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Región y sociedad

versión On-line ISSN 2448-4849versión impresa ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.22 no.49 Hermosillo sep./dic. 2010

 

Reseñas

 

María Fernanda Boidi y María del Rosario Queirolo (2009), La cultura política de la democracia en Uruguay: informe del Barómetro de las Américas 2008

 

Antonio Murga Frassinetti*

 

Montevideo, Universidad de Montevideo–Kellog Institute for International Studies, 159 pp.

 

* Profesor–investigador del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Correo electrónico: almf@xanum.uam.mx

 

La discusión académica sobre la transición democrática en los países latinoamericanos ha experimentado cambios sustanciales en los últimos años, como se hace referencia en los textos de Huntington (1994); O'Donnell, Schmitter y Whitehead (1988) y Cecilia Lesgart (2003), los ejes del análisis y el debate de la década de 1980 se han reemplazado por la calidad de la democracia, la gobernabilidad democrática, la participación social y política, la representación política y su crisis, la desafección ciudadana con la democracia, sus instituciones y sobre todo con sus partidos, la cultura política posautoritaria y democrática y las formas nuevas de inestabilidad política, entre otros, como se puede ver en los trabajos de Booth y Seligson (2009); Caetano (2006); Linz y Valenzuela (1994); Mainwaring, Bejarano y Pizarro (2008); Pérez–Liñan (2007) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD (2004).

Boidi y Queirolo recogen en esta obra una problemática central del debate actual en la experiencia uruguaya; se trata específicamente de la cultura política democrática y de los efectos mutuos entre cultura política y gobernabilidad. Dicen que se "examina el impacto de la percepción ciudadana sobre la gobernabilidad y la experiencia con la gobernabilidad sobre el grado en que los ciudadanos uruguayos apoyan, o no, los aspectos claves de la democracia estable" (p. 26). Los datos del análisis proceden del Barómetro de las Américas 2008,1 que con la coordinación de Mitchell Seligson –director del Proyecto de Opinión Pública en América Latina en la Universidad de Vanderbilt– se realiza en 22 países2 americanos.

El libro se compone de cinco capítulos. El primero es una introducción a la democracia uruguaya, definida como la más estable en la región. En efecto, dicen las autoras, después de su retorno en 1985, y a diferencia de varios países, Uruguay no ha puesto en riesgo la democracia, ni ha sufrido alguna crisis institucional relevante. En otras palabras, la discusión actual no se relaciona con la estabilidad de la democracia uruguaya, sino con su calidad. El segundo capítulo analiza sus fortalezas, los dos siguientes examinan los desafíos que enfrenta y el quinto revisa las percepciones de los ciudadanos sobre cómo influye la situación económica personal en relación con el apoyo que le brindan a la democracia.

El primer núcleo analítico del libro se encuentra en el capítulo dos "Uruguay en la región: las fortalezas de la democracia uruguaya". De acuerdo con Boidi y Queirolo, el análisis centra su atención en la valoración que hacen los ciudadanos de cuatro elementos centrales de la cultura política para la consolidación y estabilidad democrática. En este esfuerzo, las autoras construyen cuatro medidas de creencia: a) en la democracia como el mejor sistema posible; b) en los valores esenciales de los que ésta depende; c) en la legitimidad de las instituciones clave de la democracia y d) en que se puede confiar en otros. La primera medición refiere a la credibilidad en el "concepto churchilliano", de que la democracia a pesar de todos sus problemas es mejor que cualquier otro sistema; la segunda alude a las dos subdimensiones que la definen según Robert Dahl (1989 y 1992); el derecho de participación e inclusión de la oposición. La tercera subraya la legitimidad de cuatro órdenes institucionales: los poderes Ejecutivo y Legislativo, el sistema de justicia y los partidos políticos; por último, la cuarta refiere a la confianza interpersonal, entendida como un componente clave del capital social.

Las cuatro dimensiones se midieron con una batería de 14 preguntas. Para medir la primera se utilizó la siguiente (p. 27): puede que la democracia tenga problemas, pero ¿es mejor que cualquier otra forma de gobierno? La segunda empleó tres ítems para medir la subdimensión apoyo al derecho de participación3 y cuatro para la de tolerancia política4 (p. 29 y 31). La tercera con cinco preguntas5 (p. 36) y la cuarta utilizó el ítem clásico de confianza interpersonal.6

¿Qué reportan los datos uruguayos del barómetro 2008? Obviamente, el aval a la democracia uruguaya varía según la dimensión. Más de ocho de cada diez personas se adhieren al "concepto churchilleano" —la democracia es la mejor forma de gobierno posible— lo que ubica a este país en el tercer lugar de los 22 del continente. Los uruguayos resultaron menos democráticos al medir el apoyo a los valores esenciales de la democracia: el derecho de participación (78 por ciento), la tolerancia política (55) y la creencia en la legitimidad política de las instituciones fundamentales del régimen alcanzó 49.7 por ciento en la escala de 1 a 100. Por último, en cuanto al respaldo democrático medido como confianza interpersonal, logró los 62.4 puntos de promedio. En resumen, Uruguay se encuentra en el grupo de países americanos en los que la democracia recibe el mayor soporte ciudadano; ninguna de las cuatro dimensiones obtuvo un apoyo menor al medio7 (p. 47–48).

Los datos plantean un interrogante: ¿quiénes son los uruguayos que defienden más a la democracia? De acuerdo con Boidi y Queirolo, éstos revelan que quienes poseen un nivel educativo y económico mayor otorgan un aval más alto. Estos resultados corroboran las teorías pioneras que sostienen que para tener democracias estables se necesita desarrollo económico. El otro resultado es que los más jóvenes tienen menor tolerancia política y respaldo para las instituciones. Esta combinación genera, en el mediano y largo plazo, preocupación por el futuro de la democracia.

El otro núcleo importante para el análisis refiere a la repercusión de las percepciones económicas sobre el respaldo a la democracia. Las autoras sugieren la hipótesis de que las evaluaciones que los individuos hacen sobre la situación económica tanto personal como del país son más importantes que la realidad objetiva, a la hora de definir actitudes y comportamientos políticos.8 En consecuencia, para medir la influencia de la economía, "no usamos el nivel socioeconómico de los individuos sino su percepción de qué tan bien o mal le va económicamente al país y al propio entrevistado" (p. 97). El barómetro 2008 construyó cuatro preguntas.9

¿Qué nos dice la información recogida? En el primer nivel, las percepciones "de qué tan bien o mal le va económicamente al país y a los propios entrevistados", 21.4 por ciento califica la situación económica como buena, 51 ni buena ni mala y 27.6 como mala. Sin embargo, cuando se evalúa la economía personal, la mejoría es menor que la adjudicada para el país. Un poco menos de un tercio de los uruguayos considera que su situación mejoró en los últimos 12 meses (31.3 por ciento), cuatro de cada diez dicen que está igual (42.4), y un poco más de una cuarta parte (26.3) considera que está peor. En otras palabras, los balances sobre las evoluciones económicas tanto del país como las personales son positivos (p. 101). Ahora bien ¿cuál es el efecto de las percepciones económicas sobre el apoyo a la democracia uruguaya? El análisis de Boidi y Queirolo muestra que los más conformes con la situación —del país y personal, en el momento actual— tienden a defender más a la democracia, medida a través de cualquiera de las cuatro dimensiones de la cultura política. Por ejemplo, quienes la evalúan como muy mala tienen un promedio de 70 puntos a favor de la democracia en sí misma (a la idea "churchilleana"), mientras que es total entre quienes la consideran como muy buena, es decir, de 100 puntos de promedio. En resumen, los datos indican que cuanto mejor es la percepción de la situación económica, mayor es el soporte a la democracia (p. 102–108).

El análisis de la cultura política democrática de los uruguayos, realizado por Boidi y Queirolo, constituye una aportación importante al estudio de las actitudes ciudadanas a fines de la primera década del nuevo siglo. En tal perspectiva, subrayamos también la importancia del Barómetro de las Américas, que no es un proyecto para una nación en un momento del tiempo; éste inició en 2004 en ocho países y en la actualidad es un estudio longitudinal que se realiza cada dos años, en 22 Estados americanos. Por tanto, se trata de una base de datos de riqueza incalculable para analizar la cultura política latinoamericana.

Con base en la información del Barómetro de las Américas, Boidi y Queirolo han construido un retrato de los patrones cambiantes de la nueva cultura política uruguaya, y al mismo tiempo han elaborado aportaciones innovadoras. Por razones de espacio, citamos sólo dos: la construcción de los cuatro conjuntos principales de creencias —esenciales para que las democracias sean capaces de consolidarse y mantenerse estables—, con base en las contribuciones de Robert Dahl y Pippa Norris, y los procedimientos de medición y análisis de la relación entre evaluaciones económicas y respaldo político; en este punto, el texto nos recuerda las aportaciones clásicas de Christopher Anderson (1995). En tal sentido, no dudamos que La cultura política de la democracia en Uruguay sea un libro de lectura obligada entre los estudiosos de los procesos democráticos en América Latina.

 

Bibliografía

Anderson, Christopher. 1995. Blaming the Government: Citizens and the Economy in Five European Democracies. Nueva York: Sharpe.         [ Links ]

Booth, J., y M. Seligson. 2009. The Legitimacy Puzzle in Latin America: Political Support and Democracy in Eight Nations. Cambridge: Cambridge University Press.         [ Links ]

Caetano, G., (compilador). 2006. Sujetos sociales y nuevas formas de protesta en la historia reciente de América Latina. Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.         [ Links ]

Dahl, Robert. 1992. La democracia y sus críticos. Madrid: Paidós.         [ Links ]

––––––––––. 1989. La poliarquía: participación y oposición. Madrid: Tecnos (edición original inglesa: 1971).         [ Links ]

Huntington, S. P. 1994. La tercera ola: la democratización a finales del siglo XX. Buenos Aires: Paidós.         [ Links ]

Lesgart, Cecilia. 2003. Usos de la transición a la democracia: ensayo, ciencia y política en la década del 80. Santa Fe: Homo Sapiens Ediciones.         [ Links ]

Linz, J., y A. Valenzuela (compiladores). 1994. La crisis del presidencialismo: el caso de Latinoamérica. Madrid: Alianza Editorial.         [ Links ]

Mainwaring, S., A. Bejarano y E. Pizarro (editores). 2008. La crisis de la representación en los países andinos. Bogotá: Grupo Editorial Norma.         [ Links ]

O'Donnell, G., P. Schmitter y L. Whitehead (compiladores). 1988. Transiciones desde un gobierno autoritario, 4 volúmenes. Buenos Aires: Paidós.         [ Links ]

Pérez–Liñan, A. 2007. Juicio político al presidente y nueva inestabilidad política en América Latina. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

PNUD. 2004. La democracia en América Latina: hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos. Buenos Aires: PNUD.         [ Links ]

 

Notas

1 Proyecto que comenzó en 2004, y se aplica cada dos años; incorporó por primera vez a Uruguay en la ronda 2006. En la de 2008 entrevistó a 1 500 individuos, la muestra es representativa de mayores de 18 años que habitan en todo el territorio nacional; el marco a partir del cual se diseñó la muestra es el Censo nacional de población de 2004. En Montevideo se levantó 41.9 por ciento de las encuestas y 58.1 en el resto del país, según la distribución de población del censo de 2004.

2 Bolivia, Brasil, Colombia, Canadá, Costa Rica, Chile, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.

3 Decían: a) que las personas participen en manifestaciones permitidas por la ley. ¿Con qué firmezausted aprobaría o desaprobaría?, b) que las personas participen en una organización o grupo para tratar de resolver los problemas de las comunidades. ¿Con qué firmezausted aprobaría o desaprobaría?, y c) que las personas trabajen en campañas electorales para un partido político o candidato. ¿Con qué firmezausted aprobaría o desaprobaría?

4 Decían: a) hay personas que siempre hablan mal de la forma de gobierno del [país], no sólo del que está en turno, sino de su forma, ¿con qué firmezaaprueba o desaprueba usted el derecho de votar de esas personas?, b) ¿con qué firmezaaprueba o desaprueba usted el que estas personas puedan llevar a cabo manifestaciones pacíficas con el propósito de expresar sus puntos de vista?, c) ¿con qué firmezaaprueba o desaprueba usted que estas personas puedan postularse para cargos públicos?, y d) ¿con qué firmezaaprueba o desaprueba usted que estas personas salgan en la televisión para dar un discurso?

5 Decían: a) ¿hasta qué punto tiene confianza usted en el gobierno nacional?, b) ¿hasta qué punto tiene confianza en el sistema de justicia?, c) ¿hasta qué punto tiene usted confianza en la Corte Suprema de Justicia?, d) ¿hasta qué punto tiene confianza usted en el Congreso nacional?, y e) ¿hasta qué punto tiene confianza usted en los partidos políticos?

6 La pregunta decía: ahora, hablando de la gente de aquí, ¿diría que la gente de su comunidad es muy confiable, algo confiable, poco confiable o nada confiable?

7 Según las autoras, los datos del Barómetro de las Américas confirman el diagnóstico realizado por otras mediciones de la democracia, como por ejemplo Freedom House y Transparencia Internacional.

8 Las percepciones de los uruguayos sobre la situación económica influyen en cuánto apoyan a la democracia como idea, cuánta tolerancia política tienen, cuánto respaldan los derechos de participación y cuánta legitimidad le conceden a las instituciones políticas. La relación se da siempre en la misma dirección: a mayor satisfacción con la situación económica, más apoyo democrático (p. 108).

9 Decían: a) ¿cómo calificaría la situación económica del país? ¿Diría usted que es muy buena, buena, ni buena ni mala, mala o muy mala?; b) ¿considera usted que la situación económica actual del país es mejor, igual o peor que hace 12 meses?; c) ¿cómo calificaría en general su situación económica?, y d) ¿diría usted que es muy buena, buena, ni buena ni mala, mala o muy mala?

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