen, mismas que son trabajadas por el autor en su discusión sobre Niveles étnicos. La relación del individuo con el grupo social es, por principio de cuentas, clara y respaldada por el derecho. Para que una persona sea parte del grupo debe no sólo compartir rasgos culturales y marcadores étnicos, sino que debe poder adscribirse libremente y ser reconocido por el mismo. Las condiciones reales de producción y reproducción de la etnicidad son menos claras y se dan sobre relaciones sociales cambiantes. Para el caso mexicano se enmarcan en una serie de desplazamientos en los aparatos ideológicos del Estado, el surgimiento de tecnologías trasnacionales y procesos sociales regionales y locales. El más duro de todos es sin duda el criterio censal que pasó del hablante de lengua indígena al indígena étnico-por auto adscripción, mismo que se derivó de un desplazamiento en la política: de un indigenismo integrador a la gestión étnica del orgullo por la mera diferencia, que es sintomático del abandono de una ciudadanía políticamente igualitaria por una ciudadanía culturalmente diferenciada. Y en estos desplazamientos aparecen diferentes actores sociales, tanto nuevos como duraderos, pugnando por hacerse del sentido de la historia y las formas de articular voluntades colectivas en ella. Actuarios y tecnócratas debatiendo las formas de identificar números confiables sobre indígenas a través de los instrumentos del INEGI, enfrentados a burócratas y líderes en otras dependencias estatales y federales, debatiendo el hecho que no todos los que hablan lengua indígena se reconocen como sujetos étnicos, mientras que hay quienes sin hablar lengua indígena si se reconocen como tales. En otro nivel tenemos gestores étnicos y a la inteligenstsia indígena que se afana en definir y dictar sobre un imaginado "pueblo originario purépecha" en foros académicos, organizaciones de la sociedad civil y secretarías estatales de asuntos indígenas para ser desfondados por la contundente frase de unos modestos jornaleros: "somos tarascos porque hablamos purépecha". Tanto la elocuencia como la ironía de la frase demanda la lectura del libro. No es posible dar una sola dimensión o nivel a la contundencia de este enunciado sin poner atención a las condiciones y posiciones de su infelicidad, tanto para los jornaleros como para quienes hablan en nombre suyo, como al aparato estatal que reproducen. Los contrastes entre "nuevo indigenismo", "indianismo", "neo-indigenismo", "postindigenismo" son claros frente a los viejos proyectos indigenistas del Estado posrevolucionario desarrollista y el dominante multiculturalismo neoliberal. Antaño fracasó la integración y asimilación en una ciudadanía política igualitaria para el goce de derechos en el aparato desarrollista. Hogaño son los despropósitos de empoderamiento psíquico en ausencia de mejoras materiales y goce respecto a la diferencia sin derechos universales pero en continua escisión por conflictos agrarios, violencia étnica y compulsión a la indianización. En perspectiva no es posible tener nostalgia por el pasado ni celebrar nada del presente. De hecho son los mismos procesos de escisión y competencia entre poblaciones indígenas por recursos estratégicos, tanto naturales en la forma de bosques, aguas y tierras, como retóricos en los índices de indianidad para la asignación de presupuestos multiculturales los que hacen que algunos antropólogos se disculpen y otros marquen su raya suspendiendo toda justificación frente a la distopía.

Los seis ensayos del volumen nos dejan con una certeza específica sobre cada debate al que contribuyen específicamente. En cada uno se identifica un problema o contradicción respecto a la condición étnica en el Michoacán contemporáneo, los interlocutores con los que se traba discusión, los puntos contenciosos y la contribución tentativa así como el encuadre del problema. Sin embargo, la suma de ellos nos produce incertidumbre y vértigo respecto a la producción del sujeto indígena multicultural en la constante negación del estado como garante de derechos individuales y colectivos para su disfrute, como la afirmación empresarial no en competencia capitalista sino en depredadora apropiación por despojo de recursos. La especulación no es un efecto del mercado, sino de Estado enmascarada como justicia étnica que no duda en pervertir el derecho positivo con el supuesto natural. Divorciado de la historia y maridado con el oportunismo empresarial, engendra territorios de excepción y exclusividad sobre una autoctonía imaginada pero proyectada con fuerza.

Los yernos están en una encrucijada no demasiado distinta del resto del mundo pero la viven dentro de condiciones históricas, espaciales y estructurales específicas. Yerno es la traducción literal de la voz "tarascue" y figurativamente se refiere al hecho que los líderes de los señoríos michoacanos, al momento del contacto, entablaban alianzas por parentesco haciendo yernos a los extraños que reconociesen su autoridad. Hoy día se disputa el término políticamente correcto para identificar a la población que se ostenta como tarasca o purépecha, incluyendo los significados de ambas (yerno o macehual de manera correspondiente). No hay falta de razones para la confusión y quisiera señalar que, si bien en principio todos podemos ser aún yernos, es menos claro quiénes pueden ser los suegros y en ese caso cuál es la ley del padre a que se someterían. Más que una digresión sicoanalítica quiero subrayar el fin del trabajo productivo como condición dominante para defenestrar al padre real, simbólico e imaginario. No hay más tata mandón en figura histórica alguna, no hay ya un estado que promueva el desarrollo de vocaciones productivas, como tampoco hay límites al agandalle por recursos entre sociedades política y civil. Estamos pues ante una situación en que todos podemos tomar, pero ya no es posible reciprocar por el hecho indudable que no estamos produciendo más allá de la distopía en multitud.

 

Nota

1 Multitud. Harvard University Press, Cambridge.         [ Links ]

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