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Región y sociedad

versión On-line ISSN 2448-4849versión impresa ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.19 no.40 Hermosillo sep./dic. 2007

 

Reseñas

 

Álvaro Bracamonte Sierra (2005), Modelos económicos para el análisis de comunidades rurales. El caso de El Júpare, Sonora,

 

Hermosillo, El Colegio de Sonora, 233 pp.

 

Miguel Ángel Vázquez Ruiz*

 

* Profesor–investigador en el Departamento de Economía de la Universidad de Sonora. Correo electrónico: mvazquez@pitic.uson.mx

 

En el campo está el eslabón más débil de la economía mexicana para competir en el contexto de la globalización, sobre todo en la región de América del Norte. Esto es válido, aun para estados como Sonora, considerados como de punta en las actividades agropecuarias del país. Aunque tiene los primeros lugares nacionales en producción de granos, hortalizas y frutales, carne de res, puerco y aves, la intensidad de la competencia entre la producción estatal y la de importación, como resultado de los avances en la desgravación arancelaria, que en 2009 alcanzará también al maíz y frijol, obliga a decidir conjuntamente las estrategias tanto de los productores como de las instituciones estatales, responsables de esta parte de la economía, con el propósito de mantener los espacios de producción nacional y los márgenes de maniobra en el manejo del abasto de alimentos. El reto no es menor, si los referentes son las enormes asimetrías que separan la economía agrícola mexicana de la estadounidense. Por ejemplo, la superficie sembrada en Estados Unidos es más de seis veces la de México; la relación entre ésta y los sujetos agropecuarios es 2.5 hectáreas aquí, contra 44.4 allá, es decir, 17.8 veces más; el producto interno bruto (PIB) agropecuario es 6.4 veces más grande en Estados Unidos, mientras que los subsidios gubernamentales anuales son de 3 mil 500 millones de dólares en México, contra 20 mil en el país vecino, es decir, 5.7 veces más (estimaciones propias a partir de datos del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera, Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación para 2001).

Ante esta situación de grandes desventajas competitivas del campo mexicano frente al de Estados Unidos, resulta apremiante volver hacia él la mirada, para diagnosticar sus problemas de agua, infraestructura, créditos de la banca privada y de desarrollo, costos de producción, rentabilidad, organización de los productores y estrategias competitivas basadas en la innovación tecnológica y biotecnológica. Porque si la apuesta oficial y la de los empresarios del campo continúa siendo mantener una relación económica con el exterior, sustentada sólo en la ventajas comparativas del comercio internacional, el país se encamina a la pérdida absoluta de autosuficiencia en alimentos y por ende a abrir un enorme frente en el ámbito de la seguridad nacional. En ese sentido, volver al campo es la divisa para los académicos, los centros de investigación, las instituciones de gobierno y los empresarios. Sumarse a quienes en el transcurso de los años no han quitado el dedo del renglón, es el reto de ahora y de las décadas siguientes.

La obra de Álvaro Bracamonte Sierra está relacionada con la situación del medio rural mexicano, especialmente el sonorense. Su relevancia radica en la revisión bibliográfica sobre el medio rural y la economía agrícola en el estado, durante el último cuarto de siglo, de la que no existe precedente comparable al tipo de análisis del autor. De esa revisión queda claro, también, que los estudios sobre el campo han tenido altibajos; estuvieron en auge durante los años setenta y todavía en los ochenta; de los noventa en adelante se advierte un declive, y fueron temas como la industria, conglomerados industriales, maquiladoras y procesos de aprendizaje, globalización y servicios financieros, los que llamaron la atención de los académicos. Hoy, en el siglo XXI, parece que las investigaciones sobre la sociedad y la economía del conocimiento son las que más están atrayendo la atención de las distintas instituciones académicas del estado.

No obstante las coordenadas competitivas establecidas por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y sus efectos, en Sonora no abundan los estudios acerca de los saldos de este instrumento de política comercial a trece años de vigencia. A escala nacional las cosas son distintas; durante los últimos años ha habido una búsqueda nueva sobre el medio rural, que se asocia con la situación competitiva de la agricultura de América del Norte, y las secuelas en términos de la caída de la producción, tanto para consumo nacional como para exportaciones, y con el abandono de ejidos y comunidades por parte de miles de campesinos que se han marchado a la ciudad o a Estados Unidos, en busca de mejorar su calidad de vida.

En el medio académico sonorense, Álvaro Bracamonte es de los pocos que no han abandonado al campo como objeto de estudio. Fiel a sus raíces campesinas, sigue campeando, buscando explicaciones y soluciones para una de las grandes parcelas de la economía, la agricultura, en la cual se encuentran las bases de la alimentación, así como la proveeduría de insumos y materias primas para el sector industrial. Esta obra es testimonio fehaciente de lo anterior: el autor ha ido de Guadalupe de Ures a la Costa de Hermosillo y de ahí a El Júpare, en el valle del Mayo.

El resultado de sus estudios es este libro, cuyo primer capítulo sirve como marco teórico de referencia, remite a las propuestas de equilibrio general de Léon Walras, un neoclásico de la economía (un clásico para Keynes).

El autor pone en el centro del escenario la situación de la vida rural en México, territorio donde vive más de un cuarto de su población. Ese espacio donde sobreviven millones de personas; de grandes contrastes en infraestructura, mecanización, tamaño de los predios, acceso a créditos, productividad y competitividad, tan poco sustentado en un intercambio sano con la naturaleza. Ese gran espacio donde se producen granos que con muchas dificultades intentan competir con los que vienen de América del Norte. Ese espacio, que cambió las formas de propiedad de la tierra por la reforma al artículo 27 de la Constitución de principios de los noventa, para abrir el abanico de usufructuarios del suelo mexicano a los extranjeros. Ese espacio donde viven los más pobres entre los pobres, que incluye a los indígenas de México, que han tenido que abandonar la explotación de la tierra en el sentido más noble del término, para dedicarse al comercio, vender servicios o a la pesca, que es el caso de la comunidad de El Júpare. Esto es cuando les va relativamente bien, porque en los largos años de crisis de mediados de 1970 miles de campesinos tuvieron que emigrar a la ciudad o al extranjero, para desde allá enviar remesas. En fin, el campo mexicano es sinónimo de grandes paradojas: es moderno y tradicional, exportador e importador, rico y pobre, criollo e indígena.

El libro de Bracamonte da cuenta de ello, pero no generaliza. Al autor le preocupa el bosque, pero en particular los árboles. Dice que no se pueden instrumentar estrategias y políticas para el medio rural, y considerarlo como un gran territorio homogéneo, cuando en realidad priva una gran heterogeneidad en su estructura y funcionamiento. Por eso, elige El Júpare, una comunidad del sur de Sonora, perteneciente al municipio de Huata– bampo. Una población de poco más de 2 000 habitantes, que se dedica a la agricultura (trigo, maíz, hortalizas), al comercio y a la pesca ribereña con artes de pesca rudimentarias.

El Júpare expresa "puntualmente los rasgos esenciales de la vida rural del sur de Sonora", dice al autor, por lo cual esta comunidad se convirtió en el laboratorio para ensayar, en el caso de Sonora, modelos económicos para el análisis de comunidades rurales. En esto radica la aportación de Álvaro Bracamonte; no se va por el camino fácil de los instrumentos tradicionales para el estudio del medio rural, con información proporcionada por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) o el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), él construye su propia base de datos a partir de un trabajo de campo, que luego vacía en una matriz de contabilidad social comunitaria. Desde aquí arranca la diferencia con otros trabajos. El presente no es un estudio desde la lógica de la microeconomía, que analiza las comunidades rurales desde la perspectiva de hogares carentes de relaciones sociales y contacto con el exterior. Aquí el punto fue poner en movimiento las distintas transacciones económicas que realiza una comunidad, sus ingresos y egresos, su intercambio interno y con el exterior, su producción y consumo. A partir de la captura de la información, se avanzó hacia la construcción de dos tipos de modelos: de multiplicadores y de equilibrio general aplicado, los cuales son conocidos como "modelos multisectoriales que dan cuenta de las interrelaciones de varios sectores simultáneamente".

Pero, ¿para qué sirve esto? Para evaluar con precisión las repercusiones esperadas de la aplicación de la política económica para el sector, y por supuesto para apuntalar o replantearse los planes de las instancias correspondientes. Este método remite a un planteamiento clave del libro: la hipótesis central, que describe en estos términos: "[...] los programas de fomento y apoyo a los productores agrícolas y a las comunidades rurales de Sonora no tienen un efecto multiplicador sobre la economía, sobre todo si se aplican en comunidades aisladas que mantienen una dependencia significativa en el abasto de bienes y servicios de proveedores establecidos fuera de la localidad" (p. 30). Esto lo demuestra ensayando varias simulaciones, varios escenarios de comportamiento, a partir de la introducción del impacto de variables que perjudican a la comunidad rural en estudio.

En efecto, el proceso metodológico de esta investigación conduce al capítulo "Simulaciones", en el que el autor realiza varios experimentos:

• Primero, uno donde analiza los efectos del Programa de Apoyos Directos al Campo (PROCAMPO) , a partir de una aplicación gubernamental de 33 mil pesos a los hogares; inyección externa de recursos a la comunidad que hace crecer el PIB de El Júpare en sólo 0.04 por ciento.

• El segundo tiene que ver con otra inyección exógena de 33 mil pesos también, para la agricultura, con la finalidad de recuperar suelos salinos; se busca mejorar la calidad del suelo para uso agrícola. Aquí el PIB de El Júpare aumenta 0.55 por ciento y 2.46 la actividad agrícola en particular.

• El tercero se relaciona con los efectos probables de una disminución en los precios de los cultivos principales. Esto resulta más obvio: una reducción de 20 por ciento en los precios del trigo afecta negativamente al PIB comunitario, que cae 3.7 por ciento. La causa se asocia a una contracción de 29.1 por ciento de la agricultura.

• La cuarta simulación consiste en jugar con una disminución en el precio del camarón, que como ya vimos es una de las actividades de esta comunidad rural, que también es pesquera. La reducción de 20 por ciento del precio del camarón tiene un efecto profundamente significativo: el PIB cae 8.7 por ciento, y el efecto es apabullante.

Como hemos observado en este repaso del libro, hay una amalgama de elementos que lo enriquecen: un problema claro de investigación ubicado en una de las partes más sensibles por su situación económica, una comunidad rural del sur de Sonora. Hay la apropiación de un discurso teórico que proporciona los instrumentos para el análisis, así como el manejo de técnicas especializadas de la contabilidad social, las matemáticas y los programas de cómputo. Pero no sólo esto, el texto se sitúa en el ámbito del cómo hacer para que la política económica con sus medidas, objetivos y metas tenga efectos positivos en su aplicación en el medio rural.

Bracamonte Sierra ha compartido estos instrumentos de investigación aprendidos del doctor Antonio Yúnes, pionero en México en el estudio de esta temática y ha formado escuela en el ámbito regional; se han escrito al menos una tesis de licenciatura y dos de maestría, a partir de esta metodología, es decir, Bracamonte ha formado gente, ha sembrado.

Finalmente, acaso dirán los críticos que se trata de una investigación de tipo seccional, no longitudinal, que obtiene información del objeto de estudio en una oportunidad única, en vez de datos recogidos en varios momentos para hacer posible las comparaciones; o que incluso, los datos no son una estampa fiel de la realidad de la comunidad en estudio. En todo caso se trata de aspectos corregibles, porque como el mismo autor lo señala: en la ciencia económica, cuando uno piensa que termina, apenas empieza.

El contenido de la investigación ameritaba una edición más formal y de mejor calidad. Dado que el mercado de la palabra escrita, al igual que otros, es muy sensible a la forma.

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