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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.7 no.3 Texcoco sep./dic. 2010

 

El concepto del territorio y la investigación en las ciencias sociales

 

The concept of territory and research in social sciences

 

Luis Llanos-Hernández

 

Universidad Autónoma Chapingo. Chapingo Estado de México. 56230. (luisllanos2000@yahoo.com.mx)

 

Resumen

El territorio es un concepto teórico y metodológico que explica y describe el desenvolvimiento espacial de las relaciones sociales que establecen los seres humanos en los ámbitos cultural, social, político o económico; es un referente empírico, pero también representa un concepto propio de la teoría. En el presente ensayo se analiza el concepto de territorio desde el ámbito de la epistemología, como un conocimiento que se construye en la(s) disciplina(s) social (es), tomando en cuenta que sus contenidos cambian conforme se transforman las relaciones sociales en el mundo; posteriormente se analiza el territorio como un concepto interdisciplinario a partir de los enfoques de investigación provenientes de la sociología y la geografía, y se reflexiona sobre las dificultades metodológicas que surgen en el desarrollo de todo proceso de investigación social.

Palabras clave: Disciplina, epistemología, interdisciplina.

 

Abstract

Territory is a theoretical and methodological concept that explains and describes the spatial unraveling of social relationships that human beings establish in cultural, social, political or economic areas; it is an empirical reference, but it also represents a theoretical concept. In this essay, the concept of territory is analyzed from the viewpoint of epistemology, as knowledge that is built from social discipline(s), taking into account that its contents change as social relations in the world are transformed; then, territory is analyzed as an interdisciplinary concept based on research approaches from sociology and geography, and the methodological difficulties that arise in the development of any process in social research are considered.

Key words: Discipline, epistemology, interdiscipline.

 

Introducción

En las últimas décadas en el medio académico el concepto de territorio ha desbordado los límites fronterizos del pensamiento geográfico, para adquirir cada vez más una mayor relevancia al interior de otras disciplinas de las ciencias sociales, tal como ha venido aconteciendo en la sociología, la antropología o la economía. Esta apropiación del concepto forma parte de los cambios teóricos y conceptuales que desde los enfoques disciplinarios, interdisciplinarios o transdisciplinarios ocurren en las ciencias sociales, los cuales buscan explicar la complejidad de los procesos sociales que ocurren en la actualidad en un contexto de mundialización de la economía, la cultura y la política; proceso que ha colocado a la dimensión espacial de los acontecimientos sociales en la misma tesitura que la vertiente temporal, la cual va a estar presente en la interpretación de la historia, misma que alcanzó un papel relevante en el estudio de los acontecimientos durante el curso de la época moderna.

 

La episteme del concepto

El territorio es un concepto que ha formado parte del corpus teórico en las diversas corrientes del pensamiento geográfico, ya sea como parte de la geografía física, de la llamada teoría del análisis regional o bien de la geografía crítica, por mencionar sólo algunas de las vertientes del conocimiento que han surgido en esta disciplina. Desde sus orígenes; en la geografía, como en otras disciplinas, el pensamiento crítico no se ha caracterizado por su unicidad, sino por la diversidad en sus formas de pensar y de interpretar, sobre todo en la época moderna, en la cual la trascendencia de los acontecimientos es más volátil, de tal manera que en el pensamiento geográfico se puede encontrar que "no ha habido una sola geografía sino una constelación de saberes geográficos, es decir una pluralidad y diversidad de pensamientos" (Bosque Maurel y Ortega Alba, 1995:9).

Para esta disciplina el territorio, como concepto, no ha sido monopolio de un saber o de un conocimiento, sino de varias ramas de la geografía y ha sido exportado hacia otras disciplinas. Como todo concepto, el territorio ayuda en la interpretación y comprensión de las relaciones sociales vinculadas con la dimensión espacial; va a contener las prácticas sociales y los sentidos simbólicos que los seres humanos desarrollan en la sociedad en su intima relación con la naturaleza, algunas de las cuales cambian de manera fugaz, pero otras se conservan adheridas en el tiempo y el espacio de una sociedad. Las relaciones sociales, al no ser estáticas en el tiempo y el espacio, adquieren un sentido de complejidad que les vuelve inaprensibles cuando el concepto no es suficientemente flexible para captar la realidad social que se transforma por diversas causas, como puede ser por los avances en el mundo de la economía, la producción, la cultura, la política o por el desarrollo del conocimiento y el surgimiento de nuevos paradigmas de interpretación. Estos procesos van a incidir en la significación de los contenidos conceptuales que se van construyendo socialmente; en caso contrario, los conceptos pierden vigencia, se convierten en esquemas rígidos que llevan al estudio unilateral o superficial de los acontecimientos.

El territorio como concepto hace referencia a elementos presentes en la realidad; es decir, describe los elementos empíricos contenidos en el objeto de estudio y facilita la generación de nuevo conocimiento. El territorio puede formar parte de una teoría o estar presente en varias teorías; pero éstas, al ser inconmensurables entre si, (Kuhn, 1993) van a incidir en el significado del concepto, éste no representa el mismo contenido cuando se inscribe en teorías diferentes y más aún cuando forma parte de una perspectiva más amplia como es el caso de la constitución de un paradigma. Las relaciones sociales cambian y por ello los conceptos y las teorías también se encuentran en constante crítica. En la geografía, como en cualquier otra disciplina, el territorio tiene un diálogo diferente con el investigador cuando forma parte de paradigmas diferentes; v. gr: en los albores de la época moderna el territorio tenía una clara influencia de la cartografía, se constituirá en el soporte fisiográfico de los emergentes estados nacionales y describirá los límites y fronteras que éstos poseen. Por medio de este concepto se podrá establecer el recuento de las montañas, ríos, mares, bosques, desiertos, minerales, animales, flora; es decir la riqueza natural de los estados nacionales. Este concepto permanecerá sin grandes cambios epistemológicos y será a través de él que se describirán las características que guarda la superficie terrestre sobre la que descansa la acción de los seres humanos.

Años más tarde, a finales del siglo XIX, el territorio resulta un concepto insuficiente para adentrarse en el conocimiento de la riqueza de los estados nacionales y de las colonias sometidas a los países centrales. El comercio y la industria requerían de un conocimiento más específico de las riquezas y de las culturas de los seres humanos en el contexto de un capitalismo que se desplegaba por todo el orbe. La región, como referente empírico que proviene desde la época del imperio romano, va a adquirir un nuevo sentido paradigmático a partir del pensamiento geográfico de Paul Vidal de la Blache, quien se interesará en conocer la relación de los seres humanos con su entorno natural, reconociendo que cada región es una posibilidad de pensamiento y de cultura diferente. La síntesis teórica que relaciona el vínculo del entorno natural y la acción social de los seres humanos, servirá para explicar las causas que llevan a diferenciar a las regiones, dejando de lado la explicación basada en los determinismos geográficos; en consecuencia, los estados nacionales constituyen no sólo un territorio, sino también un mosaico de regiones, donde las posibilidades de futuro para los seres humanos son distintas en cada región. El territorio y la región son dos conceptos que surgen con la modernidad y que diferirán en su objeto de estudio, pero son consustanciales al concepto de Estado y se desarrollan desde los siglos XV y XVI (Goncalvez Porto, 2001).

En el siglo XX, a partir del periodo de la posguerra, las relaciones sociales que sirven para explicar el concepto de territorio y región vuelven a transformarse al insertarse dichos conceptos en nuevas teorías y nuevos paradigmas. La región se convirtió en el eje para el impulso de las políticas de desarrollo por parte de los estados nacionales. A través de la región, el Estado nacional fue decidiendo los destinos de las políticas relacionadas con el desarrollo económico y social, dando prioridad a las regiones que poseían mejores ventajas comparativas en el contexto de las economías cerradas y políticas proteccionistas. "La región significaba la división de espacios homogéneos nacionales, o bien, grandes paisajes naturales o regiones fisiográficas. Por su parte, la regionalización se constituyó en una forma de dividir el espacio con el fin de sintetizar el análisis geográfico de las homogeneidades, o un instrumento para los administradores públicos y políticos de encontrar espacios homogéneos y otorgar recursos para alcanzar el desarrollo" (Ramírez Velásquez, 2003:76). Al mismo tiempo que la región se articulaba al paradigma del desarrollo, el territorio se constituyó en algo más que la suma de los recursos naturales, adquirió una relevancia política y económica sobre la que descansa la acción del estado: a nivel internacional, el territorio ha sido fundamental en el trazo de las relaciones geopolíticas y el derecho internacional.

Desde el siglo XIX el progreso fue percibido como una fuerza social liberadora, como un proceso económico y social de carácter lineal, acumulativo, prácticamente sin límites para el ser humano: "la flecha del tiempo era concebida como lineal, hacia delante y también hacia atrás. La concepción del pasado y del futuro conectado linealmente por el tictac del reloj dio lugar al florecimiento de toda clase de concepciones científicas e históricas" (Harvey, 2004:279); pero "esta idea de progreso, que implicaba que el después pudiera explicarse en función del antes, ha encallado de alguna manera en los arrecifes del siglo XX, al salir de las esperanzas o de las ilusiones que habían acompañado la travesía de gran aliento en el siglo XIX". (Auge, 2008:31). Una vez concluida la segunda guerra mundial el progreso se convirtió en política de Estado bajo la forma del desarrollo, y fue asumido como un proceso que debía conducir a la homogeneidad económica y social en las sociedades avanzadas. Una forma de promover el desarrollo en los estados nacionales fue a través de las regiones; éstas fueron tipificadas para ordenar y planear el impulso del desarrollo al interior de los estados nacionales y fueron definidas como regiones plan, regiones polarizadas y regiones homogéneas por el geógrafo Jacques Boudeoville:

Es aconsejable comparar los tres tipos de regiones: región homogénea de inspiración agrícola, región polarizada de inspiración industrial y comercial, y región plan de inspiración prospectiva. Las dos primeras son instrumentos de análisis puestos a disposición de la tercera, sea porque ésta emane de la empresa que persigue elevar el máximo el importe de sus ventas (sujeto a la obtención de una ganancia mínima), o bien de la autoridad pública empeñada en el encuentro económico de los diversos recursos regionales y nacionales. Así las tres definiciones del espacio económico no son forzosamente, ni sobre todo exclusivos. Pero los tres resultan indispensables. (Boudeoville, 1965:18).

La influencia de la perspectiva económica durante el desarrollismo se apoyó en las diferencias regionales para avanzar en un proceso orientado por el arribo tarde o temprano a una condición de homogeneidad que permitiera que los integrantes de una sociedad tuviesen el mismo acceso al beneficio del desarrollo económico y social. De esta forma, los estados nacionales cumplían con la reivindicación de justicia e igualdad postulado por el pensamiento de la modernidad. La aparición del desarrollo como paradigma económico y social en el mundo tuvo como soporte la transformación técnica y el impacto en la producción capitalista del llamado posfordismo, así como el surgimiento del keynesianismo como doctrina económica, (Hiernaux, 1999). Dichos procesos favorecieron la emergencia del paradigma del desarrollo, su conformación como política por parte del Estado y la instrumentación del nuevo paradigma a través de las regiones. El territorio y la región como conceptos articulados a los de Estado, progreso y desarrollo se convirtieron en los medios a través de los cuales se llevaría adelante el principio de igualdad postulado por las sociedades liberales modernas durante la segunda mitad del siglo XX.

La región en su doble vertiente, como concepto teórico y como objeto empírico, se constituyó en uno de los ejes de las políticas de desarrollo. A través de la región el Estado pretendió demostrar que la igualdad podía ser accesible a través de la homogeneidad económica y social, dando impulso al desarrollo. Si el desarrollo constituía el futuro de una sociedad y eran perceptibles sus manifestaciones lográndose concretar en la educación, la salud, los servicios, o la infraestructura, entonces el desarrollo podía planificarse y mediante estos mecanismos transformar a las regiones. Una sociedad de tipo capitalista debía ser "vista con la óptica del proceso de acumulación de capital y de homogenización del espacio económico del sistema económico" (Oliveira, 1982:25). Esta orientación teórica llevó a este autor a sugerir que en las sociedades avanzadas el proceso de homogenización del espacio llevaría a:

"...una redefinición del propio concepto de región en un sistema de base productiva capitalista y tal vez incluso una completa desaparición de esas "regiones" . A fin de cuentas ¿cuál es la diferencia esencial, en un país plenamente desarrollado como los Estados Unidos de América, entre California y Nueva York, entre Michigan y Nueva Inglaterra? Aparte de ciertas diferencias que aquí llamaremos "culturales" -y que la propia evolución capitalista, en forma de comunicaciones de televisión, de la industria "cultural" en suma, se encarga de disolver- en la esencia del movimiento de reproducción del capital, en la estructuración de las clases sociales, ya no hay "regiones" en el país norteamericano: hay zonas de localización diferenciada de actividades económicas... (Oliveira, 1982:27)

El economicismo acendrado con el cual se estudió a las regiones llevó a sugerir que en las sociedades modernas avanzadas, las regiones y sus diferencias tenderían a borrarse, a ser cada vez más difusas. En ellas, la relación entre los seres humanos y la naturaleza, al regirse por el peso de los procesos de acumulación capitalista, se vio conducida hacia una dirección, un rumbo. El tiempo con un sentido unidireccional le dio orientación a esa relación que se desenvolvía en las regiones: el desarrollo social y económico tenía un claro sentido progresivo y transcurría en una sola dirección. En la región, el espacio se subordinó a las pautas que le imprimió el sentido de un tiempo vinculado al proceso de la acumulación, el cual logró imponerse al tiempo cíclico o circular correspondiente a las sociedades agrarias. Es el tiempo de la modernidad el que hizo del espacio un receptáculo sobre el que descansan las acciones sociales de los seres humanos. (Hiernaux y Lindon, 1996).

 

Los nuevos rasgos del territorio

El escenario social empezó a cambiar a partir de la década de los años setenta del siglo pasado. La revolución técnico-científica que incidió en la flexibilización de los procesos de producción de la economía capitalista dio pauta para la mundialización de la economía y el resurgimiento de la doctrina liberal, que se convirtió en un instrumento de combate ideológico en contra de las políticas de bienestar y del llamado sistema socialista. Las políticas neoliberales cuestionaron el estado de bienestar; con ello el Estado, como rector de las políticas de desarrollo, se convirtió en el centro de los cuestionamientos del pensamiento neoliberal. Estos cambios que operan en el mundo de la economía y la sociedad también encuentran sus reflejos en el mundo del conocimiento. Así, frente a la velocidad en la que se vieron envueltos los nuevos procesos de producción y de comunicación en el mundo, la región, como concepto teórico que muestra las relaciones sociales entre los seres humanos y la naturaleza, ya no lograba describir las nuevas relaciones que fueron desplegándose a un ritmo vertiginoso. El enfoque economicista que acompañó a los conceptos de región (plan, polarizada y homogénea) durante el periodo de posguerra, estaba circunscrito a las políticas impulsadas por los estados nacionales con economías de bienestar; pero frente a los cambios económicos, sociales y culturales que empezaron a surgir durante la década de los años setenta, se requería de nuevos instrumentos analíticos para explicar las transformaciones económicas y la de tipo sociocultural que transformaban al mundo. Pronto empezaron a surgir conceptos ambiguos como el de "regiones abiertas" o de "regiones ganadoras", los cuales resultaron insuficientes para explicar los nuevos procesos que emergían a un ritmo vertiginoso en la cultura, el mercado o la política.

Con los procesos derivados de la revolución científica, la mundialización económica y las políticas neoliberales se transformaron las viejas relaciones sociales. Esto explica en parte la aparición de nuevos conceptos que han profundizado el cuestionamiento a los fundamentos de la modernidad que a lo largo del siglo XX fue constituyéndose. El paradigma del desarrollo social fue desplazado por el de la economía de mercado y sus mecanismos de asignación de corte individual; no obstante, una vez que entró en crisis la forma bajo la cual se estructuró la economía y las sociedades del mundo capitalista, y que las nuevas dinámicas económicas y sociales inherentes al proceso de mundialización fueron penetrando hasta el lugar más distante del planeta, los conceptos de territorio y región han tenido que repensarse a fin de contrastarlos frente a esta nueva realidad y analizar si éstos aún logran explicar los nuevos procesos económicos, políticos y culturales.

El territorio al interior de la geografía constituyó un concepto disciplinario, este mismo sentido se presenta cuando otras disciplinas lo incorporaron a su campo de estudio; sin embargo, en la actualidad el territorio es más que un concepto disciplinario, pues ha pasado a convertirse en un concepto1 interdisciplinario y a formar parte de los referentes teóricos de las diversas disciplinas que tienen como objeto de estudio los múltiples tipos de relaciones que despliegan los seres humanos. La región2 como concepto es ya insuficiente para conocer e interpretar la nueva realidad de los seres humanos y la naturaleza. El territorio es un concepto más flexible, no sólo continua representando el soporte geopolítico de los estados nacionales, sino que dicho concepto constituye una manifestación más versátil del espacio social como reproductor de las acciones de los actores sociales. "El territorio era la base, el fundamento del Estado-Nación que, al mismo tiempo, lo moldeaba. Hoy, viviendo una dialéctica del mundo concreto, evolucionamos de la noción, tornada antigua, de Estado Territorial a la noción posmoderna de la <<transnacionalización>> del territorio". (Santos, citado por Bosque Maurel y Ortega Alba, 1995:166).

Con el nuevo escenario social, la mundialización ha colocado al espacio social como un referente en el cual las experiencias, los procesos, los simbolismos, pueden vivirse de manera simultánea por habitantes de diferentes partes del mundo. Frente a esta nueva situación, la región como unidad de análisis se convirtió en un concepto rígido, el peso del determinismo económico que le acompaña llevó a que el estudio sobre la relación entre seres humanos y su entorno natural se convirtiese en una reflexión parcial, limitada. La región como concepto puede seguir siendo útil para explicar diversos procesos de tipo económico o social, pero conceptualmente el territorio, al ir más allá de la perspectiva disciplinaria y del determinismo económico, es capaz de constituirse en una categoría a través de la cual es factible estudiar los múltiples procesos que surcan el complejo mundo social. Ese territorio ya no es sólo el referente que describe las condiciones fisiográficas de un Estado nacional, tampoco se restringe a constituirse en un soporte político-geográfico de un Estado-nación. El territorio es un concepto disciplinario o interdisciplinario que permite el estudio de las nuevas realidades del mundo social en el contexto actual de la globalización, y que logra imprimir una relevancia central a la dimensión espacial de los procesos sociales que estudia.

Por otro lado, al adentrarse en el territorio como referente empírico, puede observarse que en el despliegue de la vida social persisten los diversos tiempos presentes en las diversas sociedades: lineal o progresivo, circular o cíclico, y cada vez más, el tiempo simultáneo que penetra la organización de la vida social, económica y cultural en los territorios. La simultaneidad del tiempo le ha dado una mayor connotación a la relación espacial; el espacio también puede fragmentarse, su manifestación que adquiere la forma de territorio ya no requiere de la contigüidad característica de las regiones que forman parte de un estado nacional, sino que el territorio puede no tener la vecindad de las regiones, incluso: "El territorio, hoy puede estar formado por lugares contiguos y por lugares en red. Son todavía los mismos lugares que forman las redes y que constituyen el espacio trivial. Son los mismos lugares, los mismos puntos, pero conteniendo simultáneamente funcionalizaciones diferentes, quizá divergentes y opuestas". (Santos, citado por Bosque Maurel y Ortega Alba, 1995:167).

El territorio es un concepto que adquiere nuevos contenidos en el contexto de la globalización, son relaciones sociales que desbordan las fronteras de la comunidad, de la nación y que se entrelazan con otros procesos que ocurren en el mundo. Los medios modernos de comunicación, los sistemas de transporte, los nuevos mercados, los avances de la revolución científica y tecnológica, entre otras cosas, han trastocado las nociones de tiempo y espacio de las épocas pasadas, pero también evidenciaron la debilidad de las bases culturales sobre las cuales se formaron las promesas de un futuro promisorio que surgieron en la modernidad. Los territorios son espacios de una gran tensión social, están penetrados por el sentido progresivo del tiempo lineal, por la rutina de los tiempos cíclicos y por la vivencia del tiempo simultaneo. La llamada flecha del tiempo ya no tiene el sentido unidireccional que poseía en la época de la modernidad, en los territorios la vida social se abre a un abanico de direcciones, de opciones, de salidas a las acciones sociales de los seres humanos, lo cual implica la posibilidad misma de la fragmentación o de una nueva integración de este tipo de espacios.

A través de las acciones sociales, los actores entrecruzan de manera simultánea varios tipos de procesos sociales: los que se originan en el territorio, que son los que en primera instancia le dan identidad a este espacio, con aquellos que provienen de cualquier ámbito de la dimensión nacional, a ellos se suman los que surgen más allá de las fronteras nacionales. "En los lugares donde los vectores3 de la mundialización son más operativos y eficaces, el territorio habitado crea nuevas sinergias" (Santos, citado por Bosque Maurel y Ortega Alba, 1995:167). La visión aldeana ha sido subsumida por una perspectiva global, aún en los lugares más recónditos de un territorio, los procesos que llegan del exterior bajo la forma de mercancías, noticias, información o cultura, tensan y agitan la vida social existente en ellos. Atrás quedó la vida social lenta y rutinaria, ésta ha quedado sometida a las tensiones cuyo origen se encuentra en otros lugares del mundo.

 

El territorio y la interdisciplina

Como hay una gran diversidad de vectores que atraviesan la vida social en los territorios, existe una infinidad de posibles problemas de investigación que pueden encontrarse a lo largo de las vías sobre las que se desplazan los vectores. Cada problema puede ser estudiado desde la perspectiva de una disciplina como son la economía, la sociología o la ciencia política, pero también los mismos problemas pueden ser estudiados desde enfoques más abiertos de tipo interdisciplinario. La música de los jóvenes, la religión, la protesta social, la cultura, la producción, la migración, el turismo, el intercambio comercial o los procesos políticos, son acontecimientos que tradicionalmente han sido estudiados por alguna disciplina en particular; sin embargo, estos mismos procesos también pueden ser analizados con enfoques interdisciplinarios. En cualquiera de estos ámbitos, abordados epistemológicamente, siempre será importante detectar el problema que se piensa estudiar y posteriormente seleccionar el método o los métodos con los que se piensa hacer frente al proceso de investigación. Cualquier enfoque relacionado con el desarrollo del conocimiento lleva a la construcción conceptual de tipo metodológico; por ejemplo, al asumirse el camino de los métodos cualitativos, los cuales conducen hacia la comprensión y no a la demostración de los problemas, tal como es el propósito del método hipotético-deductivo, debe tenerse en cuenta que en estos métodos debe estar presente un concepto o una pregunta de investigación que se constituya en el eje de investigación y que articule tanto a los diversos conceptos que giran en torno a él, como a las teorías4 que servirán para explicar de manera ontológica el problema de investigación.

"La angustia de todo investigador estriba en encontrar los ejes de la investigación, la pregunta, el problema, el proceso de cambio que ordena todo lo demás subordinándolo a una lógica del discurso, a un hilo conductor...una investigación sin eje deriva en un almanaque, en un trabajo escrito donde cada capitulo se cocina solo, sin relación con los demás a pesar de los malabares literarios que haga el autor en la conclusión e introducción de cada uno de ellos tratando de ligar agua y aceite...encontrar los ejes de la investigación no es un trabajo sencillo...en dicho proceso, en el ir y venir entre la revisión del estado del arte y el campo, el investigador debe ir dilucidando cómo piensa ordenar su trabajo, qué se va a subordinar en la lógica de su discurso". (Diego Quintana, 2004:73).

Todo problema de investigación, y los métodos para su respuesta, están vinculados a la teoría o, si se quiere, en una perspectiva más amplia, a determinados paradigmas. Los problemas, al ser abordados desde alguna disciplina, su solución o comprensión se encontrará en los paradigmas de la economía, la historia, la sociología, la antropología, etcétera. La tradición científica, de manera implícita o explícita ubica a estos problemas en un contexto histórico, donde el tiempo se convierte en la dimensión que conduce y organiza la vida social; por el contrario, en un estudio sobre el territorio, que no excluye la importancia de la dimensión temporal, primero será necesario ubicar analíticamente la multitud de vectores que lo cruzan y con ello la infinidad de problemas por resolver. La disyuntiva inmediata que se presenta implica la posibilidad de realizar estudios en el territorio o realizar estudios del territorio de carácter disciplinario, interdisciplinario o transdisciplinario.

Realizar estudios en el territorio o del territorio no es una diferencia menor. No basta seleccionar un problema de investigación, iniciar su posible comprensión y hacer referencia ocasionalmente al territorio, éste no es un concepto que acompaña a la investigación, no es un referente que actúe pasivamente, un problema de investigación cuando se aborda sin vincular metodológicamente al territorio es en realidad un estudio de tipo disciplinario o interdisciplinario sin ninguna relación espacial, porque lo dominante son los métodos y teorías de las disciplinas respectivas y la perspectiva temporal. Un problema de investigación del territorio es de tipo interdisciplinario, ya que la disciplina con la que se pretenden hacer los estudios debe formar una bisagra metodológica no sólo con el contexto temporal, sino fundamentalmente con la dimensión espacial. Los estudios sobre el territorio -como también es el caso de las regiones- constituyen una forma de estudiar el espacio, el concepto más abstracto presente en las formas empíricas de territorio, región, lugar o paisaje.

El espacio está formado por un conjunto indisoluble, solidario, y también contradictorio, de sistemas de objetos y sistemas de acciones, no considerados aisladamente, sino como el contexto único en el que se realiza la historia... el espacio es hoy un sistema de objetos cada vez más artificiales, poblado por sistemas de acciones igualmente imbuidos de artificialidad y cada vez más tendentes a fines extraños al lugar y sus habitantes... (los) sistemas de objetos y sistemas de acciones interactúan. Por un lado, los sistemas de objetos condicionan la forma en que se dan las acciones y, por otro lado, el sistema de acciones lleva a la creación de objetos nuevos o se realiza sobre objetos preexistentes. Así el espacio encuentra dinámica y se transforma (Santos, 2000:54-55).

Al integrarse en sistemas de acciones, las relaciones sociales como parte del espacio penetran todo aquello en lo que interviene la acción de los seres humanos. Cuando la abstracción del espacio cobra vida en la figura del territorio, se perciben materializadas todas las relaciones que establecen los hombres y mujeres en la formación de las sociedades, por el territorio se van a desplazar las acciones de tipo político, social, económico, o cultural, pero estas relaciones reproducen también una condición de apropiación, de dominio, de explotación. En el territorio estarán presentes las relaciones de poder que se organizan en una época determinada "las practicas espaciales y temporales nunca son neutrales en las cuestiones sociales. Siempre expresan algún tipo de contenido de clase o social, y en la mayor parte de los casos constituyen el núcleo de intensas luchas sociales". (Goncalvez Porto, 2001:265).

Como el territorio constituye un concepto muy abierto y dúctil, es fundamental que una investigación sobre el territorio avance sobre ejes muy claros, pues si un estudio de tipo disciplinario en su diseño tiene dificultades metodológicas, es aun más complicado cuando en ella se involucran al menos dos disciplinas científicas. La amplia perspectiva del territorio genera múltiples posibilidades de construir un enfoque interdisciplinario, una de ellas es la que se establece entre la sociología y la geografía, pero lo mismo puede ocurrir en el vínculo entre la geografía y la historia, la política o la antropología, lo central es que en este tipo de estudios es importante que la dimensión espacial cobre vida, que adquiera presencia con sus categorías y sus métodos, por ejemplo, para describir el territorio en una comunidad indígena, es viable trabajar desde la sociología bajo el paradigma de los actores sociales, en toda sociedad o en una comunidad los actores poseen intencionalidades, sus acciones son orientadas culturalmente y éstas van modificando el orden de los objetos, de hecho constantemente crean nuevos objetos artificiales, introducen nuevas tecnologías, se instrumentan políticas diferentes, se generan conflictos entre los actores y será mediante la identidad cultural y la acción social de los actores como es factible que se logre explicar la transformación sociocultural de un territorio. En un territorio coexisten una diversidad de actores sociales, si bien pueden compartir la misma visión cultural, sus intereses les lleva a caminos diferentes en el proceso de construcción del territorio. El espacio y el territorio son construcciones sociales, pero representan niveles distintos de abstracción de la relación que a lo largo de la historia han establecido los seres humanos con la naturaleza.

Otro de los ángulos sobre los que se han realizado estudios interdisciplinarios es el relativo a la historia y la geografía. En la historiografía es de resaltar la riqueza teórica y metodológica que tienen los estudios de Fernand Braudel,5 quien en sus investigaciones incorpora la dimensión espacial articulada a la organización del tiempo, el Mediterráneo constituye el concepto eje de carácter espacial que organiza temporalmente las acciones sociales de sus habitantes, es este espacio social-mente construido el que muestra el pasado de los grupos sociales que le habitaban y la identidad cultural que va formándose en las penínsulas, las montañas, mesetas, llanuras, los mares y los litorales, historias particulares, relaciones diferenciadas con el medio geográfico que van a conformar lo que él describe como "la influencia del medio ambiente" en el devenir de la historia. Esta relación entre la historia y el espacio constituyó una forma de integrar el "posibilismo" proveniente del pensamiento geográfico de Vidal de la Blache, ya que cada espacio geográfico: montañas, valles, costas o llanuras es una particularidad de construir la relación entre los seres humanos y la naturaleza. Braudel con una visión innovadora organiza de manera distinta los diversos tiempos que existen en la vida social y la forma en que la relación espacial incide en la construcción de la historia.

En la actualidad el territorio no tiende a la homogeneidad, como sucedía con las regiones en el contexto del paradigma del desarrollo, por el contrario, explora la diferencia, la particularidad. Si en el pasado el paisaje, la región, el espacio formaron parte de ese emergente "magma de significaciones" (Harvey, 2004) de nuevos sentidos y de conceptos que desde el renacimiento empezaban a describir el surgimiento y desarrollo de la modernidad, hoy estos conceptos renuevan su contenido, se ven sometidos a la presencia de relaciones sociales que adquieren nuevos significados, que reflejan el acelerado proceso de cambio que cuestiona la perspectiva civilizatoria de la modernidad. El territorio ha pasado a convertirse en uno de los referentes conceptuales que explican las transformaciones del espacio correspondiente a la era de la globalización y de la posmodernidad. Con él, los conceptos de lugar, local o paisaje, entre otros, se han adaptado más rápidamente a los reclamos del conocimiento científico que busca comprender y explicar los acontecimientos que en forma vertiginosa se presentan todos los días a los hombres y mujeres del mundo actual.

 

Conclusiones

El territorio constituye un concepto teórico y un objeto empírico que puede ser analizado desde la perspectiva interdisciplinaria, ha pasado del reduccionismo fisiográfico para ser asumido como un concepto que existe porque culturalmente hay una representación de él, porque socialmente hay una espacialización y un entramado de relaciones que lo sustentan y porque política y económicamente constituye una de las herramientas conceptuales más fuertes en la demarcación del poder y del intercambio. El territorio por si mismo se abre al concurso de las diversas disciplinas y con flexibilidad se adapta a las nuevas condiciones en las que la globalización sitúa al espacio como una dimensión que adquiere la misma preponderancia de la dimensión temporal. El territorio se convierte en la representación del espacio, el cual se ve sometido a una transformación continua que resulta de la acción social de los seres humanos, de la cultura y de los frutos de la revolución que en el mundo del conocimiento se vive en todos los rincones del planeta.

Los procesos sociales que se desenvolvían en las regiones tenían un sentido unidireccional, en el territorio dichos procesos no transitan en la misma dirección, no siguen el mismo curso, la unidirección ya no es el camino que pueden compartir porque ya no están articulados al paradigma del progreso o del desarrollo.

Las promesas de futuro que ofreció la modernidad se encuentran en entredicho, los grandes metarrelatos han creado un gran vacío en la percepción de la vida social. La ausencia -por el momento- de un camino viable e incluyente de tipo civilizatorio aumenta las tensiones sociales en los territorios, en ellos más que la homogeneidad, lo que se busca es encontrar la singularidad, la particularidad que le dará identidad al territorio. Este concepto refleja ahora las tensas y agitadas relaciones sociales que caracterizan al mundo de hoy.

 

Literatura citada

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Notas

1 En su artículo "Y dale con el estado fallido" Arnaldo Córdova cuestiona la ligereza con la que la mayoría de los intelectuales norteamericanos formulan nuevos conceptos para tratar de explicar la realidad. El concepto, dice este autor, es "una síntesis de pensamiento que describe, enuncia y hace comprensible un problema" (La jornada, Domingo 5 de Abril de 2009).

2 Es importante señalar que la primacía del territorio como parte de los nuevos paradigmas, no implica el abandono o la desaparición del concepto de región. Este concepto puede encontrar nuevos significados en el contexto de nuevos paradigmas como puede ser el caso de la sustentabilidad o del retorno de las políticas económicas que representen una vía distinta al libre mercado.

3 Vector: en el habla técnica, el agente que transporta algo de un lugar a otro...toda magnitud en la que, además de la cuantía, hay que considerar el punto de aplicación, la dirección y el sentido...las fuerzas son vectores...toda acción proyectiva que tiene cualidad e intensidad variable (Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española, Madrid, Ed. Espasa Calpe, 1992.

4 No debe olvidarse que los conceptos tienen contenidos diferentes al interior de cada disciplina, de tal manera que cuando se "importa" un concepto de un campo disciplinario hacia otro, o bien hacia otro paradigma, será necesario observar, filtrar qué es lo que puede incorporarse a la propuesta de interpretación que se utilizará para enfrentar un problema de investigación. Los conceptos de lugar y espacio en la antropología de Marc Auge son distintos del sentido que cobran en la Geografía crítica de Milton Santos. Cuando estos conceptos son importados por otra vertiente disciplinaria se debe ser cuidadoso para analizar sus contenidos y observar si estos o una parte de ellos explican el problema de investigación que se pretende resolver.

5 Para un estudio más exhaustivo de la relación entre la geografía y la historia puede consultarse la obra de Fernand Braudel, "El mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II". Tomo I y II, México, (1995) D.F. Ed. Fondo de Cultura Económica, esta es una obra central que debe ser consultada por el investigador de las Ciencias Sociales.

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