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CONfines de relaciones internacionales y ciencia política

versión impresa ISSN 1870-3569

CONfines relacion. internaci. ciencia política vol.5 no.9 Monterrey ene./may. 2009

 

In fieri

 

La misión rusa Arktika 2007 y sus implicaciones para el balance mundial de poder en el siglo XXI*

 

The Russian mission Arktika 2007 and its implications for the world power balance In the XXIst century

 

José Miguel Alonso Trabanco**

 

** Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), Campus Ciudad de México. a01107311@itesm.mx.

 

Fecha de Recepción: 25/06/08
Fecha de Aceptación: 24/02/09

 

Resumen

El derretimiento del hielo polar y los altos precios de los energéticos han abierto una oportunidad para Rusia, deseosa de adjudicarse una amplia porción de territorio ártico para aumentar su poder nacional en las esferas geopolítica, económica y estratégica. Estas ambiciones se reflejan claramente en la misión rusa Arktika 2007, lanzada para probar la validez de las exigencias de Moscú. Si dichas ambiciones se ven realizadas, ello pudiera ayudar significativamente a Rusia a recobrar su estatus de gran potencia. Sin embargo, Estados Unidos y Canadá de ninguna manera desean ver cumplidas las aspiraciones rusas, debido al poder que este país adquiriría. No obstante, aún es demasiado pronto para predecir qué tan lejos están dispuestos a ir.

Palabras clave: Círculo Polar Ártico, Geopolítica, balance de poder en el siglo XXI, Federación Rusa, Arktika 2007.

 

Abstract

The melting of the polar ice caps plus the high energy prices have opened a window of opportunity for Russia, who seeks to obtain a large portion of Arctic territory in order to increase its national power in the geopolitical, economic and strategic spheres. These ambitions are clearly shown in the Russian mission called Arktika 2007, launched to collect supportive evidence of Moscow's claims. If such ambitions are indeed accomplished in the long run, that could meaningfully help Russia regain its status as a great power. Nevertheless, the United States and Canada are not eager to see Russian aspirations fulfilled. However, it is still too soon to predict how far they are willing to go.

Keywords: Arctic Circle, Geopolitics, power equilibrium in the 21st century, Russian Federation, Arktika 2007.

 

El balance real de poder político [entre Estados] en cualquier momento dado es, por supuesto, el producto, por una
parte, de condiciones geográficas tanto económicas como estratégicas, y por la otra, del número relativo, virilidad,
equipamiento y organización de los pueblos contendientes...

°Mackinder, H. (1904). "The Geographical Pivot of History".

The Geographical Journal, 23, 421-437.

 

I. INTRODUCCIÓN

Hasta hace pocas décadas, el Círculo Polar Ártico era considerado como una zona planetaria condenada a ser inhóspita e inaccesible a causa de su lejanía y sus glaciales temperaturas. Tal región ha despertado fascinación en los exploradores, como es el caso de Ivan Papanin, quien, en 1937, emplazó la bandera de la Unión Soviética en el Polo Norte ("Europe: Ships, subs and missiles; Russia's new assertiveness" 2007), lo que atestigua que la presencia rusa en la zona no es del todo reciente, aunque, más de 70 años después, el interés nacional ruso se extiende más allá de la esfera científica y sus implicaciones son más complejas.

Durante la Guerra Fría, submarinos estadounidenses y soviéticos se internaron en aguas árticas, lo que ilustra que el interés de las potencias rivales en el Polo Norte no es novedoso, aunque una mayor importancia geopolítica de tal zona podría desencadenar una cruenta competencia estratégica y un nuevo entorno de gélida confrontación entre Rusia y las potencias norteamericanas, trayendo como consecuencia serias repercusiones.

El objetivo de este estudio consiste en esclarecer los intereses de Rusia, de Estados Unidos y de Canadá, en el potencial que ofrece el Círculo Polar Ártico y las eventuales ramificaciones en lo que concierne a la política internacional. Tales intereses, como se expondrá a continuación, no resultan necesariamente compatibles. Es también oportuno acentuar que esta investigación (para delimitar claramente su objeto de estudio y poder examinarlo con mayor profundidad) se enfoca principalmente en Rusia, Canadá y Estados Unidos, en su calidad de potencias circumpolares (aunque otros Estados como Dinamarca o Noruega también poseen ambiciones en el Ártico), por considerar que ostentan una mayor jerarquía en el balance de poder del sistema internacional.

 

II. CONSIDERACIONES TEÓRICO-METODOLÓGICAS

Esta investigación retoma premisas y postulados de la tradición del realismo político en sus variantes clásica y estructural. Este marco teórico ha sido seleccionado debido a que sus formulaciones permiten explorar el tema con un alto grado de precisión, como se verá más adelante. Entre estas presunciones fundamentales se encuentran: la naturaleza anárquica del sistema internacional; la primacía de los Estados como los protagonistas de la política internacional; la innegable importancia de la búsqueda de poder en las relaciones interestatales como medio para asegurar la subsistencia (y, de ser posible, el mejoramiento de la posición relativa en el sistema) y la formulación racional de las políticas estatales (Mingst, 2006: 123-132).

El imperio de la anarquía en el sistema internacional implica que se carece de una autoridad política superior a los Estados nacionales que componen el propio sistema. Sin embargo, la jerarquía entre los Estados está determinada por el poder que les brindan las capacidades materiales que controlan y que organizan con el in de salvaguardar su supervivencia. Por la misma estructura del sistema, los Estados son los únicos garantes de la satisfacción de sus intereses (Mearsheimer y Rogers, 2005) entre los que preponderan, después de la autopreservación, la seguridad y la riqueza. Tales objetivos resultan complementarios porque el poder político y económico se necesitan simbióticamente para que ambos sean duraderos (Waltz, 2000).

Es posible clasificar a los Estados en dos taxonomías diferenciadoras. Estas categorías son los Estados de statu quo y los revisionistas. Los de statu quo se caracterizan por estar satisfechos con la distribución de poder vigente. Por otra parte, los Estados revisionistas se distinguen por pretender reestructurar el sistema internacional de una manera que incremente su poder nacional. Por lo tanto, para efectos de esta investigación, Canadá y Estados Unidos pertenecen a los primeros, puesto que desean impedir el resurgimiento de Rusia para conservar sus respectivas posiciones; mientras que la Federación Rusa pertenece al segundo tipo, dado que ansía incrementar su poderío y mejorar su posición en el sistema. Ambos recurrirán a todas las medidas a su alcance; para preservar su posición privilegiada, los unos o para optimizar su posición relativa, los otros (Mearsheimer, 2006).

Una modificación súbita en la distribución mundial de poder es un ambiente de intensa competencia de seguridad entre un Estado de statu quo y un Estado revisionista retador. Incluso, es lógico suponer que el primero, desesperado al ver amenazada su posición preponderante, opte por lanzar un ataque preventivo contra el segundo para impedir su auge (Mearsheimer, 2006). Sin embargo, dada la categoría de Rusia y Estados Unidos como potencias nucleares, ello es una posibilidad más bien remota (Waltz, 2005: 127-129), aunque vale la pena recalcar que ambos Estados cuentan con muchos otros medios disponibles para imponer su voluntad.

Existe el grave error de pensar que el alcance del poder de los Estados debe ser examinado desde una sola perspectiva (militar, económica, etc.) debido a que el poder es una variable que depende de múltiples causales. De todos los elementos que definen el poder de los Estados, este estudio es incomprensible si no se esclarece antes la importancia de los componentes particulares: a) el territorio geográfico; b) la dotación de recursos naturales; c) tecnología y d) economía. Vale la pena mencionar que el control sobre los dos primeros ha sido una causa histórica de rivalidad geopolítica entre grandes potencias (tlare, 2003) y nada indica que la realidad internacional, en el siglo XXI, sea sustancialmente diferente, puesto que las zonas abundantes en recursos naturales y las áreas estratégicamente emplazadas se perfilan a ser el escenario de conflictos armados (tlare, 2001).

Tomando en consideración que el factor geográfico (especialmente en lo que concierne a territorio, posiciones estratégicas y recursos naturales) es esencial para esta investigación, su óptica realista se complementa con una visión geopolítica, entendida como un análisis de profundidad estratégica que examina la interacción que se da entre entidades políticas, teniendo en cuenta el contexto geográfico en el que están incrustadas (Tuathail, 1994).

La geopolítica, ligada estrechamente a la tradición del pensamiento del realismo político (Gagné, 2003), considera que las políticas de los Estados no están influenciadas únicamente por la arquitectura del sistema internacional, sino que resalta la importancia del factor contingente de las particularidades geográficas, que son claramente diferentes para cada Estado nacional (Toft, 2003), a fin de revelar tendencias, regularidades y patrones en el comportamiento histórico de cada Estado y sus relaciones con sus contrapartes (thanna, 2003).

El análisis geopolítico excluye de su escrutinio componentes abstractos como criterios ideológicos o axiológicos (Tuathail, 1994). Esto le permite concentrar su atención en variables concretas para evaluar la manera en la que se reparte el poder mundial (thanna, 2003). Por ende, tal perspectiva resulta útil en virtud de que estimula la búsqueda de las ramificaciones y repercusiones globales de la dinámica política que se presenta en una zona espacial específica (Tuathail, 1994).

La relevancia de la geografía deriva de que, entre todos los factores que conluyen a la hora de determinar el poder de un Estado, éste es el más permanente (Morgenthau, 1985), por lo que constituye un factor cuya importancia no debe ser subestimada. En términos de estrategia militar, un territorio extenso es crucial ya que diiculta enormemente la ofensiva para cualquier invasor y, en caso de guerra nuclear, resulta crítico para inyectar movilidad a la población y centros productivos (Morgenthau, 1985).

El acceso a recursos naturales ejerce un impacto directo en la configuración de poder de un Estado, pues se trata de insumos críticos para el desempeño económico y el despliegue de operaciones militares. Algunos de estos recursos son petróleo, gas natural, minerales y metales estratégicos, agua dulce, etc. Esta trascendencia se entiende tomando en cuenta que las capacidades industriales de un Estado inciden en el poder relativo a su disposición, por lo que no resulta una coincidencia que el poder político y económico de un Estado se encuentren estrechamente ligados. Adicionalmente, un alto grado de industrialización es, sin duda, un elemento susceptible de ser traducido en posibilidades concretas de ascenso al estatus de gran potencia al mejorar las capacidades de proyección de poder (Morgenthau, 1985).

El peso de las materias primas en la política internacional no debe ser tomado a la ligera, puesto que, aunque es un tanto dramático hablar de un agotamiento inmediato, el consumo humano genera fuertes presiones sobre la dotación planetaria de recursos, muchos de los cuales no son renovables, aumentando la escasez y elevando el precio y, lo que es más importante aún, la ferocidad de la competencia que se libra por apropiarse de ellos. Esta tendencia habrá de profundizarse si prosigue el crecimiento demográfico de los núcleos poblacionales del planeta. Es decir, el problema con los recursos naturales no renovables es que su demanda es creciente y su oferta es limitada (tlare, 2000).

Entre las materias primas más esenciales, en términos geopolíticos, se encuentran los energéticos (combustibles fósiles como carbón, petróleo o gas natural) debido a que los Estados no solamente se enfrascan en cruentas competencias por asegurar su abastecimiento, sino, también, para despojar a sus adversarios de ellos. El poder que concede la propiedad de recursos energéticos obedece a que su distribución puede condicionarse al cumplimiento de demandas políticas formuladas por los proveedores que los demandantes no pueden ignorar sin incurrir en costos inaceptables en los terrenos militar, político (en su dimensión tanto doméstica como internacional) y económico (Morgenthau, 1985). Por ende, los productores tienen la capacidad de doblegar a los importadores mediante un estrangulamiento energético, más aún si cuentan con los medios militares suficientes para proteger sus acervos de recursos naturales, ya que los aprestos militares sirven como un sustento básico de la credibilidad de la política exterior, de ser necesario a través de la coerción.

A medida que el petróleo y el gas natural se encarecen y escasean, se espera que se recrudezcan las disputas entre grandes potencias en aras de contar con estos recursos críticos, lo que ahonda el riesgo del estallido de hostilidades (Renner, 2006) y eleva el potencial conflictivo entre Estados. Adicionalmente, otro importante estímulo que impulsa estas fricciones es el hecho de que los depósitos de estas materias primas no se hallan distribuidos uniformemente en el planeta (klare, 2004).

La tecnología de la que dispone un Estado es otro elemento a considerar para efectos de este estudio. El componente tecnológico resulta elemental para incrementar la calidad y la cantidad del armamento que produce un determinado complejo militar-industrial (Bartholomees, 2004) para disponer de aprestos militares de vanguardia con los que se pueda librar la guerra de una manera competente. Por ende, existe una fuerte correlación entre la posición jerárquica de un Estado en el sistema internacional y su nivel de desarrollo tecno-industrial (Morgenthau, 1985). De particular importancia, resulta también la infraestructura de comunicaciones y transportaciones tanto en tiempos de paz como de guerra, ya que permiten un flujo cuasi instantáneo de información, así como un alto grado de movilidad para vehículos civiles, mercantiles y, sobretodo, militares (Bartholomees, 2004).

La riqueza que genera la economía de un Estado es un activo que incrementa su poder nacional, ya que es susceptible de ser traducida en poderío militar o inclusive servir como instrumento para avanzar intereses políticos (Friedberg, 1991). Por lo tanto, resulta erróneo estudiar por separado la economía —la riqueza— y la política —el poder nacional— (Waltz, 2005). Incluso, los Estados, con frecuencia, pretenden frenar el ascenso económico de otros Estados que pudieran perfilarse como rivales estratégicos en el largo plazo. Por ende, los gobiernos instrumentan políticas industriales que conservan o fortalecen las ventajas comparativas que tienen los sectores productivos de sus Estados (Friedberg, 1991).

Asimismo, en la temática de este estudio se menciona el papel de una institución internacional (la Organización de Naciones Unidas) y uno de sus marcos jurídicos en especial (la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar), por lo que a continuación se procede a describir el papel de las instituciones internacionales en el sistema internacional.

La existencia de instituciones internacionales dotadas de un marco jurídico particular de ninguna manera anula la inevitable competencia por el poder que invariablemente se suscita entre los Estados en un sistema en donde impera la anarquía, lo que motiva a los Estados a buscar sus intereses por sus propios medios, De lo anterior, se desprende que los Estados tienen un incentivo para actuar unilateralmente si las instituciones internacionales y sus leyes pasan por alto sus intereses o los contradicen (Waltz, 2000), si es que cuentan con las capacidades suficientes para ello.

El resultado arrojado por las instituciones, lejos de estar descontextualizado, debe apegarse al balance de poder. Es ilusorio pensar que las instituciones puedan, en cierta manera, reducir las ambiciones maximizadoras de poder de los Estados al convencerlos de aceptar un resultado que disminuye su posición relativa de poder. Las instituciones no producen cooperación entre los Estados de manera independiente, pues son vehículos donde se canalizan los intereses de los Estados para distribuir ganancias relativas (Mearsheimer, 1995).

Una función de la ley internacional es deinir las pautas aceptables de la conducta de los Estados, que son cristalizadas en su normatividad para, así, administrar la búsqueda de poder que los caracteriza. Además, el apego a los lineamientos jurídicos internacionales por parte de los Estados depende en gran medida de los efectos que tal normatividad ejerza en el equilibrio de poder, por lo que es racional que los Estados interpreten sus disposiciones de acuerdo con sus intereses respectivos (Morgenthau, 1985). Las instituciones internacionales deben su existencia a los Estados y, por consiguiente, son un espejo en el que se refleja la distribución de poder en el sistema. Es decir, los Estados moldean a las instituciones y no a la inversa (Mearsheimer, 1994-1995).

Adicionalmente, un rasgo del sistema internacional es que los Estados carecen de información exacta concerniente a las pretensiones del resto de sus pares, lo que induce incertidumbre (Mearsheimer, 1994-1995). Por ende, es peligroso suponer que los demás Estados sencillamente respetarán bajo cualquier circunstancia los dictámenes emitidos por las instituciones multilaterales cuando ellas transgredan sus intereses prioritarios. Esto significa que el seguimiento de un sendero estrictamente normativo es imprudente, al no existir una garantía absoluta de que el resto de los Estados se apegarán incondicionalmente a un cierto conjunto de normas jurídicas (Mearsheimer, 2005). Por lo tanto, los Estados que eliminan de sus consideraciones la variable del poder se exponen a consecuencias lamentables al confiar totalmente la resolución de asuntos que les interesan a las instituciones internacionales (Mearsheimer, 2005).

 

III. LA IMPORTANCIA ESTRATÉGICA DEL ÁRTICO

Resulta ahora vital examinar las razones que le confieren al Círculo Polar Ártico la importancia estratégica que ha atraído el interés de las potencias circumpolares. El Ártico, ubicado en el extremo septentrional del planeta, solía ser visto como una zona permanentemente inaccesible debido a sus heladas temperaturas y a su remota distancia, por no mencionar las dificultades logísticas que ello plantea.

Sin embargo, tal visión se ha visto modiicada gracias a la creciente demanda de materias primas (principalmente, energéticos y metales de uso industrial) por parte de los países desarrollados, al igual que por parte de las economías emergentes (notablemente, India y China), lo que implica una mayor competencia por el acceso a recursos naturales estratégicos (National Intelligence Council, 2004) con el propósito de satisfacer las necesidades de insumos de sus plantas productivas. Asimismo, a esta transformación del Ártico han contribuido factores como el alza en los precios del petróleo y la volatilidad geopolítica en las zonas productoras de la Península Arábiga y el Golfo Pérsico. Sobresalen los casos de la invasión angloamericana a Irak, así como la rivalidad entre Irán y Estados Unidos.

El aumento en el precio del barril de petróleo no debe ser desestimado y, de continuar a la alza, probablemente detone la exploración en busca del oro negro en el Polo Norte. Esta valoración obedece al agotamiento del petróleo convencional, cuya extracción demanda un costo razonablemente bajo e implica relativamente poca diicultad. Por otra parte, la tecnología para explotar yacimientos de hidrocarburos de difícil acceso pondrá a disposición mejor maquinaria para su exploración y posterior extracción, aunque sus costos serán elevados (Council on Foreign Relations Independent Task Force, 2006).

La Tabla 1 muestra el comportamiento de los precios nominales promedio del barril de petróleo desde el año 1998 hasta el 2007; incluye datos de las variedades West Texas Intermediate (WTI) así como Brent del Mar del Norte, cuyas cotizaciones son usadas como precio de referencia en el mercado petrolero internacional.

 

Se estima que el casquete polar ártico contiene un gran acervo de recursos naturales. En materia de energéticos, es posible que sus yacimientos de petróleo y gas natural sean voluminosos. Las estimaciones le conceden un 25% del total de las reservas petroleras no descubiertas, según cifras del Servicio de Inspección Geológica de Estados Unidos (Graff, 2007, 1 de octubre). Adicionalmente, se ha manejado la posibilidad de que el petróleo del Ártico pudiera ser de alta calidad (Chossudovsky, 2007, 30 de agosto). Pronósticos adicionales vaticinan que el Ártico contiene una proporción del 29% de las reservas de gas natural aún por descubrir (Oxford Institute for Energy Studies, 2007).

Aunado a lo anterior, persiste la expectativa de que posteriores expediciones podrían conducir a descubrimientos de mayores depósitos de combustibles fósiles; aunque se necesitan sondeos minuciosos para develar la auténtica magnitud del potencial energético de la región (Williams, 2007). No obstante, es pertinente recalcar que la extracción de hidrocarburos del Ártico requiere de inversión en tecnología especialmente diseñada para ello, lo que puede ser posibilitado monetariamente en virtud del notorio incremento en el precio de los combustibles fósiles.

Adicionalmente, el Círculo Polar Ártico, según ciertos estudios, constituye un enorme depósito de minerales estratégicos como manganeso, platino, oro ("Ice Wars", 2007, 17 de septiembre), estaño ("Dossier", 2007), níquel, plomo, diamantes ("Gold rush under the ice The Arctic", 2007, 4 de agosto) y zinc (Brigham, 2007). Conjuntamente, en el Océano Ártico existen amplias reservas de agua dulce, voluminosos cardúmenes de peces y fauna susceptible de ser explotada comercialmente.

No obstante, el Ártico no había sido considerado como una fuente de recursos factible debido, principalmente, a que sus gélidas temperaturas representaban un impedimento estructural de magnitud considerable, ya que la extracción de recursos de la zona requiere una sofisticación tecnológica formidable, así como la inyección de cuantiosas inversiones. Tales complicaciones hacían que la explotación de los recursos naturales del Ártico resultase económicamente inviable por ser la sumatoria de los costos de inversión, extracción y transporte sustancialmente mayores al monto de las potenciales ganancias (Doward, 2007, 29 de julio).

Otro factor que ha contribuido a modfiicar la ecuación ha sido el calentamiento global, pues el hielo polar ártico ha disminuido en una proporción de 25% en los últimos 30 años (Graf, 2007, 1 de octubre). Gracias a lo anterior, la idea de obtener recursos del Ártico ya es considerada como una posibilidad concebible en el largo plazo. Se considera que, si el deshielo del Ártico continúa, la totalidad del área podría estar completamente descongelada hacia 2030 ("Ice Wars", 2007, 17 de septiembre), aunque hay vaticinios que manejan una fecha tan cercana como 2017 (Oxford Analytica, 2007, 22 de noviembre). Semejante realidad de ninguna manera escapa al juego de correlación mundial de poder y más de un Estado tiene la intención de tomar la delantera para ejercer su control sobre los cuantiosos recursos del Ártico, lo que motiva la afirmación de que el Ártico se convertirá en el escenario de una cruenta confrontación geopolítica entre potencias.

El gradual descongelamiento del Ártico facilitaría la navegación en sus aguas, representando la apertura de nuevas rutas comerciales entre el Norte de los continentes asiático, europeo y americano, y permitiendo un ahorro sustancial de distancia, tiempo y costos en la transportación de productos por parte de embarcaciones mercantes (Anderson, 2007, 20 de agosto), lo que implicaría que Rusia y Canadá obtendrían sustanciales remuneraciones económicas ("Arctic ice may all melt in summer by 2040", 2006, 13 de diciembre).

Son dos las lucrativas rutas para la navegación comercial que estarían disponibles. La primera es el Pasaje Noroccidental, una vía marítima que permitiría acortar distancias (en comparación con una ruta que atraviese el Canal de Panamá) debido a la conexión que forma entre el Atlántico Norte y el Pacífico Norte. El tránsito a través de las aguas de esta vía marítima ha sido un deseo anhelado por navegantes durante más de 400 años y, ahora que el derretimiento del hielo del Ártico se perila como uno de los efectos del calentamiento global, resulta atinado pronosticar que ello conducirá al auge de tensiones políticas en torno a la posesión de esa vía marítima (Willis, 2007, 18 de septiembre). No obstante, esta ruta aún requiere, para ser plenamente funcional, el establecimiento de infraestructura como puertos de apoyo y rutas de reaprovisionamiento (Oxford Analytica, 2007, 22 de noviembre); aunque la idea de proliferación de poblaciones humanas, a largo plazo, en los extremos norte de Canadá y la Siberia rusa, no suena descabellada, si se toma en cuenta la posibilidad de un deshielo casi total de este Pasaje en cerca de 50 años (Oxford Analytica, 2007, 16 de marzo).

La otra vía marítima que quedaría abierta, la Ruta Marítima del Norte (también conocida como el Pasaje Nororiental), conectaría la parte septentrional del continente asiático con Europa del Norte. El desarrollo de tal ruta significaría que una embarcación cargada de mercancías, que zarpase de Japón, podría llegar a Alemania sin necesidad de navegar por las aguas del Estrecho de Malacca, del Canal de Suez o del Estrecho de Gibraltar.

Por último, el deshielo del Ártico facilitaría logísticamente la realización de ejercicios militares en sus aguas y el posicionamiento estratégico de submarinos por parte de las potencias circumpolares, lo que les permitiría amenazar de manera más directa las ciudades (Haverluk, 2007), en caso de que se diera un severo deterioro en las relaciones interestatales.

 

IV. RUSIA TOMA LA DELANTERA ESTRATÉGICA

El Ártico siempre ha sido ruso y seguirá
siéndolo

Lourie, R. (2007, 14 de agosto). On Top of the World.

The St. Petersburg Times

 

El paulatino descongelamiento del Ártico es una dinámica que no ha pasado desapercibida para la política internacional; y para la Federación Rusa, en particular, representa una ventana de oportunidad. El 2 de agosto de 2007 el gobierno ruso envió dos minisubmarinos denominados Mir I y Mir II, precedidos por un rompe-hielos nuclear ("Exploration and production", 2007), que exploraron el fondo del Océano Ártico recaudando evidencia que pruebe la validez de las aifrmaciones rusas acerca de que aproximadamente 45% del Ártico le pertenece a Rusia (Oxford Analytica, 2007, 15 de agosto) en virtud de que, supuestamente, tal área resulta una prolongación de su plataforma continental y, por ende, de su territorio nacional.

El propósito de la expedición consistió en investigar la estructura, composición y evolución del suelo marino del Océano Ártico, próximo a la masa continental de Eurasia, fundamentalmente las Dorsales (cadenas montañosas submarinas) de Mendeleiev y Lomonosov. El gobierno ruso sostiene que la plataforma continental de su territorio se extiende hasta el Polo Norte. La misión obtuvo muestras de suelo y agua de las profundidades del fondo oceánico. Posteriormente, el Ministerio de Recursos Naturales de la Federación Rusa exteriorizó que el cúmulo de hallazgos encontrados por la misión Arktika 2007ha contribuido a respaldar la aseveración rusa de que su control territorial se extiende hasta el Ártico (BBC, 2008, 22 de mayo). Esta información seguramente será presentada cuando Moscú decida enviar formalmente su petición de reconocimiento de soberanía territorial ante las Naciones Unidas, como se verá más adelante. Además, es importante no perder de vista que la Federación Rusa es el país con mayor territorio colindante con el Círculo Polar Ártico, frontera que se extiende desde la ciudad de Murmansk hasta el Estrecho de Bering (Chossudovsky, 2007, 30 de agosto).

La expedición, nombrada Arktika 2007, estuvo al mando del Vicepresidente de la Duma1 Artur Chilingarov, quien incluso fue condecorado por el entonces mandatario Vladimir Putin por el "valor" y el "heroísmo" demostrados durante la misión (BBC, 2008, 10 de enero). Chilingarov ha manifestado públicamente que la región del Ártico siempre le ha pertenecido de manera legítima a Rusia, por lo que considera que debe manifestarse una presencia acorde (BBC, 2007, 13 de agosto).

Adicionalmente, la expedición rusa colocó una bandera de su nacionalidad, fabricada en titanio, cuya resistencia a la corrosión perdura durante 200 años en una profundidad oceánica de 4 200 metros ("Dossier", 2007), acompañada por una cápsula que fue depositada para almacenar un mensaje para las generaciones futuras (Gorst, 2007, 3 de agosto). Se trata de gestos simbólicos; pero no por ello deben ser descartados puesto que demuestran que la Federación Rusa cuenta con aprestos tecnológicos de vanguardia.

Es de suponerse que, dada la importancia geopolítica de la misión rusa, ésta no haya pasado desapercibida para Occidente; por una parte, circulan reportes que airman que, al parecer, la misión fue monitoreada más cerca de lo que se piensa ya que se avistaron aeronaves que volaban a baja altitud, presumiblemente, de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y por otra parte, los rumores acerca de que un submarino estadounidense siguió sigilosamente la exploración rusa no han sido confirmados ni desmentidos (Gorst, 2007, 3 de agosto).

La Federación Rusa es el Estado más extenso de la Tierra, con un territorio que suma 17.075 millones de km2 (Central Intelligence Agency [CIA], 2008, 8 de febrero), por lo que difícilmente el interés ruso por el Ártico obedece exclusivamente a un expansionismo territorial per se. Las ambiciones rusas en el Ártico se explican mediante su objetivo de consolidar y prolongar la posición de Rusia como una superpotencia energética, previo a que sus reservas petroleras sean agotadas hacia 2030 (Frolov, 2007, 17 de julio), y de explotar la creciente importancia del gas natural en los mercados internacionales (Hill, 2002) al intentar convertirse en el núcleo de gravedad de un cártel mundial del gas natural, algo similar a una Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) gasera que operaría con base en una coordinación —en las políticas de exportación y de precios del gas— con otros productores como tazajstán, Turkmenistán, Irán, Venezuela, Argelia, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Omán, Nigeria, Indonesia, Malasia, Bolivia, etc. (Haines, 2005; Oxford Analytica, 2007, 8 de febrero). Es importante exteriorizar que dicho prospecto ha sido caliicado explícitamente, por expertos de la OTAN, como una amenaza para los miembros de la alianza atlántica ("Talk Continues About Prospective 'Gas OPEC'", 2007).

Aunque políticamente atractiva, dicha propuesta debe lidiar con las implicaciones técnicas derivadas del hecho de que la distribución del gas natural se lleva a cabo gracias a redes de gasoductos, por lo que la fijación de cuotas para los productores sería compleja; aunque una mayor producción de gas natural licuado (GNL) ofrece una posibilidad creíble de introducir una mayor movilidad a la transportación de este energético (Smith, 2007, 4 de mayo). No obstante, en la actualidad, cerca del 95% del gas natural, producido a nivel planetario, todavía se distribuye a través de gasoductos (National Intelligence Council, 2004).

Lo expuesto con anterioridad indica que el tremlin tiene en mente no sólo el lucro, sino también la manipulación política del comercio de combustibles fósiles. Asimismo, tiene en mente el reacomodo del orden mundial para empujar un reajuste más acorde con sus aspiraciones y cómo contrarrestar las intenciones de Washington de auto-designarse como el hegemón supremo de un mundo unipolar (Leverett, 2006).

La Nomenklaturapolítica rusa está consciente del enorme peso geopolítico que brindan los energéticos, pues, al posicionarse Rusia como abastecedor de materias primas imprescindibles para la economía mundial, reduciría la disposición de otros Estados (particularmente, aquellos desprovistos de autosuiciencia energética) de contradecir los designios e intereses estratégicos de Moscú (Council on Foreign Relations Independent Task Force, 2006), puesto que Rusia controlaría una parte considerable del acervo y la oferta de estos recursos. Adicionalmente, las ganancias que se obtendrían mediante su comercialización se podrían canalizar tanto a la diversificación de la economía como a la revitalización del complejo militar industrial nacional.

El petróleo no es un bien económico convencional, es decir, la compra y venta de petróleo no está gobernada exclusivamente por la operación de las fuerzas de mercado sino que a este comercio están ligadas variables políticas insoslayables (Hormats, 2007). Por su carácter único, el petróleo, en particular, y los energéticos, en general, representan un arma geopolítica del más alto calibre, por lo que recientemente se ha venido consolidando una tendencia que reafirma el control gubernamental sobre los recursos energéticos; se estima que Compañías Petroleras Nacionales poseen cerca del 75% de las reservas mundiales de petróleo (Stuntz, 2007), conduciendo a que importantes decisiones de producción, distribución y comercialización de combustibles fósiles se toman no solamente considerando factores económicos, sino que tales decisiones deben ser evaluadas también explorando cálculos estratégicos y políticos (Leverett, 2007).

Curiosamente, la explotación geopolítica del acervo ruso de hidrocarburos fue sugerida en la tesis doctoral de Vladimir Putin (Zuckerman, 2007, 17 de diciembre), cuyo gobierno se caracterizó por haber estrechado su control estratégico sobre los yacimientos de hidrocarburos localizados dentro de su territorio y ha fortalecido a sus paraestatales energéticas como Gazprom, Transneft y Rosneft (Birol, 2007).

Resulta oportuno aclarar que parte considerable de la élite política rusa está compuesta por los Siloviki (mayoritariamente veteranos de las Agencias de Inteligencia y de las Fuerzas Armadas desde tiempos de la Unión Soviética), quienes han demostrado aspirar a consolidar el poder político y económico del Estado mediante el control estratégico de los recursos naturales y la renovación de los aprestos militares rusos para restaurar la posición de Rusia como gran potencia (Bremmer y Charap, 2006). El interés de Moscú por el Ártico se inserta dentro de esta lógica.

La paraestatal energética Gazprom ha expresado, a través de sus portavoces, que el potencial energético del Ártico no ha sido plenamente reconocido y que la compañía tiene la expectativa de que las futuras exploraciones revelarán descubrimientos considerables en lo que respecta al volumen de yacimientos de combustibles fósiles ahí escondidos (Petroleum Economist, 2007). La petrolera British Petroleum coincide con la administración de Gazprom en que el Ártico es una de las zonas más promisorias para descubrimientos de grandes depósitos de oro negro (Beaubouef, 2007).

Como se demuestra en las Tablas 2 y 3, la Federación Rusa cuenta con reservas envidiables de combustibles fósiles. Además de surtir gas natural a Europa, Rusia tiene en la mira la construcción de gasoductos para procurar el combustible a numerosos estados de Asia Oriental, el Sureste Asiático y Asia del Sur (Piadyshev, 2006). Resaltan también los acuerdos alcanzados con la República Popular de China para abastecer del energético a la potencia asiática, lo que empezaría en 2012 (Leverett, 2006).

 

Por su parte, la Federación Rusa ha demostrado una asertividad formidable en sus planes para apoderarse del Ártico y sus recursos. Es racional pensar que el Kremlin adoptó su política de expansionismo hacia el norte, no sin antes haberse percatado de las ventajas comparativas que ostenta, así como de las oportunidades políticas que se han presentado, tales como el empantanamiento militar estadounidense en Irak y Afganistán, la erosión de la posición del dólar como moneda indiscutiblemente hegemónica y los desafíos que la Unión Europea habrá de encarar para asimilar a sus miembros de más reciente incorporación (Oxford Analytica, 2007, 25 de mayo). El Kremlin está enterado de que la competencia por recursos naturales estratégicos es un factor que habrá de moldear la realidad geopolítica del siglo XXI y su ansiedad permanente por mejorar su armamento puede ser válidamente interpretada como un reconocimiento implícito de tal tendencia.

Inclusive, Moscú ha desplegado su poderío militar para demostrar que tiene la disposición suficiente para proteger sus intereses en el Ártico, como lo atestigua la ejecución, en las proximidades del Ártico, de ejercicios militares de simulación de ataques con la participación de 30 bombarderos estratégicos que lanzaron misiles crucero (Kitield, 2007). Aunado a lo anterior, el Kremlin ha ordenado la reanudación del patrullaje de las aeronaves militares Tu-95 MS y Tu-160 (que operan ya sea como bombarderos nucleares, o como caza-submarinos) que se han aproximado al espacio aéreo del Reino Unido, Islandia e incluso a una base aérea estadounidense en la isla de Guam (Maloney, 2007). Estas actividades militares reflejan el hecho de que el Kremlin piensa que el riesgo de una confrontación armada, aunque limitada, con Estados de la OTAN, en defensa de sus recursos, es bastante real (Defence Academy of the United Kingdom, 2007).

Además, todo ello confirma que Rusia no solamente tiene la voluntad política para extender su soberanía territorial, sino que también cuenta con capacidades tecnológicas de vanguardia para tal cometido, como lo ejemplifican los anuncios de Roskosmos (la agencia espacial rusa) acerca del diseño y la posterior fabricación de una pequeña constelación de satélites (llamada Arctic-M que se encargarán de recolectar información de la región ártica con el triple objetivo de poder brindar asistencia a aeronaves y embarcaciones rusas en la zona; colaborar en esfuerzos de búsqueda de yacimientos de hidrocarburos y otros recursos; y proporcionar servicios de telecomunicaciones (BBC, 2007, 29 de diciembre).

Si Rusia logra apoderarse del territorio ártico que reclama y de los recursos que contiene, estaría ejecutando una represalia geopolítica con el objetivo de reequilibrar el balance mundial de poder a su favor, asegurándose una posición protagónica en el sistema internacional. Moscú pretende demostrar que es impensable vulnerar sistemáticamente sus intereses sin un ajuste de cuentas posterior. Esta vez, el liderazgo nacional del Estado ruso codicia la restauración de Rusia como una gran potencia mundial para evitar subordinarse a la voluntad de Washington y/o de Bruselas, en calidad de socio minoritario o, algo peor aún (Trenin, 2006), como mera fuente de recursos naturales o como Estado tapón entre el territorio de los Estados de la OTAN y China.

Rusia percibiría los intentos occidentales (y norteamericanos en particular) de interferir en sus intereses hacia el Ártico como una insolencia que, sumada a otras provocaciones a la agenda estratégica de Moscú, podría desencadenar una reacción más ofensiva de parte de Rusia. La lista de provocaciones incluye:

• La campaña aérea contra Serbia, en 1999, aliado histórico de Moscú, por parte de la OTAN. A esto se suma el reconocimiento diplomático de la independencia de Kosovo por parte de Estados Unidos y prominentes miembros de la Unión Europea como Alemania, Gran Bretaña y Francia (Engdahl, 2008, 3 de marzo). Lo anterior, desde la perspectiva de Moscú, crea un peligroso precedente que pudiera ser invocado de nuevo por los Estados de la OTAN en el espacio post soviético o, inclusive, contra la Federación Rusa misma (Friedman, 2008, 20 de febrero).

• La expansión de la OTAN hacia el lanco oriental. Cabe destacar que la OTAN ha incorporado su lista a la abrumadora mayoría de miembros del extinto Pacto de Varsovia, incluyendo a Bulgaria, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Polonia y Rumania. Más aún, ciertos Estados que formaban parte de la Unión Soviética —Estonia, Letonia y Lituania— también caen dentro del pacto de seguridad de los artículos de la OTAN. Esta ampliación se dio a pesar de las garantías dadas a Moscú, a finales de la Guerra Fría, de que la alianza no se extendería más allá de Alemania reunificada e ignorando las objeciones rusas (Putin, 2007).

• El aparente apoyo de la élite política occidental a los separatistas chechenos. Llama la atención que el grupo prochecheno, Comité Americano para la Paz en Chechenia, está integrado por, entre otros, Kenneth Adelman, Richard Perle, Elliott Abrams, Bruce Jackson y James Woolsey; todos ellos vinculados al Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (Laughland, 2004, 8 de septiembre). Destaca también el caso de Ahmed Zakaev, activista checheno exiliado en Londres y buscado por la justicia rusa por una serie de delitos que incluyen rebelión armada, autoría intelectual de atentados terroristas, asesinato y secuestro (Rasizade, 2007).

• Los planes estadounidenses de apostar misiles interceptores en Polonia y una instalación de radar en República Checa. Para el Kremlin, las declaraciones norteamericanas acerca de que el sistema está diseñado para contrarrestar un eventual ataque iraní o norcoreano no resultan creíbles y parecen ocultar su verdadero propósito (Putin, 2007), que, más bien, consiste en desarrollar la capacidad de eliminar el arsenal nuclear ruso en un solo ataque preventivo (Lieber y Press, 2006).

• La instigación estadounidense —tanto abierta como encubierta— de "revoluciones de colores" en Georgia, Ucrania y Kirguistán, en las que se derrocaron a gobiernos proclives a Rusia para ser reemplazados por administraciones con una orientación más prooccidental (Ivashov, 2007). Intentos similares, destinados a inducir cambios de régimen, fracasaron en Bielorrusia (Ambrosio, 2006) y en Uzbekistán (Copley, 2008).

La expedición Arktika 2007 no es solamente un gesto con simbolismo político o meramente científico, sino que la proeza llevada a cabo atestigua el desarrollo tecnológico de Rusia ante la errónea percepción occidental que la ve como a un país atrasado ("Gold rush under the ice The Arctic," 2007, 4 de agosto); su afluencia económica y su revitalizada asertividad para defender sus intereses geopolíticos.

Rusia, además, cuenta con la lota más extensa de rompehielos (Graff, 2007, 1 de octubre) en todo el mundo, con un número total de 18 (Haverluk, 2007); tiene la segunda lota más extensa de submarinos después de Estados Unidos (Rasizade, 2007); a esto se añade las intenciones de la paraestatal Gazprom de fromar una lota propia que cuente este tipo de embarcaciones (Defence Academy of the United Kingdom, 2007). Todo lo anterior más el paulatino derretimiento del hielo del Ártico le permitirían a Moscú avanzar en su meta de cimentar un poderío naval militar competitivo, una vez que el litoral Norte de la Federación Rusa se transforme en aguas cálidas; una ambición geopolítica, hasta ahora incumplida, que data desde los tiempos de la Rusia zarista.

Dicho objetivo no fue ignorado por la administración presidencial de Vladimir Putin, cuya alta oicialía dio a conocer que Rusia reiniciará la construcción de porta-aviones y de embarcaciones diseñadas para mejorar las capacidades rusas en vista a una proyección marítima de poder (Eshel, 2007).

Rusia pretende anexarse un territorio para aumentar su acervo disponible de hidrocarburos2 y para explotar la dependencia estructural por parte de la Unión Europea (UE), con respecto al abastecimiento de combustibles rusos, con el in último de proteger y expandir la influencia geopolítica que Moscú ejerce en el "cercano extranjero", es decir, en el espacio post-soviético.

El liderazgo político ruso está plenamente consciente de que los principales competidores geoestratégicos de Rusia, los Estados Unidos (EU) y la UE, son entidades que carcen de soberanía energética y de que tal punto débil puede ser aprovechado por Rusia, en caso de que los países anteriormente mencionados, decidan vulnerar los intereses rusos. Incluso, existen sectores de la Inteligentsia política rusa que sugieren el aprovechamiento de las capacidades del gigante eurasiático para redibujar el equilibrio mundial del poder y, así, producir un sistema internacional multipolar que le adjudique a Rusia una posición privilegiada (Gee, 2007, 17 de diciembre).

Si la Federación Rusa tiene éxito en su intento de apropiarse de los energéticos fósiles del Ártico, Rusia tendrá un control estratégico de recursos imprescindibles para la economía mundial (ejerciendo una poderosa influencia en su desempeño), lo que aumentaría sus ingresos por conceptos de exportación de petróleo y gas, a sabiendas de que dichos recursos continuarán siendo los energéticos más demandados, al menos durante las décadas venideras. Además, a diferencia de lo que comúnmente se cree, el consumo mundial de combustibles fósiles (petróleo, gas natural e inclusive carbón), lejos de contraerse, se incrementará de manera drástica en las próximas décadas (ver Tabla 4).

Por una parte, las ganancias obtenidas mediante la venta de combustibles fósiles le conceden a Moscú una vasta influencia geopolítica; y por otra, el reconocimiento de facto o de jure de la soberanía rusa sobre el Ártico y sus recursos representaría para la Federación Rusa un enorme empuje económico, cuyos dividendos serían canalizados para financiar la diversificación económica del país y la modernización de sus aprestos militares.

La bonanza económica que ha traído el aumento de los precios de los hidrocarburos le ha inyectado un dinamismo vigoroso a la economía rusa y le han permitido agrandar su PIB nominal de 200 billones de dólares, en 1999, a 1.2 trillones, en 2007 (Kitield, 2007). Esta prosperidad le ha permitido a Moscú acumular las terceras reservas de divisa extranjera y de oro, las cuales ascienden a un monto equivalente a 470 billones de dólares estadounidenses, para el 31 de diciembre de 2007 (CIA, 2008, 12 de febrero); además, hay que considerar, con seriedad, la convertibilidad internacional del rublo ruso (Shlapentokh, 2006) e, inclusive, la idea de establecer un intercambio bursátil de petróleo y gas natural denominado en rublos (Whitney, 2006) que rivalice con las bolsas petroleras NYMEX (New York Mercantile Exchange) e IPE (International Petroleum Exchange) cuyos precios son denominados en dólares.

La diversificación de la economía es una finalidad que la élite gobernante rusa tiene planeada, tal y como lo declaró el entonces Ministro de Defensa, Sergei Ivanov, al anunciar que la Federación Rusa pretende perseguir una especialización de vanguardia en los sectores industriales de la energía nuclear; aeronáutica civil y militar; tecnología espacial; manufactura de embarcaciones y nanotecnología para convertir a Rusia en una economía de primera categoría (Rasizade, 2007). De hecho, estudios realizados por expertos ajenos al Estado ruso señalan que es posible que Rusia sea la economía de mayor tamaño en Europa, alrededor de 2017, en términos de PIB nominal (Center for Strategic and International Studies, 2007); y algunos pronósticos manejan la predicción de que Rusia pudiera convertirse en la séptima economía mundial hacia 2050 (Goldman Sachs Global Economics Group, 2005). Moscú, por ende, superaría por mucho estos escenarios si tiene éxito en dominar el territorio ártico que codicia.

De hecho, las rentas petroleras y gaseras de Rusia también le han permitido al gobierno emprender programas de mejoras productivas y modernización del complejo militar-industrial nacional, como lo prueba el despliegue y ensayo de misiles balísticos intercontinentales y la detonación de una bomba de vacío denominada "el padre de todas las bombas" (Kitield, 2007). La Federación Rusa dedica, cada año, aproximadamente 30 billones de dólares a sus fuerzas armadas (Kitield, 2007) y tiene pensado, para 2017, destinar 200 billones de dólares de su presupuesto para gastos en armamento, lo que contempla la construcción de nuevos bombarderos, portaaviones, tanques, ICBM's (Misiles Balísticos Inter Continentales, por sus siglas en inglés), así como la renovación de su Sistema Satelital de Navegación Global (Glonass) (Rasizade, 2007).

 

V. LA LEY INTERNACIONAL NO ES AJENA A LA POLÍTICA DEL PODER

Cuando no hay ni coincidencia de intereses ni
balance de poder, no hay ley internacional...

Morgenthau, H. (1985). Politics Among Nations.Virginia: Book-mart Press Inc. p. 296.

 

La evidencia que reunió Rusia será presentada ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) para que ésta reconozca la legitimidad y validez de la demanda rusa bajo lo estipulado en la Convención de la Ley Marítima, que data de 1982 y que ha sido firmada y ratificada por más de 150 Estados ("Who owns Arctic's wealth?", 2007, 14 de agosto).

Cabe destacar que una Comisión de la ONU rechazó, en 2002, una petición rusa debido a su carencia de evidencia técnica, precisa e incontrovertible. En esta petición, Rusia demandaba el reconocimiento de su derecho legítimo a reclamar un territorio con una extensión de 1.2 millones de km2 del Círculo Polar Ártico ("Dossier", 2007) (comparable en el territorio de Europa Occidental), señalando que la Dorsal de Lomonosov, una cadena montañosa submarina descubierta por los soviéticos en 1948 (Watkins, 2007), y la Dorsal de Mendeleiev son una prolongación de la plataforma continental rusa en virtud de su supuesta conexión con Siberia Occidental (BBC, 2007e). Por lo pronto, existe información creíble que indica que Rusia tiene agendado el envío de una petición más completa y dotada de mayor evidencia documentada, para el 2011 (BBC, 2007e).

Bajo los auspicios de la Convención, los Estados poseen derechos económicos exclusivos para la explotación de recursos marítimos al interior de una línea imaginaria, que se extiende 200 millas náuticas (aproximadamente 370 kilómetros) de distancia, partiendo de su franja costera. Tal legislación establece que los Estados pueden reclamar la propiedad soberana de territorio submarino más allá de las 200 millas náuticas si se demuestra que el área, objeto de la reclamación, constituye una prolongación de su plataforma continental.

No está claro cuál será exactamente el veredicto de la ONU (particularmente de su Comisión para los Límites de la Plataforma Continental) ante la petición rusa. Una solución, apoyada por Canadá, consiste en repartir las aguas del Ártico conforme a la extensión de su línea costera más próxima al Polo Norte ("Ice Wars," 2007). Aunque esa potencial solución es técnicamente factible, es necesario tomar en cuenta su viabilidad geopolítica ya que parece más bien improbable que la Federación Rusa o Estados Unidos permitan que la cuestión del Ártico sea definida tomando en consideración criterios exclusivamente jurídicos, dictados por la Convención, debido a la importancia de lo que está en juego; por lo que no resultaría extraño una militarización del Círculo Polar Ártico y el recurso del poder militar en defensa de intereses geopolíticos, estratégicos, económicos y comerciales (Oxford Analytica, 2007, 15 de agosto).

Hay predicciones que pronostican que, sea mediante la plena aplicación de la Convención o a través de otros medios, la repartición del Ártico será definida en la próxima década (McKenzie, 2007). En caso de que se dé una repartición, siguiendo las pautas delineadas por la Convención, es posible que Rusia sea el Estado circumpolar más favorecido por una eventual reconfiguración de fronteras territoriales en el Polo Norte (Oxford Institute for Energy Studies, 2007).

 

VI. EL CONTRAATAQUE NORTEAMERICANO NO SE HACE ESPERAR

El petróleo es único en que es tan estratégico
por naturaleza. No estamos hablando aquí
de enseres domésticos o ropa. La energía es
verdaderamente esencial para la economía
mundial... El petróleo es fundamentalmente
un asunto gubernamental...

Cheney, R.B. (1999). Intervención pública ante el Instituto Londinese del Petróleo.

 

Las ambiciones rusas han desencadenado reacciones de parte de otros países circumpolares. Los otros estados interesados son EU (que tiene contacto con el Ártico a través de Alaska), Canadá, Dinamarca (a través de Groenlandia, el territorio más cercano al Polo Norte) y Noruega. Los últimos dos han manifestado una prudente cautela y han evitado adoptar una postura de confrontación, enfatizando más la importancia de conducirse de manera acorde con los dictados del derecho internacional. Sin embargo, este estudio, como ya se ha especificado con anterioridad, se concentra principalmente en Rusia, EUA y Canadá.

Los Estados norteamericanos han procurado reaccionar con determinación y llama la atención que Ottawa planee establecer dos bases militares en las proximidades de su territorio cercano al Polo Norte (Haverluk, 2007).

El Primer Ministro canadiense, Stephen Harper (quien desde su campaña electoral mencionó el tema de la defensa de los interés canadienses en el Ártico) (Oxford Analytica, 2007, 8 de febrero), en una visita personal a las extremidades septentrionales del territorio de Nunavut, dio a conocer planes que contemplan la construcción de instalaciones de entrenamiento militar en dicha zona (Graf, 2007, 1 de octubre). Canadá, además, ha decidido destinar una cifra cercana a 8 billones de dólares para la fabricación de una nueva lota de buques, diseñada para patrullar las aguas del Ártico y para proteger los intereses canadienses en el Polo Norte (Petroleum Economist, 2007).

Ottawa considera que el expansionismo ruso amenaza la seguridad canadiense en el largo plazo, así como la viabilidad de apoderarse de mayores riquezas (Haverluk, 2007), ya que Canadá, si lograra adueñarse de los energéticos del Ártico, probablemente optaría por canalizarlos a EUA o al territorio de la UE, pretendiendo desplazar a la potencia eurasiática como principal abastecedor de las necesidades energéticas de Europa, lo que tendría un alto impacto geopolítico debido a que reduciría el grado de presión política que Rusia pudiera ejercer en Europa, en virtud de su rol como provisor de petróleo y gas natural. Actualmente, Rusia proporciona casi el 25% del gas consumido al interior de la UE y se proyecta que, para 2015, esa proporción se eleve hasta un 40% (Rasizade, 2007). La Federación Rusa es la fuente de la que la UE obtiene 16% de su consumo petrolero (Hill, 2002).

Por ello, es previsible que Canadá busque y obtenga el respaldo de capitales europeas (que sin duda le brindarían el apoyo teniendo en mente la diversificación de su suministro energético) y de Washington, interesado en contener e impedir el ascenso de Rusia como potencia (O'Grady, 2007, 14 de agosto). Es prudente enfatizar que Ottawa carece de los aprestos militares suficientes para amedrentar por su propia cuenta a Moscú, por lo que es casi seguro prever que Canadá se aproxime a sus aliados de la OTAN para, así, contar con una sombrilla nuclear que le proteja de cualquier amenaza procedente del Kremlin y de su relativa superioridad militar.

Para EUA, una adjudicación legal o extra-legal del territorio que Moscú reclama para sí representaría un menoscabo de su interés nacional, como lo demuestran los esfuerzos de política exterior que han emprendido por los estadounidenses; esfuerzos diseñados para impedir la ampliación del control ruso sobre hidrocarburos y sus redes de distribución (Frolov, 2007, 17 de julio); aunque tampoco es posible afirmar con exactitud hasta dónde Washington está dispuesto a ir para bloquear las ambiciones rusas en el Ártico, dado que Rusia tiene un amenazador arsenal nuclear a su disposición; y, sobre todo, si se toma en cuenta que el acceso seguro a energéticos y la defensa de rutas marítimas estratégicas son componentes primordiales de la política de seguridad nacional estadounidense, de largo plazo, (Dombrowski, 2004) y que, históricamente, Estados Unidos ha demostrado estar dispuesto a empuñar las armas para resguardar sus intereses en esas áreas (Scully, 2004).

No obstante, es preciso exponer que es más posible una guerra convencional entre grandes potencias dotadas de armas nucleares (Rusia y Estados Unidos) que una conlagración nuclear total, a causa de las pérdidas inaceptablemente altas en las que incurrirían los beligerantes (Mearsheimer, 2006: 76).

EUA pretende también obtener una porción del Ártico para disminuir, de algún modo, su dependencia de importaciones energéticas ya que Washington ambiciona controlar tantos hidrocarburos como sea posible (McKenzie, 2007), en respuesta a las vulnerabilidades económicas, políticas y de seguridad, causadas por su apremiante apetito por combustibles fósiles procedentes del exterior. La dependencia norteamericana de petróleo importado ha incrementado, pues a mediados de los 70's un 35% del consumo petrolero derivaba de importaciones; a mediados de la primera década del siglo XXI ese porcentaje se elevó a 60% (Hormats, 2007).

Ésa es una situación peligrosa para Estados Unidos ya que, por una parte, no existe un sustituto viable —ni a corto, ni a mediano, ni a largo plazo— que pueda reemplazar sus importaciones petroleras y, por otra, la economía del coloso norteamericano probablemente siga dependiente de los hidrocarburos, por décadas (Stuntz, 2007).

Otro poderoso incentivo para Estados Unidos es frenar la intención de la probable expansión territorial de Rusia, el único Estado del mundo con la capacidad nuclear suficiente para rivalizar con el arsenal estratégico estadounidense. De hecho, el Congreso estadounidense contempla la modernización tecnológica de tres rompehielos, así como la construcción de dos más, con una inversión que asciende a 100 millones de dólares ("Gold rush under the ice The Arctic", 2007, 4 de agosto). Incluso, se pronostica que Estados Unidos intensifique sus misiones de patrullaje y reconocimiento en los alrededores de la frontera Norte del Estado de Alaska ("Arctic ice may all melt in summer by 2040", 2006, 13 de diciembre). Washington ha aprobado también expediciones científicas y militares a la zona.

Por ello, es previsible que el Senado estadounidense ratifique la Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar (cabe destacar que la saliente administración presidencial de George W. Bush apoyó la ratificación del Tratado) (Oxford Analytica, 2007, 15 de agosto), a pesar de la negativa de algunos Senadores, para que Estados Unidos intente reclamar una fracción del Ártico y obtenga el reconocimiento de su soberanía sobre un territorio adicional comparable, en tamaño, a Alaska (Demos, 2007, 20 de agosto).

Mientras tanto, el Senador Republicano Richard Lugar ha encabezado el apoyo congresional a la ratificación de la Convención de Naciones Unidas de la Ley del Mar alegando, explícitamente, que el no hacerlo es perjudicial para la seguridad energética estadounidense y que Washington no puede esperar que otros Estados (léase Canadá) tengan la determinación y las capacidades suficientes para frenar la agenda estratégica de Moscú (Lugar, 2007).

Otras prominentes figuras de la élite política estadounidense, como James Baker III y George Shultz (2007, 26 de septiembre), manifiestan, igualmente, su apoyo a la Convención anteriormente mencionada y airman que es necesario ratificarla en aras de la seguridad nacional y de los intereses económicos norteamericanos. Ambos se pronuncian por adoptar esa legislación para procurar una influencia de Estados Unidos en las deliberaciones que se implementen acerca de los esfuerzos de otros Estados de expandir sus fronteras territoriales y su posesión de recursos naturales.

 

VII. CONCLUSIONES

Tal como se ha detallado arriba, la etapa de repartos territoriales mayúsculos entre las potencias no ha concluido del todo. Es posible que el Círculo Polar Ártico se convierta en el epicentro de fuertes turbulencias geopolíticas, ya que numerosos Estados pretenden apoderarse de partes de ese espacio por razones geoestratégicas —control de recursos estratégicos y reposicionamientos militares— y económicas —apertura de nuevas rutas comerciales. Los principales jugadores involucrados son, por un lado, la Federación Rusa y, por otro, Estados Unidos y Canadá. Washington respalda a Ottawa para contener a Rusia, ya que sabe que los canadienses no pueden contrarrestar a Moscú por su cuenta. El terreno para una fuerte competencia está dado, debido a que los intereses de los bandos contendientes son incompatibles y hasta contradictorios.

La disputa por la supremacía en el Ártico, o al menos por no quedar marginado de su repartición, aumentará las tensiones entre el bloque norteamericano —compuesto por Estados Unidos más Canadá— y la Federación Rusa; el resultado de semejante contienda, aunque resulta peligrosa (por el alcance de las capacidades militares de ambos bandos), ejercerá un impacto considerable en la distribución futura del poder mundial; puede ser que la balanza se incline hacia una Norteamérica dotada de mayor poder económico, energético y militar (revirtiendo, así, el sistema mundial hacia la unipolaridad) o puede ser, por el contrario, que la anexión del Ártico, por parte de Rusia, signifique para ella una etapa de resurgencia y posterior consolidación como una de las principales potencias mundiales.

La Federación Rusa ambiciona restaurar su posición de gran potencia en un sistema multipolar de equilibrio entre grandes potencias. Por ende, la eventual realización de sus pretensiones en el Océano Ártico pudiera contribuir como catalizador al cumplimiento de tal meta, ya que ello amplificaría su poder al contar con más territorio, con una mayor dotación de recursos naturales estratégicos y con una mayor cantidad de riqueza. Es previsible que Moscú intensiique su presencia en el Ártico a través de nuevas expediciones científicas, que, se supone, serán acompañadas y/o seguidas por contingentes militares en misiones de escolta, reconocimiento, mapeo y patrullaje.

Es confiable asegurar que Moscú enviará una nueva petición a las Naciones Unidas para que se someta a proceso el reclamo de la soberanía territorial rusa sobre el Ártico. Sin embargo, los despliegues de proyección de poder implementados por Moscú, en la zona en cuestión, demuestran que Rusia no descarta el uso de la fuerza para defender sus intereses en la región, si es que así lo demandan las circunstancias; por ejemplo, en caso de que la ONU apruebe la validez del reclamo ruso, pero que Estados Unidos y Canadá se rehúsen a reconocer dicho pronunciamiento.

Todavía no está claro si los intereses contradictorios de las potencias circumpolares serán conciliados mediante mecanismos institucionales o si la disputa se deinirá a través de medios extralegales (¿militares?). En última instancia, ello dependerá del potencial y las oportunidades geopolíticas y económicas que el Ártico les ofrece.

Lo que sí resulta seguro es que la dupla norteamericana no está de ninguna manera dispuesta a contemplar de manera pasiva el resurgimiento de una Rusia cada vez más asertiva y es de esperarse que tome medidas diseñadas para impedir el ascenso ruso, en general, y la realización de las ambiciones de Moscú en el Polo Norte, en particular. Seguramente, ambos Estados intentarán contrarrestar permanentemente los intereses rusos en el Ártico al enviar sus propias misiones de exploración y al hacer sus propias reclamaciones de soberanía sobre el Ártico. Washington y Canadá buscarán ejercer presión política y diplomática para bloquear la agenda polar de Moscú. También es probable asumir que ambos decidan desplegar una mayor presencia militar en la región, dando a entender que tampoco descartan recurrir al uso de la fuerza.

Aún es demasiado pronto para validar totalmente las afirmaciones del Almirante ruso, Valeryi Aleksin, formuladas desde 1995 y que parafrasean un conocido axioma de Sir Halford J. Mackinder, en el sentido de que "aquel que controle el Ártico controlará al mundo" (Boyle, 1998); aunque, probablemente, semejante aserto no esté del todo divorciado de la realidad si el potencial del Ártico resulta ser tan promisorio como todo parece indicar. De ello, dependerá el grado de determinación de las potencias contendientes de administrar sus capacidades (militares, tecnológicas, diplomáticas, financieras, etc.) para disputarse el control sobre el Círculo Polar Ártico.

 

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Notas

* El autor expresa su agradecimiento al Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, en general, y al Comité Editorial de CONfines de relaciones internacionales y ciencia política, en particular, por concederle la oportunidad de contribuir a su publicación. Asimismo, se muestra agradecido con el M.R.I. Alfonso Aragón Camarena, sin cuyo apoyo la realización de esta investigación no hubiese sido posible y con el Prof. Alsonso Sierra Lam, reconociendo la aportación de sus valiosos comentarios y oportunas sugerencias.

1 La cámara baja del poder legislativo ruso.

2 Una ventaNa comparativa nacional que el Kremlin ha utilizado como instrumento de política exterior, aprovechando sus reservas de petróleo y gas, así como sus sistemas de distribución (oleoductos y gasoductos).

 

Información sobre el autor

José Miguel Alonso Trabanco: Licenciado en Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), Campus Ciudad de México. Ha colaborado en el Centro de Estudios Estratégicos (2005-2006) y en el Departamento de Economía (2007) de la misma institución.

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