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Región y sociedad

versão On-line ISSN 2448-4849versão impressa ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.15 no.28 Hermosillo Set./Dez. 2003

 

Reseñas

 

Rhacel Salazar Parreñas (2002), Servants of Globalization. Women, Migration and Domestic Work

 

Claudia Rocío Rivera Kisines**

 

Stanford, Stanford Iniversity Press, 390 pp.

 

** Pasante de la Maestría en Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán . Correo electrónico: riverakisines@hotmail.com

 

El libro de Rhacel Salazar Parreñas nos adentra en las condiciones de las empleadas domésticas migrantes filipinas, a quienes, por sus características, las define como las sirvientas de la globalización. A partir de reconocer sus dimensiones transnacionales, nombra y da forma a las mujeres migrantes filipinas como "las trabajadoras en servicios por excelencia de la globalización" (p. 1).

La autora parte de dimensionar a los sujetos de su estudio como "dominados", y aunque reconoce su calidad de agentes, esta calidad se encuentra determinada, enabled and limited, por las estructuras que los constituyen.

Sobre este objeto de estudio lleva a cabo un manejo teórico ambicioso. Salazar integra para su análisis tres modelos distintos, reconociendo en cada uno de ellos la posibilidad de acceder a tres diferentes realidades de los sujetos que investiga. A nivel macroestructural, y siguiendo el modelo del sistema mundo, aborda y va trazando los procesos que determinan los patrones de migración y sus asentamientos. En un nivel intermedio, la autora centra su análisis en cuatro instituciones —Estado nacional, familia, mercado laboral y comunidad migrante— y da cuenta de las transformaciones que experimentan y de los cambios en las relaciones sociales que resultan. Finalmente, a nivel del sujeto, y recolectando experiencias migratorias particulares en las ciudades de Roma y Los Ángeles, examina las posiciones de las migrantes frente a, y dentro de, estas instituciones.

Las anteriores posiciones en que las fuerzas externas, globales e institucionales llevan a cabo la sujeción del sujeto, son enfocadas por la autora como dislocaciones que le permiten dimensionar, además de los procesos en que se constituyen como sujetos dominados, sus intentos por resistir y negociar este dominio. A partir de dar cuenta de estas dislocaciones logra, a lo largo del libro, mantener la tensión, e ilustrar las interacciones de los tres niveles: el macroestructural, el intermedio y el del sujeto.

Salazar traza las imágenes de los trabajadores migrantes filipinos como desamparados por los estados nacionales —el expulsor y el receptor— ante la globalidad. Esta primera dislocación, o forma de sujeción, se objetiva entonces en su calidad de semiciudadanos, quienes construyen, imaginariamente, a las Filipinas como "hogar" donde podrían recuperar este plano de su identidad.

Frente al mercado laboral, la autora se centra en el trabajo reproductivo y las formas en que diversos sistemas de desigualdad —de género, raza, clase y nacionalidad— se articulan para atraparlas en su posición, sometida, dentro de la división internacional de este particular mercado. Efectivamente, estas desigualdades jerarquizadas en las que se mueven las mujeres a escala global, propician la transferencia internacional de las tareas de cuidado y limpieza, e impulsan movimientos migratorios que se desplazan de un sistema de privilegios patriarcal a otro sin que se presente la posibilidad de cuestionar al sistema en su conjunto.

Al detenerse en las familias, Salazar se adentra en el proceso de cambio e interacción en que se inscriben estas mujeres dentro de las transformaciones estructurales de sus arreglos domésticos de un tipo nuclear a uno transnacional. Desarrolla una tipología de las familias que integran esta diáspora, y llega a la conclusión de que se trata de familias postindustriales, pero atadas a un sistema de valores preindustrial en cuyo proceso de reproducción juega un papel fundamental el manejo de la pena que les provoca, a ellas y a sus familiares, la separación. Esta dislocación dolorosa la enfrentan reprimiendo sus necesidades emocionales y afectivas, priorizando las ganancias materiales producto de esta separación siempre, imaginariamente, temporal.

Otra de las dislocaciones que caracterizan la identidad global que se describe en el texto se ubica en su contradictoria movilidad social, resultado de su simultáneo descenso en su estatus social y ascenso en su estatus económico. Al tratarse, en su mayoría, de mujeres con un nivel de estudios relativamente alto, atrapadas en la rutina cotidiana del trabajo doméstico como sirvientas, en relaciones de subordinación raciales y de clases, respecto a sus empleadores, las empleadas domésticas despliegan estrategias de resistencia y negociación por medio de las cuales manipulan, reproduciendo sin cuestionar, estos emblemas de desigualdad.

Finalmente, la dislocación en la que se mueven las empleadas domésticas migrantes filipinas dentro de sus comunidades migrantes se caracteriza por su exclusión. En Roma, en estrecha relación con su exclusión económica, social y física del contexto de recepción en su conjunto, contexto de hipercapitalismo declarado, lo que las lleva a mercantilizar el conjunto de sus relaciones incluso en el seno de la comunidad migrante. En Los Ángeles, por su parte, se les relega de la misma comunidad de migrantes debido a la acentuada segmentación de clase que ésta experimenta.

Al interconectar los tres niveles de análisis en que desarrolla su obra, la autora reproblematiza algunas de las estructuras teóricas y conceptuales con las que, desde las ciencias sociales, se ha tratado de reflexionar alrededor de la globalización. Así, por ejemplo, el trabajo ilustra al detalle algunas de las contradicciones fundamentales del sistema mundial capitalista señaladas por Wallerstein (1979), particularmente cuando apunta el hipócrita manejo que dentro de este sistema se hace del universalismo, en tanto parámetro de jerarquización y subordinación social y económica, estrechamente vinculado con visiones sexistas y racistas que legitiman el dominio. Se trata, así, de mujeres expulsadas de áreas periféricas hacia estados centrales, insertas en un proceso que en sí mismo aumenta las distancias económicas y sociales, las desigualdades estructurales, entre estas distintas áreas en el ámbito del sistema mundial. En palabras de Salazar, "el que se relegue a los países en vías de desarrollo a ser fuente de trabajadores de segundo nivel, perpetúa su estatus de países en vías de desarrollo y mantiene las desigualdades que causan la emigración y el descenso social de sus obreros educados" (p. 250).

Salazar, sin embargo, lejos está de quedarse en este nivel macro-estructural desde el cual se suele relegar a la cultura a su carácter instrumental al servicio de los estados centrales, o las dominantes, en sus estrategias de dominio. La autora busca reconocer las posibilidades creativas y recreativas de la cultura. Esta búsqueda la lleva a situarse, localmente, en dos ciudades distintas como punto de partida para reflexionar y dimensionar lo global desde abajo.

El trabajo apunta a revelar cómo la pérdida de vecindades directas se ve acompañada por diferenciaciones inclusivas de la exclusión, que están muy lejos de propiciar vecindades transculturales. En otras palabras, por ejemplo, las aportaciones que realizan las empleadas domésticas migrantes filipinas como reproductoras de la fuerza laboral en las sociedades anfitrionas no contribuyen a su plena ciudadanía en las mismas. Ahora, si bien estas mujeres no se mueven dentro del eje de ser mujeres subordinadas en el sistema patriarcal filipino o ser profesionistas libres e independientes en ciudades como Roma o Los Ángeles, sí se ubican en un continuo que reproduce e incrementa su estado de subordinación estructural, puesto que están, simultáneamente, subordinadas al sistema patriarcal filipino y al sistema patriarcal-racial de clase italiano o estadounidense. En pocas palabras: se ubican en multisistemas de exclusión globales.

Como parte de otros acercamientos a la globalización, el trabajo de Salazar da cuenta de cómo la era de la información global es también la era de la segregación local, pero no sólo en los dos planos. A la segregación de las minorías étnicas por parte de los grupos étnicos dominantes, y el de las distintas minorías entre sí, se agrega, en este caso, una tercera segregación, la de clase, en el seno mismo de esta minoría étnica. Siguiendo la perspectiva de la autora, puede decirse que desde la informalidad de la globalización se está unificando el mercado laboral de reproducción de la fuerza de trabajo. Fenómeno que empíricamente se puede observar en la vida de las mujeres migrantes filipinas, quienes desempeñan un papel fundamental en este sentido.

Así, pues, se trata de un acercamiento que reconoce al fenómeno estudiado como "glocal", donde la globalización entraña la universalización del particularismo, así como la particularización del universalismo. En este caso, se universaliza la mano de obra barata filipina dentro de las labores particulares de cuidado y limpieza en el ámbito de casas privadas en las sociedades industriales y las exclusiones de género que esto implica y, por otro lado, se particularizan (en forma de revistas producidas por industrias étnico-culturales que dan forma a una identidad imaginada que cobra vida en esta diáspora laboral transnacional) la segmentación y exclusión económica, de género y racial.

El proceso de globalización que nos reporta Rhacel Salazar puede percibirse como una de las globalizaciones tangenciales. En este sentido, es posible considerar el trabajo desde una doble perspectiva. Por un lado, efectivamente, da cuenta del consumo de productos transnacionales —o en este caso las revistas Diwaliwan y Tining Filipino— en los cuales se manifiestan sujetos en un proceso que favorece su emergencia y su interpelación, propiciando la interacción entre sí. Por otro lado, el título que utiliza la autora y su obra misma pueden considerarse como metáfora y narración ritualizadas del fenómeno, cumpliendo la función, contraproducente, de revisar cuestiones de una identidad cerrada y, por lo tanto, con escasas posibilidades de "hacer y ser con los otros." Lo anterior lleva a Salazar, incluso, a ser invisible frente a sí misma y silenciar su historia personal de ruptura con esta determinación. Determinaciones a las que estuvieron sujetas su madre y sus tías, pero que se vuelve "invisible" justamente al aislar, dentro de las estructuras, la identidad que estudia, y por lo tanto nombrarla, crearla, diferenciarla sobrevalorando las dimensiones que la encierran, y a las que su identidad está sujeta. En este sentido, me atrevo a sugerir que en el proceso de identificación —en el que la autora les otorga a esas mujeres una identidad como empleadas domésticas migrantes filipinas—, las categorías desde las cuales habla y desde las que hace hablar a sus "sujetas", la llevan a dar cuenta, efectiva y exclusivamente, de las formas en que "desde abajo" los propios sujetos entretejen, con sus vidas, las formas de dominación que los condicionan "desde arriba".

El reto multimetodológico que emprende Salazar ya ha sido recorrido por otros autores en estudios menos ambiciosos. Se trata, como lo dice Carmen Bueno (2000), de mapear un problema rastreando las relaciones y enlaces que se dan en un plano discontinuo, fracturado, manteniendo las técnicas de observación en una multiplicidad de observatorios como camino para poder explicar las modalidades del sistema mundo contemporáneo.

Sin embargo, la sujeción de la identidad que describe Salazar Parreñas arroja escasas esperanzas de una ruptura que la libere de su estado de exclusión y marginalidad. Todas las tácticas de resistencia y negociación, el ejercicio de su capacidad de agentes que despliegan las mujeres migrantes filipinas dentro de cada una de las dislocaciones que repasa la autora, terminan por reproducir su fragmentación, su estado de sujetos dominados y excluidos.

Así, identifica en las empleadas domésticas migrantes filipinas a sujetos con una identidad que me atrevería a llamar transglocaldominada,* dando cuenta del eficiente desempeño que estas mujeres tienen translocalmente, en el sentido de Appadurai (1996), como reproductoras-limpiadoras-cuidadoras de su propia sujeción global. Se nos narran sus historias, se escribe su historia, de tal manera, que se les sigue negando la historia.

 

Bibliografía

Appadurai, Arjun (1996), Modernity at Large. Cultural Dimension of Globalizations, Minneapolis, University of Minnesota Press.         [ Links ]

Bueno, Carmen (2000) (coord.), Globalización. Una cuestión antropológica, México, CIESAS-Porrúa.         [ Links ]

Robertson, Robert (1998), "Identidad nacional y globalización: falacias contemporáneas", Revista Mexicana de Sociología, Instituto de Investigaciones Sociales, vol. 60, no. 1, ene-mar, pp. 3-19.         [ Links ]

Smith, Paul (1998), Discerning the Subject, University of Minnesota Press, Minneapolis.         [ Links ]

Wallerstein, Inmanuel (1979), El moderno sistema mundial. La agricultura capitalista y los orígenes de la economía europea en el siglo XVI, México, Siglo XXI Editores.         [ Links ]

 

Notas

*Con este término se pretende subrayar el carácter determinista que subyace en la obra, toda vez que la dominación de la que son objeto las empleadas domésticas migrantes filipinas pareciera no tener alternativa de superación ni en el ámbito de las distintas realidades en las que se localiza, ni dentro de proceso global alguno.

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