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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.6 no.3 Texcoco sep./dic. 2009

 

Trayectoria tecnológica y uso del agua en la agricultura Argentina bajo riego

 

Technological development and water use in Argentine agriculture under irrigation

 

Omar Miranda*

 

* EEA San Juan del INTA. Calle 11 y Vidart. (5427) Villa Aberastain, San Juan, Argentina. (omiranda@sanjuan.inta.gov.ar)

 

Resumen

Se estudiaron tres elementos que influyen en la dinámica de la elección tecnológica de los sistemas de riego agrícola. En primer lugar, el nivel de escasez de recursos hídricos; la disponibilidad de agua depende tanto de factores climáticos que afectan los acuíferos superficiales y subterráneos como de condiciones deficientes de suministro en las redes públicas. uno de los caminos para hacer frente a la escasez es la adopción de riego por goteo, el cual permite hacer un uso más eficiente del agua. En segundo lugar, la reestructuración productiva de los oasis irrigados del oeste del país, inducida por hábitos de consumo de alimentos saludables y hedónicos; el paquete tecnológico asociado a los nuevos cultivos incluye al riego por goteo, el cual forma parte de técnicas de producción innovadoras que tienen como denominador común mayor intensidad de capital y mayor productividad de la mano de obra. Finalmente el tamaño de las fincas; la presencia de indivisibilidades en los equipos de riego hace que disminuya su costo por hectárea a medida que aumenta la superficie regada.

Palabras clave: Argentina, elección tecnológica, riego agrícola.

 

Abstract

Three elements which influence the dynamic in technological selection of agricultural irrigation systems were studied. In the first place, the level of scarcity of water resources; the availability of water depends both on climate factors that affect superficial and underground aquifers, and on conditions of deficient supply through public networks. One of the paths to face this scarcity is adopting drip irrigation, which allows a more efficient use of water. In the second place, productive restructuring of oases irrigated to the west of the country, induced by habits of consumption of healthy and hedonic foods; the technological package associated with new crops includes drip irrigation, which is part of innovating production techniques that have a greater capital intensity and better productivity by the workforce as common denominator. Finally, the size of the farms; the presence of indivisibilities in irrigation equipment makes their cost per hectare decrease as the surface irrigated increases.

Key words: Argentina, technological election, agricultural irrigation.

 

Introducción

El riego es el destino principal de los recursos hídricos que se utilizan en la Argentina. Del total anual de agua consumida en el país, 70% se emplea en la agricultura, y en las provincias áridas esta cifra llega a más de 90% (Banco Mundial, 2000). La tenencia de derechos de agua, las normas de distribución de los turnos de riego y la tecnología utilizada, son elementos fundamentales para explicar las formas de uso del agua en las zonas de regadío. A pesar de ello, hay pocos estudios socioeconómicos enfocados a entender esta problemática. Abundan, en cambio, los trabajos sobre aspectos agronómicos y técnicos de este recurso. Tal vez el lugar central del factor de producción tierra en la agricultura de la Pampa Húmeda indujo cierto desinterés por reflexionar acerca del agua para riego en el conjunto de relaciones sociales en la agricultura del árido. Una tarea pendiente, entonces, es estudiar los vínculos existentes entre el agua, la elección tecnológica, las instituciones y la estructura de producción que predomina en estas zonas.

En Argentina hay atraso en las innovaciones institucionales para adaptar los códigos de agua provinciales tanto a los avances tecnológicos y de gestión del riego, como a las necesidades de consumo de la población (Miranda, 2008). Desde la construcción de los primeros canales para riego en el país, el agua utilizada en la agricultura ha sido provista para satisfacer la demanda. Además, el control de las aguas provinciales ha sido un medio de poder y una palanca política en los territorios áridos. Las instituciones y leyes de irrigación fueron establecidas para proteger la primacía de los intereses agrícolas y, en algunas provincias, determinaron las divisiones políticas internas (Genini, 2000). En general, respondieron a la legislación española antigua (Marianetti, 1948; Soldano, 1923) y hasta hoy no se han adaptado a las necesidades de uso de agua de los sectores urbanos e industriales de estas regiones. En la actualidad se aplican códigos de agua provinciales que son el legado de una estructura de normas y regulaciones que se desarrolló cuando la oferta de agua era mayor que la demanda.1 De esta manera se cristalizó un sistema de tenencia y distribución de derechos de riego que dificulta la flexibilidad del patrón de uso dominante. Es probable, además, que las ineficiencias sean mayores cuando el agua está restringida a usos que no son de alto valor, como ocurre en muchas zonas agrícolas.2

A pesar del rezago en los arreglos institucionales, el cambio tecnológico en la agricultura bajo riego siguió una dinámica diferente. Si bien continúan predominando los sistemas de riego tradicionales, es decir, por inundación y por surco,3 ocurrió un importante proceso de modernización en el cual cambiaron los fundamentos de la elección tecnológica en el riego de los cultivos del árido. Aunque se ha dicho que las innovaciones fueron impulsadas por beneficios impositivos (Miranda, 2002), por los avances en las técnicas de bombeo y presurización de agua (Chambouleyron, 1980) y por la disponibilidad de insumos para distribución, fertirriego y filtrado de agua, este es un proceso mucho más complejo que es necesario entender. Una de las tecnologías que más se difundió en el país es el riego por goteo.4 La misma tiene aspectos positivos que se refieren al ahorro de agua y que también involucran componentes del cálculo económico agrícola. Entre las ventajes se destacan (I) el uso más eficiente de agua y fertilizantes, con el consecuente impacto en las finanzas del agricultor y en el medio ambiente, (II) una menor necesidad de mano de obra por unidad de producto, (III) la posibilidad de utilizar suelos marginales y agua con alto tenor salino, y (IV) menor desarrollo de malezas en los alrededores de los cultivos (Keller y Bliesner, 1990).

En este trabajo se hizo una interpretación de la elección tecnológica en la agricultura argentina bajo riego a través del análisis de variables agronómicas y económicas. Para ello se determinaron los regímenes climáticos del territorio argentino en los cuales la dinámica de la adopción de nuevos sistemas de riego fue más importante, el tamaño de las explotaciones que usan esta tecnología y el tipo de cultivo en el cual se aplica. Las principales dimensiones que afectan la elección tecnológica en la agricultura son la institucional, la económica y la agroecológica (Shrestha y Gopalakrishnan, 1993; Castwel y Zilberman, 1986; 1985). Por tanto, intentar explicar la adopción de nuevas tecnologías de riego a partir de la articulación de la mirada agronómica con la social (Allub, 1993), la histórica (Hérin, 1990), la cultural (Boelens y Dávila, 1998), la económica (Gibbons, 1986), la institucional (Guillet, 1990) o la simbólica (Palerm y Wolf, 1972), permite conocer mejor los mecanismos que influyen sobre los procesos de cambio tecnológico en el uso del agua para riego.

Los datos se obtuvieron mediante entrevistas realizadas en 2001 a gerentes de las principales empresas distribuidoras de tecnología de riego del país,5 en las que se buscó conocer las ventas anuales de equipos de riego por goteo6 durante el período 1986-2001, separadas por hectáreas instaladas por provincia y por cultivo. El universo de estudio fue el área agrícola en la cual se adoptó riego por goteo: un total de 125 137 ha según el Censo Nacional Agropecuario de 2002. La muestra generó información de 911 explotaciones que adoptaron riego por goteo en una superficie de 79 668 ha durante el período 1986-2001, lo cual representa 40% del total de unidades y 64% del área con esta tecnología, según datos del Censo Nacional Agropecuario 2002 (INDEC, 2006). El tamaño de la muestra permitió extrapolar las conclusiones al universo de estudio con una confianza de 95.5% para la hipótesis p=50% y un margen de error de ± 3% (Arkin, 1982).

 

El riego en Argentina

Desde principios del siglo XX existe un estancamiento en la evolución del área nacional cultivada bajo riego. Por aquellos años existían 1 380 000 ha regadas en todo el país (Soldano, 1923); mientras que los datos más recientes indican que en 1988 había 1 159 409 ha regadas (República Argentina, 1992)7 y en 2001 1 355 600 ha (INDEC, 2006). En el último relevamiento nacional, el grupo de cultivos con mayor participación en el área regada es el de los frutales (426 884 ha), seguido por cereales y oleaginosas (348 352 ha), alfalfa (226 247 ha), hortalizas (185 946 ha) y cultivos industriales (168 173 ha), entre los que se destaca la caña de azúcar con 121 289 ha. Sin embargo, con algo más de 4% de la superficie agrícola nacional, los cultivos irrigados contribuyen con casi 30% del valor bruto de la producción del sector (Fiorentino, 2005). Si se completara las obras de infraestructura básica disponibles y si se mejorara la eficiencia actual de riego, esa superficie podría ampliarse a 1 923 000 ha (Banco Mundial, 2000). Por otra parte, la superficie cultivable potencial bajo riego de acuerdo con la disponibilidad de recursos hídricos superficiales y subterráneos es de 6 128 000 ha (INTA, 1986), de las cuales sólo 2 500 000 pueden habilitarse para riego integral y las restantes son aptas para riego complementario (GWP, 2000). Si bien esto indicaría que hay un gran potencial de expansión, en muchos casos se requiere de inversiones de gran envergadura para entregar agua en las áreas a incorporar.

En el Cuadro 1 se muestra la distribución territorial del área irrigada por régimen climático (RC) según el Índice Hídrico de Burgos y Vidal (Ruggiero y Conti, 1988). El RC Árido incluye las zonas de riego de las provincias de Catamarca, La Rioja, San Juan y Mendoza, ubicadas en el centro-oeste del país, con precipitaciones anuales inferiores a 400 mm. Estas zonas tienen aridez extrema, siendo imposible la agricultura sin riego. El RC Semiárido incluye las zonas de riego del norte de la Patagonia y de las provincias de Salta, Jujuy, Córdoba, Tucumán y Buenos Aires, con precipitaciones entre 400 y 1000 mm. Si bien en algunas zonas es posible la siembra de cultivos extensivos de secano, el área presenta lluvias estacionales que hacen necesario el riego para completar el ciclo agrícola. El RC Húmedo abarca zonas de más de 1000 mm de precipitación, sin estar libre de eventuales sequías. El área se encuentra en el noreste del país, comprendiendo las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, Corrientes, Misiones y este de Formosa y Santiago del Estero.

En cuanto a la distribución territorial del riego, mientras que diez años atrás el uso de recursos hídricos en territorios con régimen climático húmedo era 14% de la superficie regada del país (SAGYP, 1995) en la actualidad es 30%, concentrándose gran parte en la región pampeana. Si bien todavía predomina el uso de sistemas por surco y por inundación (56% del área irrigada en regímenes climáticos húmedos), es de esperarse que en la medida que se sostenga el aumento del precio de la tierra, continúe difundiéndose el uso de técnicas de riego presurizado para agricultura extensiva. A mediados de la década pasada comenzó a difundirse el riego complementario en el cultivo de granos, en particular maíz y, en forma incipiente, se adoptaron sistemas de riego presurizado del tipo pivote central, cañones aspersores y líneas de avance frontal (Morábito et al., 1998). Sin embargo, esto no tuvo un gran desarrollo debido a los precios deprimidos de los granos en los años posteriores, siendo la mixta papera la única zona pampeana que tiene una superficie importante en la que se utiliza riego presurizado. El origen principal del agua en los territorios con régimen climático húmedo son los acuíferos subterráneos, no existiendo redes públicas de distribución del agua para riego superficial. Las tierras presentan menores problemas de deterioro de suelos por mal uso del riego que las de regímenes climáticos áridos, lo cual se debe al tipo de agricultura extensiva que se practica. Se destaca el cultivo irrigado de arroz en la provincia de Corrientes y, en menor medida, el de hortalizas y frutales.

La agricultura de regímenes climáticos semiáridos y áridos tiene lugar principalmente en los oasis irrigados del oeste del país. La zona con riego sistematizado más importante se encuentra en las provincias de Mendoza y San Juan; juntas tienen más de 300 000 ha irrigadas con sistemas gravitacionales y 43 000 con goteo. En esta región se realizaron los mayores avances tecnológicos en el uso del agua para riego. En la provincia de San Juan, por ejemplo, casi toda la red de riego superficial está impermeabilizada desde los años 70. El uso combinado del agua superficial y subterránea alcanza un porcentaje importante en ambas provincias. Predomina el cultivo de especies frutales para la industria, como la vid (Vitis vinifera) para vinificar y el olivo (Olea europaea). También existen cultivos hortícolas, en especial cebolla (Allium sativa), ajo (Allium cepa) y tomate (Lycopersicum esculentum). Es destacable la superficie con suelos degradados por efectos de mal uso del riego, registrándose en la región 142 000 ha con problemas de salinidad y de drenaje8 (Banco Mundial, 2000). En los territorios semiáridos del noroeste se encuentra 25% de la superficie agrícola regada del país. En el resto de las provincias, los cultivos que utilizan agua para riego son algunos industriales, como la caña de azúcar (Saccharum officinarum), el tabaco (Nicotiana tabacum) y el algodón (Gossypium sp), y ciertas hortalizas y forrajeras. Por último, en la Patagonia se encuentra 7% del área nacional regada, siendo importante el volumen de agua empleado en los valles del norte de la región. Especies perennes, como manzanos (Malus domestica), perales (Pyrus communis), vid y alfalfa (Medicago sativa) son los principales cultivos irrigados de las provincias patagónicas.

 

Elección tecnológica

Hay tres elementos que afectan la elección tecnológica en la agricultura bajo riego: institucionales, económicos y agroecológicos. Los métodos de riego pueden ser gravitacionales o presurizados. Los primeros comprenden aquellas tecnologías que se basan en la fuerza de la gravedad, como es el caso de los sistemas de riego por surcos, por inundación y por pulsos. Si bien los métodos gravitacionales continúan siendo los más utilizados, en los últimos veinte años comenzaron a ser reemplazados por sistemas presurizados, los cuales se emplean en 30% del área bajo riego del país. Estos incluyen el riego por aspersión (aspersores de alto volumen, cañones circulares y equipos de avance frontal) y por microirrigación (goteo y microaspersión).

Condiciones institucionales

La escasez de estudios sociales domésticos relacionados con la problemática del riego contribuye a desconocer las razones de la presencia de arreglos institucionales que fueron establecidos para promover la colonización agrícola en los territorios áridos. En la actualidad se aplican normas que son el legado de regulaciones desarrolladas cuando la oferta de agua era mayor que la demanda. Los códigos de agua provinciales no se adaptaron a los avances tecnológicos y de gestión del riego ni a las necesidades de consumo de la población de sectores urbanos e industriales (Fiorentino, 2005; Pochat, 1998). Se sabe que la elección de tecnología moderna de riego se ve favorecida por arreglos institucionales que reducen los costos de transacción (Hearne y Easter, 2000) como, por ejemplo, un régimen de uso de los derechos del agua más flexible que el ligado a la propiedad de la tierra tal cual existe en las provincias del árido argentino9. Sin embargo, en nuestro país se cristalizó un sistema jurídico de tenencia y distribución de derechos de riego que no permite adaptar el patrón de uso tradicional a las demandas actuales de agua.

Condiciones económicas

La elección tecnológica en la agricultura irrigada también ha sido explicada por estudios que analizaron el efecto del precio del agua en la difusión de tecnología moderna de riego. Algunos de éstos se basan en modelos que asumen al precio del agua como determinístico (Green et al. , 1996; Castwell y Zilberman, 1986; 1985); otros, en cambio, suponen que es estocástico (Moreno y Sunding, 2000). Castwell y Zilberman (1986, 1985), en sus modelos determinísticos de elección del método de riego analizan los factores que influencian la adopción de tecnología. Estos modelos sugieren que en un contexto institucional de mercados de agua, la transición a tecnologías más modernas tiende al ahorro de agua y a disminuir los costos medios de producción. En este sentido, se puede esperar que aumentos en el precio del agua, de la energía para presurizarla o de los productos agrícolas, favorezcan la adopción de tecnologías de riego más eficientes (Shrestha y Gopalakrishnan, 1993). La hipótesis según la cual el bajo precio del agua es una de las restricciones importantes para la modernización de las técnicas de irrigación ha sido propuesta por varios investigadores (Gibbons, 1986; Moreno y Sunding, 2000). Sin embargo, existe otro grupo de trabajos que postulan que hay elementos adicionales que tienen más peso que el precio del agua al momento de adoptar tecnología moderna de riego, como por ejemplo las necesidades de mano de obra (Green et al. , 1996; Lichtenberg, 1989) y la calidad del producto agrícola y su precio (Sumpsi Viñas et al. , 1998).

Condiciones agroecológicas

Desde una perspectiva agronómica, la adopción de tecnología de riego es función del suelo y del cultivo. En el caso de suelos vírgenes, las características de la tierra son importantes en la elección tecnológica, ya que la introducción de sistemas de microirrigación permite el cultivo de superficies que, entre otras cosas, por razones de topografía, textura y salinidad, no podrían ser puestas en producción con riego gravitacional. Si los suelos agrícolas son profundos y de buena calidad, la eficiencia de aplicación del riego con tecnologías modernas o tradicionales es similar (Feinerman et al. , 1989). En tierras de mala calidad, como por ejemplo aquellas de textura arenosa y poca retención hídrica, es superior la eficiencia del riego por goteo. Por tanto, el valor actual de los ingresos futuros generados por inversiones en tecnología moderna que mejoran la eficiencia del riego será mayor en los suelos de mala calidad. En cada región se puede identificar entonces una calidad de suelo por encima de la cual la tecnología tradicional de riego es la que maximiza beneficios y otra por debajo de la cual la inversión en tecnología moderna es la más rentable (Castwell y Zilberman 1985; 1986).

En el caso de cultivos ya establecidos, la sustitución del riego tradicional por sistemas de microirrigación tiene como límite el valor de la tierra. El costo elevado de la inversión que se debe hacer hay que sumarlo al valor de una tierra cuyo precio incluye de manera irreversible las mejoras hechas para el riego gravitacional. Esto implica que el valor actual del beneficio futuro de la nueva elección tecnológica tiene que ser tan elevado como para amortizar esa inversión y generar una renta que retribuya el precio de la tierra, por lo que en este caso el ahorro de agua solo no siempre alcanza para justificar la adopción de microirrigación.

En relación al cultivo, gran parte de la agricultura perenne se plantó antes de que la microirrigación comenzara a ser conocida, por lo que los terrenos fueron sistematizados y nivelados como para regar con sistemas tradicionales. Si bien esto último no es un impedimento para el cambio tecnológico, se trata de tierras caras que no siempre retribuyen económicamente la sustitución de un sistema por otro. En este sentido, algunos trabajos señalan que es más probable que los agricultores con fincas niveladas continúen regando por gravedad a que adopten sistemas de riego presurizado (Moreno y Sunding, 2000). Otros trabajos muestran desde la teoría (Mann et al. , 1987) y a partir de estudios de caso (Shrestha y Gopalakrishnan, 1993) que es menos probable que las tecnologías modernas de riego se adopten en fincas con recursos de agua superficial que en aquellas que cuentan con agua subterránea. Esto se debe a que es más fácil proveer la presión adicional requerida por los sistemas de microirrigación con agua bombeada del subsuelo. Sin embargo, la provisión de agua superficial es percibida como una fuente menos confiable que el agua subterránea. En estos casos, el uso de microirrigación con recursos hídricos del subsuelo puede verse como una estrategia para minimizar el riesgo de disponibilidad de agua para los cultivos perennes (Green et al. , 1996).

 

Resultados

Influencia del régimen climático

A partir de la información obtenida en las entrevistas, se pudo ver que el inicio del proceso de difusión del riego por goteo ocurrió a mediados de la década de los 80 y tuvo un comportamiento similar en todos los regímenes climáticos. Pero a comienzos de los 90 se observa que la trayectoria en el RC Árido experimentó una tasa de crecimiento mayor que la de los otros dos regímenes, las cuales tendieron a estabilizarce. La pendiente de la curva de difusión en la región árida señala un crecimiento constante en la serie de tiempo disponible; aunque, como se verá, la evolución no es homogénea en todas las provincias que la componen.

En el RC Árido los oasis irrigados de la provincia de La Rioja tienen la mayor superficie del país con riego por goteo, con un papel pionero en la adopción de este tipo de tecnología. Más de la mitad de sus 41 817 ha regadas utilizan sistemas de goteo, y el tamaño promedio de las unidades es de 130 ha. Una situación parecida se da en los oasis de Catamarca, región que en el año 1988 tenía casi 30 000 ha regadas y a fines de los años noventa 63 835 ha. El incremento fue debido en gran medida a la adopción de sistemas modernos de riego, con una participación importante del riego por aspersión (casi 20 000 ha). De esta manera, dos tercios de su superficie irrigada utilizan sistemas presurizados, lo que la ubica como la provincia con mayor participación de tecnología moderna de irrigación en superficie cultivada bajo riego. En cuanto al tamaño promedio de las explotaciones con goteo, este es de 138 ha, siendo el mayor del país.

En los oasis de las provincias de Mendoza y San Juan hay 42 886 ha agrícolas regadas con goteo, lo cual representa 34% del área nacional que utiliza esta tecnología. La importancia relativa varía de una provincia a otra, ya que en San Juan estos sistemas ocupan 27% de la superficie total cultivada y en Mendoza sólo 8%. En ambas provincias es reducido el número de explotaciones que adoptaron este tipo de riego, utilizándolo 4% en San Juan y sólo 2% en Mendoza. Esto se debe a que las economías de escala tienen un peso importante al decidir la adopción de estos sistemas. El fenómeno puede entenderse mejor si tenemos en cuenta que en las dos provincias 80% de las explotaciones agrícolas tienen menos de 25 ha, mientras que el tamaño promedio de las explotaciones con goteo es de 56 ha (Miranda y Medina, 2005).

Elección por tipo de cultivo

La adopción de riego por goteo está ligada a un proceso de reestructuración productiva en el árido que incluye la implantación de cultivos perennes como vides de alta calidad enològica, uva de mesa, cítricos de exportación y olivo (Miranda, 2008). Al tratarse de cultivos que implican un alto nivel de capital fijo por unidad de superficie y con productos y subproductos cuyos precios están por encima de los de otros cultivos y manufacturas agrícolas de las regiones áridas, es importante reducir el riesgo de pérdidas agronómicas por falta de agua. El riego por goteo permite controlar el manejo del estado hídrico de las plantas, y su inversión se justifica en aquellos cultivos que, como los perennes de alto valor, necesitan mantener una buena eficiencia de riego en el mediano y largo plazo de manera que no afecte la productividad y calidad de las cosechas. El nivel de precio de los cultivos es un determinante importante para inducir la demanda de tecnología de riego. Más aún, con altos precios sostenidos, aquellas tierras marginales que no eran alcanzadas por las redes públicas de riego superficial pueden ser usadas para expandir la frontera agrícola mediante el uso de agua subterránea para riego por goteo. Cuadro 2

En la Figura 1 se muestra la evolución de la participación relativa de los principales cultivos en los cuales se utiliza el goteo. En los inicios, la vid fue la especie que centralizó su adopción, siendo también importante la jojoba y los cítricos. La evolución comparada indica que estos últimos, a través del riego en el cultivo de limón y de naranja, cobraron mayor importancia relativa a mediados de los años 90, cuando también empezó el uso de la tecnología en el cultivo del olivo. En pocos años, la nueva olivicultura se convirtió en el principal demandante de riego por goteo, ocupando en la actualidad unas 45 000 ha con esta tecnología. Sigue a continuación la viticultura, con 31 000 ha, de las cuales 23 500 corresponden a vid vinífera de alta calidad enológica y 7 500 a uva de mesa. Casi la totalidad de los olivares y parrales de uva de mesa que se comenzaron a implantar desde mediados de la década pasada hasta la actualidad, se riegan por goteo; fenómeno que, en menor proporción, también se dio en la vides para vinos de alta gama.

La trayectoria tecnológica indica que la demanda de riego por goteo es una demanda derivada de productos y manufacturas agrícolas de alto valor. Este mayor valor no solo debe entenderse como mayores ingresos por unidad de superficie cultivada o por producto físico, sino por unidad utilizada de agua para riego. Es destacable que la tendencia al alza de los precios de estos cultivos fue lo que hizo que se expanda la frontera agrícola hacia tierras no cultivadas mediante el uso de irrigación.

El olivo (36%), la vid (24%) y los cítricos (19%) suponen más de las dos terceras partes de la superficie con riego por goteo del país. Los tres cultivos presentan trayectorias diferentes que es necesario analizar para tener una perspectiva del futuro de esta tecnología. La vid tiene mayor tiempo medio de difusión y evidencia el mayor potencial en cuanto a la evolución futura del riego por goteo. El aumento de los precios verificado en los productos y manufacturas de los cultivos que aparecen en el Cuadro 3 implica que la modificación de la demanda agrícola tuvo una importancia fundamental en la determinación de la rapidez con la que la innovación sustituyó al riego tradicional en los cultivos perennes de exportación en el árido argentino. Esta interpretación, tomada en sentido amplio, sugiere que el crecimiento repentino del mercado de equipos de riego por goteo cerca de dos décadas después de sus primeras ventas, es una consecuencia de las condiciones específicas que rodean los cambios de hábitos de consumo en las sociedades de mayores ingresos.

Tamaño de las explotaciones

La información del estudio indica que hay economías de escala asociadas al uso del riego por goteo, lo cual disminuye el costo por hectárea del mismo a medida que aumenta la superficie cultivada. Por otro lado, se evidencian deseconomías de escala en la utilización de sistemas de riego gravitacionales en los cultivos de alto valor. El tamaño promedio nacional de las explotaciones con riego por aspersión es ocho veces mayor que el de las que utilizan riego tradicional, diferencia que se acentúa en los territorios del régimen climático árido. En estos últimos, las fincas con riego gravitacional tienen un tamaño promedio de 7.4 ha/EAP,10 mientras que las que utilizan riego por goteo tienen una superficie promedio de 98.1 ha/EAP. El riego gravitacional se utiliza predominantemente en pequeñas fincas, y su uso depende tanto de la sistematización y nivelación previa de las tierras como del trazado de la red pública de canales de distribución de agua. A su vez, la disposición de riego fue modelada por la estructura agraria que predominaba al momento de su construcción, caracterizándose generalmente, en las zonas irrigadas, por la subdivisión marcada de la tierra.

En principio, la existencia de deseconomías de escala en el uso de riego tradicional operaría en la misma forma que las economías de escala asociadas al riego por goteo. La programación del riego gravitacional requiere cierta capacidad de supervisión de la mano de obra para mantener la eficiencia del riego, y el aumento de trabajo para regar superficies mayores disminuye la capacidad de control y supervisión. La aplicación de agua a los cultivos debe hacerse en un tiempo limitado, debido a la rigurosidad de los turnos de riego y a la necesidad de regar en los momentos justos en los que las plantas requieren cantidades determinadas de agua. En consecuencia, no se puede emplear un número óptimo de trabajadores para supervisar la eficiencia del riego gravitacional en cualquier momento, y muchas veces no se dispone de la cantidad de agua suficiente para satisfacer las necesidades hídricas de los cultivos. Como la productividad media del agua de riego disminuye cuando la supervisión baja a cierto mínimo, el requerimiento de trabajo por hectárea aumenta con la superficie cultivada.

La indivisibilidad de los equipos de riego por goteo hace que disminuya su costo por unidad de superficie, lo cual se refleja en el tamaño promedio de las explotaciones que los adoptaron. Estas se ubican generalmente en zonas sin derecho de riego gravitacional, ya que las tierras de secano disponen de grandes extensiones en las cuales es posible instalar equipos de riego sin las limitaciones de tamaño que existen en las tierras con riego gravitacional. En el Cuadro 5 se muestra el tamaño promedio nacional de las unidades que adoptaron tecnología moderna de riego. Las mayores superficies se dan en el cultivo de olivo y, en segundo lugar, en los cítricos. Si tenemos en cuenta que la superficie promedio de las explotaciones que utilizan riego gravitacional es 15.60 ha, se entiende por qué un porcentaje importante de los emprendimientos con riego por goteo se localizaron en zonas sin derecho de riego y produjeron el desplazamiento de la frontera agrícola en tierras anteriormente de secano.

 

Conclusiones

Las dos terceras partes del territorio nacional tienen recursos hídricos escasos. Esta condición de aridez es una limitante para los cultivos en áreas que tienen características ambientales óptimas para la agricultura intensiva de productos de alto valor. Del total anual de agua consumida en Argentina 70% se emplea en la agricultura; mientras que en las provincias con predominio de climas áridos y semiáridos la proporción supera al 95%. El patrón geográfico de la difusión del riego por goteo indica que su adopción está inducida por la escasez de agua, ya que en las provincias en las cuales los recursos hídricos son más limitantes es donde esta tecnología ha tenido mayor aceptación.

 

Literatura Citada

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Notas

1 A modo de ejemplo se puede mencionar a la dotación que en este momento se entrega en la provincia de San Juan. De acuerdo con el Código Provincial de Aguas es de un litro con treinta centilitros por segundo y por hectárea con derecho a riego (Gobierno de San Juan, 1981). Esta dotación no se ha originado de cálculos hidráulicos y agronómicos que tengan en cuenta el caudal de agua disponible, las características agroecológicas regionales y las necesidades hídricas de los cultivos; por el contrario, es el resultado de la aplicación rutinaria de medidas y prácticas introducidas por los españoles en tiempos de la Colonia (Soldano, 1923).

2 Las pérdidas agrícolas anuales originadas en la ineficiencia de la gestión de los recursos hídricos nacionales llegarían a 1 500 millones de dólares (Banco Mundial, 2000).

3 Este tipo de prácticas tiene una eficiencia promedio de aplicación de 40% (Banco Mundial, 2000; Carruthers y Clark, 1983), lo cual significa que por cada 100 litros de agua que se destinan al cultivo, tan sólo 40 litros son aprovechados efectivamente por la planta. El resto se pierde por evaporación y, principalmente, por drenaje al subsuelo. Esto último produce perjuicios ambientales como la salinización del suelo agrícola y la elevación de las napas de agua subterránea. Se estima que un tercio de la superficie agrícola regada del país tiene problemas de productividad originados en la aplicación deficiente de agua y en la inexistencia o mal funcionamiento de las redes de drenaje (GWP, 2000; INTA, 1986).

4 En este trabajo se usa el término riego por goteo en forma genérica, pero en realidad se está analizando la difusión de esta tecnología y la de riego por microaspersión y por microjet. Todas estas tecnologías son conocidas con el nombre de riego presurizado de bajo volumen. Se optó por usar el término para simplificar la redacción, teniendo en cuenta que el riego por goteo representa 73% de la superficie nacional instalada con riego presurizado de bajo volumen.

5 Plastro, Irrigar, Dripsa, Naan y Netafim.

6 Bajo la denominación "riego por goteo" también se incluye a la microaspersión. Ambos son sistemas de microirrigación con similares características hidráulicas, ya que emiten agua presurizada de bajo volumen mediante bombas eléctricas o a explosión, dependiendo su uso de variables como tipo de cultivo y de suelo, entre otras. Se estima que 80% de la superficie con microirrigación del país corresponde a riego por goteo y el resto a microaspersión (Miranda, 2002).

7 Esta cifra surge de restar a las 1 246 738 ha bajo riego que aparecen censadas en el relevamiento nacional, las 87 329 ha mencionadas como superficie de campos naturales de las provincias de Santa Cruz, Chubut y Neuquén regados por desbordamiento, o sea que son tierras que no disponen de estructura ni sistematización para riego.

8 Un quinto de la superficie regada del país está afectada por distintos grados de problemas de drenaje y salinidad (Banco Mundial, 2000).

9 Un elemento institucional a tener en cuenta en la elección del método de riego en algunas zonas áridas del país es la Promoción Agrícola que existió durante varios años (Miranda, 2002; Herrera, 1993). Entre los años 1983 y 1999 y con diferentes momentos de instrumentación en cada caso, en las provincias de San Juan, Catamarca, La Rioja y departamentos del norte de Mendoza, se puso en vigencia el artículo 11° de la Ley Nacional N° 22.021 (conocida también como Ley de Promoción o de Diferimientos) que posibilitaba diferir el pago de impuestos nacionales hasta 75% de lo invertido en el sector agropecuario. Esto implica que 25% de estas inversiones se realizaron con capitales propios y 75% con impuestos diferidos, los cuales se devuelven en cinco cuotas anuales y consecutivas, a partir del sexto año de la puesta en producción del proyecto.

10 EAP: explotación agropecuaria.

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