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Región y sociedad

On-line version ISSN 2448-4849Print version ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.24 n.54 Hermosillo May./Aug. 2012

 

Reseñas

 

Vladislav Zubok (2008), Un imperio fallido. La Unión Soviética durante la guerra fría

 

Cristian Uriel Solís Rodríguez*

 

Barcelona, Crítica, 692 pp.

 

*Maestro en ciencias sociales y responsable de evaluación y gestión académica del posgrado en ciencias sociales de El Colegio de Sonora. Correo electrónico: csolis@colson.edu.mx

 

Esta obra es quizá la primera, al menos traducida al castellano, que trata sobre la política exterior soviética vista desde la perspectiva rusa, con documentación y fuentes primarias. Su autor, el historiador ruso Vladislav Zubok, expone desde el inicio la tesis central que llama paradigma revolucionario-imperial soviético, y plantea que la ideología y el Ejército fueron los cimientos que sostuvieron a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

La cercanía de Zubok con los sentimientos y pensamiento histórico exterior de los soviéticos, le permite revelar las posturas culturales y geopolíticas que la Unión Soviética fue adoptando en los escenarios militares y políticos donde tuvo necesidad de intervenir; así como las tendencias políticas y militares que cada administración estadounidense aplicaba hacia la URSS. Por ejemplo, ve a la guerra fría como un debate constante, tanto interno como externo, donde se discutía y se sustituían las formas de afrontar los eventos que incumbían a los intereses del país.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la URSS adquirió un perfil expansionista; de ser una nación atrasada y a la defensiva de Occidente, se convirtió en una potencia conquistadora que debía organizar nuevos territorios, sobre los que los rusos no habían tenido un dominio de tal magnitud, y carecían de experiencia. El antiguo imperio ruso se había limitado a zonas de la cultura eslava; con la guerra, la URSS se expandió a una región mayor de Europa y en poco tiempo comenzaría a intervenir en otras partes del mundo.

Zubok dedica, de manera extensa, la primera parte del libro al análisis del estalinismo, pues fue en ese periodo cuando se cimentaron las reglas políticas, los criterios culturales y la posición ideológica que la Unión Soviética mantuvo hasta su disolución, y que marcó los debates de su elite para decidir el destino interno y externo. Con Stalin, la URSS se convierte en un imperio socialista en construcción. El historiador dilucida las circunstancias y las posturas diplomáticas e internas que asumió cada uno de los líderes del Partido Comunista de la Unión Soviética, y descubre las intenciones profundas de la política internacional soviética.

Son cinco las razones que hacen de este libro un parteaguas en la historiografía acerca de la URSS: a) está escrito por un ruso; b) contiene fuentes primarias (actas del politburó, diarios, telegramas cifrados y conversaciones grabadas); c) tiene una perspectiva global; d) se revelan los intereses, objetivos y actitudes de cada líder y e) presenta la ideología de la nación desde una óptica histórica y contextual, es decir, con cambios que experimentó debido a los problemas externos e internos que se fueron presentando hasta su decadencia.

Es una obra que evidencia los mitos producidos por el hermetismo de las fuentes soviéticas, que expone los miedos, los cambios, las dudas, las hazañas, las crisis, los aciertos, las limitaciones, los contextos y los actores que fueron decidiendo el rumbo del país. En ella se analiza detenidamente cada evento, sobre todo internacional, en que la URSS estuvo inmiscuida. Deja la impresión de que fueron las presiones globales, las que constriñeron las decisiones políticas internas, aunadas a la actitud y personalidad de cada líder.

Las administraciones posteriores no pudieron liberarse nunca del aparato que había creado Stalin, sino hasta las reformas de Mijaíl Gorbachov, pero cuyo precio fue la disolución de la URSS. Los soviéticos estuvieron a la defensiva casi toda la guerra fría, a excepción del régimen de Nikita Jruschov, que llevó al extremo la amenaza nuclear como forma de presión para Estados Unidos, sin embargo, sus resultados no fueron bien vistos por la población, lo que desembocó en su renuncia.

Fueron escasos los momentos en que los soviéticos tomaron la ofensiva, esto para responder a los hostigamientos de Estados Unidos, ejemplo de esas acciones fue el Consejo de Ayuda Mutua Económica, creado por Stalin en respuesta al Plan Marshall, o el Pacto de Varsovia para responder a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Zubok plantea que el respaldo de Stalin a Kim ii Sung, para anexionarse Corea del Sur, obedeció más a una venganza contra los estadounidenses que a la lógica de expandir su imperio socialista. También expone los errores de la posición arrogante que los soviéticos asumieron con países a los que pretendían tratar como satélites secundarios, como fue el caso de China. Stalin vio a Asia como un trampolín para distraer a Estados Unidos y conquistar Europa. La URSS siempre estuvo tras los pasos de América del Norte, el objetivo era obtener la paridad.

Zubok no conserva la visión tradicional de ver a la guerra fría como un choque entre dos superpotencias y el mundo moviéndose al compás que dictaban ambas; muestra que fueron los escenarios mundiales y sus problemáticas específicas las que iban determinando las decisiones de la URSS. Tampoco menciona la existencia de un equilibrio de poder, pues en la obra se refiere constantemente al menor producto interno bruto (PIB) y nivel de vida de la URSS con respecto a Estados Unidos, durante todo el periodo de la guerra fría.

El autor revela los debates y divisiones que había dentro de la elite soviética, y demuestra que la URSS no mantuvo una política uniforme. Aunque no abandona la visión imperialista acerca del país; describe y plantea que los momentos de distensión y de coexistencia que hubo entre las dos potencias durante la guerra fría se dieron por iniciativa soviética, la excepción fue el extremismo de Nikita Jrushchov. Con él, la estructura soviética se fue flexibilizando; los objetivos fueron la preservación de la República Democrática Alemana y la desestabilización de la OTAN. Cuando el Medio Oriente entró en escena, la URSS comenzó la carrera armamentista. La lucha por el canal de Suez hizo que Jrushchov iniciara su amenaza nuclear.

Con el lanzamiento del Sputnik empezó la paranoia nuclear de ataques con misiles, y una nueva etapa en las relaciones internacionales y en la postura de la URSS, Jrushchov optó por una posición radical de la resistencia. Llevó a su país al extremismo nuclear, y provocó los riesgos más peligrosos de la guerra fría. Zubok evidencia que en aquellos momentos la lucha ya no fue ideológica, sino por lograr la superioridad militar. Esta situación llevó a establecer la "coexistencia pacífica" entre capitalismo y socialismo, ante el temor de la extinción nuclear, lo cual cambiaba por completo las teorías marxistas de que el socialismo acabaría con el capitalismo, o de que ambos sistemas eran excluyentes radicalmente. La política se hizo flexible y ambos sistemas de producción pudieron coexistir.

Las relaciones con China se deterioraron debido a ese extremismo nuclear, que hizo ver que la ideología no es suficiente, y que la política cambia según los intereses particulares de cada Estado. China aspiraba también a ser una potencia, no sólo un país socialista, ni mucho menos un satélite de la URSS. A su vez, cada acción que la Unión Soviética emprendía también provocaba un cambio en la política estadounidense.

Con Leonid Brezhnev se abandonaron los proyectos reformistas ante el desprestigio que obtuvo Jrushchov por su extremismo nuclear, y por lo cercano que estuvo de empezar una guerra nuclear con Estado Unidos. Se regresó a una ideología fosilizada, y se intentó reprimir cualquier forma de disidencia cultural, obligando a muchos a tomar el camino del exilio y la emigración. Brezhnev prefirió seguir la vía de la distensión con las potencias occidentales y, según el autor, fue el primer dirigente que conscientemente adoptó el manto de pacificador y de estadista con sentido común. Según él, lo que llevó a cabo Gorbachov, ya lo había iniciado Brezhnev.

La distensión de Brezhnev terminó con la invasión a Afganistán, la cual, los estadounidenses vieron como una ofensiva hacia el golfo Pérsico y su petróleo; además, estalló una revolución en Polonia con el movimiento anticomunista "solidaridad", que significaba un peligro más grande en Europa central de lo que había sido la Primavera de Praga, contextos que cambiaron las políticas y los resultados de los debates. Zubok deja claro que fue el juego de poderes o las relaciones de dominio las que determinaron la política, más que el papel de las ideologías.

La evolución negativa de las revoluciones en África del norte y la traición de Anuar el-Sadat, en Egipto, hizo que los soviéticos cambiaran su política, pues vieron resultados nulos en esos países y su gran derroche en recursos y armamento. En la década de 1980, la Unión Soviética ayudaba o mantenía a 69 países satélites, y más de una cuarta parte del PIB se usaba para financiar el desarrollo militar. Con la guerra en Afganistán y las sanciones económicas de James Carter, la economía soviética decayó en los años ochenta, y creció el sentimiento antisoviético.

Los líderes posteriores a Brezhnev (Yuri Andrópov y Konstantin Cherchenko) murieron en menos de tres años, y con su ausencia terminó quizá la generación soviética que aún propugnaba por una ideología marxista estancada. Existía ya muy poco idealismo entre la juventud de la elite; además, reinaba el consumismo frustrado, el cinismo y la búsqueda de los placeres de la vida. En estas circunstancias, y con otro tipo de visión, Gorbachov llega a la secretaría general del partido junto con una nueva generación, y así inició la perestroika (reestructuración), con la que quería salvar al socialismo de una situación de estancamiento y de una crisis inminente. Esto generaría nuevos debates políticos e ideológicos, en una etapa en que la URSS ya no podía sostenerse según las reglas y estructuras anteriores.

Según Zubok, el accidente de Chernobyl influyó en forma decisiva en Gorbachov para la aplicación de glasnot, que significó una reforma social importante, pues proponía debatir los asuntos trascendentales con el pueblo, sin hermetismo. Abrir los debates de los problemas a la opinión pública, tal vez fue una de las reformas políticas y sociales más radicales en la historia del país. La nueva visión generacional de Gorbachov estaba divorciada radicalmente del pasado soviético, y buscaba una occidentalización general del Estado; intentó insertar políticas y reformas similares a las de los modelos occidentales.

Lo criticable de Gorbachov fue su actitud "tibia" en momentos difíciles, ya que no hizo los cambios y reformas a los precios y subsidios por temor a alborotar a la gente, y que todo desembocara en un caos social. No expulsó del escenario a Boris Yeltsin cuando pudo hacerlo, que era considerado por la elite de ese momento como un oportunista sin principios. Además, confió ciegamente en los occidentales y en especial en los estadounidenses, quienes no dejaron de presionar para precipitar el derrumbe del bloque socialista.

Con todo lo ocurrido después en tan poco tiempo (la caída del muro de Berlín, el golpe de Estado y la separación de las repúblicas socialistas), la URSS se disuelve y se desintegra en 15 Estados independientes. Para Zubok, el nuevo pensamiento de Gorbachov garantizó un final pacífico a una de las rivalidades más peligrosas y prolongadas de la historia contemporánea. Lo considera la figura principal que terminó con la guerra fría y no los estadounidenses, quienes se equivocan al pensar que fue la cruzada anticomunista y provocadora de Reagan y su Strategic Defense Initiative las que ganaron la guerra, al llevar a su límite a la URSS con una nueva carrera armamentista.

Según la historiografía, hay tres escuelas sobre los estudios soviéticos: a) la sovietología tradicional o los "totalitarios"; b) los revisionistas y c) los post-revisionistas (Fitzpatrick 2007, 77-78). El modelo "totalitario" retrataba a la URSS como una entidad jerárquica, donde dominaba el control y manipulación del régimen (Ibid., 80). Los revisionistas, de las décadas de los años sesenta y setenta, no consideraban que el terror podía por sí solo forzar y asegurar la sobrevivencia del Estado. Ellos sugerían que había algún tipo de apoyo social por parte del régimen (Ibid., 81). El post-revisionismo de los años noventa fue el redescubrimiento de la ideología, vista como algo construido colectivamente y no impuesto. Aquí las relaciones de poder son múltiples y descentradas (Ibid., 87).

A Zubok probablemente se le podría colocar en este post-revisionismo de la historia soviética, aunado a una riqueza mayor en fuentes, con perspectiva global y centrado en debates políticos, que permite observar desde un ángulo diferente los acontecimientos que decidieron la corta vida del imperio socialista soviético.

 

Bibliografía

Fitzpatrick, S. 2007. Revisionism in Soviet History. History and Theory. Studies in the Philosophy of History 46(4): 77-91.         [ Links ]

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