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CONfines de relaciones internacionales y ciencia política

versión impresa ISSN 1870-3569

CONfines relacion. internaci. ciencia política vol.17 no.32 Monterrey ene./may. 2021  Epub 29-Ene-2024

https://doi.org/10.46530/cf.vi32/cnfns.n32.p113-117 

Reseñas

China e India: Historia de una rivalidad

China and India: The Story of a Rivalry

Gabriela De la Paz Meléndez

González Castañeda, M.. 2020. Las relaciones India-China: El (re)encuentro de dos sistemas en la Posguerra Fría. Ciudad de México, México: El Colegio de México, Centro de Estudios de Asia y África,


En el libro Las relaciones India-China: El (re)encuentro de dos sistemas en la Pos-guerra Fría, Mario González Castañeda nos da claves para entender las relaciones entre estos dos gigantes asiáticos y cómo influyeron en ella Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética. Describe exhaustivamente las teorías y propuestas que se han hecho para estudiar las relaciones entre China e India, incluyendo el repaso desde el realismo, el liberalismo y constructivismo. A lo largo de cuatro capítulos nos lleva en un viaje donde explora la historia del encuentro sino-indio a partir de las escuelas o enfoques propios, hasta la interesante narración de la demarcación de fronteras, incluyendo Cachemira, la zona de la Línea de Control Real (Line of Actual Control, en inglés) y el Tíbet. Asimismo, el desarrollo de los países tras su independencia y las decisiones de las élites políticas para preservar sus proyectos ideológicos en el contexto de la Guerra Fría, lo que los llevó a seguir estrategias diferentes, como el movimiento de los países No Alineados. Todo ello enmarcado en percepciones, imágenes, estereotipos y representaciones que presentan la manera en que la rivalidad trascendió a los medios masivos en la India y los efectos de esta rivalidad en la ciencia y la tecnología. El cambio del contexto a partir de la fragmentación de la Unión Soviética devela que lo que ha estado detrás de esta rivalidad es una competencia por mercados, influencia y la consolidación de sus proyectos nacionales.

En el primer capítulo, uno de los primeros temas que discute González Castañeda son los tres enfoques a partir de los cuales se ha estudiado la relación entre ambos estados. El primer enfoque sostiene que India y China nunca tuvieron contacto antes de la Independencia de la primera (1947) y el triunfo de la revolución comunista en la segunda (1949). Esto sugiere una visión eurocentrista: suponer que antes de la presencia de los británicos en la India no hubo ningún tipo de contacto.

El segundo afirma que hubo continuidad de los intercambios culturales, los cuales se adaptaron a la dinámica internacional en el período previo a la Segunda Guerra Mundial y a comienzos de la Guerra Fría, habiendo establecido ciertos parámetros de interacción en los cuales también terminan de configurarse las identidades de India y China. Vale la pena detenerse en este punto y pensar en que la escuela de la geopolítica británica influyó en la manera en que los indios aprendieron a ver y a aprender por ellos mismos. Por su parte, tras la guerra civil donde el partido nacionalista y el partido comunista se disputaron el poder, cuando venció este último, aprendieron a ver el mundo a partir de la ideología comunista, lo cual cambió diametralmente su perspectiva. Para ambas élites se dio un proceso cognitivo, de aprendizaje, según el autor.

El tercer enfoque postula que efectivamente había contacto comercial y cultural entre China y la India previo a la experiencia colonial de ésta y los tratados de la guerra del opio y de los Boxers, que afectaron a la otra, pero que con las independencias se conformó una nueva identidad a partir de otros elementos y se planteó una nueva relación. El autor favorece esta idea de que ya había relaciones culturales entre China y la India, pero sostiene que lo que pasó después de la Segunda Guerra Mundial fue un proceso de reaprendizaje entre las dos clases políticas. González Castañeda sostiene que para entender esto hay que hacer una gran diferenciación entre la población y los actores políticos. En términos de la población, de la sociedad y de la cultura, nunca cesaron los contactos. Siempre hubo un constante aprendizaje. Siempre hubo contacto entre ellos y el flujo cultural y de conocimientos fue constante. Las clases políticas sí estuvieron alejadas y fueron ellas quienes tuvieron que reconectarse en una etapa donde ambas élites encabezaban una ruptura con su pasado inmediato.

ario González Castañeda hace un brillante análisis de esta compleja relación bilateral desde tres teorías de relaciones internacionales: el realismo, el constructivismo y el institucionalismo. Como buen estudioso de las teorías de relaciones internacionales, explica magistralmente el balance diplomático entre China y la India a través de cada una de ellas, aportando nuevos elementos de estudio en su exposición.

Bajo la teoría realista y su sucesora, el neorrealismo, China e India han rivalizado por la búsqueda del poder. Cuando la India abanderó la “No Alineación” para no sucumbir a la dinámica del conflicto bipolar, aprovechó su condición de líder entre otros países recién descolonizados. Sin embargo, una cosa es la teoría y otra, muy distinta, la práctica. China, al ser comunista, tuvo menos opciones. Por un lado, la política de contención a la Unión Soviética que llevó a cabo Estados Unidos también se aplicó a China y se utilizó la “teoría dominó” con el fin de evitar que se replicaran revoluciones como la china y se establecieran en Asia estados socialistas o comunistas, aliados de la URSS. Por su parte, el neorrealismo plantea la importancia de la preservación del Estado a partir de varios elementos y la rivalidad entre China y la India, ya escenificada en el conflicto fronterizo, obligó a recurrir a un mediador, que fue Estados Unidos. A partir de ahí Estados Unidos buscó cortejar a la India, pensado que sería el candidato natural para frenar a China en Asia.

Sin embargo, donde el autor hace su mejor aportación es en el análisis geopolítico, pese a que éste no es un trabajo de geopolítica. En su análisis de las tres escuelas sobre el contacto de la India y China previo a la Guerra Fría, González Castañeda nos hace darnos cuenta de la importancia de la geografía, puesto que entre la India y China se alzan las montañas más altas del mundo y eso en sí constituye una impresionante barrera geográfica. Como tal, podríamos suponer que el Himalaya, el Tíbet y la Línea de Control Real constituyen un obstáculo infranqueable. Pero no es así. Mario González Castañeda muestra cómo las identidades van cambiando a lo largo del tiempo y cómo existen huellas de ese contacto previo a la llegada de los británicos. En este punto resalta dos ejemplos por demás ilustrativos: por un lado, la religión, ya que no podemos olvidar que el budismo nació en la India, aunque luego se desarrolló y popularizó en China y hoy tendamos a asociarlo más con China que con India, pero eso ya en sí constituye una prueba de ese intercambio, además del comercio, que obviamente precede a 1947 y avala la tesis del contacto continuo entre estas dos culturas.

El segundo ejemplo abordado por González Castañeda es el orden posterior a la Segunda Guerra Mundial, que deviene en el final irremediable de los viejos imperios: el británico y el chino. Eso produce la independencia de la India y la Revolución China, que fue otra forma de independencia. Aquí se despliega lo que el autor llama la “ansiedad cartográfica” inglesa y que los indios tomaron de éstos. Una de las preocupaciones de los ingleses fue delimitar sus fronteras para frenar el expansionismo ruso en Asia Central, que luego los indios tratarían de replicar frenando a la Unión Soviética. Sin embargo, esto dejó pendiente la negociación de una frontera entre China y la India con varios puntos críticos entre los que sobresale el Tíbet. González Castañeda hace una investigación histórica muy ilustradora del estatus del Tíbet como “estado protector” y de las negociaciones y consecuencias del Acuerdo de Shimla en 1914 y cómo se decidió la línea McMahon, que sigue sin ser reconocida totalmente por China. Sin duda, éste es uno de los mejores pasajes del libro, que ayuda a comprender las recientes tensiones entre ambos países.

Mario González Castañeda sostiene brillantemente que los términos que se establecen en las décadas de 1950 y 1960 son los que cimientan la relación de hoy. Después de todo, para cada uno de estos países el otro es una amenaza potencial y los dos hacen casi lo mismo para protegerse y sobrevivir: asociarse con uno de los nuevos imperios de la posguerra: Estados Unidos o la Unión Soviética. Esta elección, que obedeció tanto a cuestiones propias de la historia de cada uno y a su geopolítica, fue percibida como algo cuestionable por el otro. Pese a las diferencias, los dos países entendieron hasta cierto punto que estaban en situaciones similares que implicaron un equilibrio entre las ideologías de cada uno, sus metas y sus pasados coloniales. Eso no impidió que el reconocimiento de China a la India tuviera la semilla de la discordia al insinuar en una nota diplomática que no confiaría enteramente en la India hasta que ésta no fuera comunista. Y es que China, al tener la ventaja de su tamaño, la distancia y las particularidades geográficas de sus fronteras con la URSS, no entendió el delicado equilibrio que buscaba la India entre la Unión Soviética, que fue su aliada temporalmente, Estados Unidos y China, cuando decidió crear una tercera vía y liderar el movimiento de los No Alineados. González Castañeda elabora argumentos consistentes de cómo el gobierno de Nueva Delhi intentaba adquirir poder y no sucumbir a la guerra de poder bipolar.

Dado que el autor enfatiza que la relación India-China se hace con base en la percepción, en la imagen que cada uno tiene del otro, el capítulo “Imágenes, percepciones y representaciones” aborda la forma en que la “ansiedad cartográfica” de indios y chinos, así como su desconfianza mutua, deviene en el conflicto llevado a las masas. El capítulo tiene muchos puntos valiosos, pero uno de los mejores es el de Mr. India y el gran villano FuManchú, que también fue popularizado desde la década de 1960 en comics en Estados Unidos. La representación de un villano chino vencido por el niño Arun y sus amigos es una analogía de cómo podría parecer que China es más poderosa que la India, pero ésta puede vencerla y defender su tecnología nuclear. Es en el mundo de los comics y las películas indias donde cristalizan los estereotipos que tienen que ver con ese reencuentro al final de la Segunda Guerra Mundial y la desconfianza que se origina por la vecindad, las grandes extensiones territoriales de los países, las experiencias previas de la línea McMahon y la Línea de Control Real. No es de extrañar que una película como la que describe González Castañeda se produzca justo cuando las tensiones fronterizas estuvieron en el máximo punto durante el marco temporal que cubre este libro. Si la política exterior está basada en un proceso cognitivo mediado a partir de las percepciones de lo que cada país hace en la arena internacional, la geopolítica popular lleva esas preocupaciones, miedos, deseos y metas a las masas para justificar o reforzar las acciones de los gobernantes indios frente a los chinos.

La rivalidad entre China y la India también abarca la ciencia y la tecnología, pues la energía nuclear era vista como el punto de mayor desarrollo de ambos proyectos post-coloniales. Además de cumplir con las necesidades de seguridad nacional y reforzamiento de los proyectos políticos de las élites estatales, los programas nucleares también tenían como objetivo igualar la percepción de los indios y los chinos a ojos de los anglo-europeos en esa concepción jerárquica de la superioridad europea. Finalmente habían llegado al máximo punto de desarrollo. El capítulo dedicado a este tema también ahonda en las repercusiones que la ciencia y la tecnología tuvieron en la política y viceversa, haciéndonos ver que los científicos también hacen política, como es el caso de Homi Jehangir Bhabha, y que la ciencia está ligada forzosamente al desarrollo de las naciones, como acabaron cediendo los dirigentes chinos.

La rivalidad es la clave de la relación entre la India y China, la cual se desarrolla a lo largo de las páginas, pues la percepción del éxito o fracaso del rival tiene un efecto en el otro que consiste en copiarle y tomarle como ejemplo si les va bien, o reforzar la percepción negativa si es que el otro fracasa. Y aquí, al igual que en los otros magníficos capítulos, la presencia de Estados Unidos y la URSS o Rusia continúa incidiendo en las relaciones bilaterales entre China y la India, que se liberan de las presiones de la Guerra Fría y se van adaptando al nuevo contexto que a principios de este siglo implica una mayor proyección del poderío económico de China, más fácil de alcanzar debido a la falta de pluralidad política. Así, van siguiendo los Cinco Principios de la “coexistencia pacífica” que se había pactado entre Beijing y Nueva Delhi en los años sesenta.

Finalmente, “Las relaciones India-China: El (re)encuentro de dos sistemas en la Posguerra Fría” nos devela los entresijos de la rivalidad entre estos dos gigantes asiáticos y nos ayuda a comprender mejor las decisiones tomadas por sus gobernantes. Al respecto, hubiera sido deseable que el libro estuviera escrito desde un enfoque teórico geopolítico que hubiera sido muy útil para describir el rol que tienen las fronteras en las percepciones de seguridad de los gobiernos, la cuestión de las percepciones y representaciones en la política y la proyección de éstas hacia las masas, los pasados coloniales con herencia de ansiedades cartográficas y traumas, así como el juego entre las superpotencias de la época de los imperios y de la Guerra Fría en que se vieron involucrados China y la India. Con ello supliría la incapacidad de la disciplina de relaciones internacionales para abordar los estudios de relaciones interestatales más allá del contexto anglo-europeo como le gustaría al autor.

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