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Región y sociedad

versão On-line ISSN 2448-4849versão impressa ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.28 no.66 Hermosillo Mai./Ago. 2016

 

Nota crítica

Marcos de acción colectiva en el movimiento de El Barzón

Aquiles Chihu Amparán* 

* Profesor-investigador en el Departamento de Sociología y director del laboratorio de comunicación pública de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)-Iztapalapa. San Rafael Atlixco #186, colonia Vicentina, Iztapalapa, C.P. 09340, Ciudad de México. México. Página académica: http://docencia.izt.uam.mx/chaa / Correo electrónico: chaa@xanum.uam.mx


En el análisis de los movimientos sociales, el término enmarcado (framing) se refiere a la construcción de significado que llevan a cabo los adherentes a éstos, como los líderes, los activistas y los simpatizantes; además de otros actores, como los adversarios, las elites y los medios de comunicación, en todo lo relacionado con los intereses del movimiento (Snow 2013). El concepto de marco (frame) proviene de Erving Goffman (1974) y del principio del interaccionismo simbólico, según el cual los significados no emanan natural o automáticamente de los objetos, eventos o experiencias, sino que, por lo contrario, son el resultado de procesos interpretativos mediados por la cultura. Para la acción colectiva, el marco enfatiza las dimensiones culturales de los movimientos sociales y los observa como productores de significado. Si la cultura es una caja de herramientas conformada por símbolos, rituales, tradiciones y visiones del mundo, con la cual los actores construyen estrategias de acción en contextos diversos para resolver problemas (Swidler 1986), entonces se puede suponer que en periodos de crisis, las colectividades utilizarán esa caja de herramientas para subvertir los códigos culturales dominantes y producir los nuevos, para organizar la vida social de manera diferente. Los marcos de la actuación colectiva, utilizados por los organizadores de los movimientos sociales como guías para la acción, deben construirse sobre la base de las mentalidades y la cultura política de una sociedad específica (Tarrow 1992).

Enmarcado

En este trabajo se indaga la manera en que el movimiento de El Barzón construyó un discurso en el que definió sus problemas, las causas que los originaron, así como las estrategias utilizadas para enfrentarlos. La metodología empleada es el análisis de los marcos (frame analysis). Un marco es el conjunto de creencias y significados orientados hacia la acción, que inspiran y legitiman las actividades y las campañas de un movimiento social (Snow y Benford 1992). En el ámbito de la acción colectiva, los marcos definen problemas, identifican a los agentes que los crearon y sugieren soluciones para resolverlos. Un marco de significación surge cuando los miembros de un movimiento llegan a compartir una definición de la situación sobre un problema. Esa comprensión común abarca varios puntos centrales: la definición de que la situación requiere de un cambio, la atribución de responsabilidad por la presencia de esa situación problemática, la articulación de un orden alternativo y la apelación a que los demás actúen para cambiar la condición prevaleciente. A las tareas centrales del enmarcado, Snow y Benford (1992) las denominaron como sigue: a) enmarcado de diagnóstico (diagnostic framing), a la identificación del problema y la atribución de responsabilidades; b) enmarcado de pronóstico (prognostic framing), a las propuestas para la solución de un problema y c) enmarcado de las motivaciones (motives framing), a los motivos para que los actores se comprometan a participar en la acción correctiva. Los procesos de enmarcado constituyen los esfuerzos estratégicos conscientes de un grupo para legitimar las acciones de un movimiento social, y motivar la participación colectiva de la audiencia.

Los marcos de diagnóstico indican lo que está mal. El diagnóstico comprende la parte de la creencia en que se localiza la fuente del descontento y se identifica a los agentes responsables. Los marcos de diagnóstico consideran que es necesario modificar una condición o evento social problemático; involucran la identificación de un problema y la atribución de culpa o causalidad. Si bien la identificación puede ser una tarea poco controvertida, resulta más difícil lograr un consenso dentro del movimiento respecto a las responsabilidades o las causas que provocaron la condición problemática. En la medida en que se adjudiquen las atribuciones, pueden surgir tendencias diferentes, que pueden dificultar la implementación de los intentos subsecuentes para crear marcos de diagnóstico, que designan a los agentes culpables a los cuales se les atribuyen rasgos y motivos por los que se puede argumentar su culpabilidad.

Los marcos de pronóstico señalan lo que debe hacerse, anticipan una solución para el problema, y no sólo la sugieren sino que también identifican las estrategias, las tácticas y los objetivos. Existe una gran afinidad entre el marco de diagnóstico y el de pronóstico, en el sentido de que el tipo de estrategias, tácticas y objetivos o blancos propuestos por el segundo son consecuentes con el diagnóstico. Los marcos de pronóstico consisten en planes para solucionar la situación problemática, definen las acciones que se llevarán a cabo, y también quién las ejecutará e incluyen la elaboración de blancos, estrategias y tácticas específicas.

Los marcos de motivación señalan quién debe hacer el trabajo; proponen razones para que los actores se comprometan a participar en la acción correctiva. En un movimiento social, ni la identificación de un problema y sus responsables y tampoco la propuesta de medidas concretas para su solución, por sí mismas, son suficientes para provocar la participación. Hace falta construir motivos para alentarla, a través de los marcos de motivación, que consisten en vocabularios apropiados que contienen razones imperativas por las cuales los individuos han de participar. Con respecto a los marcos de diagnóstico, los marcos de motivos contribuyen a la definición de la identidad de los protagonistas, pues mientras el diagnóstico implica la imputación de motivos e identidades respecto a los antagonistas o los blancos del cambio, el enmarcado de motivación se refiere a la construcción social y el reconocimiento de motivos e identidades de los protagonistas.

En paralelo al proceso de enmarcado de todo movimiento social se desarrolla uno de construcción de identidades, en el que se definen los actores relevantes en el contexto de la acción colectiva. Se pueden distinguir tres campos de identidad, que son el resultado de esos procesos de enmarcado: a) los protagonistas, los individuos y colectividades que participan y simpatizan con los valores, creencias y metas del movimiento; b) los antagonistas, las personas o colectividades opuestas a los valores, creencias y metas del movimiento y c) las audiencias, los observadores no comprometidos o neutrales, pero que, de alguna manera, se consideran como potencialmente interesados o susceptibles de responder (con frecuencia de manera favorable) hacia las actividades de los protagonistas (Hunt et al. 2006).

El protagonista

El Barzón1 es un movimiento social integrado por la clase media del campo y la ciudad. Surgió por la crisis de insolvencia, falta de liquidez y de rentabilidad de las unidades productivas, económicas y familiares, que llevaron al incumplimiento de los compromisos de pago con las instituciones financieras, lo que en México se conoce como cartera vencida. El Barzón nació en el campo mexicano, sus símbolos son un tractor y dos manos que se estrechan. Los embargos, remates, adjudicaciones y desalojos se hicieron parte de la vida cotidiana de los agricultores. La acción colectiva de El Barzón es barzonear, que significa llevar el mensaje y la consigna de lucha, con el objetivo de defender el patrimonio familiar de todas las personas en cualquier lugar de México, para incorporar y reclutar miembros para la organización. El Barzón debe su nombre a la propuesta de un campesino mexicano que se basó en la canción del mismo nombre, y que describe las condiciones de los peones durante la época del porfiriato, cuando estaban sometidos económicamente a lo que se conocía como tiendas de raya, ya que la existencia de la gente giraba en torno a cómo pagarle a la hacienda.

Esas tierras del rincón las sembré con un buey pando, se me reventó el barzón y sigue la yunta andando...

Cuando acabé de pizcar vino el rico y lo partió, todo mi máiz se llevó ni pa' comer me dejó, me presenta aquí la cuenta aquí debes veinte pesos de la renta de unos bueyes, cinco pesos de magueyes, tres pesos de una coyunda, cinco pesos de unas fundas, tres pesos no sé de qué pero todo está en la cuenta a más de los veinte reales que sacaste de la tienda, con todo el máiz que te toca no le pagas a la hacienda. Ahora vete a trabajar pa' que sigas abonando (El Barzón, canción mexicana de Miguel Muñiz).

De ser un movimiento social definido por su rechazo al pago de las deudas, estableció una política de pago, pero sobre una base justa. Su primer lema fue Debo no niego, pago no tengo, pero elaboró otra estrategia para demostrar su voluntad de pago, y apuntaló lo que sería su nuevo lema: Debo no niego, pago lo justo.

De agosto a noviembre de 1993 se produjo la aparición pública de un movimiento de productores rurales, deudores de la banca. En estos meses surgió la primera campaña de protesta caracterizada por especificidades regionales. Las movilizaciones más importantes se concentraron en Chihuahua, Jalisco y Zacatecas. No obstante esta diversidad de origen, las protestas pronto convergieron, al grado que rápidamente se formaron las bases para la coordinación de las actividades de los diversos grupos. Las manifestaciones públicas con maquinaria y ganado fue la forma novedosa de protestar en aquella región; había que incrementar la presión sobre las máximas autoridades del Estado, con la finalidad de forzar la apertura de un nuevo espacio de comunicación entre productores y representantes gubernamentales.

Al periodo de 1993 a 1994 se le puede caracterizar no sólo como el inicio del movimiento, sino también como el momento de su constitución organizativa. En esta primera coyuntura se puede observar la rapidez con que se produjo la acumulación de fuerzas y, a partir de actores colectivos heterogéneos, la constitución de uno solo. La mayor parte de la cartera vencida la tenían los bancos que habían prestado dinero a empresarios agrícolas solventes; la mayoría de los deudores con problemas eran productores pequeños y medianos, cuyos créditos provenían de bancos oficiales o de la banca de desarrollo. Estos sectores tenían una larga tradición de conflicto por motivos de tenencia de tierra, y ambos tenían encima a los bancos y la amenaza de perder su patrimonio, lo que estimuló la convergencia. La interrogante que se debe responder es cómo se produjeron discursivamente las posibilidades de esta convergencia que, junto con la acumulación de fuerzas, estuvieron determinadas también por una respuesta estatal, que reflejaba una estructura cerrada de oportunidad. En efecto, por un lado, muy pronto fue evidente que las autoridades políticas locales no tenían capacidad de respuesta frente a las demandas de los deudores, de manera que el conflicto escaló muy rápido: en octubre de 1993 los grupos de deudores decidieron marchar hacia la capital del país; por otro lado, la respuesta consistió en la represión y el encarcelamiento de algunos de los líderes.

Es preciso tomar en cuenta lo anterior, para explicar el repertorio de protesta del movimiento, en el que se utilizaron también, de manera muy rápida, acciones relativamente radicales: ocupación de edificios gubernamentales, bloqueo de calles y carreteras y huelgas de hambre, lo que reveló la intención de los actores de la protesta de hacerse visibles de inmediato, en correspondencia total con la urgencia del agravio que enfrentaban. Esto obligó a las autoridades a dar una respuesta inmediata (así fuera represiva). Pero, a pesar de su espectacularidad, es preciso reconocer que no se trata de un repertorio dirigido a crear un poder popular de algún tipo (a diferencia, por ejemplo, del inaugurado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional). Es decir, el principio del repertorio fue el reconocimiento del movimiento por parte de las autoridades del gobierno y de los bancos.

La manifestación más espectacular de este repertorio inicial fue la marcha de los campesinos, con su maquinaria y animales de trabajo, hacia Guadalajara, a donde entraron el 25 de agosto de 1993, con unos 300 tractores y numerosos caballos, y fue en ese trayecto, hacia la capital de Jalisco, cuando los productores acordaron darle el nombre de El Barzón a su movimiento. El plantón en la Plaza de Armas de Guadalajara duró 48 días, y hasta allá llegaron las muestras de solidaridad de los grupos de deudores de los demás estados.

Los marcos de diagnóstico

En 1993 surgió la Confederación Nacional de Deudores de la Banca El Barzón (CNDB), la primera configuración organizativa del movimiento. Esta aparición aceleró el proceso de convergencia e incrementó la heterogeneidad de los grupos, pero no resultó sencillo. En 1994, las diferencias y contradicciones en el liderazgo determinaron que se formaran dos grupos: el identificado con Maximiano Barbosa (líder de la CNDB), y el liderado por Manuel Ortega y Alfonso Ramírez Cuéllar, quienes formaron la Unión Nacional de Productores Agrícolas, Comerciantes, Industriales y Proveedores de Servicios El Barzón. Ambas organizaciones tuvieron influencias regionales diferentes, sin embargo, esto no originó enfrentamientos para disgregar al movimiento.

En esos dos años, el discurso público destacó los siguientes temas principales: a) el problema de fondo, que era el descenso de la rentabilidad del sector agrícola, en particular de los pequeños productores; b) la importancia pública y nacional de los pequeños propietarios rurales y c) la crítica a las políticas de liberalización comercial del gobierno de Salinas de Gortari. Es necesario recordar que el impulso inicial, que condujo a la movilización, fueron las acciones legales emprendidas por los bancos privados, para reclamar el pago de las deudas contraídas por los productores agrícolas y el decomiso de maquinaria agrícola, de automóviles y camionetas, e incluso el encarcelamiento de algunos productores. La necesidad de detener estas acciones, que atentaban contra la continuidad de una vida cotidiana productiva, condujo a una movilización que se enfocó en la cartera vencida, el problema principal por resolver. Maximiano Barbosa, dirigente fundador de El Barzón en Jalisco, explicaba así la situación:

La banca intimida y nos trata como criminales: las negociaciones se hacen con la amenaza de que nos demandarán por la vía legal, por lo que las famosas 'reestructuraciones' se hacen bajo la condición de recapitalizar intereses y de que el patrimonio del campesino sea la garantía. Es una farsa la reestructuración de la deuda de los agricultores y ganaderos que anuncia el gobierno; la institución de crédito oficial también nos trata con tortuguismo y prepotencia [...] Todos los bancos van sólo a cobrarse lo que les debemos, no tenemos opción de créditos (Del Castillo 1993).

El movimiento hizo públicas las deudas bancarias, y las resumió en tres ideas centrales; primero, la deuda no era un mero problema de morosidad (de vicio privado), sino uno estructural de falta de rentabilidad, que no sólo perjudicaba al sector social del campo, sino incluso a los pequeños propietarios. Por ejemplo, en una carta que entregaron al presidente Carlos Salinas de Gortari señalaban:

Por primera vez en la historia del campo mexicano contemplamos una crisis en donde todos los giros se ven deprimidos en forma simultánea y sincronizada: frutas y hortalizas; la ganadería intensiva y la extensiva, la porcicultura y la agricultura; los productores de leche; crisis en las zonas de riego y en las de temporal: una crisis que en suma cuestiona la viabilidad del modelo económico liberal (Martín y Del Castillo 1993).

En segundo lugar, dicho problema estructural era, en buena medida, producto de la acción gubernamental, más que del comportamiento de los agricultores. Aquí se articulaba una crítica clara, aunque cautelosa a las políticas de liberalización comercial emprendidas por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Por último, el problema de la deuda se hacía público, al resaltar que su solución era, en definitiva, un beneficio para el país, porque la pequeña propiedad rural jugaba un papel estratégico en el sector de la producción rural mexicana. Este era un motivo recurrente en las expresiones públicas del movimiento.

De esta manera, en un primer momento, al problema no se le definió estrictamente como uno de deuda, sino de rentabilidad. En otras palabras, aunque se reconocía a la deuda como el detonador de la movilización, se puso especial énfasis en que ese no era el problema central, sino los factores que producían un círculo vicioso de endeudamiento. Así, lo que se comenzó a resaltar fueron las condiciones de producción de los pequeños propietarios rurales. Al describir esta situación, el marco público reconocía que eran las políticas de liberalización comercial, instrumentadas por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, las que se encontraban en el centro del problema: la inundación del mercado nacional de granos, con productos extranjeros a precios más baratos, impedían que los pequeños propietarios pudieran obtener utilidades y, en consecuencia, se veían imposibilitados para pagar las deudas contraídas con las instituciones bancarias. Desde esta perspectiva, en un principio, más que como deudores, El Barzón se identificó como un movimiento de productores agrícolas. Y fue a partir de ese enfoque que elaboraron las demás dimensiones del problema. En primer lugar, se articuló la importancia de los agricultores nacionales resaltando la dimensión pública de su actividad, es decir, su capacidad de producir beneficios nacionales y no sólo particulares. En segundo lugar, se hizo notar la falta de correspondencia entre la importancia pública de dichos productores y el trato que les daba el gobierno.

Trasformaciones en la identidad política del movimiento

De Grammont (2001) sostiene que de 1995 a 1996, El Barzón creció hacia la ciudad y nacieron sus sectores. Mientras que en su primera etapa de convergencia había despertado el interés de movimientos campesinos regionales y, de manera incipiente de deudores urbanos, en la siguiente, y sin que los agricultores perdieran su importante presencia, El Barzón hizo la convergencia con las organizaciones de deudores de diversa índole: comerciantes, pequeños y medianos empresarios y tarjetahabientes. Este proceso de convergencia implicó retos fuertes, y más adelante se verá cómo los enfrentó discursivamente.

Existen tres aspectos del primer marco público presentado por El Barzón, que se refieren a la identidad de los movilizados, la definición del problema y sus soluciones, y la identificación de los adversarios. También, en términos del repertorio de acción, después de una etapa inicial de acciones sumamente conflictivas, sigue un periodo largo en el que éstas dejan de estar en primer plano y, aunque no desaparecen, no constituyen el frente principal de la actividad pública del movimiento. En cierto modo, se puede observar una correspondencia entre discurso y acción. El motivo moral que justificaba su actuación era la urgencia de detener los problemas inmediatos: las acciones judiciales para hacer cumplir los adeudos vencidos (embargos, remates). Pero, más allá de ello, las acciones no se justificaban. Hay que agregar otro elemento: aunque el movimiento reconoció al endeudamiento como un problema central, su discurso se resistió a asumir la identidad deudora y prefirió definirse como productores agrícolas en problemas.

Este discurso público empezó a ser insuficiente, a medida que el proceso de convergencia se movía hacia la ciudad. En términos organizativos, esto se expresó con la aparición de El Barzón-Unión, que se manifestó más dispuesto a incluir a nuevos sectores en las carteras vencidas. Pero, la cuestión era cómo sostener una movilización de manera coherente. Aquí apareció lo que se puede denominar extensión del marco. Fue preciso que sobre la base del marco público original se construyera una extensión que permitiera incluir nuevas bases movilizadas, pero que también justificara moralmente el repertorio de acción original. Entre 1995 y 1996 éste se intensificó y se diversificó; la confrontación y la negociación se volvieron recurrentes en la vida pública del movimiento. ¿Cómo pudo darse coherencia moral a esta acción pública? Al analizar el discurso en estos años, se advierte que hubo modificaciones en esos tres elementos destacados del discurso público original: identidad, problema y adversarios.

El incremento de actores involucrados, además de los agricultores, los comerciantes, los pequeños industriales e incluso los simples consumidores hacía difícil adaptar la definición de la identidad de los actores con la de un sector central en la economía agrícola. Asimismo, seguía siendo imposible articular la identidad de deudor de una manera moralmente positiva. La solución, que se fue dando de forma progresiva, retomó la estrategia discursiva presentada antes: los deudores eran en realidad productores, sólo que ya no agrícolas, sino de tipos muy diversos. El efecto de este desplazamiento, en apariencia mínimo, fue significativo, porque al abarcar un rango más amplio de actores dentro de la categoría productor, el movimiento podía construir su identidad no sólo como los de un sector, sino como los representantes de la economía nacional. Así, a El Barzón se le dio una identidad a través de la cual podía proponerse como un movimiento nacional y nacionalista, que ya no sólo se preocupaba por los intereses inmediatos de un sector, sino por el futuro del país. Durante esta etapa, la estrategia discursiva, en términos de la identidad, era expresar la amplitud de sectores que podía abarcar. En una entrevista, los dirigentes de El Barzón-Unión declaraban:

Los múltiples programas de reestructuración de carteras vencidas no han resuelto el problema que enfrentan el 90% de los 35 millones de mexicanos económicamente activos. Somos una nación con sectores productivos en quiebra, con una moratoria no declarada. [...] El Barzón en un movimiento "clase mediero", un 50 por ciento son agro productores -de los cuales sólo el 10 por ciento son ejidatarios- y el resto por gente que se dedica a los servicios, de los cuales el 60 por ciento son comerciantes, 10 por ciento transportistas, igual porcentaje micro, pequeños y medianos industriales, y el 20 por ciento restante deudores de diversos tipos de créditos (Pérez 1995).

Lo anterior llevó a modificar la definición de los adversarios, que pasó a ser más clara: de ser tratados con cautela, los bancos pasaron a ser identificados como causantes del problema. No sólo se les consideraba como los oportunistas de un fenómeno provocado en otra parte, sino que contribuían y se beneficiaban directamente de él, ya que aprovechaban las circunstancias de la crisis, en la que encontraban su propia forma de vivir. De la misma manera, a la política gubernamental se le identificó cada vez más como un instrumento al servicio de los banqueros. Y, se puede decir que, en cierta forma esa era una lectura realista de la coyuntura, en la que, como señaló De Grammont (2001), las autoridades financieras del país hicieron un bloque común con los banqueros en su negativa para tratar de negociar cualquier cosa con El Barzón. Poco a poco fue consolidándose un discurso partidista,2 en el que no sólo se normaba a los adversarios, sino que cada vez más se les adjudicaban motivos para tener interés en que prevaleciera la situación de agravio. El discurso hacia los bancos se hizo más agresivo.3 Este periodo se caracterizó por un incremento en la diversificación del repertorio de acción. El motivo de la movilización era moral, porque la actuación era como deudores, más que como productores, ya que si éstos pedían una vuelta rápida a la normalidad, los deudores no tenían normalidad alguna a la que regresar, si no presionaban para obtenerla.

Como consecuencia de estas trasformaciones en la identidad política que vivió el movimiento, aparecieron los repertorios de confrontación. Una forma peculiar de manifestación se presentó en julio de 1996, cuando más de 500 barzonistas y miembros del Foro del Autotransporte Nacional salieron una mañana del monumento a la Revolución, encabezados por un asno al que le colocaron las placas de sus vehículos, como protesta porque la Dirección General de Servicios al Transporte no había canjeado sus matrículas. Detrás del animal, los manifestantes portaban una gran manta que decía: "Fernando Peña Garavito... mientes... no estamos pidiendo placas nuevas, exigimos el canje de las que ya tenemos".4 A su paso por Paseo de la Reforma provocaron trastornos viales, cerraron la calle de Bucareli y realizaron un plantón de hora y media en la entrada principal de la Secretaría de Gobernación, para que las autoridades los recibieran (Gómez 1996).

En Monterrey, en abril del año 2000, cerca de mil integrantes de El Barzón protestaron durante una hora, atados de manos y gritando: ¡Justicia!; y colocaron una manta frente al palacio de gobierno, en la cual se leía: "Panismo es igual a represión". El grupo anunció que presentaría, ante la Cámara de Diputados, una demanda de juicio político contra el gobernador Fernando Canales, pues lo consideraba responsable de la represión de que fueron objeto sus activistas mientras realizaban plantones ante instituciones bancarias. Liliana Flores, coordinadora estatal y secretaria general del Comité Ejecutivo Nacional de El Barzón, denunció que desde los incidentes del 30 de marzo (cuando el gobierno estatal reprimió a barzonistas para retirarlos de las instalaciones bancarias) sus teléfonos estaban intervenidos y era hostigada por policías vestidos de civil, que la seguían o permanecían frente a la sede de El Barzón y de su domicilio particular. Cuestionó a Canales por "encabezar un gobierno fascistoide (Carrizales 2009).

El 10 de diciembre de 2002, barzonistas a caballo irrumpieron en el pleno de San Lázaro, e intentaron entrar a la fuerza en el salón de sesiones para exponer sus demandas. Entraron en el recinto legislativo y se enfrentaron a diputados y trabajadores del lugar, que se atrincheraron tras las barricadas que improvisaron con sus curules frente a la puerta. El ataque fue rechazado por los diputados con extinguidores, palos y chorros de agua. Los manifestantes intentaron pasar con sus caballos al salón de plenos y, al no lograrlo, destrozaron y quemaron varias puertas. El grupo era encabezado por Alfonso Martínez Cuéllar y Álvaro López, entonces diputados por el PRD, por el líder de la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas (UNTA), así como por el dirigente de la sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. "Esto fue sólo una probadita", expresaron los campesinos de la UNTA y la Coordinadora de Organizaciones Urbanas y Campesinas sobre su ingreso de manera violenta a la Cámara de Diputados. En la puerta de acceso estacionaron seis tractores, catorce agricultores con sus caballos y cuatro cerdos que llevaban pintados los nombres Fox, Usabiaga, Derbez y Castañeda. Cuatro jinetes llegaron hasta la explanada del recinto legislativo y, después de dar una vuelta triunfal enarbolando la bandera nacional, junto a unos cien campesinos, enfilaron con el propósito de llegar al salón de sesiones para hacerse escuchar. Mientras entonaban el himno nacional, quebraron la puerta de cristal del edificio para dirigirse al salón de plenos. Al llegar al acceso forzaron la puerta electrónica giratoria e intentaron derrumbar otra de madera gritando "¡Ya estamos cansados de esperar soluciones que no llegan!" Otro grupo corrió hacia la entrada y trató de forzar la puerta de cristal giratoria y, al grito de "¡Fuego!", empezó a quemar varios sombreros y a arrojarlos contra la puerta de madera (Pérez 2002).

Fuente: elaboración propia.

Figura 1 Enmarcado del discurso de El Barzón 

Años más tarde, en agosto y septiembre de 2004, el movimiento barzonista se pronunció en apoyo al jefe de Gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, en contra del desafuero. En 2005 se dedicó a apoyar la candidatura de López Obrador y en agosto de 2006, durante el conflicto poselectoral, los grupos campesinos encabezados por El Barzón anunciaron una serie de acciones pacíficas a favor de Andrés Manuel y en defensa del voto, como consecuencia de lo que consideraron un fraude electoral. En ese momento, El Barzón ocupó un lugar en el campamento plantón en la Ciudad de México, a favor de Andrés Manuel.

Consideraciones finales

Los movimientos sociales, a diferencia de otros actores políticos, adoptan pautas inusuales de comportamiento colectivo, como el desafío y la protesta pública, definidos como repertorios de confrontación,5 que se pueden distinguir en contenciosos y no contenciosos. Los primeros consisten en formas violentas de acción colectiva, como la quema de vehículos y la construcción de barricadas, y los segundos en formas pacíficas, como la quema de banderas y de monigotes. La protesta constituye un recurso no convencional para intervenir en la toma de decisiones políticas del gobierno. El carácter no convencional es evaluado en función de los principios de la democracia representativa, que considera que la intervención sobre la toma de decisiones debe hacerse directamente, mediante el uso de la oposición parlamentaria, o bien de manera indirecta, a través del voto de los ciudadanos en las elecciones. No obstante, a partir de la década de 1970, movimientos contestatarios, como los estudiantiles, iniciaron la legitimación de otras formas de ejercer presión sobre los gobiernos: manifestaciones, mítines y huelgas. Mediante el uso de la protesta, los movimientos sociales utilizan canales indirectos para influir en las decisiones de los funcionarios públicos. En la medida en que la protesta es un recurso, utilizado por los sectores sociales con menos poder, su éxito depende de la capacidad de activación de otros grupos para que entren en la arena política. Además, la protesta pone en movimiento un proceso de persuasión indirecta, mediado por los medios de comunicación y otros actores más poderosos, dirigido a obtener el apoyo de esos grupos con el fin de conseguir decisiones políticas favorables para los sectores sociales menos poderosos.

Las formas de protesta pueden variar, desde las muy convencionales hasta las más conflictivas, que pueden incluir episodios violentos, así como las de acción que también pueden cambiar, según sea el objetivo del movimiento. Mientras las formas de acción, que se concentran en el sistema político, buscan cambiar realidades externas, las estrategias culturales buscan cambiar el sistema de valores de una sociedad y la trasformación interna de los actores. Tanto las estrategias políticas como las culturales varían en grados, van desde las convencionales y pacíficas hasta las abruptas y violentas. El Barzón basó la lógica de su protesta en la obstrucción del curso normal de los eventos de la vida cotidiana, por ejemplo los boicots, pero también las marchas que bloqueaban el tránsito, o la moratoria en el pago de impuestos. Otro caso fue la desobediencia civil, que implicaba el incumplimiento de leyes consideradas injustas.

Bibliografía

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1El barzón es un instrumento agrícola, forma parte de la yunta, es la correa que une a los bueyes con el arado, de ahí que cuando los bueyes caminan, el barzón haga tracción hacia delante y el arado forma los surcos.

2La participación política del movimiento se concretó en las elecciones de 1997, cuando pudo obtener 24 diputaciones externas, para las que contendió por el Partido de la Revolución Democrática (PRD).

3"Existe un terrorismo jurídico de las instituciones bancarias, las que constituyen nuestro principal problema porque no se tienta el corazón para pisotear la ley con propósito de incrementar los embargos" (Hernández y Guadarrama 1995).

4En julio de 1996, la Secretaría de Gobernación se comprometió ante miembros de El Barzón a tramitar la liberación de todos los microbuses que estaban en los corralones, revisar el padrón de placas, exhibir la lista de concesionarios y buscar soluciones conjuntas al problema de la cartera vencida, que ascendía a más de 20 mil millones de pesos.

5El concepto de "repertorios de confrontación" (contention repertoires) se ha definido como la totalidad de los medios de que dispone un grupo para plantear múltiples demandas y exigencias de distinto tipo a individuos o grupos (Tilly 1986).

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