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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.6 no.3 Texcoco sep./dic. 2009

 

Del campo a la ciudad: reflexiones en torno a la gestión del agua en los altos de Jalisco

 

From the countryside to the city: reflections regarding water management in the Jalisco highlands

 

Miguel Ángel Casillas-Báez1, Cándido González-Pérez2

 

1 Centro Universitario de Los Lagos en la sede de San Juan de los Lagos. Privada Cuauhtémoc 6-A segundo piso, Jalostotitlán, Jalisco. Colonia Linda vista. C.P. 47120. Teléfono 378- 790 9590. (miguelcasillasb@yahoo.com.mx).

2 Centro Universitario de La Ciénega de la Universidad de Guadalajara. Calle Escaramuza número 26, colonia Residencial La Hacienda en Tepatitlán, Jalisco, México, C.P. 47600. Teléfono (378) 116-01-55. (candido195913@yahoo.com.mx)

 

Resumen

Durante el siglo XX se registraron cambios importantes en la gestión del agua en Los Altos de Jalisco. La región, semiárida y con lluvia cuatro meses al año por debajo de los 900 mm, se destacó durante tres siglos en la producción forrajera en beneficio del ganado bovino. En la segunda mitad del siglo XX cambió el patrón de doblamiento, concentrándose en media docena de ciudades los habitantes dispersos en los ranchos, con lo que también hubo cambios tecnológicos para el aprovechamiento del agua: los bordos y diques sobre los arroyos dejaron de construirse porque el agua se contaminó por la falta de tratamiento en las ciudades alteñas, cada vez más grandes. La ganadería no se abastece de agua superficial, porque en la última década del siglo XX fue emitido un decreto del gobierno federal para no detener escurrimientos de agua y que lleguen hasta las grandes presas construidas para abastecer a Guadalajara. El agua, contaminada en la superficie, no es usada en la agricultura, sólo es temporalera, y la ganadería se abastece desde pozos profundos, lo mismo que las ciudades, para cuyo abastecimiento de agua se han perforado pozos para extraer el agua desde los acuíferos interiores.

Palabras clave: Altos de Jalisco, gestión del agua.

 

Abstract

During the 20th Century, important changes came about in water management in the Jalisco Highlands. The region, which is semiarid and has rain for four months per year, of less than 900 mm, has stood out during three centuries in fodder production for cattle. During the second half of the 20th Century, the pattern of settlement changed, becoming concentrated in half a dozen cities of inhabitants dispersed in ranches, with which there were also technological changes for water use: levees and docks on streams ceased to be built because water was contaminated from lack of treatment in nearby cities, which were increasingly large. Livestock production does not use superficial water, because in the last decade of the 20th Century, a federal decree was drawn to cease stopping water runoffs so that they could reach the large dams built to supply water to Guadalajara. The water, which is polluted on the surface, is not used in agriculture because it is only seasonal and livestock production is supplied from deep wells, as are cities, for whose water supply wells have been built, to extract water from internal aquifers.

Key words: Jalisco Highlands, water management.

 

Introducción

Desde fines de 1940, el territorio de Los Altos | de Jalisco ha sido explorado con el fin de construir sobre él una serie de presas para almacenar enormes cantidades de agua para distribuirla en Guadalajara. Hace ya medio siglo, resultó privilegiado el proyecto para extraer agua del lago de Chapala, utilizando el canal de Atequiza y construyendo el resto de las líneas de conducción y bombeo. El proyecto en Los Altos de Jalisco, denominado La Zurda, tuvo sus primeros resultados en 1991, con la inauguración de la presa Elias González Chávez, de la que actualmente se extrae agua para la zona metropolitana de Guadalajara, en tanto que el resto de las presas quedaron sólo como planes y proyectos, con la diferencia de que ahora el motivo principal para realizarlas no es solamente "la sed" en Guadalajara sino "la salvación de Chapala". A raíz de estos planes y proyectos de extracción de agua para Guadalajara se han suscitado numerosos debates tanto en foros de la Comisión de la Cuenca Lerma -Chapala -Santiago, como en los gobiernos estatal y federal; mientras que las ciudades alteñas gestionan las obras hidráulicas para su abasto urbano.

En la segunda mitad del siglo XX se transformó el patrón de poblamiento alteño. Su configuración espacial anterior de alta dispersión se ha concentrado actualmente en unas cuantas ciudades. Esto condujo a un cambio en las estrategias para el abasto urbano del agua. Primero, con la construcción de presas y ahora con la perforación de pozos artesianos, algunos de los cuales, para detectar acuíferos subterráneos, llegan a superar los 400 m de profundidad. Mientras que la tecnología ancestral para aprovechar el agua del medio ambiente fue la construcción de bordos desde la época colonial, en estos momentos el abasto de agua depende de esos pozos profundos.

Por otro lado, entre los cambios más importantes en la región de Los Altos de Jalisco se encuentra la intensificación del proceso de industrialización de las actividades agropecuarias tradicionales. Esta transformación tecnológica, que data de mediados del siglo XX, ha convertido a los alteños en grandes productores avícolas, con enormes granjas porcícolas y con establos lecheros muy distintos -por su capacidad de producción- de aquellos que producían para el consumo familiar. Es importante señalar que el sistema de explotaciones intensivas ha colocado a la región alteña en los primeros lugares de la producción lechera y avícola del país, fundamentada en la fuerte tradición de una cultura ranchera que imparte a la actividad ganadera significados particulares y una razón de ser regional, familiar e individual (Rodríguez 1998:50). A estas actividades debemos sumar la creciente producción de agave para la industria tequilera; casi 50% del total de las plantaciones del Estado se encuentran en esta región, amén de la incesante incorporación de tierras a dicho cultivo en los diversos municipios alteños.

La intensificación de la actividad agroindustrial tuvo serias implicaciones en el uso de agua, puesto que sus requerimientos se han incrementado en mayores volúmenes de los que previeron los alteños, lo que hace cada vez más imprescindible contar con nuevas estrategias de uso y manejo del agua. En este tema se pretende ubicar el objetivo de este artículo, tratando de responder inicialmente con una inmersión exploratoria, a varias interrogantes relacionadas con la sustentabilidad del desarrollo y el aprovechamiento racional de los recursos hidrológicos en la región de los Altos de Jalisco.

Los ejes de análisis se centran en el cambio en las formas de adaptación de la sociedad alteña a su medio ambiente, con la intención de explorar cómo se han utilizado los recursos hidrológicos, qué estrategias se han aplicado para el abasto urbano de agua en competencia con la que se destina para las actividades agropecuarias e industriales. Interesa primordialmente conocer de qué manera la dinámica de la población y la expansión de la actividad económica están presionando sobre la calidad y la cantidad del agua disponible en una región donde estos recursos son extremadamente limitados y no existen las medidas para preservar los ciclos de reposición del agua y para conservar su calidad. Para tratar de responder a estos cuestionamientos partimos de una descripción topográfica e hidrográfica del territorio Alteño, seguido de una relación de los antecedentes de su poblamiento, aspectos determinantes en la historia de las estrategias de abastecimiento de agua para la región.

 

El marco fisiogeográfico de las tierras flacas

La región de Los Altos de Jalisco forma parte de la cuenca llamada Lerma-Chapala-Santiago. El agua que escurre por todo el territorio alteño pasa a formar parte, en uno u otro punto, del río Lerma o del río Santiago. Antes de confluir en esos ríos, una buena parte de los escurrimientos de agua, en el temporal, vienen a dar al cauce del río Verde, que es un eje hidrológico de referencia imprescindible cuando se trata de relatar los asuntos del agua en esta región de Jalisco. Aquí se drena el agua desde las altas tierras en Lagos de Moreno, en el este, y del resto del territorio hasta los municipios de Acatic y Zapotlanejo, en el oeste. Por el norte, el agua baja desde la sierra "de los negros" entre Yahualica y Nochistlán y desde el sur en la falda septentrional del cerro Gordo. Durante cuatro meses del año, entre junio y septiembre, se recolectan grandes cantidades de agua en el río Verde, cuyo cauce corre en las profundidades de una barranca, que llega a tener más de 300 m de profundidad en la confluencia con el río Santiago, a pocos kilómetros de distancia de la zona metropolitana de Guadalajara.

El territorio alteño es una zona con características tan heterogéneas, que se llegan a tocar los extremos: por un lado la aridez desértica hacia la parte nororiental en Ojuelos y una considerable extensión serrana en el municipio de Lagos de Moreno, que forman las "tierras flacas" -como les llamó Agustín Yáñez-, con lluvias de menos de 40 litros por metro cuadrado al año. El polo opuesto se localiza en Atotonilco el Alto y en la superficie municipal de Acatic. En esos sitios se cuentan los mayores índices de precipitación en la región, con registros pluviométricos que oscilan entre 750 mm y 900 mm anuales. Esta zona se beneficia con los escurrimientos hacia los ríos y arroyos que corren por una gran extensión de la superficie alteña, o bien con las recargas de agua que tras las lluvias de cada año brotan desde el subsuelo en forma de "veneros", o conformando manantiales permanentes en las tierras bajas de la región, sea por los rumbos de Atotonilco, por Tototlán y a lo largo de la ribera del Río Verde.

Tanta heterogeneidad, sin embargo, debe tener motivos suficientes para coincidir en un nombre específico y concreto, al grado de otorgarle una especial distinción a esta zona de Jalisco. Algunas de las razones por las que ha echado raíz ese nombre se encuentran en la economía alteña, particularmente en la ganadería y la agricultura, actividades que desde la colonia quedaron vinculadas estratégicamente a la extracción minera de las zonas aledañas, tanto en las minas de Zacatecas como en las no menos importantes de Guanajuato, al norte y sur respectivamente. La región se encuentra surcada por caminos que forman parte de una red interregional, de tal suerte que sus marcas han sido pintadas de manera indeleble a golpe del movimiento de personas y de mercancías, hacia el norte y al sur de la región alteña y desde Guadalajara hasta Lagos de Moreno, en dirección este-oeste. A principios del siglo XX, la distancia entre Guadalajara y Lagos de Moreno podía recorrerse en cuatro jornadas a caballo, en tiempo de "secas"; hoy día la integración económica de la región se ha consolidado con la ayuda de un entramado de caminos y una autopista de cuatro carriles que conecta a estas dos ciudades en un recorrido de tres horas en automóvil. Un trayecto así era inimaginable hace apenas diez años.

La autopista llamada "de Los Altos" es la mayor y la más reciente de las construcciones en materia de comunicación terrestre, pero entre las poblaciones alteñas se ha tendido una extensa red de carreteras pavimentadas, cuyos trabajos comenzaron en las dos décadas siguientes al fin de "La Cristiada" -1926-1929. Es más, una buena parte de las rancherías alteñas, en uno y otro extremo de la región, están unidas entre sí por caminos con excelentes empedrados, en contraste con aquellas accidentadas terracerías que eran las únicas existentes hace apenas cincuenta años.

Con todo y caminos maltrechos, a caballo y en desvencijadas carretas coloniales, se recorrió metro a metro la distancia que separaba a los pequeños núcleos de población en la región alteña hasta llegar a Guadalajara. En el otro extremo, Lagos de Moreno era el paso por la intersección entre el camino "de la plata" que venía desde Zacatecas hacia la capital del país y el camino por Los Altos. En esos trayectos, San Juan de los Lagos era la primer ciudad por el camino entre Lagos y Guadalajara durante la colonia. San Juan fue el centro comercial de los intercambios comerciales entre el centro y el norte de México, y por tanto entre las dos zonas mineras ya mencionadas. Además, la posición de San Juan de los Lagos tiene una razón geográfica para tener justamente ese sitio de emplazamiento: desde San Juan y hasta Guadalajara, el paso entre el sur y el norte está limitado por un río -conocido como el Verde- que corre custodiado por una barranca que se convierte en infranqueable barrera natural. En esa trayectoria de una centena de kilómetros hoy sólo es posible cruzar el Verde por dos puentes: uno, en el poblado denominado Temacapulín; el otro es el puente que hace posible la comunicación por carretera que conecta a Tepatitlán y Yahualica. Por ningún otro lado puede cruzarse el río Verde.

Además, por la vía de los escurrimientos no hay muchas alternativas para acopiar una cantidad mayor de agua en toda la región alteña que el cauce del Verde, que al final de su recorrido vierte el agua en el río Santiago, a unos cuantos kilómetros de Guadalajara. Hasta ahí corre junta toda el agua que escurre desde Lagos de Moreno hasta Zapotlanejo, desde Cuquío e Ixtlahuacán del Río -en el lado norte de ese enorme cauce- y desde las faldas occidentales del cerro Gordo. La formación hidrológica del río Verde puede trazarse como la confluencia de los dedos en la palma de la mano; en un punto convergen todos los ríos y arroyos que provienen desde distintos lados.

En Ojuelos de Jalisco, con sus límites en Guanajuato, encontramos la presa El Cuarenta sobre el río San José. Ese mismo río pasa por la ciudad de Lagos de Moreno, y allí une su cauce al río Bernalejo, que nace al este de la ciudad en la sierra de San Isidro. El río Lagos toma el nombre de San Juan de los Lagos, al paso por esta ciudad alteña de no menor importancia. Por este mismo rumbo, en las cercanías de un lugar llamado El Puesto -en la municipalidad de Lagos- nacen dos ríos: uno llamado El Agostadero, que termina a unos kilómetros aguas debajo de la ciudad de Teocaltiche, en el río del mismo nombre. A esos cauces se une el río Encarnación en el punto donde se forma un solo cauce, donde comienza a llamársele Río Verde.

El río de La Encarnación nace también en las cercanías de El Puesto, luego pasa por el lugar conocido como Los Sauces y finalmente por Belén del Refugio y Teocaltiche, uniendo sus aguas con el arroyo de El Agostadero. Pero no termina ahí la descripción del nacimiento del río Verde. Cerca de Teocaltiche se unen tres ríos; uno es El Agostadero, otro es La Encarnación y propiamente el río Teocaltiche, que a su vez se forma con la unión de otros dos arroyos no menos importantes: el río Aguascalientes, que nace en la capital del mismo Estado y el Arroyo Seco, que pasa por Villa Hidalgo para luego unirse al de Aguascalientes y formar el río Teocaltiche.

Aguas abajo del nacimiento del Verde, desde Temacapulín, los diversos cauces convergen en un solo arroyo, tan impetuoso e infranqueable durante el "tiempo de aguas" como escaso en el "de secas", cuando más que río parecería ser apenas un hilillo de agua corriendo con muchos sufrimientos para abrirse paso entre la superficie pedregosa del cauce. Desde ahí y ya en las cercanías de Acasico, el río Verde es un arroyo que se esconde en una barranca cada vez más profunda, tanto que al llegar a la confluencia con el río Santiago, la otra barranca -de 10 m de profundidad- abre caprichosamente sus paredes entre ambas orillas y sumerge el cauce a una profundidad de más de 300 m. La confluencia del río Verde con el río Santiago fue la mojonera con la que los primeros colonos trazaron los límites de sus territorios en la Nueva Galicia. Ese río es la fuente de esperanza para el abasto de agua para la zona metropolitana.

Bastaría bordear un poco la historia de la región alteña para darnos cuenta de que tanto la topografía como la hidrografía han sido aspectos clave en la fundación de las ciudades más pobladas en la región: Lagos de Moreno, San Juan de los Lagos, Tepatitlán y Arandas, entre las que se alternan otros centros urbanos con una población cuantitativamente menor, como San Miguel el Alto, Jalostotitlán, San Julián, Atotonilco y Zapotlanejo. Y aunque la fundación de cada una ha tenido distintas fechas y razones, es un fenómeno común el que sus respectivos crecimientos constituyen el resultado de un proceso de concentración que caracterizó a la segunda mitad del siglo pasado.

La ubicación e historia de las ciudades alteñas, desde la colonia hasta el siglo XIX, puede describirse en términos de su representación espacial con la palabra dispersión. Los poblados fueron el resultado de una distribución de tierras para la explotación agrícola y ganadera, cuyos propietarios se dedicaban a sembrar el predio familiar y a cuidar el ganado para apoyar la actividad minera de las regiones vecinas. Por ello, la prosperidad de la extracción de metales tuvo un efecto inmediato en el crecimiento económico de las zonas proveedoras de insumos.

La representación cartográfica de las poblaciones alteñas resultaría en un mapa como una serie de puntos marcando los ejes de una coincidencia: las jornadas de viaje y la localización de los pocos arroyos y ríos de la región. Desde la fundación de Lagos de Moreno, producto del siglo XVI lo mismo que Guadalajara, Zacatecas, Aguascalientes y Guanajuato, las tácticas para establecer un pueblo privilegiaban la ocupación de los "sitios de agua" a lo largo del camino, como factores determinantes en la posición de los pueblos.

De aquí que la distancia entre los pueblos coincidiera con las jornadas de viaje para llegar a las fuentes de agua.

Así surgió el "camino del agua" por la región alteña, mismo que se construyó a lo largo de 200 años desde la fundación de Teocaltiche y luego la de Lagos de Moreno. Basta con observar la larga lista de poblados con sus respectivas fechas de fundación: El Salto Grande (1683), Mezcala (1685), Mirandilla (1686), Hacienda del Cacalote (1687), Pueblo de Santa Cruz (1688), Estancia de Casillas (1692), Acahuales (1694) y La Tinaja (1699) (Fábregas, 1996:91).

La cartografía de aquellos pequeños puntos muestra la dispersión de incontables poblados de unos cuantos habitantes con respecto a la concentración de la población en pocas ciudades. Hacia mediados del siglo XX predominaba un patrón rural de poblamiento: "La región contaba con 323 206 habitantes, de los cuales el 63 por ciento habitaban en 2 810 localidades inferiores a los 1 000 habitantes" (Cabrales Barajs, 1990:35).3 Tepatitlán sobresalía por sus poco más de 15 000 habitantes, mientras que Lagos de Moreno contaba con 13 190 en 1940.

Los cambios que transformaron a Los Altos de Jalisco comenzaron en la tercer década del siglo XX. El crecimiento de algunos centros urbanos y la explotación de los mantos freáticos para abastecer a las urbes alteñas son dos constantes que han ido de la mano, sometiendo el agua superficial tanto a presiones de contaminación fruto de las actividades pecuarias e industriales y por la falta de tratamiento del agua de las descargas urbanas, que vierten las cloacas en los arroyos y ríos convirtiéndolos en extensiones de sus sistemas de drenaje. Puesto que los arroyos de la región son de temporal, los alteños han resuelto su abasto de agua durante todo el año con la perforación de pozos, de manera que así fueron aprovechadas las filtraciones al subsuelo. A pesar de la limitada capacidad de los pozos, el agua que acopiaban era suficiente para el uso doméstico.

 

Dinámica de la población alteña

En los últimos meses de "La cristiada", en 1929, la vida en la región alteña registró modificaciones irreversibles. Con el conflicto armado creció intempestivamente el número de habitantes en las ciudades, como efecto de la aplicación de medidas militares para controlar a la población levantada en armas en esta parte de Jalisco. El ejército federal trató de ejercer control sobre la población y sus actividades productivas por medio de la "reconcentración" de los habitantes en una veintena de poblados de la región. De esa manera el gobierno buscaba congregar a la mayor parte de la población en contados puntos de la geografía alteña e impedir que las actividades productivas en el campo siguieran siendo fuente de financiamiento para las tropas cristeras.

Esa estrategia federal propició los primeros síntomas de crecimiento en los principales poblados de la región alteña, impulsando así la urbanización de la vida regional. Pronto estas medidas, supuestamente temporales, provocaron estragos de graves consecuencias en la salud de la población. Desde mediados de marzo de 1927 se obligó a 800 familias a reunirse en Jalostotitlán (Alcalá, 1983:128), la misma orden para concentrarse se reiteró un mes después, el 22 de abril, en Lagos de Moreno y, con unos días de diferencia, la orden federal fue extendida para toda la región alteña imponiendo como fecha límite el 3 de mayo (Alcalá, 1993: 227). El 18 de marzo se presentó la primera epidemia de viruela en Tepatitlán (Alcalá, 1993: 146), razón por la que decidieron facilitar el regreso de la población a los ranchos, prorrogando la vigencia de la medida por varios meses. El 14 de diciembre de 1927 se inició lo que se conoce como la segunda reconcentración. Los resultados fueron catastróficos: el 12 de febrero de 1928 se declaró una cuarentena para la ciudad de Atotonilco, virtualmente atacada por la viruela y con resultado de miles de muertos. El General Andrés Figueroa, a la sazón jefe militar de Jalisco, ordenó deshacer la reconcentración el 14 de abril de ese año para detener el avance de la enfermedad. Para entonces habían sido recluidas unas 30 000 personas en Arandas y 25 000 en Tepatitlán, cuatro veces más que la población censada antes de estos acontecimientos.

La evolución poblacional de estas dos ciudades alteñas es distinta, pero con todo y las diferencias, en ambas la constante ha sido el crecimiento. En Lagos, la población en 1900 era de 16 000 personas, cantidad que se redujo hasta 12 243 una década después. En 1920 se registró el menor número de habitantes: un total de 10 012 personas. Entre 1921 y 1930 la ciudad laguense recuperó su ritmo de crecimiento y así continuó en las siguientes décadas. El ímpetu por vivir en la ciudad tuvo una mayor aceleración después de 1960, cuando la población se incrementó de 23 636 habitantes, y a 33 782 en 1970. En 1980 sumaban 44 223, cifra que creció en 1990 a 63 646. A fines del siglo XX Lagos alcanzó un total de 79 592 habitantes (Cabrales Barajas, 1997:154). En un siglo la ciudad vio crecer en ocho veces el número de sus habitantes, con las implicaciones que para ello tiene el abasto suficiente de agua para diversos usos.

La historia del crecimiento poblacional en la ciudad de Tepatitlán a lo largo del siglo XX, se resume de la siguiente manera: en 1900 la población de la cabecera municipal sumaba casi 6 000 habitantes, cantidad que se redujo hasta 5 560 en 1910 y aumentó en la siguiente década hasta 7 491 en 1920; las variaciones fueron mínimas en 10 años, puesto que en 1930 se contó a 7 397 personas. A partir de entonces aumentó el índice de crecimiento medio anual: los habitantes de Tepatitlán en 1940 sumaron 8 894 personas, en 1950 15 053 y, en 1960, 19 853. En 1970 la población fue de 29 292 y en 1980 41 813. Los siguientes 20 años tuvieron ritmos de crecimiento sin mucha diferencia entre ambas décadas: en 1990 fueron 54 036 habitantes y, en 2000, 74 262 (Cabrales Barajas, 1997:154). La necesidad de agua creció también a la par del número de habitantes, como en el caso de Lagos, con la diferencia de que en Tepatitlán los habitantes se multiplicaron por 12 veces en el lapso de un siglo.

Según el censo del año 2000, la población alteña ya había revertido los patrones de poblamiento, haciendo de la región un territorio con predominio urbano. En los 19 municipios que forman parte de la cuenca hidrológica del Río Verde habitan un total de 658 387 habitantes, que se ubican principalmente en poblados con más de 15 000 habitantes. Sin embargo, todavía 64.51% de la población vive en localidades con menos de 2 500 personas. Sólo Cañadas de Obregón tiene su población dispersa en comunidades rurales y en un poblado con menos de 2 500 personas. En otros cuatro municipios la población se concentra en una ciudad; en cuatro más la población vive tanto en comunidades de menos de 2 500 habitantes, mientras que sus cabeceras municipales concentran a más de 15 000. En diez municipios la población se localiza en comunidades con menos de 15 000, pero con fuerte tendencia a la dispersión rural.

Lagos de Moreno y Tepatitlán de Morelos son parte del territorio alteño que converge hidrológicamente en el Río Verde. En el año 2000 estas dos poblaciones concentraban 23% del total de las personas que viven en alguno de los 19 municipios jaliscienses que integran la cuenca del Verde; en Lagos de Moreno (12.09%) y en Tepatitlán de Morelos (11.28%). A partir del recuento poblacional de ambas ciudades es claro que desde la década de los años 30 comenzaron a prepararse las condiciones de infraestructura que cambiaron la economía de la región y, por tanto, la forma de vida de sus pobladores. Entre otros factores, los caminos y la introducción del automóvil facilitaron que desde las ciudades pudieran controlarse las actividades del campo, ésto es la producción agropecuaria (Icazuriaga Montes, 2002:49).

Otro factor de cambio fue la política federal hacia la región alteña. Al terminar la cristiada el gobierno federal impulsó medidas tendientes a reforzar la presencia del Estado nacional, de manera que pudieran alejarse los fantasmas del enfrentamiento armado -sin duda la mayor prueba de un quebranto de la política nacional postrevolucionaria- y que, por el contrario, pudiera revitalizar las actividades de la zona en un nuevo status quo. Algunas de estas medidas configuran el semblante de lo que pasó a ser la región alteña. En primer lugar se convirtió en una zona bien comunicada por diversas vías terrestres. El 8 de agosto de 1930, los alteños dieron a conocer la organización de la Alianza de Camioneros de Jalisco (Alcalá, 1993: 378), que luego se transformó en la línea de camiones Rojos de Los Altos y Estrella Blanca. Tres años después, el 2 de febrero de 1933, los municipios alteños estaban aportando una bolsa de poco más de 10 mil pesos para la construcción de la carretera entre Guadalajara y Zacatecas (Alcalá, 1993:73), misma que fue inaugurada el 30 de enero de 1938 (Alcalá, 1993:63), a la que se sumó la carretera entre Guadalajara y Atotonilco, inaugurada cuatro meses después, el 15 de mayo de 1938 (Alcalá, 1993:248). A partir de entonces comenzaron los programas de caminos llamados "saca cosechas" que ahora son parte de un tejido finísimo de rutas de todo tipo, desde aquellos caminos rurales asfaltados hasta modernas carreteras que conectan a las comunidades de los municipios en toda la zona.

Por otro lado, el despegue urbano de Lagos de Moreno y Tepatitlán, vinculado con las medidas de concentración impuestas por el gobierno, introdujo dos elementos importantes en la competencia por el agua en esta región: las nuevas redes de abasto y la introducción de los drenajes. El primero, para satisfacer las crecientes necesidades de agua de la población, el segundo como una forma de avasallamiento sobre los ríos, que dejaron de ser las fuentes de agua limpia para convertirse en conductos de desagüe de los alcantarillados.

La concentración de habitantes en las ciudades alteñas creó un problema doble para el abasto de agua, pues con el incremento de la población aumentaron los requerimientos de agua y, por tanto, la necesidad de más obras de almacenamiento para atenderlos, lo que generó una mayor atracción por vivir en la ciudad, aunmentando los pobladores y con ello la competencia por más servicios básicos, en confrontación con los que requiere la población rural.

La alternativa para obtener una provisión segura de agua durante todo el año ha sido la perforación de pozos, que se ha multiplicado sin mayor control o reglamentación, siendo cada vez mayor su aforo. Si bien en la zona geohidrológica que corresponde a los Altos de Jalisco el nivel de los mantos acuíferos se encuentra entre 30 y 220 m, estos niveles están descendiendo a razón de -0.40 m anualmente en promedio.4 Ésto constituye un índice de la falta de estrategias de recarga de acuíferos, que a mediano plazo pueden traer consecuencias graves para el abasto de agua en la región. Cabe señalar que los bordos y las presas se han vuelto estrategias vetadas por la legislación federal, porque se considera que el agua de escurrimiento le corresponde al sistema hidrológico que, de hacerse las presas proyectadas en el sistema La Zurda, serían parte del consumo para la zona metropolitana de Guadalajara. Tanto por las particularidades en que se ubica la población alteña como por la perforación de pozos en que se sustenta el abasto de agua para ciudades y ranchos, son necesarios y urgentes estudios geológicos sobre los niveles de agua en el subsuelo, sobre las extracciones de líquido a partir de un inventario de pozos profundos y la situación química y biológica en que se encuentran los cuerpos de agua.

 

Abastecimiento de agua para el sistema agropecuario e industrial

La perforación de pozos profundos en la región obedece a una competencia por el agua entra la ciudad y el campo. Así como el campesino alteño resolvió su necesidad de agua para el abasto del ganado con la construcción de bordos como colectores de agua de los acuíferos superficiales, los pozos se perforan como solución para el abasto doméstico en las rancherías y en las ciudades. De esa forma, la idea de que el pozo es una construcción estratégica para el abasto seguro y permanente de agua ha consolidado otro conocimiento empírico: la extracción de agua de un pozo a mayor profundidad asegura la obtención de agua desde acuíferos infinitos. Paradójicamente, la idea se sostiene con base en la información de oficinas gubernamentales como la Comisión Nacional del Agua, que marca subexplotación de agua en esta cuenca (Estudio hidrológico del Estado de Jalisco, 2000:39).

Sin embargo, las evidencias en el ámbito académico se contraponen a tal optimismo que supone la abundancia de agua: los pozos artesianos de la región son cada vez más profundos. Geólogos como el doctor Arturo Curiel Ballesteros, pronostican colapsos en la economía regional en el mediano plazo por los excesos en la extracción de agua del subsuelo. El ingeniero Rubén Chávez Guillén afirmó también que la extracción de agua cada vez a mayor profundidad está acabando con las reservas no renovables de los almacenamientos subterráneos, poniendo en riesgo las actividades del sector rural, puesto que los acuíferos someros están agotándose y "las comunidades rurales se ven privadas de las únicas fuentes que les son económicamente accesibles".

A partir de 1944, la producción ganadera de la región alteña, vinculada por siglos con la actividad minera en Guanajuato y en Zacatecas tuvo un cambio significativo. La instalación de la fábrica Nestlé, en Lagos de Moreno, inaugurada el 1 de agosto de ese año (Alcalá, 1993:245) propició una reconversión de la ganadería hacia la producción de leche en Los Altos de Jalisco, que actualmente es la principal actividad del sector agropecuario. Además de modificar la forma de aprovechamiento ganadero, ésto trajo consigo cambios en los volúmenes requeridos para el abasto de agua. Los sistemas de estabulación de ganado impedían el uso de pequeños bordos; fueron necesarios almacenes con un mayor potencial para la acumulación de agua que, en el pasado, puesto que no se podía arriesgar el consumo del hato lechero a los meses "de secas" o a la incertidumbre del temporal. Ganado de leche y forrajes pasaron a formar parte de la nueva realidad en el campo alteño (Gallart Noceti, 2002:64). Asimismo, cambiaron las estrategias para la construcción de bordería y caminos rurales para apoyar esta nueva actividad.

Al cambio ganadero y a la producción lechera se fue incorporando la cría y engorda de cerdos, que pronto pasó a ser una parte importante de la producción pecuaria. Actualmente 55% de la producción de carne de cerdo de Jalisco es extraída de la región alteña. Desde la década de 1960 comenzó la construcción de las primeras granjas avícolas, que a la postre han alcanzado mayor especialización y tecnificación. Se ha logrado una producción intensiva mejorando la calidad de sus especies con la importación de material genético y produciendo sus propios alimentos. La producción de huevo en esta zona representa 90% del total en la entidad. Según el censo agropecuario de 1991 Jalisco es la primera entidad productora de huevo, siendo Tepatitlán el municipio que concentraba 30% de la producción estatal y 47% de la producción alteña. Si bien la diversificación de la producción pecuaria contribuyó a incrementar la riqueza productiva del campo alteño, los sistemas de abasto de agua se volvieron insuficientes. Los acuíferos, por ende, requerían ampliar su capacidad para asegurar el abasto; así, de los grandes bordos se pasó a la construcción de grandes presas.

La producción pecuaria, que es uno de los grandes competidores por el agua en la región de Los Altos, encontró en la perforación de pozos profundos la alternativa para su abasto, aún desestimando las anteriores consideraciones tecnológicas. Con el poder del capital imponiéndose a fuerza de perforadoras en la búsqueda de agua, los ríos y arroyos de la región se convirtieron en pocas décadas en el desagüe del agua alterada química y biológicamente procedente de las granjas. Desde el más pequeño de los arroyos hasta el Río Verde se han vuelto las cloacas de la región alteña.

Los hatos para la producción de leche en los Altos de Jalisco se componen de alrededor de 335 000 cabezas de ganado; cuya importancia radica en que representan 40% del total del ganado lechero del Estado de Jalisco, que lo coloca en el primer lugar nacional como productor de leche. Aproximadamente 15 000 familias dependen de esta actividad. Además de las 316 empresas que se dedican a la industrialización de leche, 265 están asentadas en la región alteña (Rodríguez Gómez et al., 1998:53). Sin embargo, esta actividad tiene un costo ecológico. La intensidad de la presión del inventario ganadero de la región alteña sobre los mantos freáticos podría conformar un indicador para medir el agotamiento de estas fuentes de abasto.

Los inventarios avícolas alcanzan también números extraordinarios en esta región. Un total de 33 millones de aves en postura son parte de la profusión de casetas -como se les dice localmente a las granjas avícolas- que se concentran en diversos puntos de la región. Basta saber que cada gallina en postura necesita un litro de agua cada tercer día, y que todo el líquido utilizado en su abasto es extraído del subsuelo durante los 365 días del año, para darnos cuenta de los enormes volúmenes de agua que utilizan los avicultores. Por ello, las granjas avícolas, junto con las granjas porcícolas y los establos ganaderos tienen un impacto ecológico no sólo por su alto consumo de agua, sino también por las descargas de aguas residuales provenientes del manejo de las instalaciones que no reciben tratamiento alguno. A pesar de que muchas de las excretas de estos animales son aprovechadas como fertilizantes, gran parte de materia orgánica y sustancias químicas se vierten en las escorrentías que, durante el verano, produce la lluvia. Un estudio realizado en la presa de El Jihuite, fuente de abasto de agua para Tepatitlán -junto con casi 40 pozos profundos- indica que "se detectó contaminación en el vaso de la presa por bacterias coliformes fecales y alta cantidad de materia orgánica, de la cual las evidencias señalan a las granjas de los cerdos como principal fuente de abastecimiento"; es decir, "de acuerdo con los resultados se puede inferir que la calidad de agua en la presa El Jihuite se ha deteriorado a través del tiempo, lo cual indica que las actividades realizadas en el entorno de la cuenca hidrológica han contribuido a ese deterioro". El mismo estudio, realizado por el Centro Universitario de los Altos y el Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas y Pecuarias, dio cuenta de que "el cuerpo de agua en la presa se encuentra dividido en dos capas independientes, las cuales conservan características físico-químico diferentes, influidas probablemente por la cantidad de materia orgánica depositada en el fondo y por la corriente originada por la fuerza de atracción del tubo que conduce el agua a la población de Tepatitlán" (Informe de la primera etapa del proyecto Manejo Integral de la Cuenca Forestal y Agrícola El Jihuite, 1996: f. 6, 18-19).

La descripción de la competencia por el agua, en lo que se refiere a la agroindustria alteña, necesariamente debe pasar por el análisis a las nuevas industrias destiladoras de tequila. Es cierto que una gran extensión en estas tierras ha visto cambios en el uso del suelo, particularmente aquellas antes sembradas con maíz y frijol, para convertirse en extensiones agaveras; pero el daño principal es ocasionado en la superficie por el uso de agua en las destilerías que luego es vertida a los arroyos y ríos de municipios -como Tepatitlán y Arandas- (Martínez Saldaña: 1999:192-195).

 

La competencia urbana por el agua del río verde

La competencia por el agua del río Verde no se limita a una disputa entre el campo y la ciudad; desde tiempo atrás ha suscitado confrontaciones entre poblaciones que hacen referencia a sus derechos jurisdiccionales. Las posibilidades de aprovechamiento, sin embargo, dependen de la construcción de grandes obras hidráulicas, mismas que están sujetas a la gestión de financiamiento y a negociaciones políticas, lo cual crea escenarios de posibles conflictos conforme sea mayor la necesidad de la ciudad de Guadalajara de garantizar su abasto de agua.

El 23 de febrero de 1933 llegó a Tepatitlán un miembro de la congregación marista para iniciar los trabajos de una escuela secundaria, a iniciativa del párroco de San Francisco de Asís, José de Jesús Reynoso. Entre las ambiciones del cura Reynoso para su pueblo, el abasto de agua era una meta impostergable. El dato podría parecer intrascendente, a no ser porque el religioso se llamaba Cesáreo González Chávez, hermano del ingeniero Elías González Chávez, quien fuera comisionado después por el gobierno del Estado para hacer un estudio con el objetivo de construir una serie de almacenes a lo largo del Río Verde para abastecer de agua a Guadalajara. El sistema de presas se llamó "La Zurda-Calderón" y desde entonces no ha pasado de ser un proyecto, salvo por la construcción de dos presas, pero sólo una de ellas está conectada al sistema de abasto de la zona metropolitana de Guadalajara. En las correrías del hidrólogo González Chávez a lo largo del río Verde se dedicó a cuantificar hidrometrías, registrar datos pluviométricos y relacionarlos con levantamientos topográficos, todo con el fin de demostrar la viabilidad de una obra hidráulica para acabar con la sed de Guadalajara. Elías también compró el arcaico sistema de distribución de agua con que contaba Tepatitlán y trazó los planos para la construcción de una presa denominada El Durazno, que fue concluida en 1947.

En la persona de Elías González Chávez converge la historia de la sed de Guadalajara y la siempre actual discusión para proseguir con la construcción de las obras hidráulicas para abastecerla. Fue hasta 1991 cuando se terminó una de las obras proyectadas por él, la cortina en la presa Calderón, bautizada con el nombre de Elías González, además del acueducto para transportar el agua hasta la capital del Estado. En pleno corazón de la región alteña se terminó un par de años después la presa El Salto, cuya capacidad ha estado al máximo durante varios años pero sin un ducto para transportarla hasta Guadalajara.

Estas aguas se han convertido en motivo de disputas: Tepatitlán, lo mismo que Valle de Guadalupe y media docena de poblaciones más pequeñas compiten por obtenerla. Por ahora, las esperanzas de abasto de agua para éstas ciudades alteñas, así como para la ciudad de León, Guanajuato están puestas en el río Verde, porque cuenta con las condiciones naturales para construir obras hidráulicas, como en este caso sería la llamada presa de San Nicolás o aquella Zurda que le da nombre al proyecto total. Sin embargo, las aguas que corren por el Río Verde y que luego son vertidas en el Río Santiago, a unos cuantos kilómetros de distancia de la ciudad de Guadalajara, transportan el drenaje de todas las poblaciones alteñas, así como los de la ciudad capital del Estado de Aguascalientes. El Río Verde está convertido en el centro de los ambiciosos ojos de los ingenieros, de los banqueros de Japón y de los políticos que quieren salvar a Chapala con una lluvia de palabras; pero también es la cloaca de las ciudades, sin que exista responsabilidad alguna para el tratamiento del agua.

 

Conclusiones

El cambio demográfico en Los Altos de Jalisco ha generado una intensa presión sobre los recursos hídricos. La industrialización de las actividades tradicionales en el campo ha convertido a los productores alteños en grandes criadores avícolas y porcícolas con un uso intensivo del agua. La actividad agroindustrial se ha tornado en el principal motor de la economía del campo, pero al mismo tiempo ha generado un grave deterioro ambiental.

 

 

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Notas

3 Con referencia a esto, el propio Cabrales comenta que: "Los ranchos y pequeñas poblaciones tenían un peso aplastante. En el año de 1940 existían 2 480 núcleos con menos de 100 habitantes que albergaban al 32.33% de la población regional -93 139 habitantes-, en tanto que las poblaciones situadas en el rango de entre 100 y 999 habitantes eran 543 y alojaban al 35.20% de los activos demográficos -101 426-. En conjunto, en ambos estratos nítidamente rurales se repartía la mayor parte de la población - el 67.53 %, equivalente a 194 565 habitantes- (Cabrales, 1994:303).

4 El nivel estático del acuífero descendió alrededor de dos metros en los últimos cinco años, pero la evolución anual promedio en que está descendiendo es de las más altas del Estado, sólo superadas por las regiones vecinas de Ocotlán con —0.50 m y La Barca con —0.87 m de acuerdo a los datos del "Proyecto de ordenamiento ecológico territorial del Estado de Jalisco. Subproyecto de aguas subterráneas" (Curiel Ballesteros).

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