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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.3 no.1 Texcoco ene./jun. 2006

 

Relaciones de género en el Programa de la Mujer en el Sector Agrario (PROMUSAG)

 

Gender relations in the Woman's Program in the Agrarian Sector (PROMUSAG)

 

Lucía Durón-García*, Emma Zapata-Martelo*, Pilar Alberti-Manzanares* y Laura E. Garza-Bueno*

 

* Estudios del Desarrollo Rural. Campus Montecillo. Colegio de Postgraduados. 56230. Montecillo. Texcoco, Estado de México. (luciadurong@hotmail.com) (emzapata@colpos.mx) (palbertib@yahoo.com.mx) (garzabueno@yahoo.com)

 

Resumen

Este trabajo tuvo como objetivo mostrar la compleja red de relaciones entre el Estado, las organizaciones campesinas, técnicos (as) y mujeres rurales como sujetos del desarrollo dentro de la dinámica del Programa de la Mujer en el Sector Agrario (PROMUSAG) de la Secretaría de la Reforma Agraria (SRA), así como la transversalidad de género que el programa dice tener. Los resultados revelan que la transversalidad del enfoque de género en la dinámica del PROMUSAG se trunca por el diseño del programa, así como por las relaciones tradicionalistas entre Estado, organizaciones campesinas, técnicos (as) y mujeres rurales, lo que dificulta el desarrollo rural con perspectiva de género.

Palabras clave: Empoderamiento, género, relaciones intersectoriales, transversalidad de género.

 

Abstract

The purpose of this study was to show the complex network of relations between the State, the peasants' organizations, technicians and rural women as subjects of development inside the dynamics of the Woman's Program in the Agrarian Sector (PROMUSAG) of the Agrarian Reform Secretariat (ARS), as well as the gender mainstreaming that the program is supposed to have. Results showed that mainstreaming of the gender approach in the PROMUSAG dynamics is shortened by the program design, as well as by the traditional relations between State, peasants' organizations, technicians and rural women, what makes the rural development from the gender perspective difficult.

Key words: Empowerment, gender, inter-sectorial relations, gender mainstreaming.

 

Introducción

En este trabajo se analizan las políticas públicas dirigidas a mujeres rurales a través del ^Programa de la Mujer en el Sector Agrario (PROMUSAG). Su estudio se abordó a partir de los distintos planos relacionales que se establecieron en el proceso de instrumentación del programa, los cuales contemplan las relaciones entre el Estado, las organizaciones campesinas, las y los técnicos y las mujeres rurales que participan con proyectos productivos, todo ello desde una perspectiva de género.

La zona de estudio está en el municipio de Yecapixtla, en Morelos (comunidades de Huesca y Tecajec), donde se localizan dos proyectos generadores de ingresos financiados por el PROMUSAG. La metodología empleada consistió en aplicar entrevistas semiestructuradas a los cuatro agentes que intervienen en la dinámica del programa. El planteamiento considera el sistema de relaciones que se establece entre los protagonistas de los proyectos de PROMUSAG, caracterizado por una visión androcétrica y tradicionalista que otorga a las mujeres un papel secundario, y no les permite adueñarse de sus propios proyectos.

El PROMUSAG opera desde 2002, financiando proyectos productivos a grupos de mujeres rurales, principalmente a aquellas con pobreza patrimonial; con el objetivo de fomentar la ocupación productiva y una mejoría en su calidad de vida. Los instrumentos con que cuenta para alcanzar sus objetivos son: financia-miento, capacitación y ayuda a la comercialización. En cuanto al primero, sus reglas señalan un monto máximo de 180 mil pesos. Esta cifra incluye el pago del técnico que apoye a un grupo por la formulación del proyecto, su evaluación, su puesta en marcha, y la capacitación técnica (segundo instrumento). En cuanto a la comercialización, la ayuda consiste en promover ferias rurales, en donde las beneficiarias asisten y ofrecen los productos generados en el marco de su proyecto. Los documentos normativos no hacen referencia a la articulación entre estos tres aspectos clave del proyecto productivo, por lo que éstos no suelen tener una clara finalidad de mercadeo y la capacitación tiende a focalizar los aspectos técnicos del mismo, por lo que la comercialización en ferias es una eventualidad positiva, pero no una oportunidad a largo plazo.

Las instancias operativas del programa se diseñaron esencialmente para seleccionar los proyectos y sus beneficiarias, por lo que no hay un acompañamiento durante la incubación y consolidación de ellos. Aunque hay supervisión, ésta tiene un carácter más administrativo que formativo o de seguimiento.

Este programa se ha beneficiado por diversas luchas campesinas que han tenido logros trascendentales como el Acuerdo Nacional para el Campo (ANC), firmado en el año 2003 por organizaciones campesinas y el Poder Ejecutivo Federal, y gracias al cual se logró aumentar 100% el presupuesto asignado al PROMUSAG, que en 2003 fue de 200 millones de pesos.

Otro logro del ANC fue la participación abierta de las organizaciones campesinas firmantes en programas gubernamentales. En el caso del PROMUSAG, del presupuesto anual asignado 50% está destinado a financiar proyectos productivos de grupos de mujeres de dichas organizaciones, por lo que éstas tienen mayor certeza de ser beneficiadas por el programa. Las organizaciones son tutoras de los grupos de las mujeres que apoyan.

La participación formal de las organizaciones campesinas como gestoras y tutoras, y la cada vez más amplia participación de técnicos (as) que, operando por su cuenta, participan como promotores y acompañantes de los proyectos generadores de ingresos, propició la conformación de amplias redes de relaciones encaminadas a un mismo fin: impulsar proyectos exitosos entre las mujeres rurales. Hasta ahora, sin embargo, la mayoría de los estudios dirigidos a este tipo de programas suele abordar el análisis de los proyectos a partir de la relación costo beneficio del programa o de la relación entre el estado que financia y los grupos que aplican el financiamiento. Se ha examinado poco la compleja red de actores formada como resultado del retiro del estado y que hoy, al igual que éste, comparte la responsabilidad del éxito o fracaso de los proyectos no sólo desde el punto de vista financiero, sino desde la perspectiva de género.

Por ésto, se consideró necesario examinar el enfoque de género en todos los niveles a los que llega el programa. El PROMUSAG debe considerar este enfoque en su diseño y operatividad. El trabajo de las organizaciones campesinas también debe incluir la perspectiva de género, así como el trabajo de las y los técnicos; es decir analizar la dinámica del PROMUSAG en su red de relaciones, así como la presencia o ausencia de la transversalidad del enfoque de género.

 

Transversalidad de género en políticas públicas

La incorporación del enfoque de género a las políticas públicas es resultado de un largo proceso social y político en varias partes del mundo, promovido principalmente por mujeres. Para los fines de este estudio tomaremos la definición de Alberti (2004:21), quien dice que el género es: una categoría teórica metodológica que analiza la construcción social de la diferencia sexual, cuestiona las relaciones desiguales de poder y propone el cambio hacia la equidad de géneros. Estas últimas características se abordarán en este estudio: el género cuestiona las relaciones desiguales de poder y propone el cambio hacia la equidad. Su perspectiva surge desde el feminismo para impulsar la equidad y la justicia social para las mujeres, bajo un ordenamiento cuyo eje central es el poder. Esta incorporación ha generado la implementación de proyectos específicos orientados a las mujeres, los cuales deben responder a la singularidad de la situación de éstas (Guzmán, 1998). Con la institucionalización de este enfoque en las políticas públicas nacionales, se ha atribuido a las mujeres el papel de protagonistas del desarrollo.

Con una visión amplia del desarrollo humano, donde las mejoras de la condición de vida de las personas no se restringen al incremento de los ingresos, es fundamental que un programa como éste se desarrolle bajo la perspectiva de género, que exista una voluntad explícita de las autoridades de promover una redistribución entre los géneros en asignación de recursos, derechos civiles, participación, posiciones de poder y autoridad, valoración del trabajo de hombres y mujeres. El programa también debe incluir mecanismos para garantizar los objetivos mencionados. Este enfoque se debe aplicar en todos los niveles a los que llegue el programa, para garantizar la transversalidad de género.

Por transversalidad de género se entiende "la organización, mejora, desarrollo y evaluación de los procesos políticos, de modo que una perspectiva de igualdad de género se incorpore en todas las políticas, a todos los niveles y en todas las etapas por los actores normalmente involucrados en la adopción de medidas políticas" (Astelarra, 2005:85).

Para apreciar la transversalidad del enfoque de género en un programa de desarrollo es necesario que el gobierno esté dispuesto a generar modificaciones que afecten desde la Constitución y leyes nacionales vigentes, hasta las políticas sectoriales de desarrollo, pasando necesariamente por un cambio de los conceptos estereotipados de los roles de género (Haming, 1999).

No basta una intención gubernamental, es necesaria una articulación vertical y horizontal con los (as) diferentes agentes que se relacionan con un programa; se requiere la presencia de la transversalidad horizontal y vertical del enfoque de género. Existen dos tipos de transversalidad de género: la vertical es el enfoque que considera los lineamientos sobre igualdad de manera que se vinculan el contexto internacional con el nacional y local. La horizontal es el enfoque que considera los lineamientos realizados por un gobierno concreto en todas sus dependencias, a favor de la igualdad (Alberti, 2004).

La transversalidad del enfoque de género en políticas públicas es la presencia de la perspectiva de género en toda la dinámica que implica la política y en cada uno de los (as) agentes que intervienen en dicha dinámica, con el fin de obtener los mejores resultados en la población objetivo (empoderamiento).

Verticalmente, el enfoque de género debe reflejarse en las actividades de cada agente que interviene en la dinámica del programa, es decir, el programa en sí, las organizaciones campesinas, quiénes prestan servicios especializados y la población objetivo, en este caso las mujeres rurales. Horizontalmente el enfoque de género tiene que reflejarse en las acciones de aquellas dependencias y organismos gubernamentales que apoyen el desarrollo de la dinámica del programa. En el presente estudio se aborda solamente la transversalidad vertical.

 

Programas de desarrollo dirigidos a mujeres rurales en México

En México ha habido muchos programas dirigidos a mujeres rurales, entre otros los denominados Oportunidades implementado en el sexenio del presidente Vicente Fox (2000-2006), que sigue los lineamientos del PROGRESA del gobierno de Ernesto Zedillo, (19942000). Ambos programas se dirigen a la atención infantil en tres ámbitos: salud, alimentación y educación. Entre los dirigidos a mejorar la salud de las mujeres, la mayoría están orientados hacia la reproducción: concepción en su inicio y anticoncepción en las últimas décadas. De acuerdo con Fernández y Martínez (1997) los programas enfocados a la salud deben incluir el ejercicio libre y responsable de la maternidad, y promover la información y educación sexual. Sin embargo, de acuerdo con Vázquez (2002), en diversas comunidades del ámbito rural existe: "...sospecha de abusos de ciertas prácticas como esterilizaciones y colocación de dispositivos intrauterinos (DIU) sin consentimiento de las mujeres, u hormonales sin los exámenes correspondientes. También es evidente el maltrato a que son sometidas las mujeres por agentes de salud que prestan los servicios".

Las políticas dirigidas a mejorar la alimentación de las mujeres rurales (aunque están orientadas a mejorar la de las familias rurales), responsabilizan a las mujeres, ya sea por otorgarles despensas de canasta básica, dinero, animales o cultivos de traspatio. Estos programas no tienen enfoque de género, ya que de acuerdo con Aguilar (1998) en principio las mujeres deben ser vistas como agentes de cambio, y estos programas contienen un modelo de desarrollo tradicional, que reafirma los roles establecidos para las mujeres.

Otros programas dirigidos a las mujeres rurales son los enfocados a generar ingresos; programas usualmente con dos modalidades: generación de empleo y proyectos productivos. Según Rendón (2003) se discrimina laboralmente a las mujeres con menores oportunidades de empleo, salarios inferiores por el mismo trabajo que los hombres y menores oportunidades de ascenso laboral. La mecánica de los programas dirigidos a generar ingresos vía proyectos productivos consiste en que las mujeres organizadas formulen, con la ayuda de un profesional, un proyecto productivo para ser financiado y puedan ingresar a la esfera de la producción. Sin embargo estos proyectos de generación de ingresos generalmente no fomentan la equidad de oportunidades, ni promueven nuevas relaciones de género, lo que en la mayoría de los casos genera una mayor carga de actividades para las mujeres que participan.

Un programa con perspectiva de género debe incluir un conjunto de principios, acciones y medidas estructuradas en forma lógica, continua y sistemática, dirigido a lograr relaciones más equitativas entre mujeres y hombres en los ámbitos social, económico, político, organizativo o en aquellas esferas de impactos de su trabajo (Aguilar, 1998). Para crear programas de desarrollo con enfoque de género se debe (Fernández y Martínez, 1997; Aguilar, 1998; Arriagada, 1999):

• Considerar a las mujeres como protagonistas activas del cambio.

• Garantizar una participación plena, real, activa y de calidad de las mujeres.

• Facilitar los trámites legales.

• Formar y educar a las mujeres en aspectos administrativos y de género,

• Sensibilizar en género para transformar modelos tradicionales.

• Fomentar la igualdad en el empleo, la equiparación cualitativa y cuantitativa.

• Promover el espacio sociocultural, la información, la formación y la cultura.

• Reconocer que, para las mujeres, por su doble o triple jornada de trabajo es más difícil participar en igualdad de condiciones que los hombres en actividades comunales.

• Involucrar a los hombres, explicando que el problema de equidad se genera por relaciones de poder desiguales e inequitativas entre géneros.

Aunque muchos de los programas aludidos en este apartado cumplen con algunas de las características del enfoque de género, la mayoría integra las acciones en una sola estrategia para promover y conseguir una participación plena, real, activa y de calidad de las mujeres (Aguilar, 1998). Otro punto que no han tomado en cuenta es la incorporación de los hombres a programas dirigidos a mujeres, a través de capacitación de género, ya que así se identificarían los problemas de equidad, generados por las relaciones desiguales de poder (Zapata, 2005; Martínez, 1999; Mercado, 1997; Townsend, 2002; Vázquez, 2002).

 

Escenario de la investigación

En este trabajo fueron protagonistas los agentes responsables del PROMUSAG y los grupos que interactúan con ellos: de mujeres, organizaciones campesinas y personal técnico. Enseguida se caracteriza al PROMUSAG y a los proyectos productivos de los dos grupos de mujeres analizados en este estudio.

El programa opera en todos los estados del país, aunque de manera desigual. Un alto porcentaje de los proyectos financiados se concentran en algunos estados; por ejemplo, para 2004, destacaron los estados de Veracruz con 2170 proyectos, Oaxaca con 2131, Tamaulipas con 1720, Chiapas con 1537, Tabasco con 1257, Michoacán con 1178, Morelos con 1074, Hidalgo con 950 y Campeche con 827.

Se analizaron dos grupos del estado de Morelos. El primero llamado La Cañada con 12 integrantes, participó bajo la tutela de la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas (UNTA), que designó al técnico que trabajaría con dicho grupo. El proyecto productivo con el que participaron fue de engorda de bovinos, en la comunidad de Yecapixtla, Morelos; dicho proyecto fue financiado con 178 400 pesos, el monto máximo otorgado de acuerdo con las reglas de operación del PROMUSAG. El otro grupo está en la comunidad de Tecajec, Yecapixtla, Morelos. Este grupo llamado Cibertazmia tiene tres integrantes, participó con un proyecto de café internet y fue financiado con 59 622 pesos.

En el caso del grupo La Cañada el proyecto surgió de la vinculación con una organización campesina, lo que dió pie a una amplia red de relaciones entre diversos agentes, esquematizada en la Figura 1.

Más adelante analizaremos cómo, a través de las relaciones que genera esta dinámica entre los (as) diferentes agentes que intervienen, se dibuja o desdibuja la transversalidad de género.

El grupo Cibertazmia, participó como de libre demanda, sólo tuvieron la asesoría de un técnico (familiar de la socia que fungió como presidenta). Este proyecto fue financiado con 59 622 pesos, mismos que sirvieron para comprar tres computadoras, una fotocopiadora, cuatro mesas y la conexión a la red de internet. Este grupo se desintegró y la presidenta se quedó con el proyecto sin retribuir nada a las otras dos socias.

Estos dos casos, a pesar que participaron cada uno por diferentes vías (uno a través de organizaciones campesinas y otro de libre demanda), tienen similitudes. Ninguno de los proyectos productivos financiados presenta enfoque de género. La ausencia de transversalidad de género en los agentes participantes, hace que la intención de incluirla en la dinámica de este programa se difumine. En ambos casos los efectos son la falta de un proceso organizacional, así como falta de participación activa de las mujeres beneficiadas en la gestión de los recursos.

 

Las experiencias de La Cañada Y Cibertazmia

La Cañada

Las 12 mujeres del grupo La Cañada participan en la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas (UNTA), y fueron beneficiarias del PROMUSAG en 2003, con un proyecto de engorda de bovinos. Este proyecto fue elaborado por el técnico que les asignó la UNTA; ellas no participaron en su elaboración ni lo conocieron, pero la idea fue suya. La participación en la dinámica del PROMUSAG fue un premio para las mujeres beneficiadas por su colaboración y apoyo a las actividades de la organización campesina a la que pertenecen; así lo consideran las mujeres del grupo; quiénes recibieron 180,000 pesos para financiar su proyecto, monto máximo a otorgar. Se entregó a dos integrantes del grupo, la presidenta y la tesorera.

En el proyecto se estipulaba que el pago al técnico por la elaboración del proyecto y la asistencia era 15 000 pesos. Las mujeres buscaron su proveedor y compraron los becerros, dos para cada una. El grupo de mujeres se conformó al azar por la dirigente de la UNTA en Huesca, y así se les asignó el técnico que elaboró el proyecto y les brindó capacitación.

De las 12 integrantes del grupo La Cañada, diez tenían experiencia en la engorda de bovinos, dos nunca habían tenido esta actividad y aceptaron participar sólo para recibir el apoyo y completarlo. Las tres entrevistadas dijeron que los becerros obtenidos se sumaron a los que su esposo tenía, y que ellas atendían como producción de traspatio.

Las mujeres atendieron a los animales en sus ratos libres y comentaron, de manera informal, que cuatro de las integrantes del grupo vendieron los animales a tres meses de adquiridos. Los vendieron porque no tenían tiempo para atenderlos y alimentarlos, además que les generaban un egreso extra, ya que la alimentación del ganado no estaba contemplada en los gastos del proyecto.

A este grupo, el proyecto productivo no le generó merma de actividades; por el contrario, se incrementó su gasto de dinero y de tiempo, ya que representó una actividad extra a la ya cargada rutina laboral. Aunque las mujeres tenían mayores ingresos porque generaron una actividad productiva, la carga de actividades domésticas no disminuyó.

El grupo se formó para cumplir un requisito, no se realizó un proceso organizativo como tal, en tanto no manifestaban haberse reunido para tomar decisiones. Se mantuvieron unidas desde que la dirigente las agrupó para entregar los documentos requeridos, hasta que se les hizo entrega de los animales.

Mencionan tener el deseo de que se vuelva a formar el grupo para trabajar de manera independiente.

Este proyecto se consideró porque además de representar una actividad tradicional y masculina, recibió un monto considerable, que pudo haber tenido éxito en organización, ingresos y empoderamiento.

Las características de las socias de este grupo son homogéneas: la edad promedio de las doce es 48 años; todas saben leer y escribir, su escolaridad promedio es de seis años; cuatro de las doce son jefas de hogar; 70% ya tenía experiencia en la crianza de animales; todas son amas de casa, seis de ellas además son comerciantes y elaboran productos lácteos como quesos, cremas y mantequillas; las otras seis producen hortalizas en el traspatio y participan con sus esposos en labores agrícolas y frutícolas. Se puede mencionar que las doce mujeres del grupo La Cañada son rurales y campesinas.

Cibertazmia

Las mujeres del grupo Cibertazmia no están afiliadas a ninguna organización campesina. Tres pertenecen a este grupo, pero solamente una hizo uso efectivo de los recursos otorgados por el PROMUSAG. Un técnico se acercó a la presidenta del grupo, por cierto su familiar, y le ofreció elaborarle un proyecto productivo para que ella lo manejara. Solamente tenía que conseguir dos integrantes más para conformar un grupo, ya que el PROMUSAG estipula mínimos de integrantes. Ella formó el grupo y se nombró presidenta, pero no comunicó a las otras dos integrantes de qué se trataba el proyecto, solamente les pidió la documentación y sus firmas. El proyecto fue aceptado y recibieron un monto de 59,622 pesos, con los cuales financiaron el proyecto de un café internet. El monto fue entregado solamente a la presidenta y al técnico, y nunca se notificó a las otras integrantes que el proyecto había sido aprobado y financiado por el PROMUSAG.

Se compraron tres computadoras, cuatro mesas, dos impresoras y una fotocopiadora, las cuales quedaron en manos de la presidenta del grupo. El café internet solamente operó en la comunidad durante seis meses, después se mudó a la ciudad de Cuautla y allí sigue operando como negocio particular. El grupo nunca existió como tal.

Se seleccionó este proyecto porque representaba un giro diferente y novedoso. Además, se creyó que al ser un grupo independiente a las organizaciones campesinas, los efectos del financiamiento tendrían éxito en cuanto a organización, ingresos y empoderamiento.

A pesar que este proyecto benefició a una mujer, es exitoso económicamente porque generó una actividad principal para la dueña, ingresos económicos y cierto grado de independencia de sus familiares.

 

Relaciones entre los y las agentes que intervienen en la dinámica del PROMUSAG

En México los programas de desarrollo rural dirigidos al sector femenino están orientados a lograr un proceso de cambio y modernización de las zonas rurales atrasadas, tradicionalmente campesinas, convirtiendo a las mujeres, Estado y organizaciones locales y regionales, en agentes de transformación (Campillo, 1994). Tal es el caso del PROMUSAG, que ha generado una dinámica muy interesante, pues participan en él varios actores sociales: el Estado (representado por el programa), las organizaciones campesinas (que a partir de 2003 con la firma del ANC, tienen la tutela de representación de grupos de mujeres), prestadores(as) de servicios profesionales y mujeres rurales.

Insertos en políticas de desarrollo, los agentes mencionados anteriormente, generan diversas interacciones entre ellos, formando una red compleja de relaciones e influencias que caracterizan el ambiente rural.

Relación Estado - Organizaciones campesinas

Como consecuencia de un proceso de transformaciones económicas, políticas, sociales y culturales derivadas de la globalización, se observan cambios importantes en el papel que juega el Estado. Ya no tiene el papel benefactor y paternalista, sino que ha dado margen a que la sociedad civil se involucre en la búsqueda de soluciones.

A lo largo de la historia el sector campesino ha logrado hacer visibles sus necesidades y a través de alianzas han alcanzado logros importantes como el ANC. Éste fue resultado de muchas manifestaciones y acciones de diferentes organizaciones campesinas. Con base en este acuerdo, las organizaciones lograron participar dentro de los programas de desarrollo, como tutores de grupos. El PROMUSAG trabaja con 32 organizaciones de la siguiente forma: las organizaciones acuden a las oficinas del PROMUSAG para hacer sus peticiones, tratan de que sus militantes puedan acceder a estos subsidios, solicitando asesoría o analizando todos aquellos proyectos que fueron rechazados. El programa también trata de tener contacto durante todo el año con todas las organizaciones campesinas para informarles sobre eventos (de comercialización y capacitación) que se realicen para que las militantes o beneficiarias acudan a ellos. No existe un apoyo económico directo para las organizaciones.

De acuerdo con Fernández et al. (1997) y Aguilar (1998) esta relación no muestra perspectiva de género, ya que las mujeres beneficiadas por el programa no intervinieron en la gestión de los recursos que les son otorgados, y aunque son vistas como agentes de cambio, no se genera una participación plena, real y activa de las mujeres en la negociación de sus proyectos.

Podemos afirmar que las relaciones e influencias que existen entre el Estado y las organizaciones campesinas están fuertemente respaldas por el ANC, fundamentadas en fuertes intereses políticos donde las mujeres son la excusa para la negociación, pero no se cuenta con ellas en la toma de decisiones.

Relación Estado - técnicos(as)

Ante los cambios estructurales que ha sufrido México, la relación entre el Estado y los (as) técnicos (as) se ha transformado. De una relación inicial laboral directa, el Estado ha dejado en manos de bufetes comerciales su contratación. Sin embargo, el Estado ha creado mecanismos para que a través del presupuesto que se asigna a programas gubernamentales, se les incluya como prestadores de servicios profesionales. De esta manera se han generado acuerdos, con participación de la sociedad civil, para contratarlos(as).

La relación entre el PROMUSAG y los técnicos (dos varones) que participan en la elaboración de proyectos productivos para mujeres es indirecta. Se realiza a través del pago de servicios profesionales incluido en el monto con el que se apoya el proyecto productivo.

En esta relación indirecta el Estado pierde control de la calidad de los servicios. Aunque puede invitar o estimular a los(as) prestadores(as) de servicios a capacitarse sobre temas de género, no existen mecanismos para obligarlos(as) a tomarlos. Si bien es cierto que el programa ha tomado la iniciativa de generar un padrón de prestadores(as) de servicios para que las mujeres que tengan interés de participar en su dinámica cuenten con una mayor certeza de la calidad de estos servicios, la visión de calidad de los servicios no incluye el aspecto de género.

Mediante el mecanismo descrito, el programa trata de generar una mayor participación de las mujeres al ofrecerles la oportunidad de elegir ellas mismas a su técnico(a). Sin embargo, la distancia de las mujeres de la vida pública y su desconocimiento de lo que requiere un proyecto para ser exitoso les impide contar con elementos suficientes para una selección adecuada.

Relación Estado - Mujeres rurales

La falta de perspectiva de género y la discriminación contra las mujeres en las políticas, programas y proyectos orientados al campo ha generado una relación basada en los papeles tradicionales entre el Estado y las mujeres rurales. El Estado veía a las mujeres rurales únicamente como guardianas del bienestar de las familias campesinas, y no como productoras rurales independientes.

El programa ofrece a sus beneficiarias financiamiento para proyectos productivos, capacitación y apoyos a la comercialización. Sin embargo la capacitación se imparte de forma masiva e intensiva buscando que participe el mayor número de mujeres, pero sin cuidar que los conocimientos lleguen realmente a todas ellas. No hay un seguimiento puntual de los proyectos particulares.

Para que el PROMUSAG incorpore género se deben considerar los aspectos del poder y el cambio de los roles de género. Al otorgar a las mujeres el apoyo, éstas adquieren poder para controlar los recursos y ello provoca reacciones en los hombres que ven cuestionado su papel de proveedores. Entre estas reacciones podemos encontrar violencia doméstica e incremento del alcoholismo. Por ello, además de trabajar con las mujeres, el programa debería considerar la capacitación en género y las masculinidades.

Relación Organizaciones campesinas - Técnicos(as)

Dentro de las políticas de ajuste estructural que se han venido aplicando en México, el Estado ha dejado en manos de particulares el servicio de extensión y capacitación en el medio rural. Una de las oportunidades para acceder a los fondos destinados por el Estado para prestadores(as) de servicios profesionales en el sector rural, ha sido trabajar con las organizaciones campesinas. Éstas les han permitido participar como prestadores(as) de servicios profesionales, generando beneficios también para las organizaciones campesinas porque tienen acceso a un grupo de técnicos especializados.

La relación entre organizaciones campesinas y técnicos(as) en el caso estudiado es directa. Trabajan con agremiados(as) en las organizaciones a través de la elaboración de proyectos productivos y capacitación, ampliando su campo laboral. Las organizaciones se benefician del servicio y militancia de ellos(as).

La mayoría de las organizaciones campesinas no cuentan con una unidad de género, por lo que ésta perspectiva está ausente en su programa de trabajo. Las y los técnicos no reciben capacitación de género sólo de tipo técnico. Las organizaciones campesinas tienen la habilidad y capacidad de cooptar cursos de capacitación técnica, innovación tecnológica y visión empresarial para sus integrantes, pero no consideran prioritaria o útil la capacitación de género para aplicarla en la organización y en el trabajo con técnicos(as) y mujeres. Esto trae graves consecuencias, pues las acciones que proponen estas organizaciones siguen reproduciendo estereotipos tradicionales para las mujeres, impidiendo el cambio y limitando su desarrollo.

Relación Organizaciones - Mujeres rurales

Las mujeres rurales han incursionado en la esfera política a través de su militancia en organizaciones campesinas, que generalmente son mixtas, y les han dado muy poca oportunidad de tener cargos de liderazgo.

La relación de las mujeres rurales con la organización campesina en este estudio es directa, política, y en ella se ejercen relaciones de poder. El tipo de poder es el que Alberti (2002) llama poder sobre, ejercido por la organización sobre ellas para que apoyen las actividades políticas a cambio de apoyos financieros de programas gubernamentales. La organización campesina tiene un esquema organizativo androcéntrico y tradicionalista, sin enfoque de género y en donde se intercambian sumisión y participación incondicional por parte de las mujeres militantes por apoyos financieros y protección. Sin embargo, las actividades de la organización les han dado a las mujeres rurales la oportunidad de salir al espacio público en donde expresan, aunque de manera limitada, sus opiniones.

Con la firma del ANC (2003) las organizaciones campesinas tienen mayor posibilidad de acceder a los financiamientos de los programas gubernamentales, por lo que las mujeres rurales se hacen militantes de las organizaciones sólo para tener acceso a ellos. A través de su participación en organizaciones campesinas, y de acuerdo con las reglas de operación del PROMUSAG, las mujeres rurales tienen mayores oportunidades de obtener financiamiento para sus proyectos productivos. En este estudio se mostró que la organización es la que conforma a los grupos de mujeres de manera arbitraria y les asigna al personal que les formulará el proyecto. Con estas acciones, la organización reafirma su modelo tradicionalista de acción, en donde la dirigencia impone a las mujeres militantes actividades políticas de acarreo.

Relación técnicos(as) - Mujeres rurales

Ante las circunstancias de pobreza y abandono del medio rural, sus mujeres han incursionado en la producción y los servicios a través de proyectos productivos. Éstos son, en su mayoría, elaborados por prestadores(as) de servicios técnicos, operados por particulares, por lo que las mujeres tienen que pagarlos, esté o no financiado el proyecto.

La relación entre mujeres rurales y técnicos(as) es directa, ya que el trato del proyecto así lo amerita; también éstos(as) ofrecen capacitación técnica a aquellas. Los proyectos productivos han generado en muchas mujeres rurales beneficios como: diversificación de su alimentación, generación o aumento de su ingreso económico o empoderamiento relativo. Sin embargo, hay limitantes o insuficiencias en la mayoría de los proyectos productivos como no considerar las proporciones de tiempo que las mujeres utilizan en sus actividades domésticas y productivas, no promover el respeto a las actividades domésticas, no incluir la capacitación de género, no planificar la explotación de recursos en forma diferenciada y no generar estudio de mercado que garanticen la venta de su producción.

Los proyectos productivos deben ser, desde su planeación, formulados con enfoque de género, para que tengan un impacto sostenible en las mujeres. Los proyectos con enfoque de género no sólo buscan mejorar la situación económica de las mujeres, sino reducir la desigualdad entre géneros. Intenta abordar las necesidades inmediatas de ellas para mejorar sus condiciones materiales, puesto que reconocen las complejas relaciones existentes en situaciones de pobreza y las genéricas de poder.

Al no ser consideradas las mujeres en la formulación de estos proyectos, sino quiénes de manera individual y aislada los generan, se ven limitadas en la operación de ellos. Se ha demostrado que cuando ellas eligen el tipo de proyecto, cómo lo van a ejecutar, con qué proveedor se van a surtir, y de qué manera se van a organizar, se lo apropian. Cuando las mujeres no intervienen en la formulación de los proyectos generalmente éstos son abandonados.

El personal técnico tiene un modelo tradicionalista y androcéntrico de relaciones, ya que solamente proveen a las mujeres de asesoría técnica, y descuida aspectos como el fomento de la organización, el desarrollo de liderazgo democrático y la capacitación de género. Ejerce sobre las mujeres el poder sobre, ya que al no ser tomadas en cuenta para la elaboración de proyectos productivos, las colocan en actividades que refuerzan el modelo genérico tradicional (Alberti, 2004).

En los casos estudiados la relación entre el personal técnico y los grupos de mujeres fue directo, ya que éstos realizaron la formulación del proyecto y brindaron la capacitación técnica. Sin embargo esta relación reafirma el modelo tradicional tecnócrata, donde el prestador de servicios sólo se encarga de las cuestiones técnicas y deja de lado el enfoque humanista y de género.

 

Conclusiones

La transversalidad de género implica que el enfoque de equidad debe ser visible en todos los niveles. La transversalidad vertical, en el presente estudio, involucra a la SRA, que opera el PROMUSAG a través de dos modalidades. La primera, relacionada con las organizaciones campesinas que esta investigación resaltó con la UNTA y la segunda, denominada de demanda libre y que se refiere a grupos de mujeres no agremiadas en ninguna organización. En ambos casos la instrumentación del programa pasa por las manos de personal técnico que (adscrito a la organización o de ejercicio independiente) finalmente concreta la llegada del mismo a los grupos de mujeres; situación que fue abordada en los casos de La Cañada y Cibertazmia.

En virtud del conjunto de actores que participan en el programa y la manera que se vinculan, se acordó realizar una valoración de la transversalidad de género a partir de la red de relaciones que se establecen a lo largo del proceso de arranque y ejecución del programa.

El resultado de dicho análisis muestra que la red de relaciones es totalmente vertical, en donde las decisiones se toman por los responsables de las instituciones, de las organizaciones o por los asesores técnicos y, aunque existe relación de las mujeres con todos los sujetos que intervienen en la dinámica, éstas no participan en la toma de decisiones. Las organizaciones son las que negocian con las autoridades los montos y características del programa. El resultado de las negociaciones simplemente se distribuye entre las agremiadas. Los técnicos tienden a elaborar los proyectos sobre la base de sus conocimientos de la esfera productiva, sin considerar las necesidades y capacidades de las mujeres para insertarse en el binomio producción-comercialización. Por tanto la capacitación que brindan se focaliza a asuntos técnico-productivos que permiten poner en marcha un proyecto, pero que no contribuyen a promover su éxito. Las mujeres solamente cumplen con presentar los documentos que el programa requiere y con pagar los honorarios al técnico. En suma, el programa está diseñado bajo un esquema tradicional que, aunque menciona la perspectiva de género, no la ejecuta en ninguno de los eslabones de la cadena operativa.

En este trabajo se han expuesto las principales características de las relaciones entre los diferentes agentes de PROMUSAG. Las mujeres campesinas son las receptoras de todas las relaciones entre los diferentes sujetos del desarrollo que se han mencionado. Así, al haberse determinado que este sistema de relaciones es androcéntrico y tradicionalista, las mujeres juegan un papel pasivo dentro de esta red de conexiones.

El enfoque de equidad de género ha quedado al margen de esta dinámica: el diseño del programa no contiene esa perspectiva, la organización campesina no tiene unidad de género ni trabaja esa perspectiva, las y los técnicos no reciben capacitación de género; y las mujeres rurales tampoco la incluyen entre los conocimientos que adquieren. La red de relaciones que se manifiesta en la dinámica del PROMUSAG, caracteriza claramente la falta de conocimiento, manejo y sensibilización de la temática por lo que no existe la transversalidad vertical de género.

El programa presenta una dinámica para incluir perspectiva de género pero tiene que vincular a todo su personal con esta temática, identificando mecanismos para aplicarla de manera transversal, generar un proceso de concientización, capacitación y sensibilización al género.

Las organizaciones campesinas también deben incluir en su quehacer el enfoque de género si su objetivo es lograr el desarrollo rural democrático. Deben vincular la organización con la temática de perspectiva de género, para crear un proceso de sensibilización y capacitación que facilite la transformación de la organización, en una sensible al género, incluyendo en su organigrama una rama que trate estos temas. Ya que la asistencia técnica está en manos de particulares y la organización actúa como tal, es deber de ésta brindar la capacitación a los técnicos que participan con sus miembros(as) con el fin de ofrecer servicios de calidad y especializados. Por tal motivo, al trabajar con mujeres, es necesario que reciban diferentes talleres de capacitación como: dinámicas participativas, género y sustentabilidad entre otras.

El personal técnico debe buscar la capacitación en y de género para mejorar sus servicios profesionales, contemplar las necesidades y capacidades de las mujeres al elaborar los proyectos productivos. Es necesario que reciban capacitación que les permita tomar en cuenta las opiniones de las y los miembros de las comunidades para las que prestan servicios, realizar un diagnóstico participativo con enfoque de género donde la comunidad le indique sus necesidades para elaborar con eficiencia un proyecto productivo.

Las mujeres rurales, parte esencial de esta dinámica, deben conocer el programa, y tener acceso a toda la información sobre el mismo. Así tendrán oportunidad de conocer sus derechos y obligaciones con éste, conocer las reglas de operación del mismo, de forma que tengan un panorama más amplio de su participación.

La participación activa de todos y cada uno de los agentes en esta dinámica permitirá que este esquema vertical se convierta en acciones conjuntas que busquen un fin común: lograr un mayor bienestar rural para hombres y mujeres.

 

Literatura Citada

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