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Región y sociedad

versión On-line ISSN 2448-4849versión impresa ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.17 no.33 Hermosillo may./ago. 2005

 

Reseñas

 

Leopoldo Santos Ramírez (2004), Matrimonios de anglos y mexicanos en la frontera

 

Manuel Alberto Santillana Macedo*

 

Hermosillo, El Colegio de Sonora, 321 pp.

 

* Módulo de Fomento a la Salud, Convenio IMSS-CFE-SUTERM, Hermosillo, Sonora. Correo electrónico: msantillana@terra.com

 

Este trabajo de Leopoldo Santos, especialista en las relaciones entre México y Estados Unidos, es una revelación de los trasfondos e intimidades de un estudio sociológico; registra las entrañas de las relaciones humanas que, por su obviedad, estaban ahí, pero nadie o casi nadie las veía. Es decir, las relaciones humanas más directas e importantes, las de la vida de pareja y familia.

Estructurado en un estudio que con una estrategia deductiva, va conformando el microcosmos de la vida de pareja, el libro define en los tres primeros capítulos los límites históricos, geográficos, políticos y culturales que explican el por qué de una relación de pareja y de familia, y propone estudiarla. El primero define las características teóricas y metodológicas de lo que son los estudios genealógicos, y la razón de inclinarse por uno de ellos, sobre bases socioculturales más que biológicas. El segundo capítulo trata de la necesidad de estudiar la región fronteriza como espacio donde se contraen matrimonios, con todos los problemas derivados de una frontera entre dos países tan disímbolos. El tercero se refiere a las características históricas de las fusiones culturales y raciales en el espacio fronterizo.

Los siguientes dos capítulos se centran en el estudio en sí mismo, como un ejercicio de rescate documental, de actas de matrimonio en ambos lados de la frontera. De tal forma que el cuarto capítulo es donde el autor trabaja la comparación de las diferentes ideas de lo que es un matrimonio y una dote en Arizona y Sonora, en la frontera mexicoestadounidense. El quinto es el estudio en los condados mexicanos y arizonenses, a través de la recopilación de los documentos matrimoniales. Actas de matrimonio ante el registro civil, en Sonora y ante la corte en el caso de Arizona.

El libro cierra con un capítulo sintético de los problemas matrimoniales y de vida de pareja entre anglos y mexicanos, que incluye la dimensión sociocultural. Es aquí donde se reconstruye la dinámica de las relaciones matrimoniales, y donde el lector considera que lo obvio y natural no lo es. Sino que las familias y parejas tienen límites relativamente predecibles por las culturas, regiones e historias comunes.

Es interesante utilizar este libro porque, a pesar de partir de una premisa implícita, que las relaciones de pareja se dirigen hacia una meta definida por la aceptación mutua y por el proyecto conjunto, y que el propio texto revela lo contrario, sí es un estudio de las intimidades del ser humano; y lo va demostrando el autor a lo largo del libro. Las parejas no se unen exclusivamente por un azaroso destino de idílico amor que los ha aproximado, sino por razones geográficas, históricas, culturales y aun políticas. Y que a la vez es el matrimonio el motor, a través del amor de pareja, uno de los valores más importantes del ser humano, capaz de trascender barreras culturales, políticas, religiosas o históricas.

El estudio de Santos Ramírez define como matrimonios interraciales a los de anglos y mexicanos. Cuando existe una amplia y debatible tesis y muchas antítesis de la extraña propuesta de esa idea de raza, como elemento eugenésico. Es decir, de que hay razas puras e impuras y mezclas a través de la historia cultural del ser humano. Dado que si bien esta tesis es insostenible en términos del genoma humano —la diferencia interracial entre blancos y asiáticos, negros o indígenas es menor de 0.1 por ciento del total del genoma—, desde luego que es sostenible culturalmente. Y es esta la tesis que sostiene, y bien, Santos Ramírez. Dicho de otra forma, entre quienes viven en Arizona y en Sonora existen varios mundos socioculturales de diferencia, reales y concretos. Pese a ello, se dan las relaciones de pareja y surgen los matrimonios.

Así la tesis fundamental del libro es que a pesar del hecho de ser diferentes en varios ámbitos, hay uniones y proyectos comunes de los individuos. Y que esto no es por azar, obra divina o destino manifiesto, sino por razones socioculturales. No obstante que se viva en culturas diferentes, con historias distintas, con expectativas sociales disparejas e idiomas disímbolos, el hecho de compartir un espacio geográfico y sociocultural común permite el matrimonio. Por ejemplo, una de las razones socioculturales implícitas tiene que ver con el hecho de mantener una tradición familiar. Es decir, una idea conservadora del matrimonio en este veloz mundo neoliberal, contra nuestro idílico amor libre revolucionario de la década de los setenta del siglo pasado.

El estudio también rompe mitos. Echa por tierra el mito del latin lover. Los datos documentan que, aunque mínima, es mayor la proporción de varones mexicanos mayores quienes se casan con mujeres anglos más jóvenes que ellos. Tampoco es cierto que las mujeres jóvenes mexicanas se van a Estados Unidos a conseguir un "gringo viejo". Por lo menos en este estudio y de una manera consistente. Los datos sugieren que es cada vez mayor la participación de los matrimonios interraciales entre jóvenes y que esta proporción se diluye conforme se aleja de la frontera en los condados arizonenses. Situación que no se asocia para nada con lo encontrado en los documentos sonorenses, donde no hay un patrón definido al respecto.

Un punto que conviene destacar es que como ejemplo comparativo de los matrimonios interraciales, el autor expone el caso de los chinos en Sonora y cómo se han ido asimilando en la cultura del noroeste mexicano. Sobre todo porque los Wong, Au, Sau, Fong, Lee y muchísimos miembros de familias de chinos herederos de la avanzada de los años treinta y anteriores, son parte cotidiana de la cultura del noroeste mexicano, a diferencia de una difícil integración entre anglos y mexicanos. Se deduce de este ejercicio comparativo que los chinos dejaron todo allá en el Oriente y se asimilaron, como única opción. Los anglos y mexicanos estamos en constante pugna entre dos mundos disparejos; aquí no hay una asimilación tan obvia. China no está tan cerca, mientras que Arizona está enseguida. El modus vivendi y las expectativas del American way of life son agradables y atractivas, pero inconsistentes con la idea de familia o de fuertes redes de apoyo familiar de los mexicanos.

Un par de aspectos limitan parcialmente estos hallazgos. Uno de ellos es la metodología. Ya que si bien es innovador en nuestra región el estudio de los matrimonios para contrastar dos mundos socioculturales fronterizos, los datos de las actas de matrimonio dicen mucho pero también ocultan bastante. Son retratos del inicio de una relación, pero inferir de ellos toda la vida de pareja es arriesgado y empobrecedor. El otro punto es que dentro de lo que ocultan viene un hecho fundamental: no es lo mismo una primera que una segunda relación. Esto rompe con la tesis subyacente del trabajo, ya que un segundo o tercer matrimonio es muy diferente del primero, sobre todo en expectativas.

Por último, un elemento que hay que celebrar es el tono del texto. El libro muestra cómo la vida de pareja, formalizada a través del matrimonio, trasciende fronteras políticas, mitos e incluso ideologías. El tono de esperanza y de lucha es vital. Dado que las ideas del autor expresan que el resultado de esta vinculación entre hombres estadounidenses y mujeres mexicanas, o varones mexicanos y mujeres anglos, produce un mestizaje y lo seguirá haciendo, que es el futuro de las fronteras entre México y Estados Unidos. Lo es y lo será en la medida en que se amplíe y profundice la influencia de esta perspectiva mestiza en una realidad bilingüe y bicultural. Como un ejemplo de esta visión, el cierre del libro señala:

En realidad, la búsqueda de esa nueva identidad es parte de un relanzamiento de la descolonización de los mexiconorteamericanos, pero también de los latinos y, con ellos, de la mayor parte de América Latina. Esto será posible en la medida en que los mexicanos de Estados Unidos se reconozcan como un sector cuya definición esencial es que constituye una parte de la fuerza de trabajo norteamericana, cualidad que le proporciona una palanca de impulso hacia alianza con sus iguales, con independencia del color de piel y la cultura (p. 273).

Y más adelante:

Si de todo esto se deriva una tarea inmediata, ésta consiste en reforzar la frontera latina que no es otra cosa que la unificación de los movimientos de liberalización del hemisferio desde la Patagonia hasta el Canadá, de tal manera que los esfuerzos hoy dispersos en esa vasta geografía se traduzcan en éxitos concretos en la construcción de una verdadera patria americana (p. 274).

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