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CONfines de relaciones internacionales y ciencia política

versión impresa ISSN 1870-3569

CONfines relacion. internaci. ciencia política vol.3 no.6 Monterrey ago./dic. 2007

 

Artículos

 

¿Democracia por método o democracia por principio? Latinoamérica y su condicionado compromiso con la pluralidad

 

Democracy by Method or Democracy by Principle? Latin America and its Conditioned Commitment With Plurality

 

Ulises Carrillo Cabrera* y Gabriela López Gómez**

 

* Investigador del Departamento de Política Social de la Universidad de Oxford y Director de Diseño de Política Pública de Local Consultores (ulises.carrillo@merton.oxford.ac.uk)

** Investigadora y profesora de la Escuela de Graduados en Administración y Política Pública (EGAP) del Tecnológico de Monterrey, Campus Monterrey y Presidenta de Local Consultores (gabriela@localconsultores.com.mx).

 

Fecha de recepción: 14/02/07;
Fecha de aceptación: 30/06/07.

 

Resumen

El proceso de democratización, en América Latina, pareciera estar dominado por la búsqueda utilitarista de mejores resultados de gobierno, antes que por un proyecto de adopción de principios y valores pluralistas de convivencia social. Este ensayo analiza datos del Latinobarómetro para la última década y encuentra evidencias que apuntan hacia un respaldo condicionado al proyecto democrático. El apoyo ciudadano a la democracia está fuertemente relacionado con variables como inflación y crecimiento del PIB, lo que puede complicar la consolidación final del orden pluralista como el único régimen político aceptable. De singular importancia es la evidencia parcial de un significativo respaldo a regímenes de izquierda, en naciones donde la democracia ha dejado de tener un significado redistributivo y de equidad para ser percibida sólo como un marco procedimental.

Palabras clave: consolidación democrática, satisfacción con la democracia, democracia, democracias de la tercera ola, Latinobarómetro.

 

Abstract

The process of democratic consolidation in Latin America may seem to be dominated by an utilitarian search of better governments and not by a real commitment to adopt democratic principles and values. This essay analyzes data from Latinobarometer for the last decade and finds evidence of a support for democracy that is associated with low inflation and strong GNP growth. Democracy is far from being the 'only game in town' and is under pressure to obtain specific policy outcomes. Partial evidence suggests that citizens tend to support regimes from the left when they realize that democracy is more a procedural system rather than a regime of effective redistribution of wealth and income.

Keywords: Democratic consolidation, democratic satisfaction, democracy, third wave democracies, Latinobarometer.

 

INTRODUCCIÓN

Numerosos académicos han evaluado el proceso de consolidación de las jóvenes democracias latinoamericanas con base en investigaciones de opinión pública o estudios de caso para distintos países; casi todos ellos han ofrecido conclusiones parcialmente alentadoras para la región. Sin embargo, en casi todas esas evaluaciones, ha estado ausente una variable fundamental: el hecho que la adopción de la democracia, en América Latina, puede catalogarse más como una búsqueda de mejores resultados de gobierno, antes que como un verdadero proyecto de adopción de principios pluralistas. La región enfrenta un proceso de democratización que busca resultados prácticos (especialmente económicos y sociales), sin prioridad obvia en la adopción de nuevos y duraderos valores para la convivencia cívica.

Al comienzo de la década de los 80, justo en el arranque del tránsito hacia la pluralidad, la democracia se promovió, esencialmente, como un método de gobierno superior en sus resultados, no necesariamente en sus principios, a los previos métodos autoritarios para regir las sociedades latinoamericanas (McCoy, 2006). Ese escenario de una democratización construida principalmente para la obtención de resultados, ha empezado a cambiar, gracias a importantes esfuerzos de promoción de la democracia como un conjunto de valores y principios, y no sólo como una metodología para disponer de una administración pública más eficaz (Buxton, 2006). Desafortunadamente, seguimos observando fenómenos derivados de un proyecto democratizador cuyos cimientos fueron esencialmente pragmáticos.

Integrar, desde una perspectiva internacional comparada, la evidencia de democracias latinoamericanas que no culminan su proceso de consolidación debido, en gran parte, a una valoración todavía utilitarista del método democrático, es el objetivo de este ensayo. Así, primero revisamos brevemente las definiciones teóricas sobre qué es una democracia consolidada y las características mínimas que deben existir en sociedades plenamente pluralistas. Después, con base en los datos más recientes del Latinobarómetro, desarrollamos un análisis estadístico preliminar para las hipótesis teóricas y presentamos los principales hallazgos para 17 países. Finalmente, presentamos una breve conclusión sobre cómo una democracia condicionada a la obtención de resultados, puede favorecer una "vuelta a la izquierda".

 

¿CONSOLIDACIÓN DEMOCRÁTICA?

La literatura sobre transiciones democráticas es, probablemente, una de las más extensas en las ciencias sociales; es precisamente esa amplitud la que nos permite construir las bases teóricas de este ensayo, a partir de definiciones que otorgan especial énfasis a procesos democráticos de la tercera ola1. Andreas Schedler (1998), en lo que sigue siendo el intento más completo por ordenar las diversas y, algunas veces, conflictivas definiciones sobre qué es un proceso de consolidación democrática, sugiere que los conceptos existentes se pueden agrupar en cinco categorías:

a) Procesos para prevenir el colapso de las jóvenes instituciones democráticas.

b) Procesos para prevenir la erosión del respaldo democrático.

c) Procesos para completar la expansión democrática a todas las áreas de una sociedad.

d) Procesos para profundizar la democracia.

e) Procesos para organizar la institucionalidad democrática.

Las categorías prioritarias para el estado actual de la democracia, en Latinoamérica, son -de acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo (2006) y las Naciones Unidas (2004)- las primeras dos: prevención de un colapso y prevención de la erosión del respaldo ciudadano al proyecto democrático.

A lo largo de esas categorías, Schedler señala que, sin importar la prioridad singular que se persiga, sólo puede hablarse de consolidación cuando la democracia adquiere un valor auto-referencial. Esto es, cuando el apoyo a la democracia y la satisfacción con el gobierno democrático ya no se comparan con otros modelos de gobierno. Linz y Stepan (1996), sin duda los decanos de esta área académica, señalan que una democracia puede considerarse consolidada cuando una mayoría de la ciudadanía y una mayoría absoluta de los actores políticos asumen la democracia como la única forma concebible de enfrentar los retos colectivos, sin importar sus resultados prácticos de corto plazo. Linz y Stepan hablan de una "aceptación autónoma de la democracia", es decir, cuando la democracia ya no compite por la aceptación de la ciudadanía y se ha convertido, para decirlo en términos coloquiales, en the only game in town. En este punto, Linz y Stepan señalan que, una vez iniciado el proceso de consolidación democrática, debe existir una diferencia significativa entre el respaldo o apoyo a la democracia y la satisfacción ciudadana con la democracia. Es decir, el compromiso de los ciudadanos con instituciones democráticas duraderas debe ser autónomo de la calificación que se otorga a la operación cotidiana del acuerdo democrático.

Dawisha (1997) y O'Donnell (2007) aceptan hablar de consolidación democrática cuando el público presenta un alto compromiso con la democracia y la respalda de forma sostenida, más allá de tropiezos o dilemas de corto plazo. En ese escenario, la democracia se ha convertido en un valor "natural" de la sociedad y no está, bajo ninguna circunstancia ni crisis institucional, abierta a discusión o sujeta a evaluación. Millard (2004) y Nodia (2002) son todavía más precisos al señalar que sólo es posible hablar de un proceso de consolidación cuando los niveles de apoyo a la democracia y, parcialmente, a la satisfacción con ella, son estables por largos periodos y no responden a choques o ajustes económicos de corto plazo o propios del proceso de transición política. Cuando un país ha dejado la "zona gris", dónde ya se es democracia, pero no se está seguro de seguirlo siendo si las condiciones económicas y sociales se tornan adversas.

Tras esta breve reseña, podemos construir dos hipótesis de trabajo que guiarán el resto del ensayo: a) En un proceso efectivo de consolidación democrática, el respaldo o apoyo autónomo a la democracia debe ser relativamente independiente de los niveles de satisfacción ciudadana con el desempeño de las nuevas instituciones; y b) Un proceso de consolidación democrática debe generar un respaldo ciudadano a la democracia que no varíe significativamente en respuesta a eventos económicos de corto plazo. Con esas dos proposiciones podemos revisar el caso latinoamericano.

 

LATINOAMÉRICA: RESULTADOS PRIMERO, PRINCIPIOS DESPUÉS

Si una democracia está en ruta hacia su consolidación, el respaldo democrático debe ser relativamente independiente del grado de satisfacción con el funcionamiento inmediato de la democracia. Un ciudadano debe respaldar la democracia como una forma de vida y, sólo luego, pensar qué tan satisfecho está con sus resultados institucionales. El respaldo democrático es un compromiso con valores y principios, mientras que la satisfacción con la democracia debe ser más volátil, dado que depende del gobierno en turno y de acontecimientos puntuales, en cada país.

En nuestro análisis estadístico de los datos reportados por Latinobarómetro durante los últimos 11 años2, encontramos que el apoyo a la democracia y la satisfacción con su desempeño presentan una correlación significativa de 70% (.704). Lo anterior no es un número alentador para avalar un proceso de consolidación democrática en la región. Sin embargo, al analizar únicamente la última década, de 1997 a la fecha, encontramos una correlación también estadísticamente significativa entre las dos variables, pero, esta vez, tenemos un altísimo nivel de correlación de 94.8% (.948)3. El apoyo a la democracia y a la satisfacción con su desempeño se comportan de forma extremadamente similar (Ver Gráfica 1). Esa evidencia sugiere que, en el promedio, Latinoamérica todavía no cumple con la primera condición para hablar de un proceso de consolidación democrática efectivo.

También debe observarse que el apoyo a la democracia presenta valores más altos que los de satisfacción con su desempeño. Mientras el primero se mueve en el rango del 50%, la satisfacción con la democracia lo hace alrededor del 40% (Ver Gráfica 1). Lo anterior puede explicarse por un fenómeno de "inflación" de la respuesta socialmente aceptable (Biemer y Groves, 2004; y Biemer y Lyberg, 2003). En una región, donde recientes campañas de cultura pública definen a los "buenos ciudadanos" como aquellos que suscriben los valores democráticos, es posible hablar de una "inducción ambiental" para que los individuos expresen apoyo al nuevo régimen plural. En contraste, al expresar satisfacción con el desempeño democrático, el ciudadano puede ser más honesto en la respuesta, sin por ello contradecir una cierta promoción de moral colectiva. En todo caso, lo relevante es la similitud en la tendencia y volatilidad de ambos índices, lo que podría indicar un proceso democrático, en América Latina, que sigue siendo juzgado por sus resultados de corto plazo, con la enorme fragilidad política e institucional que esto puede generar.

La fuerte correlación entre el apoyo a la democracia y la satisfacción con su desempeño, que se observa a nivel regional, se replica en 14 de los 17 países bajo estudio (Ver Tabla 1). Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Guatemala, Honduras y Perú presentan correlaciones altas y significativas; Brasil, Costa Rica, Panamá, Paraguay, El Salvador, Uruguay y Venezuela presentan correlaciones moderadas4.

Nicaragua presenta una correlación moderada, pero ligeramente fuera de los límites para ser estadísticamente significativa. Ecuador y México no presentan correlaciones significativas de ningún tipo. La posible ausencia, en México, de una correlación entre apoyo a la democracia y satisfacción por su funcionamiento puede ser un dato alentador para ese país, tendencia que se verá confirmada por los hallazgos que presentamos en la siguiente sección.

 

PENSAR EN LA DEMOCRACIA CON LA MANO EN EL BOLSILLO

En la encuesta mundial de valores de 1990 -justo al inicio de la década clave para un probable proceso de consolidación final de la democracia en la región- la mayoría de los latinoamericanos, al preguntárseles cuáles debían ser los objetivos para sus países en los próximos 10 años, colocaban la estabilidad y el crecimiento económico como los temas más relevantes. Una economía estable y en expansión se consideraba más relevante, como objetivo nacional, que los siguientes aspectos: el combate a la pobreza, una mayor participación ciudadana en asuntos públicos, mayor transparencia gubernamental y, notablemente, más importante que el propio proceso de democratización5. Después de una terrible década de los 80, con inflación de dobles dígitos y profundos procesos de recesión económica, la prioridad Latinoamérica era más económica que pluralista.

Para medir si esa prioridad ha cambiado a favor de nuevos valores y principios democráticos, debemos preguntarnos por una posible relación entre los indicadores de apoyo y satisfacción con la democracia y las variables económicas relacionadas con estabilidad y crecimiento. La literatura de economía política nos ofrece dos robustos candidatos para medir la relación que proponemos: inflación anual, como proxy de estabilidad, y crecimiento del PIB per cápita, para el ritmo de expansión de la economía (Barro, 1995).

Nuevamente debemos realizar un análisis estadístico mínimo para buscar evidencia dura que pueda arrojar luz sobre el estado que guarda el proceso de consolidación democrática en la región. Esta metodología de correlación simple para datos longitudinales es un paso básico en cualquier estudio de ciencia política comparada; sin embargo, rara vez ha sido realizado para América Latina. Esto puede deberse al uso de indicadores ineficientes en el análisis.

La mayoría de los estudios que han intentado este tipo de aproximación, incluido el propio Latinobarómetro, han comparado los datos de forma directa: datos de desempeño económico (expresados generalmente como cambios porcentuales anuales) contra cambios absolutos de apoyo y satisfacción con la democracia. La comparación de tasas de cambios porcentuales contra cambios absolutos no es óptima. Lo anterior, si bien no invalida los resultados, sí oculta -parcialmente- lo que creemos es una relación todavía muy fuerte entre variables económicas y el estado actual del proceso democratizador. Así, para este ensayo, se aplicaron los datos económicos en forma porcentual y los datos de Latinobarómetro fueron sujetos a una transformación logarítmica para convertirlos en datos asimilables a tasas de cambio porcentual. Creemos que esa sencilla corrección metodológica explica la consistencia de los hallazgos que reportamos (Ver Tablas 2 y 3). Nuestros hallazgos son del todo preliminares, pero, con base en ellos, podemos sugerir que la consolidación democrática tiene todavía un largo trecho que recorrer, probablemente más largo que el que muchos autores o estudios sugieren, antes de convertirse en un principio a inherente de la cultura cívica latinoamericana.

Antes de proceder a revisar los resultados para cada país, vale la pena hacer algunas reflexiones generales para el conjunto regional. Lo primero que debe destacarse es que la variable inflación, que es nuestro proxy para estabilidad económica de largo plazo, presenta un mayor número de correlaciones significativas con los datos nacionales de apoyo a la democracia (5 ocasiones) que con datos de satisfacción con la democracia (3). El hecho de que la variable económica de largo plazo se relacione en más ocasiones con la variable democrática de largo plazo (apoyo) y menos con la de corto plazo (satisfacción), coincide con la teoría general. Por su parte, el crecimiento del PIB per cápita, nuestra variable económica de corto plazo, también se relaciona en más ocasiones con la satisfacción democrática (8) que con el apoyo a la democracia (6). Este hecho puede hablarnos de ciudadanos que tienen una evaluación pragmática de la democracia, pero distinguen claramente entre factores económicos de corto y largo plazo para emitir su juicio.

 

Apoyo a la democracia

Al nivel de los casos nacionales es interesante observar que Argentina, Bolivia, Chile y Paraguay, probablemente los países con las más duras experiencias de gobiernos autoritarios en la región, no correlacionan su apoyo a la democracia con la estabilidad económica (ver Tabla 2). El caso Chileno es significativo cuando vemos que la correlación entre estabilidad económica y apoyo a la democracia es prácticamente no existente. Quizá los años de dictadura que coincidieron con el milagro de la estabilidad y modernización económica chilena modificaron, para bien, ese vínculo. Pareciera que Chile exige a su democracia que genere crecimiento, pero no demanda específicamente una estabilidad ya añeja en la nación y cuyas bases se construyeron bajo el autoritarismo. Argentina -un país "famoso" en la región por sus hiperinflaciones y su falta de crecimiento, pero también por su brutal dictadura-parece tener un compromiso democrático de largo plazo, más allá del desempeño económico. Tener claro hasta qué grado los traumas de un autoritarismo brutal han dejado a las democracias, en esa región, un amplio campo de maniobra, en lo que se refiere al respaldo de largo plazo, es algo digno de explorarse a detalle.

Los casos de Colombia y Venezuela son también interesantes. Esas dos naciones se han caracterizado por inestabilidad política significativa; sin dictaduras especialmente duras o recientes para el estándar regional son, precisamente, las que presentan las correlaciones más altas y significativas entre el apoyo de largo plazo a la democracia y la estabilidad económica (Ver Tabla 2). Finalmente, el dato que deseamos destacar en esta sección es que, con distintos matices, es posible sugerir que, en América Latina, el apoyo a la democracia sigue siendo un aspecto vinculado con desempeño económico en 10 países: Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y Venezuela. Ese no es un saldo del todo positivo para la consolidación democrática.

 

Satisfacción con la democracia

En el caso de la satisfacción de corto plazo con la democracia, los resultados muestran que, en Argentina y Nicaragua, ésta exige tanto estabilidad como crecimiento, lo cual no es extraño, dada la pobre evolución macroeconómica de esas dos naciones en los últimos años. En países que han gozado de mayor estabilidad macroeconómica, tales como Chile, Brasil, Colombia, México y Guatemala, la demanda central para estar satisfecho con la democracia pareciera ser el crecimiento económico y no el control inflacionario. Resulta interesante este hallazgo que coincide con el diagnóstico del BID para la región, mismo que señala que la estabilidad económica que ha traído la democracia no es suficiente para llenar su déficit de resultados económicos con valor social (BID, 2006).

Si la transición democrática latinoamericana tiene un origen más pragmático que de principios, es obvio que se le exija no sólo evitar la inestabilidad macroeconómica, sino producir resultados que se reflejen en el bienestar general. México es un claro ejemplo de esa situación: pareciera que el apoyo de largo plazo a la democracia es sólido, lo que blinda al país de apuestas que busquen romper el orden social con un discurso socioeconómico o de lucha de clases. Sin embargo, lo que es obvio es la insatisfacción ciudadana con una democracia mexicana que desde 1995 ha ofrecido estabilidad, pero un muy pobre crecimiento económico que se refleje en los bolsillos de los ciudadanos. México tiene amplio campo de maniobra para consolidar su democracia, pero la falta de resultados económicos de impacto social, en el corto plazo, puede complicar el escenario.

El caso uruguayo, donde la satisfacción con la democracia -contrario a lo que ocurre en la mayoría de los países en la región- parece más vinculada con el control de la inflación que con el crecimiento del PIB, también merece mención. Con la mejor posición en Latinoamérica en el Índice de Pobreza de las Naciones Unidas (2006), Uruguay bien podría valorar más la estabilidad que el crecimiento. Una nación con aceptables niveles de bienestar tenderá a conservar primero el entorno que ya posee antes que apostar por la expansión (Esping-Andersen, 2001).

 

¿UN GIRO A LA IZQUIERDA O LOS RIESGOS DEL PRAGMATISMO?

Los hallazgos que presentamos en este breve ensayo sugieren que el proceso de consolidación democrática de América Latina avanza a un ritmo más débil que el que frecuentemente se ha sugerido. No se encontraron diferencias significativas en los niveles de volatilidad que presentan los datos de apoyo a la democracia y la satisfacción ciudadana con el desempeño de las instituciones; lo cual viola uno de los principios básicos de la consolidación democrática.

Pareciera que, en América Latina, los ciudadanos apoyaran y se sintieran satisfechos con la democracia por los resultados económicos que generen los gobiernos, antes que por poseer un verdadero compromiso con la adopción de principios y valores pluralistas. Un elemento para explicar este comportamiento puede encontrarse en las características del lanzamiento inicial del proyecto democrático en la región.

En América Latina, la adopción de un acuerdo democrático se presentó como una solución a los crónicos problemas de inestabilidad política y económica en la región, además de un método ideal para tener gobiernos más eficientes y que generasen mejores resultados en todas las áreas. En otras regiones del mundo, por ejemplo, Europa del Este, el proyecto democrático tuvo contenidos muy distintos y predominantemente libertarios. Vincular, desde un inicio, la democracia con valores, principios y nuevas formas de convivencia social -que valía la pena adoptar, a pesar del costo social y económico que la transición implicaría- dio a las naciones del ex-bloque soviético una ruta clara y relativamente rápida hacia la consolidación democrática. En claro contraste, en Latinoamérica, -después de haber presentado la democracia como generadora de resultados antes que una forma de convivencia social-resulta normal que hoy los ciudadanos la evalúen con respecto al desempeño de la economía. Lo anterior nos pone en una ruta complicada hacia la consolidación democrática.

Los datos reportados por Latinobarómetro para Venezuela y Bolivia refuerzan el argumento anterior. En esas dos naciones encontramos los porcentajes más altos de la región para ciudadanos que identifican a la democracia únicamente con valores y principios: 63% en Venezuela y 52% en Bolivia. Ahí mismo encontramos dos de los porcentajes más bajos de identificación de la democracia con justicia e igualdad, 10% y 13% respectivamente. Podemos sugerir que, tanto en Bolivia como en Venezuela, la amplia mayoría de la ciudadanía ya asumió que la democracia es sólo la agregación de valores y principios y que no garantiza resultados específicos. Su reacción, siguiendo el argumento de un compromiso pragmático con la democracia, ha brindado respaldo a la experimentación con regímenes que funcionan en los límites de la democracia, específicamente, los izquierdistas.

La vuelta a la izquierda, podríamos sugerir, no es tanto una cuestión ideológica, sino producto de la necesidad ciudadana de buscar resultados en los temas sociales y económicos. El riesgo en el corto plazo es que otras naciones de la región empiecen a replicar este comportamiento, lo que hará que la consolidación democrática latinoamericana sea mucho más larga. Podríamos ver a los gobiernos nacionales dedicar muchos de sus esfuerzos a prevenir la erosión y el colapso del respaldo ciudadano al proyecto democrático, haciendo imposible completar la tan necesaria profundización y expansión democrática a todas las áreas de la sociedad. En suma, con un proyecto democrático que se "promocionó" sin un amplio compromiso pluralista que diera margen para lidiar con los costos o retrasos de la transición y consolidación democrática, en los años por venir, arriesgamos ver más experimentos proto-autoritarios, como el que se empieza a construir en Venezuela. Es tiempo de que las jóvenes democracias de la región generen resultados y den prioridad a la efectiva gobernabilidad de las instituciones.

 

Referencias bibliográficas

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Notas

1 Si bien el término de democracias de la tercera ola es ampliamente conocido, no es ocioso precisar que dicha categoría se refiere a naciones que iniciaron su transición democrática en las últimas dos décadas del Siglo XX, básicamente, en América Latina, Europa del Este y el Sudeste Asiático. En la segunda ola se incluyen las democracias de posguerra (1950-1960) y en la primera ola, las del periodo de entre guerras (1918-1935). El término ola se lo debemos a Woodrow Wilson quien, en su proyecto pacificador de la Liga de las Naciones, se refirió a una "oleada" de nuevas naciones que deberían ser apoyadas en sus empeños por suscribir los principios democráticos.

2 Informes Latinobarómetro 1995 a 2006, Base de Datos en Línea http://www.latinobarometro.org.

3 Hemos limitado el análisis a los datos posteriores a 1997 porque creemos que la observación de 1996, para el tema de satisfacción democrática, representa una observación anómala (Ver Gráfica 1); después de 1997, la serie parece estabilizarse y la correlación es evidente. Creemos que esta probable observación anómala es un elemento que ha complicado el llevar a cabo análisis, como el que aquí presentamos, para probar, estadísticamente, algunas de las hipótesis teóricas esenciales de la literatura sobre la transición democrática en América Latina. Adicionalmente, debemos señalar que las nueve observaciones por país, para el periodo 1997-2006, son suficientes para un estudio robusto de correlación.

4 Una correlación lineal simple se considera alta cuando el coeficiente de correlación excede el 60%; moderada, cuando se encuentra en los rangos de 30-60% y débil, cuando es inferior a 30%; ver Studenmund, 2001.

5 Encuesta Mundial de Valores, levantamiento 1990, www.worldvaluessurvey.org.

 

Información sobre los autores

Ulises Carrillo Cabrera es Licenciado en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), Maestro en Ciencia Política por la Universidad de Essex, Maestro en Política Social Comparada y Candidato a Doctor en Política Social por la Universidad de Oxford. Ha sido asesor del Consejo General del Instituto Federal Electoral (IFE) y Director General de Política y Planeación del gobierno federal. Actualmente es PRS en la Universidad de Oxford y asesor en política pública y social de diversos gobiernos estatales y locales en México y Europa.

Gabriela López Gómez es Maestra en Comunicación Política. Actualmente es profesora de la Escuela de Graduados en Administración y Política Pública (EGAP) del ITESM y directora de Local Consultores, empresa dedicada a la asesoría de Campañas Políticas y Gobiernos. En el 2007 fue estratega de la campaña ganadora de la actual Gobernadora del Estado de Yucatán, Ivonne Ortega Pacheco. Antes participó en numerosas contiendas municipales y estatales.

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