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Región y sociedad

versión On-line ISSN 2448-4849versión impresa ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.35  Hermosillo  2023  Epub 01-Mar-2024

https://doi.org/10.22198/rys2023/35/1801 

Artículos

Niños, niñas y adolescentes jornaleros en el valle de Mexicali, 2003. Veinte años después

Minor Day-laborers’ Environments in the Valley of Mexicali 2003. Twenty Years Later

Dina Jael Mendoza Inzunza* 
http://orcid.org/0009-0002-8870-977X

Lya Margarita Niño Contreras** 
http://orcid.org/0000-0003-4670-7194

*Investigadora independiente. Querétaro, México. Correo electrónico: djael167@hotmail.com

**Autora para correspondencia. Universidad Autónoma de Baja California, Instituto de Investigaciones Sociales. Edificio de Investigación y Posgrado, 3er. Piso Unidad Universitaria, Blvd. Benito Juárez s.n., C. P. 21280, Mexicali, Baja California, México. Correo electrónico: lnino@uabc.edu.mx


Resumen

Objetivo: describir que dos estudios sobre la iniciativa de inocuidad alimentaria resultaron en oportunidades perdidas para mejorar las prospectivas educativas y laborales de los niños, las niñas y los adolescentes jornaleros del valle de Mexicali en 2023. Metodología: la descripción se lleva a cabo sobre la base de los resultados de dos estudios realizados en sendos periodos. El primero, que data de 2003, comprendió investigación documental, observación y encuestas a maestros, a padres de familia y a niños, niñas y adolescentes. El segundo, de 2023, da seguimiento a la investigación de 2003 mediante entrevistas a cuatro familias que fueron ya objeto de estudio en la primera investigación. Resultados: veinte años después las trayectorias de vida de estos jóvenes exhiben los efectos del abandono institucional y de la ausencia de un sistema de cuidados. Limitaciones: debido a la situación de inseguridad que se vive en el valle de Mexicali, el segundo estudio se limitó solo al seguimiento de cuatro familias. Valor: la investigación constituye una aportación a la discusión sobre las iniciativas concentradas en la producción agrícola y no en los actores. Conclusiones: la ausencia de políticas sociales para este sector perpetúa sus condiciones de pobreza y marginación.

Palabras clave: inocuidad alimentaria; entornos escolares y familiares; niños, niñas y adolescentes jornaleros; sistema de cuidados; oportunidad perdida

Abstract

Objective: To describe two studies, focused on food safety, conducted at different times, resulted in missed opportunities to improve the education and labor prospects of child laborers in the Valley of Mexicali. Methodology: The description is based on two studies results that took place in both periods. The first study, from 2003, involved documental research, observation, and surveys conducted with teachers, parents, children and adolescents. The second study from 2023 tracks twenty years later the 2003 study through follow-up interviews with four families. Results: After twenty year these young people’s life trajectories show the institutional neglect effects and the social safety net absence for this population sector. Limitations: Only four families were interviewed during the second study due to the lack of safety characterizing life in the Valley of Mexicali. Value: This research contributes to the discussion on the initiatives focused on agricultural production rather than on social actors. Conclusions: The absence of social policies focused on this population perpetuates their poverty conditions and marginalization.

Keywords: food safety; school and family environments; minor day-laborers; care system; missed opportunity

Introducción

El trabajo infantil que realizan los niños, las niñas y los adolescentes (NNA) es un fenómeno complejo relacionado de manera directa con la pobreza. Por lo general, constituye una estrategia familiar para completar los ingresos del hogar e incluso para sobrevivir (Torres, 2023). El informe de la Organización Internacional del Trabajo y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Trabajo infantil. Estimaciones mundiales 2020, tendencias y el camino a seguir, estima que en 2020 había en el mundo 160 millones de niños y niñas en situación de trabajo infantil (STI), es decir, casi uno de cada diez niños. El trabajo infantil a menudo se asocia con el abandono escolar. Más de tres cuartas partes de los niños de 5 a 11 años y más de un tercio de los niños de 12 a 14 años en situación de trabajo infantil no están escolarizados (OIT-UNICEF, 2020).

En el caso mexicano, Oaxaca, Puebla, Estado de México, Chiapas, Veracruz, Michoacán, Jalisco y Guanajuato son los estados que tienen mayor presencia de trabajo infantil, mientras que Baja California y los otros estados de la frontera norte de México aparecen como las entidades con menor presencia de este problema (Torres, 2023).

La baja presencia de trabajo infantil en Baja California y en los estados de la frontera México-Estados Unidos se vincula con la iniciativa de inocuidad alimentaria dirigida a las empresas agrícolas exportadoras que fue emitida por Estados Unidos en la década de 1990 para garantizar la permanencia de estas en los mercados internacionales.

En este contexto surgen estas preguntas: ¿cuál fue la capacidad de reacción de los gobiernos y de las instituciones en la coyuntura de eliminación del trabajo infantil como consecuencia de la aplicación de la iniciativa de inocuidad alimentaria? ¿Qué efectos tuvo esa medida en las familias jornaleras y en particular en los NNA hijos de los jornaleros agrícolas? No obstante la importancia de lo que ocurrió en términos sociales para este sector de la población, se cuenta con poca información al respecto.

En el marco de regulación de la mano de obra infantil y con estas preguntas en mente, se abordó el caso de las familias jornaleras, sus hijos e hijas que participaron en un proyecto de investigación realizado a principios de la década de 2000, cuando estos últimos eran estudiantes de primaria (Mendoza-Inzunza, 2009). Pasados casi veinte años, se da continuidad a dicho estudio para conocer si aquellos NNA, ahora entrevistados de nuevo, lograron concluir la educación básica y cumplieron sus expectativas de estudiar una carrera técnica o profesional que les permitiera romper con el círculo de pobreza en el cual vivían junto con sus familias. Por otro lado, se pretende identificar los aspectos que coadyuvaron u obstaculizaron el cumplimiento de esas expectativas educacionales y laborales.

Este artículo se desprende de una investigación más amplia. En esta etapa de la investigación, para explorar lo que le sucedió a este grupo poblacional, fue necesario apoyarse en las entrevistas realizadas hace veinte años a cuatro familias. El texto se dividió en cuatro apartados. El primero corresponde a los antecedentes. En el segundo se expone la metodología. En el tercero se presentan los avances de la investigación. El último corresponde a las conclusiones.

Antecedentes

Los antecedentes del presente trabajo son los resultados del Programa Nacional con Jornaleros Agrícolas (PRONJAG), de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), durante sus primeros años de operación en el valle de Mexicali y el estudio de Mendoza-Inzunza (2009), en el que se registran los entornos familiares, escolares y laborales de 57 familias jornaleras a los cuales se pretende dar continuidad veinte años después.

El PRONJAG inició actividades en 1994. Como parte de su metodología de investigación y acción para intervenir en las comunidades atendidas, recabó información mediante encuestas, entrevistas y talleres, tanto en comunidades como en los campos de cebollín, principal cultivo de hortaliza del valle de Mexicali y el que mayor cantidad de mano de obra requiere.

Entre 1995 y 1998, el PRONJAG registró a un menor de 14 años por cada tres adultos en las parcelas de cebollín. En ese mismo periodo, la Unión Agrícola Regional de Productores de Hortalizas reportó 15 000 jornaleros empleados en este cultivo, lo que significaba la presencia de alrededor de cinco mil niños y niñas en las parcelas. De acuerdo con las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2002), el volumen de trabajo infantil estimado en el país era de 3.3 millones de NNA distribuidos en porcentajes casi iguales entre niños y niñas. De esta cantidad, por lo menos 370 000 NNA de entre 5 y 14 años y 526 000 de entre 15 y 17 trabajaban con sus padres en calidad de jornaleros agrícolas.

En los datos de la Secretaría de Educación Pública de 2001, los NNA representaban 20% del rezago educativo en el nivel de primaria del país. Según estos cálculos, una cuarta parte de los niños y niñas que trabajaban no asistían a la escuela y 74.5% de quienes combinaban ambas actividades destinaban quince horas o más al trabajo. En consecuencia, quedaban expuestos a un alto riesgo de reprobación y deserción (INEGI, 2002).

En ese mismo periodo, Baja California fue una de las entidades federativas con menor incidencia de trabajo infantil, con porcentajes de entre 6.7 y 10.5, o sea, entre 28 000 y 45 000 NNA trabajadores de 6 a 14 años de edad (INEGI, 2002).

Una parte de la estadística tomaba rostro en las aulas de las escuelas marginadas del valle de Mexicali, allí donde la extra edad, la reprobación y la deserción del nivel básico eran parte de la vida escolar cotidiana de los niños y de las niñas que, por su nivel de pobreza, combinaban el trabajo económico y el doméstico con su asistencia a la escuela.

De acuerdo con información del PRONJAG, en ese periodo, una de las principales preocupaciones de las madres era la falta de oportunidades educativas para sus hijos, a quienes aun teniendo planteles cerca de sus domicilios, les era difícil asistir. Las extensas jornadas laborales de las madres empezaban entre las cuatro y las cinco de la mañana, horas en que preparaban los lonches, vestían a los hijos pequeños y tomaban con ellos el transporte que los llevaría a las parcelas. La jornada terminaba entre las seis y las siete de la tarde, cuando los camiones de las compañías los dejaban en sus casas. En promedio, las madres pasaban once horas fuera de sus hogares, lo que hacía imposible llevar a sus hijos a la escuela, alimentarlos y apoyarlos con las tareas, menos aún darles la protección y los cuidados necesarios durante el día. Ante el temor de dejarlos solos, preferían llevarlos a las parcelas. Ahí las mujeres con hijos reproducían la doble y la triple jornada. Mientras avanzaban en el amarre de sus docenas de cebollas, brindaban atenciones mínimas, como alimentos, compañía al baño y cambio de pañal en el caso de los bebés. Esta dinámica producía grandes cantidades de basura al terminar cada jornada, resultado del consumo de alimentos y de pañales desechados.

Esta situación cambió a finales de la década de 1990, cuando la iniciativa de inocuidad alimentaria que emitió Estados Unidos -el principal consumidor de las hortalizas producidas en México- impuso que las empresas agrícolas exportadoras modificaran sus procesos productivos para garantizar su permanencia en los mercados internacionales. En el caso de las hortalizas, el proyecto se tradujo en la aplicación de buenas prácticas agrícolas, que incluyen, entre otras, higiene de los trabajadores y sanidad en el campo, con el objetivo de reducir los riesgos de contaminación microbiana. De su instrumentación fueron responsables las propias empresas agrícolas que invirtieron grandes capitales para dar cumplimiento a estos requerimientos, llamados también regulaciones sociales, que incluían todas las medidas adoptadas por un país para mejorar la salud, la inocuidad, la calidad de vida y el ambiente en sus procesos productivos (Avendaño, Schwentesius y Lugo, 2006, p. 28).

La medida se hizo sentir de forma directa en las dinámicas laborales y familiares de los jornaleros y en las propias empresas en las que la presencia de familias completas en las parcelas se había normalizado. A partir de ese momento, quedaría prohibida la entrada de NNA a los campos agrícolas. El proyecto de inocuidad alimentaria se concentró sobre todo en los procesos productivos y se olvidó de aspectos importantes, como las prestaciones sociales, que mejoran la calidad de vida de los trabajadores y sus familias. Mientras que las empresas agrícolas hicieron millonarias inversiones para cumplir con las nuevas reglas de producción que garantizaran su permanencia en los mercados de exportación, las autoridades locales se mantuvieron al margen de estos cambios. Y es que no hicieron planes para responder a la prohibición de la entrada de los NNA a los campos agrícolas; es decir, no crearon un sistema de cuidados alternativo que cubriera las necesidades específicas impuestas por las particularidades de la actividad laboral de las familias jornaleras. Mientras esto ocurría, la SEDESOL gestionaba que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) financiara con 1 370 000 dólares la cooperación técnica no reembolsable No. ATN/SF-5340-ME que se dedicaría para atender la problemática mediante un programa piloto de escuelas y guarderías móviles diseñado especialmente para esta población. Con la ejecución del proyecto, en 2004 se atendieron 670 niños y niñas desde cuarenta días de nacidos hasta 14 años de edad en los siete centros de atención infantil que se entregaron a sendas empresas agrícolas. En ellos se daban servicios de guardería, de alimentación, de educación preescolar y primaria.

Esa medida solo pudo atender 13% de los niños y niñas que estaban en los campos. ¿Qué fue del 87% restante? La mayoría de las compañías agrícolas prohibieron que los NNA entraran a las parcelas de cultivo. Pero, lo que podría significar un logro para cientos de familias, representó tomar la difícil decisión de dejar a sus hijos e hijas en sus casas, la mayoría solos o al cuidado de las hermanas o hermanos adolescentes, debido a la carencia de servicios e infraestructura para atenderlos. La prohibición de la entrada de NNA a las parcelas de cebollín donde los padres trabajaban como jornaleros a finales de la década de 1990 en el valle de Mexicali, solo preocupó a las familias que la enfrentaron, sobre todo a las encabezadas por mujeres, para quienes, en la mayoría de los casos, el trabajo de los NNA jornaleros representaba hasta 50% del ingreso semanal de los hogares (información obtenida en los talleres organizados por PRONJAG en 1998).

Fuente: fotografía de Dina Mendoza-Inzunza.

Figura 1 Talleres con mujeres jornaleras de Agrícola COSMAR, S. A. de C. V. R. L. en el valle de Mexicali, ca. 1998 

Lo que ocurrió durante el periodo de ajustes del mercado de mano de obra jornalera en el valle de Mexicali, mostró la indiferencia y la incapacidad de los gobiernos para reaccionar y las de las instituciones locales ante esta coyuntura, que significaba poder eliminar el trabajo infantil y dar más oportunidades educativas.

Fuente: fotografía de Dina Mendoza-Inzunza.

Figura 2 Reunión con mujeres jornaleras para informarles sobre el proyecto de escuelas y guarderías móviles, valle de Mexicali, ca. 1998 

En este contexto se llevó a cabo la presente investigación, que tuvo como propósito explorar la manera en que los factores sociales y económicos, sumados a las deficiencias del propio sistema educativo, crean condiciones de inequidad educativa para los hijos y las hijas de los jornaleros agrícolas de Ciudad Guadalupe Victoria ⸺localizada en el valle de Mexicali⸻ que cursan algún grado de primaria.

El desarrollo del primer estudio se articuló bajo las siguientes preguntas de investigación. ¿Bajo qué condiciones ingresan y concluyen sus ciclos escolares los hijos de los jornaleros agrícolas? ¿Qué medidas lleva a cabo el sistema educativo estatal para atender los problemas de acceso y permanencia de los NNA de las familias jornaleras en la escuela? ¿Por qué registran bajos niveles educativos cuando no existen problemas de cobertura escolar? ¿Cuáles son las expectativas laborales y educacionales de las familias jornaleras? ¿Qué pueden hacer las escuelas para mejorar las oportunidades educativas de estas familias?

Antes de pasar al apartado de metodología, se presentan de forma breve algunas características del valle de Mexicali. La región agrícola del noroeste está conformada por los estados de Baja California, Baja California Sur, Nayarit, Sinaloa y Sonora y, desde su fundación, se dieron las mismas condiciones de agricultura capitalista, como el desarrollo sobre grandes extensiones de tierra de riego, cuya vecindad con Estados Unidos facilitó la rentabilidad de la agroexportación y marcó la dependencia de la dinámica del mercado internacional (Velasco, 2000). El valle de Mexicali es un polo agrícola que se ha caracterizado por algunas constantes, como la inversión extranjera y su amplia vinculación con Estados Unidos, la agricultura de riego, el acceso a la tecnología, las relaciones asalariadas y el alto nivel de pobreza de las familias jornaleras agrícolas (Moreno y Niño, 2004, p. 140).

En cuanto a la mano de obra jornalera, esta se caracteriza por la baja presencia de población migrante. De la población jornalera, 95% es originaria y asentada en las diferentes colonias y ejidos del valle. Estos trabajadores se trasladan durante el verano a las localidades de los valles agrícolas de la costa del municipio de Ensenada, como Ojos Negros, Maneadero y San Quintín (Baja California), para completar el ciclo agrícola, muchas veces contratados por las mismas empresas, que amplían su área de producción hasta esos valles. La migración interna comienza en mayo y concluye en octubre, cuando los jornaleros regresan al valle de Mexicali a continuar con el ciclo agrícola (información recabada por la coordinación operativa del PRONJAG en 1995).

La localidad del valle de Mexicali en la que se concentra la presente investigación, es Ciudad Guadalupe Victoria, que en 2020 registró 19 081 habitantes (INEGI, 2020). Uno de sus principales cultivos es el cebollín. En el ciclo agrícola 2020-2021 tuvo una siembra de 3 738 hectáreas. Dicha superficie representaba 32% de las hortalizas establecidas (Gobierno de México, 2021).

Metodología

La investigación que aquí se presenta se realizó en dos etapas. La primera de ellas se desarrolló en 2003 y la segunda en 2023. Cada una de ellas tiene su propia metodología, a saber:

Primera etapa

La primera etapa se llevó a cabo desde un enfoque mixto y comprendió los métodos cuantitativo y cualitativo. Desde el enfoque cuantitativo se diseñaron y aplicaron cuatro encuestas. La primera se dirigió al personal directivo; la segunda, al personal docente; y la tercera, a las y los estudiantes de las escuelas primarias Ana María Pineda y Valle del Sol, localizadas en Ciudad Guadalupe Victoria, aquella de turno matutino y esta de turno vespertino. Se seleccionaron esas escuelas debido a que 90% de sus alumnos eran hijos de jornaleros agrícolas. La cuarta encuesta se aplicó a los padres de familia de los NNA encuestados.

Una vez elegidas las escuelas en las que la mayoría de los alumnos eran hijos de jornaleros agrícolas, con la autorización de la dirección de estas se elaboró un listado del alumnado de primero a sexto grado cuyos padres fueran jornaleros agrícolas, de tal suerte que se conformó un padrón, con la relación de sus nombres, el grado escolar que cursaban en el momento del estudio y sus domicilios. Con base en este padrón, se realizó un muestreo no probabilístico por conveniencia.

Las encuestas se aplicaron a los jefes y jefas de familia y a los NNA por separado, con autorización de sus padres. Se hicieron preguntas similares con el propósito de lograr un acercamiento a los entornos familiares y su relación con las experiencias, trayectorias y expectativas escolares y laborales de sus integrantes. Se encuestó a 57 NNA que estudiaban en las escuelas Ana María Pineda (turno matutino) y Valle del Sol (turno vespertino), así como a sus respectivos padres o madres.

Los criterios de inclusión que se siguieron para el caso de los NNA fueron los siguientes. Estar inscrito en alguna de las escuelas seleccionadas y pertenecer a una familia jornalera agrícola. Para los padres de familia, los criterios fueron ser padre o madre de los NNA entrevistados y emplearse como jornalero agrícola. La información cuantitativa, resultado de los cuestionarios aplicados a padres de familia y a NNA, se procesó en el paquete estadístico SPSS. Se aplicó la estadística descriptiva para buscar y especificar propiedades, características y rasgos importantes de los grupos estudiados.

Desde el enfoque cualitativo, se diseñó una guía de observación como apoyo para la recolección de las características generales de los planteles, en términos de infraestructura, operación y equipamiento. Además de las visitas a cada una de las escuelas, se asistió a los asentamientos, a los campos agrícolas donde se entrevistó y se realizaron talleres con los trabajadores y las trabajadoras agrícolas. Se visitaron las casas de los alumnos y las alumnas encuestados, con el objetivo de conocer, mediante la observación, aunque de forma aproximada, los entornos escolares, laborales y comunitarios de las familias que participaron en el estudio.1

Segunda etapa

Para dar continuidad a la investigación de 2003, en abril de 2023, dos décadas después, se regresó a Ciudad Guadalupe Victoria para saber si se habían logrado las expectativas educacionales y el futuro laboral que habían manifestado las familias encuestadas en la primera etapa de la investigación. Esta segunda etapa se realizó con un enfoque cualitativo, para lo cual se recurrió al diseño y a la aplicación de entrevistas estructuradas dirigidas a los NNA que se habían encuestado en 2003. También se entrevistó al director de la escuela Ana María Pineda, a él solo porque la directora de la escuela Valle del Sol negó el acceso al plantel. Se utilizó la cédula de 2003; a la que se añadieron algunas preguntas asociadas con la pandemia. Se repitió el ejercicio de observación en las mismas escuelas con el propósito de conocer si hubo cambios en la infraestructura de los planteles y saber si tuvieron apoyo de programas debido al contexto de pandemia. En la estrategia metodológica para localizar a las familias y a los NNA entrevistados hace 20 años se empleó el padrón diseñado y usado en la primera etapa, pues ahí se registraron los domicilios y la relación de las familias que se eligieron en ese entonces.

Previendo la dificultad de localizar a los entonces NNA encuestados hace veinte años, ahora adultos, antes del trabajo de campo se determinó que, de no localizarlos, se encuestaría a sus padres. De 19 viviendas que se visitaron y que estaban en el padrón, solo fue posible localizar a cuatro familias, lo cual pudo deberse a un posible desplazamiento de los jornaleros hacia otro tipo de asentamiento, a los cambios ocasionados por el crecimiento de Ciudad Guadalupe Victoria o a inconsistencias en la nomenclatura de las calles, según lo corroborado en trabajo de campo. A las cuatro personas localizadas, Bertha, Martha, Juan y Joel, se les cambió el nombre para resguardar su identidad. Además, se recorrieron las colonias que comprende el padrón y algunos campos agrícolas para complementar la observación y detectar los posibles cambios en los entornos laborales de las familias a las que se visitó.2 En los campos agrícolas se entrevistó a jornaleros y jornaleras agrícolas y a una jefa de cuadrilla.

Resultados de la primera etapa

Este apartado comprende en esencia los resultados del estudio de Mendoza-Inzunza (2009) que, para efectos de este documento, se ha denominado “primera etapa”. La información se presenta en dos subapartados: uno corresponde a los resultados de la primera etapa y otro a los entornos familiares, sociales y educativos.

¿Cómo eran las escuelas a las que asistían los NNA jornaleros entrevistados? Numerosos estudios en el campo de la investigación educativa muestran que las desventajas iniciales en los alumnos pobres, entendidas como los bajos niveles de instrucción y escolaridad de los padres, pocos ingresos y escasos bienes materiales que respalden su salud, los hace estar menos preparados para ingresar y permanecer en la escuela (Reimers, 2000).

Sin estrategias de intervención oportunas por parte del sistema educativo para revertir estas carencias, los alumnos se ven afectados a lo largo de su trayectoria escolar. A esto se suman los contextos social y económico, que en conjunto influyen en las probabilidades de reproducir las desventajas sociales y educativas de estos alumnos.

Así, las escuelas del estudio mostraron los esfuerzos que las familias jornaleras y los docentes realizan para que los NNA ejercieran su derecho a la educación básica. Las principales necesidades de dichas escuelas fueron sistemas de aire acondicionado, aulas dignas, mobiliario, materiales didácticos, canchas deportivas, plaza cívica y tener la cobertura de programas compensatorios (Mendoza-Inzunza, 2009, pp. 62, 73). Solo una de las dos escuelas contaba con apoyo de programas compensatorios, pero en beneficio de apenas 9.4% de la población escolar, aun cuando 90% de los alumnos eran hijos de jornaleros agrícolas. La profesora de quinto grado advirtió que debido a que la escuela se localizaba en el valle, todo les llegaba tarde o no les llegaba, y afirmó que el Sistema Educativo carece de organización y de amparo (Mendoza-Inzunza, 2009, p. 76).

La mayoría del personal docente de las escuelas Ana María Pineda y Valle del Sol se empeñaba de forma extraordinaria para que el equipamiento deficiente, la falta de materiales escolares, la ausencia de programas de apoyo y el déficit de estímulos educativos no fueran obstáculos para el trabajo pedagógico ni para el éxito escolar de sus alumnos. Con sus propios recursos compraban pintura para sus aulas, pagaban las fotocopias, elaboraban los cuadernillos de apoyo para los niños con rezago y compraban el agua ante la falta de bebederos (Mendoza-Inzunza, 2009, p. 76).

Los profesores y las profesoras expresaron que la principal razón por la que sus alumnos reprobaban, era la desnutrición. Dijeron que, en una de las visitas del personal del centro de salud para medir el peso y la talla, el resultado fue que, del grupo integrado por 28 alumnos, 18 NNA estaban por debajo de los parámetros normales. En algunos casos, los niños faltaban a la escuela o se retiraban de las clases porque se sentían mal o porque tenían hambre. Este problema se presentaba más en las niñas, quienes, al estar en su etapa de desarrollo, con frecuencia presentaban dolor de cabeza y, en algunos casos, sufrían desmayos. Además, las escuelas no contaban con desayunos escolares (Mendoza-Inzunza, 2009, p. 68).

Otros aspectos asociados con los motivos de reprobación eran la falta de madurez para cursar los ciclos completos y que los padres no daban apoyo y no ejercían disciplina para que los jóvenes realizaran las tareas. Una de las maestras de sexto grado refirió que cuando citó a una madre debido al bajo aprovechamiento de su hijo, ella respondió: “Maestra, o me dedico a ayudarles, o comemos” (Mendoza-Inzunza, 2009, p. 70).

Además de que los NNA jornaleros, enfrentan la falta de apoyos compensatorios y las deficiencias en infraestructura en las escuelas, en los testimonios de algunos maestros y directores se percibían expresiones que sugerían un estigma por ser pobres, por pertenecer a familias jornaleras. Es el caso de la directora de la escuela primaria Ana María Pineda: “Los padres quieren ver la escuela como una guardería. Si sus hijos aprenden o no, no les interesa”. Opina que a lo más que aspira la mayoría, es aprender a contar cebollas, trabajar mucho, ganar mucho dinero y comprarse un estéreo y emborracharse los fines de semana. La mayoría de estos niños no pasa de primaria, si acaso primero o segundo de secundaria. “En estas escuelas los niños se mandan solos y no tienen orden ni disciplina” (Mendoza-Inzunza, 2009, p. 73).

Una situación recurrente en esas escuelas era el ausentismo de los alumnos, porque sus padres los llevaban a trabajar o porque se quedaban en casa a cuidar a sus hermanos menores. Y cuando asistían, la mayoría de las veces llegaban tarde. En mayo, alrededor de 20% de los alumnos se iba a la zona de la costa porque las familias seguían a las compañías y no regresaban sino hasta octubre, después de haber iniciado el ciclo escolar (Mendoza-Inzunza, 2009, p. 64).3

La situación de las familias. Entornos donde la desigualdad tiene historia

La inequidad educativa arrojada en los resultados de las encuestas es un asunto generacional y es observable en los niveles de escolaridad de los padres y de los hijos mayores. Tiene diversas manifestaciones negativas, como la falta de apoyos y estímulos para mantenerse en la escuela; también la carencia de expectativas educacionales y de empleo. Los deseos de los NNA contrastan con las posibilidades reales que les imponen las condiciones de pobreza. Cada día que pasa, el futuro de los NNA entrevistados se parece más al presente de sus padres y hermanos mayores.

De los jefes de familia entrevistados, 3 de cada 10 dijeron tener la primaria completa; 4 de cada 10 no la terminaron; 1 de cada 10 terminó la secundaria; 1 de cada 10 tiene estudios de secundaria incompleta y 1 de cada 10 no cursó ningún grado escolar. Al respecto de los hijos mayores que trabajaban, se encontró que en 52% de las familias, por lo menos un hijo menor de 18 años trabajaba como jornalero y tenía primaria o secundaria incompleta. Estos resultados llevan a pensar que la escolaridad de los padres y de los hermanos mayores puede ser un indicador del futuro escolar de los NNA entrevistados.

Los padres expresaron que uno de los principales problemas fue la imposibilidad de brindar protección y cuidados a sus NNA debido a sus extensas jornadas de trabajo. A esto se debe la exposición constante a riesgos de accidentes de los NNA que no están bajo la supervisión de ningún adulto. En 9 de cada 10 de los casos, los padres están fuera de casa de 8 a 14 horas diarias, lo que resulta un promedio de 11 horas diarias fuera del hogar (Mendoza-Inzunza, 2009, p. 64).

También se les preguntó si tenían dificultades para que sus hijos continuaran en la escuela. De 60% que respondió de modo afirmativo, 6 de cada 10 dijeron que les faltaba dinero; 1.7% que no le puede ayudar con las tareas y otro 1.7% contestó que el niño o la niña no quiere estudiar.

La mitad de los padres entrevistados reconocieron la importancia de su apoyo en el aprendizaje de sus hijos, en contraste con lo expresado por los profesores en relación con la poca o ninguna participación de los progenitores en las actividades escolares. Los profesores interpretan que los logros académicos deficientes de los niños son muestra del poco interés y de la falta de apoyo que reciben en sus hogares. Sin embargo, las respuestas de los padres revelan una clara conciencia de su papel en este proceso. Es evidente, entonces, que el contexto socioeconómico es el principal obstáculo: el número de horas que pasan fuera de la casa por el tipo de empleo, sus escasos recursos económicos y su bajo nivel educativo son los factores que afectan de manera directa los niveles de aprovechamiento de sus hijos, a pesar de los esfuerzos que realizan para mantenerlos en la escuela.

No obstante los problemas que exponen los padres para que sus hijos continúen sus estudios, sus aspiraciones en cuanto al futuro educativo se mantienen. Esto se pudo explorar mediante la pregunta sobre el nivel de escolaridad al que les gustaría que sus hijos llegaran. En ningún caso respondieron que les gustaría solo la primaria. El porcentaje más alto lo obtuvo el deseo de que alcanzaran un nivel técnico (7 de cada 10 casos).

En cuanto a los NNA a quienes se entrevistó, a la pregunta de hasta qué año les gustaría estudiar, uno de cada diez contestó que hasta primaria; 2 de cada 10 hasta secundaria; 2 de cada 10 hasta bachillerato; 3 de cada 10 hasta nivel profesional; a 1 de cada 10 le gustaría ser técnico; y 1.7% respondió que no sabe. Por lo visto, las aspiraciones de más de la mitad de los NNA entrevistados respecto a su nivel educativo rebasan en su mayoría el nivel básico (Mendoza-Inzunza, 2009, p. 105).

¿En qué les gustaría trabajar a los NNA? Dos de cada 10 respondieron que les gustaría trabajar en el campo; 2 de cada 10 dijeron que como obrero; a casi 2 de cada 10 les gustaría trabajar como técnico y 3 de cada 10 dijeron que les gustaría trabajar en una actividad profesional. Dijo no saber 7%. Si sumamos los porcentajes de los niños que no desean trabajar en el campo, se obtiene que 67% de ellos desean un futuro laboral distinto del de sus padres.

En el futuro laboral deseable de los padres para sus hijos no tienen cabida los campos agrícolas, pues ninguno de ellos expresó el deseo de que sus hijos o hijas trabajaran como jornaleros. No obstante, prevalece la conciencia de la dificultad que enfrentarán para romper el círculo en el que se encuentran. Esto lo revelan las respuestas a la pregunta ¿en qué cree que van a trabajar sus hijos? Seis de cada 10 respondieron que se van a emplear en el campo; 2 de cada 10 dijeron que van a trabajar como técnicos; 1 de cada 10 como profesional y 1 de cada 10 contestó que otro (Mendoza-Inzunza, 2009, p. 105).

Después de veinte años, una visita inesperada

Para el seguimiento del estudio, se formularon las siguientes preguntas de investigación. ¿Fue posible que los NNA y sus familias alcanzaran en su etapa adulta el logro de sus expectativas educacionales y laborales? De acuerdo con sus entornos escolares y familiares, ¿lograron vencer los obstáculos que imponen sus precarias condiciones de vida?

A la vuelta de veinte años, se pudo tener contacto con cuatro familias que habitan las mismas viviendas que registraron antes y a quienes se entrevistó a principios de la década de 2000. Las colonias del Sol y Nicolás Bravo, donde se localizaron las familias de este estudio, muestran cambios importantes. De ser asentamientos fundados por jornaleros demandantes de vivienda, quienes habitaban casas precarias con materiales de desecho, ahora un alto porcentaje de esas viviendas ya no existe, sobre todo las que se ubicaban en las calles cercanas al centro de Ciudad Guadalupe Victoria. En la actualidad, hay construcciones que corresponden, en términos socioeconómicos, al nivel medio. Es posible que haya ocurrido un proceso de gentrificación mediante el cual se desplazó a los jornaleros a otros asentamientos de las periferias, en los derechos de vía de las carreteras y del ferrocarril, así como de la red de drenes y canales de riego.

Las escuelas Ana María Pineda y Valle del Sol también presentan cambios significativos en su infraestructura y en su población escolar. En cuanto a las instalaciones, se pudo apreciar que, a diferencia del primer estudio, ambas escuelas registran una inversión económica considerable en la construcción de aulas, cerco perimetral, mobiliario, canchas deportivas, plaza cívica, aire acondicionado y sanitarios. También cuentan con desayunos calientes para todos los estudiantes. En relación con los alumnos, el director de la primaria Ana María Pineda informó que la cantidad de hijos de jornaleros agrícolas representa un porcentaje mínimo (sin especificar la cifra), lo cual corrobora la disminución de jornaleros agrícolas y un cambio en la composición poblacional de la zona.

Fue grato el reencuentro y ver en los rostros de las personas entrevistadas la expresión de sorpresa cuando se presentaron las autoras del presente texto y cuando ellas les explicaron el porqué de la visita inesperada. El encuentro les trajo recuerdos de los difíciles años del trabajo en la parcela, las contrariedades que, en cuanto familias, enfrentaron sin ningún tipo de apoyo. Dos de los ahora jóvenes siguen viviendo en la misma residencia, mientras que los otros dos viven en hogares distintos, con su familia. Se presentan los casos de Bertha, Martha, Juan y Joel y sus familias, entrevistados veinte años atrás. Sus edades hoy oscilan entre 27 y 32 años. Los cuatro jóvenes son originarios del valle de Mexicali. Son padres y madres de entre uno y tres hijos.

Bertha. Edad actual: 27 años. Estudió la primaria en la escuela federal Ana María Pineda, en el turno matutino. En el momento del estudio tenía siete años y cursaba el segundo grado. Vive con su hijo en casa, en la misma dirección registrada hace veinte años, en la colonia Nicolás Bravo, de Ciudad Guadalupe Victoria. La colonia se mantiene sin pavimento y sin drenaje. Su casa es de dos cuartos. Sigue construida con materiales de desecho y se localiza a escasos metros del dren. Lo anterior concuerda con los resultados de diversos estudios sobre la población jornalera. Por ejemplo, en el valle de Mexicali, 39% de las casas solo cuenta con una habitación, y las viviendas de dos habitaciones corresponden a 37% (Moreno y Niño, 2004, p. 138).

Mientras los padres de Bertha trabajaban, ella se quedaba en casa bajo el cuidado de su hermana mayor de 14 o 15 años, quien solo terminó la primaria y ya no quiso seguir estudiando. Hay pocos estudios que den cuenta del estado de ánimo de las y los jóvenes que abandonan la escuela. Cuando le faltaban tres meses para terminar la secundaria desertó debido a su embarazo. Tenía 17 años.4 A Bertha le hubiera gustado estudiar administración de empresas. Ella está representada en 30% de NNA que en el primer estudio manifestaron el deseo de alcanzar el nivel profesional. Su madre trabajó en el amarre del cebollín durante 35 años para las empresas agrícolas Las Montañas y Estrella Nueva. Ya no existen en el valle. Se retiró sin pensión y sin finiquito, porque “no cotizó lo suficiente, no le alcanzaron los puntos”. Solo obtuvo dinero de la administradora de fondo para el retiro (AFORE) Coppel, pero “le dio poquito”.

El caso de Bertha es ilustrativo del hecho de que aun con las políticas de inocuidad alimentaria, el trabajo de los NNA en el valle de Mexicali persiste. Aunque por la política de inocuidad alimentaria Bertha no pudo trabajar en los campos agrícolas, cuando era niña amarraba cebollas en casa de su abuela. Aun cuando el trabajo infantil era necesario para muchas familias porque su ingreso apoyaba la economía familiar, no era una situación que desearan sus padres. En el primer estudio, 84% de ellos expresó el deseo de que sus hijos e hijas no empezaran a trabajar sino hasta después de los 18 años (Mendoza-Inzunza, 2009, p. 112). Se retoma el ejercicio aritmético para el caso de las familias jornaleras del valle de Yurécuaro, mismo que da cuenta del porqué existe el trabajo infantil, a pesar de que los progenitores no desean eso. Si bien $80.00, $100.00 o $130.00, superan los salarios mínimos estipulados en 2008, y que para la región de estudio es de $49.50; en el caso -cuasi imposible- de que un trabajador lograra colocar su fuerza de trabajo durante seis días a la semana los diez meses en que se dedica al trabajo remunerado, en la máxima percepción diaria, sumaría $36,399.00, que equivalen a 3 285 dólares estadounidenses anuales al cambio de hoy. Este cálculo podría explicar la lógica del trabajo infantil y, en sí, el hecho de que la familia completa se involucre en el trabajo asalariado (Miranda et al., 2010, p. 29).

Regresando al caso de Bertha, ella ingresa a un trabajo formal. Una vez que tuvo su credencial de elector, cumplidos los 18 años, comenzó a trabajar como obrera en fábricas de Mexicali. En la actualidad, trabaja en una compañía de cartuchos de tinta para impresoras. Su principal preocupación es su hijo, porque se acaba de enterar de que su padre falleció en La Paz, Baja California Sur. En la familia de Bertha ninguno de sus miembros tiene apoyo de programas sociales.

Juan. Edad actual: 29 años. Fue entrevistado cuando tenía nueve años y cursaba cuarto grado de primaria en la escuela federal vespertina Valle del Sol. En el momento de la visita no se encontraba en el domicilio, pero su madre respondió la entrevista. Contó que Juan dejó de ir a la secundaria cuando estaba en segundo grado, porque no le gustaba. Se salía o no iba para irse a bañar a los canales con otros niños. No pensaba en tener una profesión, “pero desde chico es muy trabajador” (Madre de Juan). El caso de Juan coincide con lo que se halló en la primera etapa y que ya se señaló, en el sentido de que:

los niños en edad escolar asumen por completo la responsabilidad de asistir a la escuela, lo que implica problemas de alimentación y nutrición adecuada, de higiene, de asistencia y puntualidad, así como la falta de estímulos y apoyo para sus tareas escolares; condiciones que tuvieron repercusiones directas en sus niveles de aprovechamiento escolar. (Mendoza-Inzunza, 2009, p. 85)

Juan se casó a los 18 años, tiene tres niñas y vive con su familia en un asentamiento irregular sobre el derecho de vía del ferrocarril, una zona federal. En el valle de Mexicali la mayoría de los asentamientos de jornaleros agrícolas son irregulares y la población vive en la incertidumbre de una posible reubicación (Moreno y Niño, 2004, p. 135).

Hay que citar el estudio dedicado al análisis de las condiciones de vida de los migrantes internos de otras latitudes, como los del valle de Yerécuaro, un emporio agrícola en el noroccidente de Michoacán, donde se registra la carencia de casa habitacional en la comunidad de origen. Al respecto, 91.2% de los jornaleros agrícolas migrantes encuestados informó no poseer casa en ninguna parte (Miranda et al., 2010, p. 33). Juan pertenece a una familia que tiene al menos veinte años asentada en el valle de Mexicali, por esa razón se esperaría que sus condiciones de vivienda fueran mejores que las de la población jornalera migrante de otras localidades. “Él y su hermano, que eran los mayores, se criaron juntos. Hacían lo que querían. No iban a la escuela porque se la pasaban en el Sifón, un canal al que se iba con sus amigos y yo no sabía” (Madre de Juan). Cuando abandonó la secundaria, Juan se puso a trabajar en el campo. Como era menor de edad, no lo contrataron con número de empleado propio. Las docenas de cebollas que amarraba durante la jornada, se las anotaban a su madre.

Después de trabajar en el campo una temporada, se empleó en una gasolinera. Luego, con un permiso temporal que le consiguió la compañía, se fue a trabajar a un campo en Estados Unidos. Se fue dos temporadas. Iba a trabajar a Yuma, cruzaba a diario, pero le quitaron el permiso porque era para que se quedara allá toda la temporada. Ahora ya no se quiere ir porque desde hace tres años tiene su negocio de hot dogs en la esquina de su casa y un equipo de sonido que renta para fiestas. Su madre dice que Juan está gordito, pero que tiene buena salud. No tuvo problemas de adicciones. Toma cerveza, “pero no es un borracho”.

Sus padres trabajaron quince años de jornaleros, pero dejaron la cebolla “porque nos cansamos de madrugar, de aguantar los fríos y el calorón” (Madre de Juan).5 De sus tres hijos, dos trabajaron en el campo cuando desertaron de la secundaria, pero no les gustó. Ahora uno es albañil. “Nunca tuvimos seguro social, solo Seguro Popular, pero no nos atendían”. Cuando la familia de Juan dejó de trabajar en el amarre del cebollín, pusieron una tiendita de abarrotes en su casa. Su padre también tiene un equipo de sonido que renta para fiestas. Su madre sigue trabajando por temporadas en el empaque de hortalizas, tiene seguro social y gana de acuerdo con las horas extras que trabaja.

Martha. Edad actual: 31 años. Vivía en la colonia del Sol de Ciudad Guadalupe Victoria. Estudió en la escuela primaria Valle del Sol. En la fecha de la primera entrevista cursaba el quinto año de primaria y tenía 11 años de edad. Creció en un entorno de pobreza y marginación. Los ingresos de las familias de jornaleros agrícolas son bajos en grado sumo, sobre todo si se tiene en cuenta que el valle de Mexicali es la región donde se pagan los mejores salarios de la república mexicana y donde los precios de los productos alimenticios y servicios son relativamente altos. Por eso debe considerarse que los hogares de los jornaleros en el valle de Mexicali están en situación de pobreza extrema (Moreno y Niño, 2004, p. 140).

Otro factor que agudizó la pobreza de la familia de Martha fue el deceso del padre, que padeció de cirrosis cuando ella tenía cinco años ⸻la pérdida de un familiar se considera un factor que impide y obstaculiza la movilidad social y que lleva a la interrupción de los estudios de los NNA afectados (Torres, 2023)⸺.

La madre de Martha trabajaba en los empaques. Cuando enviudó, se quedó a cargo de doce hijos producto de dos matrimonios. Por motivos de trabajo, “tenía que dejar a todos los niños solos mucho tiempo. Se cuidaban entre ellos”. La madre cuenta que a Martha, “cuando era niña, sí le gustaba ir a la escuela”, pero que cuando murió su padre ya no tuvieron ningún apoyo de nadie para que siguiera estudiando. Solo terminó la primaria. Ninguno de sus hijos terminó la secundaria.

Los jornaleros están desprotegidos frente a diversos riesgos6 y otros factores. No tienen seguridad social, perpetúan su condición de marginados y sus pocas expectativas de movilidad social integracional. El trabajo de jornalero no solo es difícil para quienes lo desempeñan; también es un proceso histórico de marginación de un sector de la sociedad, por una parte, y un problema de política económica, por otra parte (Flores-Mariscal, 2020, p. 35). Cuando salió de la primaria, Martha trabajó limpiando casas. Se ha identificado que el trabajo doméstico es uno de los que más realizan las niñas (Torres, 2023).

A los veinte años trabajó en el cultivo de la sandía. Dos de sus hermanas más grandes también trabajaron en el campo. En la actualidad, trabaja haciendo tortillas de harina. Su esposo hace carretas: es soldador, “pero no les alcanza”. Es madre de dos hijos. Uno cursa primero de primaria y el otro segundo grado. Su esposo tuvo problemas de adicción a la metanfetamina cristalina (cristal) y la trataba muy mal. Su suegro lo internó en un centro de rehabilitación y ya está bien.

El problema de la adicción a las drogas se presenta en el entorno comunitario y familiar. Cuenta la madre de Martha que internó a uno de sus hijos en un centro, pero hace más de 27 años que no sabe de él. Le dijeron que, como no pagaba, se lo llevaron a otro lugar. También dijo que dos de sus hijos están en la cárcel por intento de homicidio, uno en México y otro en Estados Unidos.

Joel. Edad actual: 32 años. Fue entrevistado a los 12 años, cuando cursaba el sexto grado en la escuela primaria vespertina Valle del Sol. No se encontraba en su domicilio, pero su madre respondió la entrevista. Ella cuenta: “Mis hijos más grandes no terminaron la secundaria, solo el menor. Como entro muy temprano al trabajo, se quedaban solos en casa y en vez de irse a la escuela se quedaban durmiendo o se iban al canal con los amigos. Ahora mis hijos me reprochan que los dejara solos, que siempre me fuera a trabajar, que por eso se hicieron vagos” (Madre de Joel).

Uno de los principales problemas expresados por los padres en la primera etapa de este estudio fue la imposibilidad de brindar protección y cuidados a sus hijos menores debido a sus extensas jornadas de trabajo. De esto se desprende la exposición constante a riesgos de accidentes de los menores que no están bajo la supervisión de algún adulto. En 9 de cada 10 de los casos, los padres están fuera de casa de 8 a 14 horas diarias (Mendoza-Inzunza, 2009).

En relación con los sentimientos de frustración y culpa de las madres de familia ante la imposibilidad de conciliar el espacio privado con el público, se cita a Villarreal y Niño (2021), quienes muestran que las mujeres son violentadas y que son las responsables del cuidado, la economía y la salud de la familia. Es una historia que se repite una y otra vez.

Cabe señalar que durante el neoliberalismo aumentó la precariedad en las condiciones de vida y de trabajo y con esto la dificultad de conciliar el trabajo y la vida familiar. Una de las características del modelo neoliberal es el incremento de la desigualdad, la disminución de los salarios y un aumento en la precarización en las condiciones laborales de los trabajadores que se reflejan en la flexibilización de las formas de contratación, con el objetivo de incrementar la productividad, sin embargo, lo que sucedió fue una disminución del poder adquisitivo de los trabajadores así como aumento del número de horas que se trabajan (Ferrer-Ramírez, 2018; Moreno-Mena, 1996; López y García, 2010).

Joel, desde que dejó la secundaria, como a los 15 años, comenzó a trabajar en el amarre del cebollín y en la cosecha del tomatillo. Ahora, con un permiso temporal, trabaja en la cosecha de brócoli, apio y lechuga en Salinas, Estados Unidos. “Al menos quinientos jornaleros agrícolas, la mayoría mexicanos, partieron la madrugada de hoy hacia Salinas, California, para trabajar seis meses en los campos de aquella zona” (Lima, 2023). Tal es el caso de Joel, que ante la escasez de mano de obra en los campos agrícolas de California lo contratan para trabajar de forma temporal. La situación anterior corrobora el testimonio de la jefa de cuadrilla entrevistada en uno de los campos agrícolas, quien dice que los jóvenes se van a Estados Unidos a trabajar y que en el valle de Mexicali falta mano de obra; que en las parcelas solo se quedaron a trabajar los viejos, lo cual se vincula a

la precariedad laboral de la población jornalera agrícola con una presencia importante de trabajadores de 40 años o más. Es casi seguro que las personas menores de 20 años desempeñan esta labor en lugar de ocuparse de su educación media superior y superior. En el otro extremo, es un indicio de precariedad que haya 400 000 personas mayores de 60 años dedicadas a un trabajo tan arduo. (Flores-Mariscal, 2020, p. 44)

Joel se casó a los 19 años con su novia de 15. Viven con sus dos hijos en la casa de sus padres, en la misma dirección que quedó registrada en Ciudad Guadalupe Victoria. Tiene problemas con el alcohol, pero está bien de salud. Su madre sigue trabajando en el campo para la compañía Hortalizas Sur del Valle y su esposo en la albañilería. No sabe si tiene seguro social, como se puede ver a continuación:

Supuestamente sí tenemos seguro. Para el siguiente contrato sí nos van a dar seguro bueno. Para no darles antigüedad ahorita, los están contratando cada seis meses. Esta vez, supuestamente iban a hacer huelga, porque van a cambiar a nombre de otra empresa sin darles nada. Hay gente que tiene doce o trece años. Hay gente que tiene más. (Madre de Joel)

La cobertura de atención médica es bastante precaria. En el sector agrícola, hasta hace unos años, no existía la afiliación al Instituto Mexicano del Seguro Social mediante el régimen formal, sino una variante a la que se le denominó “pases médicos”, que solo da cobertura para curaciones inmediatas y urgencias médicas, pero no para pagar incapacidades laborales (Moreno y Niño, 2004, p. 140). La precariedad en que viven las familias jornaleras agrícolas no se reduce a un sistema de salud ni a prestaciones sociales y laborales deficientes. Hay que citar el interesante y minucioso estudio sobre la precariedad de los espacios de los jornaleros agrícolas migrantes del valle de Yurécuaro, donde se describen los efectos negativos de la flexibilidad laboral en la vida cotidiana: la falta de atención a la salud, a la vivienda, el trabajo de las jefas del hogar, el trabajo infantil y su educación, las tensiones entre los padres de familia y sus NNA por tener que dejar la escuela para trabajar, la alimentación, las formas de contratación, el papel de la oferta de mano de obra en las fluctuaciones del ingreso, del acceso al trabajo, la explotación en el mismo y la discriminación que viven los trabajadores migrantes (Miranda et al., 2010, p. 27). La flexibilidad laboral y sus efectos tampoco son privativos de ningún emporio agrícola; más bien es un hecho generalizado, como se puede observar en el caso de la familia de Joel.

Los padres de Joel trabajaron en la empresa Estrella Nueva “como por doce años, pero ya no está. Se declaró en quiebra. Mucha gente los demandó. A muchos les dieron su buen dinero y a otros no. Muchos se quedaron con cheques sin cobrar” (Madre de Joel).

Era un niño con muy buenas calificaciones, pero abandonó la escuela después de un castigo del director por un reporte de mala conducta. La agarraron contra él. La orientadora fue muy déspota. Ya no quiso regresar. El director lo quiso convencer porque tenía puros dieces en la boleta, pero no quiso. Le hubiera gustado ser ingeniero, de esos que construyen casas y edificios. Pero la calle lo jaló más que los estudios. (Madre de Joel)

A diferencia de mis hijos mayores, mi hijo más pequeño no tuvo que quedarse en casa con sus hermanos mientras yo y mi esposo trabajamos, porque lo llevaba a la guardería de la empresa Estrella Nueva. Ahí tuvo kínder y después nos salimos de esa compañía. Fue de mucho beneficio la guardería. Con las guarderías trabajamos más a gusto. Estaban bien alimentados. Lo que me gustaba es que una vez me lo llevaron a la parcela porque traía un granito. Los atendían muy bien. Trabajamos muy seguros. (Madre de Joel)

La empresa Estrella Nueva fue una de las primeras compañías beneficiarias del Programa de Atención a Menores en Circunstancias Especialmente Difíciles (2004). Como parte de los apoyos, la empresa recibió una infraestructura móvil con personal capacitado para atender a los hijos de sus trabajadores durante la jornada laboral con servicios de alimentación, salud, guardería, preescolar y primaria. Pero cerró sus operaciones en el valle de Mexicali y no fue posible conocer el destino del equipamiento que le dieron el BID y la SEDESOL.

Conclusiones

Las historias recuperadas de los NNA del primer estudio ⸺Mendoza-Inzunza (2009)⸻ revelan que las condiciones precarias de vida y trabajo, la infraestructura escolar deficiente y la ausencia de apoyos compensatorios provocaron condiciones que dificultaron el aprendizaje y aumentaron la probabilidad de fracaso escolar. La puesta en marcha de la iniciativa de inocuidad alimentaria, concentrada en los procesos productivos y de empaque, que incidió de forma directa en la eliminación del trabajo infantil en los campos agrícolas de la región en la década de 1990, fue una oportunidad perdida para diseñar una política de atención a este sector.

Así lo corroboran las historias de Bertha, Juan, Martha y Joel, para quienes no fue posible alcanzar las expectativas educacionales y laborales que la mayoría de las personas entrevistadas expresaron en el primer estudio. La responsabilidad de mejorar sus condiciones de vida recayó solo en las familias que, sin ningún tipo de apoyo, y a pesar de sus esfuerzos, no lograron un futuro mejor para sus miembros. Sin oportunidades educativas, sus opciones laborales, como la albañilería, el trabajo en fábricas, el trabajo doméstico, el autoempleo en el comercio informal y el trabajo agrícola, los encierra en el círculo de la pobreza.

Pareciera que se parte del supuesto de que las familias jornaleras agrícolas asentadas en el valle de Mexicali, al tener tan solo movilidad regional, no son susceptibles de beneficiarse con políticas públicas, a diferencia de los grupos de jornaleros migrantes insertos en circuitos migratorios más amplios; al respecto se cita a Rodríguez (2018):

Uno de los principales obstáculos para que los migrantes estudien es su constante desplazamiento por el territorio nacional. Cuando este traslado no se presenta, aumenta la posibilidad de que niñas y niños permanezcan en la escuela el tiempo suficiente para concluir su educación básica. (p. 162)

La variable fundamental en la vida de los cuatro jóvenes es la falta de un sistema de cuidados que diera respuesta a las necesidades de las familias y en particular de las madres jornaleras quienes, por sus extensas jornadas, se vieron obligadas a renunciar al cuidado de sus NNA.

Hasta el día de hoy no existe un estudio sobre los efectos del Programa de Centros de Atención y Educación Infantil financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo con aportaciones del gobierno federal y de los propios empresarios agrícolas beneficiados. El breve testimonio de la madre de Joel resulta revelador en cuanto a la diferencia que pudo experimentar como trabajadora y madre con el apoyo de un servicio de cuidados. Durante el recorrido por la delegación Guadalupe Victoria, se constató que ni las empresas ni ninguno de los tres niveles de gobierno ofrecen servicios de guardería para las trabajadoras agrícolas. Esta situación conduce a plantear que la carencia de un sistema de cuidados perpetúa y reproduce la precariedad y la falta de oportunidades para las presentes y las futuras generaciones de los trabajadores y las trabajadoras agrícolas de la región.

A veinte años del primer estudio y sin ser exhaustivo en este segundo, se pudieron identificar algunos cambios en la dinámica de la agroindustria del valle de Mexicali. Por ejemplo, el cierre de tres de las principales empresas que mayor cantidad de mano de obra jornalera contrataban. Se apreciaron también modificaciones en el mercado de mano de obra, como la inexistencia de trabajo infantil en los cultivos de cebollín y el aumento del promedio de edad en la mayoría de los jornaleros y las jornaleras: en la actualidad pasan de 45 años. Este cambio generacional puede obedecer a que los jóvenes prefieren emplearse como obreros en las fábricas ubicadas en la ciudad de Mexicali y en algunos ejidos y poblados del valle. También porque las empresas de los valles agrícolas de California y Arizona en Estados Unidos ofrecen permisos de trabajo temporales que representan para ellos mejores ingresos, lo cual pudiera estar asociado con la nueva ruralidad.

En cuanto a las colonias que se visitaron, se detectaron cambios importantes: la disminución de aquellas viviendas precarias de las colonias fundadas por los jornaleros agrícolas, ya que han sido sustituidas por mejores construcciones, propiedad de personas empleadas en los sectores de comercio y de servicios del área urbana de Ciudad Guadalupe Victoria o de trabajadores que se emplean en el otro lado de la frontera y cuya residencia la han establecido en este lugar. Lo que puede significar un desplazamiento de las familias jornaleras hacia las zonas marginadas de la delegación y de otros poblados.

Las escuelas que se visitaron también experimentaron cambios significativos en la infraestructura, tales como: construcción de canchas deportivas, cerco perimetral, plaza cívica, aire acondicionado, dirección escolar, sanitarios, aulas y mobiliario, así como desayunos calientes para todos los alumnos y alumnas. Además de estos cambios, también se ha modificado la composición de la población escolar, porque disminuyeron los NNA hijos de trabajadores agrícolas hasta llegar a representar la menor proporción, según afirma el director de la escuela primaria Ana María Pineda. Estos datos pueden ser un indicador que sustente la idea de que se ha desplazado a los jornaleros a zonas marginadas, fuera de la mancha urbana de Ciudad Guadalupe Victoria. Por lo tanto, el hecho no obedecería a una mejora en sus condiciones de vida.

La primera parte del segundo estudio plantea nuevas interrogantes respecto a la situación actual de los jornaleros y las jornaleras agrícolas del valle de Mexicali. En la medida en que se avance en la investigación, será posible dar respuesta y documentar las características de esta población, del mercado laboral y de las perspectivas de cambio, con la finalidad de que esa información aporte información para diseñar políticas públicas que se encarguen de atender a este importante sector poblacional.

Referencias

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1Para ampliar la información en torno a la metodología utilizada durante la primera etapa, véase Mendoza-Inzunza (2009).

2La información que se presenta en este texto con datos del PRONJAG se obtuvo durante la operación del programa en el valle de Mexicali entre 1995 y 2004. Esa información quedó registrada en documentos internos, como cuadros estadísticos de la presencia jornalera en las comunidades y en los campos agrícolas. Los documentos se elaboraron a partir de censos y encuestas de la red de promoción social del programa, cuyo principal objetivo era sustentar los proyectos y apoyar la gestión de los recursos en su Programa Operativo Anual. Esa información se basa en documentos internos elaborados para fines operativos y no publicados que quedaron en los archivos del PRONJAG.

3La migración de los trabajadores agrícolas del valle de Mexicali hacia los valles agrícolas de la zona de la costa, como Maneadero, Ojos Negros y San Quintín, del municipio de Ensenada, ha sido un fenómeno poco documentado, a pesar de sus consecuencias en las dinámicas sociales y familiares, en este caso en concreto, la interrupción de los ciclos escolares y sus efectos en el aprovechamiento escolar de NNA jornaleros.

4El embarazo adolescente es uno de los principales obstáculos en la continuidad de los estudios (Torres, 2023).

5Las condiciones ambientales de Mexicali son extremas, en especial durante el verano. La temperatura logra superar los 50 centígrados. Tan solo en el verano de 2023 murieron 42 personas por golpe de calor (Jove, 2023).

6Incapacidad en casos de accidente o muerte por razones de trabajo; falta de previsión para el retiro por cesantía o vejez; falta de financiamiento para la vivienda, lo que supone que sus escasos ingresos se destinen casi en su totalidad a los alimentos, a pagar la renta de la casa y los servicios médicos. No está de más mencionar que por su trabajo informal y por la vulneración de sus derechos laborales, no cuentan con vacaciones pagadas ni aguinaldos ni otras prestaciones que les permitirían mejorar su calidad de vida y las de sus familias (Flores-Mariscal, 2020, p. 35).

Cómo citar: Mendoza Inzunza, D. J., y Niño Contreras, L. M. (2023). Niños, niñas y adolescentes jornaleros en el valle de Mexicali, 2003. Veinte años después. región y sociedad, 35, e1801. https://doi.org/10.22198/rys2023/35/1801

Recibido: 01 de Julio de 2023; Aprobado: 03 de Noviembre de 2023; Publicado: 14 de Diciembre de 2023

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