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Región y sociedad

versión On-line ISSN 2448-4849versión impresa ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.25 no.58 Hermosillo sep./dic. 2013

 

Reseñas

 

Zulema Trejo Contreras (2012), Redes, facciones y liberalismo. Sonora, 1850-1876

 

Raquel Padilla Ramos*

 

Hermosillo, El Colegio de Sonora/El Colegio de Michoacán, 300 pp.

 

Profesora-investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia, delegación Sonora. Correo electrónico: raquel_padilla@inah.gob.mx.

 

Las redes no se tejen, se urden; el producto de la urdimbre es una trama. Las redes no se hacen en el aire, para urdirlas es necesario contar con un bastidor o urdidera y con hilos. Si se desea lograr una buena trama, los nudos son fundamentales. En el proceso de reticulado, hacer varias capas de hilos superpuestos, en vez de una sola, dará consistencia y fortaleza a la red. Estos son los principios básicos de los cuales podemos partir para entender la propuesta de Zulema Trejo Contreras en Redes, facciones y liberalismo. Sonora 1850-1876, publicado por El Colegio de Sonora y el de Michoacán.

La obra consta de cinco grandes capítulos subdivididos en apartados temáticos pequeños, además de la introducción y las conclusiones, y aunque carece de mapas geográficos, en cambio posee tablas y esquemas, que son indispensables, y nos permiten entender mejor el comportamiento de las redes y las facciones en la Sonora del ombligo del siglo XIX.

En el prólogo, Antonio Escobar Ohmstede señala que es esencial, en el conocimiento de nuestras sociedades, ver "el funcionamiento de las familias a través de alianzas matrimoniales, de compadrazgo o solamente por medio de aquellas que pudieron ser efímeras". Esto es lo que hace la autora empleando como metodología la detección y análisis de redes. Su objetivo primordial es "conocer qué eran [las facciones], cómo se conformaron y de qué manera participaron en el cambiante escenario político de la época, partiendo de la hipótesis de que se originaron en las redes de relaciones sociales que dominaban el escenario político de la época estudiada, o más precisa aún, que las facciones se originaron en la fragmentación de las redes sociales.

En términos hispanoamericanos, una red es un chinchorro. En el argot de los pescadores locales, un encierre es el acto de capturar un cardumen en alta mar, y lo hacen formando un círculo con el chinchorro, que varía en longitud, pero puede alcanzar hasta dos mil metros. La luz de malla es acorde a la presa esperada, es decir, el tamaño de sus cuadros. Con el apoyo de genealogías y prosopografías de personas clave, denominados aquí personajes guías, en permanente relación con su entorno social, encontramos a lo largo del libro encierres efectivos o endebles, a través de relaciones de parentesco, clientela, paisanaje, negocios, compadrazgo, linaje, señorío y amistad, entre otras. Cada uno de estos vínculos se estableció, según el grado de notabilidad del miembro de la red, con una luz de malla diferente.

A lo largo de la investigación domina la red de los Gándara-Íñigo-Cubillas-Aguilar, que giraba en torno a la casa Íñigo, monopolizadora del comercio y del crédito local. Los apéndices de las redes, aunque no llegan a contener los cardúmenes, son fundamentales en la faena pescadora. Uno de estos extremos, el primero que se arroja, es una especie de ancla de varios picos llamado grampin, que cuando toca fondo la embarcación comienza a recular a efecto de que la malla sea arrojada al mar. Terminado esto, la lancha avanza para dejar el tendido de la red y soltar la boya, que es la marca donde debe iniciar el cobro del equipo, es decir, la captura.

De este modo, como grampins de la red Gándara-Íñigo-Cubillas-Aguilar podemos ubicar a los indios ópatas y yaquis. Ambos grupos forman parte de la red en calidad de apéndices coadyuvantes, en vista de que no gozaban de sus privilegios y de que las demandas que planteaban eran de una naturaleza muy particular, muy étnica. Aunque no eran forzosamente cuerpos coligados, estos pueblos indígenas hacían acto de presencia como contingentes guerreros para fijar con las elites, a cambio, espacios de negociación.

La autora se pregunta y ofrece hipótesis y respuestas en un constante diálogo con las fuentes, consigo misma y con el lector. Los contenidos y el frecuente contrapunteo que establece con gran variedad de datos empíricos, me ha permitido metaforizar su red social y equipararla a la que se usa en el ámbito pesquero. Me posibilita también determinar que una cosa es la red y la forma como está compuesta, y otra lo que ésta logra contener, es decir, el cobro. Se trata de la parte más pesada en el proceso de captura de peces, ya que los pescadores deben ir desenmallando rápidamente las piezas atrapadas. Esto obedece a que el equipo va quedando listo para un nuevo lance o tendido.

De esta forma podemos ver cómo algunos miembros de la red dominante suman, guardan, adhieren, controlan, usan, separan, restan, despegan, desapegan y eliminan, cuando les es preciso, lo que han atrapado, ya fueren individuos o colectivos. No es de extrañar, pues, que la red Gándara-Íñigo-Cubillas-Aguilar se dividiera en dos facciones, como señala la autora: "una agrupada en torno a Manuel María Gándara, la otra alrededor de Manuel Íñigo y Fernando Cubillas. Las facciones gandarista e iñiguista estaban por nacer".

En el tendido de relaciones de los notables y dentro de límites constitucionales diversos, era importante determinar con claridad las facultades y los alcances que cada miembro guardaba respecto a los representantes políticos y viceversa. Bajo esta tesitura, de manera diáfana, Trejo Contreras reconstruye las atribuciones y el poder que los gobernadores y los integrantes del Congreso tuvieron en las etapas del periodo de estudio (trece en el caso de los primeros), tanto en el plano formal como informal.

Fue así como un Ignacio Pesqueira pudo gobernar de manera habitual "investido de facultades extraordinarias en los ramos de hacienda, guerra y guardia nacional. Los apaches, los yaquis o los notables que le hacían oposición le proporcionaban también los motivos para dejar a un lado las disposiciones de 1861 y seguir gobernando bajo los preceptos de la constitución de 1848", subraya la autora. Esto significa que había un gran margen de maniobra. Así mismo, destaca la conclusión de una casi nula ilegalidad en las acciones de estos personajes, pues estaban arropados de marcos jurídicos que daban ordenamiento y sostén, vigor y permanencia a sus procederes. Sería interesante que en trabajos futuros, ella ubicara de forma similar cómo eran los nexos que tenían con la Iglesia las elites que conformaban la red dominante y las paralelas. También el rompimiento del orden institucional por parte de las facciones y el papel desempeñado por los indígenas, los pueblos y las haciendas son tópicos que trabaja de forma acuciosa. Para comprender mejor esto, le fue indispensable tener definiciones claras de los conceptos utilizados en la época: asonada, pronunciamiento y levantamiento, para referirse a los movimientos sociales en contra del régimen establecido o de las facciones.

La predominancia de una red no implica su perennidad; la urdimbre de la Gándara-Íñigo-Cubillas-Aguilar, como red superior en Sonora a mediados del siglo xix, obedecía a su victoria sobre la de Arizpe, encabezada por José Urrea. Empero, en el contexto local no pudo mantener el control efectivo sobre sus rivales ni logró siempre incorporar a los personajes adecuados; en el nacional, los acontecimientos funcionaron como catalizadores, indica Trejo, "para acelerar [su] proceso de desintegración".

Redes, facciones y liberalismo. Sonora 1850-1876 nos deja de manera subrepticia o explícita, una invitación a profundizar en estudios sobre las redes paralelas a la dominante, así como de facciones y redes dominantes en otros momentos del siglo xix. Añadiría también la propuesta de realizar investigaciones sobre las elites indígenas y la urdimbre de sus redes. Por lo pronto, aquí cabe preguntarse por qué los grandes jefes yaquis, como Cajeme, Tetabiate y La Bandera son originarios de los pueblos yaquis ligados al mar, y si pueden vincularse a redes indígenas urdidas a partir del linaje.

Por último, quiero terminar añadiendo que el trabajo de Zulema Trejo se inscribe en los estudios de historia sociopolítica, pero esto no lo exenta de cubrir cuestiones étnicas, económicas, culturales y hasta militares. La autora navega por las turbulentas aguas de un siglo xix pleno de violencia y pactos inter e intrafamiliares de los notables de Sonora, pero también de charadas y negociaciones con los indígenas y entre estos mismos. Redes, facciones y liberalismo viene a sumarse a las obras recientes que zanjan una faltante en la historiografía sonorense respecto a las élites regionales, abordadas aquí a través del análisis de las redes que se urdieron dentro de la geografía estatal y hacia el exterior.

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