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Región y sociedad

On-line version ISSN 2448-4849Print version ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.27 n.62 Hermosillo Jan./Apr. 2015

 

Reseñas

 

Luis Aboites Aguilar (2013), El norte entre algodones. Población, trabajo agrícola y optimismo en México, 1930-1970

 

Marco Antonio Samaniego López*

 

México, El Colegio de México, 461 pp.

 

* Profesor-investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de Baja California. Correo electrónico: samaniego@uabc.edu.mx

 

Para comprender a México se requiere investigar sobre el norte; ¿existe?, ¿cuál es?, ¿está integrado por los estados que colindan con Estados Unidos?, ¿es la zona que se encuentra al norte de la Ciudad de México?

El Norte entre algodones ofrece una posibilidad de observar lo que se conoce como el norte de México, a través de la producción algodonera, que generó auge en las primeras siete décadas del siglo XX. No responde al interrogante de qué es el norte, porque además el autor no pretende hacerlo, pero sí vierte posibilidades de entender la relación entre la producción, obras hidráulicas, cambios tecnológicos, comercio internacional, relaciones entre grupos empresariales, trabajadores y desarrollo urbano. Es decir, un norte entre algodones.

Si bien el proceso de producción, trasformación y venta del algodón es el centro de la trama, la propuesta tiene varios elementos originales, como el papel del gobierno. No se trata de las acciones conjuntas de éste, la iniciativa privada o los productores agrícolas, pequeños propietarios o ejidatarios que se unen para lograr altos índices de producción, industrialización y venta, el asunto es más complejo. Se destaca la articulación de procesos en los que en unas regiones incidieron algunos factores, y en otras hubo elementos distintos que explican los índices de crecimiento. De hecho, el papel de los gobiernos, si bien importante, aparece como una parte de un todo más complejo.

Es, en todo caso, la historia de cómo diferentes actores se adaptan a la producción, industrialización y venta de un producto que por varias décadas fue un motor de la economía en escalas distintas. Hubo actores sociales que, por sí mismos, tuvieron un peso específico, así como los mercados internacionales, la posibilidad de abrir nuevas tierras con base en la irrigación, las relaciones entre las empresas y los conflictos que se generaron con la mano de obra. Por ello, las semejanzas subrayadas en la obra nos hacen pensar en simultaneidades ineludibles, pero las especificidades de algunas zonas muestran cómo las posibilidades de un producto son múltiples.

Aboites Aguilar destaca uno de los puntos que consideramos de suma relevancia: el papel de los académicos que han querido ver un país ejidal que, bajo el manto de la "verdadera revolución", ha vivido una reforma agraria en todos los rincones. Las cifras que ofrece sobre el crecimiento de los ranchos privados obligan a plantear si tal tesis es posible. Enfatiza su llamado al sector académico: la poca relevancia dada a los trabajadores agrícolas. El ideal construido sobre la reforma agraria, que supuestamente cumplió con los ideales de la revolución, ha generado poca atención sobre la expansión de la propiedad privada y, con ello, a todos los que no formaron parte de la organización de Estado: trabajadores que no se ligaron al partido de Estado y a su sistema corporativo.

Esta importancia de la mano de obra queda de manifiesto en los problemas sociales generados como efecto de lo que el autor denomina la debacle. Es decir, el denominado dumping algodonero de 1956, que consistió en la decisión estadounidense de liberar al mercado internacional sus reservas de algodón. Con ello, el precio descendió severamente, cuya repercusión no sólo se reflejó en el desempleo directo, sino en la construcción de toda una infraestructura agroindustrial a su alrededor. De igual forma, existía un imaginario social optimista, que en pocos años pasó a ser un fermento de descontento constante entre organizaciones de trabajadores.

En este sentido, la obra nos permite diseccionar una de las constantes en el discurso contemporáneo sobre el libre comercio. En los años en que éste se planteó, a principios de la década de 1990, se repitió la idea de que México era un país cerrado al mundo. Era necesario abrirlo para generar el desarrollo que se necesitaba. Por las diversas implicaciones que ha tenido el régimen de excepción fiscal denominado zona libre, el discurso siempre ha resultado equívoco. Las zonas fronterizas difícilmente pueden estar sujetas a las mismas condiciones que otras regiones del país, en función de los precios de los bienes que se pueden obtener en Estados Unidos. Por ello, ante la medida adoptada por el vecino del norte, los argumentos de los funcionarios mexicanos en la década de 1960 fueron en defensa de la libertad comercial.

El gobierno mexicano criticó la política de subsidios otorgada a los productores estadounidenses, y en diversos foros internacionales se denunció el proteccionismo. Las autoridades mexicanas señalaron que la medida unilateral le quitaba la posibilidad a México de seguir siendo un país algodonero. En una publicación de Nacional Financiera, de 1956, se subrayó la fuerte relación de la agricultura mexicana con la de su vecino del norte y, por tanto, el dumping demostraba la paradoja de esa relación.

Por lo anterior, consideramos que bien cabe preguntarse si México era ese país cerrado al mundo, que se mencionaba a principios de la década de 1990, si desde los años cincuenta se reconocía la estrecha relación que existía con la producción agrícola de Estados Unidos. ¿Cómo y por qué se impone el discurso de la apertura al mundo, para dejar atrás el país cerrado y atrasado, que representaba la sustitución de importaciones? Y, sobre todo, ¿por qué desde la economía y la historia se insiste en situar la época de la posguerra como un cierre de fronteras? Si bien resulta arriesgado, opinamos que el caso del algodón permite hacer una serie de consideraciones sobre la historiografía que sigue un discurso dominante, que sólo repite fórmulas generadas por otras disciplinas o por el mismo Estado que, como apunta el autor, fue importante para el tema, pero no determinante.

Lo planteamos de la siguiente manera, siguiendo la paráfrasis del autor: ¿no se deberá a que el norte como tal permanece invisible a los análisis historiográficos, al no considerar los aspectos que en parte lo hacen diferente a otras regiones del país? O, probablemente, ese norte nunca definido -aunque el autor sí lo hace en términos estatales- no encaja en varios de los cánones de lo que se supone es el México legitimado, por estar lejos de la "influencia estadounidense" y cerca de las "verdaderas raíces indígenas". El tema del norte, difuso y amplio y, en este caso, con un hilo conductor como el algodón, invita a repensar en los temas de historia nacional.

La obra aquí reseñada deja muchas preguntas sobre el norte mexicano y, por ende, sobre México. Su autor, no se cansa de plantear temas de investigación en términos de relaciones de producción, grupos sociales, desarrollo tecnológico, así como diferencias y semejanzas entre áreas productivas. Este libro abre posibilidades de interpretación de una enorme zona del país que requiere ser pensada, observada y analizada desde ópticas y disciplinas distintas del conocimiento.

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