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Región y sociedad

versión On-line ISSN 2448-4849versión impresa ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.20 no.41 Hermosillo ene./abr. 2008

 

Reseñas

 

Raquel Padilla Ramos (2006), Progreso y libertad. Los yaquis en la víspera de la repatriación.

 

Hermosillo, Programa Editorial de Sonora/Instituto Sonorense de Cultura, 206 pp.

 

Ana Luz Ramírez Zavala*

 

* Instituto Nacional de Antropología e Historia, centro Sonora. Correo electrónico: clioluz@hotmail.com

 

Tanto en la historia de los yaquis como en la regional, el proceso de deportación de esta etnia a Yucatán y su repatriación podrían considerarse como eslabones perdidos. El primero, por considerarse una de las páginas más oscuras del régimen porfirista y el segundo por haber quedado geográficamente lejos del alcance del historiador regional, para inquirir respuestas adecuadas que dieran luz sobre la estancia de los yaquis en Yucatán y el retorno de los desterrados.

Sin embargo, la historiadora Raquel Padilla Ramos ya ha estudiado estos temas. La deportación fue abordada en Yucatán fin del sueño yaqui. El tráfico de los yaquis y el otro triunvirato. Recientemente salió a la luz Progreso y libertad. Los yaquis en la víspera de la repatriación, obra en la que trata del regreso de los yaquis a Sonora, y así da continuidad temática y cronológica a sus estudios, aunque con un enfoque distinto, el de la etnohistoria, en este caso la antropología se pone al servicio de la historia.

La autora aplicó la propuesta etnográfica de George Marcus de seguir a los yaquis; logró así este cometido, a través de la consulta de fuentes oficiales y hemerográficas de Sonora, la Ciudad de México y Yucatán; además, empleó testimonios orales recabados por ella y por otros estudiosos.

Vale la pena destacar que la historia oral es todavía un elemento al que pocas veces se recurre en trabajos de corte histórico. Esta combinación de fuentes dio como resultado una investigación en la que Padilla intenta "sobreponer" a los yaquis "[...] en una historia tejida en su mayor parte desde la oficialidad, la casta militar sonorense, [y] los grupos de poder [...]", ya que alude a la versión yaqui de ciertos acontecimientos, contrapunteando la de los documentos oficiales; equilibrando así la vertiente de estudios existentes de temas y periodos distintos sobre esta etnia, abordados por disciplinas diferentes.

En Progreso y libertad, la autora se propone conocer las condiciones políticas y sociales en las que se gestó el proceso de liberación de los yaquis de los henequenales, y el regreso a su tierra natal. Con este hilo conductor, muestra en tres capítulos escenarios distintos: el político, sociocultural y económico, en las coordenadas geográficas de Sonora y Yucatán. El espacio temporal inicia desde el recrudecimiento de la guerra del yaqui con la deportación durante el régimen porfirista, hasta el proceso de las negociaciones entre los yaquis y el presidente electo Francisco I. Madero, registrado de marzo a diciembre de 1911.

El trabajo logró articular dos regiones distintas y distantes entre sí. Por un lado, a través de lo que representó el problema político, social y económico de la etnia, incluso los perjuicios y beneficios que trajo para las autoridades porfiristas en ambos estados. Por otro lado, el mayor interés de Padilla Ramos fue reconstruir la supervivencia de los yaquis en las haciendas de Yucatán, como peones y posteriormente en las filas yucatecas revolucionarias. Además, la de los yaquis en Sonora: los broncos en pie de guerra en el Bacatete y los "mansos", llamados así para distinguirlos de los rebeldes, en los pueblos del río.

Así, en el capítulo I, el escenario es Sonora durante la guerra del yaqui. Aparecen los hombres que compartieron el poder estatal durante el régimen de Díaz, es decir, Ramón Corral, Luis Emeterio Torres y Rafael Izábal; también el "otro triunvirato", engranaje con el que se fraguó la deportación constituido por el entonces gobernador de Sonora, Luis E. Torres, —quien en 1893 había fungido como jefe de la XI Zona Militar en Yucatán, y representaba los intereses del norte; Ramón Corral, como vicepresidente de la república, articulaba los del centro y Olegario Molina con las cualidades de ser henequenero, gobernador de Yucatán y secretario de Fomento en 1906, los del sur, y por supuesto, la presencia de los yaquis.

En este capítulo, el contexto es la lucha sostenida por la etnia desde tiempo atrás contra las autoridades estatales, a quienes responsabilizaban de invadir su territorio, tanto en lo militar como por medio de colonos, al ponerlo en venta. El gobierno inició la política de deportación, imperante de la época, con el propósito de "civilizar a los indios", pero sobre todo por la imperiosa ambición de hacer productivo el valle del Yaqui para el estado.

Aquí es cuando la autora hace gala de sus habilidades de meter aguja para sacar hilo, muestra a unos hacendados sonorenses favorecidos por la venta de armas a los yaquis en campaña, y también porque tenían garantizada la mano de obra indígena mientras hubiera guerra, como los primeros en quejarse de la deportación. Por otro lado, están los beneficios de que gozaron los militares operadores de la campaña contra los yaquis, capitalizados en la apropiación de grandes extensiones de tierras en el valle. Ni qué decir de los empresarios yucatecos, que con la llegada de los indios cubrieron las necesidades de mano obra de la industria del henequén.

En esta investigación, Padilla Ramos también logró dilucidar los criterios de selección de los yaquis, que según las autoridades merecían ser deportados. Esto dependió de las actividades realizadas por ellos en la guerra. En este sentido, es sumamente revelador conocer de las diferentes funciones de los yaquis en la guerra, según la hacienda donde laboraban, como reformar cartuchos, pelear con arco, correr la voz, entre otras cosas. Al destacar estos mecanismos, revela a una etnia con una organización compleja. Además, demuestra el apoyo que los yaquis rebeldes obtenían de los "mansos".

En los tres capítulos de la obra, la autora sumerge al lector en el análisis del discurso que hace de sus fuentes de información, lo cual es trascendente ya que muchas veces los historiadores nos olvidamos de que a través del tiempo las palabras adquieren una carga semántica diferente. Por lo tanto, lo que hoy significa una cosa, en el pasado pudo haber tenido otro sentido. Además, ella está consciente de que la cultura yaqui tiene otra forma de apropiarse de la historia, por lo que constantemente alude a su versión de los acontecimientos.

En el capítulo II, el tema son los significados pasados y actuales de los diferentes conceptos con los que fue tratado el proceso de la salida de los yaquis a Yucatán. Utiliza argumentaciones filosóficas, psicológicas, culturales y jurídicas para analizar palabras como diáspora, destierro, exilio, expatriación, migración, comercio, prisioneros de guerra, deportación, esclavitud. Para concluir que fue deportación "en todo el sentido de la palabra", porque el trasfondo jurídico e ideológico sustentó el uso de esta palabra en la época. También profundiza en los términos para referirse al regreso de los yaquis a Sonora, tales como repatriación y exoneración del trabajo. El análisis del discurso en este capítulo se complementa al incluir a quienes han utilizado estos conceptos y bajo qué circunstancias.

El capítulo III está dedicado a las condiciones en que se dio la liberación de los yaquis yucatecos. Aquí la autora rebate la aseveración historiográfica de que habían sido liberados por Salvador Alvarado, cuando fungía como gobernador de Yucatán, con ello demostró que el retorno se dio gracias a las negociaciones que las autoridades yaquis hicieron con el presidente electo Francisco I. Madero.

Parte del trabajo del historiador es esclarecer el entramado de los acontecimientos, en este capítulo Padilla Ramos nos da a conocer cómo las fechas de las conferencias entre los cobanaguas yaquis y los representantes de Madero en Sonora coincidieron con la liberación de los indios de las haciendas henequeneras. Dichas negociaciones culminaron más adelante con la firma del Tratado de Tacubaya, que entre otras cosas estipulaba el regreso de los deportados, hecho que coincidió con el ingreso de los yaquis a la leva revolucionaria en Yucatán.

En este apartado, la autora muestra parte de la vida cotidiana de los indios en el destierro durante el periodo de su liberación del trabajo en los campos henequeneros. Expone los problemas de salud que los aquejaron; de la oportunidad de celebrar la Semana Santa al estilo yaqui en Mérida; cómo la liberación significó el ingreso a la milicia, con lo que obtuvieron un salario más alto, estatus y acceso a la repatriación; incluso describe con lujo de detalles y sin escatimar en adjetivos a Mérida "la ciudad blanca", en donde fueron congregados los yaquis al ser "liberados".

El presente estudio da cuenta de cómo la deportación perjudicó de forma diferente a dos entidades: a Sonora al desmembrar a esta etnia y marcarla de por vida; por otro lado, alteró la dinámica económica al desterrar a los trabajadores imprescindibles de la región. En Yucatán, el arribo de los yaquis benefició a la industria henequenera, pero los yucatecos los vieron y trataron como una amenaza social y de salubridad.

Finalmente, se puede decir que esta obra aporta a la historiografía regional varias piezas del rompecabezas de la historia yaqui, fragmentada por la persecución militar, la deportación, la vida en la sierra y el refugio en Arizona.

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