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Región y sociedad

versión On-line ISSN 2448-4849versión impresa ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.34  Hermosillo  2022  Epub 01-Jun-2023

https://doi.org/10.22198/rys2022/34/1509 

Artículos

Cohesión barrial en Monterrey. Interacciones socioterritoriales en las colonias Sarabia, Treviño, Terminal y Obrerista

Neighborhood Cohesion in Monterrey. Socio-territorial Interactions in Sarabia, Treviño, Terminal and Obrerista Neighborhoods

Mario Alberto Jurado Montelongo* 
http://orcid.org/0000-0003-0375-7749

Camilo Contreras Delgado** 
http://orcid.org/0000-0003-4685-6368

Isabel C. Sánchez Rodríguez*** 
http://orcid.org/0000-0003-1127-3621

Gustavo Adolfo Vázquez Martínez**** 
http://orcid.org/0000-0002-8664-3909

*Autor para correspondencia. El Colegio de la Frontera Norte, A. C. Técnicos núm. 277, Col. Tecnológico, C. P. 64700, Monterrey, Nuevo León, México. Correo electrónico: mjurado@colef.mx

**El Colegio de la Frontera Norte, A. C. Técnicos núm. 277, Col. Tecnológico, C. P. 64700, Monterrey, Nuevo León, México. Correo electrónico: camilo@colef.mx

***El Colegio de la Frontera Norte, A. C. Técnicos núm. 277, Col. Tecnológico, C. P. 64700. Monterrey, Nuevo León, México. Correo electrónico: isanchez@colef.mx

****El Colegio de la Frontera Norte, A. C. Técnicos núm. 277, Col. Tecnológico, C. P. 64700, Monterrey, Nuevo León, México. Correo electrónico: gvazquez@colef.mx


Resumen

Objetivo: analizar, bajo el concepto de barrio, las dinámicas cohesivas de los habitantes de cuatro colonias de Monterrey, considerando sus vínculos, sus prácticas, sus valores, su espacio y la pertenencia a un territorio. Metodología: es cualitativa e incluye entrevistas y mapas participativos mediante los cuales se construyó la narrativa del objeto de estudio. Los habitantes de las colonias seleccionadas son el eje central. Resultados: a) la cohesión social que tiene mayor duración es aquella con fuertes bases socioterritoriales; b) este tipo de cohesión barrial se mantiene y se actualiza mediante innovaciones sociales y acciones colectivas. Limitaciones: por la naturaleza de sus objetivos, el estudio no contempló la acción ni la influencia actual de los jóvenes. Valor: este es uno de los pocos trabajos sobre los primeros barrios obreros de Monterrey que destaca la cohesión barrial desde una perspectiva mixta, es decir, geográfica y social. Conclusiones: se demuestra que la cohesión social que tiene mayor duración es aquella que se sustenta con firmeza sobre bases socioterritoriales y que la cohesión barrial descansa en innovaciones sociales y acciones colectivas.

Palabras clave: cohesión social; cohesión barrial; barrios obreros; interacciones socioterritoriales; cartografía participativa; Monterrey

Abstract

Objective: to analyze from the neighborhood concept, the habitant’s cohesive dynamics in four neighborhoods in Monterrey, taking into account their bonds, practices, values, space, and sense of belonging to a territory. Methodology: it is qualitative and includes interviews and participatory maps through which the object of study’s narrative was built. These neighborhoods’ habitants were the central axis. Results: a) the social cohesion that lasts the most is the one which has strong social and territorial bases; b) this type of neighborhood cohesion is maintained and updated trough collective innovations and actions. Limitations: due to the nature of its objectives, the study did not take into account youth groups’ current actions nor their actual influences. Value: this is one of the few academic studies about the first Monterrey’s working-class neighborhoods that highlights neighborhood cohesion from a mixed geographic and social perspective. Conclusions: it is demonstrated that the social cohesion that lasts the longest is the one that is firmly based on socio-territorial bases, and that neighborhood cohesion rests on social innovations and collective actions.

Keywords: social cohesion; neighborhood cohesion; working-class neighborhoods; socioterritorial interactions; participatory mapping; Monterrey

Introducción

A principios del siglo XX, la estructura territorial de los barrios que rodean el primer cuadro de Monterrey estaba fuera del núcleo urbano por la localización de las empresas más importantes del estado, como la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, la Cervecería Cuauhtémoc, la American Smelting and Refining Company (ASARCO) y la Vidriera Monterrey. Debido a esa ubicación, surgen las colonias obreras Terminal, Treviño, Sarabia y Obrerista, que son el objeto de estudio de la presente investigación.

Más que a una delimitación geográfica cercada por bordes tangibles, el estudio hace referencia a las características socioespaciales que propician la cohesión social en dichos barrios. Se trata de un polígono con una superficie de 1.43 kilómetros cuadrados (km2) (Instituto Nacional de Estadística y Geografía [INEGI], 2020), ubicado al norponiente del centro de Monterrey (véase Figura 1). Tal como se verá adelante, aunque esos barrios están juntos en términos geográficos, tienen características sociodemográficas distintas.

Fuente: elaboración propia con base en el INEGI (2020).

Figura 1 Delimitación del área de estudio 

Desde los inicios de esos barrios, surgieron formas de interacción social, relacionadas con el territorio habitado, que se han mantenido a lo largo del tiempo y que funcionan como un núcleo base en la actualidad. Estas interacciones se mantienen debido a las innovaciones generacionales que perduran en la memoria de los actuales y antiguos residentes.

Los vínculos valorizados descubren las bases territoriales que sustentan y configuran las formas de cohesión barrial que se han construido por generaciones debido a las necesidades de bienestar. En el presente artículo se ha decidido responder las siguientes preguntas generales. ¿Cuáles son las bases socioterritoriales de la cohesión barrial en esas colonias? ¿Bajo qué formas los habitantes de esos barrios han afrontado los cambios en los vínculos? ¿Con qué tipos de estrategias y modalidades han mantenido las interacciones vinculadas a la cohesión barrial?

El primer apartado aborda la construcción sobre la cohesión social, en particular la barrial, como un concepto vinculador entre los procesos sociales y los procesos territoriales. Le sigue el apartado metodológico. Luego se explica la conformación de los asentamientos de estudio con el fin de caracterizarlos de forma social e histórica. Los orígenes de la vida barrial permitieron continuar con los vínculos y los valores alrededor de estos, entre los que se resaltan algunas experiencias en la organización vecinal y las formas de comprensión territorial. También se reflexiona sobre los hallazgos, los factores, las amenazas y las nuevas formas de cohesión barrial. En la sección final se presenta la reflexión sobre los hallazgos, los factores, las amenazas y las nuevas formas de cohesión barrial.

Mecanismos de interacción y cohesión social

De acuerdo con Mora (2015), las raíces del concepto de cohesión social se encuentran en dos textos de Durkheim: La división social del trabajo y El suicidio (pp. 15-20). Después ha sido muy utilizado con fines de políticas públicas, tanto en Europa como en América del Norte y América Latina.

Se ha entendido la cohesión social como un nivel de unidad social debido a los vínculos sociales existentes en un territorio dado. Pero esta delimitación general oculta una complejidad relacionada con las causas, los efectos y los componentes propios de la cohesión. Por eso hay numerosos estudios que relacionan la cohesión con sus causas, como la pobreza, la desigualdad económica, la discriminación, el gasto público, etcétera. Mientras que otras investigaciones se dedican solamente al estudio de sus efectos, como los niveles de violencia, la felicidad, el aislamiento y el estrés social, entre otros (Salazar, 2018, p. 448), de tal manera que el objeto de estudio de los especialistas en la cohesión social es muy amplio y diverso.

En este trabajo se emplea el término “cohesión” como un concepto útil para analizar una realidad, pero hay otros estudios que lo entienden solo como un conjunto de características sociales deseables o como parte de una política pública (Maldonado, Marinho, Robles y Tromben, 2021; Mora, 2015).

En cuanto al objeto de estudio, la presente investigación parte de una escala barrial (micro) pero no aislada, ya que la población de esos barrios siempre ha tenido que lidiar con actores sociales externos, como funcionarios municipales, representantes empresariales y líderes políticos, entre otros. Eso es así porque la capacidad de la cohesión barrial tiene un alcance limitado, incluso en los efectos que pueda tener en el bienestar interno. Y es que hay variables que están fuera del control de la comunidad, como el mercado laboral, por ejemplo.

Debido a ello, Kearns y Forrest (2000, p. 196) analizan la cohesión social desde sus componentes: valores sociales compartidos, orden y control social, solidaridad, sociabilidad (entendida como parte de las redes de apoyo mutuo y del capital social) y la adscripción a un territorio. Aquí se destaca el sentido de pertenencia, la sociabilidad (Vergara, 2019) y los valores compartidos, como la confianza y la solidaridad.

Partiendo de esta visión realista, podemos llegar a tener interpretaciones de la cohesión social distintas. Por ejemplo, producto de la unidad existente en una comunidad, las acciones defensivas (bloqueo de calles o interrupción de obras) fortalecen la cohesión en el nivel interno comunitario, pero en el nivel meso (zona metropolitana) pueden representar obstáculos para la cohesión ciudadana. Por eso Chan, To y Chan (2006) consideran que la cohesión social puede tener efectos positivos y negativos.

En esta investigación se pone el énfasis en los factores internos que forman parte del objeto de estudio. Tironi y Pérez (2008, pp. 385-386) los clarifican al considerar que los vínculos sociales provenientes de diferentes sujetos que interactúan, permiten construir la identidad y el sentido de pertenencia y, por lo tanto, se constituyen en “potentes generadores de cohesión social”. Lo que aquí interesa es analizar la cohesión social a partir de esos “generadores” que se analizarán desde un punto de vista inductivo y no normativo (Haro, 2020).

La cohesión social es parte de un estado temporal de cosas que “está referida a interacciones sociales horizontales y verticales entre los actores sociales que incluyen un conjunto de actitudes y normas como la confianza, sentido de pertenencia y voluntad de participar y ayudar, así como sus manifestaciones en el comportamiento” (Chan et al., 2006, p. 290).1

Mora (2015) afirma que los vínculos de las interacciones se detectan en el individuo y sus relaciones. Por eso se habla de vínculos primarios, que son los que se establecen con la familia y los amigos. Los comunitarios se refieren, por ejemplo, a los que se crean con vecinos, organizaciones, en reuniones, clubes, equipos de deporte o con la sociedad.

Hay que remontarse al aspecto histórico de la cohesión en los barrios para comprender su desarrollo. Remitirse a la historia de la creación de las interacciones ayuda a entender la forma en que se mantiene cierto nivel de cohesión social en la comunidad, a pesar de los cambios internos y externos.

Los vínculos significativos no aparecen de súbito ni son impuestos, sino que se elaboran en instituciones existentes o creadas mediante las interrelaciones de los individuos. En este sentido, se construyen y significan con base en las interrelaciones repetitivas y regulares de los pobladores.

Este es el mecanismo que en el presente artículo se considera que ha permitido un mantenimiento mínimo de cohesión social, a pesar de todos los cambios y conflictos que han existido en la ciudad, en el empleo, en las otras dimensiones de la vida urbana de Monterrey e incluso dentro de los barrios que se analizan en este estudio. En la actualidad, este mecanismo se ha constituido en el núcleo que está en el trasfondo de una vida barrial muy diversa. Esa vida se sedimentó a tal grado que, a pesar de la desaparición de referentes del tejido social, este sigue funcionando, llegando a formar parte del patrimonio inmaterial social y territorial de esos barrios y de la ciudad misma.

La cohesión barrial

En el presente trabajo se define la cohesión barrial como aquellas vinculaciones sociales inextricablemente territoriales. Para desarrollar el concepto, hay que tener en cuenta su relación con otros conceptos, como barrio, territorio y pertenencia socioterritorial.

Se ha estudiado el barrio mexicano en cuanto que unidad territorial (Castro, 2010). Si bien su existencia antecede a la llegada de los conquistadores (calpulli, teccalli), lo que aquí se quiere subrayar es que, aunque se mantenga la denominación “barrio”, esta responde a diferentes lógicas de organización y función territorial.

Según Castro (2010), se transitó de barrios de indios a barrios mestizos y después se le asoció más bien con las parroquias. Llama la atención la persistencia de aquellas unidades a través de los siglos que, según el autor, puede deberse, entre otras cosas, a que no se trataba solo de un espacio geográfico sino también de una densa red de comunicaciones, parentescos, amistades, oficios, todo ello dentro de un marco de “una moralidad local, normas de convivencia socialmente obligatorias y que implicaban una sanción difusa” (p. 106). Desde su origen, por ser una unidad administrativa, aparecen factores de vinculación, de intensas interacciones cara a cara situadas en un mismo espacio y cuyo significado se ubica dentro de marcos normativos.

Con el surgimiento del moderno proletariado y debido a la necesidad de administrar las aglomeraciones en las urbes, aparecen los barrios obreros. Pérez-del Hoyo, García-Mayor y Serrano-Estrada (2016) pasan revista al surgimiento de esos espacios a mediados del siglo XIX en Francia, Bélgica, Prusia-Alemania y Gran Bretaña. En México, después de los barrios de indios y de las unidades parroquiales, aparecieron los barrios obreros. El gran nodo, en lugar de la iglesia, fue la fábrica o la mina. Era preciso retener y reproducir la fuerza de trabajo. Kuri (2016) incursiona en las relaciones culturales de esos territorios a través de la memoria y de la identidad colectiva: es el caso de La Fama (1870), hoy Tlalpan, al sur de la Ciudad de México.

A partir de un desarrollo conceptual, Gravano (2003) identifica “variables” de lo barrial, como la espacialidad (área física), la escenificidad (recinto o escenario social) y la funcionalidad estructural del barrio (el rol que esta desempeña dentro de la estructura). Por el lado sincrónico e histórico el mismo autor plantea las siguientes tres variables: identidad social, que es cuando las personas en lo individual y en lo colectivo se asumen como pertenecientes a ciertos barrios que perciben como diferentes de otros; segmentalidad, que se refiere a la particularidad de incluir en su interior a sectores con identidades heterogéneas, sin perder la relación de unidad dentro de la misma identidad barrial; y la tipicidad o categorizaciones que a veces pueden estar estereotipadas e ideologizadas. Esta batería de variables sirve para enfatizar que, incluso desde su origen, el término de barrio ─ahora el concepto de barrio─ es mucho más complejo que un área física, es decir, que no es solo un contenedor físico, sino que también está constituido por dimensiones sociales, como la identidad, y por cierto grado de diversidad.

Otra variable que enuncia Gravano (2003) es la simbolicidad, término que se refiere a la socioespacialidad de los valores productores de sentido de cohesión, de integración social, de orden, tradición, pertenencia, pero también de degradación.

Aun cuando los barrios se formaron con la intención de mantener en espacios delimitados a grupos de personas que compartían ciertos rasgos (raza, religión, clase social), lo que sobresale con más fuerza es la cohesión y la pertenencia socioterritorial. Lo anterior lleva a una consideración: el barrio no es una entidad esencialista, porque es posible que cambien aquellos factores que le dieron origen, aunque no por eso tienen que desaparecer la cohesión y el sentido de pertenencia. El barrio es entendido en el presente trabajo como un proceso socioterritorial con referentes y fronteras más o menos difusas. En oposición a la colonia moderna, se trata de una entidad cualitativa.

Queda atrás la idea de que el territorio es solo un área física que contiene los recursos naturales, los fenómenos sociales y las relaciones entre estos. Por el contrario, el territorio es un espacio valorizado en términos instrumentales-funcionales y simbólicos-expresivos. Se trata de un espacio “apropiado por un grupo para asegurar su reproducción y la satisfacción de sus necesidades vitales, que pueden ser materiales o simbólicas” (Giménez, 2007, p. 157).

Cuando se habla de asegurar recursos (del tipo que sean), entran en juego las otras características del territorio, que son la definición de fronteras físicas y de fronteras simbólicas, límites estas tan o más eficaces que aquellas. La otra característica del territorio es el ejercicio del poder para mantener los límites y los recursos. El origen de las colonias, sus servicios y su equipamiento urbano son parte de esa construcción y apropiación del territorio. Las disputas y batallas ganadas o perdidas son prácticas territoriales para defender y proteger el territorio. Los recuerdos de las luchas del pasado pueden llevar a la valoración del territorio desde el presente, lo cual lo coloca en el terreno de lo afectivo.

En cuanto al sentido de pertenencia, también se puede hablar de pertenencia socioterritorial, en la cual “la dimensión territorial caracteriza de modo relevante la estructura misma de la colectividad y de los roles asumidos por los actores” (Giménez, 2007, p. 132). Se diría, empleando un neologismo, la barrialidad.

Para cerrar esta parte conceptual, hay que dejar en claro la visualización de las continuidades en la transformación. Estamos frente a uno de los grandes temas teóricos: el cambio social. En palabras de Giménez (2007), hay, por un lado, zonas de estabilidad definidas por la herencia, la tradición y la persistencia y, por el otro lado, zonas de movilidad determinadas por la desviación, la innovación y la metamorfosis permanente. El mismo autor se pregunta qué es lo que cambia. ¿La totalidad de la configuración cultural del grupo, o solo algunos de sus elementos? ¿El núcleo duro de la cultura, o solo algunos elementos periféricos poco representativos? ¿El cambio se da a corto, mediano o largo plazo? Se da a escala micro, ¿o a escala macro? ¿Cuál es su ritmo, su dirección, su envergadura, su profundidad?

En las colonias del presente estudio se aprecia la eficacia de nuevas formas de comunicación, como las redes de mutuo apoyo y la organización de extrabajadores. Estas y otras prácticas pueden entenderse como esas modalidades de cambio de las que habla Giménez (2007), como el cambio por cesación, por reavivamiento, por innovación, por reinterpretación o resemantización, por la sustitución de la materialidad significante, por la adición de connotaciones o estratificación de significados, por hibridación o sincretismo, por asimilación o por apropiación.

Aun cuando algunas de las prácticas descritas en este trabajo puedan ser rastreables y que se puedan identificar las personas que las iniciaron y las que las siguen promoviendo, no quita que sean prácticas colectivas e instituidas. Esto dirige a lo que Hobsbawm (1983) denomina tradición inventada: “conjunto de prácticas, regidas normalmente por reglas manifiestas o aceptadas tácitamente y de naturaleza ritual o simbólica, que buscan inculcar ciertos valores y normas de comportamiento por medio de la repetición, lo que implica de manera automática una continuidad con el pasado” (p. 1). Además, el autor comenta que eso no excluye la innovación, siempre dentro de ciertos límites, y el hecho de que la repetición tiene un sentido ritual y no de rutina. Esa continuidad de base territorial, pese a ciertas transformaciones, es lo que aquí se denomina cohesión barrial.

Podemos definir la cohesión barrial como aquella unidad social construida a través del tiempo por una colectividad habitante de un lugar común con una fuerte identificación socioterritorial. Las bases de los vínculos y de las interacciones son cambiantes, desde aquellas que están relacionadas con la solución de carencias urbanas del asentamiento hasta las que se asocian con valores, roles y normas y, aunque se tiende a la dispersión de identidades, existe un núcleo duro, no petrificado en el pasado sino actualizado a través de innovaciones culturales.

Metodología

Se trabajó con una metodología cualitativa participativa compuesta de diferentes técnicas. Se destaca el principio de la centralidad del sujeto social, en la que la información es producida con los sujetos al contrario de considerarlos como proveedores de datos e información. Se diseñó una estrategia que acerca a los orígenes de los asentamientos, a los contextos urbanos, económicos y demográficos, a las movilizaciones sociales y al sentido y continuidad de pertenencia socioterritorial. Lo anterior exigió una revisión bibliográfica y hemerográfica, los recorridos de campo y la observación participante. Se revisó la base de datos electrónica del periódico más antiguo de la ciudad de Monterrey: El Porvenir. Se buscó información mediante palabras clave, como el nombre de las colonias y los sobrenombres utilizados para referirse a los barrios. Las notas consultadas contienen fechas muy diversas. Inician en 1919, que es cuando surge el periódico, hasta la primera década del siglo XXI. También se revisó la base de datos compuesta por actas de reuniones del cabildo municipal que se encuentran en la página electrónica del Archivo Histórico de la ciudad de Monterrey (Gobierno de Monterrey, s. f.). En la revisión hemerográfica, primero se detectaron algunos acontecimientos relacionados con las colonias (conflictos, solicitudes y desalojos, por ejemplo). Después se localizaron en la base de datos histórica los acuerdos del cabildo municipal relacionados con esos acontecimientos.

Los recorridos de campo fueron constantes y tuvieron diferentes motivos: tomar fotografías de los lugares emblemáticos, localizar lugares de reunión barrial, horarios de uso de los espacios públicos y encontrar actores clave para entrevistarlos, entre otros objetivos relacionados con el proyecto. Se hizo un recorrido por las colonias el Día del Patrimonio de Nuevo León (8 de marzo de 2020) con cuatro habitantes de ellas que participaron en los talleres y en las entrevistas. Ellos fueron los guías del recorrido y detallaron la relación entre la vida barrial y los referentes urbanos, poniendo el énfasis en algunos aspectos históricos que permanecen y en lugares que han desaparecido.

También se hicieron entrevistas semiestructuradas, y se revisaron archivos familiares (fotografías, recortes de periódicos). Hubo talleres participativos a través de la elaboración de una cartografía participativa y composición literaria. Se trabajó con 35 entrevistas en profundidad a personas mayores de edad mediante las cuales se captó la historia urbana y las interacciones sociales y culturales del barrio. Al mismo tiempo que se entrevistó a las personas adultas, se habló de manera informal con algunos jóvenes, pero no se pudieron concretar acciones con ellos, de modo que se decidió no incorporar los datos relacionados con los grupos juveniles. De cualquier forma, hay que decir que los jóvenes de estas colonias, sobre todo los de la colonia Obrerista, participan de forma activa como aficionados de los equipos de futbol profesional de la ciudad y forman clubes que realizan diferentes actividades: pintura de murales, edición de camisetas y música, entre otras. El porcentaje de jóvenes trabajadores es alto. También se hallaron contrastes, como la presencia de grupos religiosos y lugares de venta de droga. Parece que el grupo juvenil amerita un estudio posterior para saber qué perspectiva tienen de las colonias, sobre todo ante las amenazas externas, como la gentrificación y las renovaciones urbanas.

El mapeo de un territorio por sus habitantes transmite una concepción sobre los espacios a la vez dinámicos y en permanente cambio. Además, mediante él es posible concebir cómo es la vida en las comunidades y la percepción del entorno que tienen sus pobladores (Diez y Escudero, 2012; Habegger y Mancila, 2006; Zambra, Álvarez, Ther, Núñez y Navarro, 2017). El ejercicio permitió a la comunidad reconocerse y describir el territorio donde han habitado, transitado, percibido y creado (Barragán, 2019).

Para este caso, se tomó como referencia el trabajo de Risler y Ares (2013), pero adecuado al contexto. Se llevaron a cabo varios encuentros con la población adulta. Fue preciso plasmar la “realidad” territorial mediante la elaboración de un mapa colectivo en el que expusieron características del pasado y del presente, con el objetivo de detectar los cambios que ha tenido el contexto (véase Figura 2). En concreto, hubo tres encuentros con la población adulta de las colonias, en los que participaron cerca de 25 hombres y mujeres, de entre 55 y 75 años. La participación fue más allá de la asistencia: facilitaron las instalaciones y dieron difusión a los encuentros, llamados Vivencias, Historias y Costumbres del Barrio, en los que se identificaron sitios emblemáticos, relaciones sociales, culturales y situaciones problemáticas del entorno (véase Figura 3). La dinámica de los talleres participativos propició procesos de reflexión, de discusión y de evaluación entre los vecinos sobre prácticas culturales. No solo se identificaron los lugares emblemáticos en el mapa, sino que también se detallaron los significados racionales y emotivos de esos lugares, así como las formas de apropiación del espacio, los sentimientos y los valores alrededor de la vida cotidiana en esos sitios significativos. En síntesis, resultaron ser una herramienta metodológica fundamental para logar resultados muy completos sobre la información, la valorización, la participación, la comprensión y la interpretación de los referentes barriales.

Fuente: fotografía de Isabel C. Sánchez tomada en 2019.

Figura 2 Talleres participativos sobre mapeo colectivo 

Fuente: elaboración propia con base en el INEGI (2020) y en el trabajo de campo (agosto-octubre de 2019).

Figura 3 Sitios y elementos significativos para los habitantes 

A través de la misma técnica cartográfica, se desarrollaron talleres en tres escuelas primarias, bajo el nombre de El Barrio y la Casa de la Cultura en el Imaginario Infantil, con niños y niñas de cuarto, quinto y sexto grado de primaria. En total participaron 191 menores que habitan las colonias y los alrededores. A partir de un dibujo y una pregunta detonante, representaron en papel los lugares significativos para ellos y los sitios que rodean sus colonias. Esta actividad ayudó a recopilar historias y descripciones de la vida barrial, así como el dinamismo urbano que generan algunas fábricas de la zona y la detección de algunas limitaciones de convivencia entre ellos derivadas de la falta de áreas verdes.

Características sociodemográficas de los barrios

Las primeras áreas que se desarrollaron fueron las que estaban cerca de las antiguas estaciones de ferrocarril, zonas donde hoy se encuentran las colonias Sarabia, Treviño y Terminal. La colonia Terminal es la de mayor extensión territorial y la más poblada en el año 2020. Allí vive la mayor proporción de personas de 60 años o más. Y, aunque la percepción de los habitantes de la colonia es que se fue despoblando a partir de 1990 (por fallecimiento o por la emigración a otras partes de la ciudad), en la actualidad tiene una vida dinámica que gira alrededor de la Escuela Primaria Genaro Leal Garza, de los mercados rodantes, de los puestos de tacos y de los negocios de la calle Platón Sánchez, entre otros. En la colonia aún viven los familiares o los descendientes de quienes fundaron el barrio.

En la colonia Sarabia encontramos una realidad diferente. Predominan las casas rentadas, y la mayoría de las personas son inmigrantes de otros estados de México que vienen a trabajar a Monterrey. Según datos del Censo de Población y Vivienda (INEGI, 2020), en 2015, 20% de los residentes actuales vivía en otro estado. Otra característica es que ahí residen muchas personas en edad productiva (64% de su población tiene entre 18 y 60 años), situación similar a la que presenta el promedio de la zona metropolitana de Monterrey (ZMM), lo que puede estar relacionado con la migración interestatal antes mencionada. Continúa siendo una zona de comercios y servicios enfocados en el hospedaje y en el servicio de transporte en autobús.

En la colonia Treviño, aunque hay negocios, la mayoría de las casas están habitadas por familias originarias. Casi todos sus habitantes son adultos mayores que han mantenido amistad desde la niñez: “Pues todos tenemos casi el mismo tiempo viviendo aquí en la colonia. Nunca salimos de aquí” (Vicente. Agosto de 2019). Se distingue en términos físicos porque la fábrica Vidriera Monterrey-Owens Illinois ocupa casi la mitad del área del barrio.

La colonia Obrerista cuenta con gente más joven y tiene mayor densidad poblacional. Un fenómeno que se observa es que muchas personas no han emigrado del hogar familiar: en algunas casas viven varias familias o varias generaciones de una misma familia. Es una colonia consolidada con todos los servicios y con uso del suelo mixto, donde se ubican talleres de diferente giro, tienditas, restaurantes, un mercado ambulante, taquerías, clubes deportivos y casas en renta. Es la colonia con más vida barrial de las cuatro que aquí se estudian y casi no hay casas o locales abandonados.

Los cuatro barrios están ubicados en la parte central de la ZMM. Debido a las transformaciones que están experimentando las ciudades a consecuencia de las políticas urbanas neoliberales que buscan renovar los centros de las metrópolis para revalorizar el suelo urbano, las partes aledañas a estos barrios están sufriendo procesos de gentrificación.

Entre los lugares aledaños está el centro histórico de Monterrey. En él se desarrollan más de treinta proyectos de construcción vertical con uso del suelo mixto (Jurado y Moreno, 2019) y, por otra parte, al norte de los barrios, en un predio que albergaba a la ASARCO, se construyó un fraccionamiento residencial horizontal que también tiene vivienda vertical y un espacio de equipamiento comercial.

El proceso de gentrificación en el centro de la ciudad de Monterrey ha significado, entre otras cosas, un aumento en los precios de renta habitacional que a la vez ha impulsado un desplazamiento poblacional hacia zonas cercanas que tienen rentas más baratas, como los barrios analizados. Por eso no sería extraño constatar en el futuro los efectos sociourbanos de este proceso en los barrios. Y es que con el crecimiento de la urbe quedaron ubicados de forma estratégica y por lo tanto tendrían interés para la inversión inmobiliaria, que procuraría transformarlos para atraer a una población de mayores ingresos económicos. Tal vez uno de los obstáculos para desarrollar proyectos a corto plazo tenga que ver con el hecho de que los barrios que aquí se analizan todavía se encuentran en una zona donde se asientan tres grandes fábricas. En términos de cierre o de reubicación de plantas industriales, la desindustrialización aún no se ha completado en esta zona, ya que solo dos grandes predios que ocuparon la ASARCO y la Fundidora de Monterrey han sufrido una renovación urbana, mientras que la Cervecería Cuauhtémoc, Cementos Mexicanos y Vidriera Monterrey, entre otras fábricas, se mantienen en funcionamiento y ocupando lotes dentro y alrededor de la zona de estudio.

Formación y tipología de los barrios a principios del siglo XX

Los barrios en cuestión nacieron en una zona cuya importancia radicaba en el hecho de que era uno de los polos industriales y que conectaba la ciudad con el exterior. El crecimiento poblacional se debió sobre todo a la llegada de los inmigrantes provenientes de los municipios y estados aledaños a Monterrey y Nuevo León.

Desde el principio, la zona tuvo mezcla de diferentes tipos de pobladores: comerciantes, restauranteros, dueños de hoteles, trabajadores de fábricas aledañas, pequeños propietarios, dueños de vulcanizadoras, artesanos y mucha población flotante que radicaba en casas de huéspedes, vecindades y hoteles que albergaban a los viajeros que llegaban en tren por diferentes motivos.2

Los asentamientos tuvieron diferentes temporalidades, que van desde los primeros años del siglo XX, en los alrededores de las estaciones de ferrocarril, como el barrio Matehualita (hoy Sarabia), hasta la década de 1930, cuando surgieron las invasiones de terrenos al oriente de la Cervecería Cuauhtémoc, las cuales formaron la colonia Obrerista. En la década de 1940, cuando se da la reubicación de pobladores que vivían al sur de la Vidriera Monterrey hacia los terrenos inmediatos al norte de la estación del Golfo, surge el barrio de la Estación Central (también conocido como el Predio 16).3

Al principio, la mayoría de los pobladores no eran propietarios de sus lotes. Eran posesionarios o trabajadores del ferrocarril que recibían permisos oficiales para ocuparlos. Tuvieron que pasar muchos años para que regularizaran su situación patrimonial. Algunos asentamientos lo hicieron en la década de 1980, cuando surgió el programa Tierra Propia que promovió el gobernador Alfonso Martínez Domínguez y que continuó Jorge Treviño (Zapata, 2002).

De los diferentes tipos de casas, predominaban las de madera, llamadas “tejabanes”. Una de sus grandes ventajas, aparte de ser más baratas, es que se podían construir y trasladar de un lugar a otro, lo cual queda asentado en Garza (1994) en un testimonio de un exresidente del barrio Estación Central:

Todas las casas se hicieron de madera con techo de lámina, pero muy bien hechas, y pintadas, y todos teníamos un gran patio […] y todos los vecinos éramos muy unidos y cooperadores. Si alguien iba a techar o a echar su piso de cemento, se juntaban seis u ocho personas a ayudar, y nadie cobraba un solo centavo. Y así, a veces a unos y a veces a otros, así todos trabajaban como uno solo. Éramos aproximadamente veinticinco familias (p. 461).

Una parte de los asentamientos se instaló en un espacio concebido para las necesidades de la industria, ya que la distribución del equipamiento urbano respondía a las necesidades de la producción y de la distribución interna y externa de sus productos. También se construyeron casas muy cerca de las vías del ferrocarril. Incluso la configuración actual de algunas de las principales calles sigue la lógica de las antiguas vías férreas de la zona (véase Figura 4).

Fuente: fotografías de Isabel C. Sánchez (2019).

Figura 4 El contexto urbano de los barrios estudiados 

El desarrollo de la vida barrial

El espacio urbano en los inicios de las colonias era, y aún lo es, muy apropiado para caminar y para satisfacer las necesidades de la población que recorría distancias cortas. Había una buena interacción entre las personas, de tal manera que llegaba a formar parte de la cotidianidad del habitante. El transporte no estaba tan desarrollado y la oferta de productos no era tan diversificada, por lo que no había necesidad de traslados largos de manera regular. Los comerciantes eran pequeños propietarios, vivían en la zona y contrataban a los parientes o a los habitantes del barrio. En la medida en que esas interacciones se volvieron importantes, se fueron creando lazos fuertes, con lo cual se estableció un cierto grado de cohesión social. Y es que los habitantes pertenecían a una zona con intereses comunes, como legalizar la propiedad, resolver el problema del agua potable, el drenaje, la educación de los niños y la electricidad.4

Como en una especie de círculo virtuoso, las luchas para satisfacer esas necesidades intensificaban las interacciones entre los habitantes. Se volvían más significativas, se fortalecían los vínculos, el tejido social. En pocas palabras, aumentaba el grado de cohesión.

La colonia Treviño, durante las décadas de 1930 y 1940, carecía de agua potable y de drenaje, por lo que había que extraerla de sus propias norias. El problema era que esas aguas estaban contaminadas y afectaban la salud de sus habitantes. Algunos afirmaban que la contaminación del manto acuífero se debía a que no se había completado la sustitución de letrinas por drenaje que se hacía en el centro de Monterrey, lo que causó que el agua subterránea se contaminara y que las colonias del norte de la ciudad, que seguían utilizando las norias, se vieran afectadas por estas apestosas aguas que venían del centro (El Porvenir, 15 de septiembre de 1928).

El problema del agua contaminada y la necesidad de extender la red de agua potable hacia el norte de la ciudad, hizo que los vecinos se organizaran por medio de una junta de mejoras de la colonia. Esta forma de organización fue la más recurrente para satisfacer la necesidad de agua, de pavimentación y de drenaje. Como complemento estaba la solidaridad de las empresas para con las poblaciones aledañas a sus plantas, tal como explica una vecina de la colonia Treviño:

Éramos seis niños en mi casa, y mi papá trabajaba en Vidriera, y donde era el comedor [de los trabajadores] y los baños, ahí tenían una llave de agua que extraían del subsuelo. El agua sabía diferente, estaba rica, y nosotros salíamos a pedir agua en la tarde y los vecinos venían y se hacía una fila larguísima que llegaba hasta la Clínica Vidriera. Llegábamos con tinas, y nos reabastecían de agua. ([Griselda] Vecina de la colonia Treviño, noviembre de 2019)

Había dos formas para abastecerse de agua potable. La zona norte de la colonia Terminal recurría a la ayuda del Ejército de Salvación, que tenía un local inmediato a la fábrica de Vidriera. Otro sector atendía su necesidad pagando a una señora que tenía una llave pública a su cargo.

Esta experiencia en la organización vecinal, a pesar del tiempo transcurrido, ha permitido a los vecinos reaccionar juntos ante ciertos problemas; por ejemplo, en la colonia Treviño y en la colonia Terminal frente a las maniobras nocturnas de los camiones de Vidriera para la entrega de mercancías que causan muchas molestias o para luchar contra la contaminación de la misma empresa que afecta a los vecinos. En esas dos situaciones, los vecinos recurrieron a la figura del juez auxiliar y convocaron reuniones entre el comité de vecinos y la empresa. En el caso de la contaminación, la empresa modificó la ubicación de una de las chimeneas. Mediante esa negociación se logró disminuir los efectos nocivos de las partículas provenientes de los hornos. En el caso de los camiones, hubo que bloquear las calles para que se cambiaran los horarios de tránsito y entrega de mercancías (Palacios, 2015). La respuesta organizada y espontánea de los vecinos se ejemplifica también cuando, en la colonia Obrerista, la compañía Iberdrola quería instalar torres de alta tensión en algunas calles. Como no había acuerdo entre la población y los ingenieros, los vecinos impidieron mediante bloqueos las perforaciones y la instalación de las torres. Usaron cohetes como señal para congregarse cuando veían llegar a los trabajadores de Iberdrola que se disponían a cavar los hoyos. Ante la señal, los vecinos se agrupaban de inmediato y llegaban al lugar para impedir la excavación (F. Lara, comunicación personal).

En la Tabla 1 se sintetizan aquellas actividades que se identifican como factores de cohesión barrial. Hay que subrayar su dinamismo, visto como la reproducción de las interacciones en lugares significativos. No es necesario desarrollar con profusión cada una de estas interacciones, por lo cual, en lo que sigue de este trabajo, solo se incursionará, aunque en detalle, en algunas de ellas a título de demostración de lo que denominamos cohesión barrial.

Tabla 1 Interacciones sociales del barrio 

Lugares de
socialización
Interacciones
sociales
Temporalidad
Interacción
formal
Tipo de interacción Participantes Duración de la
interacción
Una esquina y calles de la colonia

(Progreso y Juárez, col. Obrerista)
Quema de Judas. Ritual de Semana Santa donde hay varias actividades: quema de una piñata y deportes, entre otras. Pobladores de la colonia Obrerista y vecinos de ese barrio. Tiene varias etapas, una de organización del evento (2 semanas) y el día de la quema. Se ha mantenido por más de setenta años.
Mercado rodante (Progreso, col. Terminal) Venta y compra de mercancías. Pláticas y convivencia. Lugar de trabajo de las familias. Vecinos y visitantes. Una vez a la semana en las mañanas. Son varios mercados con diferentes temporalidades.
Calle frente a la escuela (Jesús M. Garza, col. Terminal) Recoger a los niños de la escuela. Pláticas y convivencia. Padres de familia, vendedores, profesores. Una media hora, aproximadamente. A las horas de salida de los estudiantes. Se ha mantenido por décadas.
Taquerías (Antonio Cohello y J. G. Leal, col. Terminal) Comer con la familia o comprar para llevar a casa. Pláticas y convivencia. Vecinos. Diario por las mañanas. Se ha mantenido por décadas.
Surgimiento del asentamiento (2ª de Cuautla y Colegio Civil, col. Obrerista) Participación colectiva en la autoconstrucción. Trabajo en grupo, cooperación de los vecinos. Vecinos. Tiempo necesario para la construcción de tejabanes. En los inicios del asentamiento y después de la distribución de lotes.
Tiendas de la colonia (Miguel Barragán y Juárez, col. Obrerista; Lugares de reunión. Distribución de información, anuncios, lugares de compra. Vecinos. Diario. Desde los inicios del asentamiento.
Prostíbulos (Marco Polo, col. Treviño) Lugares privados de reunión de pobladores internos y externos. Esparcimiento de personas externas al barrio. Lugares de trabajo de algunas vecinas. Visitantes y locales. Noches de fin de semana. Hasta la década de 1990, pero con algunos locales todavía vigentes.
Cantinas (Félix U. Gómez, col. Terminal; Colegio Civil, col. Obrerista) Lugares de reunión de vecinos y externos. Plática y entretenimiento de trabajadores y vecinos. Locales y externos, en su mayoría hombres. De lunes a sábado. Vigente.
Organización vecinal (Emilio Carranza, col. Treviño) En la colonia, calles, casa del juez auxiliar. Reuniones para la organización. Vecinos. Varía de acuerdo con las demandas. Se mantiene desde su formación.

Fuente: elaboración propia con base en la información del trabajo de campo.

Vínculos sociales

Los vínculos sociales pueden ser fuertes o débiles. La fuerza de un vínculo interpersonal es “una combinación del tiempo, la intensidad emocional, intimidad (confianza mutua) y los servicios mutuos que caracterizan dicho vínculo” (Granovetter, 2000, p. 42). Los lazos fuertes se establecen en grupos pequeños bien definidos, mientras que los lazos débiles, en la relación entre grupos. La cohesión social se nutre de ambos lazos: los fuertes se dan en los grupos primarios, entre amigos y familiares; los débiles, en los secundarios, y pueden surgir entre vecinos, compañeros de escuela o funcionarios. La fuerza de los vínculos sociales depende de la combinación del tiempo, la intensidad y la confianza mutua.5

En los barrios que aquí se analizan sobresalen los vínculos necesarios para realizar las actividades significativas para la comunidad, como la kermes, que tiene lugar todos los años en un templo católico con la finalidad de recaudar dinero para las fiestas patronales y la quema de Judas en la colonia Obrerista, en la que participa un núcleo de vecinos que organiza la actividad desde semanas antes y visita las gentes de esos barrios para que voten por el personaje o la idea que debería representar al demonio o “chamuco” que será quemado en esa ceremonia. En dichas visitas también se buscan patrocinadores para el evento, en el que a su vez se incluyen actividades deportivas y vales para canjear por productos en los negocios de la colonia. Estas actividades reflejan vínculos colectivos fuertes. Las celebraciones patronales están enmarcadas por reglas y normas fijas que provienen de la Iglesia católica y que tienen un alto grado de formalidad. La quema de Judas, en cambio, depende de una tradición de 78 años, alimentada por el sentido de pertenencia de la comunidad presente y de la comunidad ausente, y sus normas van cambiando conforme pasa el tiempo. Está claro que este vínculo pervive debido al gran compromiso de los vecinos, a pesar de sus altas dosis de informalidad, de que haya sufrido cambios en las formas de organización y de que provoque a menudo conflictos entre los protagonistas y el cuestionamiento acerca de la participación de actores externos, entre otras dificultades.6

Uno de los vínculos que ha ido desapareciendo es el de las personas que se convierten en figuras emblemáticas porque se ocupan de las múltiples necesidades básicas de la comunidad. Por ejemplo, para las necesidades de la salud de los adultos, pero sobre todo para la de los niños, estaba la Botica Terminal de don Lupe, que preparaba brebajes para diferentes males:

“Ve con Lupito, ve con Lupito”, decían. Él nos preparaba casi todos los sábados. Mi mamá nos purgaba y él nos preparaba la purga de limón, una cosa horrible. Yo no sé por qué cada sábado nos purgaba. Era todos los sábados. (Elizabeth. Octubre de 2019)

Don Lupe también tenía una terraza donde ofrecía funciones de cine y otro tipo de espectáculos. Su botica y su terraza son muy recordadas por los residentes actuales y anteriores porque, aparte de ofrecer estos servicios a la comunidad, también eran lugares de encuentro. Algunas empresas e instituciones también tenían la imagen de benefactoras del barrio y representaban vínculos fuertes que se complementaban con otros más horizontales.

Mientras que los vínculos horizontales han permanecido con ciertas características y cambios, los vínculos paternalistas7 entre las empresas y los vecinos han ido desapareciendo, hecho que ha afectado la cohesión hasta cierto punto o ha creado una reorientación de sus formas (Palacios, 2015). En realidad, el paternalismo era uno de los varios vínculos que existían en la zona y no era omnipresente. Las gentes de los barrios tuvieron un vínculo importante con el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y con otras organizaciones populares cuando quisieron legalizar los terrenos donde estaban viviendo (muchos de ellos pagaban renta). También desarrollaron vínculos con las autoridades municipales y federales para satisfacer las necesidades de educación de los niños.8

Debido a estas relaciones asimétricas y a las conductas de los actores que no llevan la misma dirección, se van construyendo tensiones, tal como comenta una vecina sobre los nuevos negocios que se instalan en la zona:

Tienen [los establecimientos] poco estacionamiento para el tipo de actividad que realizan. Entre vehículos de clientes y propios del negocio, tienen invadida más de una cuadra. Los empleados son muy desconsiderados con los vecinos, pues dejan toda su basura del desayuno en las banquetas antes de entrar a trabajar. Usan como bote de basura las macetas de sus vecinos. Se estacionan mal y donde sea. (Vecina de la colonia Terminal, octubre de 2019)

Con ello nos damos cuenta de que mientras uno de los vínculos que amerita dependencia encuentra limitaciones cuando los motivos de las acciones se distancian, otro se activa para poder responder y afrontar los efectos de la ruptura de este vínculo asimétrico.

Vínculos valorizados

La indagación en el pasado de las colonias permite develar la formación de vínculos con valores de solidaridad, de amistad y de unidad en el nivel micro. Esos vínculos redundaron en el sentido de pertenencia barrial.

Las personas entrevistadas recuerdan que en las décadas de 1950 y 1960 era común recibir en sus casas parientes y amistades procedentes de municipios rurales de Nuevo León, a veces incluso para que sus anfitriones les dieran trabajo. Esa recepción fue parte del proceso de construcción de pertenencia no solo porque ayudó a arraigarlos en el barrio, sino también porque se les procuraba bienestar. Dicen: “Nadie nos dio con la puerta en la cara”.

En la memoria colectiva, las interacciones más potentes de los niños de la década de 1950 son los juegos, las aventuras y los deportes. La asociación del riesgo con la diversión de trepar y pasear de “a gratis” en el tren que pasaba cerca de las colonias y la recreación de bañarse en la acequia que estuvo cerca de la Cervecería Cuauhtémoc, conforma hoy lugares en la memoria de la gente más adulta y los remite a un fuerte sentido de amistad, que es otro de los valores de la cohesión. Pero no todos los tipos de interacción están en aquellos recuerdos: el juego de lotería es practicado por una segunda generación, sobre todo de mujeres, lo que demuestra relaciones de amistad.

La movilidad social se presenta como un orgullo (otro de sus valores). En las evocaciones de los habitantes está haber llegado del campo a la ciudad sin dinero o con un poco de dinero prestado, con poca escolaridad y haber logrado levantar negocios, como taquerías, tiendas de abarrotes, cristalerías y salones de fiesta. No son lugares que se recuerden de manera espontánea, sino sitios que resultan de la voluntad deliberada de recordarlos, archivarlos y hacerlos notar (Nora, 2008).

Las muestras más sublimes de adscripción y de pertenencia que redundan en la identidad socioterritorial, son un par de composiciones al estilo de las odas pindáricas caracterizadas por la exaltación de los valores. Una es el poema “Mi barrio querido, colonia Treviño” de Alfonso F. Villarreal (1985). El poema lamenta con nostalgia la desaparición del bullicio callejero de niños, adultos y parejas de novios, pero no deja de reconocer que es “el mejor barrio” de los alrededores y “la entrada al paraíso”. Por su parte, el corrido a la colonia Obrerista, compuesto por Nazario El JapoMartínez (s. f.), narra la tradición, la unidad y la cooperación en torno a la organización y al acto de la quema de Judas en Semana Santa. De la misma manera, ensalza las figuras de dos niños, “pequeños gigantes”, de aquel equipo de béisbol que ganó en 1957 un torneo en Estados Unidos con un juego perfecto. Este par de representaciones estéticas, elaboradas por personajes de los mismos asentamientos, son homenajes populares que objetivan las emociones y el afecto a esos barrios.

Los valores de solidaridad, de amistad, de confianza y estéticos de las primeras décadas de los asentamientos fueron parte de ese proceso que llamamos cohesión barrial.

Desarticulación, continuidades y nuevas formas de cohesión barrial

En las primeras décadas de la formación de esas colonias, la cohesión se originó en buena medida debido al gesto solidario de recibir a los paisanos y al hecho de que la gente se organizaba para resolver los problemas de los servicios urbanos, entre otras muestras de confianza. Si se traza una línea en el tiempo, se verá que se mantienen añejos lazos, que se crean o se reinventan otros y que emergen factores que reorientan la cohesión, como el envejecimiento de las personas, la llegada de nuevos habitantes o las decisiones verticales de los actores externos, como los gobiernos locales. A continuación, se enumeran algunos vínculos e interacciones que han permanecido y otros que surgen en el contexto actual.

El juego de la lotería es mucho más que un juego de varias generaciones de mujeres. Es el momento para actualizarse acerca de lo que sucede en el entorno, para convivir y compartir la merienda. Aunque han muerto “las cabezas” que impulsaban el juego, ha habido un relevo generacional para continuar esta actividad cada quince días de manera rotativa en las casas de las jugadoras.

La quema de Judas representa una de las actividades más creativas. Está en constante renovación mediante la mezcla de la tradición católica con la protesta social e incluso con la manifestación de valores morales. Se trata de la objetivación festiva de aquello que de común acuerdo debe eliminarse o rechazarse: ese Judas popular ha representado personajes políticos y antivalores, como la corrupción o la violencia contra las mujeres, que deben reducirse a cenizas. Esta actividad anual al término de la Semana Santa es la mejor muestra de innovación cultural.

Una figura formal de vinculación vecinal es la del juez auxiliar, que por lo general no es juez, sino jueza, porque los varones están menos dispuestos a llevar el cargo. La administración municipal promueve dicha figura que refuerza la comunicación y la confianza entre los vecinos porque para cumplir sus funciones (informar a las instancias correspondientes acerca de los problemas de inseguridad pública, los conflictos familiares, la emisión de diversos tipos de constancias a los vecinos, por ejemplo, de residencia), dicha persona debe conocer a los vecinos y ser conocida por ellos.

Aunque las formas de convivencia han cambiado, hoy es posible ver que aún hay mucha interacción entre las vecinas y los vecinos de los barrios estudiados. El uso de las redes sociales digitales no solo representa la innovación en las formas de vincularse; también denota el tipo de compromiso y corresponsabilidad para con el barrio. Ejemplo de ello son los grupos de Facebook de las colonias Terminal y Obrerista, llamados Yo Soy, Nací, Crecí y/o Viví en la Colonia Terminal y Áreas Circunvecinas y, Yo Viví en la Col. Obrerista, respectivamente, integrados por vecinos y exvecinos que conviven de forma virtual y se encuentran y reencuentran con amigos y lugares.

Mediante las fotografías o posts, los miembros del grupo comienzan a interactuar, a preguntar por personas o lugares; es decir, se vuelven a conectar con amigos o familiares que hacía tiempo no veían. Los valores de la amistad y de arraigo son indispensables para que el vínculo entre vecinos y exvecinos no se rompa. Son frecuentes las publicaciones de las personas que regresan a visitar a los amigos que aún viven en el barrio, ya sea para platicar o para hacer una “carnita” asada y tomarse unas “chelas” y recordar viejos tiempos.

Valores como la solidaridad se mantienen en la comunidad. A través de las redes sociales se pide ayuda para limpiar la colonia o para socorrer a algún vecino que tiene necesidad de alimentos, medicinas o muebles. También se usan para advertir de la presencia de ladrones, para comunicar algún evento de inseguridad o actividades de interés común:

Los invito a que rescatemos [...] nuestra colonia Obrerista. Vamos a invitar a toda esa gente joven que está de ociosa en las esquinas […] haciendo puras maldades […]. [Hay que] concientizar a la raza joven para que haga algo por el barrio y ellos mismos; por ejemplo, hacer limpieza de las calles y motivados con deporte, como voleibol, futbolito y más; que un partido político haga campaña de limpia tu barrio. (Manuel A. Becerra, 21 julio de 2019, post en Facebook grupo Yo Viví en la Col. Obrerista)

Los reencuentros no solo son entre personas y momentos. También hay reencuentros con lugares que han sido parte importante de la vida barrial, como la Primaria Genaro Leal Garza o las tienditas donde solían comprar, pues eran el “punto de reunión para los grandes. La pared del taller nos servía como portería a los morrillos, y sin olvidar a la carnicería de don Pilo, que, si se iba el balón para allá, no te lo daba”. (Arnoldo Sifuentes, 11 de octubre de 2016, post en Facebook grupo Yo Viví en la Col. Obrerista)

Otra de las formas que sigue manteniendo la cohesión barrial en las nuevas generaciones son la interacción y la creación de vínculos. La población infantil reconoce en su escuela un punto nodal de convivencia. Para las niñas y los niños que viven en otro sector de la ciudad, pero que asisten a una escuela localizada en la zona de estudio ─porque sus abuelos viven ahí o simplemente porque a sus padres les queda cerca de su trabajo─, este también es su barrio, donde tienen amigos con los que no solo conviven en el aula, sino también en la calle donde juegan futbol o se juntan para hacer la tarea. Compran en las tiendas de la esquina y conocen a los señores que despachan. Asisten a las actividades colectivas, como las fiestas patronales, o van a “pasear” a los mercados rodantes.

Reflexiones finales

En el presente trabajo se han mostrado al menos dos cosas: 1) que la cohesión social que tiene mayor duración en el tiempo es aquella que se sustenta con firmeza sobre bases socioterritoriales; y 2) que la cohesión barrial descansa en innovaciones y acciones colectivas. El primer aspecto nos permite diferenciar entre una colonia y un barrio. El segundo está revestido de una identidad y un sentido de pertenencia, incluido un compromiso construido y reproducido a lo largo del tiempo y objetivado de múltiples formas.

Los potentes generadores de cohesión tienen carácter histórico-territorial, porque están ligados a la conformación del asentamiento; por ejemplo, la organización por parte de los vecinos para solucionar problemas relacionados con los servicios y el equipamiento urbanos, lo que a posteriori adquiere una connotación afectiva. Esa dimensión histórico-territorial no se queda fija ni se limita al origen de los barrios, porque por necesidad un territorio debe mantenerse y defenderse a través de prácticas territoriales, así sea de manera sublime (un poema dedicado al barrio) o con una confrontación con las fábricas que quieren apropiarse de las calles para usarlas como patio de maniobras.

El segundo aspecto muestra que la cohesión barrial no puede ser un hecho que dependa de factores externos ni de la actitud pasiva de los vecinos, sino de la centralidad de figuras “procuradoras de memoria”, aquellas que organizan actividades colectivas y que las registran en calidad de cronistas del barrio. Algunas de esas prácticas pueden parecer tradiciones poco modificadas en más de cincuenta años. Sin embargo, su consolidación está en la innovación: la quema de un Judas que representa no los pecados sino los antivalores sociales. En este caso, es una misma práctica, pero solo en apariencia porque está resignificada. Hay otro tipo de innovación en el que los objetivos de la práctica no cambian o no se han resignificado, pero sí lo hace la práctica misma: es el caso del uso de las redes sociales digitales para promover el cuidado del barrio y el reencuentro y fortalecimiento de los vínculos vecinales. Un punto sobre el cual hay que reflexionar es la cohesión que aportan las personas que ya no habitan en el territorio pero que con su visita contribuyen a las interacciones primarias. Es el mismo caso de aquellos infantes que asisten a las escuelas del barrio, aunque viven con sus padres en otras colonias o municipios. La interacción con los abuelos y los amigos mientras los padres trabajan en otras zonas, dan continuidad generacional a la cohesión barrial.

En este artículo se han analizado los componentes socioterritoriales que dinamizan la cohesión social. No obstante, el análisis podría producir una impresión sesgada de la realidad, puesto que no se resaltan los elementos disruptores de la cohesión. Para evitar el sesgo hay que mencionar algunas transformaciones, acontecimientos y tensiones que han estado presentes en la vida barrial. 1) Al igual que en otras zonas centrales de las ciudades de América Latina, los barrios obreros se han visto sometidos a cambios de uso de suelo, hecho que ha provocado una emigración constante hacia otras zonas periféricas de la ciudad, ya que los usos predominantes están asociados con talleres, comercios, industrias y servicios que se vuelven incompatibles con el uso de suelo residencial debido al ruido, la contaminación y el tráfico (Sandoval, 2009). Por eso las nuevas generaciones de los barrios que tienen mayor capacidad económica, han buscado fuera de las colonias una nueva vivienda para formar su familia, con lo cual se producen vacíos en las interacciones y en las dinámicas de la cohesión. 2) Lo mismo que en el centro de la ciudad, las colonias obreras se vieron afectadas por la tendencia en las décadas de 1980 y 1990 de las clases medias a emigrar hacia los suburbios de la ciudad, por lo cual una parte de la infraestructura de entretenimiento instalada en el centro de la ciudad, como cines, billares y restaurantes, también se ubicaron en los centros comerciales alrededor de las grandes avenidas aledañas a los suburbios. Así, las dinámicas de interacción social se vieron afectadas debido a que la zona tiene ahora menos habitantes y referentes del tejido social. 3) Al mismo tiempo, la zona sigue siendo, ahora con más intensidad, receptora de inmigrantes que se hospedan en hoteles baratos o cuartos de renta, lo cual crea un grupo de pobladores temporales con pocos vínculos con los residentes de mayor antigüedad.

Diferentes coyunturas locales han acelerado la emigración de los habitantes, como la proliferación de centros nocturnos en la colonia Treviño en la década de 1980, el crecimiento de la violencia durante la primera década del siglo XXI, los cambios en la organización de las fábricas que dan prioridad al contrato de trabajo temporal y a subcontratos. Dichas coyunturas han ocasionado una disminución de los vínculos con el entorno que, por lo demás, ofrece en algunas partes del polígono analizado una imagen vieja y deteriorada.

Vale la pena anotar que este artículo fue escrito durante la pandemia de COVID-19, lo que permitió observar otros comportamientos colectivos relacionados con la cohesión social y barrial. No obstante, queda pendiente el análisis de los efectos en la cohesión barrial debidos a los proyectos de reurbanización en el área central de la ciudad y del desarrollo de la pandemia que limitó la movilidad física de los vecinos, entre otros factores.

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1Las interacciones horizontales son aquellas que se desarrollan entre grupos o individuos al interior de una sociedad, mientras que las interacciones verticales son aquellas que se relacionan con el Estado y sus ciudadanos o sociedad civil (Chan et al., 2006, p. 293). En los barrios que se están analizando, las interacciones verticales estuvieron representadas por mecanismos de gestión, como la “junta de mejoras”, la cual es una figura legal de participación ciudadana municipal que era utilizada por los habitantes para atender las necesidades de servicios públicos. Actualmente esta figura está representada por las y los jueces de barrio.

2A estos asentamientos, García (2007) los llama barrios obreros formados de manera espontánea, en contraposición con los posteriores, a los que llama colonias obreras planificadas.

3A principios de la década de 1950, ya estaba poblada casi toda la zona.

4La creación de los barrios en cuestión no fue impulsada por iniciativas empresariales para proveer créditos de vivienda a sus trabajadores: sus habitantes tuvieron que luchar mucho para regularizar sus propiedades. Sus demandas a partir de 1930 eran semejantes a las necesidades de las colonias marginadas e irregulares que surgieron a partir de 1960 en otro contexto.

5Estos elementos forman parte del capital social, pero, en este caso, tienen una connotación diferente, ya que no están vinculados a beneficios potenciales de los grupos sociales, sino a un nivel de cohesión social referido a una escala barrial. Aquí el capital social es un componente de la cohesión (Chan et al., 2006; Kearns y Forrest, 2000, p. 196).

6Durante las celebraciones, los vecinos, sobre todo los jóvenes y los adolescentes, bañan a los asistentes o les tiran huevos, lo cual provoca cierto descontento, sobre todo entre los visitantes, quienes sienten esto como una agresión.

7En Monterrey, como en muchas ciudades que tuvieron un despegue industrial relativamente prematuro, la figura del empresario “padre” estuvo presente como una trasposición de los principios de la dominación tradicional a la relación salarial. De forma discrecional, el patrón provee seguridad y estabilidad en el empleo, además de vivienda, educación y actividades recreativas para la familia del trabajador (Palacios y Lamanthe, 2010).

8La proliferación de vínculos en los que el paternalismo no predominaba, hace que la caracterización de los barrios “obreros” se aleje de las figuras barriales relacionadas con la gran empresa regiomontana. El largo proceso de regularización de los terrenos y de los lotes asignados a un buen número de posesionarios, llevó a la población a asociarse con distintos actores políticos en diferentes coyunturas sociales y políticas.

Cómo citar: Jurado Montelongo, M. A., Contreras Delgado, C., Sánchez Rodríguez, I. C., y Vázquez Martínez, G. A. (2022). Cohesión barrial en Monterrey. Interacciones socioterritoriales en las colonias Sarabia, Treviño, Terminal y Obrerista. región y sociedad, 34, e1509. doi: 10.22198/rys2022/34/1509

Recibido: 18 de Junio de 2021; Revisado: 27 de Abril de 2022; Aprobado: 28 de Abril de 2022; Publicado: 16 de Junio de 2022

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