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Región y sociedad

versión On-line ISSN 2448-4849versión impresa ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.15 no.26 Hermosillo ene./abr. 2003

 

Artículos

 

La fuerza de trabajo en la maquiladora: ubicación de sus espacios laborales y de reproducción en Tijuana*

 

María del Rocío Barajas** y Kathryn Kopinak***

 

** Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte. Correspondencia: Blvd. Abelardo L. Rodríguez 2925, Zona del Río, Tijuana, B. C. 22320. Correo electrónico: rbarajas@colef.mx

*** University of Western Ontario, Canadá. Correo electrónico: kopinak@uwo.ca

 

Recibido en diciembre de 2001
Revisado en agosto de 2002

 

Resumen

El objetivo del presente artículo es analizar cómo influye la ubicación del lugar de trabajo en la localización de la vivienda de los obreros de la industria maquiladora. El estudio se centra en la ciudad de Tijuana, Baja California, y se basa en los resultados de la encuesta "Rotación de personal en la industria maquiladora", aplicada en Tijuana en el año de 1992.

Palabras clave: ubicación de los centros de trabajo, ubicación de las viviendas, reproducción de la fuerza de trabajo, funcionalidad y disfuncionalidad.

 

Abstract

The objective of this paper is to analyze how the location of the workplace influences the location of the maquila workers' housing. This study focuses on the city of Tijuana, Baja California, and is based on the results of the Personnel Turnover in the Maquila Industry survey, carried out in Tijuana in 1991.

Key words: location of workcenters, housing location, reproduction of labor force, funcionality and disfuncionality.

 

Introducción

En los últimos 30 años, el crecimiento de la ciudad fronteriza de Tijuana, en Baja California, ha sido sumamente rápido y desorganizado, ya que no se ha efectuado de acuerdo con ningún plan de ordenamiento urbano. Tal crecimiento es en gran medida resultado de la existencia de un amplio mercado de trabajo durante las décadas de 1980 y 1990, que fue estimulado con el establecimiento en la ciudad de un número cada vez mayor de empresas maquiladoras. Actualmente, no obstante la desaceleración que se ha presentado en la generación del empleo industrial,1 Tijuana sigue siendo un importante receptor de empleo en este sector económico.

En su mayoría, estas unidades de producción son propiedad extranjera y su trabajo es subcontratado por corporaciones multinacionales.2 Una parte considerable de estas firmas son subsidiarias o filiales de grandes compañías transnacionales.

Desde hace 15 años, en los estados de la frontera norte la industria maquiladora se ha convertido en un importante generador de empleo, especialmente en Baja California y en particular en Tijuana. Sin embargo, además de que en el sector continúa predominando el empleo de mujeres, en esta industria prevalecen los bajos salarios y una precaria calificación de los trabajadores, lo que impide que se eleve de manera sustancial la calidad de vida de éstos.3 Lo anterior se pone de manifiesto en el difícil acceso de una buena parte de los obreros a los centros de trabajo y en la escasez de vivienda en la ciudad, que además, cuando la hay, carece de los servicios públicos básicos, como son agua potable, drenaje y electricidad.

De manera general, se encuentra que las viviendas de estos trabajadores se ubican en zonas de limitada y, en algunos casos nula, disponibilidad de infraestructura urbana, como es la pavimentación, el alumbrado público, un sistema de seguridad pública y el transporte.

La población en general, pues, construye sus viviendas o simplemente se instala en los espacios físicos con menor grado de urbanización y menos acceso a los servicios de transporte público y a la infraestructura en general (carreteras y vialidades, por ejemplo); en contraste, se observa que las empresas de origen extranjero disponen de los terrenos mejor urbanizados de la ciudad. Esta inequidad es resultado en gran medida del crecimiento acelerado de la población, producto de las altas tasas de migración que experimenta Tijuana y del fuerte rezago en la creación de infraestructura urbana.

De esta forma, el objetivo de este artículo es analizar cómo influye la ubicación del lugar de trabajo en la localización de la vivienda de los trabajadores. De manera hipotética, se plantea que para la ubicación de las viviendas de los trabajadores son importantes determinados factores sociodemográficos, así como la posición de los obreros dentro de la empresa y su respectiva retribución salarial.

El trabajo se organiza en seis apartados: en el primero, se hace una introducción al estudio, en el segundo, se discuten las particularidades del crecimiento de la industria maquiladora y las características sociourbanas de Tijuana, en el tercero, se presenta una breve discusión teórica sobre las distintas perspectivas que analizan las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo, en el cuarto, se explica la metodología seguida para el examen de las evidencias empíricas, en el quinto, se incluyen los hallazgos sobre la relación existente entre la ubicación de las viviendas de los obreros y sus centros de trabajo y, finalmente, se hace una breve reflexión sobre los hallazgos de la investigación.

 

Contexto del crecimiento de la fuerza de trabajo en la industria maquiladora y de las características sociourbanas de los espacios en donde se localizan los trabajadores y las empresas

En los años ochenta y noventa del siglo XX, la llamada industria maquiladora experimentó un crecimiento sostenido tanto en el asentamiento de nuevas plantas industriales como en la creación de empleo. La maquiladora se convirtió en una de las industrias que más puestos de trabajo generó. La contribución de este sector a un mejoramiento sustancial de la balanza comercial del país fue importante, toda vez que, después del petróleo, se transformó en la segunda fuente de divisas en el país.

Asimismo, durante los últimos 20 años, las principales ciudades fronterizas del norte de México tuvieron un crecimiento económico sustancial, debido, en términos generales, a un sostenido crecimiento de la industria maquiladora, que en las décadas de 1980 y 1990 se tradujo en el asentamiento de nuevas plantas industriales, así como en la creación de empleo.

Las maquiladoras registraron en 1980 un total de 620 establecimientos, 1,703 en 1990 y 3,590 en 2000. De las compañías existentes en el 2000, casi el 34 por ciento se localizaba en Baja California, y de los 1,218 establecimientos que se ubicaban en el estado, casi el 65 por ciento se encontraba en la ciudad de Tijuana (INEGI, 2001).

Esta industria creó durante 1980 la cantidad de 119,546 empleos, 446,436 en 1990 y 1'285,007 en el 2000, y en general entre 1980 y 1989, el número de establecimientos de esta industria creció a una tasa promedio de 13.61 por ciento, en tanto que el personal ocupado lo hizo a una tasa de 15.69 por ciento (INEGI, 2001).

Estas compañías maquiladoras produjeron un valor agregado para el país de 3 (1981), 15 (1990) y 52 (2000) millones de pesos.4 En el 2000, de este total, el 22 por ciento se generó en Baja California. En ese mismo año, entre Mexicali, Tecate y Tijuana produjeron un valor agregado de un poco más de 35 millones de pesos, y casi el 64 por ciento de esta cantidad se generó en Tijuana (INEGI, 2001).

Sin embargo, hacia finales de la década de los noventa este crecimiento sufrió una sensible desaceleración. Entre 1990 y 1999, la creación de establecimientos industriales en el sector se dio a una tasa promedio de 7.26 por ciento, mientras que el empleo lo hizo en un 11 por ciento. En Baja California, esta desaceleración ocurrió en el crecimiento de establecimientos industriales, toda vez que de 1990 a 1999 este indicador disminuyó en un 5.35 por ciento, en tanto que el empleo creció a la misma tasa del 11 por ciento (INEGI, 2001).

Como se señaló, Tijuana ocupa un lugar preponderante en el crecimiento de la industria maquiladora de exportación. Para el 2000, casi el 22 por ciento de los empleos de esta industria se concentró en el estado de Baja California, y de las 274,581 plazas creadas en los cinco municipios de la entidad, el 68 por ciento se encontraba en Tijuana (INEGI, 2001), lo que evidencia la importancia de este sector industrial para la economía de la ciudad.

Pero el crecimiento espectacular de estas variables tiene un lado oscuro. El INEGI (2001) dio a conocer datos que revelan la ínfima calidad de estos empleos, lo cual tiene un efecto directo en la ubicación y en las condiciones de la vivienda de los trabajadores. Por ejemplo, entre 1980 y el 2000 la variación porcentual anual de remuneraciones reales por persona ocupada en esta industria es negativa en los años 1983-1992, 1995, 1996 y 1999. De la misma forma, las prestaciones sociales también fueron impactadas negativamente en los años 1983-1985, 1988 y 1995-1997. Esto es, las remuneraciones recibidas por los trabajadores (sueldos y salarios), así como las prestaciones sociales, aun cuando crecieron en términos absolutos, disminuyeron en términos relativos.5 Esto, obviamente, tuvo que ver con el constante deterioro del peso frente al dólar y con la inflación.

No obstante estos indicadores, se estima que cada año arriban a la ciudad de Tijuana entre 65 mil y 70 mil personas (Serrano, 1998). La ciudad ha sido históricamente un corredor utilizado por los migrantes que intentan cruzar hacia los Estados Unidos, pero también ha aumentado de manera significativa el número de personas que llegan desde el interior del país con objeto de insertarse en el dinámico mercado de trabajo local. Este fenómeno se ha recrudecido desde que la crisis económica en México comenzó a inicios de los años ochenta.6

Con frecuencia los migrantes recién llegados a la ciudad se emplean en las plantas maquiladoras, así como también en el comercio y en el sector turístico. En 1997, el 29.2 por ciento de la población económicamente activa se empleó en la maquiladora y en otras industrias domésticas; sin embargo, poco sabemos sobre cómo estos trabajadores, muchos de ellos recién llegados a la ciudad, encuentran hogar y se relacionan con la comunidad (SDE, 1998).

Como se dijo, Tijuana tiene una de las mayores tasas de crecimiento económico en el país. Cerca del 50 por ciento del PIB de Baja California es producido en Tijuana y desde los años noventa ésta ha sido considerada una de las ciudades más prósperas del país. Esto resulta evidente cuando tenemos en cuenta que la urbe mantiene una de las tasas de desempleo abierto más bajas del país. En comparación con una metrópoli netamente industrial como Monterrey (cuya tasa de desempleo abierto en 1995 y 1998 fue de 8 y 3.1 por ciento, respectivamente), la tasa de desempleo abierto de Tijuana en esos mismos años fue de tan sólo 1.8 y 1 por ciento. Asimismo, la ciudad ha sido importante receptora de inversión extranjera directa, principalmente en el sector industrial.7 En tanto, entre 1980 y 1993 el empleo en Tijuana creció a una tasa de 14 por ciento, mientras que entre 1994 y 1998 el crecimiento del empleo en el sector maquilador fue de 12.6 por ciento (Gerber y Blason, 2001).

En términos generales, para ubicar una planta maquiladora, los inversionistas consideran factores tales como la accesibilidad, la infraestructura, el costo de la tierra y la topografía del lugar. Esta última característica reviste especial importancia en Tijuana, ya que la existencia en la ciudad de zonas de inclinadas pendientes (muchas son desfiladeros profundos) aumenta el costo de introducción de servicios públicos y vías de comunicación. Las plantas tienden a ser ubicadas sobre estas pendientes, que van desde los 12 a los 15 grados, o sobre la superficie de tierra que puede nivelarse en algunos ángulos.

Como se señaló, la ciudad de Tijuana se caracteriza por contar con un desarrollo urbano precario, en donde una considerable proporción de la población vive en áreas que no cuentan con la infraestructura básica.8 En relación con el uso del suelo, las estadísticas oficiales también indican que al 72 por ciento de éste se le da uso residencial y sólo el 1.35 por ciento se destina a áreas verdes, en tanto que el 6 por ciento se ocupa en infraestructura (IMPLAN, 2000).

Cabe destacar, como parte de este contexto, la gran participación de las mujeres en el mercado laboral de Tijuana, toda vez que en su gran mayoría se ocupan en la industria maquiladora.9

Debido a que muchas de estas mujeres provienen de otras regiones del país, la ubicación de sus viviendas se convierte en un elemento determinante para su reproducción como fuerza laboral, ya que no cuentan ni con la infraestructura necesaria (disponibilidad de guarderías y centros de atención a menores) ni con las redes familiares que les auxilien en el cuidado de los niños.10

Medina (1992) hace referencia a la localización espacial de la industria de exportación en Tijuana (véase el mapa anexo). Las empresas, que en su mayoría son maquiladoras, se ubican principalmente en dos áreas:11

1. El área tradicional de manufactura, que se localiza geográficamente en el suroeste de la ciudad y dentro de la delegación política La Mesa. Éste es un corredor que se extiende a lo largo de los bulevares Agua Caliente y Díaz Ordaz y que comienza en la colonia Marrón, a la altura de la Zona Río, y continúa hasta la presa Abelardo L. Rodríguez. Este corredor históricamente había sido el cauce del río Tijuana, que fue canalizado hacia mediados de la década de los años setenta para hacerlo más predecible. La mayor concentración de plantas exportadoras se encuentra entre la colonia 20 de Noviembre y el bulevar José de San Martín. Las compañías allí instaladas tienden a ser de tamaño mediano y grande y se especializan en la producción de bienes de capital (por ejemplo, maquinaria) y bienes intermedios (tales como aparatos domésticos), pero también producen bienes para el consumo inmediato. Las empresas que se ubican en esta zona se benefician de la infraestructura existente y de un buen acceso topográfico.

2. La segunda área industrial identificable se diseñó y fue construida como una plataforma de exportación durante el mismo periodo, y está situada en el noreste de la ciudad, particularmente en los parques industriales siguientes: Garita de Otay, Parque Industrial Frontera y Ciudad Industrial Nueva Tijuana, en especial en la Sección Dorado. Las plantas, por lo regular, son de gran tamaño y se concentran principalmente en la producción de bienes de capital y de bienes intermedios para la exportación.

Otros centros de producción industrial se localizan en zonas residenciales; por ejemplo, en la colonia Nueva Tijuana, ubicada entre el Parque Industrial Frontera y la Ciudad Industrial. Esta colonia se diseñó inicialmente como un área residencial para la gente que trabaja en los parques industriales; sin embargo, recientemente se ha convertido en asiento de plantas maquiladoras. La delegación a la que estas empresas pertenecen es la Mesa de Otay.

La zona de más reciente crecimiento de la industria maquiladora en Tijuana ha sido el sureste de la ciudad, y están en marcha nuevos proyectos para construir una carretera que comunique esta área con otros municipios del estado, tales como Rosarito, en donde ya se han empezado a edificar parques industriales.

Hasta hoy existen pocos estudios que den cuenta de los usos de la tierra (industrial y residencial) en Tijuana y de cómo ese hecho ha afectado su desarrollo urbano. Muchas de las colonias populares han emergido como producto de un sistema clientelar de algunos partidos políticos, que han manipulado las invasiones en las áreas periféricas de la ciudad, lo que ha dado como resultado un mosaico de colonias, con distintos niveles de acceso a servicios públicos, y donde los diversos grupos han recurrido a diferentes tácticas y estrategias para negociar con autoridades locales, estatales e incluso federales, la regularización de la tierra y la dotación de infraestructura urbana básica (Hiernaux, 1986; Valenzuela, 1991).

En términos generales, en Tijuana se percibe una tasa de movilidad social y económica más alta que en otras ciudades comparables del país. El desarrollo comercial e industrial del centro urbano ha dado lugar al desplazamiento de la población de bajos ingresos hacia zonas periféricas, en donde los desplazados han construido sus propias viviendas. En los años ochenta, algunas inmobiliarias comenzaron a diseñar viviendas de lujo para alojar a los asalariados de altos ingresos que se esperaba llegaran con el crecimiento de las maquiladoras. Sin embargo, para 1990, cuando tales proyectos habían sido concluidos, se encontró que el mercado de demandantes de vivienda que estas empresas proyectaron no logró materializarse, debido, entre otras razones, a la recesión económica de los años ochenta. Estas mismas inmobiliarias decidieron, entonces, cambiar al diseño de un tipo de vivienda más modesta, a precios más accesibles para una población de ingresos medios. Actualmente, esta población demanda vivienda de interés social, demanda que rebasa con mucho la oferta existente en la ciudad.12

No se puede responsabilizar sólo al sector privado por no ofrecer salarios dignos a los trabajadores o proveer y/ o gestionar la construcción de viviendas a precios accesibles para los obreros de esta industria. También ha existido una gran indiferencia de los gobiernos nacional y locales, así como de sus instituciones, en cuanto a corresponder con la contribución que la fuerza laboral empleada en estas empresas realiza para que el país obtenga mayores divisas.

Este asunto nos remite a discutir la responsabilidad no sólo de los empresarios, sino también del estado mexicano y sus instituciones. Es éste, en última instancia, el que no ha cumplido su papel como proveedor de vivienda e infraestructura digna, lo cual permitiría a los trabajadores mexicanos elevar su calidad de vida.

 

Consideraciones teóricas

Según la teoría económica clásica, el crecimiento industrial es una de las principales características de una sociedad desarrollada. Es decir, desde esta perspectiva el proceso de industrialización trae aparejado el crecimiento económico y éste, a su vez, genera el desarrollo económico. De ahí que país industrializado sea también sinónimo de país urbanizado, con altos ingresos per capita y con fuerza laboral calificada. Sin embargo, y contra lo que supone esta teoría, en los países de reciente industrialización, especialmente en América Latina y en particular en México, resulta paradójica la condición crecimiento industrial-crecimiento económico y desarrollo.

Aunque esta industria ha sido una importante fuente de empleos para aquella fuerza de trabajo que recién se incorpora al mercado laboral, sobre todo para las mujeres,13 lo cierto es que estos empleos de baja calificación y bajos salarios no les permiten a los obreros de las maquiladoras habitar en zonas apropiadamente urbanizadas.

Por desgracia, el estado mexicano (a través de los gobiernos federal, estatales o locales) no ha contribuido de manera sustancial a mejorar las condiciones de vida de estos trabajadores, ya que históricamente ha existido una baja inversión pública para la creación de vivienda, introducción de servicios públicos en las zonas periféricas, habilitación de transporte público de calidad, mayores vialidades, guarderías, etcétera. En 1991, Zepeda y Sotomayor (1992) calcularon que en la frontera norte existía un rezago en inversión pública de alrededor de nueve mil millones de pesos.

Pocos son los estudios que han intentado analizar, con una visión teórica,la paradoja de desarrollo-subdesarrollo que genera la industria maquiladora en México. De la bibliografía que se ocupa de los espacios de producción de bienes y servicios y reproducción de la fuerza laboral, hay que destacar el trabajo de Ferrante (2000), quien analiza desde tres distintas perspectivas teóricas el funcionamiento de las empresas llamadas "maquiladoras". Consideramos que la investigación de esta autora tiene la virtud de comparar dentro de las ciencias sociales, importantes paradigmas que intentan explicar tanto el comportamiento de la industria maquiladora como sus efectos sobre la fuerza de trabajo ahí empleada y las repercusiones sobre las regiones donde esta industria se localiza.

La primera perspectiva funcionalista se centra en explicar cómo se produce el orden y la estabilidad en la sociedad. En este enfoque se considera que la sociedad define un conjunto de principios y reglas que guían a las personas pertenecientes a dicha sociedad. Asimismo, según esta teoría, existen funciones (manifiestas y latentes)14 y disfunciones (manifiestas y latentes).15

Al aplicar esta teoría al caso de la maquiladora, Ferrante considera que entre las funciones manifiestas está la creación misma del programa de maquila en 1965, que intentaba dar una salida al recién concluido Programa de Braceros, que había dejado sin empleo a un número importante de trabajadores migrantes. En cuanto a las funciones latentes, la autora considera que a consecuencia del crecimiento de la industria maquiladora se han incrementado los vínculos económicos, sociales y políticos entre México y Estados Unidos. Sin embargo, estos nexos se dieron de manera inercial, ya que con el programa maquilador no se buscaba alcanzar estos objetivos.

Por su parte, las disfunciones que generó este programa maquilador están asociadas con el hecho de que no logró crear empleos para la población que había participado en el programa migrante, en tanto que ofreció trabajo a otro segmento de la población al cual dicho proyecto no iba dirigido: las mujeres.

Entre las disfunciones latentes se encuentra el deterioro del salario (como consecuencia de la devaluación de la moneda, aun cuando los exportadores ganan), así como los problemas de contaminación, tráfico y otros que aquejan a la comunidad y que son producto de este modelo de crecimiento industrial. "El crecimiento de la población en ambos lados de las ciudades fronterizas ha sido rápido y poco regulado, lo cual resulta en una disfunción latente: el establecimiento de grandes asentamientos humanos caracterizados por viviendas de baja calidad o el rezago en la producción de la misma" (Ferrante, 2000).

Desde la perspectiva funcionalista, con el rápido crecimiento de la industria maquiladora se ha generado una fuerte disfunción en las localidades donde se ubica esta industria, toda vez que no se dispone de la infraestructura y las viviendas necesarias para satisfacer la demanda de la población ocupada. De hecho, las instituciones de los gobiernos locales no reconocen su responsabilidad en la creación de las viviendas necesarias para la población trabajadora. En esta disfunción, se considera clave el rezago en la producción de viviendas y en la introducción de servicios básicos a zonas marginales.

Sin lugar a dudas, este tipo de estudios nos permite encontrar un punto de equilibrio en el análisis sobre el desempeño de la maquila. Con el fin de agregar algunos elementos al análisis de Ferrante, se puede señalar que la perspectiva funcionalista permite reconocer los alcances del modelo de desarrollo industrial, como el que se produce con base en la llamada industria maquiladora.

Otro de los enfoques teóricos que se plantean en el artículo de Ferrante es la perspectiva del conflicto, la cual se basa en la categoría marxista del conflicto de clase. De acuerdo con la interpretación que hace la autora, el surgimiento de éste es una situación inevitable de la vida social. Desde este punto de vista, el factor conflicto se convierte en el principal agente del cambio social.

De entrada, Ferrante critica la perspectiva marxista, dado que considera que no otorga ningún valor a otras fuerzas sociales que también influyen en el capitalismo. Sin embargo, resulta interesante cómo la autora aplica esta visión al caso de la industria maquiladora. Siguiendo con este enfoque, se considera que los medios de producción están en manos de capitalistas extranjeros, principalmente de los Estados Unidos, los cuales acuden a países como México para obtener mayores tasas de ganancia mediante la explotación de mano de obra barata. Desde este punto de vista, los empleos que genera la maquiladora se caracterizan por su alto grado de inseguridad, escasa movilidad laboral y bajos salarios.

De la misma manera, según esta teoría, los capitalistas extranjeros se benefician de medidas macroeconómicas tomadas por el gobierno mexicano, tales como el tipo de cambio, el congelamiento de los salarios y un muy bajo crecimiento del salario mínimo. Esto es en gran medida consecuencia de las presiones y negociaciones con organismos internacionales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), y también de medidas microeconómicas más ligadas a los gobiernos locales (exención de impuestos, bajos costos en la adquisición de la tierra, etcétera).

De acuerdo con este enfoque, la fuerza de trabajo debe ser responsable por sí misma de proveerse de vivienda, dejando una mayor responsabilidad a las instituciones del Estado que a los propios capitalistas.

Por su parte, Estivil (1992) señala que durante los años sesenta y setenta del siglo pasado se insistía en la separación de los espacios de trabajo y reproducción como un modelo de desarrollo urbano, en tanto que ahora se vuelve a debatir la conveniencia de acercar el espacio productivo al espacio reproductivo.

Interpretando los problemas de vivienda desde la perspectiva del conflicto, se puede decir que una vivienda adecuada es necesaria para reproducir la fuerza de trabajo. Por ejemplo, se requiere poder regresar a casa día a día, tomar el descanso adecuado y mantener unas condiciones óptimas de salud. Cuando el trabajador no recibe una retribución económica y/ o salarial suficiente (como sucede con la mayoría de los obreros en la maquiladora) para adquirir una vivienda digna (es decir, que cumpla con los requisitos esenciales de ser segura, bien construida, amplia y con los servicios básicos de luz, agua, drenaje, entre otros), la perspectiva del conflicto sugiere que las empresas están socializando el costo de reproducción de la fuerza de trabajo; es decir, la empresa tiene la expectativa de que sean los propios trabajadores y/ o el gobierno quienes cubran estos costos (Barajas y Rodríguez, 1989).

Finalmente, Ferrante (2000) se refiere a la perspectiva de interacción simbólica, que se enfoca a entender cómo la gente interpreta su "realidad"; es decir, intenta explicar por qué se actúa de determinada forma. En esta teoría, los símbolos juegan un papel importante en la interacción social.16 La mayor crítica que la autora hace a este enfoque es que no permite predecir los cambios en el significado de los símbolos ni explicar en qué influye para que un símbolo se mantenga.

Sin embargo, resulta interesante el análisis que al respecto realiza Ferrante. Por ejemplo, señala que el término "maquiladora" tiene diferentes significados para la gente de México y Estados Unidos y para sus gobiernos. El término "Assembled in Mexico", en los Estados Unidos conlleva la carga de lo mexicano: pobreza y falta de educación, mientras que "Assembled in Hong Kong" tiene otro significado. Entre los empresarios, la maquila es sinónimo de fuerza de trabajo disponible, cercanía con los Estados Unidos y bajos costos de operación.

En su artículo, Ferrante hace una toma de partido respecto a la perspectiva teórica que debiera emplearse para analizar el desempeño de la industria maquiladora. Al respecto, considera que las perspectivas funcionalista y del conflicto ofrecen mayores elementos para analizar prospectivamente el impacto de la industria maquiladora. Coincidiendo con la autora, como hipótesis en nuestro estudio, recurrimos a ambas perspectivas, funcionalista y del conflicto, para explicar qué factores influyen en los obreros de la maquiladora para decidir qué tan cerca o lejos de sus centros de trabajo establecen sus espacios de reproducción.

En uno de los estudios que utilizaron como base la Encuesta de Rotación de Personal de 1991, Canales (1995) recurre a un enfoque sociodemográfico para explicar la rotación de trabajadores en la maquiladora. Afirma que las trayectorias laborales de los trabajadores se encuentran asociadas con condiciones sociodemográficas del ciclo de vida de cada individuo. Asimismo, concluye que existen tres niveles de determinación del proceso de rotación: 1) extrafirma, que corresponde a la dinámica propia de los mercados de trabajo; 2) intrafirma, que se ve influido por las condiciones internas de la empresa, y 3) microsocial, que se ve determinado por las características de los individuos, sus perfiles socioeconómicos y sociodemográficos.

De manera particular, en este estudio se intenta explicar qué factores influyen para que un obrero viva cerca o lejos de su centro de trabajo. Para ello, nos permitimos extrapolar las determinantes planteadas por Canales para explicar la rotación, retomando el análisis del nivel microsocial, que se convierte, en nuestro caso, en un determinante clave para entender la relación entre la ubicación de la vivienda y la del centro de trabajo. Es decir, el hecho de qué tan lejos o cerca viva un obrero de la maquila de su centro de trabajo parece estar influido por algunas características sociodemográficas del individuo, como son su edad, su estado civil, su origen, su escolaridad, entre otras.

Por su parte, la investigación de Burawoy (1985), que se ubica en la teoría del conflicto, nos ayuda a construir algunas hipótesis para este documento. En este artículo, el autor analiza la relación existente entre el lugar de trabajo y las economías familiares. Estudia las relaciones de poder en el lugar de trabajo y fuera de él y las asocia con la esfera de la producción para la reproducción. Para Burawoy "el acto de producción es simultáneamente un acto de reproducción. Ala vez que ellos producen cosas útiles, los trabajadores producen la base de su existencia propia y la del capital".

Es decir, las condiciones en que participa el trabajador en la producción inciden en su reproducción. Estas circunstancias tienen que ver con el salario, su posición en el proceso de producción, las condiciones laborales y la infraestructura de apoyo (acceso a transporte de la empresa, vialidades cercanas, etcétera). De la misma manera y dentro de la perspectiva del conflicto, De la O (1995) señala que las estrategias de acumulación de capital en la industria maquiladora tienen su impacto en la reproducción social.

Además de lo anterior y nuevamente en el contexto de la teoría del conflicto, Thompson (1992) hace notar que, a pesar de que los salarios que se pagan a los obreros de las maquiladoras han ido mejorando, no alcanzan a proveer la infraestructura básica para el hogar. Sin lugar a dudas, el tipo de vivienda que habitan los trabajadores, así como su ubicación, se encuentran fuertemente correlacionados con su salario.

Finalmente, y dentro de la misma perspectiva, el trabajo de Lindón Villoria (1997) nos ayuda a situar nuestro estudio en términos de la vinculación existente entre los espacios de trabajo y de vivienda. La autora propone tres posibles tipos de relación entre los ámbitos de trabajo y de vida de los obreros: 1) cuando el lugar de trabajo y de residencia es el mismo, 2) cuando los lugares de trabajo y de residencia están separados en el conjunto territorial, y 3) cuando los lugares de trabajo y de residencia se encuentran separados pero próximos. De esta relación depende el nivel de interacción entre ambos ámbitos, lo cual nos acerca a una concepción de la vida cotidiana del obrero.

 

Metodología

La información que se utiliza en este trabajo para comprobar la hipótesis proviene de una encuesta por muestreo aleatorio aplicada en 1991 a 767 obreros de 87 plantas maquiladoras de Tijuana, principalmente en las ramas de la electrónica y de la confección de ropa. El propósito principal de esta encuesta fue recabar datos para estudiar el fenómeno de la rotación de personal en la industria maquiladora, cuyas tasas de cambio excedían entonces el 100 por ciento anual.17

Para efectos de este estudio, se crearon nuevas medidas cualitativas de distancia entre la localización de los centros de trabajo y el lugar de las viviendas. Como ya se mencionó, con objeto de analizar qué factores influyen en la ubicación de la vivienda de los obreros se utilizó una encuesta aplicada en 1991 (Barajas et al.), cuyo propósito inicial era identificar los factores de la rotación de personal en esta industria, que desde la década de los ochenta se mantuvo sumamente alta, actuando como un factor de inestabilidad de este mercado laboral.

En la muestra estadística que da origen a la base de datos que se utiliza en este trabajo destaca el hecho de que casi el 66 por ciento de los obreros entrevistados fueron mujeres y el restante 34 por ciento, hombres. En ninguna de las variables de distancia que se diseñaron exclusivamente para este análisis, se aprecia que los hombres y/ o las mujeres se ubiquen de manera especial en algunas de las categorías elaboradas y que se explican más adelante. Cabe destacar que éste es un análisis fundamentalmente de carácter empírico.

Con base en esta encuesta, Barajas y Sotomayor (1995) sostienen que los trabajadores migrantes, y en especial los de más reciente migración a la ciudad, siguen patrones de reproducción y, por lo tanto, estrategias de obtención de vivienda distintos a los de los propios nativos, con lo que se afecta la ubicación de sus viviendas y estudio de su lugar de trabajo.

Sabemos que después del estudio de Barajas y Sotomayor (1995) nadie ha analizado aún los datos de esta encuesta con los mismos intereses en mente. En el primer informe de investigación de este proyecto, el cual estuvo a cargo de Carrillo y Santibáñez (1992), se señaló que, en términos estadísticos, en promedio 1.6 personas por hogar laboraban en la industria maquiladora. De ellas, la mitad trabajaba en la misma planta y la otra mitad en plantas diferentes.

A pesar de que esta encuesta se aplicó hace más de diez años, consideramos que sigue siendo una fuente de información válida para el estudio de la relación entre el empleo de los trabajadores de la maquiladora, la localización de sus hogares y su lugar de origen, ya que la encuesta incluye variables que permiten identificar el proceso migratorio de estos obreros, sus experiencias en el lugar de trabajo, su historia y su lugar de residencia al momento de aplicar la encuesta.

Con la intención particular de determinar si se contaba con la información relativa a los lugares donde los trabajadores vivían cuando se aplicó la encuesta, se revisó aproximadamente la mitad de los cuestionarios originales aplicados en 1991. Al verificar lo anterior, se procedió a crear nuevas variables para medir la ubicación de la planta y la relación entre los lugares donde los obreros vivieron y trabajaron.

Las variables y sus valores surgen de las tipologías que a continuación describiremos, mismas que emergen de un análisis cualitativo de los datos y que toma en cuenta el tipo de barrio en que el trabajador vivía y el tipo de lugar donde la planta se ubicaba. La nueva variable de medición de la ubicación de la planta tuvo tres valores mutuamente excluyentes, que dio lugar a la siguiente clasificación: 1) plantas industriales situadas dentro de zonas o colonias populares, 2) plantas industriales localizadas en centros o parques industriales y 3) plantas maquiladoras ubicadas dentro de fraccionamientos de tipo residencial (clase media). Cabe señalar que esta clasificación de ubicación de la planta tiene una correlación con el grado de infraestructura y acceso a la zona y a otras zonas de la ciudad.

Por su lado, la variable que mide la distancia entre el hogar del entrevistado y el lugar de trabajo tuvo siete categorías, también mutuamente privativas, y que oscilaron entre una distancia menor y una distancia mayor del hogar del trabajador(a) y su centro laboral, con lo que se creó la siguiente tipología: 1) viviendas de trabajadores que se localizaban en la misma colonia donde se asentaba su centro de trabajo; 2) vivienda situada en el mismo fraccionamiento en donde se localiza la planta; 3) vivienda que se halla en una colonia o fraccionamiento adyacente al lugar del centro laboral; 4) vivienda que se establece dentro de la misma zona donde se instala la planta maquiladora y que se encuentra cercana en términos de vialidad; 5) vivienda que está situada dentro de la delegación política en donde se establece el centro de trabajo pero que es lejana en cuanto a vialidad; 6) vivienda que se ubica fuera de la delegación donde está situada la planta maquiladora y que es cercana por vialidad, y 7) vivienda que se encuentra fuera de la delegación donde se localiza la planta maquiladora y que es lejana por vialidad.

Aparte de considerar la información relativa a la ubicación de la planta y de residencia del trabajador, se tomaron en cuenta otros dos aspectos: 1) el tiempo de traslado entre el centro de trabajo y la vivienda, y viceversa, información que se reporta en la encuesta de referencia, y 2) la ubicación de cada una de las 87 plantas y de los hogares de los 767 trabajadores entrevistados, que fue contrastada en un mapa de la ciudad considerando vialidades cercanas o lejanas, topografía, delegación política, etcétera. Esta investigación se apoyó en un plano digital elaborado por el gobierno municipal de Tijuana (Comité de Planeación para el Desarrollo Municipal, 1998).

 

Hallazgos sobre la decisión de localizar los espacios de reproducción de la fuerza de trabajo en la maquiladora

Tomando como base la propuesta de Lindón Villoria (1997) de posibles relaciones entre los espacios de trabajo y vida, arribamos a nuestra propia tipología de relaciones. Encontramos que un poco menos de la tercera parte de las personas entrevistadas declaró vivir muy cerca de sus centros de trabajo o dentro de la misma zona donde se ubicaban éstos; asimismo, otra tercera parte de los obreros entrevistados afirmó vivir relativamente cerca de sus lugares de trabajo, ya sea en términos de distancia y/ o de vialidad, en tanto que la última tercera parte declaró que sus viviendas se localizaban bastante lejanas de sus centros de trabajo, ya fuese debido a la distancia y/ o a causa de la vialidad insuficiente.

Los centros de trabajo en el espacio urbano

Tradicionalmente, la industria de exportación ha tendido a localizarse dentro de las áreas industriales que para tal efecto se han desarrollado. Sin embargo, y a pesar de que nuevos y modernos parques industriales han sido creados por toda la ciudad, un número importante de estas plantas maquiladoras encuentra grandes ventajas al ubicarse en áreas residenciales y/ o periféricas, donde puedan contratar a sus trabajadores más fácilmente, además de buscar con ello una mayor estabilidad de la fuerza de trabajo. Es decir, los empresarios buscan la funcionalidad del espacio.

En la encuesta aplicada se encontró (cuadro 1) que un poco más de la mitad de los trabajadores de la muestra, casi el 54 por ciento, laboraba en plantas localizadas en parques industriales; es decir, estas empresas se ubicaban en áreas expresamente diseñadas para actividades de ese tipo, en donde la infraestructura, los accesos y la disponibilidad de transporte público y vialidades eran apropiados. También se evidenció que al momento de la entrevista cerca del 27 por ciento de estos obrero(a)s trabajaban en empresas localizadas en un fraccionamiento residencial, tipo clase media; estos fraccionamientos se ubican de manera particular en las zonas del noreste y sureste de la ciudad, ambas zonas identificadas como de alto crecimiento industrial. En tanto, se detectó que casi el 13 por ciento de los trabajadores entrevistados prestaban sus servicios en compañías maquiladoras asentadas en colonias populares; o sea, en zonas de bajo nivel de infraestructura industrial y urbana, con accesos difíciles, pero localizadas muy cerca de áreas de vivienda de los trabajadores.

Como se dijo, los parques industriales son espacios creados exclusivamente para la producción industrial, mientras que la producción y reproducción de la fuerza de trabajo se lleva a cabo en zonas populares, colonias o fraccionamientos. Sin embargo, y a pesar de regulaciones precisas sobre el uso de la tierra que prohíben a las plantas establecerse en zonas habitacionales o residenciales, estudios contemporáneos a la aplicación de la encuesta señalan que sólo una cuarta parte de las empresas industriales legalmente instaladas en Tijuana, se ubica en áreas específicas (parques, centros o corredores industriales) (Medina, 1992). Esto genera una disfunción latente, toda vez que la empresa invade los espacios urbanos destinados a uso residencial.

En términos de la antigüedad en la vivienda, se encontró que casi el 44 por ciento de los trabajadores entrevistados sólo contaba con un año de residir en ésta, en tanto que el 33 por ciento de ellos tenía una antigüedad de cuatro a cinco años. El hecho de que sólo el 13 por ciento de los obreros al momento de la entrevista contaba con una antigüedad en la vivienda de entre cinco y diez años habla de la gran inestabilidad de esta fuerza de trabajo, que podía corresponder a un migrante reciente y/ o no contar con una vivienda propia que le proporcionara mayor estabilidad a sus espacios de reproducción (cuadro 1).

Por otro lado, llama la atención el hecho de que independientemente de la antigüedad en la vivienda, entre el 45 y el 57 por ciento de los obrero(a)s de la maquila laboraba en 1991 en plantas situadas en parques industriales, en tanto que en una proporción de entre el 11 y el 15 por ciento se empleaba en empresas ubicadas en zonas populares y entre un 23 y un 34 por ciento en fraccionamientos (cuadro 1). Es decir, la antigüedad en la vivienda parece no influir en la localización de la planta donde se trabaja.

Una vez que se determina dónde están los centros en los que laboran los trabajadores de la maquiladora, es importante ahondar un poco más en el significado de los lugares donde se encuentran sus viviendas y saber cuáles serían los factores que influyen en dicha localización.

Los espacios de reproducción de la fuerza de trabajo: la ubicación de las viviendas de los trabajadores en el espacio urbano

Como señaló Estivil (1992), existe una tendencia reciente a generar un modelo de desarrollo urbano y fabril donde se vuelven a unir el espacio de la producción y el de la reproducción de la fuerza de trabajo. En este apartado nos centramos en analizar cómo se da esta relación en un espacio urbano determinado: la ciudad de Tijuana, a principios de 1991.

Recuérdese que la base de datos utilizada para este análisis consideró fundamentalmente a obreros y/ o personal de planta, por lo que estamos frente a un segmento de la fuerza de trabajo ligada directamente a la producción y, por ende, a los más bajos salarios en la esfera de la producción (esto, comparativamente con los salarios de técnicos, ingenieros y/ o directivos). Ya se apuntaron algunos datos que pueden ayudar a ubicar el nivel de ingreso de los obreros de la industria maquiladora, quienes se caracterizan por ser trabajadores de baja calificación y limitada educación formal (que en promedio llega al sexto año de primaria) (Barajas, 1998).

Ya mencionamos que se encontró que casi el 31 por ciento de los obreros entrevistados vivía lejos de su centro de trabajo, mientras que cerca del 35 por ciento vivía en un lugar próximo a éste, y otro porcentaje igual residía más cerca todavía y dentro de la misma delegación en donde se encontraba situado su centro de trabajo (cuadro 2).

En el caso de aquellos trabajadores que declararon vivir cerca de su centro de trabajo, se encontró que el 14 por ciento de ellos dijo residir en la misma zona en donde se ubicaban las instalaciones de su trabajo, 11 por ciento en una colonia o fraccionamiento adyacente y sólo un 5 por ciento de este grupo vivía dentro de la misma colonia o fraccionamiento donde se situaba la planta industrial en la que laboraba. Llama la atención que se detectó que tan sólo el 1 por ciento de los trabajadores participantes en la muestra vivía en ese momento en el mismo fraccionamiento donde se ubicaba su lugar de trabajo, lo que puede deberse al costo del suelo en zonas residenciales, que es mucho más alto que en colonias o zonas populares. Mientras que las compañías privadas pueden pagar los costos de establecerse en zonas mejor dotadas de infraestructura, para facilitar la producción, los trabajadores no pueden afrontar estos costos para reproducir su fuerza de trabajo.

Como se puede observar en el cuadro 2, el número de trabajadores hombres está representado por el 34 por ciento de la muestra, mientras el restante 66 por ciento son mujeres. Algo interesante que resulta de este análisis es que se puede apreciar que las mujeres trabajadoras tienden a vivir más cerca de sus centros laborales que los hombres. En tanto, en la encuesta se detecta que los obreros del sexo masculino presentan una tendencia un poco mayor a vivir en lugares un poco más alejados de sus centros de trabajo, ya sea dentro de la delegación pero lejos debido a vialidad insuficiente, fuera de la delegación pero cerca gracias a vialidad suficiente y fuera de la delegación y lejos por escasa vialidad (cuadro 2). Es decir, se puede percibir que las mujeres prefieren vivir más cerca de sus centros de trabajo que los hombres.

Dentro del grupo de los que viven cerca de sus centros de trabajo, se advierte que aquellos que laboran en plantas ubicadas en parques industriales y viven en la misma zona, es decir, en áreas adyacentes, no contaban con el mismo grado de dotación de servicios públicos en sus viviendas (luz, agua, drenaje, alumbrado público, etcétera). Pese a lo anterior, a estos trabajadores les beneficiaba vivir cerca de zonas de mayor desarrollo y con mayor grado de infraestructura.

La comparación entre la ubicación de los centros de trabajo (plantas maquiladoras) y la ubicación de las viviendas de los obreros entrevistados en áreas de uso mixto (industrial y residencial) nos dice bastante sobre el acceso desigual que empresas y trabajadores tienen en los diferentes espacios para la producción y la reproducción (cuadro 3).

En el cuadro 3 se aprecia que cuando los trabajadores laboran en una planta maquiladora localizada en una zona popular, cerca del 21 por ciento de ellos viven en la misma colonia donde se asienta la planta; de igual manera, casi el 22 por ciento vive en una colonia o fraccionamiento adyacente. Es decir, aunque la planta no se localiza en una zona de alta urbanización, el hecho de vivir cerca del centro de trabajo se convierte en una condición importante para el obrero. Sin embargo, también se puede percibir que, aun cuando estos mismos obreros laboren en plantas industriales situadas en zonas populares, el 31 por ciento de ellos vive fuera de la delegación y lejos debido a la insuficiente vialidad. Lo anterior puede ser resultado tanto de la deficiente oferta de vivienda en la ciudad como del encarecimiento de viviendas localizadas alrededor de las plantas industriales.

En cuanto a los trabajadores que laboran en plantas ubicadas en parques industriales, se encontró que sólo el 10 por ciento de ellos vive en una colonia o fraccionamiento adyacente al parque industrial y que sólo el 19 por ciento reside en la misma zona. Es decir, si consideramos que alrededor del 50 por ciento de los obreros entrevistados en 1991 laboraba en empresas localizadas en parques industriales, sólo el 30 por ciento del total vivía cerca de sus centros de trabajo, en tanto que aproximadamente el 35 por ciento habitaba en áreas dentro o fuera de la delegación pero en zonas de fácil acceso a sus lugares de trabajo; sin embargo, casi el 35 por ciento de los obrero(a)s que laboraban en parques industriales reside fuera de la delegación y se encuentra lejos debido a la escasa vialidad (cuadro 3). Esto concuerda con el hecho de que alrededor de importantes y bien comunicados parques industriales se localizan zonas de viviendas de baja infraestructura donde habitan muchos de los trabajadores de esta industria y donde incluso confrontan problemas de contaminación por un inadecuado manejo de desechos tóxicos de algunas de las plantas maquiladoras localizadas en la ciudad (CEC, 2002).

Se aprecia que, de manera general, las plantas maquiladoras del sector electrónico suelen ubicarse en zonas industriales más que en zonas populares, colonias o fraccionamientos. Por otra parte, se encontró que un mayor número de empresas del sector del vestido tienden a localizarse en zonas habitacionales. De la misma manera, se percibió mediante la encuesta que las plantas maquiladoras de otros sectores menos dinámicos se instalaban más bien en zonas populares y colonias que en zonas industriales.

En la mayoría de los casos, las plantas maquiladoras localizadas en zonas habitacionales se caracterizan por ser pequeñas empresas que, al no lograr competir con grandes plantas para atraer personal y retenerlo, tienden a asentarse muy cerca de grandes centros habitacionales, en donde pueden obtener más fácilmente la mano de obra.

Del análisis de la información anterior se desprende que las prerrogativas y las opciones que tienen los trabajadores determinan qué tan cerca pueden vivir de su trabajo. Al cuestionarlos sobre las razones por las que habían escogido laborar en determinada planta, casi el 22 por ciento de ellos declaró que por la ubicación de ésta, lo cual implica la existencia de múltiples y/ o adecuados accesos (vialidades y transporte público) desde su vivienda hasta su lugar de trabajo. Entre las razones aducidas por el resto de los obreros, el 23 por ciento consideró el ambiente laboral como un motivo para colocarse en el empleo que tenían en el momento de la encuesta, en tanto que el 16 por ciento tuvo en cuenta primordialmente el salario. En términos generales, durante los años de mayor demanda de trabajadores (década de los ochenta y parte de los noventa), la industria maquiladora había sido bastante homogénea en cuanto a su política salarial. Esto llevó a que el salario dejara de ser un factor determinante para el obrero al momento de decidir en qué empresa laborar. Sin embargo, para quienes viven relativamente lejos de su centro de trabajo la calidad del ambiente laboral y el salario pueden ser razones para sacrificar la cercanía del lugar de trabajo y el lugar de residencia.

Al preguntar a los trabajadore(a)s sobre qué era lo que más les agradaba de su centro laboral, casi el 56 por ciento declaró que la cercanía del mismo a su vivienda u hogar. Solamente un 3 por ciento de los entrevistados afirmó que le gustaba que sus centros de trabajo se localizaran lejos de sus hogares. Esta información concuerda en buena medida con lo revelado en la encuesta acerca de la distancia entre los centros de trabajo y los lugares de residencia de los trabajadores. Lo cierto es que muy cerca de la mitad de los obreros entrevistados en el año de 1991 vivía lejos o relativamente lejos de sus centros laborales. Si consideramos que, en promedio, los obreros de esta industria laboran 10 horas por día, y si a ello agregamos el tiempo que se ocupa en traslado entre lugar de residencia y centro de trabajo, y viceversa (teniendo en cuenta las deficiencias que presenta el sistema de transporte público en la ciudad), el número de horas que invierte un trabajador en su actividad laboral es considerable. Esto es especialmente relevante en el caso de las mujeres, en particular de aquellas que tienen hijos, pues hay que recordar que las mujeres representaban en ese momento el 66 por ciento de la fuerza de trabajo entrevistada.

Con objeto de ubicar la importancia de la variable distancia, es necesario detenernos a analizar cuál es el grado de accesibilidad que los obreros de esta industria tienen en términos de infraestructura urbana en la ciudad de Tijuana, que sería uno de los significados de vivir cerca o lejos del lugar de trabajo.

Un aspecto que afecta la reproducción de la fuerza laboral es la condición que guarda el hábitat del trabajador. El acceso a servicios básicos de infraestructura puede ser determinante en cuanto a la calidad y facilidad para dicha reproducción. Mediante la encuesta se encontró que aquellos obreros que habitaban más cerca de su lugar de trabajo contaban también con mayor acceso a servicios públicos que aquellos que vivían en lugares más lejanos, aunque sus viviendas no les pertenecieran.

Esto tiene que ver con el hecho de que las plantas industriales tienden a localizarse en áreas de mejor urbanización y de mayor dotación de infraestructura. Asimismo, también se dan los casos en que, a partir de la instalación de algunas plantas maquiladoras en zonas con menor grado de infraestructura, la dotación de las mismas regularmente se agiliza (lo que tiene en gran medida que ver con la capacidad de gestión de la empresa). Para analizar esta variable, se consideraron como servicios públicos disponibles los siguientes: luz eléctrica en el hogar, agua entubada, drenaje, pavimento en las calles, seguridad pública, teléfonos públicos, entre otros.

Entre los trabajadores entrevistados que declararon que su vivienda no contaba con servicio eléctrico dentro de la misma, se identificaron mayormente aquellos que manifestaron vivir lejos de su centro de trabajo, que es además el grupo que tiene una mayor proporción de vivienda propia. En contraste, dentro del grupo de obreros que afirmó vivir en una zona cercana a su fuente de trabajo, una gran mayoría declaró contar con servicio de electricidad en su vivienda. Lo mismo sucede con el acceso al agua entubada: los trabajadores que expresaron residir en la misma zona, en la misma colonia o en una zona adyacente a la ubicación de la planta en donde se emplean cuentan con este servicio de manera regular. Y esto se repite en cuanto a drenaje, pavimentación, seguridad pública, teléfonos públicos, entre otros servicios. Parece existir una correlación directa entre mayor dotación de infraestructura en la vivienda y localización de ésta cerca del centro de trabajo.

Como se señaló en la primera parte de este artículo, la ciudad de Tijuana se ha caracterizado por un crecimiento anárquico, poco planeado, con deficiente sistema de infraestructura vial, de transporte público y de cobertura de servicios públicos. Esta condición ejerce un efecto negativo en la estabilidad de la fuerza de trabajo y en la calidad de vida a la que puede aspirar el conjunto de obreros que laboran en estas plantas industriales. Esta condición sigue siendo un rezago pendiente por resolver y que va incrementándose día con día.

El carácter migrante de la fuerza de trabajo en la maquiladora y el espacio urbano

En la hipótesis de trabajo afirmamos que uno de los factores que influyen en el hecho de qué tan cerca o lejos vive el obrero de su centro laboral, es su lugar de origen. En este sentido, se encontró que una cuarta parte de los trabajadores participantes en la encuesta había nacido en el estado de Baja California. Además, la mayoría de los obreros de este grupo oriundos del estado no contaba con una historia de migración; al contrario, un alto porcentaje, 86 por ciento, declaró haber vivido siempre en Tijuana.

Sin embargo, entre un tercio y la mitad de los entrevistados (40 por ciento) señaló haber nacido en la región noroeste del país,18 14 por ciento de ellos en el occidente,19 casi 10 por ciento en la región centro norte20 y proporciones menores en otras partes del país.

Al establecer lo anterior, se determinó la relación existente entre el lugar en donde estos obreros nacieron y la distancia entre el trabajo y el hogar. Se encontró que quienes habían nacido en estados del centro del país21 y sur del Pacífico22 habitaban más cerca de sus lugares de trabajo; su vivienda se ubicaba en la misma colonia, zona popular o fraccionamiento donde se situaba la planta.23

Con más frecuencia de lo esperado, se constató que los obreros procedentes del noroeste del país fueron quienes vivían en colonias adyacentes, la misma zona o el fraccionamiento donde se ubicaba la planta industrial. Lo anterior tiene relación con el hecho de que los trabajadores originarios de la región conocen mejor la ciudad y las zonas con mayor grado de urbanización, además de contar con mayor arraigo en la urbe. Aquellos obreros que declararon vivir más lejos de su centro de trabajo provenían de regiones no tan frecuentemente esperadas, como el norte, norte-centro, oeste y el estado de Jalisco.

Asimismo, el hecho de que los obreros de la maquila nacidos en el noroeste (que incluye a Baja California) habitaran en un fraccionamiento o colonia adyacente a sus lugares de trabajo parece tener una correlación con la edad. Los trabajadores más jóvenes suelen ser originarios del noroeste del país (14 a 20 años); es decir, son originarios de la propia región, incluso muchos de ellos declararon haber nacido en Tijuana. Estos obreros tienden a estar ocupados en el sector electrónico, mismo que se establece cada vez más en centros y parques industriales.

Sin embargo, aquellos trabajadores que no nacieron en el noroeste, sino particularmente en las áreas centrales del país, tales como la ciudad de México, Puebla y el sur del Pacífico, tienden a ser personas menos jóvenes (21 a 25 años) y adultas (26 años o más) y laborar en los sectores del vestido, también con más frecuencia que lo esperado. Lo anterior puede tener relación con el hecho de que esta población trabajadora emigra en su edad adulta.

Como ya se señaló, se puede afirmar que aquellos obreros(as) de la maquiladora que nacieron en la zona noroeste del país lo hicieron en la propia Tijuana o cerca de la ciudad. Por lo mismo, estos trabajadores cuentan con un mayor número de opciones en cuanto a dónde vivir, y en general se detecta que prefieren tener su vivienda en la misma zona o en una colonia adyacente a la ubicación de su lugar de trabajo. Es interesante señalar que los trabajadores que vivían en la misma colonia o zona popular en donde se encontraba establecida su fuente de empleo se caracterizaron por haber nacido en estados que durante la década de los ochenta experimentaron una fuerte recesión y desindustrialización (centro del país), regiones que han expulsado un número importante de habitantes hacia zonas de alto crecimiento industrial, como lo ha sido Tijuana. Estos trabajadores pueden haber llegado a la ciudad más recientemente y, por lo tanto, contar con menos condiciones para su establecimiento. Para la mayoría de los migrantes, tener su hogar cerca de su lugar de trabajo es una prioridad, dado el desconocimiento de la dinámica urbana.

De igual forma, casi el 4 por ciento de aquellos trabajadores que declararon haber nacido fuera de Baja California manifestó haber vivido en Tijuana toda su vida, lo cual presupone que se cuenta con familia y amigos dentro de la comunidad, circunstancia que puede ser muy útil para obtener empleo. Existe una alta probabilidad de que los obreros nacidos en el noroeste del país hayan obtenido su actual empleo a través de un amigo o miembro de la familia, sin importar el hecho de que hayan nacido en las regiones centrales del país. De esta forma, es factible que los empleos de estos grupos de trabajadores se hayan obtenido por medio de estas redes de amigos y familiares, más que por anuncios fuera de la planta.

Anteriormente, se señaló que mediante la encuesta de 1991 se captó que muy cerca de la mitad (44 por ciento) de los obreros(as) participantes en el estudio habitaba su vivienda desde un año antes de la encuesta; que poco más de un tercio (33 por ciento) residía en su vivienda desde la segunda mitad de los años ochenta; que un 13 por ciento, desde la primera mitad de los años ochenta, y que el 10 por ciento restante correspondió a trabajadores que tenían muchos más años habitando sus hogares (desde 1951 a 1979). Aquellos trabajadores nacidos en el noroeste, que vivían cerca pero no al otro lado de la planta maquiladora donde laboraban, habitaban dichos lugares desde muchos años atrás (desde 1951 a 1985) (cuadro 1).

Este hallazgo sugiere que, aunque los obreros vivan cerca de su lugar de trabajo, la percepción sobre qué tan deseable es residir cerca de su empleo varía entre los entrevistados. Los trabajadores que nacieron en la parte central del país, como la ciudad de México, Puebla y el sur del Pacífico declararon que, más importante que vivir cerca de su trabajo, era contar con los accesos necesarios (vialidades) para arribar fácilmente a su empleo. Esto puede deberse a que esta población proviene de grandes ciudades. Por otra parte, los trabajadores que informaron haber nacido en el noroeste del país y aquellos que nacieron fuera de las regiones centrales manifestaron, en una proporción considerable, que lo que más les agradaba sobre la ubicación de su centro de trabajo era la cercanía de éste de su hogar. Además, estas personas nacidas en el noroeste también dijeron que les agradaba vivir cerca de centros comerciales.

La calidad del empleo y su efecto en la ubicación de los espacios de vivienda

Desde la perspectiva del trabajador, existen otros factores que influyen en la decisión de qué tan lejos o cerca del lugar de trabajo se encuentra su lugar de residencia. Para este análisis en particular, nos interesó conocer cómo influía la calidad del empleo en la decisión de dónde vivir.

Al respecto, se encontró que en la medida en que el empleo era mejor remunerado y se tenía un puesto de trabajo de mayor prestigio, a los obreros no les importaba vivir lejos de sus centros laborales, es decir, alejados de las plantas industriales donde se ocupaban durante 10 o 12 horas diarias. Entre las principales actividades desempeñadas por estos grupos se encuentran la supervisión del control de calidad, la etiquetación, la inspección y el manejo de pruebas por computadora. Estos obreros manifestaron, en un promedio mayor al esperado, que sus hogares se localizaban en una delegación diferente y en zonas alejadas de las rutas de transporte. Es importante señalar que las actividades realizadas por ellos se pueden catalogar como de mayor especialización, lo cual puede representar mejores ingresos y una mayor antigüedad en la ciudad.

Por otro lado, obreros que se ocupan de actividades de empaque, ensamblado y soldadura de partes se caracterizaron por vivir más cerca de su trabajo, lo cual puede tener una clara relación con los ingresos, pero también con el carácter migrante de estos obreros, ya que realizan las tareas más rutinarias en este tipo de plantas industriales.

En otros estudios (Barajas y Rodríguez, 1989) se ha documentado ampliamente que la movilidad ascendente de los obreros de línea en la industria maquiladora es muy limitada, particularmente si nos referimos a una historia de ascenso de trabajos menos deseables a los más deseables. Y ello tiene que ver no sólo con la estructura misma de la empresa maquiladora, que está centrada en el uso intensivo de la fuerza laboral, sino también con la alta rotación del personal empleado en estas empresas, que, como ya se señaló, durante los años de 1980 y principios de 1990 habían llegado a ser del orden del 100 por ciento anual.

Ya nos referimos a las condiciones laborales más importantes para los trabajadore(a)s entrevistados. Cabe agregar, sin embargo, que para el 18 por ciento de los encuestados resultó de suma importancia el acceso a la seguridad social y la salud, y para el 12 por ciento era fundamental el transporte que ofrece la compañía, así como el crédito para vivienda. Sólo el 9 por ciento consideró muy importantes las promociones en el empleo.

De lo anterior se desprende el valor que tiene para los trabajadores entrevistados el crédito de vivienda y el transporte de la compañía. Su importancia depende de qué tan cerca o lejos esté el hogar del obrero de su centro de trabajo. Por ejemplo, se encontró que aquellos obrero(a)s cuyas viviendas se localizaban cerca de sus trabajos, en la misma zona o colonia, o en una colonia adyacente, le otorgaban menor peso a la prestación de transporte por parte de la compañía, toda vez que por la cercanía de su hogar al trabajo no requerían este servicio. En contraste, en aquellos obreros que vivían dentro de la misma delegación, pero lejos de su centro laboral debido a la escasa vialidad, se detectó que el transporte ofrecido por la empresa era importante. En tanto, para quienes vivían fuera de la delegación en donde se ubicaba la compañía en que laboraban no era tan relevante la prestación del servicio de transporte por parte de la empresa, toda vez que ellos requerían utilizar autobús, taxi o alguna combinación de ambos. Sin embargo, cabe señalar que, dado lo agudo del problema de la rotación de personal, en años recientes estas empresas maquiladoras han tendido a ampliar sus rutas de transporte, en aras de atraer a más personal y retenerlo, pues el problema de la vivienda en los últimos años se ha vuelto el más grave en la ciudad.

El valor del crédito para vivienda también varió de acuerdo a qué tan cerca o lejos vivía el obrero de la ubicación de su empleo. Este factor fue más importante para aquellos trabajadores que vivían lejos de sus empleos que para aquellos que vivían cerca. De igual forma, a través de la encuesta se advirtió que aquellos obreros que vivían cerca de sus centros de trabajo tendían a alquilar sus viviendas. Asimismo, se encontró que quienes residían en lugares lejanos a sus trabajos presentaban una mayor tendencia a ser propietarios de sus viviendas o habitar en viviendas prestadas. Esto parece indicar que la ventaja o compensación de vivir lejos de los centros de trabajo es contar con una vivienda propia, aunque ello implique invertir un mayor número de horas y de desgaste en el traslado.

 

Conclusiones

Por lo que se ha analizado en los apartados anteriores, es bastante lógico que los trabajadores prefieran laborar en lugares cercanos a sus hogares,pero particularmente en aquellas empresas que se localicen dentro de zonas populares o colonias. Ello apoya la idea de que con objeto de facilitar la reproducción de la fuerza de trabajo, los obrero(a)s de la maquila con largas jornadas prefieran vivir cerca de sus centros de trabajo, especialmente si estas empresas se localizan en zonas populares o colonias, y en mucha menor medida en fraccionamientos, los cuales no son accesibles a este tipo de obreros dado su nivel de ingreso.

Sin embargo, también se confirmó la idea de que vivir tan cerca como sea posible de la fuente de empleo se encuentra matizado por otras variables. El acceso desde el lugar de residencia al centro de trabajo es el factor más relevante para quienes participaron en la muestra. Todo indica que el obrero(a) de la maquiladora prefiere habitar hogares situados en la misma zona o en una colonia adyacente a la planta, y es todavía más conveniente si estos hogares se encuentran cerca de centros comerciales.

En general, se percibe que quienes cuentan con vivienda propia tienen mayor disponibilidad a laborar lejos de su centro de trabajo, si ello significa el acceso al mejoramiento y expansión de la vivienda. Es importante mencionar que quienes viven cerca de su lugar de trabajo en mayor proporción tienden a habitar viviendas rentadas, no propias. Esto, toda vez que los terrenos y viviendas cerca de zonas industriales son muy caros, aun cuando estos trabajadores tuvieran acceso a créditos.

Como se aprecia en el documento, diversos factores influyen en la relación entre localización de centros de trabajo y espacios de vida. Como lo señalaran Ferrante (2000) y Lindón Villoria (1997), las teorías funcionalista y del conflicto parecen las más adecuadas para llevar a cabo este análisis. Por medio de la utilización de la encuesta de 1991 podemos demostrar que la reproducción de la fuerza de trabajo y las condiciones en que ésta se realiza son resultado de las estrategias que siguen los propios obreros con objeto de facilitar su participación en el ámbito de la producción y a la vez asegurar el continuo mejoramiento de sus condiciones de vida, y en ello tanto la empresa como el gobierno juegan un papel mínimo.

Un problema que los científicos sociales han reconocido respecto del funcionalismo estructural es el hecho de que dentro de una sociedad lo que puede ser funcional para un grupo puede simultáneamente ser disfuncional para otro. En el presente estudio se advierte que el hecho de que el obrero cuente con una vivienda cerca de su lugar de trabajo es por lo general bastante funcional para la empresa, debido a que esta condición ayuda a que llegue a tiempo a su empleo. Sin embargo, esta misma condición puede ser funcional o disfuncional para el trabajador, quien se puede beneficiar con la infraestructura que se genera alrededor de las áreas industriales o sufrir las consecuencias de bregar con el tráfico y el confinamiento de desechos tóxicos. Podemos concluir que con esta investigación se ha confirmado la ya reconocida debilidad del modelo funcional estructuralista.

Como apuntamos en otro de los apartados de este estudio, en el abanico de enfoques teóricos para entender la localización de las plantas maquiladoras y la ubicación de las viviendas de su fuerza de trabajo, el enfoque que en el análisis encontramos menos útil fue el que se refiere a la "interacción simbólica". Sin embargo, coincidimos en que este mismo enfoque resulta útil para entender por qué después de tanto tiempo ha persistido y se ha tolerado el crecimiento desorganizado y anacrónico de la ciudad sin que se advierta una solución de fondo al problema. Desde los años veinte del siglo XX, Tijuana ha crecido estigmatizada por una leyenda negra, la cual ha sido impuesta por extranjeros y connacionales. Bajo ese estigma, la ciudad es concebida como un lugar de vicios y de gran anarquía, mientras otros lugares similares no reciben esa misma caracterización. Consideramos que esta percepción negativa sobre la ciudad en realidad ha servido de justificación para la falta de inversión en viviendas de calidad y al alcance de los bolsillos de los trabajadores. Asimismo, esta percepción también ha servido de justificación tanto a las empresas extranjeras como al propio gobierno federal para la falta de acción o participación en la solución de los problemas urbanos bajo la consideración de que éstos son cuestiones normativas o un estado natural de la urbe. En realidad, estos problemas se han ido construyendo socialmente y se han mantenido debido a la superimposición de un bajo estatus que se encuentra implícito en la leyenda negra de la ciudad. Desde el enfoque del interaccionismo simbólico, se podría decir que ésta es una forma de castigar a la víctima.

 

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Notas

* Una primera versión de este artículo fue presentada en el XXIII Congreso Internacional Latin American Studies Association, celebrado en Washington, D. C., del 5 al 8 de septiembre de 2001. Se agradece el apoyo y la asistencia técnica de Irasema Osuna y Carmen Rodríguez, así como los valiosos comentarios de esta última.

1 Esto es resultado de la recesión en la que ha entrado la economía de los Estados Unidos.

2 Si bien el sector se encuentra dominado por la industria de exportación, no toda esta industria opera bajo el régimen de maquila, ya que también existen empresas que funcionan bajo el régimen de "Altex, Pitex, Shelter" y otras figuras legales y fiscales.

3 De acuerdo con las estadísticas oficiales, el 63 por ciento de los trabajadores en Tijuana recibe entre dos y cinco salarios mínimos y el 23 por ciento percibe más de cinco.

4 Idem, a precios de 1994.

5 Según Gerber y Blason (2001), en 1997 los salarios promedio por hora en México eran de 1.75 dólares, mientras que en Hong Kong eran de 5.42, en Corea 7.22 y en Taiwán 5.84.

6 La tasa de crecimiento de la población en el estado entre 1990 y 1995 fue de 27.17 por ciento; es decir, la población creció en este periodo a una tasa anual de 5.43 por ciento. Esta tasa es superior al promedio nacional para el mismo periodo. Llama la atención el hecho de que la población de entre 20 y 24 años creció en un orden del 30.33 por ciento. Según datos de migración interna, la población recién llegada al estado se encuentra sobre todo en este rango de edad, lo cual confirma la relación existente entre patrón migratorio y economía en crecimiento.

7 En 1993, la ciudad recibió 254 millones de dólares como inversión extranjera, cantidad que se incrementó para 1998 a mil millones de dólares.

8 Sin embargo, los datos oficiales son contradictorios. De acuerdo con la Comisión de Servicios Públicos de Tijuana, en 1998, el 96 por ciento de la población contaba con acceso a algún tipo de servicio de agua, ya fuese entubada dentro o fuera de la vivienda o en tambos. De igual manera, este mismo organismo reconocía que sólo el 63 por ciento de las viviendas tijuanenses disponía en ese momento del servicio de drenaje, mientras que los datos del gobierno municipal indicaban que casi toda la población contaba con servicio de energía eléctrica.

9 En 1979, la mujer representaba el 22 por ciento de la población económicamente activa de la ciudad (PEA); sin embargo, en 1990 esta representación se incrementó al 51 por ciento (INEGI, 2001). De igual forma, en ese mismo año el 65 por ciento de los trabajadores de la maquiladora eran mujeres, de las cuales aproximadamente una cuarta parte tenía hijos (Barajas, 1998).

10 Según Safa (1995), las mujeres forman el grupo más vulnerable de la fuerza de trabajo y ha sido la crisis económica la principal promotora de su incorporación al mercado de trabajo, ya que su ingreso les permite contribuir a solventar el creciente costo de la vida y el decremento del salario del hombre.

11 En las dos últimas décadas las áreas industriales de Tijuana se han visto beneficiadas con una considerable inversión pública.

12 Esta información fue proporcionada por la FETSE (Federación de Trabajadores al Servicio del Estado) en Tijuana, la cual está encontrando dificultades para la compra de vivienda que será otorgada a los trabajadores que agrupa a través del financiamiento del ISSSTE (diciembre de 1999).

13 Según Safa (1995), la participación de las mujeres en el mercado de trabajo entre 1950 y 1980 se eleva del 18 al 26 por ciento. Asimismo, señala que durante el mismo periodo los hogares encabezados por mujeres crecen en un 20 por ciento.

14 Las funciones manifiestas se definen como formas predecibles de comportamiento del individuo, mientras que las funciones latentes son aquellas formas no predecibles de este mismo comportamiento.

15 Las disfunciones manifiestas son aquellas formas esperadas de rompimiento del orden y la estabilidad; por su parte, las disfunciones latentes son aquellas formas inesperadas de rompimiento del orden y la estabilidad.

16 Ferrante define interacción social como la forma en que dos personas se comunican, interpretan y responden a sus acciones.

17 Fungieron como coordinadores del proyecto "Rotación de Personal en la Industria Maquiladora" Rocío Barajas, Alejandro Canales, Jorge Carrillo, Jorge Santibáñez, Maritza Sotomayor y Eduardo Zepeda. El financiamiento de esta encuesta estuvo a cargo de la Secretaría del Trabajo, la Universidad de las Américas y El Colegio de la Frontera Norte, 1991.

18 La región noroeste incluye las entidades siguientes: Baja California, Baja California Sur, Sonora y Sinaloa.

19 La región occidente comprende las siguientes entidades: Nayarit, Colima y Michoacán.

20 La región centro norte abarca al Distrito Federal y al Estado de México.

21 La región centro está integrada por Hidalgo, Morelos y Querétaro.

22 La región sur del Pacífico incluye Chiapas, Guerrero y Oaxaca.

23 Con base en este proyecto de rotación de personal, Carrillo y Santibáñez reportaron que poco menos de un 23 por ciento de los trabajadores de estas empresas eran oriundos de Tijuana, en contraste con la proporción de la población originaria de la ciudad encontrada en el censo de 1991, que fue de 41.8 por ciento. Asimismo, en su informe, los citados autores mencionan que los trabajadores que habían emigrado a la ciudad y que laboraban en estas empresas lo habían hecho casi cinco años antes de que se aplicara esta encuesta. En promedio, casi una quinta parte de los trabajadores(as) entrevistados declaró tener una estancia en Tijuana de menos de seis meses. Estos recién llegados suelen trabajar en el sector electrónico, pero más frecuentemente en el sector del vestido.

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