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Región y sociedad

versão On-line ISSN 2448-4849versão impressa ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.21 no.44 Hermosillo Jan./Abr. 2009

 

Reseñas

 

La revolución de la riqueza

 

Carmen O. Bocanegra Gastelum*

 

AlvinToffler y Heidi Toffler (2006), México, Debate, 651 pp.

 

* Profesora–investigadora del Departamento de Economía de la Universidad de Sonora. Correo electrónico: cboca@pitic.uson.mx.

 

La riqueza no disfruta de la presunción de inocencia.
Sin embargo, la riqueza es neutra en sí misma y,
por tanto, en estas páginas, será inocente
mientras no se pruebe su culpabilidad.
Lo que importa es quién la tiene y quién no
y a qué propósitos sirve.

ALVIN y HEIDI TOFFLER

 

En la actualidad, el sistema capitalista transita por la fase de la globalización, en gran parte sustentada en la llamada nueva economía, y es muy común escuchar sobre los cambios que desde hace algunas décadas se han venido presentando de manera acelerada en las economías y empresas, el comercio, sociedad y cultura, en los jóvenes, la educación, los valores, la religión y en la política, como corolario de las innovaciones en la tecnología de las comunicaciones y la información.

Al respecto, los futurólogos Alvin y Heidi Toffler los observan, y describen de la manera siguiente: el paso del trabajo asalariado a la cartera de trabajo y el autoempleo; de un prosumo artesano a otro basado en la tecnología; del valor asignado a máquinas y materias primas al cimentado en las ideas, imágenes, símbolos y modelos; el crecimiento de las economías sustentado cada vez con mayor fuerza en datos, información y conocimiento; y en relación a éstos, se plantean, entre muchos otros, los interrogantes siguientes: ¿en qué medida se verá afectado el capitalismo actual?, ¿hacia dónde se dirige?, ¿será un capitalismo lo que quede de todo ello?

Los autores responden a las preguntas con la obra La revolución de la riqueza, que trabajaron durante 12 años, y ofrece una sucesión de hechos en el mundo. Ejemplifican con claridad cómo se van presentando todos estos fenómenos, y dan una explicación sobre el origen y consecuencias de dichos acontecimientos.

La tesis central sobre el cambio histórico, que está transformando al hombre, y a la vez cimienta una civilización nueva, cuya génesis fue en Estados Unidos, —los autores comentan ampliamente la crisis económica, política y social de dicho país—, es la forma de concebir, de crear la riqueza, acorde a la alteración de lo que designan como los fundamentos profundos: tiempo, espacio y conocimiento, que han regido la actividad económica, política y social de la humanidad, desde la época de los cazadores–recolectores hasta nuestros días. Sin el análisis de los factores mencionados y su integración al conocimiento, es imposible entender dichas tendencias. El tiempo toma unidades de medida nuevas, como el nanosegundo, picos y femtos; en el espacio las distancias son cada vez más cortas y el conocimiento es ahora lo que define las ideas y con ello la creación de riqueza, lo cual no implica que antes no formara parte de la producción de ella, sino que en la actualidad es determinante.

En el transcurso de la historia de la humanidad, según los autores, se han presentado tres grandes sistemas de creación de riqueza: a) la primera ola, fundamentado en hacer crecer cosas; b) el segundo, en fabricar cosas y c) el tercero basado en el conocimiento, es decir, en pensar, saber, experimentar y servir. Ellos desarrollan ampliamente los tres sistemas de producción de riqueza y los cambios que se generan en torno a éstos, en el conocimiento, tiempo y espacio, pilares de las transformaciones subsecuentes.

Para explicarnos esto, estructuran su trabajo en diez capítulos. En el primero conceptualizan la revolución de la riqueza. En el segundo trabajan los fundamentos profundos y en el tercero, cuarto y quinto los despliegan. En el sexto comentan el prosumo, es decir, todas las actividades que se realizan cotidianamente sobre las cuales no se recibe un salario y que van modificando a la economía monetaria. En el siguiente abordan la trayectoria de decadencia del sistema capitalista actual y sus particularidades nuevas, y en el octavo proyectan su futuro posible y el noveno lo dedican a tratar el aumento en la pobreza mundial, como resultado de los cambios globales. Por último, en el décimo narran la situación por la que transitan Estados Unidos, China, Japón y Europa.

Exponen, por un lado, la forma de obtención de la riqueza en la economía industrial, fundamentada en la mano de obra y la generación masiva de mercancías, y por otro su paso a la del conocimiento, asentada en el trabajo de la inteligencia, detonante del avance científico tecnológico sucesivo. Ubican el punto de partida de este proceso en 1956, cuando los trabajadores eran significativamente menos en relación a los empleados y funcionarios en Estados Unidos. Otro suceso que consideran importante se registró en 1957, cuando la entonces Unión Soviética lanzó el Sputnik, el primer satélite artificial alrededor de la tierra, lo que a su vez generó una carrera espacial con Estados Unidos, y concibió la teoría de sistemas, las ciencias de la información y el software para programación, cimiento de la economía nueva. Todo ello empezó a gestar la revolución de la riqueza, y transformar a su vez la tecnología, las instituciones y la estructura de la sociedad.

El eje de esta dinámica nueva es el sistema de creación de la riqueza, entendida como "cualquier posesión, que tiene utilidad, al proporcionarnos alguna forma de bienestar por sí misma o mediante el intercambio con alguna otra forma de riqueza que satisfaga dicho bienestar" (p. 42), cuyo origen es el deseo.

Los autores consideran que esto empezó en la prehistoria, con el descubrimiento de la agricultura, al hacer que la naturaleza produjera lo deseado. El avance de la actividad agrícola revolucionó la vida del hombre desde ese momento, generando mayor división del trabajo, y con ello la forma de intercambio y la organización de la sociedad; constituyó el primer sistema de riqueza.

El segundo surgió a finales del siglo XVII, impulsado por la industrialización; condujo al asentamiento de las fábricas, la producción en serie, la urbanización y el laicismo, la educación masiva, los medios de comunicación y la cultura de masas, que exigió, igual que el anterior, cambios en la organización social, en las instituciones económicas, políticas y religiosas, al mismo tiempo que se formó una elite comercial urbana e industrial, dueña de la riqueza generada en esta etapa de desarrollo de la humanidad. En el paso de una ola a la otra media un periodo de transición, en el que las viejas formas de creación de riqueza y su entorno político, económico y social van perdiendo fuerza para dar lugar a las ideas nacientes que van conformando la nueva.

La tercera ola, sistema de creación de riqueza, al que se refiere toda la obra de los Toffler, empezó en la década de 1850, se caracterizó principalmente porque sustituyó a los factores de la producción industrial: tierra, mano de obra y capital por el conocimiento, como generador primordial de la riqueza. Estos cambios en la producción transforman la fabricación, los mercados y la sociedad, por tanto, los desmasifican. Las innovaciones en la generación de riqueza revolucionan la vida en general. Las instituciones básicas del sistema fabril empiezan a ser obsoletas, se transforman los valores, creencias, estructuras familiares, instituciones políticas, el arte, la literatura, música, educación, cultura y economía.

Esta revolución se cimienta en tres fundamentos profundos: el tiempo, espacio y conocimiento. El primero, consideran los investigadores, puede ocasionar crisis severas en Estados Unidos, China y Europa, por el efecto de desincronización. Esto significa que en el impulso hacia el avance económico las instituciones básicas de cada país se desarrollan a un ritmo no acorde con las necesidades de la economía del conocimiento. Por tanto, no existe una sincronización en el acoplamiento de las organizaciones a los cambios de la tercera ola. Los autores ejemplifican dicha situación con las instituciones básicas de Estados Unidos, prácticamente su objeto de estudio.

La empresa es la primera de ellas, impulsada por las innovaciones tecnológicas, es el motor de esta dinámica nueva, y es la que se desplaza con mayor rapidez. A continuación está la sociedad civil, que asimila ágilmente los cambios de las empresas. Siguen las familias, según el orden de adaptación a los cambios recientes planteados por los Toffler, van transformando su concepción, al mismo tiempo que permiten integrar al trabajo de nuevo a los hogares. La cuarta institución, representada por los sindicatos, se mantiene en los modelos heredados de la década de 1930, por ello, se desplazan a una velocidad aún más lenta, y no corresponde al movimiento acelerado de la empresa. Luego está la burocracia gubernamental, que ralentiza también los cambios de las empresas. Para seguir con el proceso de adaptación, está el sistema escolar en sexta posición, responde con lentitud a las modificaciones de las anteriores, y continúa con la preparación de los jóvenes hacia una economía industrial de principios del siglo XX.

Las organizaciones mundiales tampoco corresponden al dinamismo que exige la era del conocimiento; entre las más rezagadas figuran las instancias políticas y las leyes. Ello implica que en derredor de este nuevo paradigma económico, basado en el conocimiento, hay instituciones del esquema fabril que se resisten a la transformación, y detienen la evolución de la tercera ola.

Los cambios en las instituciones se observan en el tiempo, espacio y conocimiento. El primero está modificando su concepción, se está cruzando hacia productos y mercados personalizados. Un ejemplo es el trabajo pagado por proyecto concluido o cualquier condición no basada en el tiempo. La medida del valor del trabajo pasa a ser el conocimiento, que sustituye en forma paulatina a la jornada de ocho horas. En Estados Unidos, la cuarta parte de su fuerza laboral trabaja en esta condición libre, lo que representa el doble de empleados de las fábricas. Los cambios en el tiempo impulsan la disfuncionalidad de las instituciones, reflejada en las disparidades crecientes en el espacio, que también se modifica conforme se exteriorizan los cambios en el tiempo, los sitios donde se crea la riqueza, —regiones con conocimiento intensivo, por ende, con alto valor añadido— acompañados de los criterios para esta elección y su vinculación. Uno de estos lugares es Asia, con China y Japón que compiten fuertemente por el capital, la tecnología y los recursos humanos más creativos.

El tercer fundamento, el conocimiento, generador de las variaciones en el tiempo y el espacio, que como factor principal de reproducción de riqueza, de componente de crecimiento acelerado en el entorno económico y social, según los autores, se distingue por lo siguiente: a) es intrínsecamente no rival; b) es intangible; c) no es lineal; d) es relacional; e) se empareja con otro conocimiento; f) es más portátil que cualquier otro producto; g) puede comprimirse en símbolos o abstracciones; h) se puede almacenar en espacios cada vez más pequeños y por último i) puede ser explícito o implícito, expresado o no, compartido o tácito. Estas particularidades van sustituyendo a las categorías económicas de la fabricación industrial, y al mismo tiempo extendiendo el paso hacia la producción vía el conocimiento. Sin embargo, los autores consideran que se sabe todavía muy poco sobre él, se preguntan ¿qué cantidad hay de conocimiento? y ¿cuál es su valor? Hasta hoy no existen respuestas concretas. Lo que sí consideran por demás evidente es el aceleramiento en la innovación, en los cambios en los mercados y la gestión, en el crecimiento de las industrias en la red, en el carácter irreductible de los productos del conocimiento y en el incremento rápido de la personalización de los bienes elaborados en la nueva era, entre otros.

No obstante, la forma revolucionaria de concebir la riqueza en el mundo actual tiene en sí aspectos que pueden considerarse negativos, los cambios nos conducen a movimientos arrítmicos en las diferentes actividades económicas, políticas, sociales, comerciales y financieras practicadas por todo el mundo. Verbigracia, los mercados monetarios son totalmente globales; los de renta fija, demasiado lentos; mientras que las bolsas cotizan valores del propio país. Otra de las consecuencias mundiales, que se pueden considerar negativas, es la fuerza que han tomado las actividades ilegales como las drogas, negocio de 400 mil millones de dólares anuales, extendido por toda la tierra, a través de redes internacionales, con el uso de la tecnología más enciente. Otro más es el comercio del sexo, que atrapa a más de un millón de jovencitas cada año. En el aspecto ambiental, los resultados hasta hoy son funestos en los cuatro puntos cardinales de la geografía mundial. El calentamiento global, la contaminación del aire, la disminución de la capa de ozono y la escasez de agua potable son prueba de ello. Los autores piensan que China es culpable de estos problemas.

Ellos rechazan categóricamente la probabilidad de que se presente un progreso lineal, que permita la evolución hacia una economía y un gobierno mundialmente integrados. Por el contrario, consideran que el rumbo de los Estados que mueven la economía mundial se dirige cada vez con mayor potencia hacia convulsiones espaciales severas en los mercados laborales, las tecnologías, la moneda y las personas por todo el orbe. Ante los cambios en el concepto de la propiedad, del dinero —al modificarse las formas de pago y cobro—; del producto —al cambiar sustancialmente la demanda de bienes tangibles a intangibles—; del mercado —al hacerlos más provisionales— y de acumulación del capital —al modificarse quién lo aporta, cómo se asigna, la forma en que se presenta y la velocidad a la que fluye—.

Un elemento que se integra de manera sustancial a estas convulsiones es el prosumo, la economía no monetaria, que interactúa con la monetaria desplazando el valor de un lado a otro, e insertándose así en el mecanismo económico, cada vez con mayor fuerza, a tal grado que puede llegar a ser la forma dominante. Los autores consideran de suma importancia al prosumo y sus generadores, los prosumidores, por lo siguiente: son compradores de bienes, aun cuando su trabajo no es remunerado; comercializan productos, servicios y técnicas; crean valor cuando actúan como voluntarios; aceleran la innovación, generan conocimiento y reproducen la fuerza de trabajo.

Por último, consideran que los cambios en los tres fundamentos profundos: tiempo, espacio y conocimiento derribarán las instituciones familiares, la cultura, educación, el sistema de valores, las fronteras académicas, económicas y políticas y el carácter social que se erigió con la infraestructura de la segunda ola, y conducirán al mundo entero, con China como superpotencia, a un mañana social y económico sin precedentes, totalmente nuevo y extraño.

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