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CONfines de relaciones internacionales y ciencia política

versão impressa ISSN 1870-3569

CONfines relacion. internaci. ciencia política vol.5 no.10 Monterrey Ago./Dez. 2009

 

Ex libris

 

El pensamiento político: entre exequias y resurrecciones

 

Martín Retamozo*

 

Cansino, C. (2008). La muerte de la ciencia política.

 

* Doctor en Ciencias Sociales (FLACSO-México). Investigador del Centro de Investigaciones Socio-Históricas y Profesor del Departamento de Sociología. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (CONICET-Argentina). martin.retamozo@gmail.com.

 

El debate sobre el estatus y el futuro de la ciencia política, específicamente del enfoque estadounidense, cobró un renovado interés a partir de la polémica suscitada por el ensayo de Giovanni Sartori ¿Hacia dónde va la ciencia política? (2004), publicado por revistas que tratan la temática en Estados Unidos, México y España. El politólogo italiano —desde el lugar de "un viejo sabio", co-fundador de la disciplina, convencido de la cientificidad de la ciencia política y de que la economía brinda los mejores insumos metodológicos para el estudio de la política— concluye que la ciencia política, en su versión norteamericana, camina con pies de barro hacia ninguna parte, subyugada por el empiricismo y preocupada por temas cada vez más irrelevantes. La fuerte crítica a la ciencia política, que tiene pretensiones hegemónicas, provocó la discusión, la controversia y la polémica. Prueba de ello son los trabajos de Negretto (2004); Colomer (2004); Laitin (2004); Zolo (2006); Cansino (2006); Oxhron (2006); Molina (2006); Covarrubias (2006) y Lucca (2008) que, de una u otra forma, presentan posiciones en el marco de la polémica.

En este contexto se enmarca el libro de César Cansino, La muerte de la ciencia política, ganador del premio "Sudamericana" en la categoría ensayo, 2008. El autor, en parte, retoma la crítica de Sartori a la ciencia política hegemónica estadounidense para compilar una serie de ensayos; algunos están más articulados entre sí que otros, y tienen como eje la pregunta por la ciencia política y lo político. Los diez capítulos del trabajo de Cansino se presentan en dos grandes partes: "Los límites de la ciencia política" y "La ciencia política más allá de sus límites". Mientras la primera tiene como objetivo explorar los problemas e insuficiencias de la ciencia política dominante, la segunda busca abrir nuevos horizontes para el pensamiento riguroso de la política y lo político.

El autor, al inicio, advierte sobre los dilemas que el nuevo contexto mundial (post 1989) implica para las ciencias sociales en general y la ciencia política en particular. Esto se suma a las complejidades devenidas de la imposibilidad de una definición unívoca del campo temático, debido a la diversidad teórica. De acuerdo a la definición de lo que es política y político, pueden establecerse distintos ámbitos de incumbencia para la ciencia política. No obstante, en los estudios desde la ciencia política —argumenta Cansino— podemos reconocer cuatro campos de preocupaciones recurrentes: lo político, la política, las políticas y la teoría política; pero es evidente que la visión dominante en la disciplina es el enfoque empírico, especialmente la política comparada y las metodologías cuantitativas (matemáticas) preocupadas por las instituciones políticas, los procesos políticos y los comportamientos políticos. El desarrollo de estos temas y del método comparativo llevó, para Cansino, al avance de la ciencia política en Estados Unidos, Canadá y algunos países de Europa y muestra los desarrollos insuficientes en América Latina y en Europa del Este (2008:36). Esta nueva etapa de la ciencia política, considera el autor, no puede soslayar que el programa científico de la ciencia política original era en exceso restrictivo y que la flexibilización de las fronteras (por ejemplo con la filosofía política) y el abordaje de asuntos como la objetividad o la avaloratividad son claves para el desarrollo de la disciplina, a la altura de los tiempos que corren. De este modo, se abriría la ciencia política a perspectivas interdisciplinarias y pluralistas (en lo teórico y metodológico) que contribuyan a su desarrollo futuro.

Pero, antes de presentar su opinión, Cansino comenta alguna de las corrientes más relevantes en el estudio de la política. En el capítulo dos, se propone indagar el programa de investigación que vincula estrechamente los métodos de la economía con el estudio de la política. A partir de un somero análisis de Schumpeter "Capitalismo, socialismo y democracia", el autor reconstruye los afluentes de la teoría democrática elitista y la perspectiva del análisis económico de lo político, asociado a la elección pública (public choice). En este sentido, se identifican puntos comunes de este tipo de análisis tales como el intento de asimilar el modelo de comportamiento económico al político y de la lógica de gobierno a la de mercado;. asimismo, en lo metodológico, se asume el individualismo y la elección racional. Cansino cuestiona, con argumentos conocidos1, el enfoque de la elección racional tanto por los supuestos antropológicos (el homo economicus) como por su concepción de racionalidad acotada (utilitarista). Lo cierto es que este recorrido le sirve al autor para advertir sobre los riesgos de una colonización de los estudios políticos por parte de la economía y su enfoque.

Por su parte, el tercer capítulo es dedicado al análisis sistémico de la política, perspectiva abierta para la ciencia política por el trabajo de David Easton. No obstante, el foco de interés está puesto en la teoría de sistemas contemporáneos, cuyo principal exponente es Niklas Luhmann. La teoría de sistemas propone la adaptación de otros modelos científicos para pensar los procesos sociales, particularmente, aquellos vinculados al "constructivismo radical" (2008: 63). Este posicionamiento, vinculado a la idea del conocimiento como una construcción y a la función de la cognición como una reorganización de la experiencia, marca un quiebre —para Cansino— con la epistemología positivista dominante. En este aspecto, el constructivismo radical ofrece sugerentes perspectivas para entender el mundo político y, especialmente, la democracia. Indudablemente, ha sido Luhmann el que, en su proyecto de una teoría general de la sociedad, también hizo referencias al sistema político o a la política como sistema (Torres, 2004). No obstante, Cansino se aparta de la visión luhmanniana de la política por ser considerada "antihumanista" y por sus posibles consecuencias conservadoras; así recupera las críticas de Habermas y la concepción que éste tiene del mundo de la vida como dimensión necesaria para pensar la política. En la idea habermasiana de "esfera pública", Cansino encuentra una noción clave para pensar la democracia más allá tanto del elitismo democrático como del republicanismo. Sin embargo, identifica ciertas limitaciones en el planteamiento de Habermas en cuanto al optimismo en los acuerdos racionales, la ausencia de la dimensión del conflicto y la concepción del poder comunicativo. A partir de la revisión de algunos aspectos de la teoría de Habermas, argumenta, es posible avanzar en la comprensión de las dimensiones de la política, más allá de la teoría de sistemas, la cual no contempla (o reduce), por ejemplo, los movimientos sociales.

En el capítulo cuatro, "El conocimiento empírico de lo político", Cansino da una mirada crítica a los intentos de la ciencia política dominante para ofrecer un estudio empírico de la democracia. A juicio del autor, esta pretensión ha puesto en evidencia serias limitaciones que son evidentes, especialmente, en los estudios recientes sobre "calidad de la democracia". En efecto, uno de los resultados de este interés por medir el rendimiento de las democracias actuales ha sido reintroducir, subrepticiamente, la discusión sobre los aspectos normativos que habían sido expulsados de la ciencia política y recluidos en el dominio filosófico. La búsqueda de un ideal democrático para la elaboración de estándares de calidad no es rechazada por Cansino, antes bien, su posición se clarifica al argumentar que las dimensiones contempladas por la teoría democrática dominante acotan el sentido histórico de la democracia al ceñirlo a asuntos de gobierno. La recuperación de las concepciones sobre la democracia de Arendt, Lefort y Castoriadis le servirá para apuntar en dirección de nuevas definiciones más amplias que no agoten lo político en la política y sirvan para replantear la pregunta por los tipos de sociedad deseables.

El quinto capítulo amplía algunas ideas esbozadas en un trabajo anterior del autor (Cansino, 2006), donde interviene en el debate —provocado por Sartori— sobre el presente y el futuro de la ciencia política. Allí, se construyen argumentos para cuestionar el mencionado acotamiento de los estudios políticos (o de la ciencia política) a los sistemas políticos. Pero, además, se introduce una discusión —que no es desarrollada— sobre el estatus epistemológico de la ciencia política, es decir, sobre su carácter de ciencia. Esto lleva a que Cansino se interrogue acerca del método científico que, según Sartori, acabó por encorsetar a la ciencia política enfocándola en problemas cada vez más especializados y banales (ver Sartori). Particularmente, se ocupa de rastrear, en algunos de los trabajos de Sartori, los orígenes de esta crítica y concluye, siguiendo al politólogo italiano, que la ciencia política está herida de muerte, "víctima de sus propios excesos empiricistas y cientificistas" (2008: 134).

La segunda parte del libro se inicia en el capítulo sexto. Allí, Cansino recupera algunas líneas expositivas sobre la sociedad civil, expuestas anteriormente en un trabajo en co-autoría con Sergio Ortiz Leroux (1997). El estudio de las corrientes que tematizaron la sociedad civil tiene el propósito de mostrar caminos que saquen a la ciencia política de su compartimento estanco del sistema político y de ofrecer perspectivas más amplias a partir de cómo concebir la producción social de lo político. Cansino analiza la concepción liberal (Víctor Pérez Días y Ernest Gellner) y la socialdemócrata (John Keane y David Held) de la sociedad civil para destacar la importancia de una noción que dé cuenta de su autonomía e importancia democrática en cuanto a la formación de la opinión pública. El autor se aparta de una visión que contrapone Estado a sociedad civil para ubicarse a favor de la preservación tanto de los espacios de igualdad, promovidos por el Estado, como de la libertad promocionada por la sociedad civil. Esto requiere una democratización de las instituciones (tanto estatales como de la sociedad civil) y una regulación del mercado por parte de los dos actores, en sintonía con la propuesta de autores como Alexander, Cohen y Arato y, especialmente, Agapito Maestre, quienes identifican a la sociedad civil como un espacio diferente al Estado (y su lógica administrativa) y al mercado (con su lógica económica), "materialmente de nadie y potencialmente de todos" (2008: 160).

"La dimensión simbólica de la política" es el título del séptimo capítulo donde Cansino avanza en la presentación de su tesis sobre las formas de la política y la democracia. El autor, primero, identifica las limitaciones de los enfoques que centran la política en el Estado o en el sistema político; y luego, se adentra en un intento de desestatización de la política. La recuperación de algunos autores como Arendt, Lefort, Castoriadis y Maestre le permite adherirse a la corriente que pone el acento en la dimensión simbólica de la política y de la democracia. En particular, ubica en el centro del proceso democrático a la sociedad civil como espacio político privilegiado desde el cual comprender y fortalecer la democracia. El autor se suma, así, a las voces que, desde hace tiempo, vaticinan el resurgimiento de la sociedad civil como instancia genuinamente democrática, y depositan plena confianza en una supuesta proliferación de iniciativas de la ciudadanía y consecuente participación de individuos virtuosos en asuntos público-políticos.

El capítulo octavo está dedicado a la revisión de enfoques alternativos sobre la política y la democracia; enfoques que han proliferado en la academia durante los últimos años y que, de alguna manera, abordan la problemática desde la cuestión social. Específicamente, el enfoque centrado en el capital social, la democracia sustentable y una versión de la democracia radical. El autor juzga como intrascendentes los trabajos enfocados al capital social, mientras que recupera algunas de las preocupaciones de los estudios sobre la democracia sustentable (Pzeworski y O'Donnell) en lo que se refiere a las condiciones sociales necesarias para el ejercicio democrático. No obstante, a esta corriente le objeta que hace depender el éxito de la democracia del diseño institucional, sin hacer referencia a la formación del espacio público. Por su parte, las virulentas críticas a Chantal Mouffe, como exponente de la democracia radical, se focalizan en lo que Cansino identifica como una vuelta al marxismo y su reduccionismo de clase.

El noveno capítulo defiende la importancia que tiene el estudio de las teorías políticas clásicas, frente al desprecio de estos aportes presentes explícita o implícitamente en muchas posiciones. Esta importancia de retornar a los clásicos es un llamado que, desde hace algún tiempo, se viene escuchando por parte de diversas voces que entienden que los aportes de los autores clásicos son insoslayables para una comprensión de los asuntos políticos. Cansino presenta —como antes lo hicieron otros, como Enrique Serrano (1998)— un recorrido por la obra de Schmitt, lector de Hobbes, y de Hannah Arendt, lectora de los clásicos antiguos y modernos, para argumentar, siguiendo a Bobbio, la importancia de esta dimensión en la ciencia política.

"Política y Metapolítica" es el título del décimo capítulo. en donde, se exploran diferentes nociones de metapolítica con el objetivo de justificar la importancia del estudio de las teorías políticas. Cansino examina cinco ideas de metapolítica: pospolítica, metafísica, macroteoría, debate público y metateoría. El autor culmina con un llamado al estudio de la teoría política desde un punto de vista "concreto" que se ubique a la altura de las complejidades de las sociedades actuales.

Finalmente, en el epílogo, "El estudio de lo político en y desde América Latina", Cansino propone una revisión de algunos autores relevantes de la teoría y la ciencia política y social en la región. Allí, construye una tipología tomando dos criterios: uno ideológico (izquierda y derecha) y otro metodológico (duros y suaves), para clasificar las contribuciones de diferentes autores disímiles como son Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Marcelo Cavarozzi, Atilio Borón y Hugo Zemelman, entre otros, en cuanto exponentes de las diversas combinaciones (izquierda y derecha dura e izquierda y derecha blanda). A cada casillero se le dirigen observaciones particulares, pero en general, la crítica a estos enfoques proviene de su desatención a la dimensión redentora de la sociedad civil propuesta por el autor.

En definitiva, el trabajo de Cansino se ubica en un intersticio que tiene sus complejidades. La tensión entre un libro escrito para el campo académico (con un andamiaje de citas, referencias eruditas) y el cambio en el lenguaje —necesario para un público más amplio— puede generar un doble desconcierto. Para el lector entrenado en el campo de las ciencias sociales, ciertos tramos de excesiva simplificación; y para el lector no enterado de los debates actuales, momentos densos por los trasfondos implícitos, propios del terreno académico en el que se inserta la discusión.

El ejercicio crítico del autor recupera y recorre sugerentes caminos deconstructivos de las posiciones dominantes. No obstante, por momentos, la argumentación privilegia la prosa encendida por sobre la profundidad analítica; a veces, muestra, como en el caso del análisis de la obra de Chantal Mouffe, apresuradas o ligeras lecturas de autores o corrientes que son caricaturizadas. Por su parte, los momentos en que el autor toma una posición normativa suelen recaer en lugares comunes —algunos más logrados que otros—. La referencia al "resurgimiento de la sociedad civil", por ejemplo, y la confianza en unos individuos que asumen su ciudadanía con virtuosismo, a pesar de los políticos, se basan más en un acto de optimismo que en una argumentación o investigación rigurosa. Asimismo, tanto las recomendaciones teóricas, la importancia de releer a autores, viejos y nuevos clásicos —Arendt, Lefort y Castoriadis—, como el llamado al diálogo inter y transdiciplinario, en asuntos políticos, son moneda corriente entre los autores críticos de los modos más extendidos de hacer ciencia política.

Para concluir, podemos decir que el libro presenta algunos de los ejes del debate actual en ciencia política, y se sitúa en una discusión de suma relevancia que retorna, cíclicamente, bajo la idea de tragedia, muerte o fin de la ciencia política. El lector avezado en el tema deberá, tal vez, quedarse con las preguntas y problemas planteados por el autor; por otra parte, para el lector curioso, pero no familiarizado con los debates contemporáneos de la ciencia política, quizás sea una lectura provocadora aunque difícil. Lo cierto es que los debates sobre el estatus y el futuro de la ciencia política, su herida, muerte, tragedia, resurrección o transformación, siguen abiertos.

 

Referencias

Cansino, C. (2008). La muerte de la ciencia política. Buenos Aires: Sudamericana-La Nación.         [ Links ]

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Nota

1 Basta con revisar a diversos autores como Green y Shapiro (1994), Bunge (1995) y el propio Elster (2000).

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