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Región y sociedad

versión On-line ISSN 2448-4849versión impresa ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.21 no.44 Hermosillo ene./abr. 2009

 

Reseñas

 

La historia de Marta. Vida de una mujer indígena por los largos caminos de la Mixteca a California

 

Blanca Zuanilda Mendoza González*

 

María Dolores París Pombo (2006), México, Universidad Autónoma Metropolitana, 103 pp.

 

* Doctora en Antropología Social, Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina, Universidad Nacional Autónoma de México. Correo electrónico: zuanilda@hotmail.com.

 

El libro narra la vida de una indígena triqui en su territorio de origen, las rutas migratorias que recorre sola o acompañada de otros migrantes de su etnia y su familia, a través de los campos agrícolas del noreste de México y sur de California. El relato permite adentrarnos en algunos aspectos de este grupo, poco documentado hasta el momento, de los complejos procesos de lucha por el territorio, la violencia y su efecto en la migración, las relaciones sociales, en especial las de género, que se tejen para fortalecer no sólo un proceso comunitario sino una estrategia de sobrevivencia fuera de su hogar.

En seis capítulos, la autora presenta datos relevantes acerca de la vida de hombres y mujeres triquis en su región, las diversas causas de su migración, las trayectorias hacia los campos agrícolas del noreste del país y después la emigración al sur de Estados Unidos; todos estos aspectos relacionados con su planteamiento analítico, que son las desigualdades e inequidades de género que conforman la vida de las indígenas, como es el caso de Marta, la protagonista del texto.

María Dolores París Pombo, investigadora en el Departamento de Relaciones Sociales en la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana–Xochimilco, es autora de artículos y libros sobre los derechos indígenas, interesada desde hace tiempo en las relaciones entre ellos y las instancias del poder en su territorio o fuera de él.

El libro surgió como producto del proyecto "Cambios en la identidad étnica y en las relaciones de género durante el proceso de migración de los y las indígenas triquis a California", realizado en el valle de Salinas, California. Ahí la autora conoció a Marta Jiménez, migrante triqui coordinadora de un comité comunitario de artesanas indígenas en Greenfield; a través de la relación con ella descubrió algunos aspectos de la complejidad de una cultura étnica como la triqui. También surgió empatía e identificación ante la injusticia del poder de género y la inequidad que somete a las mujeres, no sólo indígenas sino a todas las que viven bajo un régimen patriarcal. Esto llevó a París Pombo a la mixteca oaxaqueña, donde viven los triquis, y constató la pobreza, marginalidad, confiictividad política y la violencia que caracterizan desde hace varias décadas a esta región de México.

El primer capítulo, "Río Venado, Oaxaca", muestra de una forma fugaz pero pertinente algunas condiciones propias de dicho lugar, sus poblados, la ecología que conforma una zona cafetalera que lejos de beneficiar a su población generó relaciones de cacicazgo, abuso y acaparamiento del café con la consecuente violencia y muerte de personas. Nos presenta a los personajes principales de la familia de origen de Marta, el tipo de relaciones familiares dentro de su grupo doméstico, que generan abandono y pobreza, pero de igual forma fomentan posturas contestatarias que pretenden recuperar la identidad y el orgullo étnico, personificados en su tío Paulino, maestro bilingüe orgulloso de su origen y promotor incansable de la reivindicación de la justicia en su territorio, como muchos otros maestros anónimos de comunidades indígenas de nuestro país. Fue su tío Paulino quien construyó las estrategias necesarias para que Marta y su hermana salieran de la comunidad y se inscribieran en un proyecto educativo piloto para niños indígenas en la ciudad de Oaxaca, que mostraba la incomprensión de una cultura hegemónica hacia una indígena, su postura integracionista que desconocía y rompía con una posibilidad real de aprendizaje y apoyo hacia estos niños.

Dichas bases le permitieron a Marta manejar adecuadamente el español, los conocimientos básicos de una instrucción formal y estilos de vida diferentes a las de su origen, para ella este germen produjo frutos para enfrentar otra forma de vida y con mayores recursos, pero no fue así para su hermana Antonia, quien fue sometida a un modo tradicional de elección y vida conyugal que la autora nos insinúa deplorable e infeliz, pero que valdría la pena reconocer en su complejidad y riqueza.

La descripción de las dificultades a las que estas niñas indígenas se enfrentan para acceder a una instrucción escolarizada se hacen patentes en los párrafos de este capítulo, no es sólo la lejanía de las instalaciones o la intensión de la institución al conformar un proyecto educativo, sino también los obstáculos dentro del grupo social en donde la escuela no es considerada una opción adecuada para las mujeres y, por lo tanto, se generan estrategias que las sancionan y limitan.

El segundo capítulo, "Salidas en el exilio", muestra dos momentos del proceso migratorio de Marta. El primero es su estancia en las poblaciones de Putla y Juxtlahuaca, aledañas al territorio triqui, a donde acudió para continuar con sus estudios de secundaria, la experiencia está cargada de dificultades que ponen el acento en las relaciones interétnicas de discriminación y racismo, a pesar de las cuales continúa con perseverancia y ahínco, empeñada en continuar en la escuela. Pero es de nuevo la organización comunitaria y los lineamientos tradicionales los que la enfrentan con las decisiones que los varones de su familia toman sobre ella, esto la orilla a salir de su hogar rumbo a la capital del país en busca de mejores condiciones de vida, huyendo de una red que casi la atrapa. Ahí se enfrenta a un trabajo agobiante y mal pagado, a la soledad y la lejanía de la familia, lo que la lleva a aceptar la compañía y una relación marital con Javier, el triqui con el que viajó por primera vez a los campos agrícolas del norte del país.

Su primera experiencia en el valle de Culiacán de nuevo tuvo los problemas de una relación conformada fuera de las normas establecidas por su etnia, les generó conflictos graves y la ruptura de la pareja. Marta regresó a la región donde tuvo a su primera hija, acompañada por su madre y abuela.

Se unió por segunda vez con un triqui, con quien emigró a los campos agrícolas de Sinaloa, ahora por más tiempo. En la experiencia se muestra la vida cotidiana de estos migrantes indígenas en condiciones de vida precarias, en cuarterías insalubres, armadas de materiales inadecuados debido a las temperaturas de la zona, sin ventilación y donde el hacinamiento es la norma. Son las redes de apoyo comunitario las que permiten la sobrevivencia de los migrantes triquis, que trasladan su organización política y la voz de sus líderes a estos espacios de sobrecarga laboral, abuso y explotación del trabajador por parte de los dueños de los campos, protegidos por el poder económico y político de la región. Se hace patente la doble carga que tienen que asumir las indígenas, quienes laboran en los campos incluso cargando en sus rebozos a los niños pequeños, cuando no hay otras mujeres que las apoyen, pero también tienen que levantarse más temprano que el resto de la familia para elaborar la comida y el "lunch", los fines de semana tienen que realizar las tareas domésticas rezagadas e incluso hacen comida o artesanías para venderlas entre los trabajadores o en los mercados cercanos.

Marta se hizo cargo del cuidado de su familia, aprendió y trabajó en los campos agrícolas, cocinando para sus "abonados", hacía y vendía tamales, elaboraba bolsas y pulseras, y se empleó como locutora en una radio comunitaria de Ensenada. Durante este tiempo, su relación familiar se caracterizó por dificultades, había tenido ya seis hijos. Los celos, las discusiones y la violencia fueron la regla, una tras otra se dieron separaciones y reencuentros, pero la vida para una mujer sola con seis hijos es muy difícil en un terreno que no es el propio, esto ocasionó que Marta aceptara volver con su marido, y regularizar su situación marital; se casó por la iglesia y reconformó a su familia de regreso en el lugar de origen.

En "Cerro Tejón", título y lugar donde se desarrolla el tercer capítulo, la autora muestra de forma puntual la complejidad de la violencia en la región triqui. En Ensenada, Marta recibió la noticia de la muerte de su tío Paulino, líder comprometido con su etnia, luchador experimentado y amenaza constante para los intereses de quienes oprimen y acaparan las tierras y los productos de dicha zona, asesinado en compañía de su sobrino, sin una investigación ni un castigo para los culpables. Estos hechos generaron la intervención del Movimiento Unificado de Lucha Triqui (MULT), organización política que demandó a las autoridades del estado una resolución de la conflictividad y su participación para recuperar su territorio, que había sido invadido por mestizos de Putla. Después de años de lucha, las tierras se recuperaron y se integró una organización encabezada por el MULT para repoblar la zona, así Marta y su esposo fueron invitados por parientes integrantes de ese grupo político a participar en la conformación de una población triqui nueva, localizada en una de las regiones más alejadas, incomunicada, pero con la promesa de tierra útil para el cultivo, del apoyo de materiales y semillas para iniciar una nueva vida con su familia, ahora en su lugar de origen. El comienzo de esta aventura parecía esperanzadora, un puñado de familias que levantarían en conjunto sus viviendas, para ganarle al monte terrenos útiles para la agricultura, sembrar los primeros granos y esperar el producto de su trabajo. Pero surgió de nuevo el conflicto, pero no con los de afuera, sino con los propios. Las diferencias generacionales, los intereses encontrados, interpretaciones diferentes respecto a la reciprocidad, el compromiso con los viejos y la necesidad del trabajo propio, sentaron las bases para la envidia, la intriga y el asesinato de uno de los jefes de familia, el más vulnerable y quien poseía las redes más débiles, recibió la violencia y la muerte a manos de sus hermanos de etnia.

Este acontecimiento volvió a activar la huida, Marta y su familia salieron de la comunidad recién conformada, temerosos de ser inculpados o de que la venganza los alcanzara, se escondieron primero en poblaciones cercanas con el apoyo de familiares y más tarde recorrieron de nuevo el sinfín de kilómetros hasta llegar al norte del país, en busca de trabajo.

La expulsión violenta de la población indígena de sus territorios es una historia que se repite infinidad de veces entre los triquis, muchos son los que salen hacia ciudades cercanas, la capital del país y al norte para sobrevivir. Marta salió con su esposo, pero tuvo que dejar a sus hijos con su madre.

El cuarto capítulo, "Dos cruces de la frontera", presenta los avatares de ese intrincado camino que recorren los migrantes al tratar de llegar de forma ilegal al "otro lado". Durante cinco ocasiones Marta intentó llegar a la meta, pero no es fácil, el camino está cargado de peligros, sólo la perseverancia y la "suerte" hacen posible el éxito. Aquí encontramos una muestra de la complejidad que representa el tránsito clandestino hacia otro país, se necesita dinero, y para obtenerlo hay que endeudarse, se requieren redes para contactar al que sabe, "el coyote", muchas veces se trata de un paisano o pariente, quien tiene los vínculos o el vehículo para atravesar un terreno inhóspito y peligroso, lo que posibilita el acceso. Triquis y mixtecos se han convertido en "raiteros", aquellos que pueden contar con el vehículo para trasladarse a poblaciones en territorio estadounidense, donde existe una red que los hospeda y consigue trabajo, sólo a través de esta interconexión continua es posible librar los obstáculos y llegar hasta el lugar en donde se espera obtener una vida mejor. Pero Marta tuvo que recorrer sola el camino, porque su esposo mostró tempranamente su negativa a apoyarla. Ella aprendió rápido y sola, que si quiere lograr el objetivo tiene que ser construyendo sus apoyos y generando estrategias propias.

La segunda vez que Marta recorrió este camino fue con sus hijos. Al recibir la noticia de un posible accidente o pérdida de uno de ellos, regresó a su comunidad en la región triqui, en espera de encontrar a los niños con su madre, pero para su sorpresa ellos escaparon de la casa de su abuela y sobrevivían en Putla con sus propios recursos o apoyados con otros niños que trabajaban o mendigaban en la calle. Marta los encontró y con sus últimos ahorros logró trasladarse al norte del país, para cruzar la frontera y llegar hasta California, en donde ya estaba establecida con un trabajo remunerado, pero en el camino tuvo que separarse del mayor, en apariencia fue una decisión del muchacho, pero en realidad se trató de una estrategia para sobrevivir. Marta permitió que él se alejara y buscara por sus medios la forma de trabajar y subsistir, porque tenía que optimizar sus recursos para enfrentar el difícil camino de cruzar la frontera con cuatro pequeños. Pero esta decisión trajo consecuencias, Marta llegó con éxito y se instaló en Greenfield con sus hijos, para buscar una vida más digna pero también surgió la desgracia; el mayor se estableció en Ensenada con el apoyo familiar, pero después cayó en la droga.

En el capítulo "Greenfield, paraíso agrícola", se muestran aspectos relevantes del tipo de trabajo desempeñado por los migrantes triquis en esos campos agroindustriales, que elaboran gran parte de los productos vegetales que abastecen a la mayoría de las familias estadounidenses, trabajados por miles de mexicanos, la mayoría indígenas de Oaxaca. Greenfield es una población con gran crecimiento debido a la inmigración. Desde hace apenas una década los triquis han conformado un núcleo importante de asentamiento en este lugar, sobre todo los varones jóvenes, aunque en forma paulatina se van integrando familias completas, mujeres solas y ancianos. No obstante, la dinámica de estos grupos muestra cambios culturales constantes respecto de lo aprendido en su región de origen. Aunque los varones comparten las responsabilidades de las labores domésticas debido a la ausencia de mujeres que los apoyen, subsisten relaciones violentas y desiguales entre géneros; ante la poca disposición de mujeres jóvenes, pues ellas en su mayoría se quedan en el lugar donde nacieron, se establecen relaciones informales que conllevan embarazos fuera del matrimonio, irresponsabilidad del varón y desprotección comunal de las mujeres, eso le sucedió a Isabel, la hija mayor de Marta, aun con la indignación de su madre no encontró el apoyo necesario de su grupo, ya que se habían roto las normas establecidas por su tradición.

La vida cotidiana de estos jóvenes indígenas, inmigrantes desde niños en un país con un idioma distinto y un sistema de enseñanza diferente, está cargada de discriminación, en los límites de la miseria, la delincuencia y las adicciones. Aunque sus padres construyeron la expectativa de una instrucción escolar que les permitiera acceder a otro tipo de trabajo y condiciones de vida mejores de las que ellos mismos tuvieron, lo cierto es que la escuela no puede ser aprovechada cuando no se tiene un dominio del inglés, lo aprendido no es útil en un contexto laboral tan restringido y para ellos existen otros estímulos más "atractivos", como es el consumo de alcohol, las drogas y el juego.

Marta vivió la violencia en casi todas sus expresiones, también conoció la pobreza, el hambre, la discriminación, el racismo y el abandono en su región de origen, junto al asesinato y el miedo a la venganza, que generan la necesidad de huir. Pero en su familia también ha sufrido los golpes, la violación y los insultos que sus esposos le propinaron como consecuencia de relaciones desiguales y abusivas. No obstante, posee una riqueza cultural expresada en su posibilidad de subsistir aun en las condiciones más adversas, de organizarse y liderar a un grupo de artesanas esforzadas por participar, competir y obtener beneficios en una sociedad como la estadounidense. Marta se nos muestra como una triqui capaz de aprender, luchar y desenvolverse en un mundo predominantemente masculino, generando estrategias diversas para subsistir y aprovechar las redes que la sostienen, poniendo en primer plano el apoyo a sus hijos, creando para ellos expectativas de una vida mejor.

Son varios los aportes de este texto al tema de la migración indígena. En primer lugar proporciona información de primera mano acerca de los triquis, documenta aspectos relevantes de su complejidad sociopolítica y cultural hasta hoy poco estudiada. Analiza la violencia en que viven y sus consecuencias, como la expulsión de su territorio, venganza, muerte y abandono, causas de la migración amplia y progresiva de este grupo, que no pueden estudiarse desde un solo enfoque o interpretación, sino que son múltiples los factores internos y externos que se ponen en juego para desencadenar un proceso tan dinámico y complejo. Otro aspecto por resaltar es que la autora le da la voz a una indígena, para mostrarnos las trayectorias migratorias en toda su diversidad y alcances, incluso fuera del territorio nacional, echando a andar redes comunales, étnicas y familiares que propician el proceso migratorio, diferencial por género, y conforman el sostén y sustrato en que se transita hacia lugares cada vez más alejados, también configura una estructura que cohesiona y regula aspectos de su normatividad cultural vigilados a la distancia, en especial en el caso de las indígenas.

Por último, la información proporcionada permite confirmar que algunos aspectos de la vida de los migrantes indígenas mejoran, pero no todo es ganancia, también hay pérdidas en el camino.

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