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Agricultura, sociedad y desarrollo

versión impresa ISSN 1870-5472

agric. soc. desarro vol.3 no.1 Texcoco ene./jun. 2006

 

Mujeres indígenas en el sistema de representación de cargos de elección. El caso de Oaxaca

 

Indigenous women in the representation system for elective posts. The case of Oaxaca

 

Dalia Barrera-Bassols

 

División de Posgrado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. (barreradi2001@yahoo.com.mx)

 

 

Resumen

En este trabajo se discute el acceso de las mujeres indígenas a los cargos en ayuntamientos de los municipios del estado de Oaxaca, que tiene 23% de los 2440 municipios del país. Se examina la posibilidad de nombramiento de las autoridades municipales por dos vías: el nombramiento en asamblea por el sistema de usos y costumbres indígenas y la elección local por votación, como resultado de la competencia entre partidos políticos. Ante la escasez de estudios sobre el acceso femenino específicamente al cargo de regidoras, y las dificultades para contar con una información detallada al respecto, se presentan los resultados del análisis de la información oficial, obtenida del Sistema Nacional de Información Municipal del Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal. Se constata que las mujeres están llegando, en Oaxaca, a los cargos de presidentas municipales, síndicas y regidoras por ambas vías, aunque sujetas, en los ámbitos indígena y no indígena, a diversos obstáculos y retos, asociados a los usos y costumbres indígenas y a la cultura política machista en el contexto no indígena.

Palabras clave: Autoridades municipales, cabildo, elecciones locales, regidoras, usos y costumbres.

 

Abstract

In this paper the indigenous women access to posts in the municipal councils of the state municipalities of Oaxaca is discussed. The state has 23% of the 2440 municipalities of the country. The possibility of nominating municipal authorities by two ways is examined: the nomination in the assembly by the indigenous uses and customs system and by voting in a local election, as a result of competition between political parties. Given the lack of studies on the female access specifically to the regidoras post, and the difficulties to get detailed information about this matter, results of the analysis of official information are presented; information obtained from the National System of Municipality Information of the National Institute for Federalism and Municipal Development. It is confirmed that women, in Oaxaca, are getting the posts of municipal presidents, sindicos and regidoras by both ways, though subjected, in the indigenous and non-indigenous ambits, to diverse obstacles and challenges associated to indigenous uses and customs, and to the macho political culture in the non-indigenous context.

Key words: Municipal authorities, municipal council, local elections, regidoras, uses and customs.

 

Introducción

El difícil camino de las mujeres para acceder a los gobiernos municipales ha sido poco documentado o analizado. Existe alguna bibliografía que rastrea el periplo de las ciudadanas mexicanas para ocupar espacios de toma de decisiones en el ámbito de la política formal, a través de su militancia en los partidos políticos, en especial en los tiempos postrevolucionarios. Los esfuerzos para formar parte de los ayuntamientos en todo el país requieren mayor análisis.

A pesar de ser el gobierno municipal el más cercano a su vida cotidiana, en general es inaccesible para que ellas ocupen cargos, porque se considera a las mujeres beneficiarias pasivas, clientes políticas o grupos vulnerables, y no ciudadanas o agentes activas de la vida social y política. La presencia de las mujeres como alcaldesas, síndicas y regidoras, requiere un análisis a lo largo del tiempo -en especial, en las últimas dos décadas, siguiendo el comportamiento de la presencia femenina en dichos cargos, que aumentaron de manera dispar- puesto que en el caso de las presidentas municipales, por más de dos décadas permaneció relativamente estable, entre 3 y 4%, mientras que en el caso de las síndicas, en 2002 eran 6.8% del total.

En el cargo de regidoras ha ocurrido un cambio importante, pasando de 12% en 1998 a 25% en 2004, lo cual llama la atención porque, a pesar de no ser electas directamente sino a través del sistema de planillas, es un cargo con funciones importantes, y con estrecha comunicación y gestión de las necesidades de la ciudadanía (Barrera, 2003a).

Para estudiar la incursión femenina en el cargo de regidora es necesario hacer un análisis por entidades, debido a la gran heterogeneidad entre los 2440 municipios del país en cuanto a historia, situación socioeconómica y política, y desarrollo de la construcción de ciudadanía. Es pertinente considerar las cifras de regidoras por municipio en el tiempo (recientemente se tiene información adecuada por parte del Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal), y avanzar en el conocimiento de los perfiles, trayectorias, experiencias y retos enfrentados por estas mujeres. Sobre el tema son pioneros los trabajos de Barrera y Massolo (1998), Sam (2002), Massolo (2004) y Velásquez (2003a y b).

En este trabajo se estudia la presencia de las mujeres en los ayuntamientos de Oaxaca, único estado que elige autoridades municipales por los sistemas de usos y costumbres, y también con el de partidos políticos; con el objetivo de avanzar en el conocimiento del difícil acceso femenino a los espacios de toma de decisiones en los gobiernos municipales, y en especial en el caso de esta entidad federativa.

Se destaca la acción de las mujeres en la lucha por mejores condiciones de vida, por avanzar hacia la construcción de una vida política democrática que supere sus rezagos, combatiendo prácticas de gobierno de tipo caciquil, autoritario y clientelar. La hipótesis fue que en ese camino las mujeres oaxaqueñas se han empeñado en abrir espacios para ellas como parte de los gobiernos municipales.

 

La población indígena en el México actual y la condición de las mujeres

La República Mexicana es una nación pluricultural, de acuerdo con lo establecido en el Artículo 2° de su Constitución Política, con al menos 62 grupos étnicos, con un registro de 6 044 547 hablantes de lenguas indígenas mayores de cinco años, según el XII Censo General de Población y Vivienda, del año 2000, de un total de 97 483 412 habitantes (Cuadros 1 y 2).

La distribución de estos grupos es diversa. La presencia de población indígena por entidad federativa se presenta en el Cuadro 3.

Los diez estados con mayor presencia de población indígena son, en orden descendente, Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Puebla, Yucatán, Guerrero, Estado de México, Hidalgo, San Luís Potosí y el Distrito Federal. Los cinco primeros suman 3 678 317 hablantes de lenguas indígenas mayores de cinco años (60.8% del total nacional), y los cinco siguientes 23.9 %, con 1 445 911 hablantes de lengua indígena mayores de cinco años. En diez estados se concentra 84.7% de dicha población.

Hay 16 grupos étnicos en Oaxaca: zapotecos (31.18%), mixtecos (27.38%), mazatecos (14.59%), mixes (10.01%), chinantecos (5.62%), chatinos (2.18%), chontales (1.82%), cuicatecos (1.59%), triquis (1.36%), chocholtecas (1.10%), suaves (0.90%), zoques (0.82%), nahuas (0.59%), amuzgos (0.54%), tacuates (0.23%) e ixcatecas (0.09%). (INAFED, 2005).

Las condiciones de vida de la población indígena son inferiores a las de la no indígena, y entre los pueblos indígenas la condición de las mujeres tiene graves disparidades respecto de la de los hombres. La población indígena es de al menos 12 millones, 70% de la cual vive en condiciones de pobreza extrema. Seis de cada diez viven en zonas rurales y el resto en zonas urbanas, básicamente en el sector informal.

Las actividades económicas y productivas de la población indígena son las menos calificadas, remuneradas y reconocidas. La mayoría de los hombres, y aún más las mujeres indígenas, no tienen acceso al empleo. Un ejemplo de las brechas de género entre hombres y mujeres se presenta en la educación. El monolingüismo femenino es muy alto en las zonas rurales indígenas (30.1% vs 17.1% entre los hombres), 16.1% de las niñas no asiste a la escuela (en las niñas indígenas de las ciudades es 17.9%). De las mujeres indígenas mayores de 15 años 51.3% no sabe leer ni escribir, frente a 28.9% de los varones indígenas mayores de 15 años en la misma condición. De las mujeres indígenas mayores de 15 años 42.2% no tiene ningún tipo de instrucción, 7.1% aprobó algún grado de secundaria y 2.7% tiene algún grado aprobado después de la secundaria (Bonfil, 2004).

Las condiciones de salud de la población indígena tienen mayores rezagos que las de la no indígena, con grandes brechas de género (al igual que entre la población no indígena). Por ejemplo, 57.8% de los partos indígenas rurales se atienden en casa. Entre las mujeres indígenas se encuentran los más altos índices de mortalidad materno infantil (Bonfil, 2004).

 

El Sistema de usos y costumbres (U y C), el de cargos, y las mujeres indígenas

En México hay 803 municipios con 30% o más de hablantes de lengua indígena respecto al total de su población (32.3% de 1438 municipios) (Aguirre, 2004). En la mayoría de los municipios de la República el acceso a cargos de representación popular es por el sistema de partidos políticos vigente. Sin embargo, en muchos municipios con alta población indígena predomina el sistema de Usos y Costumbres (U y C), que implica las asambleas comunitarias como mecanismo para acceder al sistema de cargos cívico-religiosos de tipo tradicional, originado por la introducción del modelo del municipio español en las comunidades indígenas en el siglo XVII.

En la práctica, en numerosos municipios de todo el país la asamblea nombra a las autoridades municipales sobre la base de su participación y trayectoria en el sistema de cargos y se presenta, de manera oficial, como elección por partidos. Únicamente en el estado de Oaxaca la Constitución estatal incluye el sistema de usos y costumbres como vía para nombrar autoridades municipales: de los 570 municipios, 140 eligen autoridades municipales por la vía de elecciones y partidos, y 450 por la de U y C (Velásquez, 2003b).

Sin embargo, en otros estados de la República hay evidencias de elección de autoridades municipales vía U y C, encubierta bajo la forma de elección por vía partidos y elecciones (en Guerrero, por ejemplo); mientras que en Tlaxcala en la Constitución estatal se contempla la vía de U y C para nombrar presidentes de comunidad, el llamado cuarto piso de la autoridad municipal) (Sam, 2002).

El sistema de cargos de tipo tradicional implica una estructura de servicio que va desde el topil, al alguacil y al mayordomo, con el trabajo para la comunidad llamado tequio, mano vuelta, etc., y con aportaciones o cooperaciones en dinero y especie por parte de cada cabeza de familia, con derecho a participar en la asamblea comunitaria, donde se designan las autoridades y los cargos por consenso. Los cargos son honoríficos y obligatorios, basados en el principio de reciprocidad.

Existen principios rectores de este sistema: destaca la obligación de cumplir con un cargo o servicio comunitario como mínimo, la reciprocidad en la distribución de las cargas y servicios; el prestigio como retribución por el número de servicios prestados y como mecanismo de diferenciación de estratos de poder y la sanción tanto por el incumplimiento de cargos, servicios u otras obligaciones comunitarias como por el cumplimiento de los mismos (Velásquez, 2003a).

Existe un abigarrado mosaico de formas de organización cívico-religiosa y de sistemas de autoridades tradicionales y municipales en buena parte de los municipios con presencia indígena de los 62 grupos étnicos enumerados, mosaico que aún no ha sido plenamente dibujado, matizado y descrito. Dentro de un grupo étnico, los U y C varían de comunidad a comunidad. Existe una dimensión del sistema de U y C que es muy importante para comprender la condición de hombres y mujeres dentro de los pueblos indígenas, y tiene que ver con las normas que regulan la organización social, matrimonio, sistema de parentesco, división sexual del trabajo, asignación de espacios para hombres y mujeres dentro y fuera de la unidad doméstica, que asignan a los hombres sentimientos como el respeto, y a las mujeres, el de la vergüenza, con lo que las mantienen lejos del derecho a la palabra, al aprendizaje del español y las ubican en las labores de la reproducción dentro de la unidad doméstica, en un lugar subordinado en la familia y en la comunidad. Ejemplos serían el mayor derecho reconocido al hombre para elegir pareja, la prescripción de residencia en el hogar de la familia del novio, para las recién casadas o unidas y subordinada a la suegra, el derecho de los varones a heredar, restringido a las mujeres salvo cuando son viudas sin hijos varones.

Respecto al esquema de roles e identidades masculinas y femeninas en un contexto indígena, podemos ilustrarlo con resultados de talleres realizados por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, con mujeres coras y huicholas, en los que se obtuvieron las siguientes conclusiones:

• Se entiende como natural que el poder sea masculino y que los hombres tomen las decisiones.

• Las mujeres indígenas no perciben como trabajo las actividades en las que participan y se desempeñan, como la cosecha y los quehaceres domésticos.

• Se considera que las mujeres tendrán como destino casi único el matrimonio, por lo que no conviene que estudien. De manera deliberada no las dejan, así que se quedan en la casa aprendiendo los quehaceres domésticos, por tanto tienen menos oportunidades de educarse.

• Se identifican como actividades femeninas lavar, cuidar a los hijos, cocinar, llorar.

• En cambio actividades como ganar dinero, ser autoridad, trabajar fuera de casa, usar machete, se identificaron como masculinas.

• Aún sucede que los padres elijan los cónyuges de las mujeres.

• El acceso a la justicia es muy limitado debido al poco manejo del español. Dentro de la comunidad, las mujeres aparecen como un grupo débil sin oportunidad de defensa frente a su sociedad y la sociedad mestiza nacional (Pacheco, 2003).

En el sistema de cargos el papel de la mujer es importante, como esposa de quien tiene el cargo; ella debe preparar, con otras mujeres, las comidas y arreglos religiosos correspondientes. Existen evidencias de casos en que las mujeres pueden ocupar una mayordomía, como cuando se trata de la celebración de una virgen de la iglesia.

El sistema de cargos se ha transformado por efecto de la migración masiva de los varones, de manera que las mujeres han comenzado a ser incluidas en los cargos. Por ejemplo, en Santa Ana del Valle, en los Valles Centrales de Oaxaca, las mujeres no podían llegar sino a vocales en las comisiones. La primera presidenta de comisión (de Cultura) fue hostilizada por hombres y mujeres, al tener que ocupar este cargo por ausencia del marido migrante.

Dentro del Comité no aceptaban que una mujer los dirigiera. No la obedecían, no se coordinaban. Y peor: otra mujer que también estaba cumpliendo un cargo por su esposo, en vez de solidarizarse con ella fue quien peor la trató. Buscó apoyo en el cabildo. Nomás le dijeron que se lo habían advertido, y que ahora se tenía que aguantar (Molina, 2006).

Rosa García Morales opina, después de esta experiencia de la que salió airosa al conservar la Casa de la Cultura con su banda, que ahora ya pueden tener cargos las mujeres en el cabildo, y es importante, porque hay algunas con experiencia y con mejores opiniones que los hombres (Molina, 2006). Otro ejemplo de cambios en U y C es el del Frente Indígena Oaxaqueño Binacional, con presencia en Oaxaca, California y Sinaloa, en México, y California, EE.UU., que propone promover los buenos U y C como el tequio, y rechazar los malos cómo no permitir la participación de las mujeres, el alcoholismo y la violencia intrafamiliar (Cano, 2005).

Las mujeres indígenas participan en comités relacionados con sus papeles de madres y esposas, gestoras de las necesidades de sus familias y comunidad (comités escolares, de agua, de salud), además de en diversos movimientos campesinos e indígenas. Enfrentan, sin embargo, diversos problemas con sus parejas, sus familias y la comunidad misma, al participar en estos comités o en movimientos y organizaciones sociales, e inclusive en grupos productivos o cooperativas.

Una investigación sobre los obstáculos que enfrentan las mujeres en el medio rural, asociados al castigo social impuesto por la transgresión que implica participar, hacer oír su voz, salir de la casa, concluye que están presentes los siguientes fenómenos:

• Oposición del compañero, golpes y violencia verbal.

• Calumnias y difamaciones por parte de hombres y mujeres de su entorno.

• Agresiones físicas por parte de ciertos sectores o miembros de la comunidad.

• Hostigamiento y violencia física por parte de los soldados, en contextos de conflicto.

• Acoso sexual por parte de los hombres de la propia organización o partido. (Barrera, 2003b:56).

Estos fenómenos no son exclusivos de las comunidades rurales o indígenas, sino que forman parte de:

(...) una problemática que hemos llamado costos de la participación, que se resume como: culpa, estrés, ansiedad por descuidar o intentar cumplir a toda costa los roles de madre-esposa, al mismo tiempo que con los de trabajadora, o miembro de una organización social o política; violencia doméstica acrecentada, presiones, chantajes y celos del compañero y los hijos, hasta violencia física, para disuadirla de salir; presión para elegir entre la familia y la pareja y la participación o el trabajo; presión social y estigmatización de la transgresora (chismes, ofensas, desprestigio); alusiones a su masculinización, surgida de su acceso a espacios de poder político o social, considerados masculinos.

Ante todo esto, es frecuente la separación o el divorcio, la decisión de no tener hijos o vida familiar, así como el intentar negociar nuevas formas de convivencia con la pareja y los hijos, para tener mayor movilidad y respeto por su proyecto e inquietudes personales. Todo esto se agudiza en el caso de las dirigentas o líderes, puesto que sus cargos requieren de un mayor tiempo y dedicación, fuera del ámbito del hogar y la familia (Barrera, 2003a).

 

La participación indígena femenina en los cargos de representación en el ayuntamiento. El caso de Oaxaca

Si la población indígena de México está deficientemente considerada en las estadísticas nacionales de población, la presencia de las mujeres indígenas en los cargos de representación popular lo está menos, pues no se cuenta con datos sobre senadoras, diputadas, presidentas municipales, síndicas y regidoras que hablan una lengua indígena, o que se consideran pertenecientes a algún grupo étnico. Así, el IFE tiene que revelar esta información por grupo étnico, especificando el sexo en el ámbito nacional por estado y municipio.

Sin datos fundamentales para conocer el mapa de la presencia de las mujeres indígenas en los cargos de representación popular nacional, estatal y municipal, se ha intentado un ejercicio de ubicación con datos disponibles para el estado de Oaxaca, único que contempla la elección de autoridades municipales por vía de U y C y por la electoral de partidos.

Debe destacarse que el acceso de las mujeres (indígenas y no indígenas) a los cargos de representación popular presenta diversos obstáculos institucionales y subjetivos, de manera que en 2006 son 18% de los senadores, 24% de los diputados federales, 16% de los diputados locales y 33% de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, frente a 3.5% de los presidentes municipales, 11.5% de los síndicos y 28% de los regidores (cifras municipales a marzo de 2006).

Paradójicamente en nuestro país ocurre algo distinto a otros países de América Latina, EE. UU. y Europa, y es que hay más dificultades para acceder a un cargo de representación popular en el ámbito municipal que en el estatal o federal. Oaxaca destaca desde hace años como el estado en que se elige un número de presidentas municipales que, considerando el elevado número de municipios de dicha entidad, es bajo frente al porcentaje promedio nacional, como ocurre también en el caso de las síndicas y de las regidoras, de acuerdo con las cifras correspondientes a noviembre de 2004.

En el Cuadro 4 está el promedio nacional de mujeres presidentas municipales (3.5%), en el caso de Oaxaca es 1.9% del total. En cuanto a las síndicas, el promedio nacional es 11.5%, en Oaxaca es 1.6% (Cuadro 5). En el cargo de regidoras, a nivel nacional es 28% del total, y en Oaxaca sólo 6.4% (Cuadro 6). Hay que considerar que el número absoluto de regidoras en Oaxaca no es el más bajo de los 31 estados, como es el caso de Baja California, donde hay seis regidoras de un total de 17 (35.3%), mientras que en Puebla, la entidad con mayor número de regidoras (509), son 29% del total estatal.

Se debe considerar tanto el número absoluto como la presencia relativa de las mujeres en este cargo, de acuerdo con la distinta conformación de cada entidad, en cuanto al número de municipios. Ésto permitirá un análisis más fino, buscando ubicar los alcances del arribo femenino a este cargo, así como correlacionarlo con el análisis cualitativo acerca de sus experiencias, y los factores que las han impulsado e inhibido para llegar a él (Cuadro 6).

A pesar de los obstáculos y presiones, la participación social y política de las mujeres oaxaqueñas es importante y significativa para sus comunidades y municipios, María Cristina Velásquez en 2003 la caracterizó como:

De los cargos públicos comunitarios detectados que asumen las mujeres en Oaxaca están, en orden de importancia: comités de educación, comités de salud, cargos auxiliares en el ayuntamiento, en las juntas patrióticas y en diversas comisiones recolectoras de cooperaciones, vocales, entre otros. (Velásquez, 2003a).

En cuanto a su participación específica en las elecciones, se encontró un variado panorama, correlacionando la participación femenina en el sistema de cargos y en el nombramiento o elección de funcionarios municipales, así como su acceso a los cargos en el ayuntamiento.

En sus elecciones internas 10% de las mujeres no ejercen el voto y la tendencia de participación pública es baja o nula; 9% tampoco ejercen el voto pero sí ejercen cargos comunitarios; 21% votan pero la tendencia de participación pública en cargos es baja o nula, y 60%, además de votar, cumplen cargos y participan en la vida pública de la comunidad.

En cuanto a los cargos en el Gobierno, la estadística señala que para el trienio municipal 1998-2001 se nombraron 32 concejalas propietarias -incluyendo 5 presidentas municipales -en 27 municipios; y para el trienio 2002-2004, se eligieron 54 concejalas propietarias pertenecientes a 41 municipios- seis de estos con presidentas municipales. En promedio, 8.5% de los municipios de U y C, hay mujeres desempeñando cargos como representantes de gobierno local, (Velásquez, 2003a).

Analizando las listas de regidores por municipio, contabilizando a las regidoras nombradas por usos y costumbres, encontramos que para el periodo del 1° de enero de 2002 al 31 de diciembre de 2004, había 44 regidoras en 37 municipios (considerando a las(os) Guadalupes, pues se hizo el conteo por nombre, no por sexo, al no tener ese dato del INAFED), así como cuatro síndicas por U y C y dos por partidos políticos (Fuente: Sistema Nacional de Información Municipal, INAFED ). Los doce municipios gobernados por mujeres en Oaxaca en este periodo van desde muy pequeños y rurales, hasta algunos de mayor peso regional. Fueron nombradas por U y C ocho alcaldesas, dos por el PRI (Partido Revolucionario Institucional), una por el PRD (Partido de la Revolución Democrática) y otra por el PAN (Partido de Acción Nacional), en municipios con mediana o fuerte presencia indígena (Cuadro 7). Todo lo anterior plantea que, contrario a lo que se suele afirmar acerca de la mayor dificultad para las mujeres de acceso a cargos del gobierno municipal, en contextos indígenas, la vía de nombramiento por U y C se ha ido abriendo a ellas, debido a diversos factores que se mencionan más adelante.

 

El acceso de las mujeres a cargos de representación popular en los municipios oaxaqueños (2006)

Para marzo de 2006, ocho municipios de Oaxaca estaban gobernados por mujeres, se nombraron tres alcaldesas por el sistema de U y C, y las cinco restantes por la vía de partidos políticos (dos por el PRI, dos por el PAN, una por el PRD) (Cuadros 8 y 9).

En 10 municipios existía una mujer en el cargo de síndica, una de ellas electa por U y C, cinco por el PRI, tres por el PRD y una más por el PVEM (Partido Verde Ecologista de México) (Cuadros 10 y 11).

El acceso de las mujeres a las regidurías es, en Oaxaca y en el resto del país, más favorable, de manera que en 2006 había 183 regidoras, 54 (29.5%) nombradas por el sistema de U y C, 60 (32.8%) nominadas por el PRI, 42 (22.9%) por el PRD, 15 (8.2%) por el PAN, 7 (3.8%) por el PVEM, una (1.1%) por Convergencia, una (1.1%) por el PUP (Partido Unidad Popular) y una (0.5%) por el PC (Partido Cardenista). Resulta interesante el hecho de que poco menos de un tercio de las regidoras oaxaqueñas llegaron a ese cargo por la vía del sistema de U y C, a través de su nombramiento en asamblea comunitaria (Cuadro 12).

El análisis de la presencia relativa de las mujeres en los Ayuntamientos de Oaxaca, considerando presidentas municipales, síndicas y regidoras, indica que del total de municipios oaxaqueños 125 (21.9%) tienen una o más mujeres en alguno de estos cargos. En 44% de dichos municipios las mujeres representan entre 16.6% y 23.8% del ayuntamiento; en 24% entre 8.3% y 15.3%; en 17.6% entre 25% y 30%, en 10.4% entre 33.3% y 46.1%; sólo en 5 municipios (4.0%) las mujeres eran de 50 a 66.6% de los miembros del ayuntamiento (Cuadro 13).

Gobernar un municipio para una mujer indígena no es tarea fácil, de la misma manera que presenta retos, obstáculos y dificultades en el mundo no indígena, como se desprende de los testimonios presentados en el Primer Encuentro Nacional de Presidentas Municipales, (21 y 22 de junio de 2002), organizado por el Inmujeres y GIMTRAP A.C., bajo los auspicios del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) (Barrera y Massolo, 2003a).

 

Problemas y retos enfrentados por las presidentas municipales estudiadas en marzo de 2002

• La mayor parte de ellas manifestaron la voluntad de desarrollar una forma de gestión que diera como resultado transparencia, honestidad, eficiencia y cercanía con la ciudadanía.

• Enfrentaron el reto de acceder a una candidatura siendo mujeres ante las dudas, reticencias y campañas de desprestigio, incluso dentro del partido que las postuló.

• Al llegar al puesto se encontraron con escasez de recursos para el desarrollo de su administración y a veces situaciones de quiebra en las finanzas municipales. Algunas tuvieron que convencer a la ciudadanía de pagar sus impuestos, otras echaron mano de los recursos familiares para efectuar gastos ineludibles de materiales y equipo para trabajar.

• Todas se abocaron a tocar puertas, en los gobiernos estatal y federal, en la iniciativa privada, y en asociaciones civiles. Unas buscaron formar parte de asociaciones formales o informales de municipios de la región para optimizar recursos, y otras hermanamiento con alguna ciudad extranjera.

• Pero el ejercicio hasta cierto punto marginal de gobernar un municipio por parte de una mujer, implicó para las alcaldesas enfrentar no sólo el reto de la escasez de recursos y de superar la lejanía tradicionalmente existente entre el gobierno municipal y la ciudadanía, sino también, en ocasiones, problemas políticos en el cabildo y roces con el gobierno estatal, además de los generados por ser mujer y por ser de oposición.

• Lo anterior ocurre en medio del predominio de actitudes machistas y de tipo caciquil, en un contexto de violencia hacia las mujeres, en donde las dudas acerca de sus capacidades y de la pertinencia de su presencia en el palacio municipal, se transforman en campañas de desprestigio en las que se les tacha de ineptas, corruptas, narcotraficantes, y donde proliferan las murmuraciones acerca de su vida personal.

• Todo lo expuesto anteriormente confirma la convicción de que los municipios constituyen todavía, en México, un reto para la equidad de género, así como para la convivencia y el gobierno democrático (Barrera, 2004: 66).

Los testimonios de las presidentas municipales oaxaqueñas que llegaron por el sistema de U y C hablan del contexto cultural en el que se encuentra su incursión en el poder municipal, así como sus intentos por mejorar la condición de las mujeres de su municipio.

Se les dice: ¿Que tu marido te maltrata?, vente, vamos a hablar con la alcaldesa y vamos a decirle que es lo que está pasando, y vamos a conseguirte apoyo. Entonces ellas han visto que las hemos apoyado, antes no llegaban las mujeres a quejarse y ahora tengo cantidad de mujeres quejándose. Y ahí les digo: en este ayuntamiento no se van a maltratar mujeres. Y así les hablamos por micrófono: aquí no vamos a permitir mujeres maltratadas, aquí no vamos a permitir niños desnutridos ni vamos a permitir niños que no vayan a la escuela un niño que no va a la escuela, nos lo reporta el director de la escuela: al rato ya está el policía viendo por qué no fue ese niño a la escuela.

Las costumbres que afectan mucho a las mujeres inciden en no permitirles colaborar; por ejemplo, si una mujer quiere ir a algún evento sola, si no le pide permiso al marido no tiene el derecho de ir; hasta las suegras intervienen. (... ) Y otro problema que ahí en la Mixteca lo que domina al hombre es el alcoholismo. Es terrible ver cómo los señores estaban tirados en las calles. En mi municipio, a partir del año pasado que llegué, no se encuentra un borracho en la calle, porque así como les hablo fuerte a las mujeres que no se dejen, también les hablo fuerte a los hombres. Les digo: Ustedes son responsables de una familia, ¡Cómo van a estar tirados en la calle!

Arquitecta Tomasa León Tapia, Presidenta Municipal de Santiago Yolomécatl, Oaxaca, (Barrera y Massolo, 2003a: 272).

Esta presidenta municipal relató cómo, a su llegada al cabildo, lo encontró repleto de vasos sucios y botellas vacías, y luchó contra la costumbre de que los asuntos del cabildo o de los ciudadanos se trataran en las oficinas del ayuntamiento llevando una botella, e incluso llegaban en estado de ebriedad a dialogar o gestionar con las autoridades municipales.

Las dificultades y resistencias a ser gobernados por una mujer y a sus acciones como alcaldesas, han llevado a que en muchos casos las presidentas municipales electas por vía de partidos o de U y C sean removidas o presionadas para dejar el cargo, como lo describe el estudio de Margarita Dalton sobre las mujeres que gobiernan municipios en Oaxaca nombradas por el sistema de U y C (Dalton, 2003).

Cuando la mujer entra en el terreno de lo masculino debe ser muy valiente. Porque son los hombres los valientes y en el estereotipo femenino las mujeres no lo son. ¿Por qué debe ser valiente? Porque lo más probable es que sea agredida en su persona, su familia y sus creencias. No se la va a combatir abiertamente por ser innovadora, por buscar la transparencia en el uso de las finanzas, denunciar los malos manejos, defender a las mujeres y sus derechos humanos. No, aunque esos puedan ser los motivos reales. Las presidentas municipales serán atacadas supuestamente por corruptas, marimachas, ladronas, ignorantes, débiles y por falta de visión política. La mujer es valiente en la medida en que pueda aguantar los ataques y resolver los problemas políticos, sin confrontarse directamente con los grupos de poder. Sí, efectivamente, se necesita ser muy valiente para superar los ataques y la política tradicionalmente masculina, siendo mujer, (Dalton, 2003:268).

 

Conclusiones

El acceso de las mujeres indígenas a los cargos de presidenta municipal, síndica y regidora es un avance importante en el proceso de construcción de ciudadanía femenina indígena, y en la lucha por la democratización de la vida social y política de los municipios en México. El estudio de este fenómeno es un reto interesante por la complejidad del fenómeno, que considera aspectos como la identidad indígena, la identidad de género, los entornos culturales específicos, indígenas y no indígenas, en los que se expresa el sistema de dominación masculina, la cultura política caciquil, machista, autoritaria, y antidemocrática prevaleciente en innumerables espacios de la vida política, caracterizada también por una relación de los gobiernos municipales de tipo clientelar con ellas, considerándolas como beneficiarias pasivas, grupos vulnerables, etc., y no como ciudadanas y agentes activos de su comunidad y municipio (Barrera y Massolo, 2003b).

En el caso de Oaxaca se enfrenta un reto más, el de la coexistencia de dos formas de elección o nombramiento de las autoridades municipales, y donde se ve cómo llegan las mujeres a dichos cargos por ambas vías. Así, resulta significativo que en el año 2006, en 50.7% de los 152 municipios del sistema de partidos, llegaron una o más mujeres a ser alcaldesas, síndicas o regidoras, en tanto que de los 418 municipios que nombran a través del sistema de U y C, 11.5% tenían una o más mujeres en esos cargos.

La creciente escolaridad de las mujeres indígenas, la migración masculina creciente, el ingreso de las mujeres a los mercados de trabajo, su papel en la gestión social para subsanar o enfrentar las múltiples carencias que viven sus familias y comunidades, su inserción en las corrientes democratizadoras de la vida social y política, así como en la lucha por la autonomía y contra la marginación de sus comunidades y la discriminación étnica, son factores que impulsan a más mujeres indígenas oaxaqueñas a proponerse para desempeñar un cargo en el cabildo, mayoritariamente nombradas en asamblea comunitaria, aunque pueden llegar también a través de la militancia en algún partido político.

Es importante impulsar estudios particulares sobre las alcaldesas, síndicas y regidoras indígenas de Oaxaca, para conocer el contexto étnico específico en el que se desenvuelven, sus perfiles y trayectorias, y los testimonios sobre sus experiencias de gobierno, los retos y obstáculos enfrentados y las políticas y acciones emprendidas en favor de las mujeres y de la equidad de género en sus municipios. Tanto en los municipios que eligen autoridades municipales a través del sistema de partidos, como en los que las nombran por el sistema de U y C. Sólo así se logrará clarificar las maneras específicas en que los U y C indígenas y los no indígenas afectan las posibilidades de acceso de las mujeres a dichos cargos, y a la toma de decisiones sobre sus comunidades y municipios.

 

Literatura Citada

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Páginas web consultadas:

www.cdi.gob.mx. 10 de octubre de 2004.

www.inafed.gob.mx. 2 de mayo de 2006.

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