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Revista pueblos y fronteras digital

versión On-line ISSN 1870-4115

Rev. pueblos front. digit. vol.14  San Cristóbal de Las Casas  2019  Epub 07-Ago-2020

https://doi.org/10.22201/cimsur.18704115e.2019.v14.399 

Artículos

Reelaboración de los protestantismos en el municipio fronterizo de Las Margaritas, Chiapas

Re-creation of Protestantisms in the Border Town Las Margaritas, Chiapas

Irene Sánchez Franco1 

1 Universidad Autónoma de Chiapas, irenesanchez2003@hotmail.com


Resumen:

El protestantismo en Chiapas ha sido objeto de investigación desde finales de la década de 1980. Hasta entonces no se había considerado como un tema importante para explicar las transformaciones sociales y las identidades socioculturales, sobre todo de las poblaciones indígenas. Como antecedente, un texto publicado en 1991 por Aída Hernández hace referencia a la forma en que los Testigos de Jehová, en una comunidad chuj-kanjobal de Chiapas, reelaboraron y se apropiaron de la doctrina religiosa desde sus propios marcos culturales. Aquí lo que me interesa es mostrar cómo, con el tiempo, la doctrina protestante ha pasado a formar parte de la vida cotidiana de una población tojolabal margaritense no católica, y de ese modo entender y explicar el protestantismo o los protestantismos en otras regiones chiapanecas, desde una perspectiva que ve a los indígenas como personas activas, con capacidad para retomar lo que les llega de afuera e incorporarlo en sus formas de vida, ya sea la religión, la política o los proyectos de diversa índole, y que no supone necesariamente el desplazamiento de una cultura por otra sino una forma de enriquecimiento de la vida cotidiana.

Palabras clave: no católicos; conversión; apropiación; cultura; doctrina

Abstract:

Protestantism in Chiapas has been adressed as a research topic since the late eighties. Until then, it had been deemed a topic of little importance to explain social transformations and socio-cultural identities, particularly among indigenous populations. As precedent, a text published in 1991 by Aída Hernández references the way in which Jehova’s Witnesses re-created and appropriated religious doctrine in a Chuj-Kanjobal community in Chiapas using their own cultural frameworks. My interest is to show how, over time, protestant doctrine has become a part of the daily lives of the Tojolabal non-catholic population in Las Margaritas. This would in turn lay the foundation to understand and explain protestantisms in this and other regions in Chiapas from a perspective that views indigenous population as active agents with an ability to pick up on outside influences and incorpórate them into their way of life, be it religion, politics, or diverse projects. This would not necessarily asume the displacement of culture in fase of the new, but rather an enriched day-to-day life.

Keywords: Non-Catholics; religious conversion; appropriation; culture; doctrine

Introducción

El objetivo de este artículo es mostrar cómo los tojolabales del municipio de Las Margaritas, Chiapas, han reelaborado las diferentes doctrinas no católicas que han llegado a sus pueblos.1

Los primeros análisis que se hicieron acerca de los no católicos en México, marcados por la llamada “teoría de la conspiración”, redujeron las manifestaciones religiosas protestantes2 a la categoría de agentes de inserción imperialista estadounidense (Ochoa, 1975; Pérez y Robinson, 1983, entre otros). A partir de la década de 1990 esa postura fue ampliamente discutida (Hernández 1989, 1991, 1993 y 1995; Sánchez,1995, 1999, 2015 y 2016; García, 2008; Rodríguez, 2005, 2010, 2013) desde una perspectiva que percibía el cambio religioso como un proceso de constante negociación, reelaboración y resignificación de los contenidos religiosos no católicos que los propios feligreses experimentan en el seno de sus agrupaciones.

David Stoll, en 1990, en oposición a la perspectiva que reduce la doctrina evangélica a su papel como instrumento político para los intereses dominantes, señaló que a pesar de que el lenguaje del protestantismo latinoamericano proviene de Estados Unidos, este adquiere nuevos significados en correspondencia con los espacios culturales en que se despliega, y que es importante tener en cuenta los apoyos, sobre todo económicos, que se han brindado a las Iglesias no católicas desde el vecino país del norte.3

Los conceptos de reelaboración y resignificación fueron tomando mayor fuerza para analizar las “nuevas” religiones, sobre todo para mostrar desde la etnografía cómo las personas que se cambiaban de culto eran capaces de retomar las “nuevas” opciones religiosas e incorporarlas en su vida cotidiana. En algunos casos se analizó cómo el presbiterianismo apoyó en la recuperación o conservación de la lengua vernácula, de la indumentaria y para que dentro de los grupos se creara comunidad como una forma de manifestar solidaridad (Hernández, 1994).

Ahora bien, con respecto a Chiapas, las primeras investigaciones acerca del protestantismo se hicieron hacia finales de la década de 1980 como parte del proyecto Religión y sociedad en el sureste de México, en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas) y se publicaron en varios volúmenes, dentro de la serie Cuadernos de la Casa Chata. Algunas de esas investigaciones estuvieron marcadas por una visión de la sociedad que la concebía como un organismo en equilibrio en el que todas sus partes debían cumplir una función determinada (Juárez, 1989). Desde esa óptica se acusaba a las Iglesias protestantes de ser agentes aculturadores de las poblaciones indias (Giménez, 1988). Pero a principios de la década de los noventa los estudios de religión dirigieron su interés hacia la capacidad de las poblaciones indígenas para retomar, reelaborar y resignificar los contenidos religiosos que procedían del exterior y para incorporarlos en su vida diaria o hacerlos parte de su identidad cultural (Hernández, 1993; Sánchez, 1995, entre otros).

Los primeros no católicos en Chiapas

García (2008) registra en 1895 los primeros conversos al protestantismo en Chiapas, pero no dice quiénes ni dónde. En algunos documentos que pude consultar en el archivo municipal de Tapachula, Chiapas, encontré fichas que sirvieron para censar a los extranjeros. Y aunque se hace constar que algunos finqueros alemanes declararon profesar una religión no católica, no encontré constancia de que estas personas realizaran labor de proselitismo entre sus trabajadores o con la población local (trabajo de archivo en 2006). Lo que sí puede inferirse es que de alguna manera los dueños de las fincas practicaban alguna de esas doctrinas, ya fuera en forma privada o pública.

Según los reportes consultados, en 1902 se tuvo noticia de las primeras iglesias presbiterianas en Chiapas que lograron algunos adeptos, instaladas en las ciudades de Tuxtla Gutiérrez y Tonalá (Esponda, 1986). De acuerdo con la información disponible, la decisión de edificarlas en esas localidades obedeció a que ahí las posiciones predominantes eran disidentes al poder regional, de lo cual se colige que su crecimiento fue en parte gracias al apoyo sostenido de los liberales y que la labor de evangelización entre la población nativa chiapaneca fue asistencialista (García, 2008).

Algunos estudios (por ejemplo, Cruz y Robledo, 2003) sostienen que los primeros protestantes (presbiterianos) en Chiapas fueron convertidos por migrantes de Guatemala, y que esa misión evangelizadora no católica se complementó en los inicios del siglo XX con las actividades de la Iglesia del Nazareno, proveniente de ese mismo país, por la Misión Centroamericana, de corte interdenominacional, creada en Estados Unidos en 1888; desde entonces el grupo proselitista actuó en asociación con la Iglesia presbiteriana, mediante una labor primero reducida, e intensificada después, principalmente en la región Fronteriza.

Al parecer, el protestantismo practicado por los finqueros asentados en la región del Soconusco estuvo vinculado al desarrollo económico de Chiapas, ante todo a la incorporación de los indígenas al proyecto más amplio de nación. Durante la gestión de Victórico Grajales (1932-1936) como gobernador del estado se dieron los primeros pasos para dicha integración. El protestantismo (presbiterianismo) se convirtió entonces en un aliado importante de Grajales, para quien los indígenas chiapanecos representaban el mayor obstáculo en su proyecto de modernización. Este propuso entonces mexicanizarlos, y con ese afán creó el Departamento de Acción Social, Cultura y Protección Indígena e impulsó la fundación de 10 centros de enseñanza del español. Inició, asimismo, una campaña de “pantalones” para intentar convencer a los indígenas de que los usaran en vez de su vestimenta tradicional. Y promovió la promulgación de diversas leyes encaminadas a limitar los trabajos de la Iglesia católica (Benjamin, 1990).

Y para contrarrestar la influencia de la religión católica, considerada en esa coyuntura política como el principal obstáculo para el crecimiento económico y, en consecuencia, para el progreso de la población, especialmente la indígena, se impulsó una “desfanatización” de los chiapanecos. De acuerdo con testimonios analizados y presentados por Lisbona (2012), se prohibió la práctica de bautizos, matrimonios y cualquier tipo de ritual católico, y se hizo común la quema indiscriminada de santos en las plazas centrales de las cabeceras municipales, en actos encabezados por personas ajenas a las localidades.

La presencia de los ministros de culto en el estado se limitó a cuatro, dos católicos, un protestante y uno de la Iglesia Católica Apostólica Mexicana, y se impuso el cierre de templos. Con base en la ley de Prevención Social de 1935, se expulsó al obispo Gerardo Anaya, junto con los sacerdotes católicos. La medida más drástica fue la de cambiar y prohibir los nombres de santos en las poblaciones, de modo que San Bartolomé de los Llanos, por ejemplo, se convirtió en Venustiano Carranza; San Cristóbal de Las Casas se volvió Ciudad de Las Casas, entre otros muchos poblados (Benjamin, 1990:269).4

Tras el periodo de Grajales, el presbiterianismo en Chiapas fue ganando terreno. Logró su expansión hacia las diversas zonas geográficas del estado gracias a los programas asistencialistas como el proyecto médico, con especialistas generalmente llegados de los Estados Unidos. Fue el caso del presbiterio Chol, que contaba hasta 1986 con 15 clínicas, todas ubicadas en localidades de difícil acceso, y 35 paramédicos, que combinaban la atención de la salud con la prédica, sobre todo con aquellos pacientes que no eran aún conversos. Este servicio sanitario fue una de las muchas formas de aproximación a los pobres (Esponda, 1986:80).

A los proyectos asistencialistas se agregaron espacios de esparcimiento para las mujeres y los jóvenes, sectores de la población que el Estado y la Iglesia católica no atendían. El esfuerzo por integrar a los más pobres a la vida socioeconómica mediante la enseñanza de oficios, que luego sirvieran de multiplicadores entre la población en general, fueron al mismo tiempo instrumentos de expansión del evangelio. Sin embargo, la empresa no tuvo el éxito esperado. Cuando el gobierno invitó a la población del país a colonizar tierras nacionales de la selva de Ocosingo y Las Margaritas, los misioneros no católicos hicieron una eficaz labor de convencimiento entre los conversos para salir de sus localidades originales e ir a fundar nuevos centros de población. Se les prometían mejores condiciones de vida y la construcción de una “Nueva Jerusalén”. Así, las nuevas poblaciones fueron bautizadas con nombres como Betania, Nueva Providencia, Jericó, Palestina, Damasco, Nazareth, Lluvia de Gracia, por citar algunas.

La Iglesia Nacional Presbiteriana, una de las primeras que llegaron a Chiapas, se estableció en la región Fronteriza a la que corresponde el municipio de Las Margaritas. Fue la opción elegida por los primeros fieles chiapanecos (incluyendo a los tojolabales) que decidieron cambiar su filiación religiosa.

El presbiterianismo, que llegó a Chiapas en los albores del siglo XIX por los municipios colindantes de la frontera oriental con Guatemala, emprendió sus primeros contactos en el municipio de Mazapa de Madero, de la región Sierra Mariscal, aproximadamente en 1901, mediante la labor de proselitismo de misioneros y líderes laicos procedentes de Guatemala. No obstante, el desarrollo más importante de las iglesias históricas se ha dado en las últimas cinco décadas, sobre todo en las regiones Altos, Sierra, Selva y Fronteriza. Su doctrina, al igual que otras iglesias no católicas, se basa en la inspiración de las Escrituras, la divinidad de Jesucristo, la expiación, la regeneración, el arrepentimiento, la justificación por la fe, la resurrección de Jesucristo de entre los muertos y su segunda venida (Rivera et al., 2005).

En Chiapas existen los siguientes presbiterios: Centro-Norte, Chol, Fronterizo, Costa, Tzeltal de Chiapas, Tzotzil de Chiapas y el Presbiterio Maya de Chiapas, los cuales se hallan regidos por las mismas formas de gobierno, y en conjunto tienen registradas un total de 590 Asociaciones Religiosas e igual número de iglesias establecidas (véase http://www.asociacionesreligiosas.gob.mx).5 En la región Altos la Iglesia presbiteriana inició su labor evangelizadora hacia 1956. También fue ahí, en diversos municipios, donde los conversos, especialmente tsotsiles, fueron agredidos de manera intermitente por haber abandonado el catolicismo.

Hacia 1949 se formó el Presbiterio de Chiapas, que contaba con 195 miembros, 48 familias, tres ancianos gobernantes y cinco diáconos; 10 años después (1959) tenía 911 miembros, 202 familias, seis ancianos gobernantes, cinco diáconos y seis capillas. En ese año celebró su primer cuarto de siglo en territorio mexicano, con mexicanos y como Iglesia. Para entonces sumaba 2 010 miembros, 502 familias, ocho ancianos gobernantes, siete diáconos, nueve congregaciones, 12 misiones, y 10 templos y capillas en todo su campo. En 1976 vivieron una división interna, y algunos de sus feligreses se desligaron de la institución para formar la Iglesia Presbiteriana Independiente (Esponda, 1986). Esta fue apoyada por la Iglesia Reformada de América, mediante los presbíteros José Coffín, Juan R. Kempers y Gerardo van Engen.

En 1931 se fundó en Tuxtla Gutiérrez la Escuela Bíblica (que más tarde recibió el nombre de Instituto Bíblico de Chiapas), en donde los Kempers capacitaron a hombres jóvenes para el servicio eclesiástico, obreros y pastores; a unos les inculcaron aptitudes de liderazgo, mientras que a otros los formaron para servir de profesores seculares en sus respectivas poblaciones de origen. Los Kempers cambiaron su residencia a San Cristóbal de Las Casas y después a Tapachula, donde dirigieron el Instituto y Seminario Bíblico, que ha sido el semillero de pastores para las diversas regiones chiapanecas, y que sigue funcionando bajo la misma denominación en Chiapa de Corzo. Después de haberse convertido ese Instituto Bíblico de Chiapas en uno de los más importantes en el sureste de México, se abrió el Seminario San Pablo en Mérida, Yucatán, a donde acuden diversos chiapanecos interesados en la carrera pastoral de la Iglesia Nacional Presbiteriana (inp).

Actualmente en Chiapas existen una serie de institutos de diversas Iglesias que preparan a los pastores que servirán a sus propios templos, e incluso a templos de otras Iglesias; ejemplo de ellos son: la Iglesia del Nazareno en México, Seminario A. R., con sedes en Tapachula y Tuxtla Gutiérrez, que se autodenomina Institución Teológica Arminiana-Wesleyana al servicio de la Iglesia Nazareno en México, y el Instituto Bíblico Bautista, con sedes en San Cristóbal de Las Casas, Comitán de Domínguez, Las Margaritas, Tapachula y Tuxtla Gutiérrez (Mesías México, 2018, Seminario Teológico San Pablo, 2019, SNM, 2018).

Al presbiterianismo se le encomendó la tarea de encaminar a sus feligreses hacia el desarrollo entendido como la “modernidad”. Algunos de sus líderes se han asumido como una Iglesia que “ha salvado y sigue salvando a las almas que antes estaban hundidas en el error y el pecado, perdidas sin Dios y sin esperanza en el mundo” (Esponda, 1986:23). Una de sus características, desde el inicio, fue la inclusión de los recién convertidos en la estructura jerárquica de los templos, además de su capacitación para, llegado el momento, ocupar los puestos de ancianos y diáconos, y eventualmente ingresar en los seminarios y graduarse como pastores. No obstante, la incorporación de los indígenas en el proyecto de cristianización en Chiapas no significó ni significa que se tome en cuenta el entorno sociocultural de la población. Puedo señalar que en Chiapas existen dos áreas del protestantismo bastante definidas: la urbana y la rural.

En el área rural la labor de proselitismo se sigue realizando por testimonio, es decir, los conversos comparten con las personas que no pertenecen a su grupo sobre los cambios que han vivido a raíz de su adscripción religiosa. En el caso de los hombres su testimonio se basa en cómo dejaron de consumir alcohol y los beneficios que esto les ha significado a nivel familiar. Las mujeres, por su lado, hablan de cómo aparentemente ha mejorado su vida a partir de que sus esposos se alejaron del trago.

La inserción de la primera Iglesia no católica en el municipio fronterizo de Las Margaritas, Chiapas6

Es importante conocer cómo se introdujo la primera Iglesia no católica en Las Margaritas para entender cómo la población re-elabora los diferentes credos religiosos y los incorpora en su vida cotidiana.

En la región Fronteriza los cultos del presbiterianismo en sus primeros años se celebraban en los hogares de los feligreses. Hasta que en 1929 se edificó el primer templo evangélico en la cabecera municipal de Las Margaritas. A partir de esa fecha los feligreses tuvieron un lugar oficial para celebrar. En 1930 se consolidó como primera congregación y el 18 de febrero de 1940 el templo se conformó como Iglesia.7 En ese mismo año se ordenaron dos ancianos gobernantes, y uno de ellos desempeñó ese cargo por 38 años. Poco a poco fue aumentando la feligresía, y para 1949 tuvieron la necesidad de ampliar y reconstruir el primer templo. Hasta la actualidad, el inmueble sigue siendo testigo fiel de aquellos primeros años de evangelización presbiteriana en el municipio margaritense (Esponda, 1986).

Una vez instaurado el protestantismo en la cabecera municipal de Las Margaritas comenzó su expansión hacia otros municipios como la Independencia y Comitán, y el presbiterianismo avanzó gracias al trabajo misionero de los feligreses de la Iglesia de Las Margaritas.

Después de iniciada la labor de evangelización en pueblos importantes, la tarea siguió su camino hacia el territorio de la selva. Según testimonios, después de la cabecera municipal, la localidad de El Edén fue el lugar en el que se creó una de las congregaciones más importantes de la región. Desde ahí salieron predicadores decididos a trabajar de manera directa con los tojolabales, en su propio territorio, con El Edén como centro rector de cristianización. El grupo cubrió los requisitos para ser ascendido a congregación y por acuerdo del presbiterio de Chiapas subió al rango de Iglesia, bajo el nombre de Luz y Verdad.

Habiendo heredado el carácter misionero de sus fundadores, los conversos de El Edén se fueron internando en la selva y llevaron su labor evangelizadora hacia localidades lejanas, como Santa Ana Ojo de Agua. Ahí construyeron, en 1973, otro templo, con el mismo nombre, Luz y Verdad, y en 1977 terminaron de organizar su respectiva iglesia; otro caso fue el de El Carmen Villa Flores, cuyos trabajos de organización misionera concluyeron en 1981 (entrevista con AAA, 11/03/2008, cabecera municipal de Las Margaritas).8 Una de las estrategias de los presbiterianos para lograr la conversión de tojolabales monolingües fue capacitarlos para que ellos se hicieran cargo de la misión, en tanto que se les facilitaba la comunicación con los conversos y el avance hacia los lugares de difícil acceso. Esta labor de los presbiterianos recibió el nombre de “multiplicación de semillas”, porque en cada localidad convertían a una familia, y esta a su vez se encargaba de “predicar” a otras familias hasta lograr su conversión y formar un grupo de al menos cinco familias con un total de alrededor de 20 o 30 miembros.

Los evangelizadores jugaron un papel primordial en el crecimiento del presbiterianismo en este municipio. Se dedicaron a leer la Biblia y comentarla con los conversos. Explicaban los pasajes con base en sus conocimientos y marcos culturales. No obstante, estos misioneros no contaron con el grado de pastor ni ocuparon ningún cargo dentro de la Iglesia. Solo había evangelizadores tojolabales, porque para ser pastores debían graduarse de la escuela de formación cristiana, que se hallaba en la ciudad de Tapachula, a una distancia de por lo menos ocho horas desde la cabecera municipal de Las Margaritas; además, era requisito que supieran hablar y escribir en español; y por si fuera poco, tenían que sufragar sus gastos de traslado y alimentación. Por tanto, para acceder al seminario tenían que dejar a sus familias, tierras y todo lo que concernía a su ámbito sociocultural para adaptarse a otro que les era completamente ajeno.

En fin, dos jóvenes de origen tojolabal lo arriesgaron todo para alcanzar sus sueños de ser pastores e ir al famoso Seminario Teológico Presbiteriano Dr. Juan R. Kempers, fundado en 1990,9 en Tapachula: Toño, originario de Santa Ana Ojo de Agua y Beto, de El Carmen Villa Flores; ambos fueron seleccionados por sus respectivas comunidades religiosas para que dirigieran a sus propios grupos. Uno de ellos también estudió por correspondencia en una sede en Estados Unidos. Al seminario Kempers acudían personas de todas las regiones del estado de Chiapas.

Toño nació, como muchos tojolabales, en el seno de una familia numerosa, de 10 hermanos, y uno de los elementos que predominó en su vida fue la carencia económica. La pobreza tuvo como primera consecuencia que ninguno de los integrantes de su familia lograra terminar la educación secundaria. Los hombres aprendieron a leer y a escribir en español, y eso ayudó para que los evangelizadores que llegaron a invitarlos al “nuevo” credo les encomendaran los grupos que se iban formando. Y como eran personas conocidas en la comunidad, su participación sirvió para que pronto más personas se convirtieran al presbiterianismo.

El padre de Toño, alcohólico, fue el primero que aceptó cambiarse de adscripción religiosa, seguido de sus hijos, y al último la esposa. Se registró así como la primera familia de la localidad que se convirtió al presbiterianismo. Poco a poco se agregaron cuatro familias más. Se reunían en la casa de los padres de Toño para la lectura de la Biblia. El padre de Toño, que dejó la bebida, falleció a los 78 años. Esta familia fue el modelo que muchas mujeres querían imitar: un esposo que no se embriagaba, que era ejemplo para sus hijos, y que estos eran “buenos hijos, bien portados, sin vicios, no groseros y respetuosos, y una madre que cuidaba a su familia” (entrevista con RTB, 11/03/2008, cabecera municipal de Las Margaritas).10

Con las capacitaciones y lo aprendido, Toño, que empezó a los 18 años a evangelizar a algunas personas de su población de origen, comentó: “yo tenía muchos deseos de predicar, pero tenía el problema que sabía leer muy poco, porque la única escuela que había comenzado era la del Edén… en todas las demás comunidades no había” (entrevista con AAA, 11/03/2008, cabecera municipal de Las Margaritas). Esta aseveración es una prueba de que, además de la limitación económica, el analfabetismo constituía parte de la realidad social indígena.

En las localidades tojolabales la economía ha estado unida a la tierra. La inexistencia de espacios de cultivo es sinónimo de pobreza. La posesión de tierras es signo de buena posición económica. No obstante, en la mayoría de las localidades tojolabales la falta de tierras y el analfabetismo son aún muy frecuentes. Y el panorama es más complejo para las generaciones actuales, que carecen de tierra no solo para el cultivo, sino también para construir vivienda, pues la falta de solares se ha convertido en un problema, que no es reciente, pero se ha acentuado. En la década de los ochenta, en la localidad de Santa Ana Ojo de Agua ya había escasez de tierras para cultivo y para construir viviendas; y como posible solución, los ejidatarios solicitaron una ampliación a la que denominaron Santa Ana Las Flores. Las autoridades ejidales propusieron que las “nuevas” tierras se destinaran para que fueran los jóvenes casados quienes las recibieran como lugar de residencia. Toño, como un joven recién casado, resultó elegido para integrarse al nuevo centro de población, que presentaba como una de sus características que casi todos los que aceptaron ocuparlo y edificar ahí su vivienda eran no católicos, de tal forma que lo primero que hicieron fue construir un templo, pero en seguida se enfrentaron a la falta de un pastor que se hiciera cargo de este. Y le solicitaron a Toño que asumiera ese compromiso, en razón de que era el único alfabetizado. Desde ese momento, como nuevo pastor, comenzó a hacer recorridos por las poblaciones ubicadas dentro de la selva11, entre ellas Buena Vista, San Agustín, La Revancha, Trinidad, El Zapotal, Nuevo San Antonio, San Pedro, Constitución, San Antonio Los Montes, Villa Las Rosas, Estación y Francisco Villa. Y el resultado de su misión fue que al menos una familia de cada población se convirtiera al presbiterianismo.

Esta experiencia de evangelización, y luego el papel de predicador en el templo, le sirvió a Toño para decidirse a estudiar en el Seminario Teológico Presbiteriano Dr. Juan R. Kempers. Después de cuatro años, el 24 de julio de 1984 se ordenó y se convirtió en el primer pastor de origen tojolabal, instalado en la iglesia Jesús el Buen Pastor, en Santa Ana Las Flores, su nuevo centro de población. Tener un pastor de ese origen fue importante porque los conversos recibían información de primera mano y no de personas ajenas a su localidad; además, entendía los problemas y las necesidades locales, conocía la manera de comportarse de sus compañeros y comprendía a cada uno de ellos.

Así, luego de instalarse como pastor logró que en Santa Ana Las Flores se edificara el primer templo presbiteriano en la selva. Ahí empezó a predicar. Después se construyó la casa pastoral, y Toño la ocupó de manera inmediata junto con su familia. Al quedar formalmente instalada la Iglesia y tener un responsable de tiempo completo para la evangelización, Santa Ana Las Flores se constituyó en el centro rector desde donde el nuevo pastor se encargaría de recorrer la selva para evangelizar a la población tojolabal y no tojolabal e incorporarlos a la Iglesia Nacional Presbiteriana. Gracias al trabajo que Toño realizó por la selva margaritense, a principios de 1990 ya había alrededor de 30 iglesias en diversas localidades. Sin embargo, no fue fácil mantenerlas. Los pastores asignados argumentaban dificultades para trasladarse hasta los templos, porque había que llegar caminando y no tenían costumbre de hacerlo. Como se trataba de pastores externos, su nivel de compromiso no era suficiente, y en cada reunión se pedía que fuera Toño quien siguiera andando la selva. Además, si enviaban pastores ajenos a la región y poco acostumbrados a las inclemencias del tiempo y a vivir bajo las condiciones de los indígenas, el resultado era una atención deficiente a los fieles; en cambio, si los propios locales se convirtieran en pastores, estarían habituados a las circunstancias adversas del medio ambiente y social, económico, político y cultural.

En Santa Ana Las Flores, en 1984, Toño fundó el primer seminario para capacitación de líderes tojolabales. De ahí salieron 70 personas para recorrer las diferentes localidades del municipio de Las Margaritas.

Después de la iniciación pastoral de Toño y de su trabajo en la selva fue necesario ordenar a otro que lo apoyara en la evangelización de tan remotas localidades. Había llegado al Seminario otro joven del mismo grupo étnico, nativo de la localidad El Carmen Villa Flores, del lado más nororiental; tan entusiasta como Toño, con todo el ímpetu para salir de la pobreza, evangelizado a muy temprana edad, de nombre Roberto. Su conversión al credo no católico, en ese momento al presbiterianismo, parecía ofrecerle una salida a la pobreza, o al menos una mejor vida, desde el momento en que sus ingresos se sumarían para la manutención de su familia.

Así, Roberto llegó a ordenarse y fue instalado en su región de origen. Comenzó entonces un trabajo arduo de evangelización en la zona conocida localmente como “la montaña”. Empezó recorriendo diversos poblados a los que Toño no podía atender por falta de tiempo. En El Carmen Villa Flores, Roberto fue una pieza clave. Se encargó de “levantar obras selva adentro” (entrevista con AAA, 07/04/ 2008, cabecera municipal de Las Margaritas). En la actualidad sigue siendo pastor en la cabecera municipal de Las Margaritas.

A decir de Toño, la principal actividad que ambos desempeñaron consistió en fundar centros de capacitación en El Edén y Santa Ana Las Flores, sus lugares de residencia, y organizar y capacitar a ancianos y a diáconos locales, denominados líderes, a efecto de orientar el liderazgo y estar en posibilidades de servir a todas las iglesias de la región. Toño llegó a tener a su cargo 32 localidades, y en cada una estableció y edificó, con el apoyo de los feligreses, una iglesia con una estructura interna (ancianos, diáconos y predicadores) que permitía su buen funcionamiento.

El Edén fue pieza clave para la evangelización de las personas de la montaña, como ellos le llaman. Sin embargo, después de 10 años entró en decadencia.

El proyecto tojolabal de formación de diáconos y ancianos en el seminario del Edén tuvo éxito porque fue de tojolabales para tojolabales. Todos los participantes eran personas oriundas de la localidad, y su proceso ilustra el término de reelaboración de los contenidos religiosos-doctrinarios que propongo.

A aquellos diáconos y ancianos que lograron concluir sus estudios se les asignó una región que tendrían que recorrer para evangelizar y permitir así el crecimiento del presbiterianismo en las diferentes zonas del municipio margaritense. De ese modo surgieron los primeros líderes religiosos de El Edén, El Carmen Villa Flores y Santa Ana Las Flores, quienes reforzaron y facilitaron el trabajo iniciado. Gracias a estos personajes el presbiterianismo en el municipio se fue extendiendo. Por muchos años, la Iglesia Nacional Presbiteriana (INP) fue la única no católica que tuvo presencia y que competía con el catolicismo. Asimismo, con la formación de liderazgos se involucró a la población local en la definición de la fe y se fue integrando a más personas.

La formación de pastores locales tojolabales presbiterianos fue importante también para que fueran ocurriendo los cambios entre los feligreses; uno de los cuales, quizá el de mayor impacto, fue la prohibición absoluta del uso del alcohol como bebida ritual en la vida social de los conversos. En algunos casos se ha adoptado el refresco embotellado y en otros, agua de frutas o, en su defecto, bebidas preparadas como el Tang o el Kool-Aid.

Toda aquella persona que dejaba el catolicismo tenía como primera regla abandonar el alcohol en todos sus ámbitos sociales. Y al cambiar de culto se comprometían a compartir su testimonio. Relataban en forma pormenorizada cómo empezó a mejorar su vida, sobre todo su relación familiar, de tal forma que el testimonio servía para la multiplicación del evangelio.

Pero la prohibición del consumo de alcohol provocó la lógica reacción de aquellos que se dedicaban a expenderlo, fueran o no tojolabales. Al ver trastocados sus intereses, iniciaron una oposición activa a que otros grupos no católicos se instalaran en las poblaciones tojolabales, bajo el argumento de que con el ingreso de esas Iglesias y el abandono del catolicismo la “tradición cultural estaba en peligro de extinción” (entrevista con VZC, 15/03/2008, cabecera municipal de Las Margaritas). Entre los tojolabales el alcohol era el elemento principal para los rituales católicos de bautizos, matrimonios, primeras comuniones, confirmaciones y todos aquellos relacionados con ceremonias en lugares sagrados como las cuevas, los cerros, los manantiales, así como en las curaciones que realizaban los médicos tradicionales a la población.

Según testimonios de los feligreses no católicos, dejar la bebida alcohólica se tradujo en una mejor convivencia con la familia, o como ellos mismos señalan, “el evangelio bien vivido es beneficio y bendición para las personas y la comunidad” (entrevista con FPR, 06/02/2008, ejido Santa Ana Ojo de Agua, municipio de Las Margaritas).

La INP, además de apoyar en ámbitos como el de la salud, también lo hizo en la educación. En los inicios del presbiterianismo, en el municipio de Las Margaritas había un analfabetismo mayoritario; muchos de los conversos aprendieron a leer con la Biblia, libro sagrado que no solo fue instrumento de evangelización, sino también un medio por el cual se conocieron las letras, como ocurrió en Santa Ana Las Flores y en Santa Ana Ojo de Agua. Los testimonios abundan acerca de que los pastores también enseñaron casi siempre a leer, y no a escribir. Escribir no era importante, leer sí, pues con la lectura conocerían los mensajes bíblicos.

Los testimonios giran en torno al aprendizaje de la lectura, a los cambios suscitados en la familia y al conocimiento de la Biblia, y revelan dos vertientes: aquellos que dijeron haber aprendido a leer por bendición y milagro de Dios, puesto que Él les reveló en sueños cuándo y qué parte de la Biblia leer; y la otra es que cuando una persona aprendía, su conocimiento servía de multiplicador en los templos, que fueron usados como salones de clase para los adultos, pues en las localidades no existían escuelas sino hasta después de la década de 1980 e incluso después de 1990. Se dice que en algunas regiones en donde entró el evangelio también se avanzó con la lectura. Se puede confirmar, entonces, que hubo quienes aprendieron a leer con la Biblia y por la “gracia del Señor”.

En el trabajo inicial del protestantismo entre los tojolabales los agentes de pastoral combinaron la teología con actividades de prosperidad para los conversos; sin embargo, las mejoras económicas no se vieron ni se han visto reflejadas de manera convincente.

Así pues, los tojolabales se han convertido al protestantismo por cuatro posibles formas: migración a las fincas cafetaleras del Soconusco; por su contacto con guatemaltecos que llegaron tras la guerra civil en su país y que muchos de ellos se empleaban como obreros en los cultivos de café, al igual que los indígenas locales; por la propia labor de proselitismo hecha por tojolabales para tojolabales y por la actividad pastoral.

El paisaje religioso en el municipio de Las Margaritas es diverso. Existen pocas localidades en donde el total de sus habitantes se declaren católicos; por ejemplo, en la cabecera municipal, con el estallido del movimiento neozapatista, los tojolabales que llegaron trajeron consigo sus religiones y construyeron sus templos gracias a las remesas que los inmigrantes en Estados Unidos enviaron a sus familiares. Además, en varias localidades, incluso en aquellas que hace por lo menos dos décadas fueron las principales expulsoras de no católicos, como Saltillo, ahora muchos de sus pobladores se han cambiado de adscripción religiosa e incluso algunos hijos de catequistas se han convertido a Iglesias no católicas.

Reelaboración de los protestantismos desde la etnografía entre los tojolabales margaritenses

Ahora bien, la historia oral de algunos no católicos tojolabales del municipio de Las Margaritas fue fundamental para conocer cómo integraron el protestantismo en su vida diaria y lo reinterpretaron desde sus marcos culturales, es decir, cómo realizaron lo que denomino “reelaboración”. En este apartado, por cuestiones de espacio, señalaré desde la etnografía cómo lo han hecho algunos tojolabales.

Rita Segato (1991), una de las primeras antropólogas que analizaron cómo fueron reelaborados los protestantismos desde la cultura local de las poblaciones indígenas, propuso tres conceptos: “resemantización”, “resimbolización” y “reelaboración”. El primero

Indica que es posible que un cuerpo de símbolos que emanan de un centro y que son adoptados por un contexto distante, pudiera mantenerse formalmente, pero, al mismo tiempo, ser re-semantizados; o sea, imbuidos con contenidos que pertenecen a la localidad del receptor. El otro concepto, “re-simbolización”, se refiere al proceso contrario a través del cual los contenidos tradicionales se unieron a la experiencia social de un grupo que adquiere nuevas expresiones a través de las formas simbólicas importadas (…) y (el de “reelaboración) a cómo su mensaje es reinterpretado localmente y a la luz del ambiente social y de la cosmovisión de las comunidades que lo reciben y lo adoptan (Segato, 1991:205, 206 ).

Otros autores, como Long (2007) , han señalado la capacidad de los actores sociales para manejar e interpretar nuevos elementos en sus modos de vida. Ese autor propuso una metodología centrada en el actor que se refiere a la consideración de los sujetos sociales para la toma de decisiones. Metodología que puede ser usada también en diferentes investigaciones. Rodríguez parece coincidir con Long cuando, más allá de la institución, toma como punto de partida el “estudio de la religiosidad de sus miembros, de los ‘usuarios’ de la religión, de los creyentes” (Rodríguez, 2010:7). Y esta propuesta resulta convincente, puesto que para conocer cómo los conversos reelaboran las doctrinas no católicas es importante saber cómo practican su religiosidad. No como lo dicta la institución sino como lo hacen los feligreses; es verdad que esta forma de abordar el tema tendría la debilidad de analizar solamente la perspectiva de los creyentes.

Rodríguez explica que el pentecostalismo es refuncionalizado e incorporado a la realidad local y forma parte del abanico de posibilidades de cada individuo para “poner en funcionamiento su religiosidad cotidiana” (Rodríguez, 2005:219, cursivas mías). Con esta postura sugiere que este proceso no es nuevo, sino que

El reacomodo de patrones religiosos traídos del exterior dentro de las concepciones autóctonas ha tenido continuidad, como forma de resistencia cultural, desde la primera evangelización. En ese sentido es posible afirmar que las denominaciones pentecostales basan parte de su éxito en hacer concreto aquello que las iglesias históricas habían obligado a mantener oculto y que se guardaba debajo de sus doctrinas religiosas: hacer posible el retorno a lo tangible (Rodríguez, 2005:220).

Aunque la formulación parece interesante, implica volver a aquellas prácticas de la etnografía en Chiapas de la década de 1980, e incluso de la de 1990, en que para analizar la religiosidad de los pueblos indígenas se utilizó un concepto de resistencia que los colocaba como inactivos, mientras que yo propongo todo lo contrario. Además de que el pentecostalismo, como bien explica el mismo autor, es una religión que “sale de los límites de la práctica religiosa generada en los sectores urbanos para inscribirse como uno de los bastiones religiosos más importantes de la realidad indígena” (Rodríguez, 2005:231). El concepto de reelaboración no solo sirve para estudiar el área indígena o un grupo de no católicos, sino que es un comodín; y aunque Rodríguez no utiliza el mismo término, sino que usa otros como “reacomodo”, “amoldar” (Rodríguez, 2013), alude al significado del concepto en su sentido de resistencia.

James W. Dow (2001) explica cómo los protestantismos están siendo una herramienta que facilita a las personas superar las barreras de la economía de mercado, particularmente en aquellas zonas periféricas donde esta no se ha institucionalizado plenamente (Dow, 2001:19, traducción mía). Pero creo que deberían matizarse estas afirmaciones e incluir otros elementos que se articulan al fenómeno de la conversión.

Por otro lado, con el concepto de reelaboración planteado por Segato rechazo la afirmación de que los indígenas han aceptado de manera pasiva los credos religiosos; considero que han realizado una selección entre los aspectos de la ideología y la han incorporado a su vida cotidiana, a su forma de ser, de vivir y de transmitir contenidos en su día a día.

En Chiapas se produjo una abundante literatura en la que se representaba a los protestantes como personajes que llegaban a las poblaciones indígenas a destruir la cultura y sus formas de vida comunitaria (Giménez, 1988; Juárez, 1989). El concepto de reelaboración empezó a utilizarse a principios de la década de los noventa del siglo pasado por Aída Hernández Castillo (1991), quien desde el análisis de los Testigos de Jehová entre los chuj-kanjobal de Chiapas, que se caracterizaban por ser una Iglesia de tipo secta por la rigidez y el radicalismo de sus restricciones y principios doctrinales, encuentra la persistencia de una mentalidad mágico-religiosa entre los conversos. A pesar de la prohibición entre los Testigos de Jehová en lo tocante a aceptar cargos políticos, en este caso el de comisariado ejidal, ellos estaban asumiendo de hecho dichos cargos. Menciona que “las creencias religiosas tradicionales continúan permeando el pensamiento de muchos conversos y se entremezclan con las nuevas” (Hernández, 1991:123). En mi caso, utilicé por primera vez el concepto de reelaboración en mi tesis de licenciatura (Sánchez, 1995) para analizar cómo el presbiterianismo servía, en ese momento, como espacio de reafirmación de las identidades tseltales; desde esa perspectiva, el presbiterianismo, más que una ideología modernizadora, se había convertido en una nueva forma de religiosidad popular a partir de la cual se había construido una identidad tseltal presbiteriana; sostuve también que dentro del presbiterianismo reelaboraron sus identidades de conformidad con sus marcos culturales locales. Uno de los argumentos para explicar el carácter maleable del presbiterianismo en las poblaciones en las que se establecía fue que se trataba de un presbiterianismo “tradicional”. Por ejemplo, en los cultos religiosos las mujeres seguían estando separadas de los hombres y estos últimos eran quienes decidían y realizaban las actividades. Sin embargo, sostengo lo mismo para el caso que estoy presentando en donde el presbiterianismo ha perdido adeptos, mientras que otras Iglesias como las pentecostales, Bautista, Adventista del Séptimo Día, Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y Testigos de Jehová,12 con el tiempo han ido ganando feligreses gracias al trabajo continuo y diligente en el municipio de Las Margaritas.

Si bien es cierto que la inp fue la primera que se instaló en el municipio margaritense -a poco más de un siglo de su establecimiento en la región-, todo se ha modificado y, además, ya no es la única en el municipio. Por lo menos más de seis Iglesias y una multiplicidad de templos compiten por ganar almas para que, cuando mueran, alcancen el reino de Dios.

Cuando el Estado empezó a contabilizar, para la década de los setenta a través del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (inegi, 1970), el número de feligreses por Iglesias, solamente tomaba en cuenta a católicos y protestantes, y para el municipio de Las Margaritas estimó un total de 32 524 pobladores, de los cuales reportó 31 703 como católicos, un porcentaje de 97.47%, y solo 389 declararon ser protestantes, el equivalente a 1.2%; cinco judaicos, 58 (0.2%) de otra religión, y 369 (1.1%) manifestaron no tener ninguna religión; mientras, cuatro décadas después (inegi, 2010) computó una población total de 111 484 habitantes en el municipio, de los cuales 57 814 (51.85%) se declararon católicos, y en el renglón de protestantes y evangélicos la cifra era de 29 297 personas (26.27%); en el rubro de bíblicos diferentes de evangélicos se contaron 9 861 individuos (8.84%); y en los rubros de otra religión, sin religión y no especificado se registraron 14 512 habitantes (13.01%). Haciendo la suma, 48.12% de las personas declararon no ser católicas, lo cual significa que en ese porcentaje entraba casi la mitad de la población. Según las estadísticas del mismo instituto, Las Margaritas es uno de los municipios de Chiapas con el más alto número de habitantes no católicos. No puedo colocar aquí los datos al respecto por cuestiones de espacio; es tema de otro artículo.

Entre los tojolabales que se convirtieron a alguna Iglesia no católica, por lo menos aquellos cuyas edades oscilaban entre 40 y 70 años en algún momento de su vida fueron católicos y realizaban lo que su creencia religiosa en ese momento les marcaba, por ejemplo, rezos a las cuevas, montañas y cerros; encendían velas a los santos; solicitaban permisos para la siembra a los cuatro puntos cardinales; celebraban todos los actos religiosos católicos, mientras que las jóvenes de entre 15 y 30 y los niños no habían experimentado un credo diferente al no católico.13 Quizá en este último grupo de edades algunos pensarían que no se podría hablar de reelaboración; sin embargo, sostengo que sí, porque estamos hablando de la doctrina, es decir, de la propia interpretación de los credos desde sus limitaciones o desde su amplio conocimiento.

De tal forma que las personas que en algún momento de su vida han experimentado un cambio de religión han tenido que adaptarse a las “nuevas” formas que demanda su credo. Mientras que quienes nacieron dentro de estas Iglesias practican su credo tal y como sus padres se los han transmitido; evidentemente, no de forma mecánica, sino como a cada uno le parece mejor. También es verdad que hay personas jóvenes que se cambian de religión o de templo, y que continuamente experimentan nuevas formas de experiencia religiosa.

Los conversos suplieron algunos elementos de su cosmovisión indígena. Por ejemplo, cambiaron los rezos y el alcohol que se ofrecían a la tierra antes de comenzar la siembra de la milpa por la plegaria dirigida por el pastor para que la cosecha dé sus frutos en todo su esplendor; los rezos que se hacían a las cuevas, cerros, ojos de agua se sustituyeron por las oraciones de los ancianos, pastores o líderes religiosos para pedir buenas cosechas y lluvia. Se suplieron los cantos de lamentación que se realizaban dentro del catolicismo por los coloridos cantos con baterías y danzas; los cánticos suaves por los gritos; el rezo más íntimo por los llantos a la hora de comunicarse con ese ser que consideran sagrado, su Dios. Así, encontramos a mujeres tojolabales entre 40 a 50 años de edad, que no hablan español y que cantan los himnos religiosos en tojolabal, y que dentro del templo hablan en su lengua oraciones poco inteligibles que, al decir de los feligreses, son profecías que pueden cumplirse, aunque nadie entienda lo que dice la persona, danzando y llorando, sin que pueda distinguirse si expresan alegría o tristeza. Nadie juzga ni comenta, solo se observa. Después del culto, en caso de haberse manifestado una predicción, algunas personas señalan que hay que esperar a “ver” qué pasa, mientras los pastores se muestran contentos. En los cultos religiosos ocurre una catarsis; desde mi perspectiva, se liberan energías negativas acumuladas y se exponen problemas que no se ha logrado resolver. Al terminar la ceremonia los fieles regresan liberados a sus hogares, para continuar con su vida diaria.

Algunos conversos del municipio de Las Margaritas confesaron haber empezado a interpretar de forma distinta su entorno sociocultural. El dolor y la angustia persistieron pero tuvieron otro sentido. Generalmente cada persona vive una experiencia distinta; describen el antes como sordo, ciego e ignorante; y el después, de convivencia familiar, de solidaridad entre los miembros de su familia y grupo y de la pertenencia de su vida a Cristo. La sensación de angustia e impotencia aparentemente desapareció, se sienten fuertes y seguros frente a las adversidades de la vida cotidiana, asegurando tener como aliado a Dios.

La conversión de cada persona tojolabal margaritense (hombre o mujer) se orientó hacia un estilo de vida prescrito por la fe, basado en renunciar al alcohol, al tabaco, al sexo, a las drogas, a la homosexualidad, al lesbianismo, al baile y al canto mundanos y a todo aquello considerado como pecado por la religión adoptada. Los beneficios que las personas conversas obtenían al dejar las “actividades mundanas” fueron individuales aunque, a decir de los pastores locales, repercutió a nivel comunitario, pues fueron y son un ejemplo de cambio de vida; no obstante, la idea de convertir a grupos grandes y crear verdaderas “comunidades religiosas” no fue posible, porque no contaron con los elementos ni la infraestructura necesarios, como brigadas grandes de personas y de larga duración, además del rechazo de las localidades que políticamente defendieron su tradición.

Los recién convertidos se movieron de inicio en el terreno tradicional del protestantismo y se orientaron en la lectura de la Biblia, completada con la iluminación interna del Espíritu Santo. Después se les ofreció la posibilidad de conformar la comunidad que constituye la iglesia local, depositaria de un concepto claro del mundo y de los designios de Dios en cada persona, sabedora de las verdades en las que los convertidos prometieron creer. Se les fue explicando la expectativa de la doctrina y el compromiso de entrega sin restricciones que empeñaban al adscribirse al culto, y que se expresaría necesariamente en las diversas situaciones de la vida para mantener el camino iniciado. La comunidad, reflejada en la iglesia, acoge al recién convertido, lo apoya en la comprensión de su nuevo sistema de vida en la que le esperan mejores condiciones, lo somete al proceso de resocialización y lo hace sentirse seguro mientras va internalizando una nueva visión de Dios. El individuo va aprendiendo dónde está la verdad, cuáles son los males morales y cuáles los enemigos que debe combatir. La comunidad, vista como un ente real, y la Biblia son fundamentales para las religiones no católicas; la primera como cristalización de tal realidad y agente de socialización, y, la segunda como instancia doctrinal inapelable. La Biblia también es usada aparentemente para salvaguardar una tradición particular, para ejemplificar la vida cotidiana de los feligreses; por ejemplo, el 10 de mayo, en la iglesia pentecostal Vino Nuevo se dijo que Dios no necesita hombres que solo sirvan para procrear hijos sino para apoyar a la mujer, por eso ella salió de la costilla de él. Esto es a lo que llamo reelaboración de los credos religiosos. En los templos no solo se lee la Biblia, sino que se reinterpreta de acuerdo con las formas de vida de los locales.

El grupo es responsable de crearle al individuo una nueva identidad, además de hacerle creer que esa es la única, la sana y la legítima, pero que se halla constantemente amenazada por el exterior; y le hará ver quiénes son los enemigos, para que pueda estar prevenido. La persona tendrá otro lenguaje y otros códigos que le permitirán comunicarse con el grupo.

Cada Iglesia que se ha instalado en el municipio de Las Margaritas ha tenido un proceso diferente; las de mayor éxito han sido las neopentecostales, al incluir en su ritual la sanación, que ha permitido a muchos tojolabales encontrar respuesta a una de sus problemáticas más comunes: la salud.14 Abundan los testimonios acerca de la sanación de enfermedades que en algunos casos no pudieron curar los médicos alópatas. Se asume que la oración posee un alto poder de sanación. Algunos feligreses comentaron que, aunada a la oración, la sangre de Cristo también tiene poder ante cualquier situación de peligro o de enfermedad. “Solo basta con invocarle y el peligro pasa, incluso la muerte se aleja si lo hacemos con fe” (entrevista con LNZ, 15/03/2008, cabecera municipal de Las Margaritas). La oración y la invocación de la sangre de Cristo cobran poder si se hacen con fe. Si no se tiene fe, entonces no tienen poder, y ningún tipo de peligro se aleja. Para los feligreses, el sistema de sanación por ritual es importante debido a la falta de dinero en las familias. Estas sanaciones sirven de testimonio para convertir a otras personas.

La Asamblea de Dios utilizó a cada miembro de su Iglesia para que evangelizara. Produjo ejércitos de predicadores al aire libre, profesores y diáconos para las escuelas dominicales. Convirtieron sus casas en templos, de tal forma que para tener comunicación con Dios no fuera necesario ir al templo, sino que se pudiera hacer desde ahí.15

Cada Iglesia en Las Margaritas ha creado su comunidad religiosa-cristiana con su propia cosmovisión. Los feligreses crean comunidad religiosa con la valoración de su entorno sociocultural y sus propias limitaciones, estructurales y educativas. En su mundo se incluyen divergencias, como las disputas por los liderazgos. La comunidad es entendida como la solidaridad, el apoyo mutuo entre las personas que asisten al mismo grupo. En el caso de algunos con los que tuve oportunidad de convivir, eran grupos que se habían formado con personas salidas de manera forzosa de sus poblaciones de origen por temor a ser expulsados o bien porque iban huyendo de sus localidades, selva adentro, por negarse a entrar en las filas de los neozapatistas. En muchos casos se habían reunido personas que de alguna manera se encontraban “vulnerables”; en otros se habían conjuntado familiares o bien grupos de personas que de alguna manera tenían contacto cotidiano por pertenecer a la misma población, incluso de antiguos conocidos de la iglesia católica, o compadres en su religión previa, que al llegar a la “nueva” se sintieron más identificados y estrecharon sus lazos de hermandad. Pienso que la situación en la que los feligreses se integraron a un grupo pudo ser detonante para que fueran más unidos. Esta unión, por supuesto, no escapa de los diversos conflictos habituales entre los seres humanos.

La población tojolabal ha asumido las doctrinas no católicas como parte de su vida diaria. Para reconocer que las doctrinas religiosas son parte de la identidad indígena es necesario compartir y convivir con ellos. Cada momento, cada día, ellos internalizan la doctrina religiosa, sea esta católica o protestante. El lenguaje de los no católicos se puede reconocer fácilmente, primero porque incluyen la palabra “hermano” en todos sus saludos cotidianos, desde el pastor que ostenta el más alto liderazgo hasta el feligrés que no tiene ningún cargo. Es sinónimo de “igualdad” entre todos y no hay diferencia aparente. Para aquellos que se reúnen es también sinónimo de cercanía. Casi siempre argumentan que “aquí todos somos iguales, no como en la iglesia católica que no se puede acercarse a los padres, y qué decir de los altos jerarcas” (entrevista con MNX, 13/05/2008, cabecera municipal de Las Margaritas). Además de que a partir de 1994 muchos de los pastores habían sido reclutados entre los feligreses y preparados para su ejercicio ministerial. Cabe aclarar que la palabra “hermano” la utilizan solamente para dirigirse a miembros de su propio culto e incluso para los de otras iglesias no católicas.

Parte del paisaje margaritense tojolabal es encontrar a hombres y mujeres cantando, danzando y aplaudiendo dentro de los templos no católicos, en parte para celebrar que han cambiado sus vidas para bien. Hacen suya la doctrina, se la reapropian, la resignifican y la incorporan a su vida cotidiana y la hacen parte de su identidad.

Cuadro 1 Iglesias existentes en el municipio de Las Margaritas, Chiapas 

Nombre Dirección
1 Congregación Cristiana de los Testigos de Jehová Camino Real s/n, Colonia La Fortuna
2 Los Testigos de Jehová en México Domicilio conocido, Ejido San Arturo Las Flores
3 Congregación Cristiana de Los Testigos de Jehová Carretera Central s/n, Ejido Morelia
4 Congregación Cristiana de Los Testigos de Jehová Calle Central y Carretera a San Antonio-Monterrey s/n, ejido Santa Elena
5 Presbiterio Fronterizo de Chiapas 7a. Avenida Poniente Sur número 16, barrio de San Sebastián
6 Presbiterio Fronterizo de Chiapas 1a. Calle Sur Poniente sin número, barrio Sacsalum
7 Presbiterio Fronterizo de Chiapas Avenida Central Sur Oriente, Ejido Belisario Domínguez, San Pedro
8 Iglesia Cristiana Solo Cristo Salva Primera Avenida Oriente Sur sin número, Octava Calle Sur Oriente
9 Iglesia Cristiana Solo Cristo Salva Fracción del predio rústico denominado Santa Martha, distrito de Comitán
10 Iglesia de Dios Evangélica Renovación en Cristo Fracción del predio urbano ubicado sobre la 1ª Avenida Poniente Sur número 39

Fuente: Secretaría de Gobernación, 2018, Asociaciones Religiosas por clave SGAR

El cuadro anterior (cuadro 1) no da razón de todas las Iglesias existentes en el municipio. Una explicación puede ser que no todas las Iglesias se registren ante la Secretaría de Gobernación.

Ahora bien, describiré la vida cotidiana de una familia conversa para ejemplificar la reelaboración.

Toño, desde la edad de 13 años, apenas sabiendo leer y escribir, experimentó el cambio de católico a presbiteriano, aun sin la anuencia de su madre, sí con el apoyo de su padre. La transformación de la vida familiar se vio rápidamente al ser su padre quien dejara de ser alcohólico. Con los cambios vistos en su padre él fue internalizando el nuevo credo a su vida cotidiana, al no intentar probar el alcohol, y no porque fuera una prohibición religiosa, sino que al ver que en la casa no se consumía, a él tampoco le llamaba la atención. Se dedicó, al igual que su padre, a las labores del campo. A los 18 años contrajo matrimonio con una joven de origen tojolabal, que en ese tiempo era empleada del hogar en una de las casas de margaritenses adinerados. Después de casarse, Toño continuó siendo feligrés activo dentro del templo de su localidad de origen; poco a poco se fue comprometiendo más con la doctrina de su Iglesia y surgió su interés por convertirse en pastor. Así, cuando tuvo la oportunidad decidió inscribirse en el Seminario Teológico Presbiteriano Dr. Juan R. Kempers. Se mudó primero a la ciudad de Tuxtla Gutiérrez y después a Tapachula; luego de haber concluido sus estudios teológicos regresó a su localidad en donde fue instalado como pastor. Luego de un largo y arduo trabajo con sus coterráneos, salió de ahí para trasladarse a vivir a la cabecera municipal de Las Margaritas, donde siguió trabajando para la Iglesia Nacional Presbiteriana. Así, tras un largo caminar junto a la INP, se vio involucrado en conflictos internos y determinó abandonarla para adherirse, junto a un número de personas seguidoras, a la Iglesia Presbiteriana Reformada (IPR), desde donde encabezaba a un conjunto de templos y feligreses de diferentes localidades.

Tras una labor de algunos años en la IPR, se impuso la formación de una iglesia local bajo los marcos culturales locales. Resulta entonces que se recupera el tojolabal como principal vía de comunicación entre los feligreses; las personas que hablan la lengua sirven de maestros para los que no la saben, e instauran un seminario local en el que los profesores son los propios miembros de la Iglesia. Ninguno de ellos, excepto Toño, tenía instrucción teológica. Había un abogado, y los demás eran personas que habían sido capacitadas por Toño. Después de un año de seminario comenzaron a graduarse los primeros pastores y se instalaron de manera emergente en aquellas iglesias de localidades cuya posición geográfica era alejada de la cabecera municipal y, además, de difícil acceso. Para ser pastor no era necesario tener un grado de instrucción escolar alto, bastaba con saber leer y escribir. Las estructuras locales de los templos se formaban de los feligreses y cada vez más con menos exigencias. Las mujeres, aun analfabetas, fueron ocupando puestos dentro de los templos, lo cual había permitido un trato de mayor confianza entre los miembros de los templos. La principal razón para justificar la preferencia por los locales para ocupar los puestos importantes dentro de los templos era que las personas que llegaban de fuera, sin ningún conocimiento de los espacios, y menos aún de los aspectos culturales, como la lengua, las formas de vida, las “costumbres”, tenían poco compromiso con el crecimiento de la iglesia y con las necesidades de los feligreses.

Los hombres y las mujeres tojolabales están incursionando en espacios que antaño eran impensables. Aunque cabe mencionar que aún no se admite que las mujeres se conviertan en pastoras. La argumentación es que en la Biblia no se aprueba en forma explícita. Fuera de eso, ellas tienen acceso a cualquier otro cargo dentro de la estructura del templo. En cambio, entre los pentecostales sí se acepta que haya pastoras, aunque no precisamente las mujeres tojolabales, sino otras que, incluso, no son originarias del estado; además, al igual que los hombres, están recibiendo instrucción en los centros de capacitación para pastores y después se incorporan a su ejercicio.

Este tipo de Iglesia, que aún está creciendo dentro del municipio, no solamente toma en consideración la propia cultura, sino que se integra con personas oriundas de la localidad, de tal forma que las doctrinas que llegan no solo se reelaboran, se resignifican, sino que se practican a la luz de sus percepciones y concepciones.

Consideraciones finales

Hace casi tres décadas que en Chiapas se empezó a usar el concepto de reelaboración y resignificación para analizar no solamente las religiones que llegaban a Chiapas sino las inmensas ideologías, incluidos los proyectos productivos, educativos de gobierno y de las organizaciones no gubernamentales. Conceptos que sirvieron para objetar las etnografías de las décadas de 1940 hasta la de 1990, que describieron a las poblaciones indígenas como sumisas y pasivas y, en el mejor de los casos, las colocaban como las más resistentes. Algunos autores señalaban que los pueblos indígenas habían resistido la imposición de credos y que seguían conservando sus cosmovisiones prehispánicas. Tales concepciones definían la cultura de los indígenas chiapanecos como estática, como si los años no hubieran pasado por ellos. Sin embargo, el concepto de resistencia fue usado no solo en la academia, sino en los discursos de diversos líderes para manifestar que el ser indígena seguía y sigue presente aun a pesar de los esfuerzos de los diversos sectores sociales por eliminar su cultura.

Me parece que el concepto de reelaboración no solamente alude al dinamismo de la cultura, sino a la capacidad de las personas, de las sociedades o de las poblaciones para incorporar elementos que llegan a través de otras fronteras socioculturales a su forma de vida cotidiana. Que no es la suma de elementos sino más bien el simple enriquecimiento de las formas de vida de cada sociedad, pueblo o persona. En tal sentido, el concepto sirve perfectamente para analizar la llegada del protestantismo a las poblaciones indígenas chiapanecas, en este caso de los tojolabales.

En este tiempo las sociedades experimentan transformaciones constantes. Por un lado, son poblaciones expulsoras de personas hacia otras ciudades, al mismo tiempo que son receptoras de otras que llegan, y se convierten en escenarios de intercambios socioculturales. De ahí la importancia de retomar el concepto de reelaboración que propongo aquí. El protestantismo me sirvió para explicar primero cómo una de las doctrinas más antiguas fue ganando adeptos en una población. En este sentido, el concepto ayuda a entender cómo se insertan los proyectos, religiosos o no, en las poblaciones locales, pero también cómo los pobladores se los apropian. Es muy fácil decir que resisten o que se aculturan, pero no explicar cómo se vuelven dinámicas.

Los tojolabales que han abrazado el protestantismo lo han incorporado a su forma de vida cotidiana, de tal modo que su cultura debe describirse en el marco de las diversas formas de ser protestante. El ser tojolabal está mediado y atravesado por prácticas de pensamientos sociopolíticos y religiosos. Se es tojolabal católico o protestante, perredista, priísta, morenista, cioaquista, pues la pertenencia es definida por una serie de grupos u organizaciones religiosas o político-organizativas. No existe una sola manera de serlo, sino múltiples formas.

Así, entonces, puedo afirmar que el ser tojolabal es una condición que se transforma al adaptarse, enriquecerse, redefinirse y articularse con los elementos que le presenta la modernidad, sea esta la religión, la política u otros elementos.

La cabecera municipal margaritense fue, hasta diciembre de 1993, asiento mayoritario de no indígenas. Con el levantamiento armado en enero de 1994, personas de diversas localidades arribaron a ese espacio en busca de refugio. Y muchas, en lugar de regresar a sus lugares de origen, se establecieron en la periferia del municipio y se integraron a los barrios incipientes, o crearon nuevos. Edificaron ahí sus templos, y desde ese lugar han estado haciendo labor de proselitismo para seguir manteniendo sus espacios de reunión.

Las personas que van a los templos de Iglesias no católicas generalmente son hombres que se emplean en trabajos del sector terciario, como albañiles, ayudantes de albañiles o en cualquier otra ocupación por la que reciben pagos raquíticos. Las mujeres se emplean en el ámbito doméstico, comercio menor.

En localidades como Cruz del Rosario, la mayoría de sus habitantes son mujeres madres de familia, niños, ancianos y enfermos; las primeras asumen los cargos religiosos, y los suman a la ya de por sí pesada carga de responsabilidades como jefas de familia, de tal forma que la reelaboración se hace de manera natural para adaptarse a nuevas condiciones socioculturales.

Varias de las personas con las que tuve el gusto de entablar conversación señalaron que el éxito del avance del protestantismo en parte se debe al modelo de familia que ofrecen: hombres responsables, trabajadores, no violentos. El alto consumo de alcohol entre los hombres indígenas o no indígenas hace que al dejarlo se vea de manera inmediata el cambio familiar. Los conflictos familiares se resuelven internamente, “sin salirse de control”, pues los integrantes del grupo piensan que el éxito de la vida es tener una familia integrada a la que se le pueda mantener.

Aunque las investigaciones acerca de los grupos protestantes en áreas mayas fueron líneas de investigación clásicas dentro de los estudios antropológicos e históricos, resulta necesario volver a revisarlas, ya que los grupos religiosos siguen vigentes y merecen visitarse de nuevo bajo diversos enfoques; además, no se ha dicho nada acerca de los protestantes tojolabales. Reconozco que falta profundizar el tema, hacer un análisis exhaustivo de las diferentes Iglesias presentes.

Fuentes de consulta

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1 Es pertinente señalar que parte de los datos etnográficos para la realización de este texto corresponden a mi tesis doctoral, presentada en diciembre de 2015 en la Universidad Autónoma de Madrid, recogidos entre los tojolabales que abandonaron el catolicismo y pasaron a formar parte de las filas de los no católicos. Para la recolección de datos utilicé las entrevistas con hombres y mujeres adscritos a diversas Iglesias no católicas; asimismo, la observación fue fundamental para poder describir y entender las formas de vida de los tojolabales no católicos desde la reelaboración. Para comprender cómo se retomaron esas ideologías religiosas es indispensable revisar el proceso de inserción de los primeros conversos en Chiapas, sin lo cual no puede apreciarse el proceso que denomino reelaboración, su impacto en la población de Las Margaritas y el caso de los protestantismos entre los tojolabales margaritenses.

2En algunas investigaciones se emplea el término no católico (Juárez, 2008) para referirse a las personas que han decidido salir de la Iglesia católica e integrarse en otra diferente, y se evita llamarlos protestantes por una posible carga peyorativa. Aquí utilizo este último término cuando se expresa así en la literatura o cuando lo usan las personas para designar a aquellos que van a templos o Iglesias diferentes de la doctrina católica; y cuando mi intención es echar mano de una denominación neutral para nombrar a cualquiera que no pertenezca a la religión católica utilizo el de no católico.

3Los protestantes estadounidenses, para cristianizar el mundo, echaron mano de agencias paraeclesiales como Misión Latinoamericana, Visión Mundial, Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, Wycliffe Bible Traslators —que llegó a América Latina como el Instituto Lingüístico de Verano (ilv)— y Juventud con una Misión. El objetivo de las agencias fue, por definición, multiplicar y fortalecer las iglesias locales. Los nexos que las Iglesias pentecostales tienen con las dictaduras latinoamericanas pueden ser consultados en Stoll (1990).

4Cabe aclarar que el periodo anticlerical en Chiapas comienza durante la revolución y se prolonga hasta la década de 1940; sin embargo, el que me interesa resaltar es el de 1930 en adelante, que corresponde al ascenso del protestantismo. Un análisis del anticlericalismo durante el proceso revolucionario y una década después se puede consultar en Lisbona (2008).

5Datos del Registro de Asociaciones Religiosas, Subsecretaría de Migración, Población y Asuntos Religiosos, Secretaría de Gobernación, México, octubre 19 de 2018 (sg, 2018).

6En el municipio de Las Margaritas no se ha realizado ningún tipo de estudio que analice la historia de ingreso al protestantismo; menos aún, cómo los habitantes reelaboran los contenidos religiosos y los incorporan en su vida cotidiana. En este sentido, este trabajo es pionero. Debido a la ausencia de investigaciones entre los habitantes fue necesario recurrir a la historia oral.

7Una Iglesia es aquella que tiene amplio número de feligreses, cuenta con una estructura interna, un templo para realizar los cultos y, lo más importante, un pastor que encabece el grupo. Una congregación, en cambio, tiene menos de 60 miembros, no cuenta con una estructura interna y depende de una Iglesia desde donde el pastor la supervisa.

8 Martínez (1976) explica que en el área tojolabal no había grupos protestantes hasta 1982 y 1984, cuando guatemaltecos atraviesan la frontera y buscan refugio en tierras mexicanas, particularmente en Las Margaritas, bajo el signo del protestantismo, y cuyos personajes contribuyeron a que los mexicanos se convirtieran. En El Carmen Villa Flores, que se ubica aproximadamente a dos horas de la cabecera municipal de Las Margaritas, hasta 2008 los católicos eran minoría.

9El Seminario Teológico Presbiteriano Dr. Juan R. Kempers enseña en español, tiene ocho cátedras y acepta a personas que hayan culminado su educación secundaria; sus estudiantes se gradúan en Diplomado en teología y Licenciatura en teología; no tiene formación de profesores, pero sí formación práctica. En la página web aparece 1990 como su fecha de fundación; sin embargo, según los testimonios recopilados por los primeros pastores tojolabales, fue en 1984 cuando se ordenó el primer pastor de la región tojolabal, lo que significa que el seminario operaba desde fechas anteriores (stp 2018).

10El “modelo” que representaba la familia conversa contrastaba con la de los católicos, que seguían haciendo rituales a la montaña, a las cuevas, seguían resolviendo sus problemas de salud física y mental vía médicos tradicionales, y que el alcohol era un elemento indispensable en sus rituales, tanto de salud, sociales, económicos y en todo tipo de peticiones. Un gran número de personas pasaban alcoholizadas la mayor parte de la semana. El alto costo de la bebida, más el gasto por insumos para los rituales, velas, incienso, tabaco, gallinas entre otros, hacían que la economía fuera decadente.

11“La selva” es un regionalismo ampliamente utilizado para referirse a localidades ubicadas dentro de la Selva Lacandona. Por otro lado, el municipio de Las Margaritas se ubica política y geográficamente en la región del mismo nombre.

12El cristianismo evangélico se clasifica en: Iglesia presbiteriana, Iglesia bautista y cristianismo pentecostal; dentro de los grupos paracristianos o independientes se encuentran: Testigos de Jehová, Adventistas del Séptimo Día e Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones). Para una descripción amplia de cada una de las Iglesias, véase Rivera et al. (2005). En el Censo General de Población y Vivienda de 2000 se hace la diferenciación, en dos rótulos: en “Protestantes y evangélicos” se incluyeron las Iglesias históricas y pentecostales, neopentecostales, y en “Bíblicos diferentes de evangélicos” se agrupa a los Adventistas del Séptimo Día, Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones) y Testigos de Jehová (inegi, 2000).

13Para una información más amplia acerca de la forma de practicar el cristianismo no católico, véase Sánchez (2015).

14La Iglesia presbiteriana en Las Margaritas no ha incluido el ritual de sanación; para ellos es mejor acudir al médico y solo algunos feligreses, con independencia del pastor, siguen visitando a los médicos tradicionales locales. Mientras que los miembros de la iglesia presbiteriana reformada sí han integrado la sanación del cuerpo físico como una forma de manifestación divina.

15Los feligreses de la Iglesia Nacional Presbiteriana son considerados como “los más tradicionales”. Creen en los milagros y confían en el poder de la oración, pero sin ritual de sanación. Continúan tratando de erradicar, aunque en menor medida, las curaciones con médicos tradicionales, y hacen hincapié en que la medicina alópata es la que más conviene, ya que Dios obra en los médicos. Creen en la ciencia médica como un poder divino manifestado en los hombres.

Recibido: 09 de Mayo de 2019; Aprobado: 27 de Septiembre de 2019; Publicado: 29 de Octubre de 2019

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