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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.7 no.1 Texcoco ene./abr. 2010

 

El aprovisionamiento de agua: modelos de uso y distribución de agua en centros urbanos del Bajío colonial

 

Water supply: models of water use and distribution in urban centers of the Bajío colonial

 

José I. Urquiola-Permisán

 

Universidad Autónoma de Querétaro. Facultad de Filosofía. Area de Historia/ Departamento de Investigaciones Históricas Av. 16 de Septiembre 57, Altos, Centro Histórico, C.P. 76000. Santiago de Querétaro. (urquiolaji@hotmail.com)

 

Resumen

En este trabajo se exponen las variantes que se presentaron en relación con las formas de acceso y distribución del agua en centros urbanos del Bajío, en a la época colonial temprana. Estas variantes giraron en torno a dos modelos o formas de organización. En los pueblos de indios, representados por Querétaro, Acámbaro y Apaseo, se proyectó desde una fase temprana el uso compartido del agua para usos domésticos y productivos, dentro de los espacios de asentamiento urbano, por lo que la red hidráulica fue parte de la estructuración urbana, con una distribución de canales a lo largo y ancho de la población. En las villas españolas, representadas por San Miguel, Celaya, Salamanca, León y Salvatierra, fue usual la formación de complejos hidráulicos externos a los centros urbanos, para el regadío de las áreas destinadas a cultivo agrícola. La entrada del agua a estos centros urbanos fue resultado de alguna conducción derivada de estos complejos, o mediante una instalación independiente, que partía de manantiales para situar el agua en fuentes y pilas públicas. Estas diferencias iniciales tuvieron cambios sucesivos, en la medida en que aumentó el número de vecinos y se integraron al empleo del sistema usuarios no previstos en la fase inicial.

Palabras clave: Acceso y distribución de agua, complejos hidráulicos, pueblos de indios, villas españolas.

 

Abstract

This study presents variations that arose regarding the ways of accessing and distributing water in urban centers of the Bajío region during early Colonial times. These variations revolved around two models or ways of organization. In indigenous towns, represented by Querétaro, Acámbaro and Apaseo, shared use of water for domestic and productive uses, within spaces in an urban settlement, was suggested from an early stage, which is why the hydraulic network was part of urban planning, with channel distribution throughout the settlement. In Spanish villas, represented by San Miguel, Celaya, Salamanca, León and Salvatierra, formation of hydraulic complexes outside the urban centers was common, for irrigation of areas destined to agricultural use. Water entry to these urban centers was the result of some conduction derived from these complexes, or through independent installation, which started in springs and led the water into public fountains and pools. These initial differences had successive changes, insofar as the number of neighbors increased and they were integrated into the complex user system not foreseen in the initial phase.

Key words: Water access and distribution, hydraulic complexes, indigenous towns, Spanish villas.

 

Introducción

Este ensayo pretende analizar las variantes que se manifestaron en las formas de acceso y distribución de agua en varios centros urbanos del Bajío durante los primeros años de la época colonial. Estas variantes nos remiten a dos modalidades que fueron reconocidas o puestas en activo desde los primeros tiempos de la época colonial en esta parte del Bajío, por el fuerte impulso que generaron los descubrimientos mineros del norte de México. Una de ellas la encontramos representada en varios pueblos de indios, como Acámbaro, Apaseo y Querétaro, donde se emplearon mayormente corrientes permanentes y reducidas de agua, para un uso compartido doméstico y productivo, de forma que la red hidráulica se integró al asentamiento urbano, alcanzando también, en ocasiones, los campos agrícolas cercanos. Los espacios urbanos dedicados a la producción, en extensiones por lo general reducidas, se orientaron mayormente a cultivos hortícolas y frutícolas, conocidos como huertas, y en la referencia general a la llegada del agua a estos espacios, se decía que tenían "agua a pie de casa".

La segunda modalidad la encontramos bajo el esquema fundacional de las nuevas villas de españoles, como San Miguel, Celaya, León, Salamanca o Salvatierra, donde la previsión y elección del lugar para el asiento urbano, y de los terrenos para dedicación agrícola, implicaron la cercanía y uso de corrientes de agua permanentes, para su derivación mediante presas y derivaciones de agua. Esta canalización se orientó principalmente al riego de los campos, destinados en parte a huertas y, en mayor extensión, a labores con miras a la producción de cereales. La red hidráulica se vinculó a la captación y distribución del agua en terrenos externos al espacio urbano al cual se alimentó, bien con alguna derivación del sistema formado, o con una captación independiente, llevada hasta alguna fuente o pila para el abastecimiento general.

Este cuadro de origen, tanto en los pueblos como en las villas, tuvo una serie de modificaciones sucesivas, al modificar o integrar, en unos casos, nuevas áreas de cultivo, o incrementar el número de vecinos, y en otros al tener que compartir los volúmenes de agua con nuevos tipos de empleo o con usuarios no previstos, de manera que al paso del tiempo se presentaron, particularmente en Querétaro, formas "mixtas". Estos cambios se reflejaron en la serie de solicitudes y litigios que surgieron desde los primeros tiempos, resueltos en parte a través de los organismos locales, o conducidos ante órganos superiores. La resolución de estos pleitos, en algunos casos, dio lugar a la elaboración escrita de "ordenamientos" sobre el uso de aguas, donde se buscó la reglamentación de las nuevas condiciones en el acceso y distribución del agua, y fue referente para deslindar el derecho de los diferentes usuarios en su empleo.

La aparición y desarrollo de estos sistemas de uso de agua en el Bajío corresponde a un área con una pluviosidad relativamente baja, concentrada en los meses de junio a octubre y con condiciones difíciles para una agricultura de temporal. En los casos de pueblos de indios, aun cuando eran poseedores de una tradición hidráulica previa, formaron o fueron congregados en nuevos asentamientos, en el marco del nuevo avance colonial, incorporando algunos elementos tecnológicos nuevos. A su vez, la progresiva aparición de las villas siguió de forma estrecha la "promoción" establecida por la autoridad virreinal, en razón de acercar los suministros de materias primas y alimentos a los nuevos centros mineros, como Zacatecas, Guanajuato y San Luis Potosí.

Estas pautas iniciales presentan diferencias respecto del planteamiento seguido por Alain Musset (Musset, 1992), en relación al estudio sobre las formas de control de agua ejercidas en el valle y ciudad de México. La explicación que plantea es que las formas previas indígenas de "adaptación", expresadas en el extenso uso del sistema de chinampas en el medio lacustre, entraron en conflicto bajo el dominio español. Desde los primeros tiempos, junto a un nuevo esquema organizativo, se buscó solucionar por la vía de la desecación, los problemas constantes de inundaciones que afectaban el manejo de una cuenca cerrada, disminuyendo de manera progresiva las formas previas de sostenimiento y de suministro de agua y alimentos. En el planteamiento con el que abro este ensayo se plantea el reconocimiento de modalidades diferentes, pero donde pueblos y villas desarrollan formas convergentes de uso de agua. Las situaciones de conflicto se presentaron sin embargo, en cuanto unos y otros incidieron sobre los mismos puntos de suministro, y en cuanto los pueblos presentaron cambios internos, al incorporar una vecindad española o mestiza creciente.

La trayectoria hidráulica propia del Bajío en los primeros tiempos de la época colonial, nos acerca mucho más a la perspectiva desarrollada por Meyer (1997), quien destaca la presencia de "espacios de verdor" en relación con el aprovechamiento de corrientes de agua desde etapas antiguas, que fueron ampliamente desarrollada en el avance colonial sobre el norte. Para el Bajío, este desarrollo convivió un amplio período temporal con la actividad de ganadería extensiva, tanto de ganado mayor como menor. Durante el siglo XVIII se puede generalizar la perspectiva de una fase de conversión de muchas de las antiguas estancias ganaderas, en haciendas mixtas o bien orientadas plenamente hacia la actividad agrícola, con un variado uso de formas de captación, encauzamiento y uso del agua en terrenos preparados para este propósito, fase que alcanzó su mayor expansión durante los años del Porfiriato.

Murphy (1984), que proyectó una detenida reconstrucción sobre la presencia y operación de los sistemas hidráulicos del área del Bajío durante la época colonial, destacó dos aspectos en su análisis final y en los comentarios sobre los resultados obtenidos. Contrastó cierta capacidad de autonomía en los casos que conoce y estudia, frente al control ejercido desde un poder central, con el que se caracteriza a los sistemas despóticos, vinculados a las llamadas sociedades hidráulicas. Esta autonomía no significó, sin embargo, la ausencia de casos o situaciones de conflicto, en que se debió sobrepasar los medios locales para acudir a una autoridad superior. Por otra parte, apunta a una dinámica donde operaron los "intereses particulares" en favor de una mayor concentración de los recursos de tierra y agua, en manos de particulares, aún cuando se presentaron ejemplos significativos de permanencia de pequeñas propiedades irrigadas. Este ejemplo lo vinculó en especial al caso de Querétaro.

El conocimiento sobre las inicios de las operaciones en los pueblos y villas parte en buena medida de la constatación de que las "licencias" de fundación, o el reconocimiento formal de su presencia, fue acompañado por la concesión de tierras, licencia para el uso de aguas y el reconocimiento a un cuerpo local de autoridades, con atribuciones para los procesos de distribución de las tierras y aguas. Para las villas, el reparto de estas tierras con los derechos al uso de agua, se aplicó en principio para extensiones variables entre cerca de dos a cinco caballerías (entre 84.6 y 240 ha), sobre las que debieron presentarse pronto acciones tendientes a cierta concentración. Para los pueblos se dio también un proceso de reparto sobre terrenos de dimensiones mucho menores, recreados nuevamente en los casos conocidos de congregaciones de pueblos, realizados a principios del siglo XVII.

Martín Sánchez ha preparado un estudio sobre el riego en los pueblos huerteros michoacanos. Expone una panorámica sobre la presencia histórica de "huertos", como expresión de pequeñas extensiones, inmediatas a las casas y orientadas a la producción de frutas y hortalizas de consumo local y doméstico, así como de "huertas", como espacios también de cultivo intensivo, aunque con mayor extensión y vinculadas muchas veces a productos de exportación. Esta panorámica se concreta después en la reconstrucción de los casos de Jacona y Uruapan, donde se muestra también la red de canales formados para hacer llegar el riego al conjunto de solares urbanos, que en calidad de "huertos" se aprovechaban bajo aquellas miras de producción local.

El caso de Querétaro es una situación atractiva y muestra la continuidad en la presencia de huertas dentro y fuera del espacio urbano, junto al desarrollo temprano de un conjunto de labores, receptoras también de los remanentes de agua. Estas labores se vincularon, en su mayoría, con la familia del antiguo cacique don Hernando de Tapia, y recayeron después en manos del convento de religiosas de Santa Clara. Fue hasta finales del siglo XVII o principios del XVIII cuando encontramos nuevos ejemplos de haciendas, como las de Galindo o Juriquilla, conocidas previamente como estancias, las cuales se reorientaron hacia actividades agrícolas, y en estos casos integraron además labores industriales, al establecer instalaciones de tenerías, obrajes y batanes.

El trabajo tiene tres secciones. La primera reune datos en torno a los ejemplos de los tres pueblos de indios referidos, con mayor énfasis en Querétaro. La segunda se dedicará a los datos correspondientes a varias de las villas, en especial a Celaya y Salamanca con Valle de Santiago. En la tercera, me remito a tres de los ejemplos de "ordenamientos" de aguas, correspondientes a Celaya, Salamanca y Querétaro, que muestran las diferencias en la distribución de aguas y la complejidad creciente, representada en el Ordenamiento realizado para Querétaro en el año de 1654. Es de notar que este Ordenamiento fue el epílogo de un pleito sobre derechos de aguas, y culminó muy poco antes de que el pueblo de Querétaro obtuviera el título de ciudad, lo mostraba el crecimiento vecinal, la presencia de instituciones religiosas y la capacidad financiera para negociar la obtención de este título.

 

Los pueblos de indios: Acámbaro, Apaseo y Querétaro

Estos pueblos presentan ciertas oscuridades sobre sus inicios. En el caso de Acámbaro, se le describe en la Relación Geográfica como un asiento establecido al pie de un cerro grande y prolongado, que le daba abrigo del viento solano, bajo la presencia dominante del convento franciscano. Su origen se considera resultado de una emigración de familias otomíes de Huichapan, que solicitaron formar un establecimiento al servicio de los señores tarascos. Según esta versión, a los pobladores otomíes se sumaron pobladores tarascos puestos por los gobernadores de Michoacán, e indios chichimecos utilizados para defensa (Acuña, 1987:60-62). W. Jiménez Moreno dará crédito a esta interpretación de origen, aceptando así una fundación prehispánica, aunque no muy distante a los años de la conquista.

El cronista franciscano fray Pablo Beaumont, incorporó otra versión, fundamentada en un escrito que encontró en los archivos de la orden. El relato que transmite, situaba como personaje principal a don Nicolás de San Luis, y supone una serie de pasos en relación al proceso fundacional: 1) la elección del lugar para formar el asiento, y la formación del trazo urbano, con un conjunto de calles entrecruzadas, y un núcleo central en el lugar destinado para formar el convento. 2) la realización de un "alarde" o paseo con toda una serie de signos y manifestaciones como expresión de la conquista efectuada. 3) la elección de autoridades del lugar, "en junta de república", que incluía desde el gobernador, a los regidores, alcaldes y fiscal. 4) la distribución de solares y las disposiciones para traer agua al pueblo y convento, desde un punto más o menos cercano llamado Ucareo. 5) la participación comunitaria para llevar a cabo los trabajos de conducción de agua, construcción de una capilla y convento, así como de los edificios destinados para casas reales y hospital. (Beaumont, 1932-II: 298-306).

Esta nueva relación, que apuntaba a una fundación colonial realizada por otomíes, y apoyada por la corona, posiblemente reúne los elementos que formaban parte de la experiencia común en relación a este tipo de fundaciones. Es decir, mas allá de la veracidad otorgable a esta versión, se daba constancia de la preocupación inicial para dotar de agua a las casas y huertas integradas al medio urbano, huertas que se presentaban con dimensiones de 30 brazas en cuadro (cerca de 2 500 m2). Una información complementaria es la que proporcionó Ciudad Real, en la visita que realizó por el año de 1586, dando cuenta de la producción en la huerta del convento y el volumen de agua que servía entonces al pueblo, estimando que era reducido para las necesidades crecientes de su población (Ciudad Real, 1976-II:69).

En años posteriores, estos pobladores buscaron ampliar la disposición de agua; como se manifestó en 1602, cuando firmaron un acuerdo con un propietario de tierras inmediato al pueblo. Según este acuerdo, los naturales recibieron instrumental y dinero que les permitiría hacer una presa y saca de agua de un arroyo, de cuyo volumen tendrían derecho a utilizar 2/3 partes del volumen extraído, que se destinarían para unas tierras de labranza externas al centro urbano, mientras que la otra parte podría utilizar para sus fines de riego el tercio restante.1 Unos años más tarde, este mismo pueblo amplió la capacidad de riego, para unos campos que llama de Tarandacuao, al obtener licencia virreinal, en orden a utilizar los "remanentes" del agua que pasaban por una acequia cercana al pueblo.2

El pueblo de Apaseo, sujeto al de Acámbaro, presenta también ciertos indicios relativos al proceso fundacional. En este caso, se conserva una referencia documental, relativa a una merced otorgada por el Virrey don Antonio de Mendoza a favor de don Fernando Moteotzin, señor del pueblo de Acámbaro, en fecha 20 de marzo de 1538. La merced se iniciaba con la referencia a una "relación" enviada por Moteotzin y caciques de Acámbaro, quienes señalaban las ventajas de juntar en una congregación a los naturales, que estaban dispersos en una serie de estancias.3 El Virrey dio comisión a Luis de León, que se cita como Justicia Mayor de Acámbaro, con el fin de que se revisara esta petición y diera su parecer. Esto lo llevó a cabo, dando constancia además de la disposición que tenían sobre 2 / sitios de ganado mayor, junto con el agua que procedía de unos manantiales. Con este informe, el Virrey procedió a otorgar la licencia y facultad para hacer la "congregación formal", concediendo la merced sobre los 2 / sitios de estancia de ganado mayor para que dentro de su terreno, en la parte que decían "Atatlaulco y Llanos", formaran el asiento, y dispusieran las tierras para ejidos, pastos, labranzas, así como de las aguas, con la obligación de formar el asiento en un plazo cercano a un año de distancia.4

Acámbaro y Apaseo formaron parte de la encomienda que recibió Hernán Pérez de Bocanegra, en la década de 1530. En años también tempranos, por 1542, este personaje llegó a establecer un arreglo para cambiar unas tierras que había obtenido por merced o compra y que tenía intercaladas con las de los naturales, para efecto de juntarlas y disponer medios para su riego. El testimonio de la toma de posesión, que se llevó a cabo al siguiente año de 1543, incluyó tanto a las tierras, como "a las acequias" que unos y otro tenían hechas para riego,5 a través de los actos formales con los que se hacía indicativos de "propiedad". Este mismo testimonio fue utilizado unos años después para conseguir un "amparo" del Virrey, demostrando con ello la prioridad temporal en los derechos al uso del agua, frente a los intereses desplegados por los nuevos vecinos de la villa de Celaya, que según el acta fundacional dispondrían igualmente las aguas del Río de Apaseo, para el riego de las nuevas labranzas.

Sin embargo, la versión más completa sobre el funcionamiento y uso del agua del citado Río de Apaseo, procedían de un testimonio más tardío presentado por el año de 1697, con ocasión de un pleito en torno a ciertos abusos que se presentaron sobre la distribución del agua. La serie de aspectos abiertos a través del interrogatorio, mostraban dos tipos de cuestiones: 1) se hacía constar que una parte del volumen del agua, era empleada para el riego de los terrenos descritos como huertas al interior del pueblo, de la que gozaban en general los vecinos. 2) se indicaba que su acceso estaba regulado bajo un sistema de tandeo, asignándose las cantidades de agua en relación con el tamaño de las parcelas. Así, uno de los testigos llamados a declarar, Pedro Guerrero, se expresaba de la siguiente manera: "...sabe que dicha agua sirve un cuartel della, para el riego de las huertas de los naturales vecinos de este pueblo, y para el servicio de sus casas, y las otras tres partes o cuarteles, la reparten y sirven para el riego en tiempos de seca, de la labor de la comunidad".6 Esto implicaba que una parte proporcional menor era la que se empleaba para el riego de las huertas, mientras que los volúmenes mayores se destinaban para una labor de la comunidad. Apaseo, así como Acámbaro, habían arreglado la disposición del espacio urbano para fines productivos, bajo el requisito de la disposición de agua y de su canalización para acercarla al conjunto de sus huertas.

Las referencias sobre Querétaro son mucho más abundantes. Su origen se encuentra también vinculado a versiones diferentes. La referencias tradicional, vertida a través de las crónicas franciscanas, acogió la imagen de una fase fundacional vinculada a un avance otomí, que habría conseguido una importante e incruenta batalla sobre los chichimecas, bajo el patrocinio y aparición de la cruz y el Apóstol Santiago en su fase culminante.7 Toda una serie de nuevos elementos documentales permiten establecer un inicio menos espectacular y, como en el caso anterior, promovido por el avance colonial. Del conjunto de nuevas aportaciones, cabe subrayar el documento que se conoce como Cédula de Fundación. Esta Cédula contenía la licencia para establecer un asentamiento a orillas de un río, procedente de una Cañada, con la advocación de Santiago de Querétaro, a instancias de un grupo de indígenas encabezados por dos principales: Don Bartolomé Ximénez y don Nicolás de San Luis. La relación que exponían los naturales dejaba constancia de las ventajas que ofrecía el lugar, para resguardo de los caminantes y para evitar la serie de robos y muertes causados por "gente bárbara, que andaba desparramada por montes y quebradas de aquella tierra".

La respuesta favorable del Virrey, previa consulta al Consejo de Indias, dio paso a la concesión de la licencia, con una serie de disposiciones: 1) la adjudicación de un territorio de media legua por cada viento, donde se habría de hacer el asiento y trazo de la población, con sus casas reales y plaza, además del ejido y dehesa. 2) el acceso y goce de las aguas que se tomarían del río procedente de la Cañada, destinada para sus "sementeras y aprovechamientos", dejando sus remanentes para destinos que se definieran posteriormente. 3) la concesión adicional de dos sitios de ganado menor (cerca de 1560 ha.) para el sostenimiento de sus animales y obtención de madera. 4) el inicio de este poblamiento que se asociaba con la designación de sus autoridades: gobernador, regidores y alcaldes, para llevar adelante la labor de gobierno y administración de justicia. En adición, y a diferencia de los casos de poblaciones de la parte centro y sur de la Nueva España, se consideró la necesidad de insertar desde sus inicios en este núcleo a pobladores y colonos españoles, a los cuales se les debía señalar también el lugar de poblamiento y sus respectivas tierras.8

Además de este testimonio, la Relación Geográfica de Querétaro, escrita por el año de 1582, otorgaba un reconocimiento especial a la figura de don Hernando de Tapia, como el gestor de la formación de un nuevo asiento de Querétaro, para dar cabida a un número creciente de pobladores, en un espacio abierto conectado al nuevo camino de la plata. La realización de este nuevo trazado "en damero", bajo las disposiciones proveídas por el referido don Hernando y Juan Sánchez de Alanís, se completaba con la construcción de una red de canales cuyo brazo principal entraba y atravesaba la población.9 Una referencia posterior planteaba a su vez que la elección del nuevo asiento estaba estrechamente relacionada con la labor realizada por don Hernando de Tapia para "desecar" unos terrenos y para la formación de canales, con objeto de conducir el agua hacia el pueblo y hacia las tierras que formaban parte del patrimonio formado por el propio don Hernando de Tapia. Este testimonio, basado en las declaraciones de varios testigos, fue presentado precisamente en un pleito levantado hacia 1630, en relación con la "prioridad" sobre los derechos al agua que pretendía el convento de Santa Clara como "heredera" de los bienes de la familia Tapia.10

Bajo una u otra versión se destacaba un modesto inicio, y el diseño de un núcleo constituido por el convento franciscano, con una plaza a su lado izquierdo, donde estuvieron en un principio las casas reales, y donde se hacía el mercado o tianguis semanal. (Medina Medina, 1989:221-236). Desde esta fase se refería también la existencia de un molino de la comunidad, en una de las calles que daban acceso a la plaza, por donde transitaba la llamada "acequia madre". El componente social de este núcleo estaba asociado a una población indígena bastante heterogénea, compuesta por otomíes, tarascos y chichimecas-pames, a la que se fue sumando una vecindad de españoles atraídos por la ubicación del lugar, compuesta por comerciantes, ganaderos con tierras en la cercanía y algunos labradores y artesanos. Estos nuevos vecinos se acomodaron indistintamente entre el conjunto poblacional indígena, aun cuando se marcó una tendencia a preferir la ubicación en las cercanías de la plaza y en una calle que se llamó por un tiempo "de los mercaderes", por donde se encontraba la salida y camino real en dirección a Celaya. Prácticamente, en esta etapa todos los solares implicaban la disposición de una parte para huerta, aprovechada tanto por la vecindad indígena como española.11

El desarrollo adquirido por el sistema de conducción de aguas y su integración bajo la estructura urbana se ponía de manifiesto en otros materiales. Uno de los más relevantes fue un plano, elaborado hacia el año de 1610, en relación con la ubicación de un nuevo molino, en la parte llamada de "la otra banda". En este plano quedaba plasmada la red vigente de distribución del agua con tres áreas principales de irrigación: la zona urbanizada, que comprendía además del asiento de Querétaro, los terrenos incluidos en las secciones de la Congregación de la Cañada y de la otra banda; una extensa zona limítrofe de ocho "labores", dedicadas a la producción de cereales, que abarcaban una superficie aproximada de unas 3 000 ha. Receptoras de los "remanentes" de las conducciones del agua, y una zona intermedia de "huertas" ubicadas en la trayectoria de la acequia principal.12

La formación de la Congregación de la Cañada y la otra banda fueron parte del programa de congregación que se llevó a cabo por el año de 1603. Se conserva también un amplio expediente con los pasos que se dieron para la elección del lugar, el desplazamiento y reubicación de pobladores indígenas procedentes de cinco poblados. El trazo y distribución de lotes urbanos se hizo sobre espacios de 400 a 600 brazas cuadradas, donde se ubicaban la casa y huerta, disponiéndose para ello la respectiva canalización de aguas. También se dispuso un terreno extenso, llamado "tierra de la comunidad", fuera del espacio urbano, con una distribución de lotes de tierra.13

La descripción más completa procede del año de 1654, en ocasión de un nuevo pleito motivado por la construcción de una presa en la zona de la Congregación de la Cañada. La extensa recepción de documentos requerida por el oidor Gaspar Fernández de Castro para fundamentar los derechos que tenían los usuarios, fue acompañada de una descripción de la distribución vigente del agua.14 Para esta fecha, el sistema estaba integrado por tres presas, desde las que se derivaban tres acequias. La principal era la llamada acequia madre, que atravesaba el medio urbano y daba lugar a otras doce secundarias, para la distribución del agua en la mayor parte de la población. La descripción fijaba también los puntos o "marcos", por los que se establecía el volumen de salida del agua, así como la forma de tandeo del agua para las huertas y labores. Todo ello implicaba la idea de una población integrada e identificada con el sistema de irrigación.

 

Fundaciones de villas: San Miguel, Celaya, León, Salamanca, Salvatierra

En fase un poco más tardía, y en vinculación explícita con la política de la corona para responder a la problemática generada con la guerra chichimeca y para el aprovisionamiento de las nuevas áreas mineras, se llevó a cabo la concesión de una serie de licencias para la formación de villas con pobladores españoles.

Según Powell (1977), uno de los primeros poblados formados para fines defensivos fue la "Villa de San Miguel", dispuesta en un lugar cercano a donde había ocurrido un ataque de chichimecas copuces por el año de 1551. El Virrey don Luis de Velasco se interesó en el establecimiento de este asiento, para el que otorgó en 1559 la respectiva licencia y una serie de disposiciones, entre las cuales se indicaba que los vecinos recibirían "tierras, huertas y solares donde hicieran sus casas". El inicio formal partió de la celebración de una misa dedicada al Espíritu Santo, en enero de 1560, tras de la cual se pasó a la elección de autoridades: cuatro regidores, quienes a su vez, hicieron selección, entre los "más viejos y honrados", de dos alcaldes ordinarios, encargados de la administración local de justicia.15

Las entregas se habían iniciado desde años antes y siguieron a lo largo del siglo XVI. La disposición urbana se puede distinguir, a groso modo, por medio de un plano posterior, donde se mostraba la Iglesia, en la línea divisoria que servía para "demarcar" dos espacios. Hacia la parte norte del plano se situaba la "demarcación de los indios", formada por otomíes y tarascos, para los que se dejaba una sección de tierras y "suertes que riegan", y otro espacio adyacente con tierras de labor. En la parte sur del plano se señalaba la demarcación de los españoles, con el área destinada para formar las viviendas, terrenos de labor y acceso al agua del río, que se dibujaba en una parte cercana.16

La trayectoria posterior parece mostrar una cierta convivencia entre estos grupos de vecinos; sin embargo, en la medida que se acrecentó su población, se empezaron a generar problemas por el acceso y empleo del agua. Para fines del siglo XVII y durante el XVIII, se siguieron por lo menos dos litigios, donde los naturales solicitaron "amparos" para mantener el uso de las aguas llamadas del Chorrillo, del que dependían para el uso doméstico y el riego de sus huertas. El Cabildo español de la villa buscó ampliar la dotación que disponía de aguas, según un acuerdo previo, pero las decisiones de la Audiencia mantuvieron la vigencia sobre la forma de reparto que existía desde tiempos antiguos.17

Una de las descripciones posteriores de la villa, dejaba constancia sobre la permanencia del barrio indígena formado en la demarcación de los indios, nombrado de Guadiana: "...La villa de San Miguel... es cabecera de jurisdicción y en ella reside el Alcalde Mayor y cabildo secular, con regidores, procurador, etcétera...Las aguas de la villa son saludables, especialmente las de una fuente natural, que nace de unas peñas altas...a esta fuente llaman vulgarmente el chorro, y de ella se proveen casi todas las fuentes públicas y particulares, por tener competente altura y bastante velocidad para servirlas por cañerías subterráneas. Con esta agua riegan también las numerosas huertas que hay en el principal barrio que llaman Guadiana" (Díaz de Gamarra, 1994:31-32).

Cerca de diez años después tuvo lugar la fundación de la villa de Celaya, como resultado de la iniciativa planteada por un grupo de labradores y estancieros establecidos en una zona llamada "el mezquital de Apaseo". Este grupo ofreció desarrollar un amplio espacio agrícola en tierras de riego y sequedad, cuyos productos serían encaminados a las minas de Zacatecas y Guanajuato. El Virrey Martín Enríquez adoptó este proyecto y destinó un comisionado para examinar las condiciones para este nuevo asentamiento. El primer examen planteó una serie de inconvenientes, en particular sobre las afectaciones que se deberían hacer. Una nueva comisión encomendada a un oidor de Corte, el doctor Francisco de Sande, planteó una perspectiva muy favorable, y proyectó una serie de medidas que se adoptaron por el Virrey.

Con base en la opinión del doctor Sande, el Virrey concedió la licencia para formar la nueva villa, con cerca de 30 familias, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Concepción de Celaya. El diseño de la villa adoptó una disposición reticular, con una plaza central. Los vecinos deberían recibir del Cabildo dos caballerías de tierra, una de las cuales sería de riego, además de una suerte para viña y otra para olivar, así como el solar para la ubicación de sus viviendas. Quedaban también definidos bajo la licencia, la especificación de unos terrenos para ejido y dehesas cercanos al lugar de asentamiento.18

Un aspecto crucial fue la cuestión de la organización del riego. La mayor parte de las tierras quedaron integradas al suministro realizado desde una acequia procedente del río de San Miguel (hoy río Laja), donde se hizo una caja de distribución con 31 orificios. Una de estas salidas fue la que se utilizó para llevar agua hasta la villa, para el suministro a través de una fuente pública. Una sección menor de tierras recibían el agua desde el río de Apaseo. Sobre ambas corrientes se establecieron también una serie de molinos de pan, con las respectivas sangrías para sacar el agua de los cauces de ambos ríos.

Al poco tiempo se manifestaron dos tipos de cuestiones: 1) no se encuentran testimonios sobre la realización de "huertas" en los espacios destinados para ello. Tampoco se daba noticia del uso de los solares para huertas domésticas. El ejercicio de labranza se concretó y se orientó en especial hacia la producción de cereales, cuya producción se estimó en cerca de 20 000 fanegas anuales (Acuña, 1987:64-65). 2) Desde esta fase se levantó un conflicto entre estos vecinos, y en particular los que regaban con el agua del río de Apaseo, con los naturales del pueblo de Apaseo y los descendientes de Hernán Pérez de Bocanegra. Ambos alegaron sus respectivos derechos, y la Audiencia apoyó la prioridad manifestada a favor del pueblo de Apaseo, al presentar el testimonio del acuerdo celebrado en 1543.

La fundación de León, con base en la licencia otorgada en 1575, siguió lineamientos similares a los de Celaya, aunque el énfasis para justificar esta concesión, se puso en la "pacificación de los indios que en los dichos valles andaban alzados". El Cabildo recibió también la facultad para hacer los "señalamientos" de tierras y agua a los nuevos vecinos. Se previó un área destinada a cultivo, con las entregas de dos a cuatro caballerías y las respectivas secciones, destinadas para "huertas", fuera de la zona urbana, donde se había previsto el desarrollo de viñas y olivares.19 El nuevo asiento contó, sin embargo, con una importante fuente de agua para uso doméstico, pues se dispuso la formación de un molino dentro del núcleo urbano, "en la esquina de la plaza, y hacia los solares."20

Otro ejemplo fue la fundación de la villa de Salamanca, a principios del siglo XVII, donde de nuevo se mostraba una estrecha vinculación entre poblamiento y uso de agua. A semejanza de Celaya, otro grupo de labradores ya establecidos en las cercanías de la Congregación de Irapuato plantearon, por el año de 1602 a la autoridad virreinal, el proyecto de formar una población en el "comedio de las villas de León y Celaya". Para este proyecto pensaban juntar unos 50 solicitantes, que ya habían previsto el lugar para asiento, a orillas del río Grande (hoy río Lerma), así como el lugar donde se quería hacer una presa y saca de agua, desde donde se pensaba regar una extensa zona. El Virrey encomendó la averiguación a Martín de Jaso, a la sazón Alcalde Mayor de las minas de Guanajuato, y aun cuando se presentaron varios afectables, propietarios de estancias de ganado, otorgó la licencia para hacer la fundación en el lugar señalado. La licencia establecía igualmente que el Cabildo haría los señalamientos de tierras y días de agua, sobre extensiones entre dos a cuatro caballerías, junto con la de dos suertes para viña y olivar, además de los solares dentro del trazo urbano.21 La mayor parte de los señalamientos que habían sido realizados por el Cabildo fueron posteriormente confirmados como "mercedes" por los virreyes posteriores.

Los prometedores inicios de la villa implicaban un crecimiento con base en la realización de las obras de infraestructura hidráulica. Para ello se contrató a un arquitecto de apellido Beriga, quien pidió al Cabildo de la villa la cantidad de 16 000 pesos, con vista a llevar a cabo este proyecto. La villa buscó derivar parte de este compromiso con la concesión para "cobrar" una cantidad a los nuevos vecinos que se integraran a ella.22 El proyecto no se concluyó o no consiguió los efectos esperados, y toda la franja de tierras al norte del río Grande quedó bajo la condición de "terrenos de sequedad". En contraste, las tierras situadas al sur participaron de un sistema de conducción de aguas, derivadas de uno de los brazos o ramales, a través de una canalización conocida con el nombre de "Brazo de Moreno". Desde esos tiempos se definió un conjunto de 25 propiedades, que se integraron a un sistema llamado después El Laborío de Valle de Santiago. Sus propietarios buscaron también un asiento más cercano y adoptaron, en buena parte, un antiguo pueblo llamado Camémbaro, que adquirió finalmente el nombre de Valle de Santiago.

Las disposiciones que se hicieron fijaron el área regable del Laborío fuera del espacio urbano, y se integró mediante una acequia principal, continuación del Brazo de Moreno, y con el tiempo se completó con otras dos más pequeñas, con las que se formó un conjunto de "tres padrones", bajo los que se asignaba el riego a todo el conjunto de haciendas. El cronista agustino fray Diego de Basalenque daba referencia sobre la villa por los años de 1640 en los siguientes términos:"...La villa de Salamanca es una de las mejores de esta Nueva España...rodéala el río Grande...con dos campiñas, una al mediodía que llaman el Valle de Santiago, donde se pueden sembrar más de diez mil fanegas y coger doscientas mil...porque la tierra acude a más de treinta por fanega...hacia la parte del norte, tiene llanadas de a más de cuatro leguas, y para sacar el agua se hizo una presa, que de primer gasto costó diez y seis mil pesos, y no aprovecha por algunos achaques que tiene... y así digo que Dios Nuestro Señor no quiere que en Salamanca, a la parte del norte se saque el agua, porque no había de haber quien comiese tanto pan" (Basalenque, 1963: 314-315).

El último de los casos que presento corresponde a la fundación de la ciudad de Salvatierra. En fecha 9 de febrero de 1644, el Virrey don García Sarmiento de Sotomayor, Conde de Salvatierra, otorgó la licencia para esta fundación, con el nombre de San Andrés de Salvatierra.23 Los incisos que se incluyen en esta concesión permiten identificar dos fechas previas, en que grupos de labradores que ya estaban congregados en el puesto llamado de Chochones intentaron, sin éxito, obtener una forma organizativa y su "reconocimiento" como villa. Una de estas fechas nos remite hacia el año de 1610, cuando un grupo de labradores, encabezados por Martín Hernández, solicitó la fundación de una "villa" en el dicho valle de Guatzindeo. En esa ocasión las diligencias realizadas fueron desestimadas, ante las "contradicciones" presentadas por particulares, como el Capitán Sebastián de Andía y Antonio de Arizmendi Gogorrón, y de los conventos de Yuriria-púndaro y Guatzindeo, y se expidió una Ejecutoria, despachada por la Real Audiencia, donde se declaraba, "no haber lugar la fundación". Un segundo intento se hizo por el año de 1632, en que de nuevo varios labradores establecidos en el valle de Guatzindeo pidieron licencia para hacer "vecindad y congregación", en el puesto de Chochones, "pueblo antiguo que fue de indios", donde se podía disponer de buenas tierras y agua en abundancia. De nuevo se presentaron "contradicciones", encabezadas también por dos de los grandes propietarios de la zona, don Gabriel López de Peralta y Antonio de Arizmendi Gogorrón, a los que se sumaron esta vez los religiosos del convento de San Nicolás.

Casi una década después, y ahora por iniciativa de don Gabriel López de Peralta, se daba curso a una nueva petición, bajo la premisa de su disposición para hacer la cesión de las tierras que formaban parte de su Mayorazgo, con el fin de dar curso a la fundación de "una ciudad". Don Gabriel daba cuenta de la propiedad con la que contaba: unos 50 sitios de ganado mayor, situados en la jurisdicciones de Celaya y repartidos en los valles de Guatizndeo, Tarimoro y Chichimecas, como sucesión del Mayorazgo formado por sus padres: el Tesorero Jerónimo López y doña Ana Carrillo de Peralta, cuyo valor estimaba en cerca de 500 000 pesos. La iniciativa implicaba, a su vez, el requisito de que le cumplieran una serie de peticiones: conservar la hacienda de San Gabriel, con la presa que había construido y en la que había invertido cerca de 20 000 pesos. La obtención del título de "fundador" y el nombramiento para él y sus descendientes de "Corregidor perpetuo", con el título de Teniente de Capitán General. La recepción de una renta de 2000 pesos de las Alcábalas de la ciudad, y la concesión de seis solares en dicha ciudad.

Como en otras fundaciones, la petición pasó el filtro de los pareceres de diversas personas, y finalmente el Virrey procedió a otorgar la licencia para formar la respectiva "ciudad", en el lugar donde estaba el antiguo pueblo de Chochones. Su inicio formal tendría lugar en la fecha 1 de enero, tras la misa del Espíritu Santo, donde los 12 regidores previamente constituidos, harían el nombramiento de los Alcaldes Ordinarios, para empezar a ejercer su jurisdicción en un territorio que comprendía cuatro leguas en contorno.24 Los Alcaldes y Regidores podrían hacer durante los siguientes 30 años los señalamientos de los solares para los vecinos, de las suertes de tierra destinadas para huerta y para plantar viñas y olivares, y de cuatro caballerías a cada vecino para tierras de cultivo. La "ciudad" debía también recaudar recursos de los vecinos para las obras de la saca y conducción de agua, tomadas del río Grande y de las acequias que ya existían, y se le otorgaba el poder hacer Ordenanzas para el uso de las aguas.

 

Los ordenamientos de aguas

El desarrollo de las villas, así como el crecimiento de algunos pueblos, trajo la necesidad de fijar las reglas establecidas para la distribución del agua. Estas reglas salen a luz en forma escrita, con ocasión de mostrar la existencia de los lineamientos que estaban en uso, ya fuera para amparar a usuarios que habrían sido agraviados, o para complementar y reiterar las formas de costumbres previamente generadas.

En el caso de la villa de Celaya, el repartimiento de aguas salía a luz como resultado de la "reconstrucción" de situaciones suscitadas en el pleito con los naturales del pueblo de Apaseo y herederos de Hernán Pérez de Bocanegra. Los vecinos de Celaya, y en particular los que habían recibido tierras con derecho al uso de agua del río de Apaseo, buscaron afianzar la exclusividad del uso del agua de este río, esgrimiendo los derechos que les habían otorgado a partir de la misma licencia de fundación de la villa. Se explicaba además, que en consecución al reparto de tierras hecha por el Cabildo local, y para evitar confrontaciones entre ellos se procedió, en el año de 1575, a señalar en forma precisa las cantidades de tierras regables de que dispondría cada vecino. De aquí se derivó el nombramiento de dos comisionados para que llevaran a cabo las asignaciones y lugares para las tomas de agua.

Estos comisionados, en su calidad de repartidores, formaron la caja de agua, con salidas para cada uno de los receptores bajo el principio de que se debía dar estrictamente, "la misma cantidad de agua para la misma cantidad de tierra". La mayor parte de los receptores obtuvieron "una parte entera" de agua, correspondiente a una caballería de tierra, que era la cantidad inicial otorgada a los vecinos, junto con una caballería de tierra de sequedad, pero ya desde esos años se mostraban algunas diferencias, como en el caso de Juan de Illanes, a quien se le reconocía el derecho a regar 2.5 caballerías. Se marcó igualmente un sistema de "tandeo", de forma que el total de los receptores de agua volvían a recibir la cantidad establecida cada doce días. Todos quedaban a su vez obligados a contribuir en las limpias de las acequias y a respetar los tiempos marcados para el tandeo.25 Este esquema de repartimiento de agua quedaba circunscrito a las tierras de riego externas a la población, aunque quedaba explícita la disposición de una "salida", de dimensiones similares a las dispuestas para el riego de tierras con agua permanente, para el uso en el medio urbano por medio del establecimiento de una "pila pública".

Los inicios de la villa de Salamanca, tras lo que se mostraba como el fallido intento de formar una extensa zona de regadío al norte del río Grande, dieron lugar al establecimiento de unas "Ordenanzas", para el "buen gobierno de la villa", que constituyen en realidad un Reglamento de uso de aguas. De nuevo, el esquema organizativo comprendía al conjunto de tierras que recibían el agua a través de una "acequia principal", dispuestas en el área laborable y externa a la población. La disposición de las salidas de agua desde esta acequia hacia las respectivas contracequias debían "graduarse" por medio de marcos, con los que se fijaba los volúmenes de salida, que servían a grupos de cuatro labradores. El acceso se debía seguir de forma gradual, iniciando el tandeo desde la "parte baja" de los receptores de agua, para concluir en los que estaban más cerca de la presa de alimentación. Se aceptaba "trocar" o cambiar entre sí el lugar o la vez que tocaba para la recepción del agua, pero no se podía modificar o romper los marcos y tablas que se ponían para estas derivaciones.

Los cuidados se referían en especial a tres cuestiones: 1) evitar modificaciones o rupturas en la acequia principal y en las contracequias. 2) evitar el "paso" de animales o carretas por las canalizaciones, disponiendo la construcción de puentes y lugares de paso. 3) establecer lugares precisos para abrevadero de los ganados. Por otra parte, el funcionamiento adecuado de esta forma organizativa parece depender de la corresponsabilidad del conjunto de usuarios, quienes propusieron también el nombramiento y "pago de salario" entre todos para que una persona velara por el cumplimiento de los requisitos establecidos, con capacidad para "denunciar los daños y quebrantamientos" aún cuando la "ejecución" y posibles castigos, parecen quedar en manos de los miembros del propio Cabildo local.26 Con el tiempo, y para la época en que el conjunto mayor de los dueños de labores en el "Laborío", residían en Valle de Santiago o en sus propias haciendas, encontramos que esta facultad se pasó al conjunto de propietarios, que formaban la asociación conocida como "El Laborío de Valle de Santiago".

El pueblo de Querétaro presentará varios aspectos de contraste. Desde los primeros tiempos en que hay noticias de la formación de su asentamiento se conoce la presencia de un "molino de la comunidad", que recibía la fuerza hidráulica gracias a una canalización que pasaba por el centro de la población.27 Esta "acequia madre" o principal, será un referente común para mostrar la ubicación de casas o solares en sus inmediaciones, y como fuente de procedencia para el agua utilizada en las "huertas" del pueblo. En diferentes etapas se darán también varios "amparos" para el uso del agua, tanto a naturales como al conjunto de vecinos de ciertas áreas de la población, amenazados en el goce de sus derechos por algún impedimento puesto por otros propietarios.28

La primera constatación sobre un "Ordenamiento de aguas" nos retrae, sin embargo, hasta el año de 1605, con ocasión de ciertas "desavenencias" entre los arrendatarios que hacían uso de los "remanentes" del agua que llegaba por el río a estas propiedades, las cuales pertenecían en su mayoría a varios componentes de la familia Tapia. Este Ordenamiento, a semejanza de los que se hicieron para Celaya o Salamanca, se refería solo al "orden" y cantidades de agua, establecidas por "días de agua", aplicadas a cada una de las labores receptoras de estos remanentes. Implicaba también una secuencia o tandeo, que se repetía cada 33 días.29

El segundo referente documental sobre un Ordenamiento, que abarcaba la totalidad de tomas y usuarios receptores de las aguas de "la Cañada y Patehé", fue el escrito presentado por las autoridades del pueblo al oidor Gaspar Fernández de Castro en el año de 1654. Este escrito, al que acompañaba un "listado" de cada una de las "casas y solares" receptoras de agua, desde cada una de las datas o tomas establecía la secuencia de receptores, partiendo desde los que estaban más cerca de las presas hasta los últimos usuarios que utilizaban los remanentes.30 La labor que llevó a cabo este oidor, durante varios meses de permanencia en Querétaro, se extendió a varias facetas complementarias: 1) la revisión completa de los documentos que acreditaban los derechos al uso de aguas de los participantes en ambos sistemas, ya fueran individuales o corporativos. 2) el examen y "vista de ojos" sobre el sistema en su conjunto y en especial sobre los puntos donde se habían manifestado problemas. 3) un cálculo sobre los volúmenes de agua disponibles y distribuidos a través del sistema de canalización. 4) la elaboración de un escrito final, donde se fijaba la forma de funcionamiento, algunas normas para su conservación y un cálculo sobre los costos de las obras que se debían hacer y de su propio trabajo como oidor.

El documento que exponía el funcionamiento, basado en parte en el escrito que le entregaron, es uno de los más completos de la época colonial, y detalla la forma de distribución del agua que partía de la serie de tres presas en activo, con sus respectivas conducciones, para situar el agua tanto entre huertas externas como internas a la población, junto con la distribución a los molinos, algunos obrajes y las labores receptoras de los remanentes de la acequia y el río. Las huertas formaban parte de las poblaciones de Querétaro con la Congregación de la Cañada y barrio de San Sebastián, y se mostraba también una forma de aplicación del tandeo, realizado por semana o un máximo de quince días. El volumen de agua, estimado en conjunto, daba un total de 20 surcos de agua, cuya primera división repartía un total de 12 para la conducción que llegaba al pueblo y ocho que seguían por el río.31 Este volumen, no representaba una cantidad espectacular, pero se aprovechaba hasta sus fracciones mínimas en secuencias de días y horas de riego. Los cuidados se dirigían en especial a los puntos de "alumbramiento" del agua; la conservación de las canalizaciones y varias disposiciones para evitar la contaminación del agua.

Este conjunto de elementos informativos expuestos en los apartados previos, dan pauta para reafirmar la serie de aspectos comparativos diferenciables en los sistemas de uso y distribución de aguas, bajo los que he tipificado a los pueblos y villas en el Bajío durante esta fase temprana colonial.

Para los pueblos de indios se hizo manifiesta: 1) la tendencia a un reparto del agua asociado a los "solares", unido al uso doméstico y productivo, orientado a la producción de hortalizas, frutales, flores y también para algunos casos el de maíz y frijol. 2) la red de distribución implicaba un complejo de canales para hacer viable esta distribución en el mayor espacio posible intra y extra urbano, e implicaba también un esquema de tandeo para el acceso del agua al conjunto de usuarios. 3) esta red quedaba a vistas de todos, con las referencias visibles de las "datas" o entradas de agua a las canalizaciones y a las casas. 4) los cuidados mayores se extendieron hacia la conservación de las fuentes y manantiales en los puntos de afloramiento, de la canalización en su conjunto y de la condición del agua, evitando diversas formas de posible contaminación.

Para las villas se hizo manifiesta: 1) la tendencia a un reparto donde los derechos al agua se asociaron a las cantidades de tierra repartidos y reunidos por los vecinos. Su empleo se aplicó principalmente al cultivo de cereales en las labores y aunque se especificaron terrenos destinados a huertas y para viñas, no hay testimonios posteriores de este tipo dedicación. 2) la red de canalización quedó circunscrita al uso agrícola, y los asentamientos debieron "resolver" el acceso de agua para uso doméstico a partir de alguna derivación de los sistemas existentes, o a partir de conducciones específicas desde fuentes o manantiales, con los que se ponía el agua en un punto céntrico, mediante alguna fuente o pila pública. 3) esta red quedaba también, por lo general, a vista de todos, y se fijaron lugares o puntos precisos de distribución mediante "cajas de agua". 4) los mayores cuidados se orientaron a evitar destrucciones sobre la canalización por el paso de carretas, carros y ganado.

Unos y otros nos indican un funcionamiento basado en reglas locales, aunque insertas en principios de tipo general, cuya vigilancia competía en principio a las propias autoridades del lugar. La convergencia en litigios de usuarios "indígenas y españoles" implicaba la intervención de los Alcalde Mayores, y quedaba siempre la posibilidad de recurrir a la instancia de la Audiencia Real, o del propio Virrey para dirimir conflictos, y se conocen también algunos casos de conflictos que siguieron su recorrido hasta una instancia superior: el Consejo de Indias. Los casos y referencias presentadas en este trabajo, abundan más en las referencias de orden local y en varios casos (Celaya, o Querétaro) el traspaso a la instancia de la Audiencia Real, para llegar a una solución. El caso de Querétaro muestra, por otra parte, un proceso de "conversión" paulatina, ante el aumento y mezcla de vecinos que eran usuarios del agua, pero donde el Ordenamiento, mantuvo el esquema y forma tradicional de usos de agua, aunado al de la distribución para las labores dedicadas al cultivo de cereales.

 

Conclusiones

Se elucidan las variantes de formas de acceso y uso del agua en el Bajío en la época colonial; con énfasis en las poblaciones de San Miguel, Celaya, León y Salvatierra.

 

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Notas

1 A.G.N. Tierras, Vol.80, Exp.2, fjs. 84r - 91r. Este tipo de arreglos fueron comunes en la zona, cuando la población indígena buscó utilizar esta tecnología capaz de formar muros resistentes para captación y retención de aguas. Así se dio un arreglo similar entre los naturales del Pueblito y un particular, para efectos de la construcción de una presa con la respectiva saca de agua y conducción, aceptando el reparto del agua represada. A.H.Q. Civil, Legajo 295, año 1602.

2 A.G.N. Tierras, Vol. 2680, Exp. 29, fjs. 1r - 1v. El expediente se continúa con la realización de una serie de diligencias para conocer las posibles limitaciones a esta concesión.

3 El término de estancias se refiere aquí a pequeñas poblaciones dependientes de una mayor o cabecera. En ese mismo documento se emplea el vocablo estancias para referirse a concesiones de tierra destinadas, por lo general, a la crianza de ganado mayor o menor.

4 A.G.N. Tierras, Vol. 2680, Exp. 25, fjs. 7r - 8v. La reproducción de esta merced se encuentra en este documento y expediente, como resultado de un traslado o copia realizada el 9 de abril de 1722.

5 A.G.N. Tierras, Vol. 187, Exp.2, fjs. 62r - 66r.

6 A.G.N. Tierras, Vol. 187, Exp.2, fjs. 136r - 157r. Esta sección del documento se encabeza bajo esta referencia:" Información dada por el común y naturales del pueblo de Apaseo, jurisdicción de la villa de Celaya, contra Juan García de Alarcón, sobre el agua del río del pueblo".

7 Esta versión tomó forma a partir de la publicación de la obra de fray Francisco Xavier de Santa Gertrudis, que parece basada en un manuscrito copiado en el año de 1717 por fray José Díez. Por otra parte, el cronista fray Pablo Beaumont incluyó en su obra sobre la Historia de la Provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán otro documento, al que tituló "Relación original del cacique don Nicolás de San Luis", que reproduce de otra manera un relato más o menos similar.

8 La Cédula de Fundación se publicó por primera vez a través del Periódico Oficial, la Sombra de Arteaga, año XXVI, num.18, pp: 287-290 (23 de mayo de 1892), y su texto formaba parte de una Cédula posterior, dada en 1609, para "amparar" a los naturales en el derecho al uso de las aguas, basándose en la referida Cédula. De este documento que se solicitó, a principios del siglo XVIII, una copia o traslado, que es lo que se reproduce. Otra copia de este mismo documento es la que se muestra en la sala de Cabildos de la ciudad, copia que fue autenticada por 15 notarios y escribanos locales el 15 de septiembre de 1892.

9 La Relación Geográfica dedica dos amplios párrafos a la formación del nuevo asentamiento. Supone además que dedicaría otro apartado, previsto bajo la respuesta 16, a la cuestión de la fundación, apartado que sin embargo no figura en la versión que conocemos. Un plano parcial del área urbana de la población, elaborado en 1598, muestra el paso de la acequia por varios de los solares: "Pedro Enjeni, contra Hernando de León, ambos indios sobre un pedazo de tierra, huerta, solar y casa", en Documentos Inéditos para la Historia de Querétaro, Vol. 1, pp: 83-111.

10 A.H.Q., Civil, año 1630, "demanda de la parte del convento de Santa Clara de Jesús de este pueblo contra los que usan del agua del riego sin tener título para ello". La sección relativa a la cuestión sobre los trabajos para desecar y hacer los canales se encuentran bajo el subtítulo de:" Testimonio de la información de legitimación de doña Luisa del espíritu Santo", en fojas 65r - 70v.

11 Disponemos de la transcripción de unos 250 registros de compraventas y arrendamientos de solares y casas, que se encuentran en los primeros Protocolos Notariales conservados en el Archivo Histórico del Estado, Sección Notarías. Los datos de estos registros se inician por el año de 1588 y continúan hasta 1607, con algunas interrupciones posteriores. En los primeros registros predominan las transacciones entre indígenas y españoles, mientras que en los posteriores, predominan las operaciones realizadas entre españoles. Uno de los muchos aspectos que se desprenden de estos materiales son las constantes referencias a las "huertas" integradas en los solares, así como las referencias a ciertos cultivos hortícolas, frutícolas y de flores.

12 Este plano se ha publicado en 1999 por el Gobierno del Estado, como una carpeta con las respectivas reproducciones, bajo el título de "Dos planos para Querétaro".

13 A.G.N. Tierras, Vol. 417, Exp.1, fjs. 167r - 214r. Una sección complementaria de información puede consultarse en Valentín F. Frías, en la obra titulada, la Conquista de Querétaro, en pp. 159184.

14 Esta descripción se encuentra en A.G.N. Tierras, Vol. 2648, Exp.2, fjs. 1r - 67r. Hay una descripción previa, recogida por el oidor, que se encuentra publicada en la obra Documentos para la Historia Urbana de Querétaro. Siglos XVI y XVII, pp. 157-167.

15 "Títulos de las villas de San Miguel y San Felipe", In: Boletín del A.G.N., Tomo II, 2a Serie, num.3, 1961, pp: 345-346.

16 A.G.N. Tierras, Vol. 1783, Exp.2, El plano forma parte del Expediente titulado:" Diligencias sobre un sitio de ganado menor, que pide de merced Tomás de Espinosa, en términos de la villa de San Miguel". Fue catalogado con el número 1781.

17 Estos ejemplos se pueden consultar en A.G.N., Tierras Vol. 671, Exp.3, fjs. 1r - 18v. Y Tierras, Vol. 918, Exp.1, fjs. 1r - 129r. En este último documento se hace una recapitulación de situaciones relativas al suministro de agua.

18 A.G.N. Tierras, Vol. 674, Exp.1, fjs. 47r - 47v. El informe del doctor Francisco de Sande se conserva y se presenta como parte inicial de este documento. Como parte del mismo se preparó una "lista" de los hombres, solteros y casados, dispuestos a pasar a vivir a la nueva villa.

19 "Provisión para la fundación de la villa de León", en Boletín del Archivo Municipal de León, año 1, num.1, 1965.

20 A.G.N. Mercedes, Vol.13, fjs. 186r - 186v.

21 A.G.N. General de Parte, Vol.6, Exp. 211, fjs. 176v - 180v. Se dispone de una transcripción publicada en el Boletín del A.G.N., Tomo VI, año 1935, pp: 713-721.

22 A.G.N. Mercedes, Vol. 34-35, fjs. 173v - 174v. Para ello se obtuvo la posibilidad de otorgar un grupo de 30 vecindades.

23 A.G.N. Tierras, Vol. 988, Exp.1, fjs. 39v - 50r.

24 En el mismo documento se indicaba que los 12 regidores, junto con un alférez, un provincial de la santa hermandad, un depositario general, el escribano de cabildo y diputación y el escribano de la hermandad, habían adquirido o "comprado" los cargos con el pago en conjunto de 24 500 pesos, que podemos deducir como un pago de unos 1 500 pesos por los cargos de regidores, alférez, depositario y provincial y unos 1 000 pesos por cada una de las escribanías. Esto significa que la corona recibía por la licencia un jugoso pago, dando curso a una forma ya establecida de "cargos comprados". En los casos de las fundaciones de Celaya y Salamanca, los regidores iniciales eran objeto de "elección por parte de los vecinos", aunque después la elección quedaba restringida al grupo de regidores ya establecidos.

25 A.G.N. Tierras, Vol. 674, Exp.1, fjs. 1141r-1148r.

26 A.G.N. Ordenanzas, Vol.1, fjs. 135r - 136v, " Ordenanzas de la villa de Salamanca, hechas por el Cabildo de la villa, para el buen gobierno de ella".

27 A.G.N. Mercedes, Vol.3, Exp. 386, fj. 134v ( 26 de agosto de 1550 ).

28 A.G.N. Indios, Vol.3, Exp.699, fj. 164r. (año 1591. Amparo a los usuarios de las aguas establecidos en el poblado de La Cañada). Indios, Vol.7, Exp.110, fjs. 55r - 55v (año 1616. Amparo a los vecinos y pobladores del barrio del Espíritu Santo, junto a las carnicerías del pueblo).

29 A.H.Q. "Demanda de la parte del convento de Santa Clara de Jesús de este pueblo, contra los que usan del agua del riego sin tener título para ello". Fjs. 98r - 99v.

30 Este ordenamiento se encuentra en la obra Documentos para la Historia Urbana de Querétaro, siglos XVI y XVII, en pp: 157-167. Aparece titulado: "Relación jurada de el nacimiento de las aguas de los ojos de la Cañada y de Patehé y de sus corrientes, presas y datas".

31 A.G.N. Tierras, Vol. 2648, Exp. 2. Este documento ya se encuentra transcrito en su totalidad y forma parte del material documental que se presentará en la Tesis Doctoral relativa a este sistema de uso de aguas.

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