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CONfines de relaciones internacionales y ciencia política

versão impressa ISSN 1870-3569

CONfines relacion. internaci. ciencia política vol.5 no.10 Monterrey Ago./Dez. 2009

 

Ex libris

 

Reensamblar lo social

 

Pierre Tripier*

 

Latour, B. (2008). Reensamblar lo social: una introducción a la teoría del actor-red. Buenos Aires: Editorial Manantial.**

 

* Profesor Emérito, Universidad de Versailles-Saint Quentin, Francia. tripier.pierre@wanadoo.fr.

 

El libro comienza recordando la controversia Durkheim–Tarde, y tomando claramente partido por este último. El recurrir a Tarde para promover otra sociología no es nuevo: en 1961, poco antes de ser elegido presidente de la American Sociological Association, Everett C. Hughes publicaba (en el American Journal of Sociology) el artículo "Tarde's Psychologie Economique: an Unknown Classic by a Forgotten Sociologist". En dicho trabajo, el padre de la segunda —y última— escuela Sociológica de Chicago, enaltece la obra de Tarde y resalta las convergencias de éste con Simmel, aunque probablemente estos dos autores no se hayan conocido. Hugues le atribuye a Tarde la primera reflexión sociológica sobre las relaciones entre adelanto industrial, desarrollo del esparcimiento y prosperidad de la actividad cultural; también halaga la particular atención que Tarde ha prestado a los fenómenos de geografía política, así como su trabajo por establecer la relación entre personas y grupos sociales en el diálogo entre individuos y comunidades. Según Hugues, Tarde mostró que los fenómenos de interacción y reconocimiento mutuo se encuentran en el corazón de los conjuntos colectivos.

Hughes compadece a aquéllos que, según él, pierden el tiempo juzgando a los autores del pasado para saber quién tenía razón en las controversias que los oponían. De hecho, intenta disuadir a sus estudiantes de usar autores prestigiosos para "sostener su pensamiento o desechar una tesis contraria" (Hughes, 1971: 565).

En la actualidad, esta perspectiva fría sobre las controversias pasadas, es propuesta por Andrew Abbott, sucesor de Hughes como profesor de sociología en la Universidad de Chicago. A través de dos obras sucesivas (de 2000 y 2003), Abbott modeliza la historia de las oposiciones teóricas o metodológicas entre sociólogos, en un esquema fractal: a cada generación le corresponden las mismas oposiciones teóricas o metodológicas que se manifiestan en términos, y sobre la base de referencias, ligeramente distintos. El sociólogo, en tanto que productor de una ciencia social, se encuentra a caballo entre el rigor y la imaginación y debe, por ende, conciliar su propio aporte al desarrollo general de la disciplina. A veces, el sociólogo innova al mostrar nuevas realidades que plantean nuevas preguntas, como fue el caso de Bruno Latour cuando publicó La Vida en el laboratorio junto con Woolgar, en 1995 (Abbott, 2004: 126). Sin embargo, la historia de las ciencias sociales y, en particular, la de la sociología, la más indefinida de esas ciencias según Abbott (2001: 3), es la historia de una constante oposición entre realistas y constructivistas, entre funcionalistas e interaccionistas, entre metodólogos de la cantidad y metodólogos de la calidad, entre investigaciones basadas en datos locales e investigaciones que apuntan al universalismo. Según Abbott, las ciencias sociales no son capaces de invalidar una proposición, declarándola no-científica. Ésta sólo puede ser combatida, nunca rechazada, lo cual explica porqué cada generación de científicos sociales reproduce las mismas divisiones que la anterior, aunque bajo otras formas, a través de nuevos términos y nuevos enunciados.

Bruno Latour, en su libro, pareciera responder a Abbott, sin citarlo, buscando una salida a la eterna repetición a la que el profesor de Chicago predestina nuestras ciencias. Esta salida es buscada de dos maneras: en primer lugar, cita casi exclusivamente a sus contemporáneos1 y, por ende, a sí mismo. En segundo lugar, en pos de su demonstración —como un Newton creador de un espacio y un tiempo absolutos e isomorfos— Latour esgrime una version aplanada del mundo colectivo, donde lo que importa son los ensamblajes (o agregaciones) y los recorridos de las personas, labradas por los mediadores que se encuentran en su camino.

Recordemos que el autor que nos ocupa se ha formado en la sociología de la ciencia, en cuyo marco ha profundizado, junto con otros (John Law, Michael Mulkay, Michel Callon, etc.), la intuición de la matemática británica Mary Hesse2: según ella, para actuar en la actividad científica, es necesario formar una red hetoróclita, constituida tanto por humanos como por objetos. El científico los vuelve cómplices de sus acciones, para hacer efectiva su actividad, valorizarla y ganar las controversias disciplinarias. Es lo que Law, Callon o Latour llamarán actor-red. En el libro que aquí nos ocupa, este concepto sirve para analizar, además del científico, a todos los individuos actuantes.

Las figuras tutelares de Tarde y Durkheim le permiten a Bruno Latour crear una controversia científica: al retomar las divergencias de estos dos autores, y colocarse bajo la proteccion de Tarde, Latour amplía el dominio de aplicación de la teoría del actor-red, y las opone a las otras teorías sociológicas, ya sean individualistas u holistas, deductivas o inductivas, de origen local o universal, acotadas a los hechos, aquí y ahora, o tendientes a tejer velos críticos sobre estos hechos. Así, Latour aparece como un Don Quijote sin Sancho Panza, que fustiga el conjunto de la producción sociológica, exceptuando la suya.

Claro, Bruno Latour no sería tal si fuese lacónico y aplicara, por ejemplo, las máximas que J.L. Borges había decidido seguir desde sus primeros escritos: "Tachadura de las frases medianeras, los nexos y los adjetivos inútiles. Abolición de los trabajos ornamentales, el confesionalismo, la circunstanciación, las prédicas y la nebulosidad rebuscada" (Borges, 1921).

Sin embargo, por medio de un hábil ejercicio del pensamiento de controversia, la escritura de Latour presenta cierta eficacia retórica. Suelen aparecer en su obra destellos de inteligencia fulgurante, aunque en la primera parte de este libro se ahoguen en el quijotismo y en su propensión a la metáfora; hay que esperar la segunda parte y, sobre todo, la conclusión, para que aparezcan esos destellos a los que Latour nos tenía acostumbrados. A fin de cuentas, el autor encuentra un padre espiritual en la figura de John Dewey, en mi opinión, mucho más oportuno que la de Tarde (siempre y cuando sea indispensable seguir los pasos de alguien).

El mejor consejo que podría darse a los futuros lectores de Reensamblar lo social... es que empiecen por la segunda parte y la conclusión. Sólo entonces será fructífero abordar el laberinto de los demás capítulos, en el trascurso de los cuales lo mejor será detenerse lo menos posible en las consideraciones sobre las otras sociologías (diferentes a las del autor), para concentrarse en los elementos positivos allí expuestos.

¿Cuáles son esos elementos que Latour no ha desarrollado en sus trabajos precedentes, tales como La vida en el laboratorio, Microbes, Guerre et Paix, Nunca fuimos modernos, Politiques de la Nature o La esperanza de Pandora? En Reensamblar lo social...son retomados y extendidos, primero a las naciones y luego a la globalidad de la tierra, los resultados de sus anteriores investigaciones, cuyo objeto ha sido la ciencia: el carácter horizontal y compuesto de la red, el laboratorio como agente de la continuidad entre interior y exterior, el carácter agregativo de la acción política, el rol del científico como vocero de cosas y personas, así como el carácter prudente y plano de los análisis del actor-red. Aparece también la desconfianza de Latour hacia toda forma de juzgamiento deductivo y hacia toda imposición de aquellas doctrinas que no permitan tomar en cuenta todos los aspectos materiales constitutivos e impulsores de un análisis adecuado o dificulten la expresión de las sociologías locales. Para el autor, mientras el análisis esté dominado por variables demasiado imponentes y monolíticas, no podrá ser útil al pensamiento:

[La teoría d]el actor-red siempre ha enarbolado el siguiente eslogan: 'Absténganse del poder', es decir, absténganse lo más posible de usar la noción de poder, no vaya a ser que, en cambio de alcanzar vuestros objetivos, ésta no se les vuelva en contra, y en contra de vuestras explicaciones. Nadie tiene el derecho de proponer una explicación poderosa si no respeta la separación y el equilibrio de los poderes (376).

En substancia, el autor expresa su sociología en tres movimientos: localizar lo global, redistribuir lo local y conectar los sitios. El primer movimiento combate la ilusión de tener que cambiar de escala, pasando del "poderoso" al "miserable", de lo "interior" a lo "exterior" o de los niveles microsociológicos a los macrosociológicos. La demonstración del carácter necesariamente horizontal de la sociología preconizada por Latour incluye algunas fórmulas lapidarias que condensan su argumento, tales como "Es pequeño lo que está poco conectado, y grande lo que lo está en mayor medida" (263). El segundo movimiento combate otra ilusión: la que hace de la interacción cara a cara la quintaescencia de las relaciones colectivas. Al igual que los principales interaccionistas, de Blumer (1969) a Goffman (1961), Latour demuestra el error de esta visión reductora, afirmando que la interacción no es ni isotópica, ni sincrónica, ni sinóptica, ni isobárica y menos aún, homogénea. El tercer movimiento apunta, como el esquema de Mary Hesse, a conectar elementos heterogéneos de manera diferente, según el punto de vista adoptado: "el Derecho debe (...) asociar entidades de manera jurídica, la ciencia (...) de manera científica, (...) la religión de manera religiosa" (344-345).

Puesto que las demás ciencias también ensamblan, a su manera, humanos y no-humanos, resulta entonces que el autor no limita estas visiones de un mundo plano, con sus mediadores y (re)composiciones, únicamente a la sociología: "Cada disciplina ha elegido desplegar cierto tipo de mediadores específicos y ha privilegiado cierto tipo de estabilización, poblando así el mundo de diferentes tipos de habitantes, bien armados y enteramente formateados" (372).

 

Referencias

Abbott, A. (2001). Chaos of Disciplines. Chicago: Chicago U.P.         [ Links ]

---------- (2004). Methods of Discovery. N.Y.: Norton & Cy.         [ Links ]

Blumer, H. (1969). Symbolic Interactionism. Perspective and Method, (reed. 1989). California: University Press.         [ Links ]

Borges, J. L. (1921). "El Ultraismo". Nosotros, 2.         [ Links ]

Goffman, E. (1961). Encounters, Two Studies in Interaction. Indianapolis: Bobbs Merrill.         [ Links ]

Hughes, E. C. (1984). The Sociological Eye, Selected Papers (reed.). Chicago Aldine: New Brunswick Transaction Publishers.         [ Links ]

Latour, B. (1995). La vida en el laboratorio. Madrid: Alianza Editorial.         [ Links ]

---------- (2001). La esperanza de Pandora: ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia. Barcelona: Editorial Gedisa.         [ Links ]

---------- (2007). Nunca fuimos modernos: ensayo de antropología simétrica. Buenos Aires: Editorial Siglo XXI.         [ Links ]

 

Notas

**Nota traducida del francés por Natalia La Valle

1 Un rápido conteo de sus referencias bibliográficas lo demuestra: los autores publicados antes de 1970 representan solamente el 6% del total de referencias, mientras que los autores publicados a partir de 1990 constituyen el 70% de éstas. Comparativamente, en el texto de Abbott de 2003, las publicaciones previas a 1970 conforman casi la mitad de su bibliografía (más del 49%), mientras que las de 1990 en adelante representan sólo el 13% de su listado de referencias.

2 Hesse es hoy Profesora de Filosofía de la Ciencia, en Cambridge.

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