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CONfines de relaciones internacionales y ciencia política

Print version ISSN 1870-3569

CONfines relacion. internaci. ciencia política vol.11 n.21 Monterrey Jan./May. 2015

 

Reseñas

 

Pulgarcita

 

Rafael Modesto De Gasperin Gasperin

 

Serres, M. (2013). Pulgarcita. Traducción de Vera Waskman. México: Fondo de Cultura Económica. Colección Tezontle. ISBN 9 789505 579761 (rústica)

 

¿Adónde van las palabras que no se quedaron?
¿Adónde van las miradas que un día partieron?
[...] ¿Y a dónde van?
¿Adónde van?

S. Rdz.

 

Después de Variaciones sobre el cuerpo, publicada en el 2011, vio la luz, en las entrañas de la imprenta del Fondo de Cultura Económica, y gracias a la traducción de Vera Waskman, el texto de Michel Serres que presenta un reto para la comprensión del cambio en la época actual. Nos referimos al libro Pulgarcita.

Se preguntará el lector de esta reseña ¿por qué puede ser tan significativo un texto que narre a la perspectiva de los jóvenes ante el cambio, así como la manera de vivir juntos, la manera de ser y de conocer? La respuesta no se hace esperar cuando notamos que estamos frente a un cambio de Era a la que el autor hace llamar "la tercera revolución".

Anteceden a esta tercera revolución –guiada por el auge de las nuevas tecnologías– el paso de lo oral (primera revolución) a lo impreso (segunda revolución). Desde el título de la obra se atisba la intensidad del texto, ya que Serres llama Pulgarcita a este nuevo personaje cuya característica principal es "la maestría con la que los mensajes brotan de los pulgares del personaje" (Contraportada).

Por su larga trayectoria académica como filósofo y ensayista, el autor es considerado entre los pensadores actuales (2015) que pone en perspectiva una visión del mundo que asocia las ciencias y la cultura tradicionalmente vistas por separado. Recordemos la tesis de C. P. Snow sobre las dos culturas donde se rompía la comunicación entre las ciencias y las humanidades y se ponía en riesgo la pretendida y naciente interdisciplinariedad de mediados del siglo pasado para convocar al nacimiento de las nuevas formas.

Nuevas formas que ponen en discusión y perspectiva a la sociedad en su conjunto, desde la educación, el trabajo y las empresas, hasta la salud, el derecho y la política. Matices y texturas que nacen para conformar nuevamente las instituciones y, con ello, la forma de ser y tener en el siglo XXI.

Pulgarcita no sabe de vacas, carneros o nidos en los árboles, pues ha abandonado su relación con el sector primario –la tierra–. Nació en la ciudad. Pertenece a la Polis que se llenó de habitantes iguales a ella. Ha visto cómo las relaciones humanas han variado en su trato por la construcción del sector secundario, el de la transformación, cuyas libertades o igualdades se han trastocado en formas totalitarias e ideológicas y han abandonado su supuesta pretensión humanista.

Pulgarcita, quien se reproduce ahora en un tercearismo de servicios, tampoco sabe de formas productivas naturales que se eficientan para dar respuesta a la creciente demanda económica política y social. Ella fue programada, no como sus padres que fueron concebidos a ciegas (p. 17); está obligada a la interculturalidad que la sienta en la mesa virtual de la aldea globalizada con el poder de sus pulgares, no al multiculturalismo, ni a la necesidad de los organismos supranacionales del siglo XX.

El poder del dedo índice sobre "el botón rojo" que haría estallar la Tercera Guerra Mundial se convirtió en los pulgares de la aldea global donde Pulgarcita juega, por medio de las imágenes y la diversidad de pantallas, a las redes sociales que la convierten en el centro de su micro universo y la elevan al nivel de una luminosa y solipsista estrella.

Encubierta bajo el formato que ha reducido a 7 segundos su atención sobre una imagen, y a 15 segundos su velocidad de respuesta, habita un universo lingüístico donde la palabra muerte y las imágenes de cadáveres son las más repetitivas en tanto ha sido obligada a presenciar desde sus doce años más de 20 mil crímenes (Serres, p. 20).

Los jóvenes ya no habita (n) el mismo espacio y no le teme (n) a la misma muerte. La lengua cambió, la labor mutó (Serres, pp. 21-23). Desde mediados del siglo XX (60's) la fusión social de sus padres no generó la fuerza para mantener la unión, ellos se obnubilaron en la política y la economía, entramparon su ética en el poder del Estado y del Mercado y, con ello, contribuyeron a generar una fisión que dejó desnuda a Pulgarcita, sin un lazo social que ella ahora intenta inventar desde sus pulgares en la aldea global con nuevas relaciones sin edificios, patios de recreo, salones de clase, anfiteatros, campus, bibliotecas, laboratorios, incluso saberes... (p. 26).

Bajo el modelo de una anarquía deliberada no lineal y con un sistema distribuido no conmutativo de conocimiento, Pulgarcita vive desconcentrada, periférica, auto marginal y eso la muestra como una imagen singularizada. Tiene la libertad de responder y la igualdad para ser correspondida, mientras tanto, crea una fraternidad basada en el pensamiento débil que solo muestra su fuerza cuando esta debe ser escuchada como colectivo, como aldea, como una sola voz... Tras ello vuelve a su acronía.

Ahora la cabeza descabezada de Pulgarcita ya no tiene que trabajar duro para aprender el saber, puesto que ahí está arrojado, ante ella, objetivo, recolectado, colectivo, accesible para cuando se desea, ya se ha sometido a revisión y control más de diez veces; Pulgarcita puede, entonces, volver hacia el muñón de su ausencia que sobrevuela su cuello cortado (p. 39).

¿Sabremos distinguir entre lo antiguo y lo viejo? ("Lo duro y lo blando", p. 40); ¿podremos prescindir de todo lo que la imprenta nos dejó derramado sobre papel? ("El espacio de la página", p. 41); ¿nos bastarán las pantallas? ("Nuevas tecnologías", p. 42); ¿dónde quedarán los músculos del cuerpo? ("Una breve historia", p. 44); ¿dónde reside el estado de conciencia? ("Pulgarcita medita", p. 45); ¿quién será la voz de los sin voces? ("Voces", p. 46); ¿habrá portavoz? ("La oferta y la demanda", p. 48); ¿habremos de quedar callados? ("Los petrificados", p. 50); ¿quién será quién en la caverna de Platón? ("La liberación de los cuerpos", p. 51) ¿quién ocupará la ausencia poder? ("Movilidad: Conductor y pasajero", p. 52) ¿habrá dueños de la transversalidad? ("La tercera instrucción", p. 54); ¿dónde residen las posibilidades de la anarquía deliberada? ("Lo disparatado contra la clasificación", p. 55); ¿habremos dado fin a la quimera de los universales? ("El concepto abstracto", p. 58).

Estas son algunas preguntas a las que Michel Serres nos conduce de la mano de Pulgarcita en el apartado sobre la escuela. Solo queda al libro de Selles ofrecer un tributo, "elogio", en términos de Serres, a las narrativas de la fantasía, a la tumba del trabajo, a los hospitales, a las voces humanas, a las redes, a las estaciones de los aeropuertos, a la incompetencia, a la marquetería, al tercer soporte, al nombre de la guerra, al algoritmo procedimental, a la emergencia, al pasaporte y a la imagen de la sociedad de hoy.

Tal tributo se da para que las formas tradicionales de comunicación que le precedieron imaginen desde sus nuevos matices sin olvidar que el presente de Pulgarcita, si bien se abre y cierra desde los pulgares de sus manos, es posible gracias a ellas. Por ello, gracias a la cuerda del trompo que lo posibilita para quedar estática desde donde espera para generar un nuevo impulso, es la cuerda que da cuerda, es hilo que envuelve y desenvuelve, es la tensión que impulsa hasta el cansancio del rodante y lo retoma, lo envuelve y lo vuelve a constituir en nuevas formas digitales para que Pulgarcita pueda accesar las redes de la aldea global.

Gracias al ocio, al aburrimiento de Pulgarcita, ella se desafana y vuelve sobre sí descubriéndose harta y cansada en este doble callejón sin salida (p. 68). A pesar de ese ámbito en el que Pulgarcita se mueve, Selles pide la presencia del dolor que habita en los contextos de la aséptica bata blanca, recordando a los sabios ricos y poderos del mundo que no evitan estos lugares de sufrimiento, conmiseración, cólera, angustia, gritos y lágrimas, ruegos a veces, exasperación [...] porque ese es el ruido de fondo, el sonido de la voz humana a la que recubren nuestros discursos y chácharas (p. 70).

De este modo, sucede que, por primera vez en la historia, se puede oír la voz "enredada" de todos (p. 71). Sin embargo, en realidad, Pulgarcita vive y recibe el continuo reproche por el uso de sus pulgares. Estas reprimendas son muestra de la incapacidad que sus antecesores generacionales tuvieron para generar las condiciones de vida buena y justa del siglo XX y que han impactado el siglo XXI.

Hoy día, en la aldea global, cada cual carga sobre su propia imagen sus mentiras o constructos de identidad. Ya no queremos coagular nuestras asambleas con sangre. Lo virtual, al menos, evita ese aspecto carnal (p. 75).

Serres apunta que, en la noción de Homo Viator que va y viene, va y viene, va y viene... Pulgarcita viaja sobre un tapiz diverso que surca el cielo y pavimenta su espacio con una marquetería dispar (p. 78) que la hace única.

Es innegable que Pulgarcita vive en la presunción de competencia que le dio el derecho de voto participativo (p. 80): ahora el lugar es de todos porque no hay lugar. La competencia se ha funcionalizado y se manifiesta en forma jerárquica y plural, solo como espectáculo, luz e imagen.

En la aldea global, los seres humanos competentes se parecen a las estrellas del firmamento cuya luz seguimos recibiendo, pero que, por el conocimiento de la astrofísica, sabemos que murieron hace mucho tiempo (p. 80). De hecho, Pulgarcita vive en el caleidoscopio de las relaciones que cambian a cada momento, cada intento por salir desde sí misma para ir hacia los demás la vuelve a atrapar. Trata de quedarse sola y la imagen la arrebata; trata de guardar silencio y la ciudadanía exige su voz; trata de no ver y los ojos le surgen como los de los gatos en la oscuridad. ¿Acaso se reduce a un estado de cosas tal que todo intento de simplificarla la complica?

Quizá una de las características más claras de Pulgarcita es la de ser un dato. Por ello la buscan, vale, decide, se agrupa, pertenece, se estratifica, la consultan, la "stokean", opina, se distribuye, vota, adquiere significado y se esfuma en cualquier momento. Y al final del día es libre al no convertirse en un indicador estadístico y por ello es un dato que nada indica. Es un "like" más.

Pulgarcita resulta ser un soldado anónimo al que le han levantado un monumento. Tiene un sitio en la historia, es el oráculo griego al Dios desconocido y desde el cual puede construirse cualquier narrativa en cuanto es vacío y cuenca virtual. Es un código para tal estudiante, este paciente, este obrero, este campesino, este elector, este transeúnte, este ciudadano... Anónimo, por cierto, pero individuado (p. 88). No singularizado.

Gracias a Pulgarcita la objetividad, la colectividad, la tecnología, la organización, entre otras, han dejado de ser formas totalitarias, hipóstasis de adjetivos convertidos en esencias para solo cumplir su función procedimental. Mientras el GPS existencial funcione, el camino incierto tiene sentido.

Así mismo, gracias a Pulgarcita, recuperamos el valor del reconocimiento de lo global y que hacen valer al esclavo que al preguntarse es capaz de llegar al conocimiento de las formas puras del conocimiento. No es necesario saber; lo suficiente para resolver la emergencia de vivir es poseer un procedimiento para buscar las formas y cuidar las actitudes.

Pulgarcita nos conduce a elogiar el código que posibilita el acceso a las redes y con ello a la cultura digitalizada, a la realidad aumentada que se ha convertido en la cultura del siglo XXI. Ahora el código es el viviente singular. ¿Quién soy, yo, único, individuo? Una cifra indefinida, descifrable, indescifrable, abierta y cerrada, social y privada, accesible-inaccesible, íntima, secreta a veces y al mismo tiempo desconocida para sí y que se exhibe públicamente (p. 92).

Finalmente, Pulgarcita es el pasaporte que nos hace miembros de la aldea global, aunque siempre nacidos en nuestra aldea local, nos constituye abiertos y cerrados, mundiales y periféricos, mundanos y trascendentes, seculares y religiosos en el mismo día y en los diversos ritos. Sujeto, sí; objeto; sí (p. 94).

Pulgarcita habita y construye Babel. Patrimonio oral de la humanidad. Sin Torre.

 

Información sobre el autor

Rafael Modesto De Gasperin Gasperin. Tiene un Pos Doctorado en Filosofía y un Doctorado en Ciencias Humanas. Sus últimas publicaciones son: Narraciones éticas desde la Modernidad y la Posmodernidad. (De Gasperin; J.C. Vásquez, Plaza y Valdés, Madrid); Hacia los nuevos horizontes de la plenitud humana (L.E Coyotzi; R. De Gasperin; N. Bilbeny, Ediciones liblio, Monterrey. N.L); y Testimonio de Carlos fuentes respecto a la globalización y los sistemas de creencias. (Revista En-Claves, Tecnológico de Monterrey). Es profesor de tiempo completo en el Departamento de Filosofía y Ética del Tecnológico de Monterrey, Campus Monterrey.

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