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Región y sociedad

versión On-line ISSN 2448-4849versión impresa ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.26 no.60 Hermosillo may./ago. 2014

 

Reseñas

 

Alvaro Bracamonte Sierra y Rosana Méndez Barrón (2011), Subvenciones, reconversión e innovación productiva en la agricultura. El caso del trigo en Sonora

 

Edgar Piña Ortiz*

 

Hermosillo, El Colegio de Sonora, 200 pp.

 

* Profesor-investigador de la Universidad Estatal de Sonora. Correo electrónico: edgarpinao@gmail.com.

 

Como lo señalan los autores de esta obra, no parece ser necesario detenerse mucho en la idea de que la agricultura en Sonora es uno de los temas de mayor trascendencia para el presente y el futuro del estado, dada la enorme superficie territorial que ocupa, el uso masivo que se hace del recurso escaso, el agua, y la ingente cantidad de fondos fiscales que se canalizan anualmente, vía subsidios, al sostenimiento de la producción de trigo, el principal cultivo del sector, en los valles agrícolas de la entidad.

En Subvenciones, reconversión e innovación productiva en la agricultura. El caso del trigo en Sonora, Alvaro Bracamonte Sierra y Rosana Méndez Barrón se ocupan de "evaluar la dimensión de las subvenciones canalizadas al cultivo de trigo y desprender de ello una estrategia de intervención que permita una paulatina y gradual reconversión productiva" (p. 19), y es evidente que está logrado. De ahí el entusiasmo con el que reseñamos este material, de cuya difusión se puede decir que se asemeja a la de muchos esfuerzos investigativos de alto valor académico y de evidente potencial de traducción en política pública, que quedan sólo como parte del currículo de los autores y como atractivo volumen en las bibliotecas de universidades y centros de investigación; pero, difícilmente algo más que eso.

La obra -prologada por los funcionarios responsables, en el momento de su publicación, de las carteras de Agricultura del gobierno del estado y de la delegación federal-, está dividida en tres apartados. El primero se refiere a la política agrícola nacional, y revisa aspectos como el proteccionismo en la Unión Europea y Estados Unidos, la política agrícola de los años noventa y la naturaleza de la nueva estrategia de subvenciones a la agricultura. El segundo aborda los subsidios agrícolas en Sonora, su importancia y las perspectivas de transformación de un patrón de cultivo centrado en el trigo, y concluye con una apreciación del presente y futuro de la producción triguera en el estado. El tercero, a manera de conclusiones y recomendaciones, se enfoca en la necesidad del diseño de un programa efectivo de reconversión productiva.

Este esfuerzo de investigación y análisis tiene varias virtudes e importantes hallazgos de los cuales destacamos algunos. En primer lugar, si se atiende su contenido estadístico y cuantitativo, es una recopilación bien lograda de indicadores de superficie cosechada, volumen y valor de la producción, productividad, tipos de cultivos, oferta, demanda y consumo del cereal. En segundo, también es una clara radiografía de la política federal de subsidios agrícolas, en la que es posible visualizar la naturaleza, forma, cuantías y consecuencias de los apoyos directos e indirectos que reciben los productores de los valles, provenientes de las arcas hacendarias de la federación.

En cuanto a lo que se puede apreciar como hallazgos importantes de esta investigación, cabe resaltar la develación del mito del granero de México y de los agrotitanes del desierto, para exhibirlo en su verdadera naturaleza de aberración productiva sostenida con las tierras, el agua y los recursos fiscales de la nación. Tal vez a los autores del texto que se comenta les parezca un poco fuerte la expresión aberración productiva, pero no encontramos otra forma de llamarle a una actividad económica para la cual no se cuenta con las ventajas comparativas naturales, específicamente el recurso hídrico, tampoco con las competitivas, que se construyen con reinversión de ganancias, tecnología sustentable e innovación, lo cual no se ha hecho y, sin embargo, se sigue practicando en beneficio de un sector reducido de los sonorenses.

Un acierto importante de este trabajo es la revelación de dos aspectos de la mayor trascendencia para la economía sonorense. El primero es la forma en que se perpetúa una política de protección para la agricultura extensiva en el desierto, a partir de la apertura comercial de los años noventa y sus claros propósitos de dejar al mecanismo del mercado la permanencia de una actividad productiva. Aunque esto se hace con otros nombres y bajo un discurso diferente, pero con el mismo efecto de asegurar la conservación de un modelo de producción ineficiente, depredador y sumamente oneroso para la sociedad que al final es la que lo sostiene.

Otro aspecto meritorio de la obra es la explicitación de la insensatez, si se nos permite otra expresión fuerte, de asignar las mayores superficies de siembra a trigos duros destinados en su mayor parte a la exportación, con lo que se subsidia el consumo de países extranjeros, mientras que el consumo doméstico de trigos panificables se tiene que satisfacer con importaciones, sobre todo de Estados Unidos y Canadá, una condición caracterizada por el hecho de que las divisas de la exportación no son suficientes para cubrir las importaciones.

Los autores califican a los productores agrícolas sonorenses en general, en varias partes del libro, como adversos al riesgo y a la innovación y como individuos temerosos de abandonar su zona de confort. Sin duda, esto es uno de sus aciertos analíticos, ya que el factor empresarial en este, como en cualquier otro sector productivo, es esencial para el éxito competitivo de la producción. En efecto, en la parte ii del libro (pp. 60-63), cuando examinan a Sonora como el "granero de México" y asiento de la "Revolución Verde", explican el desarrollo agrícola del estado, como producto de la preponderancia de las familias sonorenses en la política nacional, entre 1917 y 1948, y su notable capacidad de obtener apoyos del gobierno federal para un número ilimitado de proyectos.

Luego abundan en que los proyectos implementados abarcaron de la tecnificación del sistema de riego a la construcción de caminos para facilitar la comercialización, para lo cual se usó la justificación de la autosuficiencia alimentaria y la oportunidad de convertir a Sonora en el granero de México. Esta incipiente Revolución Verde, dicen los autores -la cual era algo más que la adopción de semillas mejoradas y la aplicación de fertilizantes químicos-, hubo de enfrentar, para su culminación, el desincentivo que significaban las condiciones socioeconómicas existentes y la extensa disponibilidad de tierras y agua, que permitían a los agricultores obtener grandes ganancias aun sin emplear eficientemente los recursos de que disponían.

"La revolución verde no funcionó tal y como se esperaba; el proceso de tecnificación que se pretendía lograr no se inició como iniciativa de los propios agricultores, por lo cual las adaptaciones propuestas a los modos de producción no fueron bien recibidas por los productores" (p. 63). Esta es una explicación sólida del porqué, ya avanzado el siglo XXI, los agrotitanes de Sonora continúan confortablemente dormidos en la primera mitad del siglo pasado.

Este libro tiene el valor de descubrir la insostenibilidad de algunos mitos, que dificultan el verdadero entendimiento de los problemas económicos de Sonora. Un ejemplo claro de ellos es la seguridad alimentaria, enarbolado con frecuencia por los representantes de los agricultores de los valles. Pues bien, cuando los autores examinan el papel de los subsidios en la viabilidad de la producción de trigo (p. 111) llegan a la conclusión, basada en información oficial, de que menos de la tercera parte de la producción del cereal corresponde a trigos panificables, que son los de mayor demanda en el país y en la entidad, y que el resto es de trigos industriales, forrajeros y para la exportación. Ellos lo dicen en estos términos: "[...] la estrategia de apoyos a la producción de trigo no beneficia la demanda interna y mucho menos garantiza la seguridad alimentaria". La estadística real es la herramienta que les ayuda a derrumbar el mito.

Bracamonte Sierra y Méndez Barrón hacen un buen trabajo analítico cuando abordan el tema de los costos y la rentabilidad en la producción del trigo sonorense. Demuestran que sin subsidios, lo agricultores de los valles estarían desde hace mucho fuera del negocio. Su aportación consiste en demostrar que no obstante que los rendimientos por hectárea son altos, inclusive comparados con los de las potencias cerealeras, también los costos lo son, lo cual obliga a los productores, además de depender de los subsidios, a sembrar grandes extensiones de terreno y no dejar descansar las tierras, ya sean propias o rentadas.

A la inviabilidad real del cultivo de trigo en Sonora, demostrada en este trabajo (pp. 113-122), habría que agregar una consideración más y de la mayor importancia; el costo real del agua. En la figura 40 (p. 114) se incluye el cuadro que contempla los costos de producción del grano; el gasto de irrigación —el tercero en importancia, por cierto, del total de los conceptos cuantificados—, lo cual no es lo mismo que el costo de oportunidad del agua. De ahí resulta que si los costos reales del agua agrícola se sumaran al total, los agricultores de las zonas de riego tendrían una deuda histórica impagable con los sonorenses.

Son muchos los aspectos positivos de este trabajo que se podrían comentar, pero la reseña no estaría completa si no se refieren algunas debilidades y omisiones del conjunto de los apartados, que se señalan a continuación; por ejemplo, la protección agrícola entre los países desarrollados, se revisan los casos de la Comunidad Europea y de Estados Unidos de América. En la figura 1 (p. 26) se representan las gráficas del valor, en millones de dólares, de los apoyos a los productores agropecuarios de 1986 a 2004, de las dos regiones desarrolladas comparados con los correspondientes a México. Se observa una enorme diferencia de varias decenas de miles de millones de dólares. Una mirada superficial indicaría que nuestros agricultores están en enorme desventaja frente a los de los países referidos. Sin embargo, la situación cambia radicalmente si el lector agrega otros parámetros al análisis.

En efecto, el valor de los subsidios en la Unión Europea y en Estados Unidos es mayor que los de nuestro país, pero lo que la figura no informa es que de acuerdo con estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación, el valor de la producción para 2011 del trigo en México fue de 547 millones de dólares, mientras que el de la Unión Europea fue de 12 471 y el de Estados Unidos de 7 709.

Si se observan las cifras de tonelaje producido, las diferencias también son enormes. Mientras que la cosecha de México fue de 3 628 000 toneladas en el mismo año, la de la Unión Europea ascendió a más de 140 millones y la de Estados Unidos a más de 54 millones. Por estas razones no consideramos apropiado argumentar que nuestros productores agrícolas están en desventaja frente a esos países, si sólo se utilizan las cifras agregadas de los subsidios. Algunos indicadores relacionales serían más útiles en el análisis.

En la parte donde se examinan las regiones agrícolas y el patrón de cultivos (pp. 79-94), tras explicar las diferencias entre zonas agrícolas del avance en el cambio de productos trabajados, los autores dan por sentado que emigrar a frutas y hortalizas, principalmente uva y nuez, es recomendable dadas las condiciones desérticas del estado. Nadie duda de la urgencia del cambio de dicho patrón, por tantos años postergado, pero tomando en cuenta opiniones de especialistas agrícolas, habría que ser muy cuidadosos con los nuevos cultivos cuando se establecen en ambientes no controlados, que traen por consecuencia prácticas de riego altamente consumidoras del recurso escaso para el estado.

Bracamonte Sierra y Méndez Barrón proponen un esquema estratégico de reconversión productiva, para avanzar y reorientar el rumbo del sector agrícola en Sonora, que consta de tres tipos de acciones: a) la simple reconversión del cultivo de granos duros para la exportación en trigos panificables, que son los que tendrían algún significado de seguridad alimentaria; b) la reconversión del cultivo de trigos cristalinos por otros cultivos, pero al final granos y oleaginosas y c) la expansión de la superficie sembrada de perennes, siempre y cuando se monitoree la evolución del mercado, a fin de impedir la saturación, que ponga en riesgo la estabilidad de precios. También comentan que el uso eficiente del agua constituye una reconversión de largo aliento.

Estos tres grupos de elementos constituyen, sin lugar a dudas, una excelente propuesta para transformar una agricultura contraria a las teorías económicas tanto de las ventajas comparativas como de las competitivas, en una que se encamine hacia el cambio y la innovación y con ello deje de ser divergente de las tendencias mundiales del desarrollo, adversa a los intereses de la sociedad sonorense y perjudicial para los recursos naturales y el ambiente.

Sin embargo, con todo y lo recomendable que resulta una estrategia de reconversión como la esbozada, creemos que no deja de ser limitada y demasiado cautelosa en las implicaciones que podría tener en los poderosos intereses creados en torno a la agricultura sonorense. Por decirlo de otra manera, urge la implementación de acciones como las señaladas, pero con todo y su pertinencia, se hacen necesarios cambios más radicales en el campo sonorense, sobre todo por la urgencia de utilizar la escasa agua de las captaciones en presas como un recurso para el sostenimiento y desarrollo de una economía más sofisticada que se inserte competitivamente en la llamada globalización.

La industria de transformación, los servicios, el comercio y el desarrollo urbano demandan disponibilidad suficiente de agua y, aunque nos resulte molesta la idea, ésta tiene que provenir de la actual agricultura extensiva, la cual es económicamente improductiva, onerosa para la sociedad y carente de sustentabilidad, como se demuestra en esta investigación.

La inacción o el desinterés en este tema crucial para la economía y la sociedad sonorense, llevaría, como se dice al final de este texto, más pronto que tarde al colapso del agro del estado, y dejaría sin opciones de supervivencia a las localidades y a la población que vive en el campo.

Esta obra tiene muchos otros aciertos y algunos enfoques perfectibles, pero concluyamos con la sugerencia de su lectura, la que por supuesto consideramos obligada para políticos, funcionarios públicos, académicos, empresarios y miembros de la sociedad en general. Trabajos de este tipo son esenciales para identificar los rasgos y naturaleza de los modelos de producción con los que la economía y la sociedad sonorense podrán salir de la lentitud, el atraso, la inequidad y la polarización que actualmente caracterizan a Sonora.

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