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Región y sociedad

versión On-line ISSN 2448-4849versión impresa ISSN 1870-3925

Región y sociedad vol.13 no.22 Hermosillo jul./dic. 2001

 

Notas críticas

 

Elecciones en Baja California y Sonora. El proceso federal del año 2000

 

Tania Hernández Vicencio, Juan Poom Medina*

 

* Los autores son profesores-investigadores de El Colegio de la Frontera Norte y El Colegio de Sonora, respectivamente. Correo electrónico: tania@colef.mx y jpoom@colson.edu.mx

 

Introducción

El objetivo de esta nota es analizar los resultados de las elecciones federales celebradas en julio del 2000, en dos estados de la frontera norte con una historia electoral y política distinta: Sonora, de amplia tradición priista, y Baja California, cuna de la alternancia política.

Es pertinente aclarar que el análisis se refiere básicamente a los resultados del proceso electoral federal, ya que en Sonora se llevaron a cabo elecciones locales y federales de manera simultánea. Aunque no podemos dejar de reconocer que hay distintas dinámicas en función del nivel en que se realicen las elecciones, y que al presentarse de manera conjunta hay elementos que de una u otra forma influyen en los resultados, este trabajo intenta realizar una comparación de lo que aconteció en ambas entidades respecto a los resultados electorales de la jornada federal.

El punto de partida de este trabajo es que el dos de julio fue una coyuntura caracterizada por dos situaciones. Por un lado, fue el reflejo de un proceso de largo alcance que viene gestándose desde 1988, pero sobre todo en los procesos electorales de 1994 y 1997, cuando los partidos políticos empezaron a registrar importantes modificaciones en su votación en las entidades del país. Esta situación ha propiciado el reacomodo de fuerzas dentro del sistema de partidos a nivel local, por lo que las elecciones del 97 resultaron altamente competitivas.

Por otro lado, la del dos de julio fue una elección marcada por la idea del plebiscito. En esta ocasión se puso a prueba el deseo de la sociedad mexicana de refrendar o no al Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el gobierno federal y, por primera vez en la historia política moderna de México, la presidencia de la república realmente estuvo en disputa.

En los pasados comicios federales el candidato de la Alianza por el Cambio (AC), Vícente Fox Quesada, ganó en todos los estados de la frontera norte de México con un promedio de votación de 41%. Mientras que Francisco Labastida Ochoa, candidato del PRI, obtuvo un promedio de votación de 38%. Entre los estados norteños con mayor margen de votación obtenida por Vicente Fox, se encuentran precisamente Sonora y Baja California.

 

Baja California y el voto azul

Si bien en los comicios federales de 1994 el PRI ganó casi todos los distritos de las entidades fronterizas, con excepción de los distritos 4 y 10 de Nuevo León y el 2 de Nogales, Sonora, esta situación evidentemente tuvo sus matices en función de la historia electoral y política de cada uno de los estados.

En Baja California, la explicación de los resultados de 1994 está ligada a dos situaciones: por un lado, a la progresiva erosión que el voto panista había tenido, como resultado del ejercicio de gobierno a partir de 1989 (Guillén, 1998). Las expectativas de cambio creadas en la sociedad bajacaliforniana, en relación al nuevo gobierno, habían sido mayores que las posibilidades reales del panismo para hacer transformaciones de fondo a la estructura de gobierno. Estas limitantes estaban relacionadas entre otros factores con las resistencias al cambio de los actores políticos tradicionales, la falta de sensibilidad política de los propios gobernantes que habían llegado a la confrontación con los líderes sociales, así como a la falta de una idea clara de los propios panistas en torno a cuáles eran los objetivos de largo plazo en la resolución de las demandas sociales, de manera que estos concretaran en políticas públicas y programas de gobierno.

Por otro lado, los resultados de 1994 también tuvieron que ver con lo que representaba para los bajacalifornianos la candidatura de Ernesto Zedillo. Con la postulación de Zedillo a la presidencia de la República, de alguna manera reviviría el sentimiento regionalista, ya que el candidato resaltaría su origen mexicalense y con ello haría aflorar parte del simbolismo que para los bajacalifornianos ha representado la relación entre el centro y la región. Se generó una fuerte expectativa en torno a la posibilidad de una mayor presencia de recursos federales en la entidad y, sobre todo, de que un personaje de origen fronterizo accediera al centro del poder político.

Así las cosas, los priistas sabrían capitalizar estas dos situaciones y con ello regresaron a la pelea en el terreno electoral. De hecho, los resultados de 1994 fueron el corolario de una tendencia que venía presentándose desde la primera elección posterior al año de la alternancia, ya que la ventaja que había obtenido el Partido Acción Nacional (PAN) en 1989 se había reducido en las elecciones federales de 1991. Aunque en la elección local en 1992, el PAN lograría recuperar su tasa de votación, no alcanzó el nivel obtenido en 1989, a pesar de la ventaja que representaba el control del gobierno estatal,1 así como de haber refrendado su triunfo en algunas alcaldías.

Hay que señalar que entre 1989 y 1995 el PAN administró los ayuntamientos de Tijuana, la alcaldía de Ensenada también encabezada por los panistas en el periodo de 1986 a 1995, así como el ayuntamiento de Tecate entre 1992 y 1995. Hasta antes de 1995 solamente el municipio de Mexicali había sido conservado por el PRI. Por otra parte, entre 1989 y 1995 el Congreso local había sido controlado por el PAN, y aunque Acción Nacional no tuvo mayoría absoluta: de un total de 19 diputados contó con 9 diputados entre 1989 y 1992 y 8 entre 1992 y 1995. Es decir, la fracción panista había ganado un importante sitio en la negociación política y se convertiría en respaldo sustancial para el Gobierno.

Como se ha comentado, las elecciones de 1997 resultaron altamente competitivas prácticamente en todo el país y Baja California no fue la excepción.2 En las elecciones para diputados de mayoría relativa quedó claro cómo el PRI ya había perdido quince puntos porcentuales de su votación, respecto a los resultados de 1994 (ver el cuadro 1), mientras que el PAN al igual que el PRD habían ganado 6 puntos en la votación de 1997 respecto a 1994. En esta elección, el PAN nuevamente ganaría espacios políticos importantes ya que obtuvo el 43% de los votos, mientras que el PRI apenas contó con el 36% de los sufragios. Estos resultados representaban una recuperación importante para el PAN, no obstante la diferencia que habían tenido estos partidos en 1994 era de 14 puntos a favor del PRI, mientras que en 1997 apenas fue de 7 puntos porcentuales a favor del PAN.

Aunque es importante aclarar que hay matices necesarios para comprender la dinámica de los procesos electorales federales y locales, la elección del dos de julio del año 2000 en Baja California mostró dos situaciones: Por un lado, la consolidación del bipartidismo PAN-PRI y por otro, que a pesar de los tropiezos en la gestión pública de los panistas, ésta sigue siendo una opción viable para los bajacalifornianos, y lo reflejaron a la hora de emitir su voto.

Cabe destacar, además, que el PRI sufre un fuerte divisionismo en el estado desde 1989 (Hernández, 2000a), mientras que el PAN ha logrado administrar sus conflictos internos, derivados de la pugna por el poder y el control de la política del partido, en tanto que su punto de unión ha sido la permanencia en el ejercicio de gobierno (Hernández, 2000b). Así pues, a pesar de los momentos de inestabilidad interna, los panistas han venido renovando sus recursos humanos, materiales y técnicos, por lo que han podido hacer frente a los procesos electorales generalmente en forma exitosa.

El 2 de julio de 2000 el porcentaje de participación ciudadana en Baja California fue del orden de 57.5%. Es decir, se presentaron a votar 862,259 electores, de una lista nominal de 1,498,939. En Baja California AC obtuvo la mayoría de los votos en la elección para presidente de la república, es decir, el 49.7% de los sufragios (véase el cuadro 2), frente al 37% de votos para el PRI y apenas 9% de los votos de la Alianza por México (AM).

En lo que respecta a diputados de mayoría relativa y representación proporcional, AC obtuvo el 48.7% en ambos casos, frente al 37.4% del PRI y el 9.1% de la AM (véanse los cuadros 3 y 4, respectivamente). Mientras que en la elección para senadores AC alcanzó un porcentaje muy similar al obtenido en la elección para presidente de la República, es decir, el 49% de los sufragios emitidos por los bajacalifornianos (véase el cuadro 5).

Respecto al voto dividido, hay que apuntar que si bien las diferencias en la votación para presidente de la república y para diputados, en el caso de los dos partidos principales, fue pequeña, ésta es aún menor en el caso del PRI. Es decir, mientras este partido tiene una diferencia de apenas cuatro décimas de punto porcentual a favor de la votación de diputados, en el caso de la AC la diferencia fue de un punto porcentual a favor de la votación de presidente de la república.

Por otra parte, hay que apuntar que Vicente Fox ganó la elección para presidente de la república en todos los distritos electorales de la entidad (ver el cuadro 6). El estado se divide en seis distritos 1 y 2 de Mexicali, el 3 que cubre parte de Tecate y Ensenada, mientras que el 4, 5 y 6 se encuentran en Tijuana. Aunque los distritos electorales en general están constituidos por centros urbanos, Tijuana concentra el mayor número de electores a nivel estatal. La votación obtenida por la AC en los distritos electorales de Baja California fue en promedio de 50%, incluyendo el distrito 1 de la zona agrícola del Valle de Mexicali, que había sido tradicionalmente un bastión electoral del PRI.

 

Sonora: recomposición del escenario político

En Sonora, las elecciones federales presentaron escenarios relevantes que marcaron un nuevo horizonte político. El concurso electoral en los siete distritos distribuidos a lo largo de la entidad, tuvo como aliciente el efecto Fox y, con ello puede señalarse, se rompieron los tradicionales resultados a favor de los candidatos priistas.

El calendario electoral sonorense establece que el día de la jornada se desarrollan las elecciones federales y locales. Esto hace necesario tener una precaución metodológica (entre muchas otras): separar en el análisis, el clima político de los procesos federales y los locales para comprender en términos más explícitos los resultados generados durante la jornada electoral. En otros términos, las ventajas que ofrece tener el mismo día de elecciones los dos tipos de procesos electorales puede, en la mayoría de las ocasiones, confundirnos al mezclar los resultados federales con los locales.

Sonora se caracteriza por ser una entidad de tradición priista a nivel de la votación para la gubernatura. Por seis años, se encontró en medio de un corredor fronterizo de gobiernos estatales de oposición, Baja California y Chihuahua. Sin embargo, después de las elecciones del 2 de julio de 2000, Sonora se convierte en una entidad con gobierno estatal de oposición al gobierno federal.

Lo anterior tiene significado relevante, debido a las diferentes características que a lo largo de la década de los noventa se establecieron en los procesos electorales locales en relación a los procesos federales. Los electores sonorenses aprendieron a votar por la oposición. Por ejemplo, después de las elecciones locales de 1997, el gobernador electo durante ese proceso electoral, Armando López Nogales, encontró un escenario complicado: Gobernar a casi el 80% de la población con gobiernos municipales de oposición (Consejo Estatal Electoral, 1998) y enfrentar la conformación del primer gobierno dividido (Lujambio, 1997) o congreso sin mayoría.

En Sonora, entonces, el avance de la oposición había alcanzado escaños significativos que por décadas fueron inimaginables. Si bien la gubernatura se ha convertido en un escaño con el sello del PRI, durante las elecciones de 1997 y 2000 los electores mostraron la característica del voto diferenciado. Es decir, votaron por varias opciones, provocando una geografía electoral multicolor que muestra la alta competitividad en la arena electoral. No en vano el avance de la oposición está ligada a los resultados de la elección presidencial, donde puede observarse que después del 2 de julio Sonora se convirtió en la quinta entidad con mayor votación a favor de la AC, como se vera más adelante.

También los resultados municipales y distritales indican el avance que el PAN ha tenido en distintos municipios importantes de la entidad, entre ellos Hermosillo, la capital. Por su parte, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) durante 1997 mostró la capacidad para asentarse en el sur del estado y convertirlo en su bastión electoral.

Sonora cuenta con siete distritos uninominales federales que dividen a la entidad. Lejos de ser exactamente perfectos respecto al equilibrio demográfico, sus características, sin embargo, no son extremadamente disparejas. En la década de los noventa, las reformas electorales al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE) provocaron en los 300 distritos del país, distintas readecuaciones. En Sonora, los distritos electorales se enumeraron de norte a sur. Así, la cabecera del Distrito 1 corresponde a San Luis Río Colorado; la cabecera de los Distritos 2 y 3 corresponden a Magdalena de Kino y Hermosillo Norte; los Distritos 4 y 5 tienen su cabecera en Guaymas y Hermosillo sur; y, por último, los Distritos 6 y 7 corresponden a Ciudad Obregón y Navojoa.

Lo anterior es importante subrayarlo por varias razones. La primera razón es por el impacto que ha tenido en la mayoría de las entidades federativas la elaboración de la distritación electoral bajo el criterio de que algún partido obtenga una clara ventaja (Giovani Sartori, 1996:35). En este contexto, con la distritación actual, la distinción entre el voto urbano y el voto rural debe tomarse en consideración para analizar los resultados de la elección del 2 de julio. Durante las elecciones presidenciales de 1994, cuando se pensaba que el PRI sería duramente castigado debido al trágico suceso del candidato sonorense por el PRI, Luis Donaldo Colosio, el PAN con su candidato Diego Fernández de Cevallos sólo alcanzó el triunfo en los distritos 3 y 4 caracterizados por su matiz urbano, mientras que el PRI ganó en los demás distritos cuya esencia es netamente rural. Respecto a las elecciones a senadores, ese año el PAN ganó solamente el Distrito 2 con 61,044 votos contra 58,074 del candidato priista, los otros seis distritos fueron para el PRI. En las elecciones para Diputados, el PRI nuevamente ganó en seis distritos y perdió en el distrito más urbano, el número 2, donde el PAN obtuvo el triunfo (Larrosa y Valdés, 1998).

Esta interpretación más que simbólica es el reflejo de una entidad en la que prevaleció el voto duro a favor del PRI. En donde la oposición tuvo que trabajar de forma consistente para alcanzar posteriormente escaños para las dos cámaras. Durante las elecciones federales de 1997, la principal característica fue la subsunción de las elecciones federales a las locales. A nivel federal, se eligieron las siete diputaciones y la fórmula para el Senado, así como el senador de primera minoría; mientras que a nivel local se eligieron los 21 escaños de mayoría del Congreso local, las 72 alcaldías, y se renovó la gubernatura. Siendo cuidadosos, puede afirmarse que las miradas se centraron en las elecciones de gobernador, las alcaldías y el Congreso. A pesar de ello, los resultados federales del 6 de julio de 1997 tuvieron un brillo singular debido a la desaparición de la figura del fraude electoral.

Un breve recuento de los resultados federales de 1997, señala que en las elecciones de diputados federales uninominales, los distritos correspondientes a San Luis Río Colorado, Hermosillo Norte y Hermosillo Sur, fueron para los candidatos del PAN. Los distritos de Magdalena y Guaymas los obtuvieron los candidatos del PRI, y los últimos dos distritos correspondientes a Ciudad Obregón y Navojoa fueron para el PRD. El PAN obtuvo el 36.8%, el PRI 30.2% y el PRD el 2 7. 2 %. En las elecciones para el senado, el PRI ganó el 36%, el PAN 32% y 26% para el PRD. Asimismo, el 60% de la lista nominal asistió a votar, contra el 77% de 1994 (Instituto Federal Electoral, 1997).

En este contexto, los resultados y la votación total a favor del candidato de AC, Vicente Fox, serían muy significativos. Fox ganó en seis de los siete distritos con porcentajes que fluctuaron arriba de los 10 y 20 puntos porcentuales sobre el candidato del PRI (véase cuadro 7). Solamente en el Distrito 7, el candidato Francisco Labastida Ochoa obtuvo el triunfo con casi 13 puntos porcentuales por encima de Fox. En este distrito, curiosamente AC pasó a ser la tercera fuerza electoral, atrás del candidato de AM, Cuauhtémoc Cárdenas. Los tradicionales distritos con votos duros a favor de Acción Nacional dejaron constancia de la fuerza con que se expresaron en las urnas. En el Distrito 3, Hermosillo Norte, el candidato de AC obtuvo 69.45% y el candidato del PRI 25.23%. En el distrito 5, Hermosillo Sur, AC obtuvo 66.63% y el PRI 26.42%.

Se mostraba la fuerza en los principales distritos urbanos a favor del candidato Fox. También puede inferirse el voto de castigo hacia el candidato del PRI en el Distrito 2 de Magdalena de Kino; de hecho, en las elecciones locales, los candidatos a la alcaldía y diputación ganaron sin mayores complicaciones. Para algunos analistas, se trató del Efecto Fox, sin embargo, más allá de inercias, la transición se esperaba. La alternancia era la cara de la necesidad de un nuevo régimen, de una nueva forma de gobernar. Así, los distritos se repartieron de la siguiente manera: AM obtuvo los Distritos 1, 2, 3 y 4. En los resultados resaltan las victorias de los jóvenes candidatos Guillermo Padrés Elías sobre el exsecretario de Gobierno, Roberto Sánchez Cerezo, en el distrito 2; y de María Velasco en el Distrito 5 sobre Francisco Hernández del PRI (véase cuadro 8).

Respecto a los resultados para el senado, la fórmula de AC obtuvo la victoria sobre los candidatos del PRI después de una competitiva elección. Cuatro distritos los obtuvo la fórmula de AC encabezada por Ramón Corral y Héctor Larios, y tres las obtuvieron los candidatos del PRI, Eduardo Bours Castelo y Miguel Angel Murillo. Los porcentajes totales se estructuraron con el 44.61% para AC y 39.40 para los candidatos tricolores. Por último, los candidatos de AM se conformaron con el 14.62% de la votación total (véase cuadro 9).

Sin duda, los resultados y el clima político permitían inferir nuevos escenarios. La arrolladora victoria de los candidatos de AC hace repensar el nuevo sistema de partidos local; el multipartidismo se ha convertido en un tripartidismo perfectamente diferenciado. La jornada electoral dejó la tarea de indagar sobre las nuevas formas en que la ciudadanía decidió.

Para algunos, el cambio político como nuevo escenario había llegado. Para otros, la alternancia significaba perder un tipo de patrimonio; el patrimonio que mantuvieron por poco más de setenta años. Sonora se convirtió, como se dIjo al principio del apartado, en la quinta entidad con mayor porcentaje de votación a favor del candidato presidencial de AM, con 51.55%. Los resultados marcaron el inicio, o quizá el final, pensando de forma optimista, para otro escenario a nivel local: la alternancia a nivel de la gubernatura. Los números así lo indican.

 

Comentarios finales

Las elecciones federales del año 2000 en Baja California y Sonora mostraron una dinámica netamente bipartidista, donde el PAN y el PRI se posicionaron como los dos principales partidos en la disputa electoral. Además, estos comicios incorporaron a Sonora a un proceso altamente competitivo que derivó en la emisión de un voto distinto al que tradicionalmente hacían la mayoría de los electores de esta entidad.

No obstante, es importante subrayar que si bien la ciudadanía en ambos estados castigó electoralmente al PRI, este partido tampoco ha dejado de ser considerado como una opción viable. Por lo que e s muy probable que, sobre todo en el caso de Sonora, las circunstancias políticas y la coyuntura específica de que se trate sean elementos que incidan significativamente en posteriores elecciones. En este sentido, habría que poner atención a la dinámica local que tendrá el proceso de recomposición del PRI para evitar que el divisionismo y las pugnas internas disminuyan más su presencia en las contiendas electorales, así como su posibilidad real de recuperar espacios políticos.

Finalmente, hay que destacar que en el marco del sentimiento regionalista de dos estados norteños como Baja California y Sonora, un elemento adicional que tendrá peso en procesos electorales posteriores tiene que ver con el papel de la frontera norte dentro del proyecto del nuevo Gobierno a nivel federal.

 

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Notas

1 Para una interpretación sobre la evolución del voto entre 1989 y 1995, consúltese el artículo de Negrete Mata y Herrera (1996).

2 Para un análisis de los significados del proceso electoral de 1997, véase Pacheco (1997) y Reyes del Campillo (1997).

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