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Revista pueblos y fronteras digital

versión On-line ISSN 1870-4115

Rev. pueblos front. digit. vol.10 no.20 San Cristóbal de Las Casas jul./dic. 2015

https://doi.org/10.22201/cimsur.18704115e.2015.20.41 

Notas de investigación y reseñas

Reseña a El mosaico chiapaneco. Etnografía de las culturas indígenas, 2012, de Andrés Fábregas Puig

Carlos Gutiérrez Alfonzo1 

1 CESMECA-UNICACH. carlosalfonzo6@gmail.com

Fábregas Puig, Andrés. 2012. El mosaico chiapaneco. Etnografía de las culturas indígenas. Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, Delegación Chiapas, México: 157p. ISBN: 978-607-7811-22-0.


Hace treinta años, el doctor Eduardo Matos Moctezuma, quien era en ese entonces director del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), le propuso al doctor Andrés Fábregas Puig que diseñara, dirigiera y desarrollara «un proyecto de investigación antropológica sobre la Frontera Sur mexicana» (Configuraciones regionales mexicanas II, p. 17). En el prólogo al tomo dos de sus Configuraciones regionales mexicanas, Andrés Fábregas puntualizó que esa propuesta fue relevante para que retomara temáticas que habían sido de su interés en sus años estudiantiles. La primera fue la de la frontera, la segunda, la de las regiones, y ligadas a las dos anteriores estuvo una tercera, que tenía que ver con la construcción del conocimiento antropológico.

En la introducción general del libro La formación histórica de la frontera sur (publicado por el CIESAS-Sureste en 1985), lectura obligada para la comprensión de los mundos de estas latitudes, después de indicar cómo hacia la década de los setenta del siglo pasado hubo un retorno, quizá por influencia de Pueblo en vilo, de Luis González y González, a las investigaciones regionales, a la manera en que habían sido practicadas por Manuel Gamio, Gonzalo Aguirre Beltrán y Ángel Palerm, Fábregas Puig anotó que «lo útil del análisis de la historia local -que es el problema de la región- está en que su dimensión concreta presenta la riqueza y complejidad de la práctica social que constituye la historia nacional» (p. 6).

Al adentrarse en la comprensión de la frontera sur, con la cual se trató de romper un continuo cultural que ha ligado a México, en especial a Chiapas, con Centroamérica, logró observar que en esta parte del país, en la época prehispánica, no existió una «centralización política […] algo así como un «Estado Pluriétnico Centralizado» que reuniera la experiencia cultural bajo un solo dominio» (La formación histórica de la frontera sur, p. 13), Más bien, identificó Fábregas, «la fortaleza del poder local es la característica que destaca junto al desarrollo variado de las experiencias culturales» (p. 13). Con base en ideas expuestas por su maestro Guillermo Bonfil Batalla, pudo constatar que «la primera gran unificación política [de las colectividades de esta región] fue el producto de un acto de fuerza, de la instauración de un proceso violento […] el colonialismo que, al mismo tiempo, inició la formación de la nación junto con la concentración de poder expresada en el Estado» (p. 13). Con dicho proceso, los pueblos originales fueron desintegrados y se dio inicio a un nuevo proceso, mediante el cual fue conformada la nación.

Andrés Fábregas Puig vino hacia la frontera sur para estudiar cómo dicha frontera debía ser vista a la luz de la formación del Estado nacional y cómo, a diferencia de la del norte, que sí marca una clara división, la del sur se estableció como parte del proceso de diferenciación de los Estados nacionales en América Latina; sin embargo, existe en ella una historia compartida, sobre todo, con los países de Centroamérica y rasgos culturales reconocibles más allá de las diferencias.

En este reconocimiento de la historia local, regional, Andrés Fábregas Puig, tuxtleco, de padre y madre españoles, llegados a nuestro país al final de la guerra civil española, observó que para la comprensión de la frontera sur había que insistir en el lugar fundamental que los «pueblos originales», decía en ese entonces, desempeñan «en el proceso de integración de la nación» (p. 14). Lo expresó de esta manera: «En el caso del sureste de México, en el proceso de integración de la nación, el esfuerzo cotidiano de los pueblos originales por preservar sus espacios territoriales, sociales y culturales, corre paralelo a su inclusión en la compleja sociedad surgida con el mestizaje» (La formación histórica de la frontera sur, p. 15).

En abril de 1992, el gobierno del estado coeditó con Miguel Ángel Porrúa, en la colección Chiapas eterno, el libro Pueblos y culturas de Chiapas, de Andrés Fábregas Puig. En la introducción, fechada en «Don Ventura, San Fernando, Chiapas», en el invierno de 1991, el autor explicó que «el propósito de este libro es ofrecer una introducción a la comprensión de los pueblos y culturas de Chiapas, particularmente a un público lector no especializado. El libro no constituye una reflexión de la historia de Chiapas, sino un panorama de la diversidad de pueblos y culturas que habitan en esta parte del sur de México, tan cercana a Centroamérica» (p. 27).

Después de definir los parámetros teóricos con los cuales habría de acercarse a la comprensión de los pueblos y las culturas de Chiapas, sobre todo con base en el concepto de cultura, de lo que se simboliza en sociedad, Fábregas Puig argumentó que los pueblos originales han constituido «el piso histórico que explica la emergencia de los rasgos culturales de los chiapanecos» (Pueblos y culturas de Chiapas, p. 11). Observó también que ese piso histórico se complementó con la negritud y con lo castellano. Fueron, entonces, tres vertientes las que modelaron la fuente de lo chiapaneco. En el libro Pueblos y culturas de Chiapas, lo formuló de esta manera: «Estas tres grandes tradiciones culturales -con sus variantes internas- resultaron en un mestizaje cultural cuyo producto final es el Etos Chiapaneco» (p. 14).

Andrés Fábregas Puig ha sido el antropólogo que se ha dedicado a pensar lo que él en un principio definió como el «Etos Chiapaneco». Y como parte de la comprensión de ese «Etos», ha publicado cuatro libros: Pueblos y culturas de Chiapas, en 1992; Chiapas antropológico, en 2006, en una colección promovida por el gobierno del estado que se denominó «Lecturas para entender a Chiapas»; Chiapas: culturas en movimiento, en 2008, en la editorial Viento al hombro; y El mosaico chiapaneco. Etnografía de las culturas indígenas, en 2012, editado con acierto por la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas-delegación Chiapas.

La base para la formación de este mosaico propuesto por Fábregas Puig fue establecida en el primer libro, el de Pueblos y culturas de Chiapas, el cual hizo crecer, sobre todo, en sus corredores. Al decir lo anterior estoy pensando en el piso del patio de la casa parroquial del templo de San Miguel, de Copainalá. Y esos corredores quiero verlos en esa su búsqueda del «Etos chiapaneco», que en 2008 le denominó «Chiapanequidad» y en El mosaico chiapaneco le nombró «Chiapanidad». Pero esa base, en este último libro tuvo un cambio, que me parece significativo, porque con él, el doctor Fábregas Puig atrae una de las temáticas que ha definido su quehacer: la de las regiones.

En Pueblos y culturas de Chiapas y Chiapas: culturas en movimiento, la base cultural de la «chiapanidad» fue descrita a partir de la noción de pueblo, quizá dentro de la idea de que en la época prehispánica no hubo un poder que centralizara las culturas de esta parte del país, y lo que existió fue una serie de poderes locales identificables. En ambos libros, después de una introducción y un epílogo, presentó datos etnográficos, en este orden, de los zoques, los lacandones, los choles, los tojolabales, los chujes, los jacaltecos, los tsotziles y los tseltales.

En El mosaico chiapaneco, Fábregas Puig, después de la introducción y del primer capítulo titulado «El estado de Chiapas en perspectiva histórica», agrupó las etnografías de las culturas indígenas de la siguiente manera: las de los tseltales y los tsotziles en el capítulo denominado «Los Altos de Chiapas»; las de los tojolabales, los chuj, los jacaltecos, los mames y los mochó en el capítulo «Culturas en frontera»; las de los lacandones y los ch’oles en el capítulo llamado «El tapete cultural de la selva»; dedicó el último capítulo a la tradición zoque-mixe, tal vez para hacer visible esta colectividad, que había permanecido ignorada por los científicos sociales, en especial por los antropólogos, hasta que Fábregas dirigió la mirada hacia esa tradición, que él había aspirado y palpado por las calles de Tuxtla, de ese Tuxtla que en su corazón lleva con tanta efervescencia. No habría que dudar que esta misma razón lo orillara a colocar a los zoques en el primer apartado tanto del libro Pueblos y culturas de Chiapas como del titulado Chiapas: culturas en movimiento. El mosaico chiapaneco. Etnografía de las culturas indígenas tiene además un epílogo y unas saludables sugerencias bibliográficas. Sin embargo, las monografías no fueron modificadas del todo; conservan la misma estructura, con la que fueron elaboradas en los años noventa. A lo más que llegó el doctor Fábregas fue a acomodar pocos datos recientes. No hay que perder de vista que se está ante sociedades cambiantes.

Al haber agrupado por regiones las etnografías de El mosaico chiapaneco y al haber dedicado el primer capítulo a situar la entidad en términos históricos, Andrés Fábregas Puig continúa pensando las temáticas que fueron determinantes para él en sus años juveniles. Es consciente de lo que significa aprehender la complejidad del estado de Chiapas. Lo ha dicho con claridad: hay retos ahí que debe afrontar la antropología que ha crecido en esta parte del país. Y la propuesta de él es observar esa complejidad a partir del «Etos chiapaneco», de la chiapanidad, como lo ha nombrado ahora, de la mano de una antropología que busque destruir barreras. Hay acá una propuesta de investigación que invita a adentrarse en el conocimiento de lo que nos identifica como chiapanecos. Él ha colocado ahora unos colores, los cimientos, para seguir conformando este mosaico, sobre el que siempre debe haber fiesta, a pesar de los pesares.

Faltan otros colores, muchos, como los de «las culturas mestizas, no sólo en los entornos rurales sino en las ciudades», como lo expuso Andrés Fábregas Puig el 16 de febrero de 1992, en el prólogo al libro La población indígena de Chiapas, compilado por Víctor Manuel Esponda Jimeno y publicado por el gobierno del estado de Chiapas, en marzo de 1993, en la serie «Nuestro pueblos».

Cultura e identidad son construcciones históricas, ha anotado con claridad Andrés Fábregas en su mosaico. Es imposible seguir pensando en colectividades inamovibles, detenidas en el tiempo, ha dicho también al final de su libro Chiapas: culturas en movimiento. Con El mosaico chiapaneco. Etnografía de las culturas indígenas ha expresado su interés por conocer cómo se reafirma lo propio en un mundo tan cambiante. Cómo se manifiesta, al final de cuentas, la enorme capacidad humana para enfrentarse a situaciones disímbolas.

En el capítulo dedicado a la «Tierra nómada», en el tomo dos de sus Configuraciones regionales mexicanas, Andrés Fábregas Puig situó cómo después del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en 1994, «surgió un número insospechado de especialistas en el sur de México y, en concreto, de analistas del estado de Chiapas […] Las sociedades y culturas indígenas acapararon de nuevo la atención de antropólogos mexicanos y extranjeros interesados en el análisis de los problemas del país».

Con la publicación de El mosaico chiapaneco. Etnografía de las culturas indígenas, Andrés Fábregas Puig, con el corazón en los ojos, y por cuarta ocasión, invita a pensar en el «Etos chiapaneco», en la chiapanidad, en esas formas que la imaginación inventa. Uno de los rasgos de la chiapanidad, dice el doctor Andrés, es la conversación, de la cual él es un fiel exponente. Habría que poner en práctica este rasgo ahora que tanta falta hace sentarse a la mesa para dialogar.

Fuentes de consulta

Esponda, Víctor Manuel (comp.), 1993, La población indígena de Chiapas, México, Instituto Chiapaneco de Cultura (serie Nuestro Pueblos 11). [ Links ]

Fábregas, Andrés, Juan Pohlenz, Mariano Báez y Gabriel Macías, 1985, La conformación histórica de la frontera sur, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Sureste/Secretaría de Educación Pública (cuadernos de la Casa Chata 124). [ Links ]

Fábregas Puig, Andrés, 1992, Pueblos y culturas de Chiapas, México, Gobierno del estado de Chiapas-Miguel Ángel Porrúa. [ Links ]

Fábregas Puig, Andrés, 2006, Chiapas antropológico, México, Gobierno del estado de Chiapas, Lecturas para entender a Chiapas. [ Links ]

Fábregas Puig, Andrés, 2008, Chiapas: culturas en movimiento, México, Editorial Viento al Hombro. [ Links ]

Fábregas Puig, Andrés, 2011, Configuraciones regionales mexicanas. Un planteamiento antropológico, tomo II, México, Universidad Intercultural de Chiapas. [ Links ]

Recibido: 07 de Septiembre de 2015

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