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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.8 no.1 Texcoco ene./abr. 2011

 

Reestructuración agraria, migración laboral y feminización del trabajo en Andalucía (España)

 

Agrarian restructuring, labor migration and feminization of labor in Andalucía (Spain)

 

Alicia Reigada-Olaizola

 

Departamento de Antropología Social. Universidad de Sevilla, España. C/Amador de los Ríos, 20-22, Bloque 3, 2°A, 41003. Sevilla. España (aliciareigada@hotmail.com)

 

Resumen

Desde la perspectiva de la antropología feminista, en este artículo se propone abordar el análisis de los principales cambios que ha supuesto la introducción de las políticas de contratación en origen de cupos1 de mujeres inmigrantes en el cultivo intensivo de la fresa en Andalucía (España). Partiendo de una metodología cualitativa, apoyada con la entrevista en profundidad y la observación participante, se intentará ilustrar la conexión específica que se establece entre la división territorial del trabajo, las políticas de contratación en origen y la feminización del trabajo en esta agricultura globalizada.

Palabras clave: Antropología feminista, estudios sobre género y trabajo agrario, globalización agroalimentaria, contratación en origen.

 

Abstract

In this study we set out to approach, from the perspective of feminist anthropology, the analysis of the principal changes that have arisen in Andalucía (Spain) from the introduction of policies for hiring quotas1 of immigrant women in their countries of origin in the intensive cultivation of strawberry. Starting from a qualitative methodology, sustained on in-depth interviews and participant observation, we will try to illustrate the specific connection that is established between territorial division of labor, policies of hiring in countries of origin, and feminization of labor in this globalized agriculture.

Key words: Feminist anthropology, studies on gender and agrarian labor, agricultural and food globalization, hiring foreign labor in countries of origin.

 

Introducción

El peso que han adquirido en las últimas décadas los programas de trabajadores de temporada en diferentes agriculturas e industrias, ubicadas tanto en los países del Norte como en los países del hemisferio Sur, ha abierto el debate en el seno de la academia en torno a los sistemas de gestión y ordenación de los flujos migratorios laborales. Entre otros aspectos, el análisis de este tipo de programas invita a reflexionar sobre las razones que motivan la adopción de tales sistemas de reclutamiento; los factores y dinámicas, tanto locales como globales, que crean las condiciones para su implantación; las características y las bases sobre las que se sustentan, así como las implicaciones que tienen en diferentes niveles.

El análisis que se presenta a continuación2 se propone abordar, precisamente, los cambios que ha provocado la introducción de un programa de estas características en la agricultura de exportación en Andalucía; en concreto se centrará en el sistema de contratación en origen de cupos de mujeres procedentes de Europa del Este y Marruecos para trabajar en el cultivo intensivo de la fresa en Huelva (Andalucía occidental). Aun partiendo de un referente empírico muy concreto, resulta fundamental partir de una perspectiva más amplia que sitúe las experiencias locales en las tendencias impuestas a escala global y que siente las bases para el desarrollo de posibles análisis comparados entre las experiencias que se viven en diferentes agriculturas y regiones del mundo.

Junto al interés que pueda tener de cara al análisis comparado, el estudio que aquí se presenta resulta igualmente relevante por dos razones. La primera se refiere a la perspectiva de análisis de la que se parte: el enfoque de la antropología feminista. Dado el escaso impacto que hoy en día sigue teniendo este enfoque en los estudios sobre agricultura y desarrollo rural, resulta muy pertinente contribuir a este campo de estudio con análisis que aborden las transformaciones en la organización del trabajo agrícola desde una perspectiva feminista, provocando con ello cambios en los marcos de análisis, en los objetivos de las investigaciones y en los resultados empíricos. En segundo lugar, debe tenerse en cuenta que el sistema de contratación en origen implantado en el cultivo de la fresa en Huelva constituye el principal referente del Estado español y uno de los programas de trabajadores agrícolas de temporada más importantes de Europa (Martin, 2007; Redondo, 2009)3. De ahí la necesidad de aportar análisis críticos que ayuden a explicar y comprender la realidad que se halla bajo un modelo que es definido como el "modelo ideal de la inmigración ordenada".

La hipótesis de partida que guiará el análisis de tales objetivos sostiene que las políticas de contratación en origen, lejos de responder a un modelo ideal de inmigración ordenada 'en beneficio de todos', tal y como afirman las instituciones públicas, los sindicatos y la patronal, constituyen un mecanismo: 1) que persigue aunar las necesidades del mercado de trabajo agrícola, que demanda mano de obra femenina e inmigrante, con los intentos del Gobierno español y la Unión Europea por controlar y frenar la inmigración; 2) que garantiza la viabilidad de este cultivo y la capacidad de hacer frente a la competitividad de los mercados agroalimentarios globalizados a costa, precisamente, de los bajos costes, la temporalidad, la flexibilidad y la disponibilidad que ofrecen las nuevas temporeras inmigrantes contratadas en sus lugares de origen.

Es la perspectiva cualitativa -propia del método de investigación antropológico- de inmersión de la investigadora en los espacios en los que se desenvuelven los objetos, sujetos y acciones que se propone estudiar la que ha permitido profundizar en esa compleja red de actores, procesos y relaciones sociales (que no son cuantificables) que confluyen en el contexto del cultivo de la fresa en Huelva en el momento actual. Las técnicas en las que se apoya el análisis han sido la entrevista cualitativa y la observación participante.4 El material etnográfico utilizado para la elaboración del presente artículo ha sido extraído de las entrevistas y observaciones participantes realizadas en la investigación más amplia, para la que se ha realizado un total de 83 entrevistas cualitativas, de las cuales 36 se han dirigido a las mujeres trabajadoras;5 22 a los representantes del sector empresarial;6 8 a representantes de las organizaciones sindicales y no gubernamentales implantadas en la zona; 9 a representantes institucionales (del gobierno local, autonómico y estatal); y, por último, se han dirigido 8 entrevistas a vecinos y vecinas de los pueblos. El trabajo de campo se ha desarrollado en dos fases que comprenden dos temporadas agrícolas (2006 y 2007), periodo en el que la investigadora se desplazó a vivir a la zona fresera de Huelva durante un año y nueve meses.

Tras sentar las claves teóricas de partida, el artículo comienza con un breve recorrido de las fases del desarrollo del capitalismo agrario en Andalucía hasta llegar a la entrada del Tercer Régimen Alimentario, donde se ubica la expansión de las agriculturas de exportación en Andalucía y, dentro de éstas, del cultivo intensivo de la fresa. Además de ilustrar el modo en que se concretiza la división territorial del trabajo, dicho análisis ayudará a dibujar la situación en que se halla el sector fresero y las circunstancias que llevan, en un momento dado, a impulsar la contratación en origen de cupos de mujeres inmigrantes. Desde una mirada capaz de atender a los diferentes factores y dinámicas que convergen en esta realidad, se ahondará en los principios y lógicas que rigen este sistema, en los procesos de etnización y feminización del trabajo que le acompañan y en la orientación que sufre el perfil de mano de obra demandado, lo que permitirá reflexionar; finalmente, sobre la concepción de la inmigración que se halla bajo este modelo de 'migración ordenada' y sobre el lugar que pasa a ocupar el trabajo de las mujeres inmigrantes en las cadenas globales agrícolas.

 

Relaciones de género y trabajo agrícola. Claves teóricas de partida

El marco de análisis desde el que se aborda el objeto de estudio se inscribe en la trayectoria teórica de los estudios feministas sobre la historia reciente de la internacionalización económica y sus efectos sobre el desarrollo y el trabajo en las regiones periféricas. En dicha trayectoria Saskia Sassen (2003) establece tres etapas: la primera comprende la bibliografía sobre desarrollo, aquélla que trata la implantación de la agricultura de mercado, a cargo sobre todo de empresas extranjeras, y en la que se articula el sector de la subsistencia (trabajo doméstico y agricultura de subsistencia), asumido por las mujeres, y el trabajo asalariado de los hombres en la moderna empresa capitalista; la segunda viene dada por las indagaciones acerca de la internacionalización de la producción manufacturera y la feminización del proletariado que se introdujo en ella; y la tercera, que se está abriendo en las últimas décadas, nace de la mano de una serie de transformaciones en la economía y en las relaciones de género, y en ella la autora sitúa entre los estudios más ricos y pertinentes aquellas investigaciones sobre los movimientos migratorios, su creciente feminización y su impacto para el desarrollo de las regiones periféricas y la situación de las mujeres. En esta tercera fase se inscribirían, igualmente, los análisis que María Adelaida Farah (2004) realiza desde una perspectiva de género sobre los cambios en el modelo de desarrollo y sus implicaciones en las relaciones laborales.

En la línea abierta por los estudios feministas sobre desarrollo, desde donde se realiza una revisión crítica del concepto mismo de desarrollo y de los enfoques androcéntricos y economicistas hegemónicos, Austreberta Nazar y Emma Zapata (2000) plantean la importancia de partir de un enfoque integral del desarrollo humano que integre la perspectiva feminista en todas sus dimensiones, buscando con ello "la transformación de los procesos de trabajo, niveles de vida, apropiación y distribución de la riqueza, recursos naturales y control de éstos" (2000:109). En esta propuesta integral7 resultará igualmente necesario incorporar un enfoque realizado simultáneamente en términos de división sexual e internacional del trabajo (Hirata, 1997). Sólo desde una perspectiva histórica y global se podrá conectar las experiencias y especificidades locales con las tendencias globales, que en este caso supondría contemplar desde una mirada más amplia el papel central y las características que adquiere el trabajo de las mujeres en los procesos de desarrollo rural, y más concretamente en las diferentes agriculturas intensivas orientadas a la exportación y ubicadas en regiones periféricas (Lara, 1998; Barrientos 1999a, 1999b; Barrientos et al., 2004; Deere, 2005).

Por otro lado, es esta misma perspectiva histórica y global la que permitirá comprender los paralelismos que existen con otros programas de temporeros agrícolas implantados desde hace décadas en otras regiones del mundo. En este sentido hay que tener en cuenta no sólo los antecedentes que se encuentran en el programa bracero México-Estados Unidos y en el modelo del 'trabajador huésped' (Arango, 2006) aplicado en Europa en las décadas centrales del siglo XX, sino también en programas vigentes actualmente como los denominados 'contratos OMI' (Office des Migrations Internationales -Oficina de Migraciones Internacionales) que funcionan en la agricultura francesa desde la década de los setenta tras la firma de convenios bilaterales entre Francia y Marruecos, Túnez y Polonia (Morice, 2006), en el programa Seasonal Agricultural Workers Scheme (SAWS) aplicado en Inglaterra, el programa H2-A firmado entre México y Estados Unidos o el Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales (PTAT) firmado entre México y Canadá en 1974 (Sandoval y Vanegas, 2001; Binford et al., 2004; Preibisch, 2004).

Ambas líneas de investigación serán integradas, finalmente, en los estudios sobre el impacto del nuevo orden agroalimentario globalizado en Andalucía, a fin de comprender adecuadamente las características y los cambios producidos en la 'nueva agricultura' andaluza, el lugar que la región ocupa en la división territorial del trabajo (Moreno, 2002; Delgado, 2002; Aragón, 2004) y la manera en que este modelo de producción flexible afecta a la organización y estructura del mercado laboral agrícola (Cruces, 1994; Palenzuela, 1996; Martín et al., 2001; Gavira 2002).

 

Reestructuración capitalista y modernización agraria en el sur de Europa: el caso de Andalucía.

Aunque es en la década de los sesenta cuando comienza a consolidarse de un modo más claro el lugar periférico de la agricultura andaluza en la división territorial del trabajo tanto a escala estatal como en el plano internacional, la situación actual en que ésta se encuentra es el resultado de un largo proceso histórico en el que se sientan las bases del sistema hoy imperante a escala mundial. A rasgos generales se puede diferenciar una primera fase, que abarcaría desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX, sustentada en el triunfo de la propiedad privada, la instauración del latifundismo como sistema dominante y la posición hegemónica de la burguesía agraria. En esta primera etapa Andalucía se aleja de las posibilidades de convertirse en una sociedad industrializada para centrarse en una agricultura extensiva, basada en una abundante y barata fuerza de trabajo, y especializada en actividades estrechamente vinculadas con la explotación de sus recursos naturales (Moreno, 2002; Delgado, 2002). Esta fase se corresponderá con el Primer Régimen Alimentario8, que abarca desde finales del siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mundial, y el cual se constituye sobre relaciones de intercambio desigual que se ocultan bajo el argumento del enfoque de las 'ventajas comparativas' a favor de la especialización territorial (Aragón, 2004).

La entrada en el Segundo Régimen Alimentario, que arrancaría en la década de los cincuenta y se desarrollaría fundamentalmente durante las décadas de los sesenta y setenta, se caracterizaría por la intensificación de las relaciones capitalistas de producción y la industrialización de la agricultura bajo el proceso que se denominó Revolución Verde. Se trata pues, de un proceso de 'modernización' similar al que vivieron otras agriculturas en diferentes partes del mundo, caracterizado por la creciente integración y supeditación de la agricultura a la industria, lo que a su vez supuso un cambio significativo en el papel atribuido a aquélla en el sistema económico global; las transformaciones en las pautas de consumo, con la consolidación de la llamada 'dieta fordista' (masiva y estandarizada); los consecuentes cambios en las pautas de producción, con la incorporación de métodos taylorizados y fordistas en la agricultura, así como en los sistemas de trabajo (Pugliese, 1991; Pedreño, 1999).

Como en otras regiones periféricas, la agricultura andaluza pasó a cumplir las nuevas funciones que le correspondían en el marco del desarrollo capitalista de este periodo, las cuales ya no se limitaban a suministrar el gran volumen de fuerza de trabajo y materias primas que exigía la industria, sino que también incluía el abastecimiento de la creciente demanda para el consumo de amplios sectores urbanizados y el convertirse en un mercado para los bienes de equipo y los insumos que ahora requería la industrialización de la agricultura (semillas mejoradas, abonos químicos, plaguicidas, fertilizantes).

La entrada en el Tercer Régimen Alimentario constituye el contexto más inmediato en el que nace y se expande la agricultura intensiva bajo plástico en Andalucía. Es en la crisis internacional que a mediados de los años setenta afectó a los países capitalistas, y cuyos efectos se harán notar igualmente en el sector agrario, donde se sitúa el punto de inflexión que abrirá el camino a una nueva reestructuración de la producción agraria en las décadas de los 80 y 90. Philip McMichael (1996) liga esta reestructuración a la nueva fase de globalización en la que se desafían las políticas agrícolas nacionales y sus planes de desarrollo y se reformula el espacio agrícola a través de procesos de especialización regional y concentración del capital.

Es en este contexto en el que se sitúa la dirección seguida por la Política Agraria Comunitaria (PAC), condicionada por dos caminos aparentemente contradictorios: el de la progresiva liberalización de los mercados agrícolas, y aquel otro que sigue apostando por medidas proteccionistas frente a otros mercados exportadores más potentes, como los estadounidenses, o más competitivos en precios, como las agriculturas más débiles de los países del Sur. En este sentido, Marta Soler (2007) destaca el papel central desempeñado por el Acuerdo sobre Agricultura de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y las políticas agrarias de Estados Unidos y la Unión Europea. Al analizar las últimas reformas (1992, 1999 y 2003), la autora concluye que la liberalización de los mercados agrarios continúa profundizándose a favor de las principales empresas multinacionales del sistema agroalimentario y los grandes empresarios agrícolas, y a costa de las economías campesinas y la agricultura familiar;9 que se refuerza el papel subordinado de la agricultura respecto a las industrias de insumos agrarios, la industria de transformación alimentaria y la gran distribución comercial; y que continúan primando los criterios de rentabilidad por encima de las necesidades alimentarias de la población.

El Tercer Régimen Alimentario se va a caracterizar por una mayor internacionalización y competitividad de los mercados; el peso que adquieren las corporaciones transnacionales, y especialmente las grandes cadenas de distribución; los avances en electrónica, microinformática, biotecnología y biogenética; la descentralización de las estructuras empresariales y una nueva organización espacial de la producción; y, junto a ello, la implantación de sistemas de producción flexibles que permitan superar la crisis del modelo fordista y ajustarse a la nueva norma de consumo. La creciente demanda de productos 'en fresco' y 'de primor' por parte de las clases acomodadas y el aumento de mercancías que en otros tiempos eran consideradas exóticas (Friedland, 1994), refleja el cambio en la naturaleza de la mercancía. Las tendencias citadas van a suponer una acentuación de la división territorial del trabajo ya presente en etapas anteriores, la cual se traduce ahora en una concentración de los centros de consumo y en un control de las fases estratégicas de la cadena (investigación y distribución) por parte de las economías centrales, mientras que en las regiones periféricas se establecerán únicamente las unidades de producción y se especializarán en suministrar a las primeras productos agrícolas estacionales que son demandados fuera de temporada (Bonano, 1994).

Asimismo, de la mano de la introducción de formas flexibles de producción y de nuevas pautas de consumo, se asiste a un proceso creciente de feminización del trabajo en el marco de esta fase de globalización agroalimentaria (Lara, 1998; Barrientos et al. , 2004; Deere, 2005). Estas autoras coinciden en explicar dicho cambio a partir de las ventajas que la mano de obra femenina ofrecería para responder a la flexibilidad de los mercados, entendida ésta en una doble dimensión: en relación con los contratos de trabajo (duración, horarios y salarios) y respecto a la organización del trabajo (capacidad de dominio y realización de distintos tipos de tareas, adaptación a los ritmos y volumen de trabajo). A ello habría que añadir, en segundo lugar, la alteración que se ha producido en la concepción tradicional del trabajo agrícola como masculino, ya que se han hecho indispensables otros valores no asociados necesariamente a la fuerza física y construidos culturalmente como femeninos (primor, delicadeza, habilidad) para responder a las nuevas pautas de consumo que demandan productos 'en fresco' y 'de primor'.

 

El cultivo de la fresa en el marco de la globalización agroalimentaria

En el marco dibujado hasta ahora es en el que debe situarse la implantación en Andalucía de la agricultura intensiva de exportación, también llamada 'nueva agricultura'10 y, con ello, del cultivo de la fresa. Este cultivo, que se extiende a lo largo de 7000 ha en el litoral de la provincia de Huelva11, fue impulsado tras introducir la tecnología agraria más avanzada procedente de California, EE. UU.12, y comprobar las ventajas que para su aplicación tenían las condiciones climáticas (clima templado-cálido seco) y el tipo de suelos (arenosos) de esta zona costera de Andalucía. Por otra parte, la investigación en biogenética aplicada a las plantas de la fresa ha permitido la obtención de una amplia gama de variedades que buscan aumentar la productividad, la precocidad y la resistencia de la planta (Márquez, 1986).

Otros tres elementos son fundamentales para comprender el desarrollo de este cultivo. En primer lugar, que la historia de éste, como del resto de cultivos intensivos en Andalucía, se aleja de los elementos que históricamente han caracterizado a la burguesía propietaria de los grandes latifundios, tanto desde el punto de vista de la estructura de la propiedad de la tierra como del origen de clase del sector. Así lo refleja el que los empresarios de la fresa, comúnmente conocidos como 'los freseros', respondan a la estructura de la agricultura familiar (aunque capitalista) y procedan, en su mayoría, de la clase trabajadora. La pesca, la construcción, el comercio, la agricultura, ya sea como trabajadores asalariados o como propietarios de pequeñas explotaciones familiares, son algunos de los sectores a los que se dedicaba buena parte de ellos antes de reorientarse hacia el cultivo de la fresa bajo plástico. Es el temprano e inesperado éxito que experimenta este sistema de cultivo, y las facilidades para acceder a las tierras aptas para el mismo, lo que explica la rápida reconversión de estos trabajadores en freseros. Asimismo, aunque hoy día la progresiva diferenciación entre pequeños, medianos y grandes empresarios es más palpable que antes y se observa una tendencia a la concentración de la propiedad, sigue predominando la pequeña propiedad familiar13.

En segundo lugar, que no es posible comprender las dinámicas que organizan los procesos de trabajo en la fase propiamente de cultivo si no es situándola en el sistema global de la cadena y atendiendo al lugar que ocupa en el mismo. Básicamente se pueden delimitar tres fases dentro del sistema global de producción de la fresa: una primera dedicada a la investigación e innovación tecnológica, una segunda dedicada al cultivo y a su manipulación y envasado, y una última orientada a la comercialización y distribución de la mercancía. De los laboratorios a los campos y de ahí a las grandes cadenas de distribución; de California a Andalucía y de ahí a los mercados europeos. Estos serían los tres nodos que articulan la cadena agroalimentaria.

Es en los laboratorios de la Universidad de California donde tiene lugar la primera fase dedicada a la investigación e innovación. El trabajo se orienta no sólo hacia la obtención de semillas mejoradas que permiten obtener variedades cada vez más productivas, resistentes y extra-tempranas, sino también hacia variedades que respondan a las demandas de los mercados segmentados en cuanto a gustos y preferencias. La contraparte de estas ventajas tiene que ver con la dependencia y el coste económico que supone para los empresarios andaluces pagar cada año a las empresas estadounidenses las regalías por la compra de la planta madre. Asimismo, desde que el producto abandona las cooperativas de Huelva se inicia una fase que, de nuevo, se aleja del control de Andalucía para quedar en manos de empresas extranjeras. Además de fijar los pedidos, las grandes cadenas de distribución tienen el poder de imponer los precios de venta de la fruta. Es en este sentido que se hace pertinente considerar la relación que se establece entre sistema agroalimentario y territorio.

A la estructura desigual que está en la base de la división territorial del trabajo debe añadirse el progresivo debilitamiento del sector fresero y de su capacidad para hacer rentables sus explotaciones. Éste es el tercero de los aspectos que habría que señalar. La propia historia del cultivo revela que el sector empresarial se encontraba durante las décadas de los setenta y ochenta ante unas circunstancias que le eran más favorables y en las que la relación coste/beneficio resultaba bastante rentable para el sector. El que durante este periodo se acuñase la expresión 'el oro rojo' para referirse a la producción fresera en la provincia, refleja el volumen de beneficios económicos que generó lo que se consideraba el nuevo 'polo de desarrollo' de Andalucía. Aunque la evolución hacia una situación de mayor riesgo y debilidad para el sector fresero ha sido progresiva, es especialmente desde finales de los noventa y principios de esta década cuando se hace notar con más fuerza. La relación de la diferencia coste/beneficio va disminuyendo conforme sube el precio de las plantas, de los insumos y de la mano de obra y se mantiene el precio al que las empresas freseras venden su mercancía.14

Junto a ello se observa un aumento de la competitividad tanto dentro del sector como con otros países (entre ellos Marruecos y China); el mayor control que concentran las cadenas de distribución a la hora de imponer los precios; las mayores exigencias en materia de controles de calidad (por parte de la UE, los consumidores y las cadenas de distribución); y la flexibilidad requerida para responder a una demanda segmentada.

La evolución hacia la situación de crisis en que se halla el sector fresero en la actualidad queda reflejada en las palabras de un representante del sector empresarial:

"Antes, hace diez o quince años, todo el mundo, con pocas hectáreas, ganaba dinero, porque primero, la mano de obra no tenía los costes que tiene ahora; segundo no había tanta fresa y por lo tanto era más competitivo el sector y, aparte, sí es verdad que no era tan productivo, yo me acuerdo que estábamos en una media de 300 ó 400 gramos por planta, hoy en día estamos en una media de un kilo por planta. Eso es lo que nos está salvando, la productividad. Si no hubiera ese kilo por planta estaríamos en la ruina ahora mismo todo el mundo. La calidad también ha mejorado muchísimo sin embargo el precio no, hoy en día un kilo de fresa vale lo mismo que hace diez años, sin embargo la mano de obra, el coste, el material, el plástico, los fitosanitarios, eso ha subido todo un cien por cien" (Paco Serrano, gerente de la cooperativa Santa María de la Rábida).15

Pero el lugar que ocupa la región andaluza en el sistema agroalimentario globalizado tendrá sus efectos no sólo en la división territorial del trabajo y en la situación económica del sector empresarial, sino también en las formas de organización y segmentación de los mercados laborales y en los sistemas de gestión de la fuerza de trabajo asalariada, como se verá a continuación.

 

Las políticas de contratación en origen: el camino hacia la feminización del trabajo y la inmigración

La pregunta que se antoja pertinente a la luz de las transformaciones más recientes que han tenido lugar en el cultivo de la fresa, se refiere al modo en que la posición dependiente de la agricultura andaluza ha conducido en los últimos años a la adopción de nuevas políticas de gestión del trabajo agrícola. Pero para comprender adecuadamente por qué en un momento dado se apuesta por la modalidad propia de los programas de trabajadores agrícolas temporales, y qué papel pasan a jugar desde entonces los procesos de feminización y etnización del trabajo que le acompañan, es necesario situar los factores que explican la adopción de dicho sistema, los principios y lógicas sobre los que se sustenta y el modo en que viene a ajustarse a las características propias de la tercera fase de globalización agroalimentaria, caracterizada por la creciente salarización, flexibilidad, disponibilidad, eventualidad, fragmentación y feminización del trabajo. El análisis de tales aspectos descubrirá el paso que se produce en este cultivo de los antiguos jornaleros a las nuevas temporeras.

El cambio que sufren las políticas de contratación y gestión del trabajo en los campos de fresa en los últimos años obliga a considerar la convergencia de varios factores que nos remiten a dinámicas tanto globales como locales. Ya se apuntó uno de los factores clave, aquel relativo a los efectos que el régimen agroalimentario globalizado tiene sobre los eslabones más débiles de la cadena de producción global, en este caso la fase de cultivo que tiene lugar en Andalucía. Junto a ello, se ha visto también otra serie de circunstancias que explican la situación de crisis y debilidad en que se halla el sector fresero en comparación con periodos anteriores.

El segundo de los factores a considerar se refiere a la orientación seguida por las políticas migratorias y leyes de extranjería en el Estado español y la Unión Europea. La evolución hacia un modelo de gestión de la inmigración en términos de política instrumental y de seguridad, debe entenderse en relación con la otra cara que integra la dirección que toman las políticas migratorias.16 De la mano de las medidas legislativas que tienen como objeto frenar y criminalizar la inmigración irregular aparecen los instrumentos y acuerdos diseñados para regular la inmigración que se demanda para cubrir las necesidades de los mercados de trabajo. Es en esta otra vertiente de la política estatal y europea donde se inserta la celebración de convenios bilaterales en materia de migraciones laborales. Éstos ya quedaban contemplados en la reforma de la LO 4/2000 por la LO 8/2000, donde se incorporaban dos nuevos elementos que vienen a reflejar la iniciativa del Gobierno por regular y ordenar los flujos migratorios laborales y, más específicamente, el camino que se abre hacia las contrataciones en origen: de un lado se prevé concertar acuerdos internacionales migratorios con aquellos estados desde los que procedía el mayor número de trabajadores inmigrantes y, en segundo lugar, se establece que desde ese momento sólo las personas extranjeras que no se encuentren en España podrán responder a las ofertas del contingente anual (Trinidad, 2005). En la misma línea, el Programa Global de Regulación y Coordinación de la Extranjería y la Inmigración en España (GRECO), aprobado un año después plantea, entre otros aspectos, la ordenación de la llegada de inmigrantes desde su país de origen mediante la firma de acuerdos bilaterales.17

La doble orientación que presenta la política migratoria española se corresponde con los tres pilares fundamentales que van a marcar la dirección actual de las políticas de la Unión Europea: control de la inmigración 'ilegal', acuerdos bilaterales de migraciones laborales (para favorecer aquellos otros flujos que se presentan como 'ordenados' y 'beneficiosos') y, en relación con los dos anteriores, cooperación entre países. Tales líneas de actuación son consideradas ramas complementarias de un mismo programa político en el que se inscribiría la apuesta, en un momento dado, por las contrataciones en origen en el sector agrícola de Andalucía.

La modalidad de contratación en origen se establece en el marco de un acuerdo migratorio bilateral, se corresponde con el procedimiento para la realización de contrataciones de temporada en el sector agrario y se regula a través de un conjunto de principios y normas que responden al modelo conocido en otros países como Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales. La cuantificación de los contingentes debe ser aprobada una vez que el gobierno del país de destino fija la cifra y las características de la mano de obra solicitada, y el país de origen indica cuál es la disponibilidad de sus nacionales para responder a las ofertas de empleo; éste último se compromete a realizar el proceso de preselección de la fuerza de trabajo y a facilitar la infraestructura administrativa necesaria para que los empleadores del país de destino puedan llevar a cabo la selección final. En cuanto a las limitaciones geográficas, la rama de ocupación y la duración, el tipo de contrato que se firma bajo esta modalidad queda restringido, en este caso, al trabajo temporal en el campo en la provincia de Huelva. Las condiciones de trabajo quedan reguladas por el Convenio del Campo, y el empresario queda obligado a garantizar el alojamiento a las personas contratadas en origen y organizar los desplazamientos (cuyos costes son cubiertos entre la trabajadora y el empresario). También se incluye el principio de compromiso de retorno que obliga a las trabajadoras a regresar a sus países una vez concluida la temporada.

En tercer lugar, resulta igualmente necesario tener en cuenta la convergencia que se da entre las dos tendencias señaladas; es decir, la demanda por parte del sector fresero de mano de obra femenina e inmigrante y el giro de las políticas migratorias hacia los programadas de trabajadores/as de temporada, con una tercera tendencia: la creciente feminización de los flujos migratorios laborales internacionales. Habría que comenzar retomando el debate que plantea Laura Oso (2008) en relación, precisamente, con los procesos de feminización de la inmigración. La autora se interroga sobre si realmente nos encontramos ante una feminización de la inmigración o más bien hacia una feminización del discurso sobre el fenómeno migratorio, dado que entre 1960 y el año 2000 el incremento del porcentaje de mujeres en las migraciones internacionales no ha sido tan significativo (de 46.6 a 48.8%). Lo que sí destaca es la feminización de las migraciones internacionales concretamente en los países 'desarrollados', la feminización de determinados colectivos o nacionalidades y el protagonismo que han adquirido las mujeres como pioneras de las cadenas migratorias, de ahí que "la migración de mujeres autónomas, que salen de sus países solas, dejando a familiares dependientes en el país de origen con un motivo migratorio económico y no de reagrupación familiar" (2007:2) haya dejado de ser un fenómeno aislado o poco reconocido en la literatura sobre migraciones internacionales. Así lo ilustra la propia experiencia del cultivo de la fresa. Tanto las temporeras del Este como las mujeres marroquíes entrevistadas señalan que, en un principio, en sus países de origen eran los hombres quienes se incorporaban a los mercados de trabajo en el extranjero e iniciaban el proceso migratorio, como bien reflejan esas primeras migraciones de hombres marroquíes a la agricultura andaluza desde finales de los ochenta y las migraciones actuales de los inmigrantes subsaharianos al cultivo de la fresa, o las primeras migraciones de trabajadores varones de Europa del Este dirigidas al sector de la construcción. Hoy en día los esquemas tradicionales han cambiado, y esa prioridad de la que gozaban los varones del grupo doméstico tiende a desaparecer ante la crisis económica y social que atraviesan los países de origen, en los que los ingresos no se corresponden con el incremento del nivel de vida, y la demanda de mano de obra femenina e inmigrante en determinados nichos laborales en las sociedades de destino, lo que ha supuesto una creciente incorporación de las mujeres a las migraciones laborales internacionales:

"El problema es que se paga muy poco y no se puede vivir; bueno, se puede vivir, no digo que no, pero no puedes comprarte un coche, no puedes hacerte una casa más grande. Por eso nosotras emigramos, para después poder volver a Rumanía y hacer una casa más grande. [Y añade su compañera] Además para que nuestros niños puedan ir al colegio, porque en Rumanía nada es gratis" (Paola Popescu, trabajadora rumana).

La experiencia de las mujeres de los países del Este y de Marruecos revela que si bien es cierto, tal y como ilustra el propio transcurso de la historia, que los periodos de crisis económica y elevadas tasas de desempleo pueden suponer una vuelta de las mujeres al hogar, dando prioridad a la contratación de trabajadores varones, también lo es que estos periodos pueden coincidir con una demanda de mano de obra femenina para cubrir determinados nichos laborales, lo que explicaría que lejos de regresar al ámbito doméstico, su porcentaje de participación en el mercado laboral se vea incrementado (Valdes, 1988).

De este modo, será la convergencia de los tres factores señalados la que ayude a explicar, a rasgos generales, el cambio que va a sufrir la modalidad de gestión de la fuerza de trabajo en el cultivo de la fresa y la implantación de las políticas de contratación en origen de cupos de mujeres inmigrantes. Tras algunas experiencias pioneras, en el año 2001 el sistema de contratación en origen queda consolidado en el sector fresero de la provincia de Huelva, pasando a duplicar el número de contrataciones cada año: de las 7000 trabajadoras contratadas en la campaña 2001/2002 se ascendió a los cerca de 35 000 contratos realizados en 2005/2006. Polonia y Rumanía se convierten desde entonces en los países principales que aportan la mano de obra femenina necesaria para la campaña de la fresa, tendencia que tiene un viraje significativo a partir de la campaña 2006/2007, en la que entran en escena nuevos países, como Marruecos, a la vez que salen o pierden peso los candidatos anteriores. Será en las últimas temporadas (2008/2009 y 2009/2010), con la crisis económica y la vuelta de las familias jornaleras andaluzas al campo, cuando tenga lugar el tercer punto de inflexión en las contrataciones en origen.18

Para comprender las bases sobre las que se sustenta esta nueva modalidad, y las implicaciones que tiene para la organización y segmentación del mercado de trabajo agrícola, es necesario analizarla en relación con los procesos de sustitución sexual y étnica de la mano de obra que le acompañan y las ventajas que el sector empresarial y las administraciones hallan en esta modalidad y en el perfil de mano de obra que se empieza a solicitar. Tales aspectos serán abordados a continuación.

Con el paso de la agricultura tradicional a la 'nueva agricultura' las explotaciones familiares comienzan a demandar mano de obra contratada, lo que supondrá la rápida salarización del trabajo agrícola en la fresa. Hay que recordar, en este sentido, que los cultivos hiperintensivos adquirieron la denominación de 'cultivos sociales' al incorporar lo que se entendía como una doble vertiente del desarrollo: el desarrollo económico y el desarrollo social (Márquez, 1986).19 Desde un principio se trataba de mano de obra inmigrante, aunque durante el primero periodo ésta estuviese integrada por las familias jornaleras procedentes de otras provincias de Andalucía, e insertas en los movimientos migratorios internos que se desplazaban siguiendo las temporadas agrícolas dentro del Estado español y el Sur de Francia. Se trataba de una mano de obra que era contratada en el lugar de destino. El progresivo abandono de las familias andaluzas del trabajo en la fresa, que tiene lugar a lo largo de los años noventa irá acompañado de la llegada de las primeras migraciones laborales extracomunitarias. A los trabajadores procedentes del Magreb que llegan a la zona mediada la década de los noventa, se sumarán a finales de dicha década los trabajadores de origen subsahariano (Senegal, Mali y Mauritania). Se trataba de una migración no comunitaria, masculina, temporal y contratada en destino, muchos de ellos en situación irregular. La nueva agricultura de Huelva se va a convertir así, junto con el Poniente Almeriense (ubicado en la costa oriental), en uno de los principales enclaves migratorios de Andalucía y del Estado Español.

Es a finales de los años noventa donde los empresarios sitúan el punto de inflexión determinante que les lleva a buscar una solución definitiva a los problemas de mano de obra que afrontaba el sector fresero desde hacía ya varios años. Esta solución vendrá de la mano de las contrataciones en origen. Aunque muchas veces estos problemas han tendido a ser explicados únicamente en términos de escasez de mano de obra, una mirada global obliga a considerar otra serie de factores relacionados con la situación de crisis que atraviesa el sector fresero. La inestabilidad del sector y la necesidad de ajustarse a las exigencias de los mercados globalizados va a provocar, en mayor medida que antes, que la temporalidad pero a la vez la estabilidad y disponibilidad se conviertan en tres cualidades fundamentales que los empresarios buscan en la fuerza de trabajo asalariada y que dejaron de encontrar en las familias jornaleras andaluzas y en los trabajadores magrebíes y subsaharianos. En el primer caso, debido a que las familias andaluzas no estaban dispuestas a supeditar hasta tal punto las condiciones laborales a las exigencias del mercado de trabajo, lo que llevaba efectivamente a muchas de estas familias a reclamar derechos laborales y organizarse sindicalmente, a la vez que los bajos salarios les obligaban a combinar el trabajo de la fresa con otras temporadas agrícolas o sectores laborales, lo que explica que en ocasiones se incorporasen más tarde o abandonasen antes la temporada, no respondiendo con ello la disponibilidad exigida por los empresarios:

"Los andaluces te fallaban, se iban a las fiestas de sus pueblos, en Semana Santa. Además se quejan mucho, y a veces te dejan tirado. Este año traía a cinco de Cádiz y me han fallado porque han encontrado trabajo en la construcción o, por ejemplo, este año he traído a cuatro de Algodonales y... uff!!, acaban de llegar y ya están quejándose, ¡pues no saben que vienen a trabajar al campo! Sin embargo, las mujeres son muy buenas trabajadoras, este año tengo unas rumanas que son buenísimas" (Mario Ruiz, empresario mediano).

En el segundo caso debido, igualmente, a varias razones: por un lado, la precariedad y estacionalidad de los mercados laborales agrícolas obliga a los trabajadores magrebíes y subsaharianos a seguir el recorrido por las distintas temporadas dentro del Estado español, algunas de las cuales coinciden en determinados tramos con la de la fresa; en otros casos se debe a la inestabilidad que genera en los propios inmigrantes la falta de documentación, que les aboca automáticamente a una situación laboral y vital vulnerable e incierta; otro factor decisivo serán las movilizaciones encabezadas por los trabajadores magrebíes y subsaharianos en los años 2001 y 2002, que les llevarían a un enfrentamiento directo con los empresarios; y, finalmente, no se puede olvidar el racismo culturalista asentado en nuestra sociedad y reproducido por los empresarios de la fresa en la figura de los trabajadores marroquíes, sometidos a formas de exclusión laboral y social y de violencia simbólica. Así lo reflejan las declaraciones del presidente de la organización agraria Freshuelva:

"Hay que reconocer que el trabajador marroquí es más polémico porque tiene otras costumbres, otra cultura, diferente a la nuestra. Le cuesta más convivir con razas distintas a la suya porque tiene una cultura distinta. Y esto no significa ser racista. Estamos en una economía de mercado en la que las empresas y las Administraciones han intentado traer a personas lo menos polémicas posibles" (El País, 08/03/02).

De este modo, la escasez de mano de obra antes mencionada debe analizarse de manera conjunta atendiendo a la situación específica en que se encuentran los distintos colectivos de trabajadores que han pasado por este cultivo, y al modo en que el sector fresero ha ido imponiendo en los últimos años una serie de condiciones en los mercados de trabajo. La necesidad de garantizar una plantilla de mano de obra segura y estable ha llevado a los empresarios a ver en la fuerza de trabajo femenina un recurso indispensable. Entre los trabajadores agrícolas varones (en este caso andaluces y africanos) la práctica del abandono o la rotación en el trabajo es elevada, mientras que en la contratación de mujeres las empresas encuentran mayores posibilidades para reducir la rotación de la mano de obra, debido, en parte, a que éstas encuentran menos alternativas de empleo (Pedreño, 1998/1999). Precisamente uno de los objetivos del sistema de contratación por cupos consiste en aumentar cada año el número de trabajadoras repetidoras.

Es por ello que, junto a los factores que explican el rechazo de la mano de obra anterior; hay que contemplar las ventajas que los empresarios hallan, por un lado, en esta modalidad de gestión y contratación de la fuerza de trabajo y, por otro, en el perfil y composición de la misma en comparación con aquélla integrada por familias jornaleras andaluzas y trabajadores magrebíes y del África negra. Entre las ventajas que encuentran en el sistema de contratación en origen destaca la posibilidad de planificar con suficiente antelación la campaña, y de garantizar el perfil y el volumen de mano de obra necesario para las distintas fases de la temporada. Tanto las circunstancias de partida en sus países de origen como las condiciones que establece el contrato (restringido a un ámbito geográfico, sector y duración) sitúan a la fuerza de trabajo en una posición frágil sujeta a las exigencias de la patronal y el gobierno. Como aseguran los propios empresarios, se trata de personas "más necesitadas, que vienen sólo a trabajar y que generan menos problemas para sacar la campaña adelante".

Por otra parte, los tres criterios establecidos en la selección de la fuerza de trabajo desde que se introdujo el sistema de contratación en origen descubren las ventajas que encuentran en el nuevo perfil solicitado por los empresarios: que sean mujeres, que procedan de zonas rurales y que sean de mediana edad y con hijos. La decisión de solicitar mayoritariamente mujeres desde que se implantó esta modalidad es justificada siguiendo tres argumentos: se presupone la existencia de unas 'habilidades femeninas', como la flexibilidad, agilidad y delicadeza, idóneas para la recolección de un producto perecedero y 'de primor' como la fresa; se considera que las mujeres son más responsables y trabajadoras que los varones; y, en tercer lugar, se alude a su menor conflictividad en el trabajo:

"Las mujeres dan menos problemas que los hombres, tú manejas mejor setenta mujeres que setenta hombres, porque bueno, no es que tú vayas a hacer lo que te da la gana pero... qué te digo yo, a lo mejor hay poca fresa, o llueve y eso, y dices pues mira hoy no hay trabajo... Son más humildes creo yo, se lleva mejor" (Antonio Pérez, empresario mediano). "Prefieren mujeres porque son menos conflictivas; aunque salen, salen menos, beben menos. Los agricultores sólo piden mujeres, más mujeres" (Lucio Gómez, técnico de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos- COAG).

"¿Por qué mujeres y no hombres? Pues muy sencillo. Primero las mujeres tienen más aguante que un hombre. La mujer tiene más capacidad de sufrimiento que un hombre. La mujer es más dócil que un hombre. La mujer es más selectiva que un hombre. Más curiosa. ¡Es que sois mejores que nosotros!" (Francisco López, empresario mediano).

La decisión de contratar mujeres procedentes de zonas rurales surge tras la llegada, los primeros años, de un volumen significativo de mujeres de Europa del Este, especialmente de Polonia, procedentes de zonas urbanas y con estudios medios y universitarios. El seleccionar la fuerza de trabajo en áreas rurales más empobrecidas garantizará, además de un mayor conocimiento y capacidad para soportar las condiciones de trabajo en el campo, el que se trate de mujeres más necesitadas que, por tanto, cumplirán más en el trabajo. En la misma línea se ubican los argumentos que justifican la preferencia por mujeres de mediana edad y con hijos. Se considera que las mujeres jóvenes, solteras y sin hijos son menos responsables y trabajadoras que las mujeres un poco mayores, casadas (viudas o divorciadas) y con hijos, quienes al contar con una situación familiar más complicada se volcarían en el trabajo y causarían menos problemas al empresario. Al solicitar mujeres con cargas familiares no sólo se busca cubrir el perfil demandado por los empresarios, sino también garantizar uno de los objetivos perseguidos por las administraciones con este tipo de programas: el retorno de las temporeras a sus países de origen una vez finalizada la temporada agrícola.20 Administración y patronal coinciden en establecer una conexión automática entre la responsabilidad de las mujeres en el mantenimiento y cuidado del grupo doméstico y su deseo por regresar a su país cuando la temporada toque a su fin, precisamente para asumir tales responsabilidades:

"Yo le suelo preguntar si está casada, si tiene hijos, porque es lo que me da más garantías de que no se va a fugar, de que va a estar aquí, de que va a retornar, de que el año que viene la podemos tener. Todo lo contrario de muchas chavalas jóvenes, solteras, sin compromiso ni nada, que vienen, hemos tenido muchos casos, y a la semana, al mes o a los dos meses de estar aquí pues se encuentran con alguien y se va, y se pierde, y ya la perdemos" (Lucio Gómez, técnico de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos-COAG).

"El perfil es de personas de mediana edad, ni excesivamente jóvenes ni excesivamente mayores. Una persona de 35 años y con una familia viene a ganar dinero, no se plantea otra cosa, una persona con 21 años pues viene a ganar dinero y si puede pasárselo bien mejor, entonces claro, es totalmente comprensible. (...) [El que estén casadas] te da facilidad a la hora del regreso, que tienen un arraigo en su lugar, tienen una familia, por tanto van a regresar, tienes una confianza de que esa persona va a volver porque tiene familia allí, porque dependen de ella o económicamente, o en algunos casos dependen única y exclusivamente del trabajo que haga esa persona que viene aquí a trabajar. Por lo tanto tienes la garantía del regreso y tienes la garantía del trabajo" (Andrés Rodríguez, técnico de la Asociación Agraria Jóvenes Agricultores - ASAJA).

 

Consideraciones finales. La vuelta al modelo de la 'trabajadora invitada'

A la luz del análisis realizado resulta necesario retomar la idea apuntada al principio del texto sobre la conexión específica que se establece en la agricultura intensiva andaluza entre la división territorial del trabajo, las políticas de contratación en origen y la feminización del trabajo para, a partir de ahí, establecer una serie de conclusiones finales que nos permitan confirmar nuestras hipótesis iniciales.

En primer lugar, los resultados obtenidos en la investigación permiten confrontar el discurso mayoritario que tiende a presentar estas políticas de contratación como un modelo ideal de inmigración ordenada, basado en una gestión ética de la inmigración que beneficia por igual a empresarios y trabajadoras. Dicho discurso queda reflejado en las palabras del alcalde de Cartaya, uno de los pueblos freseros de la provincia de Huelva:

"Al agricultor le interesa mucho la contratación en origen porque dignifica mucho la mano de obra; el consumo de la fresa es un consumo muy responsable, requiere una gestión muy responsable del cultivo, y el empresario hortofrutícola de Huelva está sensibilizado con la gestión social, corporativa de su empresa, sobre todo con una gestión ética de la inmigración".21

Los análisis desarrollados por Stephanie Barrientos (1999b) para las Naciones Unidas sobre los denominados 'mercados éticos' en las agriculturas de exportación en Sudáfrica se centran, precisamente, en estudiar las condiciones e iniciativas que garantizan la ética en las condiciones de vida y de trabajo en unos mercados, como estos, caracterizados por importantes procesos de etnización y feminización de la mano de obra.

Sin embargo, frente al discurso mayoritario que define los programas de trabajadores/as agrícolas de temporada como una apuesta por la gestión ética de las migraciones laborales, consideramos que programas como el de Huelva, lo que representan es la connivencia de intereses que se da entre el Estado, preocupado por frenar y controlar las migraciones y las fronteras, y el Mercado, que requiere de una mano de obra flexible, barata y disponible. El discurso sobre un modelo 'en beneficio de todos' vendría a ocultar, de este modo, las desigualdades que se establecen entre los países que controlan la oferta de empleo y poseen el capital, y aquellos otros que tan sólo están en condiciones de ofrecer su fuerza de trabajo.

El perfil de la 'trabajadora idónea', que evidencia la preferencia por contratar mujeres de mediana edad y con hijos, es otro de los aspectos que reflejan de manera muy ilustrativa el carácter discriminatorio que adquieren estas políticas de contratación en Andalucía. De manera que el nexo que se establece entre flexibilidad laboral, precariedad y feminización del trabajo en estas agriculturas de exportación (Lara, 1995, 1998; Deere, 2005) vendría a poner en tela de juicio el uso del término 'mercado ético' para referirse a un modelo que dista mucho de garantizar la igualdad en las condiciones de contratación y organización del trabajo.

Por otra parte, las características de las políticas de contratación en origen estudiadas nos descubren cómo el modelo de la 'inmigración ordenada' supone una vuelta al modelo de trabajador/económico de temporada (de Lucas, 2002), el cual se apoya en una categoría de inmigrante muy instrumental y restringida en cuanto a sus derechos laborales, sociales y de movilidad.

El análisis que aquí nos ocupa se aleja, por tanto, de aquellas aproximaciones teóricas que plantean el debate en términos de las ventajas y los fallos que presentan estos programas, y las posibles vías o propuestas para lograr una mejora y una mayor eficacia de los mismos (Geronimi, 2004; Solomon, 2006; Martin, 2007). Por el contrario, nuestros resultados coincidirían con aquellas investigaciones que ponen el énfasis en las condiciones estructurales de desigualdad que los atraviesan. La segmentación étnica y sexual que tiene lugar en estos programas de trabajadores/as agrícolas de temporada o la preferencia por una mano de obra femenina o inmigrante más flexible, disponible y vulnerable no se consideran, desde este enfoque, 'meros fallos' de un sistema que habría que mejorar, sino las condiciones que hacen posible, precisamente, el funcionamiento de estas políticas de contratación y gestión de la inmigración. En esta línea de investigación se situarían, entre otros, los análisis que Alain Morice (2006) realiza sobre la experiencia de los contratos OMI -Oficina de Migraciones Internacionales- que funcionan en la agricultura francesa desde la década de los setenta, o los estudios que Leigh Binford y Kerry Preibisch vienen realizando en la última década sobre el Programa de Trabajadores Agrícolas de Temporada México-Canadá (Binford et al., 2004; Preibisch, 2004; Preibisch y Binford, 2007).

En continuidad con las ideas apuntadas, la investigación nos ha permitido establecer otras consideraciones que afectan de manera especial a la perspectiva feminista de la que partimos. Los resultados obtenidos vendrían a cuestionar los argumentos que realizan empresarios, sindicatos y representantes institucionales, que ponen en un primer plano el discurso de la 'escasez de mano de obra andaluza', la 'conflictividad' de los antiguos trabajadores inmigrantes (magrebíes y subsaharianos) o las supuestas 'cualidades femeninas' para recolectar un producto tan delicado como la fresa. Desde el punto de vista del análisis de las políticas sexuales de organización del trabajo, consideramos que la adopción, en un momento dado, del sistema de contratación en origen de cupos de mujeres inmigrantes responde, sin embargo, a una estrategia del sector empresarial para ahorrar costes en el único eslabón de la cadena que controla: la fuerza de trabajo.

Los procesos de sustitución étnica y sexual de la mano de obra; la posibilidad de planificar con suficiente antelación la temporada y de garantizar el volumen y perfil de la mano de obra demandado; de reducir los costes de la mano de obra en un cultivo, como éste, intensivo en capital y trabajo, y de mantener unas condiciones de trabajo precarias pero en el marco legal de un convenio bilateral, son algunos de los aspectos que ilustran el papel que la contratación de cupos de trabajadoras inmigrantes juega en esta cadena de producción global. La temporalidad, la flexibilidad y la disponibilidad que ofrecen las nuevas temporeras de la fresa se convierten, por tanto, en el elemento clave que garantiza la viabilidad de este cultivo y su capacidad para hacer frente a la competitividad de los mercados agroalimentarios globalizados.

 

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Notas

1 Estas políticas permiten la contratación de trabajadores/as extranjeros/as no residentes en España (los contratos deben ser firmados en sus países de origen) para trabajar temporalmente en sectores que presentan un déficit de mano de obra nacional. Esta modalidad se realiza a través del sistema de cupos, que se refiere a la cantidad de fuerza de trabajo (cupo) que el Gobierno establece cada año para las contrataciones en origen. Las políticas de contratación en origen de cupos de trabajadores/as migrantes equivalen a la modalidad denominada en América del Norte 'programas de trabajadores agrícolas de temporada'.

2 Este trabajo forma parte de un proyecto de tesis doctoral más amplio realizado en el departamento de Antropología Social de la Universidad de Sevilla (España). La investigación ha sido realizada gracias a una Beca de Formación de Doctores concedida por la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa (Junta de Andalucía).

3 Es de destacar, en este sentido, que los informes publicados por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en materia de migraciones internacionales y programas de trabajadores agrícolas de temporada incluyen el programa implantado en el cultivo de la fresa en Andalucía entre los más significativos del mundo. Véase al respecto el estudio comparado realizado por Philip Martin (2007) donde analiza el programa H2A de EE. UU., el SWAP de Canadá, el SAWS de Inglaterra, el programa Saisonarbeiter en Alemania y el sistema de contratación en origen de Huelva (España).

4 Como unidades de observación se seleccionaron los municipios de Moguer y Palos de la Frontera, los cuales forman parte de uno de los tres grandes núcleos freseros de la provincia de Huelva.

5 Con el propósito de captar la heterogeneidad de perfiles que coexisten en este cultivo se han seleccionado mujeres que presentan diferencias en cuanto a edad, estado civil, número de hijos, nivel de estudios, recursos económicos, procedencia rural/urbana y nacionalidad (Polonia, Rumanía y Marruecos). El mayor número de entrevistas se ha realizado a mujeres de origen rumano y polaco debido a que en el periodo de realización de la investigación 80% de las contrataciones en origen se hacía en estos países.

6 Que incluye entrevistas a los representantes de las cuatros organizaciones agrarias que trabajan en la zona, a dos encargados de explotaciones agrícolas, a doce empresarios (pequeños, de menos de 7 ha; medianos, de entre 8 y 25 ha; y grandes, de más de 25 ha) y a cuatro técnicos de las principales cooperativas freseras.

7 Este enfoque integral también está presente en el marco de análisis del que parte la investigadora María Adelaida Farah (2004), que propone un análisis articulado de los trabajos productivos y reproductivos así como una mirada que conecte los niveles micro, meso y macro de la economía para realizar adecuadamente los estudios de género del mercado de trabajo.

8 Seguimos el concepto de 'régimen alimentario' que Miguel Ángel Aragón (2004) toma de Friedmann y McMichael para aplicarlo al estudio del sistema de producción de la fresa en Andalucía.

9 El 20% de los beneficiarios de la PAC en España concentran 80% de las ayudas, de manera que el reparto de las ayudas en función de la superficie y la producción ha implicado la creciente polarización del medio rural en detrimento de las explotaciones familiares (Soler, 2007).

10 Para una aproximación a las características de la nueva agricultura véase Márquez, 1986; Cruces, 1994; Pedreño, 1998/1999; Martín et al., 2001.

11 La provincia de Huelva está situada en el extremo suroeste de España, haciendo frontera con Portugal y formando parte de Andalucía Occidental.

12 Basada en un paquete tecnológico integrado fundamentalmente por el sistema de riego localizado y la plasticultura o técnica de invernadero.

13 Según datos extraídos del trabajo de campo se puede establecer la siguiente clasificación: la pequeña explotación se correspondería con una superficie de menos de 7 ha, una mediana entre 8 y 25, mientras que la gran explotación sería aquella que concentraría más de 25 ha.

14 Manuel Verdier, presidente de la organización agraria Freshuelva, destaca cómo entre el periodo que va de 1989 a 2004 el coste de la mano de obra aumentó hasta llegar al final del periodo a 96.38% de incremento, mientras que el precio de la fresa se mantuvo prácticamente estable, incluso con un valor al final del periodo de 3.8% menos que en 1989 (datos extraídos de una entrevista realizada durante el trabajo de campo y una conferencia impartida en 2006). Resulta muy significativo considerar el descenso del precio medio (por kilo) de comercialización de la fresa que se produce en la última década: de 1.2 € en 1993 a 0.75€ en 2003 (Bergeron y Darpeix, 2004).

15 En el texto las distintas personas entrevistadas aparecerán con nombres ficticios con el fin de preservar la privacidad y confidencialidad de la información obtenida.

16 Ésta viene marcada por la evolución desde la LO 7/1985 hasta la Ley de Extranjería 14/2003, y por las directrices europeas fijadas, entre otros, en el Acuerdo de Schengen (1985), el Tratado de Ámsterdam (1999), los acuerdos establecidos tras el Consejo de Tampere, el Tratado de Prüm (2005), así como la Directiva Europea para el Retorno de las Personas Inmigrantes (2008). Para un análisis de esta evolución y de sus implicaciones puede consultarse de Lucas (2002) y Trinidad (2005).

17 En este periodo España ha concluido acuerdos bilaterales con Marruecos, Colombia, Ecuador y la República Dominicana (2001), Rumanía y Polonia (2002), Guinea Bissau, Mauritania y Bulgaria (2003), Guinea-Conakry, Gambia y Cabo Verde (2007).

18 Como consecuencia de las presiones del Gobierno para garantizar trabajo a la mano de obra nacional afectada por la crisis, y en contra de la postura defendida por el sector empresarial, estas contrataciones se verán reducidas en más de setenta por ciento. Por razones de espacio, en el presente artículo no ahondaremos en el cambio de panorama que se presenta con la crisis, el cual plantea importantes preguntas de cara al futuro de las contrataciones en origen y las tensiones que, en coyunturas concretas, se establecen entre los intereses del Estado y del Mercado.

19 Sin embargo, la propia experiencia californiana ya evidenciaba la realidad que se encontraba tras estos cultivos 'sociales', en los que la gran demanda de fuerza de trabajo no sólo se traducía en una creación de empleos, sino también en una explotación de esa fuerza de trabajo y una precarización del empleo.

20 Una tendencia similar se observa en el Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales México-Canadá (PTAT), donde la reciente demanda de mujeres trabajadoras ha llevado a los empresarios agrícolas a solicitar una mano de obra con cargas familiares. Se entiende que es este compromiso familiar el que garantizará el retorno al país de origen, reducir las posibilidades de obtener la residencia permanente en Canadá a través del matrimonio o de asentarse de forma irregular (Preibisch, 2004). En este caso, además, se contratará preferiblemente madres solteras, divorciadas o viudas (Hermoso, 2004; Becerril, 2004).

21 El alcalde de esta localidad fresera dirige el proyecto AENEAS-Cartaya, un proyecto financiado por la Unión Europea cuyo nombre (Gestión Integral y Ética de la Inmigración Laboral entre Marruecos y Huelva) refleja la visión a la que nos referimos.

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