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Revista pueblos y fronteras digital

On-line version ISSN 1870-4115

Rev. pueblos front. digit. vol.9 n.18 San Cristóbal de Las Casas Jul./Dec. 2014

https://doi.org/10.22201/cimsur.18704115e.2014.18.23 

Artículos

Hacia la configuración de una nación con democracia: análisis comparativo sobre lugares de memoria de los movimientos estudiantiles en El Salvador y México

Toward the Configuration of a Nation with Democracy: A Comparative Analysis of Sites of Memory of Student Movements in El Salvador and Mexico

Miguel Ángel Villela Ramos* 

*Posgrado en Antropología, PROIMMSE-IIA-Universidad Nacional Autónoma de México. México. mikelvillela@gmail.com


Resumen

Este ensayo describe cómo los movimientos estudiantiles de El Salvador y México realizan conmemoraciones anuales sobre las masacres que sufrieron en sus respectivos momentos y explica por qué es tan importante para ellos continuar con el recuerdo de los «mártires». Además, muestra la forma en que estas conmemoraciones buscan trascender en proyectos de nación.

Palabras clave: Lugares de memoria; memoria histórica; rituales; movimientos estudiantiles; grupos subalternos; proyectos de nación

Abstract

This paper describes how the student movements in El Salvador and Mexico perform annual commemorations of the massacres they suffered and explains why it is so important for them to continue the memory of the «martyrs». It also shows how these commemorations seek to configure projects of nation.

Key words: sites of memory; historical memory; ritual; student movements; subaltern groups; projects of nation

Introducción

Constantemente, en diferentes lugares del planeta, la población realiza rituales para recordar a personas y hechos significativos en sus vidas y en su historia, de manera individual o colectiva. Algunas de estas celebraciones son cíclicas, como la del día de muertos, y otros han tomado importancia en determinados aniversarios, como la conmemoración de los 500 años de la llegada de Colón a América o el bicentenario de la Revolución francesa. En relación con estos tipos de rituales, existen hechos y personajes que en algunos momentos son evocados de manera personal o grupal y tienen un espacio definido en los territorios de cada país, por ejemplo, los monumentos a procesos independentistas o revoluciones, plazas que llevan nombres de personajes como el Mausoleo a Ernesto «Che» Guevara en Santa Clara, Cuba, o museos dedicados a situaciones especiales como los edificados para recordar las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki.

En este sentido, los lugares de memoria construidos en el imaginario simbólico estudiantil que forman parte del colectivo nacional en El Salvador y en México son retomados en este ensayo como parte de un estudio mayor, ya que surgen a partir de masacres contra movimientos estudiantiles en periodos coyunturales de la historia de ambas naciones (30 de julio de 1975 y 2 de octubre de 1968, respectivamente);1 además, porque dichos lugares son retomados anualmente por los jóvenes estudiantes y por los movimientos vinculados a las luchas sociales, en función del recuerdo de las víctimas de terrorismo de Estado, y también para dar un mensaje a los Estados nacionales, el cual surge en ocasiones desde la población en general y es asumido y expresado por estos sectores sociales que participan de las conmemoraciones. En este trabajo se analiza la construcción simbólica de las personas y los grupos a partir de la rememoración, los rituales y lugares de memoria de los proyectos alternativos de nación, caracterizados como horizontes o visiones utópicas de la actividad política, según las propuestas de Esteban Krotz (1985) y Roberto Varela (2005). Dichas utopías de los sujetos sociales han sido documentadas en rituales y conmemoraciones que cíclicamente se realizan en los espacios o lugares de memoria ligados a las masacres estudiantiles anteriormente señaladas.

El ensayo inicia con una reseña de cómo surge la investigación y un resumen del marco teórico metodológico utilizado en la tesis para el análisis de la información recolectada en los rituales llevados a cabo durante el 30 de julio y 2 de octubre de 2013, tanto en El Salvador como en México. Luego se divide en dos partes: la primera se refiere a los datos empíricos sobre la conmemoración de la masacre estudiantil en El Salvador y la segunda sección muestra los datos sobre la de México. En ambos casos se presenta el relato histórico, así como lo que desarrollan los movimientos estudiantiles y sociales como acción discursiva y acción performativa en el presente etnográfico. Finalmente, se presentan reflexiones y consideraciones analíticas sobre los datos empíricos.

De movimiento social a los lugares de memoria

La investigación titulada «Memoria histórica del Movimiento Estudiantil de la Universidad de El Salvador entre el periodo de 1983 a 1992» que presenté en 2011 me permitió conocer, como parte de la memoria histórica de los exalumnos de la Universidad de El Salvador, los relatos en que se habla de las manifestaciones que transitaron por el paso a dos niveles sobre la 25 avenida norte, y que allí siempre se detenían para recordar a los estudiantes masacrados por el Estado en 1975. Los testimonios históricos de la generación de estudiantes que vivieron la guerra como integrantes universitarios de un movimiento social, ahora se juntan con los relatos de algunas personas sobrevivientes de la masacre contra la comunidad universitaria de 1975, y ambos grupos coinciden en que dicho suceso es un hito en la vida de la institución educativa (la UES) y del movimiento estudiantil universitario, lo cual queda reforzado por las conmemoraciones anuales que las siguientes generaciones estudiantiles han llevado a cabo, en el lugar de la masacre, cada 30 de julio.

Retomando los hechos anteriores y observando el parangón que se da cuando se leen las múltiples publicaciones, se miran los documentales y se escuchan los testimonios que existen en torno al movimiento estudiantil de México y la masacre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, la memoria lo revive y aporta elementos para entender que dicho movimiento marcó la vida y la historia de una nación que, junto a Centroamérica, le ha tocado vivir coyunturas y hechos similares, y que esto se ve reflejado en la conmemoración anual del 2 de octubre. Esta comparación resulta importante porque la experiencia de acudir año con año, de manera ritual en una procesión a un lugar de masacre, tanto en El Salvador como en México, provoca el querer indagar qué es lo que allí sucede, por qué son importantes estos lugares para los sobrevivientes, movimientos sociales y familiares, por qué se sigue recordando con afán estas masacres, entre otras cosas, ya que estos lugares son retomados por las actuales generaciones, como representantes del pasado que guardan mensajes que son interpretados y reinterpretados constantemente en el presente, pero que al mismo tiempo nos lanzan la propuesta de no perder de vista lo que en ellos se dicen de cara al futuro.

Halbwachs señala que en la vida de las personas se hace necesario «la ayuda de los puntos de referencias que llevamos con nosotros» (2004: 327), los cuales pueden ser nombres, monumentos, objetos, acontecimientos, imágenes fotográficas y muchos más, que sirven como marcas para la construcción del discurso histórico de los pueblos. El Movimiento Estudiantil de la UES se encarga de recordar la masacre de la marcha del 30 de julio de 1975 por la defensa de la Autonomía Universitaria, y el Comité del 68, junto al movimiento social integrado por diferentes organizaciones, se encargan de recordar la masacre del 2 de octubre de 1968. En sus respectivos momentos, cada caso planteó la construcción de iniciativas estudiantiles que criticaron las problemáticas que les aquejaban y que, imbuidas en sus contextos, les llevó a proyectar exigencias de cara al Estado. Sin embargo, la respuesta de los dos Estados autoritarios -el salvadoreño de corte militar y el mexicano de tipo partidario- fue la masacre como salida ejemplar a la problemática que los movimientos les significaban. Ahora, a 39 años de la masacre estudiantil salvadoreña y 46 años de mexicana, los «mártires estudiantiles» de ambas naciones continúan dando de qué hablar.

Lugares de memoria: despliegue de anhelos de grupos subalternos de cara a la construcción de una nueva nación

El concepto «lugares de memoria» propuesto por Pierre Nora y de donde acoto su noción a la de espacios físicos, es analizado por Eugenia Allier Montaño (2008), quien señala que en estos sitios la memoria se cristaliza y se refugia, y que para que esto ocurra, en torno a ellos debe existir una voluntad de recordar, añadiendo que este concepto es muy bien utilizado en latitudes como América Latina, donde hubo dictaduras militares. Estos lugares añade, son «aquellos surgidos, construidos y decididos por los vecinos, compañeros de las personas o participantes de la historia que se está tratando de rescatar» (2008), concepto que puede ser utilizado a pasados recientes, adquiriendo este una noción válida para el presente. Algunos de los estudios de memoria histórica que se están llevando a cabo en diferentes lugares de América Latina retoman para sus análisis las propuestas de Maurice Halbwachs (2004) y Paul Ricoeur (2008), y ellos establecen que para que una personas recuerde siempre necesita de las demás, porque en ellas encuentra no sólo el complemento a sus vacíos, sino también porque es del colectivo del cual se echa mano para la reconstrucción de los recuerdos en la medida en que todos tienen un mismo modo de pensar. En este sentido, se ha de tomar en cuenta que cuando cada persona se acuerpa dentro de grupos sociales adopta representaciones generales de la colectividad, que son traducidas en valores, normas y concepciones socioculturales, y a esta situación es a la que Halbwachs llama los «marcos sociales» que las personas usan para recordar (2004: 9-11). Es importante señalar que la memoria histórica será entendida como aquella memoria colectiva que toma en cuenta elementos de la historia científica, se construye en el presente, y como presente se encuentra un pasado inmerso en este, que ocupa un espacio significativo en la memoria de los individuos, pero que no lo es todo, ya que la realidad de cada sujeto ha sufrido cambios desde ese pasado hacia el presente (Villela 2011).

De allí que estos espacios físicos, en los que ocurrieron eventos dolorosos, tengan importancia histórica para una colectividad que le continua dando sentido, que incorpora en su memoria y que también contribuyen como vehículo de memoria del pasado que se quiere conmemorar. Por ello se construyen o los grupos los retoman, para honrar y conmemorar eventos y actores del pasado. Se nombran calles, se construyen memoriales y museos, no necesariamente en los lugares donde ocurrieron los eventos aludidos, pero buscando alguna asociación especial entre el lugar de la memoria y el acontecimiento al que se hace referencia, para que quienes asistan a ellos revivifiquen la memoria en un espacio político del presente, que ligan en su accionar del pasado (rendir homenaje a víctimas) y el futuro (transmitir mensajes a las nuevas generaciones) (Jelin y Langland 2003).

En este sentido, el acercamiento analítico que se propone a partir de lugares de memoria resulta relevante, ya que en ellos ciertos rituales son efectuados en forma cíclica porque tienen importancia en la vida de los pueblos. De allí que estos momentos puedan ser entendidos como «una conducta formal prescrita en ocasiones no dominadas por la rutina tecnológica, y relacionada con la creencia en seres o fuerzas místicas» (Turner 2008: 21). Los dos espacios que en este ensayo aparecen, por ser lugares de memoria, plantean que los rituales efectuados allí son del tipo de conmemoración, que prescriben el recuerdo de hechos impactantes en la vida nacional y que por ello son asociados con transiciones sociales (Turner 2008: 105), transformaciones que las sociedades han sufrido a lo largo de su historia y que en el presente son recordadas con la finalidad de que no vuelvan a ocurrir. Pero por estar inmersos estos lugares con un carácter político-religioso, adquieren un sentido ceremonial en el Estado que genera un orden moral, pues «son dispositivos eficaces, fuerzas simbólicas potentes, para construir y recrear realidades políticas, y en particular para confirmar, objetivar, materializar, comunidades políticas imaginadas» (Díaz 2005: 104).

Por lo anterior se tomó como estrategia principal asistir a los rituales de fechas emblemáticas representativos de las masacres estudiantiles. En esos días los movimientos sociales, los familiares y las personas se sienten vinculados a sus respectivos lugares de memoria. Ahí se reúnen porque, más allá de tener un momento de encuentro en torno a un lugar icónico para sus vidas, se constata esa voluntad de recordar. En este sentido, en la exploración de los significados culturales que los grupos de personas otorgan a los hechos y lugares, la antropología de la memoria ha querido descubrir las utopías transmitidas a través de los discursos que son traducidos en los tipos de nación a que estas personas aspiran. Para ello, para obtener los significados discursivos, ha sido preciso abordar el problema desde dos ejes: por un lado, la acción comunicativa y, por el otro, el acto performativo. Aquí vale apuntar que se ven a los movimientos sociales como a los actores políticos que tienen un papel protagónico tanto en la gestión y en los actos performativos y comunicativos, pero que a su vez invitan al resto de la población a participar en las conmemoraciones.

Escobar, Álvarez y Dagnino (2001) señalan que los movimientos sociales son un escenario determinante para comprender cómo tiene lugar en la práctica el enmarañamiento de lo cultural y lo político. En este sentido, el concepto de política cultural -basado en relaciones y procesos dinámicos- es importante para evaluar el alcance de las luchas de los movimientos sociales por la democratización de la sociedad y para resaltar las implicaciones menos visibles y a menudo desatendidas de dichas luchas. Así, por ejemplo, cuando los movimientos despliegan conceptos alternativos de mujer, naturaleza, raza, economía, democracia o ciudadanía, los cuales desestabilizan significados culturales dominantes, ponen en marcha una política cultural. Además, estos autores remarcan que los movimientos sociales que surgieron, tanto en países bajo regímenes autoritarios como en naciones formalmente democráticas, desarrollaron versiones populares de una política cultural, que van más allá del restablecimiento de la democracia liberal. Así, las nuevas definiciones de conceptos como democracia y ciudadanía apuntan en direcciones que enfrentan la cultura autoritaria con nuevas nociones como derechos, espacios públicos, ética, igualdad, etc. (2001). Estos autores señalan que debe colocarse la mirada en los espacios públicos apropiados por los movimientos sociales, en donde operan los contradiscursos, como es el caso de los lugares señalados aquí, y no solo hay que ver los movimientos sociales manifestándose en los ambientes públicos oficiales.

Estos espacios físicos recogen simbolismos y transmiten sentidos y significados dentro de los intereses de nación, y esta identidad y visión de mundo que los grupos humanos van reconstruyendo a lo largo del tiempo y que son traducidas en las nacionalidades, permean la cultura política con la cual los grupos de élite y subalternos interactúan de manera dinámica en franca oposición. En este sentido, señala Gellner, el nacionalismo entraña el principio político que sostiene que debe haber congruencia entre la [idea o representación de] unidad nacional y la política (1991: 13), y más aún, esta unidad a la cual se refiere Gellner implica que las personas son miembros de una nación cuando comparten un sistema de ideas y signos, de asociaciones y de pautas de conducta y comunicación, o implica que las personas se reconocen como parte de una nación, porque estas -las naciones- han construido las convicciones, fidelidades y solidaridades de las personas (1991: 20). En este punto hay que incluir la opinión de Llobera, quien señala que para los casos de México y Centroamérica, estos surgieron luego de procesos de independencia de España y de disputas entre élites económicas, religiosas y militares, así como de grupos subalternos que existían en ellos, y que además surgen como naciones inventadas (1996: 139-140). También plantea que la nación es el valor simbólico más elevado de la modernidad, que posee un carácter cuasi sagrado igualado sólo por la religión y que como valor simbólico, la nación es el centro de complejas luchas ideológicas -entre lo viejo y lo nuevo- en las que participan diferentes grupos (1996: 10). Además Anderson propone y argumenta que la nación «es imaginada» porque aunque no se conozca a la mayoría de compatriotas, en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión, «es limitada» porque tiene fronteras finitas, «es soberana» porque la garantía y emblema de la libertad es el Estado soberano y «se imagina como comunidad» porque se concibe siempre como compañerismo profundo y horizontal (2013: 23-25).

Hamui Sutton dice que «la verdadera revolución cultural no está en los proyectos del Estado en sí mismos, sino en el diálogo entre Estado y sociedad que se da en torno a esos proyectos, forjando un lenguaje común, para el consentimiento y la protesta, que es utilizado estratégicamente por cada actor según sus intereses» (2005: 54). Por su parte, Nugent propone que el Estado no es un conjunto de instituciones ni, como señala Weber, la «legitimación» del uso de la fuerza, sino más bien la formulación que las personas hacen a partir de las experiencias políticas cotidianas que les lleva a plantear procesos de formación del Estado, en donde las diferentes formas de organización social que existen en su interior lo trazan como un producto cultural, articulado desde las relaciones permanentes que mantiene con el pueblo, en el plano ideológico, que es la forma de conciencia del mundo de acuerdo con la organización e interpretación de las configuraciones del significado en la vida social (Nugent 1993: 34-36). Este diálogo que se da entre Estado y sociedad, en la disputa de los proyectos de nación, está sustentado en la orientaciones teóricas e investigaciones de los «estudios subalternos» y los «estudios poscoloniales» que, antropólogos y antropólogas como Homi Bhabha (2010) o Florencia Mallon (2003) -quienes retoman los postulados de Gramsci para sus investigaciones en el sureste asiático y en Latinoamérica-, muestran cómo el subalterno sí genera proyectos de nación, aunque son poco visibles para las clases dominantes que niegan dicha posibilidad.

Florencia Mallon, del grupo de estudios subalternos latinoamericanos, en su investigación histórica sobre México y Perú, plantea que el nacionalismo se convierte en una serie de discursos en constante formación y negociación que compiten por el poder, y para lo cual la hegemonía es vista como una serie de procesos o pugnas sociales entrelazadas y también como resultado de un proceso en el que un grupo domina mediante la coerción y el consentimiento. Señala entonces que la contradicción entre «promesa» y «práctica», elemento central en la construcción histórica y dinámica de los discursos y movimientos nacionales-democráticos, concentró las luchas de los subalternos sobre su práctica y su significado, tomando en cuenta que todos los grupos de la sociedad construyen múltiples identidades entrecruzadas para enfrentarse a las relaciones de poder existentes (2003).

Por su parte, para Homi Bhabha hay una imagen de la nación como herencia de la tradición romántica y la metafórica, en la cual se puede ver «una representación cuya compulsión cultural reside en la unidad imposible de la nación como fuerza simbólica» (2010: 11) y que es construida en la ambivalencia de la sociedad moderna, cuestiona la «totalización» de la cultura nacional, y pone de manifiesto la amplia diversidad de significados y símbolos que se vinculan con la vida nacional. Esta lectura de la nación puede ser vista «como la expresión incipiente o emergente del sentimiento ‘nacional popular’ conservado en una memoria radical», lo cual nos lleva a dirigir su mirada hacia aquellos resquicios de la cultura nacional que fácilmente quedan relegados a las sombras de donde emergen movimientos de personas y capacidades analíticas de oposición, que adscriben nuevos significados y direcciones diferentes (2010: 14).

Los «estudios subalternos» y de dominación han propuesto que los grupos sociales inscritos en esta situación dan respuesta y operan desde su posición mediante diversos escenarios, y proponen sus puntos de vista en clara oposición a los proyectos del Estado o de las élites (Scott 2000, Krishnaswamy 2005, Sivaramakrishnan 1995). De regreso a lo que plantea Hamui Sutton (2005) se puede argumentar que los proyectos de nación que los subalternos proponen estarán en constante diálogo con los del Estado-nación, y dotan de dinamismo a los procesos sociales. Y aquí interviene la propuesta de Roseberry, en cuanto a que en estas luchas o pugnas sociales, en que existen fuerzas multidimensionales, interactúan múltiples niveles de dominación y múltiples formas de expresión de lo popular, y más aún, las luchas pueden ser entendidas en tanto las maneras en que el propio proceso de dominación moldea las palabras, las imágenes, los símbolos, las formas, las organizaciones, las instituciones y los movimientos utilizados por las poblaciones subalternas para hablar de la dominación, confrontarla, entenderla, acomodarse o resistirse a ella (Roseberry 2002: 213-220).

De lo anterior se puede entrever que las luchas ideológicas, como señala Llobera, no se dan en un solo plano, sino en la diversidad de arenas sociales, con lo cual se llega a descubrir que no existe un proyecto de nación único, sino que hay proyectos de nación que entran en constante pugna entre las élites y los grupos subalternos. Se ha de señalar, entonces, que los lugares de memoria seleccionados y los rituales que se observan en ellos emplazan la «totalización» de la cultura nacional y proponen otras maneras en cuanto a los contenidos de una «nación democrática». De estas contradicciones existentes entre la «promesa» y la «práctica» es de donde parten los grupos subalternos o populares y echan mano para imaginar y plantear una nación diferente, y para decir, como lo señala Krotz (1985: 124-126), que lo utópico de los proyectos reside en los rechazos y enjuiciamientos severos del desorden establecido y en el descontento con lo existente, y que esta dimensión subjetiva atraviesa a la vida política en lo cognitivo, lo afectivo y lo evaluativo. Por ello retomo a Varela (2005: 42) con su concepto de cultura política: el conjunto de signos y símbolos compartidos, que transmiten conocimientos e informaciones, suscitan sentimientos y emociones, expresan ilusiones y utopías que afectan y dan significado a las estructuras de poder.

Por lo anterior, la investigación que da pie a este ensayo se guió por la pregunta ¿Cuáles son las utopías que las personas y los grupos organizados transmiten en sus discursos y relatos que se expresan o verifican en los lugares de memoria y que se traducen en los tipos de nación a que aspiran estas personas? A partir de ello me propuse explicar, por medio de los rituales efectuados en los lugares de las masacres estudiantiles, por qué año tras año las personas se acercan a esos sitios para dar cuenta de hechos del pasado, en los cuales se relacionan pasajes de la vida nacional. También me ha interesado conocer por qué a estos grupos que provienen de las élites y de sectores subalternos les interesa seguirse apropiando de estos lugares, acuerpándose y haciendo ver sus sentires, sus temores y esperanzas, ilusiones y representaciones que dejan plasmados en cada lugar de memoria los recuerdos y las proyecciones que la vida misma les motiva a formular, y que se traducen en visiones utópicas y configuraciones de proyectos de nación que nacen desde los sectores populares y las élites y se construyen en esta dialéctica.

Los lugares de las masacres estudiantiles responden a la idea de que a ellos acuden las personas de la enunciación y en ellos se llevan a cabo las acciones discursivas y actos performativos, a través de los cuales se conocen los significados que las personas dan a dichos actos tanto en México como en El Salvador. Como ya se mencionó, en este ensayo se presenta el par:

  • El Salvador: El Puente de la masacre estudiantil (San Salvador)

  • México: La Plaza de las Tres Culturas, Tlatelolco (Distrito Federal)

Actualmente, para los movimientos estudiantiles y sociales, mantener viva la memoria de quienes murieron en estos lugares es de mucha importancia, ya que de ese modo siguen transmitiendo una forma de entender el mundo por el cual luchan, desde una propuesta hecha por quienes vivieron las masacres y la cual es retomada y actualizada por quienes son ahora protagonistas de los movimientos estudiantiles. Aquí se plantea la hipótesis de que en estos lugares la conmemoración anual es una vía para actualizar aspiraciones de una transformación social radical y a favor de una nación democrática.

Primera parte: asesinato de estudiantes en San Salvador (30 de julio 1975)

En El Salvador, durante la década de 1970, se acentúa una dinámica de oposición muy marcada entre las élites y los grupos subalternos. Se da una persecución política tanto a antiguos como a nuevos actores sociales: maestros, estudiantes de bachillerato y universitarios, líderes opositores al gobierno, movimiento popular conformado por campesinos y obreros, defensores de derechos humanos y comunidades eclesiales de base que surgen a raíz del Concilio Vaticano II, entre otras estructuras organizadas. Dicha persecución sistemática se da porque estos grupos se muestran en clara oposición al régimen militar autoritario en el gobierno, que desde inicios de la década de 1930 ocupaba el poder a través del Partido de Conciliación Nacional (PCN), respaldado por los grupos de poder económico. En este sentido, la nación entra en una clara lucha ideológica, entre lo viejo representado por el régimen militar y lo nuevo, por estos grupos que demandaban cambios en las estructuras. Dentro de esta lucha ideológica, estos grupos mantenían un sistemático rechazo a los proyectos político-económico-sociales de las élites por medio de continuas olas de protesta, y obtenían una repuesta de represión estatal y, por consiguiente, la violación a sus derechos humanos. Esta situación se ve aunada a la pérdida de credibilidad en los procesos electorales por parte del grueso de la población, debido a los continuos fraudes vividos desde décadas anteriores, muy a pesar de que la oposición política continuamente mantuvo juicios y opiniones sobre las dinámicas gubernamentales de los militares, y se adhirió a los procesos electorales durante la década de los setenta, con la aspiración de llegar al poder Ejecutivo y desde ahí generar los cambios a las estructuras de poder. Aunque de manera paralela, comenzaron a surgir, como parte de los descontentos, grupos guerrilleros que fueron nutriendo sus bases con personas que provenían de diferentes sectores como los señalados anteriormente (Almeida 2011).

Como parte de los sectores que continuamente externaban sus opiniones, la Universidad de El Salvador, ya fuera desde sus autoridades o por medio de su comunidad estudiantil, planteaba sus críticas, rechazos y enjuiciamientos a lo que era considerado un desorden establecido por el régimen militar del PCN y sus gobiernos. La década de los años setenta provocó dentro del movimiento estudiantil universitario un fuerte cuestionamiento sobre el papel que este debía jugar en la vida nacional, lo cual les llevó a tomar la decisión de acompañar las transformaciones nacionales que los sectores populares exigían, siendo uno de los entes que mantuvo un continuo cuestionamiento a las estructuras nacionales al exigir la democratización de la sociedad.

Según múltiples testimonios, archivos y documentos universitarios y algunos textos académicos, el viernes 25 de julio de 1975, el Centro Universitario de Occidente de la UES en el Departamento de Santa Ana fue intervenido por los ahora extintos cuerpos de seguridad bajo la administración presidencial del coronel Arturo Armando Molina. La razón por la cual fue ordenada la violación de la autonomía universitaria2 era impedir la realización del desfile bufo tradicional anual de los estudiantes universitarios en el marco de las fiestas patronales del municipio y cabecera departamental del departamento Santa Ana, y que era utilizado para ridiculizar al gobierno y a personeros públicos, teniendo en esa ocasión como temática poner en entredicho el concurso de «Miss Universo» organizado ese año en El Salvador. La detención y agresión física en contra de los miembros de la comunidad universitaria de occidente provocó la respuesta de su par en la capital salvadoreña. La comunidad universitaria de San Salvador organizó una marcha en protesta por la intervención militar y la violación a la autonomía universitaria. De ese modo, el miércoles 30 de julio, desde el estacionamiento de la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales de la Universidad de El Salvador, salió una manifestación con rumbo al parque Libertad, en el centro de la capital, cuando a la altura del puente a dos niveles ubicado sobre la 25 avenida norte, un contingente conformado por miembros del ejército y los ahora extintos cuerpos de seguridad dispararon en contra de los estudiantes de secundaria y universitarios que protestaban. Un grupo de personas asistentes a la marcha ingresó en las instalaciones del hospital del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) para refugiarse; otros más se tiraron del puente y cayeron lesionados, y la mayoría de los asistentes regresaron hacia la universidad o huyeron del lugar para no ser agredidos al ayudar a los lesionados. Como consecuencia de la agresión a la marcha se conoce que hubo varios desaparecidos y asesinados (fuentes diversas). Desde ese momento hasta el final de la guerra, el gobierno en turno utilizó estos métodos represivos con todas las actividades masivas de los grupos revolucionarios (Samayoa 2003: 607).

30 de julio: «porque el color de la sangre jamás se olvida, los masacrados serán vengados»

La Universidad de El Salvador ha mantenido el recuerdo de los hechos de 1975, y en el imaginario de muchos estudiantes, profesores y empleados administrativos la fecha se mantiene vigente porque es parte no solo de sus historias personales o de la Universidad sino también de la historia de El Salvador. A partir de 1976 y en sucesivo, la comunidad universitaria de la UES ha organizado de diferentes maneras actos conmemorativos en recuerdo de la masacre estudiantil. Estas actividades han sido convocadas y organizadas dependiendo del contexto político del momento, y se hace presente en ellas lo que Allier Montaño ha nombrado «memoria de denuncia de la represión» y «memoria de elogio o de celebración» (2012: 17-18). La primera fase se enmarca en el periodo que va desde 1976 hasta 1980 (año del cierre de la Universidad por ser considerada por el Estado como «santuario de la subversión»). Durante estos años se observa un despunte de la «memoria de denuncia de la represión» debido al contexto político que se vive en El Salvador -repunte de organizaciones político-populares y guerrilleras, las cuales exigen cambios drásticos en la vida del país; persecución a líderes sindicales y de organizaciones; choques entre cuerpos de seguridad y miembros de células guerrilleras, entre muchas otras situaciones previas a la guerra-, así cada conmemoración se dio dentro de un espíritu de denuncia, no solo por la masacre estudiantil, sino también porque la Universidad apoyó las quejas que la población tenía contra el Estado. La segunda fase se da entre 1985 y 1991, y las conmemoraciones continuaron teniendo este mismo tono de la «memoria de denuncia de la represión», ya que cada salida de la comunidad universitaria a la calle llevaba consigo el argumento de denuncia de las violaciones a derechos humanos y también el de la exigencia del presupuesto digno para la Universidad, así como el fin de la guerra. A partir de 1992, luego de la firma de los Acuerdos de Paz, se da la tercera fase, en la que el movimiento estudiantil tiene una reconversión: se ensalza la gesta de los jóvenes que murieron por la búsqueda de la paz y exigen el cumplimiento fiel de los acuerdos recién firmados, así como un presupuesto justo para la Universidad. Más tarde se da paso a «nombrar» y elaborar «monumentos» tanto en el interior como en el exterior de la institución educativa. En esta fase, además de contar con el componente de denuncia, se incorpora a la conmemoración la «memoria de elogio y de celebración» (Allier 2012).

Dentro de este mismo espíritu, el año pasado, aniversario 38 de la masacre, la conmemoración del 30 de julio dio inicio cerca de las 14:30 horas con la tradicional marcha, la cual partió desde el portón de la Facultad de Ciencias y Humanidades hacia el principal de la UES, y de allí el recorrido continuó por toda la 25 avenida norte hasta llegar al puente donde ocurrió el hecho recordado. A esta marcha acudieron unas 700 personas entre exalumnos, trabajadores universitarios, docentes, allegados a la Universidad y estudiantes activos, a quienes se les unieron más personas en el trayecto. El colorido que despliega una marcha juvenil se hace notar con sus camisetas negras, blancas y rojas alusivas a la fecha y las leyendas que refieren a «no olvido», «juicio a los asesinos», etc.; también cada una de las agrupaciones estudiantiles muestra su creatividad, algunas de ellas portan arreglos florales, otras llevan sobre una carreta de madera una «miss universo» en burla al concurso de belleza de 1975; además, acompañan la marcha un gorila de unos tres metros de alto, construido con bambú y mantas, una avioneta y una tanqueta de madera y cartón. Otro grupo de manifestantes van disfrazados, cantan y bailan alrededor del gorila haciendo rondas y se acercan a las personas en las aceras. Con ello muestran el tradicional desfile bufo, en donde incorporan, en tono de burla, a personajes de la vida política actual o a los responsables de la masacre. Además, los carteles y las mantas que han sido elaborados para la fecha llevan frases en referencia a la actividad: «Ni perdón ni olvido, castigo a los genocidas del 30 de julio de 1975», «En memoria a los mártires», «No más reformas marginales, sí a una reforma integral de la UES», «Educación superior pública de calidad es nuestra lucha», «No a la privatización de la UES». De repente la marcha se detiene y piden que los manifestantes se agachen con la frase «¡¡Culo a tieeeerraaaaa!!» y es para que luego de que un mortero explote todas las personas corran unos metros para luego volver a retomar el ritmo de la marcha (esto se repite en varias ocasiones durante la marcha). La arenga que acompaña la marcha suena en todo el recorrido por los megáfonos y en cada bloque de organizaciones: «Las calles se conquistan con lucha organizada», «Esta es la U, esta es la U», «Juicio y castigo a los asesinos del pueblo», «Porque el color de la sangre jamás se olvida, los masacrados serán vengados».

Al llegar al puente donde se conmemora la masacre, un grupo de estudiantes colocan en el centro de la calle, en el lugar donde se dieron los primeros encuentros entre las fuerzas del Estado y los estudiantes en 1975, el gorila, la tanqueta, la avioneta (estos tres símbolos son elaboraciones a gran escala con madera, mantas, papel periódico), símbolos de dólar, banderas de Estados Unidos, un féretro y unas mantas. Aquí, este grupo de estudiantes da paso a la lectura de un comunicado, explicando el porqué de su oposición a la privatización de la Universidad:

es tiempo de alzar la voz contra los enemigos eternos de la UES y del pueblo, la misma camarilla oligárquica que ha sometido a la miseria a la población y los mismos que destruyeron la UES […] Ahora la derecha política se manifiesta por medio de leyes que están encaminadas a la privatización de los servicios públicos, ejemplo de esto el Asocio Público Privado3 que parcialmente ha dejado fuera de esta ley el servicio público de salud, agua, alcaldías y la Universidad de El Salvador como una estrategia electoral, dado que la ANEP [Asociación Nacional de la Empresa Privada] está cabildeando para que existan las reformas respectivas para poder incluir estos servicios […] y dar la puñalada por la espalda al pueblo con mayor énfasis en el Agua, vital recurso que está en escases y que será uno de los principales problemas energéticos que tendrá el imperio y América Latina en estos próximos 10 años; de darse estas reformas violentaría la autonomía universitaria que defendieron nuestros mártires (Frente Universitario Roque Dalton - FURD-, 30 de julio 2013).

Luego de ello, pasan a rociar gasolina a los emblemas que están en el centro de la calle para que ardan con el fuego. Las llamas se elevan y la alegría de la juventud convocada se hace sentir con gritos, vivas, silbidos y consignas. Al finalizar «la quema», otro grupo de estudiantes toma la palabra y también da su posición sobre lo que consideran sería el proyecto de privatización de la Universidad:

hoy nosotros somos llamados, compañeros y compañeras, a unirnos, a encontrarnos. Estudiantes, docentes, trabajadores, no se vale dispersarse porque el adversario está unido y quiere la privatización de la Universidad […] ¿Ustedes creen que la ANEP no está pendiente para privatizar la Universidad? Ustedes sepan que la investigación de calidad que pueda hacer le UES, la mejor universidad de este país, la ANEP la quiere gratis, inquifar la quiere gratis, ellos la quieren, ellos saben que la Universidad es un bien fundamental tanto como el agua […] David Reyes [actual diputado del partido político derechista Alianza Republicana Nacionalista] dijo «incluyamos a la Universidad en el Asocio Público Privado, hace falta recursos a la Universidad, queremos llevar ciencia a la Universidad», y éstos que hoy hablan tan bonito y que dicen defender a la Universidad, ¿estuvieron allí defendiendo a la Universidad? Entonces sepan compañeros y compañeras que la lucha va a ser difícil, que la lucha va a ser dura, que se trata de defender un bien público, un bien imprescindible como es la educación (Coordinadora Estudiantil Universitaria, 30 de julio 2013).

Ambas posturas de las gremiales estudiantiles coinciden en que ven una amenaza de privatización de la Universidad si esta es incluida en la ley de Asocio Público Privado. También en el recorrido de la marcha se pudieron conocer diferentes opiniones de estudiantes que participaron en ella sobre el significado que tiene la marcha, y razones por las cuales ahora ellos salen:

Aquel 30 de julio de 1975, los compañeros organizados salieron a protestar a las calles por las medidas represivas y por lo que siempre hemos estado luchando nosotros: un mejor presupuesto para la Universidad (entrevista, anónima # 1, marcha, 30 de julio 2013).

Yo asisto a la marcha por el recuerdo de los masacrados, por no perder los ideales como estudiantes organizados y el espíritu revolucionario que ellos tenían, así como para defender la autonomía de la Universidad (entrevista, anónimo # 2, marcha, 30 de julio 2013).

El significado va en torno a retomar y conmemorar el hecho, porque contextualizamos cómo está el país y el movimiento estudiantil, es el momento para aprovechar y demandar una mejor situación del país (entrevista, anónimo #3, marcha, 30 de julio 2013).

Esta actividad es parte de nuestra conciencia y memoria histórica, sobre todo porque somos de la Universidad pública del país, y por ello nuestros compañeros fueron atropellados por querer defender a nuestro país, así nosotros tenemos que luchar por resolver los problemas que afectan al país (entrevista, anónima #4, marcha, 30 de julio 2013).

Los estudiantes entrevistados no solo conocen elementos del contexto de las luchas de los estudiantes de los años setenta, sino también que los relacionan con el espíritu «revolucionario» de las actuales generaciones universitarias y la continuidad que hay con los objetivos de los estudiantes anteriores. Estos últimos también coinciden en la defensa de la Universidad y en la búsqueda de soluciones a la problemática del país. Por otro lado, dicen algunos estudiantes organizados que el gorila, la tanqueta y el avión son los símbolos principales de la marcha porque son vistosos y grandes, pero además porque son esperados para ser quemados. Además, son símbolos del militarismo que gobernó durante más de 40 años en El Salvador, tiempo durante el cual se implantó una cultura del autoritarismo (verticalismo) en la figura militar que gobernaba y dirigía el Estado, además del continuismo por medio del fraude electoral. En este sentido, al quemar estas figuras lo que se está representando es la desaparición de estas maneras de gobernar, de la represión que los militares impusieron a organizaciones que buscaban una manera diferente de convivencia en El Salvador, y también de que entre los símbolos militares se queman símbolos de la desaprobación de acciones que el Estado lleva a cabo actualmente. Es una muestra de que «nunca más se debe repetir esta situación» en El Salvador y de que «lo que debe imperar es un país con estructuras democráticas». Los jóvenes que participan en organizaciones estudiantiles tienen estructuras de coordinación organizativa; en ellas se realizan actividades y elecciones de sus representantes de manera tal que aspiran a ser organizaciones con estructuras horizontales. Esto se puede observar no solo en el interior de cada una, sino también cuando se ven conminados a sentarse a discutir asuntos intergremiales.

Cuando se escuchan las consignas que se gritan constantemente durante la marcha, por ejemplo: «Porque el color de la sangre jamás se olvida, los masacrados serán vengados», evocando un sentimiento del pasado conflicto armado, la juventud universitaria está llamando, más que a vengar a los universitarios, puesto que están muy conscientes de que la coyuntura actual no permite estos tipos de actos, a una confrontación ideológica y en la acción, de tal manera que:

El trabajo que como organización llevamos a cabo es para ir en contra de la represión vivida durante la dictadura militar, es construir algo en oposición a lo que está y que no nos parece. Es buscar justicia (entrevista, Alex, Universidad de El Salvador, noviembre 2012).

Además, plantean una continua victoria, en donde:

la organización popular debe de existir como una necesidad para poder lograr una revolución y para construir una mejor sociedad más justa […] cada quien mira el paradigma o la utopía que persigue, en ese sentido por ejemplo, la victoria que se plantea es la construcción de una sociedad más justa […esto se logará] cuando el bloque hegemónico de la economía y también generadora de aspectos ideológicos que son conservadores del sistema sean derrotados o dejen de ser hegemónicos. Cuando lo hegemónico sean otros ideales, otros valores (entrevista, Boris, Universidad de El Salvador, noviembre 2012).

En estas situaciones planteadas, los estudiantes están señalando que la búsqueda de venganza y de victorias va más allá de actos que impliquen desestabilidad, lo que plantean es la búsqueda de una sociedad diferente o nueva a la que actualmente hay en El Salvador, en donde ellos quieren ser actores de cambios.

Desde hace algunos años la comunidad universitaria ha venido denunciando la amenaza de que la institución sea privatizada, y en 2013, la Asamblea Legislativa mencionó en diferentes ocasiones que algunas instituciones y servicios públicos podrían ser incorporados en la Ley de Asocio Público Privado (app), la cual es necesario aprobar para que los Fondos del Milenio II (FOMILENIO II) sean desembolsados a El Salvador. Debido a ello, los estudiantes de las diferentes asociaciones y gremios protestaron durante la marcha del 30 de julio 2013.

Las personas que participan en la conmemoración de la masacre estudiantil retoman la figura de los mártires y de su lucha, que tuvo como telón la defensa de la Universidad, la exigencia de justicia por las agresiones contra los compañeros universitarios y el pueblo salvadoreño en general, así como la mejora en las condiciones de vida de la población, para mostrar que tal como ocurrió en el pasado, la comunidad universitaria sigue saliendo en el presente a las calles para continuar con la defensa de la Universidad y del pueblo salvadoreño. Esta comunidad universitaria, al igual que lo hizo en 1975, sigue atenta a los hechos que la coyuntura política va mostrando día a día, la cual es retomada en esta fecha para denunciar los abusos y atropellos contra la población, y para exigir de la clase política y de las estructuras de poder los cambios necesarios en beneficio de la población, como ha sido el caso de la denuncia contra la Ley de Asocio Público Privado.

Segunda parte: asesinato de estudiantes en el Distrito Federal (2 de octubre 1968)

Al mirar hacia el México de 1968, Monsiváis señala que algunos elementos que se encuentran en esa época son «a) la onmipresencia de la desigualdad, el fenómeno más letal de la vida del país desde siempre, b) el control casi absoluto del Partido Revolucionario Institucional (PRI), c) las versiones «despolitizadas» de la modernidad, d) la Guerra Fría (modelo estadounidense), e) la explosión demográfica (con su aplastamiento de los valores comunitarios y su culto al individualismo), f) las sensaciones de aislamiento y vida al margen de la metrópolis» (2012: 22-23).

En esta misma sintonía, Eduardo Valle Espinoza durante el juicio en su contra el 18 de septiembre de 1970, realizó un balance de la situación por la que pasaba el país durante los días de lucha del movimiento estudiantil, y argumentó que «todo parece estar en calma, la estabilidad política, la unidad nacional, la justicia social, la revolución institucionalizada», todo eso con que los gobiernistas y el gobierno han atosigado al pueblo durante treinta años parece cumplir su función» (Aguirre 2008: 26). Y Gilberto Guevara Niebla opinó que «toda forma de expresión de protesta, juvenil, espontánea o política, encontró invariablemente una respuesta estatal represiva. La condena moral de la juventud -los rebeldes sin causa, la juventud pecaminosa, etc.- se asoció a la persecución policiaca de toda forma de agregación juvenil» (1998: 25-26). Sin embargo, con las pequeñas expresiones de protesta, esta juventud estaba elaborando juicios sobre el autoritarismo que se vivía y comenzaba a dar señales de cuestionamientos a la totalización cultural que se dejaba sentir desde el Estado. Los movimientos sociales que iban surgiendo fueron dando pasos en contra de este ambiente que los envolvía y no los dejaba prosperar, a lo cual hay que sumar que muchos de ellos fueron absorbidos por las conocidas prácticas de compra de los líderes, prácticas de la dimensión cultural contra las que también debieron luchar.

Es dentro de este contexto que, tal como lo dice Monsiváis, «todo empezó con una bronca» el 22 de julio, en la cual estudiantes de la vocacional 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional (IPN) se enfrentaron a dos pandillas más los alumnos de la escuela preparatoria Isaac Ochotorena (incorporada a la UNAM) en la Plaza de la Ciudadela. Al día siguiente se vuelven a dar enfrentamientos estudiantiles, pero en esta ocasión intervienen los batallones de granaderos, y persiguen a los estudiantes hasta sus escuelas, y ahí golpean a maestros y a estudiantes. El 26 de julio, una marcha de conmemoración de la revolución cubana y otra en protesta por los atropellos de los días anteriores, rumbo al Zócalo, son reprimidas, y más tarde algunos estudiantes se refugian en la preparatoria de San Ildefonso, a la cual acuden los soldados de la Primera Zona Militar, la madrugada del 30 de julio, para capturar a aquellos que continuaban refugiados en ese plantel. Esa madrugada un bazucazo destruye la puerta principal de San Ildefonso y en el interior del inmueble ocurren hechos sangrientos (Monsiváis 2012: 15-21).

Según Allier, de allí se conformó un movimiento sin precedentes, respaldado por el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, y se le dio legitimidad con una marcha el 1 de agosto. El 7 de ese mismo mes se conformó el Consejo Nacional de Huelga (CNH) con representantes de todas las instituciones de enseñanza superior participantes en el movimiento, realizaron durante casi dos meses una intensa campaña contra el gobierno y establecieron un pliego petitorio como demandas en su lucha: 1) libertad a los presos políticos, 2) destitución de los generales Luis Cueto Ramírez y Raúl Mendiolea (de la policía), así como del teniente coronel Armando Frías (jefe del cuerpo de granaderos), 3) extinción del cuerpo de granaderos, instrumento directo de represión, y no creación de cuerpos semejantes, 4) derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal (delito de disolución social), instrumentos políticos de agresión, 5) indemnización a las familias de los muertos y a los heridos, víctimas de la agresión del 26 de julio en adelante, 6) deslindamiento de responsabilidades de los actos de represión y vandalismo por parte de las autoridades por medio de policías, granaderos y ejército. Más tarde se sumaría una nueva petición: no negociar con el gobierno si no se hace en público (Allier 2012: 14-15).

El 13 de agosto el movimiento estudiantil marchó hacia el Zócalo, y el 13 de septiembre volvió a las calles, pero esta vez en silencio.4 La respuesta del gobierno fue la toma de Ciudad Universitaria el 18 de septiembre, con lo cual se violó la autonomía universitaria,5 y repitió esa acción el 24 del mismo mes, en Zacatenco y Santo Tomás, planteles del IPN. El 27 de septiembre el movimiento lleva a cabo una concentración en la unidad habitacional Nonoalco-Tlatelolco y deciden convocar para el 2 de octubre en ese mismo lugar, con el fin de «conjuntar y reorientar los esfuerzos de todas las brigadas» debido a la desorganización por las tomas del ejército. El 1 de octubre algunos estudiantes conocen la intención del presidente Díaz Ordaz de negociar, y nombran representantes para que asistan a una reunión, en la casa del rector, para el día siguiente. El 2 de octubre en la reunión se conocieron las posturas de ambas partes y decidieron continuar la reunión al día siguiente, pero a la vez los estudiantes deciden suspender la marcha programada hacia el casco de Santo Tomás y solo efectuar el mitin programado en Tlatelolco (Allier 2012: 15-16). La dinámica de la pugna social que encabezó el movimiento estudiantil plantea la búsqueda de una democratización de la sociedad, desde la dimensión político-organizativa que lleva a cabo el CNH, hasta la participación ciudadana de la población. Lo cual se puede observar en la medida en que este movimiento estudiantil promulgaba nuevos métodos y nuevas maneras de gobernar. Además, el proceso dejaba en claro la existencia de una lucha ideológica fuerte entre diferentes grupos sociales frente al Estado y que salieron a la luz durante la coyuntura. Esta dimensión político-organizativa y la lucha ideológica que llevó el movimiento estudiantil, es la respuesta al aparato estatal autoritarista y verticalista que se vivía en México durante la década de 1960, la cual enfrentaron y en el camino buscaron cambiar, como parte del descontento generalizado en la población.

A las 18:10 horas del 2 de octubre el movimiento estudiantil sufrió un golpe decisivo. El mitin en Tlatelolco al que asistían estudiantes, obreros, empleados y amas de casa, y una buena parte de los miembros del CNH fue emboscado sangrientamente, con participación del ejército, los granaderos y miembros de casi todas las corporaciones policiales mexicanas, con un resultado de centenares de víctimas, entre muertos y desaparecidos, así como cientos de detenidos, además el hecho de que la masacre fuera cubierta por una infame nube de calumnias contra el estudiantado (Guevara 1998: 43-44). La respuesta del Estado a las demandas estudiantiles fue la desarticulación del movimiento estudiantil y del CNH, situación que lo volvió a colocar como un Estado autoritario.

«Dos de octubre no se olvida. Es de lucha combativa»

Después de 1968 la memoria de los estudiantes muertos en la Plaza de las Tres Culturas se ha «mitificado», y, al igual que para el caso anterior, se retomó la propuesta de Allier Montaño (2012: 17-19) para periodizar las conmemoraciones en torno al 2 de octubre. El primero va de 1969 a 1977, en que estudiantes de las principales universidades de México conmemoran los hechos, exigen la liberación de los dirigentes del 68 y los presos políticos, y denuncian los crímenes que continúan impunes. Acá se da otro momento de represión en contra del movimiento estudiantil, «la matanza de Jueves de Corpus» del 10 de junio de 1971. El segundo periodo fue entre 1978 y 1985, en el cual, la memoria del tipo de denuncia sigue predominando en la arena pública, siendo retomada fuertemente por el «Comité del 68»6 desde el décimo aniversario, con demandas de libertad a los presos de conciencia y presentación de los desaparecidos políticos. En el tercero, a partir de 1986, a la denuncia se suma la memoria de elogio, la cual es impulsada desde la transformación que tiene el discurso de la izquierda política: se exige la «apertura democrática» y se afirma que la importancia del movimiento estudiantil radica en ser un «hito», un «parteaguas» en la historia nacional reciente que buscó abrir los cauces hacia la democratización del país; además, se señala como la causa de cambios políticos importantes en México en las últimas décadas.

Entre 1993 y 1999 se da una reactivación de la memoria de denuncia, ya que se exige «juicio y castigo» para los responsables de la masacre, así como «verdad» y que se abran los archivos para esclarecer los hechos. En 1993 se construye la Estela de Tlatelolco, en la explanada de la Plaza de las Tres Culturas. Un quinto periodo inicia a partir de 2000, cuando el presidente Vicente Fox7 realiza una especie de oficialización de la memoria del movimiento estudiantil, además de darse un uso masivo de esta memoria por parte de los medios de comunicación y de los sectores políticos. Es la memoria del elogio la que se ve más afectada, ya que en ella se da una reivindicación del movimiento, dentro de una nueva etapa nacional de mayor libertad y democracia debido a la nueva cara que le quiso impregnar el presidente Fox. En este sentido, el 8 de noviembre de 2011 la Cámara de Diputados de México declaró el 2 de octubre «Día de duelo nacional» en recuerdo de los «caídos en la lucha por la democracia». Al ser día de luto nacional, la bandera de México ha de ser izada a media asta en escuelas, edificios públicos, sedes de representaciones diplomáticas y consulares. Además, los diputados establecieron que el Estado debe conmemorar los hechos como un fecha oficial representativa del repudio nacional a la violencia y que tiene la responsabilidad sobre el uso excesivo de la fuerza represiva. Por ello, además se inscribió la fecha en el muro de honor en memoria de los «mártires de la democracia» (Allier 2012: 17-19). En el año 2012, los estudiantes y el movimiento social ligado a la conmemoración del 2 de octubre estuvieron expectantes a que se llevara a cabo lo estipulado por la resolución de los diputados y a que se recordara como «Duelo nacional» este día.

En 2013, aniversario 45 de la masacre, la conmemoración del 2 de octubre dio inicio desde temprana hora de la mañana en la Estela de Tlatelolco con una ceremonia; mientras, en las instituciones estatales, plazas y edificios públicos se iza la bandera mexicana a media asta, en señal de «duelo nacional» y en recuerdo de la masacre. Por la tarde, como a eso de las 16:00 horas da inicio desde la Plaza de las Tres Culturas una colorida marcha con rumbo al Zócalo del Distrito Federal, dentro de un ambiente de mucha tensión que se hizo sentir en el centro de la ciudad, debido a la presencia de un fuerte dispositivo policial, ya que, entre otras cosas, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) llevaba una concentración desde hacía varios días en el Monumento a la Revolución. Dicha marcha fue convocada por el Comité del 68 en coordinación con el sector estudiantil de la UNAM para que en el 45 aniversario se diera una conmemoración unitaria, junto con otras organizaciones del movimiento social, e hicieron un llamado a la sociedad mexicana a salir a la calle para defender el derecho a disentir contra el poder que le quiere arrebatar las conquistas de la generación del 68, argumentando que «las demandas son tan vigentes como entonces».

La marcha fue encabezada por el Comité del 68 y una manta que decía: «2 de octubre ¡No se olvida! 45 años ¡El pueblo unido jamás será vencido!». Detrás de ellos acompañaron la marcha miles de jóvenes, mujeres, hombres y algunas niñas y niños. Entre la multitud que comenzó a caminar por el Eje Central Lázaro Cárdenas, cada grupo hizo sentir su procedencia con su manta distintiva; además, hubo personas que portaban flores, carteles, fotografías y letreros con frases como: «Nos prometiste libertad y nos diste muerte», «Ni perdón ni olvido, 2 de octubre», «Hasta que la justicia se siente entre nosotros», «2 de octubre no se olvida, es de lucha combativa». Cuando la marcha llegó a la altura de la Plaza Garibaldi se encontró con la custodia policial a ambos costados de la calle y las consignas coreadas fueron: «No somos delincuentes, somos docentes», «Policía escucha, tu hijo está en la lucha», «Vivos se los llevaron, vivos los queremos», «Policía asesina te tenemos en la lista». Y al llegar a la altura de la avenida Hidalgo, la marcha cambió de rumbo y los organizadores decidieron no dirigirse al Zócalo y seguir sobre esta avenida hasta el Paseo de la Reforma y luego continuar al sur. La marcha llegó al monumento al Ángel de la Independencia como a eso de las 17:45 horas. Se había construido ahí un templete para dar paso a los discursos. A eso de las 18:10 horas los dirigentes del Comité del 68, Félix Hernández Gamundi y Jesús Martín del Campo, llamaron a todos los presentes a guardar un minuto de silencio en memoria de las personas asesinadas, desaparecidas y agredidas el 2 de octubre. Luego de ello, el primero en dar su discurso fue Félix Hernández Gamundi, por parte del Comité del 68, quien denunció los acosos y atropellos que han tenido las diferentes manifestaciones de la CNTE, y pidió, «como hace 45 años, la desaparición de los granaderos», demanda fundamental en el 68. Además expuso:

‘Aquí y ahora con la Coordinadora’, aquí se demuestra el apoyo y la solidaridad de este gran movimiento con el heroico movimiento del magisterio nacional en pie de lucha por una verdadera reforma educativa […] Por eso hoy, desde nuestra posición, nosotros refrendamos nuestro compromiso permanente de lucha en contra de las reforma neoliberales que pretenden cancelar los derechos del magisterio, los derechos de los trabajadores, el derecho de los niños y de los jóvenes a una educación de calidad. Estamos y nos manifestamos en contra de las reformas, que nuevamente con el argumento de la modernidad o de una supuesta modernización para tan sólo unos pocos o para negocio de unos pocos, pretenden un paso adelante para seguir arrebatándonos la riqueza nacional, eso no lo debemos permitir.

Los dirigentes del Comité del 68 dieron paso a los demás discursos, y entre los primeros invitados en tomar la palabra fueron los dirigentes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Aquí Rubén Núñez manifestó:

Hoy el magisterio nacional está en pie de lucha, codo con codo con las organizaciones, con los estudiantes, con las amas de casa, con los padres de familia y con toda la sociedad en general, porque la Coordinadora ha puesto por encima de cualquier interés la defensa de la educación pública, porque hemos puesto por encima de cualquier interés también la defensa del normalismo y porque hoy no aceptamos la imposición de la mal llamada reforma educativa […] aprovecho para enviarles a todos ustedes el más cordial y fraterno saludo de los maestros y maestras de México aglutinados en la Coordinadora Nacional y nos sumamos a ese gran ejercicio nacional que es en defensa de las reformas estructurales, en defensa de nuestra patria, en defensa de nuestros pueblos originarios, pero sobre todo en defensa de ese gran derecho al que tenemos todos los mexicanos que es la educación pública, laica y gratuita compañeras y compañeros. En la CNTE, la reforma educativa de Peña Nieto no pasará.

Los demás oradores fueron asumiendo estas posiciones, en las cuales lo importante era impedir la reforma educativa y en general la reforma estructural. Mientras la marcha se desarrollaba se pudo conocer la opinión de algunas de las personas asistentes a ella, sobre lo que significa su participación y el sentido que tiene en sus vidas esta fecha:

A mí, la verdad, me provoca mucho dolor, porque la verdad, aquí el país México nos está dando a entender que nosotros no nos podemos ni expresar ni nada, se siente que nosotros somos borreguitos en un corral y no es así, la verdad para mí este día significa mucho porque mis amigos estudiantes no se callaron y dieron todo lo posible porque nuestro país mejorara, cosa que no se realizó gracias al gobierno (entrevista, Anónima # 6, marcha, 2 de octubre 2013).

Es una fecha muy significativa porque se memora un acto que fue un parteaguas para la historia mexicana, es un acto simbólico donde empezó la represión que no ha parado, la represión del gobierno priísta que no ha parado hasta la fecha. Esta es una forma de rememorar un acto pero también de reivindicar de que sigue una lucha muy presente todavía, que no se han terminado todavía esos actos represivos, que eso fue un acto muy representativo y que murió mucha gente a partir de allí y que sigue muriendo hasta la fecha (entrevista, Anónimo # 7, marcha, 2 de octubre 2013).

Significa una fecha en la que de nueva cuenta se reprimió a las personas más conscientes del país en ese momento, los estudiantes. Para el presente sigue siendo la misma represión, a lo mejor no a través de las armas, pero si de reformas que van a matar a millones de mexicanos (entrevista, Anónima #8, marcha, 2 de octubre 2013).

Estas personas, al igual que los oradores, se muestran en oposición a las reformas y acompañan el sentimiento de lucha por los cambios anhelados. Durante el recorrido que la marcha tuvo en esta ocasión se pudo observar que quienes participaron portaron numerosos carteles, mantas, carteles o camisetas en las cuales la constante fue la frase: «2 de octubre no se olvida, es de lucha combativa».

Significa que no se nos debe olvidar que el gobiero mexicano mató a estudiantes mexicanos, y por órdenes de un pinche priísta que siguen destrozando al país desde 1968, no se le debe de olvidar ni a él ni al pueblo mexicano ni a la humanidad lo que es capaz de hacer un gobierno por intereses mezquinos matando jóvenes que lo único que querían era más libertad en este país, [lo mismo sucede ahora] porque por los mismos intereses mezquinos que están imponiendo ese tipo de políticas a nivel mundial están reprimiendo más gente en todo el mundo, el grito de libertad hoy es más vigente que en 1968 (entrevista, Anónimo # 5, marcha, 2 de octubre 2013).

Casi al finalizar la concentración se conoció que un grupo de supuestos anarquistas habían enfrentado a los retenes policiales en al menos cinco lugares: la esquina del Eje Central y la avenida Hidalgo, la esquina de la avenida Hidalgo y el Paseo de la Reforma, en la esquina de la avenida Juárez y el Paseo de la Reforma, en la Glorieta de Colón y frente al Senado. Todas estas acciones dejaron el saldo de 32 policías heridos y al menos 102 detenciones.8 A pesar de ello el mitin terminó pacíficamente como a eso de las 8:00 p.m. para lo cual los dirigentes del Comité del 68 pidieron a los concurrentes que levantaran el puño izquierdo y que entonaran las notas de la marcha «Venceremos».

La presencia del Comité del 68 como parte de los organizadores de la conmemoración del 2 de octubre le impregnó a la actividad un sentido especial de continuidad entre los hechos de 1968 y lo que sucede en el presente. Estas personas refuerzan con sus testimonios que las razones por las que ellos lucharon aún son válidas en el presente; por ello, por ejemplo, siguen exigiendo la desaparición de «los cuerpos de granaderos». Pero más todavía, el Comité del 68 se une a un movimiento social más amplio, leyendo en los nuevos signos de los tiempos las razones de lucha en la actualidad, colocándose como actores del pasado, dentro de una coyuntura política cambiante, la cual apunta en este momento hacia reformas estructurales que afectarían a toda la nación.

Reflexiones y consideraciones

Los lugares de memoria que fueron expuestos en este ensayo se encuentran ligados a la lucha que llevaron a cabo sendos movimientos estudiantiles en El Salvador y México en diferentes momentos de la historia nacional de cada país, pero los cuales se vieron en franca oposición a regímenes autoritarios, que para el caso salvadoreño era una dictadura militar y para el caso mexicano una de tipo partidarista, y ambos tenían varias décadas de ostentar el poder estatal.

Si bien es cierto que a la sociedad salvadoreña le tocó esperar varios años y el transcurrir de una guerra civil para lograr cambios a nivel nacional, el aporte del movimiento estudiantil que se involucró en los hechos del 75 no termina allí, por el contrario, se radicaliza más y se compromete con la lucha revolucionaria-guerrillera, y aporta a la consecución de la democracia. Por su parte, la sociedad mexicana ha caminado de diferente manera para lograr los cambios anhelados, a tal grado que los sucesos del 68 sirven como una fecha fundacional para la izquierda contemporánea y también como un momento de cambio en la historia, ya que la gente lo entiende como el inicio de la lucha por el establecimiento de la democracia. En esta búsqueda de los cambios anhelados, Guevara Niebla argumenta que «a raíz de la masacre del Jueves de Corpus, comenzaron a aflorar en México formas de terrorismo urbano (guerrilla), protagonizadas por estudiantes o personas vinculadas de alguna manera al movimiento estudiantil» (1998: 79). Y a pesar de que algunos miembros de este movimiento estudiantil se incorporaron a estructuras guerrilleras, estas no llegaron a tener una expresión de fuerza a nivel nacional que les permitiera lograr las transformaciones deseadas.

Santos y Avritzer señalan que durante el inicio del siglo XX se impuso, desde la esferas hegemónicas, la idea de que los ciudadanos comunes solamente estaban llamados a elegir a los líderes que deberían tomar las decisiones de entre el pluralismo partidario que se disputarían las élites (2004: 37-38), a lo cual está reducida la concepción de «democracia». Sin embargo, al volver la mirada a las demandas que ambos movimientos estudiantiles enarbolaron en su momento, se observa que en ambos casos estaban ligadas al enjuiciamiento de las prácticas de participación democrática dentro de un periodo histórico concreto de las sociedades salvadoreña y mexicana, y al volver al presente se observa que quienes recurren a los lugares de memoria ligados a estas masacres utilizan estos espacios para su práctica dentro del debate democrático en la toma de decisiones que implican el futuro de la nación.

La mayoría de las personas participantes y organizadoras de las marchas (en México y El Salvador) «conocen» los hechos del pasado y las masacres del Estado, lo cual queda explícitamente claro, ya que muchos de ellos asisten con carteles, mantas, camisetas y demás expresiones, con frases que hacen referencia a ese pasado. Además, cuando se les aborda y pregunta sobre esos hechos del pasado, las personas de diferentes generaciones que asisten los ubican, contextualizan y analizan, y no solo hacen referencia a los sucesos sino que también vinculan estas masacres específicas con otros hechos de violencia de ambos Estados en diferentes épocas.

Además, estas personas también poseen «información» de los actuales proyectos de Asocio Público y Privado y de reformas estructurales que los respectivos gobiernos impulsan. Durante los discursos que fueron expuestos en ambas conmemoraciones, los oradores se refirieron a problemáticas concretas que aquejan a las respectivas naciones. En El Salvador, los jóvenes estudiantes se pronunciaron sobre la privatización de la Universidad de El Salvador y se manifestaron en contra de la Asamblea Legislativa, para que no la incluya dentro del listado de instituciones que contemplaría la Ley de Asocio Publico Privado. En el caso mexicano, tanto los oradores como los demás manifestantes repudiaron las reformas estructurales del «Pacto por México», especialmente la energética y de educación, que terminó por implantar el presidente mexicano. Para ambos casos, son organismos del Estado contra los cuales se entabla la discusión y hacia quienes se lanzan las demandas concretas, las cuales nacen desde las inconformidades y se piensa en la manera en que se verán afectadas las generaciones actuales y futuras.

Así, estas personas «sienten» y «valoran» que se trata -en el fondo- de una privatización de la educación, lo cual es malo para todos ellos y temen que las generaciones venideras perderán un servicio que brinda gratuitamente el Estado; es por ello que reivindican la «utopía» de una universidad pública, del pueblo y para el pueblo. Este anhelo parte de las actuales condiciones en las que se ha colocado a la educación pública que, por ejemplo, para el caso salvadoreño, a la Universidad se le mantiene con muy bajo presupuesto, limitando el acceso a más estudiantes, la contratación de docentes o el equi-pamiento, entre otras condiciones. Por ello, si logran que no se privaticen los servicios de educación, se estará garantizando que las futuras generaciones gocen de estos servicios con calidad y de manera gratuita. Por otro lado, como se pudo observar en la conmemoración en El Salvador, quienes la llevan a cabo son jóvenes estudiantes que se adscriben y definen dentro de los sectores populares de la población salvadoreña y hacen sus reclamos a las élites políticas y de poder económico del país. De igual manera, para el caso mexicano, quienes participan en la marcha son personas que se adscriben y definen dentro de sectores populares, pero también hay un pequeño grupo que participan y se mezclan con los organizadores, que pertenecen a sectores de partidos políticos como el de la Revolución Democrática (PRD) y el Movimiento Regeneración Nacional (morena), así como líderes sindicales que gozan de ciertos privilegios dentro de sus organizaciones.

En ambos casos, las personas participantes y las organizadoras utilizan estos días de recuerdo para realizar un ritual político, que está relacionado íntimamente con la democratización nacional. Son días de recuerdo instituidos desde sectores claramente identificados y relacionados con la educación. Dichas expresiones utilizan el espacio más público que puede tener una ciudad, y sobre todo las capitales: las calles. En ellas, diariamente transitan miles de personas que en muchos casos son más que transeúntes, habitantes o empleados que, desde espacios específicos, tienen una convivencia cotidiana en esas calles específicas. En estas fechas se interviene, paraliza y trastoca lo que ocurre en estos espacios públicos, para dar paso al cumplimiento de un derecho que las personas tienen en ambos países: a hacer uso de la libertad de expresión, que en estos casos está relacionada con la denuncia, con el reclamo y la exigencia de situaciones concretas. Así, esta manifestación de comunicación en espacios públicos, que aglutina a cientos o miles de personas y que rompe con la cotidianidad de quienes conviven en esos espacios, se convierte en un acto que subvierte por sí mismo, y que también busca subvertir la «democracia», tal como se entiende en la propuesta histórica de Santos y Avritzer (2004) y desde la propuesta de Escobar, Álvarez y Dagnino (2001), llevándola a lo que su etimología derivada del historiador Plutarco señala: al gobierno de los artesanos y campesinos, dicho en los términos teorizados, al gobierno de los subalternos, o al uso de espacios que les permita hacer sentir sus voces entrelazadas con el pasado-presente-utopías y vinculadas a los actos performativos, para que sean escuchadas abiertamente como ejercicio de «democratización» de la sociedad.

Por ello, durante estos momentos rituales, además de tomarse las calles, se realizan diferentes actos con los que sus manifestantes quieren expresar más su descontento (pintas de frases, pega de panfletos, se cubren el rostro, portan simbologías en referencia a las ideas de izquierda, queman emblemas del autoritarismo, etc.), son actos performativos y discursivos que permiten interpretar las demandas, luchas, reivindicaciones contra el Estado y los contenidos del «proyecto de nación» que desde los sectores subalternos son expuestos, es decir, su visión utópica para la construcción de nuevos pactos sociales.

Como se ha podido analizar en este ensayo, el mantener viva la memoria de las personas que murieron es de mucha importancia para quienes organizan y participan de las conmemoraciones, ya que por ese medio siguen transmitiendo una manera de entender el mundo por el cual luchan, desde lo que propusieron las personas asesinadas tanto en el puente de la 25 avenida como en la Plaza de Tlatelolco, retomado y actualizado por las diferentes generaciones protagonistas de los movimientos estudiantiles y sociales. En este sentido se puede decir que existen los argumentos para asegurar que, en estos lugares de memoria, la conmemoración anual es una vía para actualizar aspiraciones de una trasformación social radical y a favor de una nación democrática.

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1Ambos lugares de la memoria forman parte de la tesis de maestría del posgrado en Antropología Social de la UNAM-IIA-PROIMMSE), la cual lleva por nombre «Utopías y configuración del proyecto de nación: estudio comparativo sobre lugares de memoria en El Salvador y México», y que ahora se presenta a manera de avance.

2Desde 1950 la autonomía universitaria es elevada a la categoría de norma constitucional en El Salvador. El artículo 205 de la Constitución del 7 de septiembre de 1950 dice que «la Universidad de El Salvador es una institución autónoma en los aspectos docentes, administrativos y económicos y deberá prestar un servicio social. Se regirá por estatutos enmarcados dentro de una ley que sentará los principios generales para su organización y funcionamiento» (fuente: El Universitario 2011).

3La Ley de Asocio Público y Privado está enfocada en generar y propiciar inversión privada y especialmente incentivar inversiones extranjeras directas en proyectos de infraestructura y servicios públicos de interés colectivo, con lo que se busca reducir los trámites burocráticos y crear un ambiente se mayor estabilidad y seguridad jurídica para todos aquellos que tengan interés de aportar en conjunto con el Estado, recursos económicos y de conocimiento en el sector público salvadoreño. Dicha ley fue aprobada por la Asamblea Legislativa el 23 de mayo de 2013, quedando excluida de ella los servicios públicos como el agua, educación, salud, custodia de presos y la seguridad. Esta ley surge luego de la visita del presidente estadounidense Barack Obama a El Salvador, en noviembre de 2011, y como parte del convenio Asocio para el Crecimiento, con ella se quiere «eliminar los obstáculos e identificar oportunidades para un amplio crecimiento económico en El Salvador».

4En 1942 los estudiantes del IPN, el 6 de marzo, organizan un marcha que intenta llegar al Zócalo. La marcha es reprimida por policías y bomberos. De tal acto resultan varios heridos y algunos muertos (un policía, una civil y dos estudiantes). Véase Pensado (2013).

5En enero de 1945 es publicada la Ley Orgánica de la Universidad Nacional Autónoma de México, la cual continua vigente hasta ahora y en su artículo 1 se establece que es autónoma porque, «es una corporación pública -organismo descentralizado del Estado- dotado de plena capacidad jurídica y que tiene por fines impartir educación superior para formar profesionistas, investigadores, profesores universitarios y técnicos útiles a la sociedad; organizar y realizar investigaciones, principalmente a cerca de las condiciones y problemas nacionales, y extender con la mayor amplitud posible, los beneficios de la cultura» (UNAM 1945).

6El «Comité del 68» está conformado por algunos ex-miembros del CNH y fue coordinado hasta 2014 por Raúl Álvarez Garín. Además es apoyado por un grupo de jóvenes que se encargan del aparato logístico de las actividades que llevan a cabo. Este comité se encarga de llevar a cabo la coordinación de la marcha del 2 de octubre en recuerdo de los jóvenes estudiantes asesinados en Tlatelolco y de mantener viva la memoria histórica de este hecho, así como de otros hechos históricos en la vida martirial de México.

7Vicente Fox llegó a la Presidencia por el Partido Acción Nacional (PAN) siendo un partido político de oposición al Revolucionario Institucional (PRI) y relevándolo en el poder federal luego de siete décadas en él.

8Al día siguiente la mayoría de periódicos de mayor tiraje destacaron, por sobre la conmemoración, los desórdenes que se dieron por algunos jóvenes contra los policías y algunas ventas.

Recibido: 24 de Marzo de 2014; Aprobado: 05 de Octubre de 2014

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