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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.6 no.1 Texcoco ene./abr. 2009

 

Género y migración en dos sistemas de organización de la tierra en Tlaxcala, México

 

Gender and migration in two land organization systems in Tlaxcala, México

 

Aurelia Flores-Hernández*

 

* Centro de Investigaciones Interdisciplinarias para el Desarrollo Regional. Universidad Autónoma de Tlaxcala. Boulevard Mariano Sánchez No. 5, Col. Centro. 9000. Tel. (246) 2629922. Tlaxcala, Tlax. (aure7011@hotmail.com)

 

Resumen

En este artículo, con base en las relaciones de género, se intenta contribuir al estudio de las transformaciones ocurridas en dos fenómenos emergentes de las ruralidades del nuevo siglo: la migración y la reorganización de los sistemas de propiedad de la tierra. Se remarcan las implicaciones de género suscitadas en dos localidades del estado de Tlaxcala, que cuentan con formas organizativas distintas de la propiedad de la tierra: el sistema ejidal y la pequeña propiedad. Se adopta la categoría género como línea de exploración transversal, orientación que permitió situar el análisis en dos niveles: el estructural y el de las prácticas de los actores sociales. Desde mediada la década de los noventa, la migración internacional es para habitantes de dos poblaciones rurales del estado de Tlaxcala, una fuente importante de ingresos, y una alternativa para la supervivencia. En la pequeña propiedad este fenómeno fue más tardío que en el sistema ejidal; en estos procesos las mujeres se han incorporado más lentamente. En ambas poblaciones, y a pesar de que las experiencias de los migrantes indican vivencias dolorosas, dichos movimientos ilegales, en lugar de frenarse se están acelerando, y cada vez más involucran otros actores del medio rural.

Palabras clave: Estructura, género, globalización, migración, prácticas, tierra.

 

Abstract

In this article it is pretended, based on gender relations, to contribute to the study of the transformations of two emergent phenomena of the new century ruralities: migration and reorganization of land tenure systems. Gender implications that arose in two localities of the state of tlaxcala that have different organizational conventions regarding land tenure are remarked: ejidal and small-scale systems. Gender is taken as an axis for transversal research, orientation that allowed a two level analysis: structural and social actor practices. since the middle of the nineties, international migration is an important income source and a survival alternative for the residents of two rural villages of the state of tlaxcala. In the small-scale property this phenomenon occurred later than in the cooperative one; the incorporation of woman in these processes has been slower. In both populations and even though migrant experiences point out harmful experiences, these illegal movements are gaining speed instead of restraining and they are increasingly involving other actors of the rural environment.

Key words: Structure, gender, globalization, migration, practices, land.

 

Introducción

La migración internacional genera debates teóricos que emergen en el contexto de la globalización. A estos procesos migratorios se han incorporado otros actores y grupos sociales, lo que ha implicado que la población masculina no sea el único grupo migrante; ahora mujeres, indígenas y menores se están integrando. Particularmente, las mujeres son más de la mitad de inmigrantes, lo que induce a hablar de una "feminización de las migraciones" (Castles y Miller, 2004 citados en García Zamora, 2007; Mazarrasa et al., 2004:166). La presencia de nuevos actores y actrices migrantes, insertos en modalidades variadas de recorridos migratorios, ha generado posiciones teóricas novedosas.

A fines de los años ochenta y principios de los noventa, en los estudios de la migración internacional aparecieron nuevas posiciones teóricas sobre las características de ésta, destacando la teoría de la transnacionalización y la del transnacionalismo (Rivermar Pérez y Salas Quintana, 2005). Además de estos replanteamientos sobre la migración también han surgido conceptos como "espacios sociales transnacionales", "hogares transnacionales", "redes binacionales de pueblos", y "comunidades espacialmente extendidas" (Rivermar Pérez y Salas Quintana, 2005; Taylor y Fletcher; Velasco Ortiz, 2002). Gracias a estos aportes se ha formulado una interpretación distinta al concepto de "comunidad", el cual, desde la perspectiva teórica del transnacionalismo es definida como "transnacional". En este sentido, el proceso migratorio se reconoce como "el conjunto de relaciones que producen y desarrollan un nuevo espacio social, distinto del que es marcado por los límites determinados por el Estado nacional" (Rivermar Pérez y Salas Quintana, 2005: s/p).

Las investigaciones sobre migración transnacional se han enfocado a distintas temáticas: encontramos desde estudios que analizan la relación entre los cambios socioculturales vinculados a las experiencias individuales migratorias, hasta trabajos que analizan las organizaciones de migrantes que están conduciendo a la construcción de sujetos colectivos. La teoría feminista ha ampliado la discusión sobre los procesos migratorios transnacionales en tres sentidos: primero, porque metodológicamente ha incluido a la categoría de género como elemento central del debate; segundo, porque ha incorporado nuevos elementos en la reflexión (las dinámicas familiares, la identidad migratoria, la salud, entre otros); y tercero, por el énfasis en la heterogeneidad, más que en la homogeneidad de los flujos migratorios (Ariza, 2000). Específicamente, algunos estudios desde esta perspectiva teórica explican la segregación por género en los espacios laborales migrantes (Levine, 2004), otros han mostrado que las condiciones salariales entre hombres y mujeres migrantes desfavorecen a éstas y aún así, el número de mujeres migrantes continúa creciendo, al igual que los cambios en los grupos de edad (Sirola, 1997). En otras investigaciones se discute cómo los patrones migratorios femeninos pueden estar o no modificando las relaciones de géneros en la vida cotidiana (Vega Briones, 2001), o interfiriendo en las relaciones de poder en el seno familiar (Oehmichen Bazán, 2000). En este artículo, desde la perspectiva de género, se intenta contribuir al estudio de las transformaciones ocurridas en dos fenómenos emergentes de las ruralidades del nuevo siglo: la migración y la reorganización de los sistemas de propiedad de la tierra. Interesa remarcar las implicaciones de género en dos localidades del estado de Tlaxcala que cuentan con formas organizativas distintas de la propiedad de la tierra.

 

Género, tierra y migración en el medio rural

En la era de la globalización, al tiempo que las funciones y las actividades económicas de los espacios rurales se modifican, se reestructuran y se amplían espacialmente también los patrones de utilización del suelo y la estructura de la propiedad de la tierra. En América Latina las políticas de ajuste estructural y las políticas neoliberales han orientado a las economías nacionales a incorporarse a las disposiciones del mercado global, iniciando un proceso de privatización económica y de apertura a la inversión extranjera y comercial. En México, en estos procesos el Estado ha renunciado a su papel de regulador y gestor de la propiedad de la tierra, ha dimitido de su derecho de expropiar y a toda posibilidad de mantener ciertas formas de reparto agrario. Las prioridades del Estado mexicano han cambiado de la expropiación hacia la privatización, la descolectivización y la desregulación de tierras (Cornelius y Myhre, 1998). Con la intención de modernizar a la agricultura se redujo el papel y las funciones del Estado, se instauró un paquete de reformas orientando políticas agrarias hacia el mercado, creando programas de titulación1 tendentes a la individualización y la comercialización de los recursos rurales productivos, como la tierra (Kerr y Sweetman, 2003). Los marcos jurídicos que regulan los sistemas de propiedad de la tierra se han modificado, abriendo la posibilidad de que este recurso aún fundamental para la vida rural se convierta en objeto del mercado (Deere y León, 2000). En resumen, en materia agraria las reformas promovidas por el Estado son respuesta a las necesidades impuestas por una política de globalización económica que permitió la apertura a la liberación de los mercados, incluido el de las tierras. En México, la reforma del artículo 27 constitucional creó los mecanismos legales para dar oportunidad al capital privado, nacional y extranjero, a extender sus redes comerciales a las tierras ejidales.

La década de los noventa representó para el México rural una etapa de cambio contundente. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) fue uno de los procesos concretos de la liberalización económica a escala mundial en estos años.2 Las políticas previamente preparadas a este tratado han producido múltiples consecuencias en los hombres y las mujeres del medio rural. Una de las medidas estructurales más importantes aconteció en 1992 con las reformas al artículo 27 de la Constitución de 1917, que protegía el derecho legal a la propiedad de la tierra.3 Esta enmienda terminó con la personalidad jurídica del ejido hasta ese momento vigente, al dar fin al reparto agrario y permitir la compra venta de tierras ejidales que eran reguladas de manera colectiva. Con la supuesta intención de estimular la inversión privada, la modernización del campo mexicano y la productividad agrícola, la reforma dio paso a un mercado de tierras y al establecimiento de empresas conjuntas con capital privado, incluyendo capital extranjero y, con ello, la redefinición y privatización de los sistemas de propiedad de la tierra.

Estas modificaciones macroestructurales han influido en la organización económica de las sociedades rurales: la tierra, sin embargo, con matices diferentes, continúa teniendo un papel primordial no sólo como bien cultural y social, sino como fuente de riqueza y poder político (Hamilton, 2002). Además, es innegable que a pesar de todas las transformaciones que han impactado al mundo rural, la agricultura continúa siendo una actividad determinante de la estructura rural, y por tanto es el eje articulador de la diversificación económica rural (Echeverri Perico y Ribero, 2002). Estudios de caso muestran que si bien la liberación de la economía y la aplicación de políticas neoliberales han producido cambios económicos y sociales sustantivos en las poblaciones rurales, la producción agrícola sigue siendo la actividad principal y el sustento básico para las familias poseedoras de tierras ejidales, a pesar de que ésta ya no cubra sus necesidades vitales (Chiappe y Zapata Martelo, 2004; Zapata Martelo et al., 2006). El mosaico de efectos derivados de estos cambios legales en las vidas de las mujeres son múltiples y dependen de su situación particular de vida. Sin embargo, uno de los resultados de estas transformaciones jurídicas ha sido la mutilación del derecho de las mujeres a la tierra. Ciertamente, en muchos casos la tierra no asegura salir de la pobreza, sin embargo, en otros casos, ésta se convierte en un recurso productivo que permite sobrevivir, satisfacer necesidades básicas, tener alimentos y heredar bienestar. Específicamente, para las mujeres rurales el recurso tierra, además de beneficios directos, les permite obtener otras maneras diversificadas de ingresos u opciones externas, como fuentes de financiamiento y crédito provenientes de instituciones gubernamentales, que aumentan a su vez el acceso a otros medios productivos como asistencia técnica, comercialización, capacitación e información; en si, recursos que favorecen su bienestar personal y familiar.

Estudios realizados en América Latina (Deere y León, 2000; Hamilton, 2002) muestran un hecho evidente: los impactos específicos de género en el campo se agudizaron a raíz de estas modificaciones legales. La formalización de un mercado de tierra ejidal no ha generado ningún beneficio para las mujeres, quienes por sus bajos ingresos son las que menos posibilidades tienen para comprar tierras (Concheiro Bórquez y Quintana, 2001; Zapata Martelo et al. , 2006). Además, las evidencias empíricas también apuntan a que en las unidades domésticas rurales con migrantes las mujeres "que se quedan" se están responsabilizando de las tareas del campo, y hay cambios que ocurren en este sentido (Suárez y Zapata, 2004); otros trabajos encuentran que la desigualdad en la distribución de la tierra tiene estrecha relación con los procesos de migración en México; en otras palabras, existe una relación negativa entre la extensión de la tierra que se tiene y la migración femenina de las zonas rurales (Massey et al., 1994 y Donato, 1992, citados en Poggio y Woo, 2000). Las nuevas disposiciones legales sobre la propiedad de la tierra colocan a las mujeres en una posición más vulnerable frente a la desposesión y la desherencia. Sin embargo, estos riesgos y sus magnitudes no sólo dependen de un marco legal, sino también de factores a nivel local, que tienen que ver con la valoración social de la tierra y las personas; y en cómo se ha instaurado el proceso de privatización (Hamilton, 2002). En la era de la globalización los procesos migratorios han impactado la vida de las mujeres y de las familias que permanecen en sus lugares de origen trastocando su cotidianidad y conducido a un replanteamiento de la vida rural en México.

En México los procesos de migración internacional no son recientes. La migración hacia EE. UU. ha adquirido características nuevas en las últimas dos décadas, en gran parte debido a los impactos de la globalización. Las políticas estatales migratorias y las modalidades de migración actuales distan mucho de aquellas de la primera mitad del siglo XX; sin embargo, la proliferación de estos flujos migratorios continúa reflejando la agudización de la crisis económica, y la falta de mecanismos estructurales que han impedido que la economía mexicana se incorpore al nuevo modelo de desarrollo internacional. Orozco (2000) precisa que las remesas han influido en la transformación económica de países latinoamericanos con economías que pasaron de sistemas agro-exportadores a exportadores de mano de obra. Para agosto de 2006, el gobierno mexicano calculó que los ingresos por remesas fueron 24 mil millones de dólares,5 convirtiéndolos en motor de la economía doméstica. Para 2005 fueron 20 mil millones de dólares, y en 2004 de 16.6 miles de millones de dólares (Delgado Wise y Márquez Covarrubias, 2005). Estas contribuciones económicas sitúan a México como el principal país de emigrantes del mundo.6

Para la economía mexicana la importancia de las remesas propició cierto interés de la investigación académica respecto a la circulación de los recursos que son enviados por los migrantes y recibidos por sus familias en sus localidades de origen, y que representan beneficios para el bienestar familiar. Para Canales y González (2001) los procesos migratorios mexicanos del nuevo siglo, además de involucrar a un importante flujo de trabajadores, incluyen flujos e intercambio de bienes materiales y simbólicos. La función económica de las remesas estriba no sólo en la generación de ahorros familiares, sino una forma de remuneración, equivalente al salario, es decir, "el potencial económico de las remesas se encuentra más en su capacidad para financiar el consumo y la reproducción material de los hogares (balance-ingreso-gasto), que en su posible uso productivo (balance ahorro-inversión)" (Canales y González, 2001). Otros estudios han señalado que los ingresos derivados del trabajo internacional -en su mayoría ilegal- permiten la subsistencia y la retención de integrantes de familias migrantes en sus lugares de origen (Barkin, 2005). Así, la discusión de los estudios migratorios se ubica en el marco de las transformaciones mundiales y se centra específicamente en el rol de las finanzas y el comercio; en otras palabras, la migración es una componente fundamental de la globalización y las remesas son un factor significativo en el contexto global de integración económica.

En otros trabajos se enfatiza que, más allá del poderío económico que los migrantes representan tanto para sus familias como para la localidad de expulsión, existen nuevos elementos a considerar. La conformación de una "ciudadanía binacional" y de nuevas políticas trasnacionales apuntan al reconocimiento de los migrantes como grupo demográfico destacado en la política binacional. Tal tendencia sugiere tomar en cuenta tres cuestiones centrales interrelacionadas en el análisis migratorio: la nacionalidad, la ciudadanía y la migración (Woodrow Lafield, 2001). Además, en la cuestión de la legitimidad de una "identidad binacional" el interés académico se centra en los efectos concatenados -en su mayoría negativos- que se están produciendo, derivados de la política migratoria, y que han repercutido en aspectos del bienestar de los individuos (reformas a las políticas de salud, de educación y de asistencia social, por ejemplo). Dada la diversidad en las maneras de analizar e interpretar el fenómeno migratorio, la sugerencia de algunos estudiosos de la temática es de integrar una visión holística (Martínez Pizarro, 2000).

 

Orientación metodológica general

En este trabajo se adopta a la categoría género como línea de exploración transversal; tal orientación general dio oportunidad de situar el análisis en dos niveles: el estructural y el de las prácticas de los actores sociales. El enfoque de las relaciones de género se retoma como fundamento teórico-metodológico para reconocer cómo opera el principio de desigualdad en los procesos migratorios y en la reorganización de los sistemas de propiedad de la tierra, comprendiendo que esta categoría es un principio constitutivo de las relaciones familiares, sin embargo, el enfoque feminista es capaz de reconocer cómo operan las relaciones de género más allá del seno familiar.

Entre las feministas que se han interesado por el estudio de la organización de la tierra, considerando distintos aspectos que ocurren en el nivel estructural (políticas, instituciones, reglamentos normas... ) se encuentran Deere y León (2000). Estas autoras analizan las políticas legales de posesión de la tierra en el contexto latinoamericano, identificando los "mecanismos de exclusión y de inclusión"6 que las instituciones estatales utilizan para limitar o promover el acceso de las mujeres a recursos como la tierra, el crédito, la capacitación, el empleo, entre otros. Concluyen que dichos mecanismos tienen un carácter institucional y legal basado en ideologías patriarcales insertas en construcciones sociales de la masculinidad y la feminidad. Utilizando fuentes documentales, estadísticas e históricas, explican las desigualdades de género que prevalecen en los sistemas legales de propiedad de la tierra. Su planteamiento central es que las principales instituciones que permiten a las mujeres la adjudicación de la propiedad de la tierra son: el Estado, el mercado y la familia. Otros autores (Concheiro Bórquez y Quintana, 2001; Cornelius y Mhyre, 1998; Díaz Cisneros y León Merino, 1996; Snyder y Torres, 1998) subrayaron los impactos legales e institucionales de la reforma al artículo 27 constitucional de México, considerando que éstos han sido diferentes dependiendo de cada región del país. Desde esta visión la reforma fue analizada tanto en términos jurídicos como de la creación de una nueva red de instituciones, mecanismos institucionales y organizaciones políticas en el sector agrario que conformarían el centro de las demandas agrarias, todo ello enmarcado en una reforma de las funciones del Estado mexicano.

El estudio de la dinámica agraria en México, particularmente la reflexión sobre la cuestión de la tierra a partir de una metodología orientada a los sujetos y sus relaciones sociales cobró importancia a inicios de los años noventa. Concheiro Bórquez y Quintana (2001) desde una visión de la "racionalidad campesina" se interesaron en los efectos de la reforma al artículo 27 constitucional a nivel micro. Vázquez García (2001) y Hamilton (2002) mostraron que los beneficios o los perjuicios del acceso de las mujeres a la tierra dependen tanto del sistema de derecho instaurado en el nivel local -normas consuetudinarias de herencia- como de las prácticas que emprenden los actores sociales en este nivel. Estas prácticas mantienen estrecha relación con las redes de parentesco, las formas de transferencia y las normas sociales comunitarias (Rocheleau et al. , 1996; Vázquez García, 2001). Dichas prácticas son condicionadas en parte por las funciones cambiantes de las mujeres en la economía local. Hamilton, 2002 y Núñez Madrazo, 2000 profundizaron en algunos aspectos socioculturales de la micro-realidad con la intención de recuperar los procesos y las respuestas que los hombres y las mujeres del medio rural exteriorizan a partir de sus propias historias, su visión del mundo y sus condiciones particulares de vida. Desde esta posición metodológica lo fundamental es la recuperación de las experiencias locales, pues en éstas se desarrollan los cambios y las transformaciones de las sociedades rurales. En esta óptica, la propuesta metodológica de Vázquez García y Flores Hernández (2002) se centró en la óptica de los derechos culturales de género y consistió en analizar el proceso de distribución de los recursos y las relaciones de poder que se generan en las unidades domésticas; las consecuencias materiales de este proceso distributivo; y el conjunto de valores que originan procesos inequitativos en la distribución de los recursos. Córdova Plaza (2003) apoyándose en los conceptos de división sexual del trabajo y sistemas de parentesco, examinó las formas de articulación entre patrones de herencia, trabajo femenino remunerado, papeles de género y tipos de cultivo para permitir o restringir el acceso de las mujeres a la tierra y a la titularidad de los certificados ejidales.

Los procesos migratorios han sido explicados desde la teoría macroestructural como fenómenos internos del sistema económico global que, en su complejidad, definen el flujo de mano de obra entre distintos países y dan cuenta de las condiciones de dicho sistema (Portes y Bach, 1985, citados en Poggio y Woo, 2000). Desde esta mirada, el análisis se ha centrado en la relevancia de la diferencia salarial y las economías nacionales, la reinterpretación de los derechos y las obligaciones de los migrantes, y otros elementos históricos y estructurales que fomentan o desalientan los procesos migratorios, por ejemplo: la importación de procesos estructurales en la modificación de los patrones migratorios a través de las reformas a las políticas migratorias (Woo, 2000). A pesar de que las migraciones internacionales son parte de la historia de la humanidad y han sido objeto de análisis desde diversas disciplinas, el concepto de género como modelador del proceso migratorio inicialmente estuvo ausente. Los estudios al respecto generalmente no hicieron referencia a las mujeres como sujetos de la migración; tradicionalmente ésta fue estudiada como un fenómeno masculino. Los aportes de la teoría feminista han esclarecido las formas de organización de los patrones migratorios y los efectos o impactos en las relaciones patriarcales, en los niveles micro y macro (Poggio y Woo, 2000).

Precisamente en el nivel de las prácticas de los actores sociales, algunos estudios sobre las migraciones han privilegiado una mirada metodológica centrada en las vivencias y procesos cotidianos de quienes migran. Para el caso mexicano, el interés hacia las migraciones femeninas apareció al finalizar los años setenta e inicio de los ochenta, aunque en ese momento la discusión se centró en definir las características sociales y demográficas de las migrantes. Collins (1998 citado en Rees y Nettles, 2000) sugiere que para entender la migración femenina hay que considerar las actividades de las mujeres en el lugar de origen, sus contribuciones a la subsistencia de la unidad doméstica y las acciones que definen el curso de sus vidas. Otros trabajos se han interesado en el análisis de la relación entre migrantes-unidad doméstica-comunidad (Poggio y Woo, 2000) y; más aún, en la comprensión de las relaciones entre los miembros de la familia de mujeres migrantes. Sobre esto, Woo (2000) retomó las categorías de ciclo de vida y relaciones de subordinación, pues según esta autora ambas definen que las relaciones de género son diferenciadas como resultado de la construcción de normas y valores que responden a una cultura y momento histórico determinado y tienen efectos específicos en la migración.

Las publicaciones sobre las transformaciones que están ocurriendo en el campo ha tendido a incorporar un análisis separado de los fenómenos rurales; la intención metodológica aquí es exponer los resultados a partir de vincular los sistemas de propiedad de la tierra y la migración en dos niveles de análisis: el estructural y las prácticas de los actores sociales. Además, adoptamos al método comparativo para demostrar que los procesos generados en la globalización no tienen efectos homogéneos sobre los procesos sociales que están emergiendo en las diversas ruralidades, específicamente aquellos suscitados en la organización de la tierra y en las migraciones. Las técnicas y los instrumentos en ambos niveles de estudio fueron de índole cualitativa, la entrevista a profundidad fue la principal técnica utilizada, ésta permitió dar la palabra a las mujeres y los hombres del medio rural en sus escenarios cotidianos, recuperar su experiencia y profundizar acerca de los procesos migratorios y la propiedad de la tierra; también se recurrió a otros instrumentos como la observación participante y las notas de campo. Inicialmente la entrevista estuvo directamente orientada a mujeres; sin embargo, durante el periodo de trabajo de campo7 se consideró conveniente entrevistar no solo a mujeres y se decidió incorporar las opiniones de hombres con alguna relación de parentesco -esposo, padre, hijo o hermano principalmente- Integrar versiones de ambos géneros ayudó a que en la interpretación se hicieran comparaciones entre respuestas de hombres y mujeres, aunque esto sólo fue posible en algunos casos, debido a que durante el periodo de aplicación de las entrevistas fue difícil localizar en todos los casos a ambos, ya sea porque alguno(a) se encontraba trabajando, por estar enfermos o porque la unidad doméstica estaba representada por mujeres viudas. En el Cuadro 1 se resume el número de informantes entrevistados.

 

El contexto tlaxcalteca

La investigación se hizo en dos poblaciones rurales situadas al noroeste y centro-sur del estado de Tlaxcala, cada una cuenta con una forma distinta de organización de la propiedad de la tierra. Santiago Tlalpan se localiza en el municipio de Hueyotlipan y se rige bajo el sistema de organización ejidal, La Aurora está ubicada en el municipio de Tepeyanco y se regula bajo el régimen de pequeña propiedad. La ubicación de ambas localidades les permite integrarse a importantes vías de tránsito comercial estatal y nacional y las enlaza, para el caso de Santiago Tlalpan, con el puerto de Veracruz y con el estado de Puebla, y para el caso de La Aurora con la capital del estado. La participación económica de los tlalpenses es principalmente en las actividades agropecuarias; posteriormente, las actividades relacionadas con la industria; y finalmente, las clasificadas en los servicios; mientras que los aurerenses están en los servicios -incluido el comercio-, siguiendo las actividades industriales; y finalmente, las relacionadas con el campo.

Aunque Tlaxcala es la entidad federativa más pequeña de la República Mexicana, su posición geográfica ha sido un factor estratégico durante gran parte de su historia; desde la mitad del siglo XX, ésta le permitió adquirir un papel relevante para impulsar la modernización de los alrededores y del país, al contrario de la época colonial, en que se limitó su desarrollo. Tlaxcala es una de las entidades mejor comunicadas, su ubicación enlaza a los mercados y las ciudades más importantes de consumo, está integrada por 60 municipios que en 2005 albergaban 1 078 737 habitantes. Las localidades donde fue aplicado el estudio se ubican en dos grandes regiones de Tlaxcala: Santiago Tlalpan en el norte, caracterizada por concentrar menos de la mitad de la población total en un perímetro que abarca tres cuartas partes de la superficie estatal; también reúne el mayor porcentaje de población viviendo en localidades rurales y los municipios con mayores índices de ruralidad y marginación; aun cuando sus condiciones naturales son lamentables, la base de las economías municipales son las actividades agropecuarias. La Aurora, en la región centro-sur, aglutina más de la mitad de la población del estado en tan solo un tercio de la superficie, en ésta sólo hay dos municipios con altos índices de ruralidad, ya que su población es predominantemente urbana: es una zona con las mejores condiciones naturales e índices de marginación bajos, la mayoría de sus municipios sostienen sus economías con actividades industriales y terciarias.

Para promover su desarrollo y su economía el estado de Tlaxcala ha enfrentado una disyuntiva: regirse bajo un sistema agrario tradicional o incentivar su potencial industrial a través de la integración de corredores industriales.8 Durante los años sesenta y setenta los conflictos de tierras parecían no tener solución y la reactivación industrial detenida en los años cuarenta parecía impostergable (Ramírez Rancaño, 1988). Las inconformidades campesinas comenzaron a crecer en distintos puntos de la entidad, especialmente por la proliferación de diversos movimientos campesinos y la desintegración de latifundios ubicados en el norte. La demanda por la tierra fue la bandera de los movimientos sociales de la época.9 Los esfuerzos de las administraciones gubernamentales para incentivar el reparto agrario y la colectivización del ejido a partir de las expropiaciones, la compra de propiedades y el desparcelamiento de grandes haciendas ganaderas fueron medidas insuficientes para contrarrestar las movilizaciones en torno a la repartición de tierras, debido a que la extensión de éstas no cubría la demanda de 80 000 campesinos que no contaban con tierras (Rendón Garcini, 1996). La reestructuración de la vida económica y del mercado laboral tlaxcalteca era un proceso inminente que se anunciaba desde los años cincuenta y demandada en este momento comenzar a ponerse en marcha. La expectativa era que la entidad pasara de una industria textil deficiente, con un sector agrario y rural, a un estado urbano con una industria moderna (Rendón Garcini, 1996). Tlaxcala comenzó a desarrollar un potencial industrial y a modificar su eje productivo, que se sustentaba tradicionalmente en un pasado eminentemente agrícola y rural hacia una entidad que sustentara su vida productiva en la industria y los servicios.

A pesar de que las medidas del gobierno tlaxcalteca para promover el desarrollo de la entidad fueron estimular zonas industriales durante los años setenta, la inestabilidad económica y social continuó. Las fuentes de empleo creadas en la industria no evitaron los conflictos en el agro de Tlaxcala. A fines de esa década, en la región norte del estado la ganadería era la actividad económica predominante, abarcando la mayor parte de la zona (Ramírez, 1988). El apogeo de la ganadería amplió las diferencias económicas entre los pobladores de la región, e incluso éstas se ensancharon, ya que el número de campesinos sin tierra aumentó (Bouquet, 1996). Posteriormente, la importancia de las actividades ganaderas fue decreciendo, mientras que la producción de granos básicos maíz (Zea mays), haba (Vicia faba) y cebada (Hordeum vulgare) aumentó. La cebada fue favorecida por la existencia de una fábrica maltera instalada al poniente de Tlaxcala y por los apoyos que otorgaban el Banco Ejidal y los servicios gubernamentales de extensión agrícola para este cultivo. Sin embargo, los problemas técnicos de la producción cebadera, las dificultades fitosanitarias, los altos costos de producción, los problemas de comercialización y la importación de cebada norteamericana ocasionaron el fin del auge cebadero. A pesar de esto, la cebada continuó siendo el principal cultivo de la región, hasta que la producción de papa se volvió central en la producción agrícola (Proaño, 1994). La producción agrícola tlaxcalteca ha estado también determinada por dificultades medio-ambientales.

Tlaxcala no tiene recursos naturales abundantes, su sistema hidrológico es escaso, las lluvias son poco frecuentes, las precipitaciones medias anuales son mayores en el centro y sur del estado, oscilando de 600 a 1 200 mm, en tanto que en el noroeste y el oriente las lluvias son menores de 500 mm al año. Las fuertes heladas y granizadas, los altos índices de deforestación, la dependencia de recursos energéticos y la superficie extensa de suelos erosionados son otros factores naturales que condicionan la producción agrícola. Sólo 10% de los suelos destinados a la agricultura son de buena calidad, la mitad de ellos se concentra en el valle centro-sur; en las llanuras del norte hay suelos con escasa permeabilidad que restringe el uso agrícola. A estos desequilibrios ecológicos se suman otras problemáticas relacionadas con el proceso de urbanización de las áreas rurales, los sistemas de uso y de distribución del agua, el carácter minifundista de la propiedad de la tierra, la producción agrícola de temporal y la casi inexistente agricultura de riego, la cual se concentra principalmente en el centro-sur del estado. A inicios de los ochenta, el sistema productivo agrícola tlaxcalteca entró en una crisis severa, coincidiendo con la crisis agrícola de dicha década y la puesta en marcha de las políticas agropecuarias neoliberales.

Desde la primera mitad de la década de los ochenta, el estado de Tlaxcala era receptor activo de pobladores inmigrantes del Distrito Federal, y se perfilaba como una fuente atrayente para la instalación de empresas nacionales e internacionales. En estos años la población del Distrito Federal disminuyó y la población de Tlaxcala aumentó, incluso a tasas superiores al promedio nacional (Villareal González, 2000). La política de desconcentración de la población del centro a la periferia y el terremoto de 1985 transformaron las áreas agrícolas tlaxcaltecas en complejas unidades habitacionales: extensas hectáreas dedicadas a la producción agrícola fueron desplazadas para alojar naves industriales. La inestabilidad en el campo tlaxcalteca se mantuvo durante la década de los noventa, los pequeños productores enfrentaban graves problemas de liquidez, la mayoría de productores formaban parte de la cartera vencida con el Banco Nacional de Crédito Rural (BANRURAL) y con bancos privados. Ante este panorama, quienes no contaban con sostén financiero o aquellos que no habían sido beneficiados con el reparto agrario buscaron actividades económicas complementarias. La alternativa industrial ofrecía a los habitantes tlaxcaltecas nuevas oportunidades de empleo y otras formas de supervivencia (los talleres de maquila, entre éstas). Al mismo tiempo surgieron procesos de migración internacional y se desplazaron las actividades agrícolas por una combinación de actividades agrícolas-industriales. Estos fenómenos comenzaron a ser predominantes en la región centro-sur de la entidad (Alonso, 1991; Castañeda Salgado, 2001).

La década de los noventa anunció la continuidad de las reformas neoliberales y la puesta en marcha del TLCAN. A raíz de este acuerdo internacional, el estado de Tlaxcala se volvió más atractivo para las inversiones provenientes de EE.UU. y Canadá, de tal forma que las industrias transnacionales se expandieron, a la par que la industria textil tradicional coexistía. El estado pasó de ser considerado una zona satélite con núcleos industriales dinámicos a un estado clave para promover el desarrollo industrial fuera de las ciudades cercanas a la frontera con estas dos naciones importantes de América del Norte. A pesar de esto, la heterogeneidad estructural de la Zona Metropolitana continuó incrementando la asimetría, la exclusión y la pobreza10 entre las distintas regiones adyacentes al Distrito Federal, originando un desarrollo desigual al interior de las localidades rurales de Tlaxcala. Durante el periodo 1930 - 2000 decreció la participación de la población en el sector primario. y paulatinamente se incrementó en los sectores secundario y terciario. En la región centro del país, de 1950 a 1980 disminuyeron las actividades primarias y secundarias. En Tlaxcala, para este mismo periodo, la población dedicada a las actividades agrícolas y ganaderas decreció cuarenta por ciento en sus localidades rurales. El sector terciario tuvo un mayor crecimiento y aumentaron las actividades industriales. Estas tendencias se han sostenido hasta años recientes (Escamilla Herrera, 2002; Delgadillo Macías, 2005).

A los fenómenos complejos que acompañan la vida industrial y agrícola tlaxcalteca se han sumado otros procesos de reacomodo económico. En la década de los noventa los procesos de migración internacional se intensificaron en este estado, que anteriormente no formaba parte de aquellas entidades con amplia tradición histórica de este tipo de movimientos migratorios (Herrera Lima, 2001). Del total de municipios del estado, 24 están clasificados con muy bajo grado de intensidad migratoria, 29 tienen bajo grado, seis grado medio y sólo uno cuenta con alto grado11 (Tuirán et al., 2002). Particularmente, las migraciones femeninas han adquirido otras modalidades de inserción en la economía informal. Alonso y Marroni (1998) encontraron que mujeres provenientes de poblados rurales tlaxcaltecas están involucradas en procesos de emigración urbano-rural efímera.12 Datos oficiales para 1995 señalan que sólo 1 266 personas estaban clasificadas como migrantes internacionales. Para 2000, Tlaxcala se clasificaba con grados bajos y muy bajos de intensidad migratoria, principalmente a EE. UU. El 2.24% de los hogares reciben remesas, dato superior a otros estados de la República que cuentan con mayor población o extensión geográfica -México, el Distrito Federal, Chiapas, entre otros- (Delgadillo, 2005). Además, 63.3% de la población migrante es masculina y 36.4% femenina, cerca de 62% del total de migrantes del estado que se encuentran fuera del país tienen entre 20 y 39 años. El 16% de quienes participan en estas migraciones son habitantes provenientes de zonas rurales 65.8% hombres y 34.2% mujeres (INEGI, 2000 y 2006). Datos de migración internacional13 clasifican a Hueyotlipan con alto grado de intensidad migratoria, siendo el grupo de edad de población migrante más predominante el de 15 a 34 años. De la población migrante, 76.7% son hombres y 26.3% mujeres. En Tepeyanco, que según su intensidad migratoria se clasifica con grado bajo, la población migrante se concentra en el grupo de edad de 25 a 35 años; 66.6% son hombres y 33.4% mujeres. Las mujeres del municipio de Tepeyanco, a diferencia de las mujeres de Hueyotlipan son quienes están involucrando más activamente en estos ciclos migratorios (INEGI, 2006 y 1997).

También la participación de mujeres tlaxcaltecas en el campo ha sido importante: las cifras muestran que la feminización del trabajo asalariado rural se redujo de 74% en 1970 a 37.3% en 1990, y para 2000 se incrementó a 50.2%. Es posible que el incremento progresivo de mujeres tlaxcaltecas como jornaleras agrícolas en la última década se deba a los flujos migratorios masculinos y al abandono del campo por parte de los hombres. Proaño (1994) encontró que a mitad de los años noventa, más de 70% de los campesinos de un ejido de la región noroeste de Tlaxcala realizaban diversas actividades fuera de la parcela. El alejamiento masculino de las tierras agrícolas pudo también acelerarse con las modificaciones jurídicas integradas en la Nueva Ley Agraria de 1992, ya que anteriormente la norma que regulaba la propiedad ejidal aseguraba la permanencia de los hombres al frente de las tierras. Los cambios jurídicos han propiciado intereses de naturaleza múltiple sobre las tierras ejidales, aunque éstos dependen de las características específicas donde se ubican las tierras. En una población al poniente de Tlaxcala, Bouquet (1996) encontró que las enajenaciones de las parcelas entre ejidatarios tuvieron relación con la instauración del PROCEDE, ya que éste difundió la autorización de la venta de tierras ejidales, aunque la autora precisa que esto no supone necesariamente que las reformas de 1992 hayan definido totalmente los cambios en las dinámicas agrarias de la población estudiada. Pérez (1997) en su estudio de poblaciones situadas al oriente de Tlaxcala encontró que el simple endoso de los certificados parcelarios originales era suficiente para cerrar tratos de compra-venta de terrenos ejidales sin necesidad de tener la aprobación de las autoridades ejidales federales, aunque si se requería el consentimiento de la asamblea ejidal local. El Registro Agrario Nacional (RAN, 2002) reportó que hasta mitad del año 2002 se tenían registradas 3 391 enajenaciones ocurridas en 203 ejidos de 39 municipios de la entidad, principalmente en aquellos que tienen mayor superficie ejidal.14 En el estado existen 241 núcleos ejidales en una superficie aproximada de 188 627.554 ha, correspondientes a 54 809 posibles sujetos de derecho que gozan de una extensión promedio de tierra ejidal de 3.44 ha (INEGI, 2005). La superficie destinada a la pequeña propiedad se estima alrededor de 185 281.59 ha, distribuidas en 95 534 predios (Gobierno del Estado de Tlaxcala, 1999).

 

Migración en el sistema ejidal

El ejido de Santiago Tlalpan formó parte de la primera dotación del reparto agrario impulsada en el estado de Tlaxcala durante la década de los treinta, éste fue fundado en 1932 con una superficie de 270" 000" 000" ha. Esa extensión, a lo largo de más de cinco décadas, se incrementó debido a la demanda de tierras por los pobladores. En los primeros años de la década de los noventa, las tierras del ejido se sostenían bajo una agricultura de temporal con condiciones no óptimas para la producción agrícola. Para 1994, el ejido tenía 767" 417" 199' ha ejidal. El promedio de edad de los 31 entrevistados es de 55.5 años, con un promedio de 6 hijos e hijas.15 La mitad nacieron en la localidad, principalmente las mujeres, algunos hombres vinieron de localidades lejanas -Tlaxco, Atlangatepec, Calpulalpan y Panotla- y se unieron a mujeres de localidades circunvecinas -San Manuel Tlalpan, San Simión Xipetzinco y Hueyotlipan- e incluso de la propia localidad; 20 de los 31 entrevistados están unidos por actos jurídicos y algunos por ceremonias religiosas. Sobre las características de las 21 unidades domésticas donde viven los informantes, siete de éstas dependen totalmente de las labores del campo, por lo que 15 de los 31 entrevistados (48.3%) se dedican exclusivamente a actividades agrícolas. En el resto de unidades domésticas -14- alguno de sus integrantes se ha incorporado a otras actividades económicas no agrícolas; es decir, 10 de los 31 entrevistados (32.2%) dijo combinar las actividades agrícolas con otras actividades extra-agrarias. En un tercio de las unidades domésticas, la incorporación ha sido en actividades relacionadas con la industria -talleres de maquila en los casos de mujeres y sastrerías para los hombres-. Asimismo, hay trabajadores en servicios (albañilería, plomería, vigilancia, policía y bomberos); y en la elaboración y venta de productos lácteos y otros alimentos, las primeras caracterizadas como actividades masculinas y las segundas como femeninas. Más de la mitad de las unidades domésticas cuentan con algún pariente que se encuentra trabajando en EE.UU., aunque sólo en tres de éstas mencionaron a mujeres migrantes.

Desde principios de los años cuarenta y hasta la mitad de los sesenta, en el estado de Tlaxcala hubo un flujo de migración internacional legal de jornaleros agrícolas tlaxcaltecas hacia los EE.UU. Tan sólo en 1955, 359 679 campesinos tlaxcaltecas salieron a trabajar a ese país.16 Los contratos celebrados entre campesinos y productores estadounidenses fueron autorizados por el gobierno mexicano y las autoridades de cada estado de la República Mexicana se circunscribieron en el marco del Programa Bracero17 creado en 1942 y concluido en 1965 (Binford et al., 2004). A través de este acuerdo binacional se incorporaron numerosos trabajadores mexicanos a actividades agrícolas a ese país, el cual, en ese momento requería fuerza de trabajo para realizar dichas actividades, dado que sus conciudadanos estaban participando en las acciones bélicas de la Segunda Guerra Mundial. Del ejido de Santiago Tlalpan, aproximadamente 30 hombres migraron a las extensas áreas agrícolas estadounidenses durante el periodo de 1955 a 1965. El siguiente informante relata la forma cómo se incorporaban a este programa: "en la oficina del gobernador de Tlaxcala, Anselmo Cervantes, se conseguía el contrato, nos pedían una persona que fuera la responsable, para que en caso de algún accidente saber a quién le iban a mandar el dinero, porque te pagaban todo. Ahí éramos puro número, el número de tu contrato y el número de tu camión que te iba a llevar, eran autobuses nuevos, nada que amontonados, bien sentaditos, ya iban bajando a la gente para comer y para trabajar" (Carlos, 77 años, ejidatario).

Los contratos en esa época se celebraron con una duración de uno y hasta 20 meses. Las actividades principales para las que fueron contratados los tlalpenses se centraron básicamente en el sector agrícola:

"Nos contrataron para el campo, estábamos miles y miles de 'braceros' en la frontera, y al campo, se hacía un contrato, te pedían los datos de toda tu familia, si van a la escuela, cuántos hijos tenías, tu esposa, todo, te hacían una confesión completa, y me fui al campo, me tocó en la pizca del jitomate. Ahí te decían a dónde te vas a ir, si al algodón, al chile, donde se necesitara" (René, 84 años, ejidatario).

Para algunos "braceros" de Santiago Tlalpan los ingresos percibidos les permitieron solamente apoyar a la sobrevivencia familiar, mientras que a otros, la inversión en utensilios y herramientas agrícolas, como fue el caso del siguiente informante: "los lunes no trabajábamos, íbamos a misa, unos aprovechan para comprar sus cositas y otros para mandar a la familia, hasta aquí se les venía a entregar el dinero, con dos dólares yo compré unas botas para mis hermanos, unas navajas, unas chamarras de piel, y me compré unos zapatos y doble muda de ropa, guardé mi dinerito para comprar herramientas para el campo" (René, 84 años, ejidatario).

Los últimos migrantes legales de Santiago Tlalpan regresaron en 1965, en el momento que se dió oficialmente por concluido el programa Bracero. Al finalizar esta década el panorama general para el campo tlaxcalteca no era alentador. Algunos tlalpenses se dedicaban exclusivamente a la siembra de cebada: este cultivo era predominante en la región debido a la presencia de una fábrica maltera localizada en la vecina ciudad de Calpulalpan, y al estímulo dado por los apoyos de instituciones crediticias gubernamentales. Otros ejidatarios se dedicaban a la comercialización de ganado en mercados locales y, algunos más, a la venta de pulque, que en esa época se vendía "como si se vaciara agua". En los últimos años de la década de los sesenta se introdujo en la localidad tecnología y maquinaría agrícola: el tractor y la sembradora sustituyeron al arado y a la yunta. Sin embargo, la falta de apoyos gubernamentales para incentivar la diversidad productiva y la pobreza ecológica de las tierras no favorecieron un auge agrícola de gran impacto económico para los habitantes de Santiago Tlalpan.

Para los tlalpenses, la década de los setenta transcurrió frente a circunstancias ambiguas. Por un lado, se intentó favorecer el desarrollo agropecuario del poblado (por ejemplo con la introducción de innovaciones tecnológicas agrícolas y, aunque débil, se daba cierto apoyo institucional para estimular la producción de cebada); por otra parte, otras circunstancias lo limitaban (pobreza ecológica de las tierras y escasez de agua que no favorecía altos niveles productivos). Ante estas contradicciones, y a pesar de que se continuó la tercera fase del reparto de tierras, resultó imposible frenar la salida de los tlalpenses en busca de nuevas formas de generación de ingresos no locales. Durante esta década, los pobladores de la localidad adoptaron distintas estrategias de ingresos no locales y paulatinamente se fueron incorporando a otras actividades productivas. Los que contaban con mejores posibilidades económicas comenzaron a comercializar productos agrícolas que compraban en estados del sur de la República Mexicana y revendían en estados de la región centro. Las frutas, y posteriormente el maíz, fueron los productos agrícolas que se comercializaron inicialmente. Aquellos tlalpenses cuyas posibilidades económicas eran precarias emigraron a la ciudad de México en busca de empleo; la sastrería y la albañilería representaron desde entonces alternativas ocupacionales y fuente de ingresos masculinos muy importantes. Para las mujeres, el inicio de los años ochenta abriría otras expectativas de trabajo no agrícola.

En la década de los ochenta, además de estas fuentes de empleo masculino foráneo, comenzaron a incrementarse en el interior de Santiago Tlalpan talleres maquiladores. El adiestramiento en la costura se favoreció con la instalación de un taller comunitario costurero apoyado por un programa gubernamental dirigido a incorporar la participación femenina en este tipo de actividades. El pastoreo, actividad en la cual un número importante de mujeres participaban, así como otras tareas del proceso productivo agrícola fueron paulatinamente desplazadas. Para las tlalpenses, la maquila doméstica del vestido se convirtió en la actividad económica central, sea por su contratación en algunos talleres o porque al interior de sus propios hogares participaban en determina actividad del proceso productivo maquilador. Sin embargo, estas ofertas de trabajo femenino y masculino siguieron siendo insuficientes. Algunos estudios han precisado que la relación entre migración y crisis económica no es un proceso lineal; sin embargo, la década de los ochenta si es un hito en la migración mexicana a EE.UU. Entonces se dieron transformaciones importantes en las dinámicas migratorias, en el perfil demográfico de quienes migraban y en las pautas de inserción laboral (Canales y González, 2001).

A mediados de los años noventa las opciones laborales para los tlalpenses eran escasas, algunas de las repercusiones del colapso económico del gobierno salinista fueron la aceleración de los procesos migratorios en la región noroeste de Tlaxcala, como estaba ocurriendo en otras regiones de México: especialmente los flujos internacionales se activaron más que los nacionales (Binford et al., 2004). Entre los tlalpenses, algunos de los factores centrales que reactivaron esta ola migratoria internacional fueron las mínimas posibilidades de empleo en la región, la falta de apoyo gubernamental al campo, lo insostenible de mantener a la tierra y a las actividades agrícolas como fuente central de sus economías; y la posibilidad legal de efectuar distintos tratos sobre las tierras.

Con las reformas introducidas en 1992, los sujetos agrarios ya no están obligados a trabajar personalmente sus parcelas. Esto, en el contexto de la dinámica laboral actual, donde los procesos de migración temporal y permanente se han acelerado y son parte fundamental de la vida económica de las poblaciones rurales, dio libertad a los titulares de derechos ejidales para migrar en cualquier momento, sin temor a que a su regreso ya no fueran dueños de las tierras. Entre los tlalpenses, la migración a EE.UU. surgió como una opción novedosa para obtener ingresos y, en consecuencia, incitó al abandono de las tierras, según lo refirió una informante: "veo que ya nadie quiere trabajar la tierra, unos se van para el norte y ya casi acabaron de vender sus tierras" (Melisa, 69 años, posesionaria). Sobre esto, otro informante opinó:

"Yo tengo jóvenes preparados, pero un día me dijeron: 'sabes qué jefe, aquí no hay trabajo y pues nos vamos'. El mayor y el chico se fueron a EE.UU. Mi compadre dice que por esa razón sus hijos sólo van a estudiar la secundaria y a trabajar en lo que puedan. Aquí ya se nos perdió la ambición, tanto a ellos como a nosotros, mejor que se vayan con los gringos" (Edgar, 55 años, posesionario).

Las experiencias de los migrantes narradas por terceros, relatan las diferencias entre las dinámicas migratorias de fin del siglo pasado y las ocurridas durante la década de los cincuenta, sintetizadas en: a) el estatus migratorio y la facilidad de las movilizaciones, b) el perfil de los migrantes, c) las opciones de contratación en el país de destino, d) el destino de las remesas y el porvenir de las tierras, y e) las vivencias en el país extranjero. Las migraciones suscitadas en la época de los "braceros" se favorecieron por responder a un momento coyuntural, donde la política gubernamental nacional y estatal incentivó y avaló estos tránsitos de manera legal, mientras que los procesos migratorios más recientes están caracterizados por la ilegalidad. Lo refirió un informante: "antes era fácil, uno se iba contratado y no se necesitaban tantos papeles, y ahora, pues se están yendo pero de mojados porque sacar los papeles cuesta" (René, 84 años, ejidatario).

Los actuales "mojados" de Santiago Tlalpan no han recibido apoyo gubernamental para su traslado, tal como si ocurrió antes. A pesar de que aún existe el Programa México-Canadá de Trabajadores Agrícolas Temporales iniciado en 1971 sólo tuvimos conocimiento de un tlalpense registrado a éste. Posiblemente la intrascendencia del impacto del programa entre los tlalpenses se deba a la falta de difusión o la rigidez demandada en los requisitos.18 Sin embargo, obtener el estatus legal para trabajar parece no favorecer el bienestar de los migrantes y sus familias, ya que esta condición migratoria limitará que ellos puedan trabajar en más de un empleo -situación requerida para sobrevivir en el país de destino- y tener dinero para enviar a la familia, es decir, la condición de legalidad o ilegalidad en la residencia difícilmente podrá garantizar mejores condiciones económicas, según lo narró un informante:

"A mi sobrino un amigo lo ayudó a arreglar sus papeles para que se fuera a trabajar por cuatro meses pero no le resultó, nada más sacó lo del pasaje, entonces prefirió quedarse de mojado. Con papeles sólo pueden trabajar seis horas y no pueden trabajar en otro lugar, por eso mejor mi sobrino se quedó de mojado, así, donde quiera y las horas que quiera trabaja" (Pablo, 47 años, hijo de ejidatario).

Otras experiencias relatan que algunos migrantes, después de un tiempo de radicar ilegalmente en EE.UU., han intentado legalizar su situación migratoria, buscando su propia estancia legal o incluso de algún otro familiar; según contó una informante: "tengo dos hermanos allá, uno tiene siete años y viene cada dos, la primera vez se fue de mojado y trabajó dos años, su patrón después le arregló los papeles y se los dieron en Hueyotlipan, trabajó en una fábrica de papa y ahora ya trabaja en otra donde contratan a puros mexicanos; el otro no viene, no tiene papeles" (Marcia, 32 años, esposa de posesionario).

En lo que se refiere al perfil de los migrantes, la tendencia migratoria actual es preferentemente masculina. En tanto los migrantes de antaño viajaron solos, los actuales son jóvenes que incluso se hacen acompañar por sus esposas. Sobre esto, una informante refirió: "cuando mi hijo se fue ya estaba casado con una muchacha de Hueyotlipan, hace tres años que se la llevó, nada más tienen una niña, mi nuera ya no quiso tener más. A mi nieta se la llevaron de ocho años" (Mirka, 65 años, esposa de posesionario). Además, otra característica entre los migrantes actuales es que procrean hijos nacidos en EE.UU., muchos de los cuales inclusive no son conocidos por los parientes que se quedan en el lugar de origen. En situaciones inversas, algunos migrantes han dejado en el pueblo a hijos menores, y éstos crecen sin llegar a conocerlos, tal como ocurrió en el caso siguiente: "mi yerno también está allá, se fue cuando su hija la menor tenía dos años y ahora ya es una señorita, al otro niño lo dejó a la edad de tres meses, ya no los conoce, a la mejor ya se casó allá con otra" (René, 84 años, ejidatario), estas experiencias estarían indicando el reacomodo de las estructuras familiares tradicionales (Marchand, 2006).

Respecto a los espacios de trabajo, mientras que los "braceros" se ocupaban en actividades únicamente agrícolas, para los "mojados" se abrió un abanico de opciones más amplio, que incluye un conjunto de actividades para las mujeres. Los hombres migrantes actuales se emplean en el ramo de servicios -construcción, hoteles y restaurantes- y la industria -fábricas de ensamblaje-; y las mujeres en espacios considerados tradicionalmente femeninos (servicio doméstico, cuidado de menores, y restaurantes). En ocasiones, aquellos que migran no tienen las habilidades y los conocimientos de las actividades en las que serán contratados y deben aprender rápidamente, esto ocurrió con el pariente de un informante: "mi hermano anda en Nueva York, lleva un año, se fue con unos amigos de San Simeón, llama por teléfono cada ocho días, trabaja en la construcción, no sabía nada de pegar ladrillos pero la necesidad lo hizo aprender" (Pablo, 47 años, hijo de ejidatario).

En cuanto al destino de las remesas hoy, a diferencia del pasado, los migrantes destinan estos recursos no solamente a solventar necesidades de consumo familiar inmediato -vestido y alimentación por ejemplo -tal como ocurrió anteriormente. Los migrantes de fin de siglo destinan sus ahorros a la adquisición de bienes materiales durables tales como la construcción de viviendas o la compra de camionetas que representan el fomento al patrimonio familiar y personal, y además simboliza públicamente que su trayecto encubierto y el establecimiento en el país extranjero ha sido exitoso materialmente. De la manera siguiente lo dijo un informante: "mi hijo ya hizo su casa de dos pisos, está bien amueblada, tiene todo, pero ayunó para tener algo, otros que se han ido también vienen y se compran sus camionetas, pero ya muy pocos regresan a comprar tierras, ¿para qué, si no las van a trabajar?" (Mirka, 65 años, esposa de posesionario).

Efectivamente, tal como esta informante lo contó, en la estancia de campo no supimos de ningún migrante que estuviera optando por la compra de tierras; contrariamente, algunos titulares han recurrido a la venta de éstas para financiar los tránsitos clandestinos de parientes. Desafortunadamente, los datos recopilados no permiten distinguir si las remesas están siendo destinadas al financiamiento de proyectos colectivos de impacto en el desarrollo local o reservadas a la producción y la inversión agrícola. Creemos que la adquisición de vehículos es más bien para proyectar un bienestar aparente que para ser utilizado en las tareas del campo. Es importante aclarar que la totalidad de migrantes de los que tuvimos referencia no eran titulares de tierras. En otros ejidos de México, muy pocos migrantes están vendiendo sus tierras para irse, y la gran mayoría de los que salen pretenden crear fondos de ahorro para invertir en la parcela y volver ahí (Núñez Madrazo, 2000).

La mayoría de los informantes con algún familiar migrante -hijos principalmente- expresaron enorme intranquilidad sobre las expectativas de que ellos regresen al pueblo, y en consecuencia continúen trabajando las tierras. Una de ellas nos mencionó:

"Para que los hijos regresen está difícil, ya no les gusta estar en el campo, lo más seguro es que vendan las tierras. Mi esposo y yo pensamos que nada más vendrán a ver si ya nos morimos, y eso quién sabe, por eso ya no contamos con que van a venir, eso ya es mentira. Mi nuera dice que allá es más bonito, tienen todo, no se hace tanto de comer, las cosas ya están hechas, es difícil que ella se regrese a hacer tortillas" (Erika, 57 años, ejidataria).

Para los migrantes tlapenses estar en "el norte es otra manera de vivir", es novedoso, las ciudades están "más bonitas y limpias", el estilo de vida es moderno, es diferente de lo que ellos perciben del allá, en el plano de las actitudes introducirá un nuevo sistema de valores que considerarán superior a los modelos locales. También, la migración es un factor de frustración porque acrecienta las necesidades existentes y crea otras nuevas (García Zamora, 2007). Para los migrantes lo fundamental es que, estando allá, ellos podrán ganar más dinero que quedándose acá, sin embargo, recordemos el relato de Pablo comentando la necesidad de su primo por trabajar más horas del día y en más de un trabajo para obtener ingresos suficientes que les den para vivir allá, ahorrar y enviar dinero a su lugar de origen, además de los infortunios a los que tendrán que enfrentarse los migrantes. Justamente, concerniente a las vivencias de los migrantes en el país de destino se dice que los "braceros" de antaño gozaban de permiso para comunicarse con su familia, libremente podían enviar dinero y salir a las ciudades donde llegaban a trabajar, escenario que en el presente es totalmente ajeno debido a que la condición de ilegalidad de los migrantes y la complejidad en cómo están delineadas las políticas migratorias binacionales los colocan en riesgo extremo. La televisión es un medio de comunicación que ha permitido a los integrantes de las familias que permanecen en Santiago Tlalpan informarse sobre las penurias y los peligros que los migrantes enfrentan al viajar clandestinamente a EE.UU. La tragedia y el infortunio tan difundidos en noticieros televisivos dejan desolación y aflicción entre los familiares de los migrantes, particularmente las vivencias femeninas esconden preocupaciones emocionales importantes que afectan su salud mental. De la siguiente manera narró su vivencia una informante: "de que ando pensativa se me bajó la presión, tengo unos hijos en EE.UU. y para llamarles por teléfono es caro, mejor me espero a que ellos llamen, pienso en mi hija, es mujer y está esperanzada a que su marido le de permiso de hablar. Me pongo a pensar tanta cosa, me canso y me quedo dormida con las preocupaciones" (Mirka, 65 años, esposa de posesionario). A pesar de los riesgos en la experiencia migratoria y las dificultades que deben enfrentar los migrantes en estos movimientos ilegales, éstos no se han detenido. Durante el trabajo de campo supimos de al menos diez hombres jóvenes que en ese momento se iban ilícitamente a EE.UU, el pariente de uno de ellos contó: "últimamente mis hijos se fueron y ahora los van a alcanzar sus hijos, ninguno con papeles, todos de mojados, toda mi familia se está yendo para allá, unos van y vienen, y otros ya ni regresan, ya ni modo, nos estamos quedando solos" (René, 84 años, ejidatario).

 

Migración en la pequeña propiedad

En el año 1947 se autorizó al poblado el nombre de La Aurora, parte de su territorio está formado por una proporción de tierras que a principios del siglo XX correspondían a la hacienda Molino de Flores de Santa Ana Tepeyanco, el resto se integró con tierras que eran de propiedad privada, es decir, tierras que "eran desde nacimiento de por si de titular"19 conseguidas a través de la sucesión o la compra entre particulares. En La Aurora el número de informantes fue 30, viviendo en 19 unidades domésticas, el promedio de edad es 59.8 años, con un promedio de 5.5 hijos e hijas, la mayoría de entrevistados son oriundos de la localidad, los hombres son una proporción mayor de nacidos en ese lugar, mientras que más mujeres provinieron de poblaciones circunvecinas -Tepeyanco, Santiago Tlacochcalco y Santa María Acuitlapilco-. El matrimonio religioso fue el tipo de unión predominante entre los entrevistados, enseguida el matrimonio civil. En general, dos unidades domésticas dependen exclusivamente de las labores del campo, lo que significa que siete de 30 entrevistados (23.3%) se dedican únicamente a actividades agrícolas. En el resto de unidades domésticas -17- se cuenta con algún integrante que realiza otro tipo de actividades económicas, es decir, 14 de 31 entrevistados (46%) trabajan en el comercio, los servicios en el gobierno y la industria, aunque algunos continúan combinando de tiempo parcial las actividades agrícolas. Específicamente, las mujeres entrevistadas ocupan empleos no calificados en fábricas -obreras- o en talleres maquiladores, algunas han incursionado en empleos mejor remunerados -contadoras, secretarias, trabajadoras sociales y enfermeras-; por su parte los hombres realizan trabajos calificados en fábricas -supervisores, jefes de control de calidad, empleados de confianza- y se han incorporado en el sector servicios -intendentes, jardineros, vigilantes, veladores y reparadores de carreteras. La migración ilegal a EE.UU. ha sido adoptada como una modalidad de ingresos en un tercio de las unidades domésticas, prevaleciendo la migración masculina.

Hacia fines de los años cuarenta, a diferencia de la activa participación de los tlalpenses en los flujos migratorios de esa época, entre los habitantes de La Aurora no obtuvimos información de que alguno se hubiera involucrado en estos tránsitos binacionales legales (México-EE.UU.). En cambio, sí supimos que se desarrollaron redes migratorias interestatales, inicialmente con algunos estados de la región centro de México y posteriormente con entidades del sureste (Tabasco, Yucatán). Estos tránsitos migratorios se expandieron en las dos siguientes décadas conforme las rutas del comercio de productos agrícolas aumentaban. El comercio al menudeo era en ese momento la actividad económica principal y predominante realizada fuera de la localidad, el apogeo del comercio de productos agrícolas redituaba excelentes ingresos. La comercialización de estos productos "a detalle" los fines de semana y los días de tianguis ha sido una práctica económico-cultural que han practicado los habitantes de La Aurora, y ha moldeado los procesos históricos, sociales y económicos de esta población.

El traslado continuo de transportistas20 aurerenses a otras ciudades del país hizo que algunos descendientes de éstos se dedicaran a extender sus centros de comercio de productos agrícolas. Generaciones posteriores decidieron radicar en algunas de estas ciudades, especialmente en la ciudad de México. En la capital, unos se dedicaron al comercio de productos agrícolas, mientras otros migraron a estudiar, y algunos más buscaron otras fuentes de ingresos -sector servicios-; aunque la generalidad de los grupos migrantes continuaron manteniendo relaciones de parentesco con los integrantes de las familias que se quedaron en la localidad de origen. Las herencias de tierras les permitieron prolongar lazos estrechos entre ellos y el poblado; la gran mayoría tiene alguna propiedad, lo cual los haría regresar a la población durante los últimos años del siglo XX.

Durante la década de los ochenta y los primeros años de los noventa ocurrieron transformaciones importantes en la organización económica-productiva local: segmentación de las propiedades, ya sea porque éstas eran dadas en herencia o destinadas a la venta; disminución del tamaño de la superficie de los huertos y de la producción agrícola en éstos; nuevas modalidades para la comercialización de productos del campo; inauguración de un centro para el mercadeo de productos agrícolas que ha tenido gran impacto económico para la región Puebla-Tlaxcala; y ampliación de rutas de distribución que acrecentaron el número de mercados locales y foráneos. Además, el desarrollo de la industria en la región extendió su espacio geográfico y permitió alternativas de empleo heterogéneas para los pobladores de La Aurora. Sin embargo, ni las actividades productivas derivadas de la vida agrícola -incluido el comercio de productos agrícolas-, ni la generación de empleos en los centros fabriles fueron suficientes para impulsar la vida económica de los aurerenses. La demanda de fuentes de empleo por parte de pobladores de La Aurora condujo a la búsqueda de nuevas opciones de ingreso, entre éstas, aquellas actividades ofrecidas por el sector servicios; de manera particular, ante la creciente demanda de empleos por parte de un sector poblacional joven, la diversificación en la oferta laboral regional resultó insuficiente. La migración ilegal internacional se incorporó a la dinámica económica de los pobladores de La Aurora como un nuevo proceso socio-económico, y como una alternativa para los jóvenes.

A inicios de la década de los noventa, entre los aurerenses "la cosa se puso dura y a buscar otra manera de sobrevivir"; la heterogeneidad laboral ofertada en el nivel local, regional e interestatal fue insuficiente para los pobladores de La Aurora y no logró impedir que a mitad de esa década se registraran a los primeros habitantes de esta localidad en recorridos migratorios ilegales internacionales. Este patrón migratorio clandestino binacional transformó el modelo migratorio campo-ciudad interestatal que había prevalecido desde la primera mitad del siglo pasado. Desde entonces, la migración ilegal se incorporó como un elemento central de la vida económica de los aurerenses, las migraciones clandestinas en años recientes se han intensificado. Todos los casos de migración internacional que han ocurrido en esta población durante la última década han sido ilegales; los primeros migrantes aurerenses fueron registrados en 1994, en los años subsecuentes paulatinamente se incorporarían más pobladores. Para 2004 se tenía conocimiento que aproximadamente 25 hombres jóvenes se encontraban trabajando ilegalmente en EE.UU. El auge de la producción agrícola y la intensidad del trabajo en el campo que antaño posibilitaban a la mayoría de aurerenses "ganar bien" y vivir de éste, progresivamente fueron rebasados. Las actividades agrícolas que durante un gran periodo sostuvieron la vida económica y social de los aurerenses se cambiaron por la búsqueda "del sueño americano".

Esta quimera se convirtió, para pobladores de esta localidad, en una alternativa laboral y económica. Los testimonios de parientes de migrantes revelan que las dinámicas internas de estos procesos migratorios se han caracterizado por: a) la preeminencia masculina en dichos traslados, b) la vinculación del potencial migrante a una red ilegal de tránsito, c) la necesidad de contar con liquidez financiera para cubrir los costos del "paso", y d) las implicaciones al interior de las familias de quienes migran. Entre los migrantes de los que tuvimos conocimiento no hubo ninguna mujer, la mayoría se fueron "al norte" utilizando una red de tráfico ilegal formada por habitantes de poblados circunvecinos, quienes ya tienen una larga trayectoria en "irse de mojados". Este tipo de servicio implica altos costos -el monto actual de estos trayectos fluctúa entre veinte mil y veinticinco mil pesos- pero se supone prevendrá ciertos riesgos. Los informantes dijeron que es importante contar con alguna persona que previamente ha cruzado la frontera ya que ésta apoyará al nuevo migrante en la búsqueda de empleo en el lugar de destino y para tener un lugar a donde llegar. Es preferible contactar a algún "pollero" que sea recomendado por otro migrante que ya ha vivido la experiencia, ésto dará mayor certeza a la familia de que aquel que se va llegará a su destino en una situación más segura que yéndose sólo y por su cuenta. De la manera siguiente una informante narró la experiencia de su cuñado y esposo: "mi cuñado se fue primero con unos 'polleros' de Zacatelco, estuvo un tiempo y se regresó. Como traía dinero puso un negocio, pero no le resultó y se volvió a ir. Luego, mi esposo lo acompañó, y sólo una vez han vuelto, los dos ya no vieron crecer a los hijos, se fueron por la línea, dicen que es mejor que por el desierto pero es más caro, viajan en avión con pasaporte falso, van bien cambiados, les prestan ropa" (Renata, 32 años, nuera de pequeño propietario, maquila). En este testimonio se ilustra que la partida del migrante significará la ruptura familiar, o por lo menos que el migrante no verá crecer a los hijos, situación muy similar a lo que ocurre entre los tlalpenses.

Los pagos de estos viajes dependerán de la modalidad previamente convenida; por lo regular se hace un primero antes de la partida del migrante, y posteriormente se liquida el resto a su llegada al lugar de destino, una vez que algún familiar comprueba telefónicamente que el viajero se encuentra bien. También pueden establecerse tratos en donde el segundo pago es cubierto durante los primeros meses después de su instalación, cuando el migrante ha juntado dinero. Las narraciones de estas experiencias migratorias contadas por familiares afirman que los primeros años son decisivos para reunir recursos. En un periodo de tres años los migrantes tendrán que juntar dinero y enviar periódicamente a la familia, si las mejoras en el bienestar familiar no se dan en este plazo, por ejemplo comprar una casa, terrenos o autos, es muy posible que no se logren posteriormente. Este fracaso material puede conducir a que el migrante no desee regresar al pueblo. La suegra de un migrante relató: "mi yerno está en el norte, es mecánico, ya tiene tres años, se fue primero por dos años y regresó por tres meses, pero ni en ese tiempo ni hasta ahora ha juntado dinero, no le va bien porque gasta mucho, no ahorra. A mis sobrinos les ha ido mejor, ellos dicen que todo depende de cada uno porque allá es igual que acá, acá ganamos poco pero todo es más barato, y allá ganan más pero todo es más caro y sí no lo cuidan no sirve, entonces ¿para qué se van?" (Gloria, 56 años, esposa de pequeño propietario, comerciante y campesina).

Situaciones similares fueron narradas por otros informantes. Además, entre los migrantes la tierra o el "interés" como bien económico no parece ser significativo; de hecho, no supimos de ninguno que estuviera destinando ahorros para la compra de tierras, la mayoría al viajar eran de edad joven y se dedicaban a otras ocupaciones económicas que no incluían las actividades agrícolas. Así, la valoración y el apego a la tierra no es entrañable entre ellos y el razonamiento de la siguiente informante ni siquiera forma parte de sus pensamientos: "somos muy tontos, ¿de dónde comemos sino del campo? pero muchos ya no tienen aspiraciones porque si las tuvieran no dejarían sus tierras, los jóvenes ya quieren las cosas fáciles y se largan a sufrir al norte" (Lupita, 75 años, esposa de pequeño propietario, comerciante y campesina).

Una estrategia para lograr un bienestar económico familiar que han establecido los migrantes es organizar fondos de ahorro entre migrantes a través de tandas o préstamos colectivos, tal como lo contó una informante: "a unos les funciona irse al norte porque les gusta trabajar y saben guardar el dinero, pero si son malgastados no van a hacer nada. Mis hijos allá organizan tandas, y cuando juntan dinero se lo mandan a sus mujeres, de eso han ido haciendo su casa" (Lourdes, 64 años, esposa de pequeño propietario, comerciante). Sin embargo, para reunir algún ahorro y enviar dinero a la familia, los migrantes deberán trabajar hasta en dos o tres lugares en condiciones de inseguridad y de vida sumamente críticas y deprimentes. Veamos lo que dijo sobre esto una mujer: "unos parientes que están en EE.UU. nos cuentan que allá ellos no están libres, andan escondidos, sólo van de su casa a su trabajo; la comida es diferente y cara, la vivienda igual pero están allá porque ganan un poco más, otros se hacen de dinero, pero viviendo amontonados en un cuarto" (Raquel, 68 años, esposa de pequeño propietario, comerciante).

A pesar de estas adversidades, los intentos de los aurerenses por viajar y lograr el inalcanzable sueño americano son insistentes. Entre los aurerenses, se ha incrementado el número de participantes en estos tránsitos migratorios ilegales. Posiblemente algunos, después de hacer dos o tres viajes, decidan regresar de manera definitiva, mientras otros iniciarán en el país de destino otras experiencias que les significarán la ruptura familiar y el olvido de quienes se quedaron. Al respecto, una informante narró: "tengo tres sobrinos en el norte, dos ya se casaron allá y el otro creo se va a jalar a su esposa y sus hijos; ellos allá ya tienen casa, se les hizo más fácil porque sabían del trabajo de imprenta. Los que se han ido ya por mucho tiempo y regresan al pueblo ya no les gusta, están sólo unos días y se vuelven a ir, ellos ya tienen la costumbre o el modo de allá, el dinero se les hace poco" (Gloria, 56 años, esposa de pequeño propietario, comerciante y campesina).

 

Conclusiones

A partir de mitad de la década de los noventa, la migración internacional representa para los tlalpenses y los aurerenses una opción importante de ingreso, y una alternativa para la supervivencia. En la organización de la pequeña propiedad este fenómeno fue más tardío que en el sistema ejidal; en estos procesos las mujeres en ambas poblaciones se han incorporado más lentamente. En Santiago Tlalpan, las dinámicas migratorias ocurridas durante la década de los cincuenta del siglo pasado quedaron atrás. El nuevo patrón migratorio entre los tlalpenses tiene otra perspectiva: el estatus migratorio y la dificultad en las movilizaciones indican que la ilegalidad, la inseguridad y la falta de una política estatal al respecto acompañan a estos tránsitos; además, la tendencia masculina que caracterizaba al perfil de los migrantes ya no es exclusiva, ésta comenzó a declinar, el número de mujeres acompañantes de migrantes ha crecido; la incursión femenina abrió opciones de contratación para ellas en los lugares de destino y desplazó las actividades agrícolas para ellos no sólo allá, sino también acá. El futuro de las tierras entre los tlalpenses es incierto, particularmente, la mayoría de informantes con familiares migrantes expresaron intranquilidad sobre las expectativas de que ellos regresen al pueblo, y en consecuencia continúen trabajando las tierras. Presuponemos que las remesas no se están destinando al financiamiento de proyectos colectivos de impacto en el desarrollo local; ello incluye reservar los envíos de dinero a la producción y la inversión agrícola familiar. Más bien sentimos que la adquisición de algunos bienes es más para proyectar un bienestar aparente que para ser utilizado en las tareas del campo. En La Aurora, a pesar de la heterogeneidad laboral ofertada a sus habitantes, los primeros recorridos migratorios ilegales internacionales se iniciaron a mitad de la década de los noventa. Este patrón migratorio transformó el modelo migratorio interestatal de décadas precedentes y es un elemento central de la vida económica de los aurerenses. En años recientes las migraciones clandestinas se han acelerado, las dinámicas internas de estos procesos están caracterizados por una preeminencia masculina, la necesidad de vinculación del potencial migrante a una red ilegal de tránsito, la necesidad de contar con liquidez financiera para cubrir los costos del "paso", y los reacomodos al interior de las familias de quienes migran. Particularmente, en lo que respecta a la vinculación con la tierra, parece que para los migrantes el "interés" como bien económico ya no es significativo, ninguno está destinando ahorros para la compra de tierras o la inversión agrícola, la mayoría eran en su primer viaje jóvenes y se dedicaban a otras ocupaciones económicas que no incluían el campo. En ambas poblaciones, y a pesar de que las experiencias de los migrantes narradas por sus parientes indican vivencias dolorosas, dichos movimientos ilegales en lugar de frenarse se están acelerando y cada vez más están involucrando otros actores y actrices del medio rural.

 

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Notas

1 Para el caso mexicano corresponde el Programa de Certificación de Derechos Ejidales Solares y Titulación de Solares (PROCEDE) creado para llevar a cabo la regularización de la propiedad social, que fue puesto en marcha a final de 1992.

2 La apertura comercial, no sólo del sector agropecuario mexicano, sino de otros sectores de la economía nacional se inició en 1986 con la incorporación de México al Acuerdo General de Aranceles y Tarifas (GATT) y culminó en 1994 con la firma del TLCAN.

3 El 7 de noviembre de 1991, el Presidente Carlos Salinas de Gortari anunció su propuesta de reformar dicho artículo. La nueva ley agraria fue decretada en 1992.

4 Periódico La Jornada, 30 de agosto de 2006.

5 Para 2004 se calculó un promedio anual de 400 mil mexicanos que abandonaron el país para establecer su residencia en EE. UU. Estimaciones de la ONU precisan que esta cifra para el período 2000 a 2005 colocó a México como principal emisor de emigrantes del mundo, seguido por China y la India (Delgado y Márquez, 2005).

6 Un mecanismo de exclusión se localiza cuando el derecho a la tierra es cedido por las leyes del Estado y por las normas locales comunitarias a los jefes de hogar, en su mayoría hombres (Deere y León, 2000).

7 Este periodo comprendió de enero a julio de 2004. Las entrevistas se aplicaron de manera alterna en ambas localidades. La estancia en las poblaciones en el transcurso de estos siete meses fue tres días por semana para cada una.

8 En décadas anteriores ya se habían instalado los corredores Tlaxcala-Puebla (entre el periodo 1945-1951) y San Martín Texmelucan-Tlaxcala (González, 2003).

9 En 1971, la Federación de Estudiantes Tlaxcaltecas presentó ante la Presidencia de la República la primera denuncia de la existencia de latifundios en la región norte de Tlaxcala, esta acusación incluía a 75 familias que poseían latifundios, algunos de ellos localizados en los predios de San Blas del municipio de Hueyotlipan.

10 Villareal (2000) haciendo un análisis de las desigualdades al interior de la región centro del país encuentra que en la distribución del Producto Interno Bruto (PIB) per cápita, mientras que en el Distrito Federal era de 3 127 pesos, los estados de México y Morelos alcanzaban 1 028 y 1 070 pesos. En cambio, los habitantes de las entidades con más población rural como Puebla, Hidalgo y Tlaxcala, ganaban menos de 1 000 pesos al año. Esta autora enumera otros indicadores de disparidad económica -promedios de inversión física, porcentajes de participaciones federales, niveles de escolaridad, entre otros.

11 Esta información incluye solamente las migraciones reportadas como legales.

12 Este proceso consiste en el traslado -ida y retorno diario- durante algunos días de la semana de un importante número de mujeres que reside en el campo tlaxcalteca pero que sobreviven por las diversas actividades que realizan en el sector informal en la zona metropolitana de la ciudad de México, dedicadas principalmente a la venta de alimentos.

13 En el periódico de circulación local El sol de Tlaxcala de marzo, 2006 se señala a los municipios de Tepeyanco y Hueyotlipan como los municipios con los índices de más alta migración internacional en la entidad.

14 Los municipios que han registrado el mayor número de enajenaciones son Huamantla, Tlaxco, Santorum de Lázaro Cárdenas, Ixtacuixtla y Hueyotlipan, 39.9% del total de enajenaciones se han registrado en estos municipios.

15 Este promedio corresponde a las 21 unidades domésticas, incluidas aquellas donde los informantes fueron hermanos y madres solteras, aunque en estos casos, el promedio fue tomado de sus padres ya que en ellos recaía la titularidad del derecho ejidal.

16 El Sol de Tlaxcala, 1955, periódico de circulación local.

17 Para 2005, los migrantes que viajaron bajo los acuerdos del Programa Bracero estaban demandando las indemnizaciones contractuales que les correspondían; sin embargo, hasta 2008, dichas negociaciones habían quedado en meros tratos burocráticos que no les favorecían la entrega de las compensaciones económicas demandadas.

18 El solicitante tiene que ser campesino o jornalero agrícola viviendo en localidades rurales, de entre 22 a 45 años de edad, casado o en unión libre con o sin hijos, escolaridad mínima de tercero de primaria y máxima de primero de preparatoria, sin tener antecedentes penales y que su cónyuge no participe en el programa. Todos estos criterios deberán ser acreditados en documento oficial (http://www.cofemer.gob.mx/wwwroot/BuscadorRFTS/DatosGenerales.asp?homoclave=STPS-03-003&modalidad=1&identificador=381736&SIGLAS=STPS).

19 Documentos encontrados en el Archivo General de la Nación sobre la tenencia de la tierra en Tepeyanco señalan que en 1873 vecinos de Tepeyanco, considerados del grupo de hispanos, denunciaron la existencia de terrenos pertenecientes a la iglesia y solicitaron su adjudicación. Con base en esto, González (2003:218) precisa que fue en esa época que se reorganizó la propiedad privada en este municipio.

20 Los "fleteros" y los "transportistas" fueron pobladores de gran poderío económico que integraron grupos, lo cual les permitió extender sus redes comerciales.

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