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CONfines de relaciones internacionales y ciencia política

versión impresa ISSN 1870-3569

CONfines relacion. internaci. ciencia política vol.1 no.1 Monterrey ene./jun. 2005

 

Ex libris

 

¿Quiénes somos?: la resurrección del nativismo estadounidense

 

Gabriela De la Paz*

 

Huntington, S. P. (2004). Who are We? The Challenges to America's National Identity. New York: Simon & Schuster.

 

*ITESM, Campus Monterrey.

 

Samuel Huntington escribe un nuevo libro, Who are we?, que va acorde con el neoconservadurismo que está en boga en Estados Unidos. A partir de un capítulo del controvertido "El choque de civilizaciones", el profesor de Harvard empezó a advertir, desde noviembre de 2000, sobre la amenaza que representan los inmigrantes mexicanos para el estilo de vida, los valores y las instituciones estadounidenses coincidiendo con el regreso inminente de ultraconservadores a la Casa Blanca. Who are we?, nos dice el autor, responde a una inquietud surgida en su salón de clases, misma que ya se había reflejado en otros artículos, como "La erosión del interés nacional" (1997), donde advertía acerca del riesgo de que los inmigrantes tuvieran una voz en la toma de decisiones sobre política exterior.

Este libro se divide en cuatro partes que, a través de doce capítulos, exploran la identidad americana, que es en sí, el tema a tratar. La primera explora la crisis de la identidad nacional y lo que significa ser "nacional" o de otra nacionalidad. La segunda analiza los componentes de la identidad americana: la cultura anglo-protestante, la religión y la cristiandad y su ciclo de vida. La tercera examina los retos que enfrenta la identidad americana. Esta es la parte más criticada, la que apareció en el artículo que Foreign Policy publicó en la edición de mayo-junio de este año. Del capítulo 7 al 9, Samuel Huntington examina el surgimiento de las identidades subnacionales y las asimilaciones forzadas y voluntarias a lo largo de la historia estadounidense, para rematar en lo que él considera el mayor reto: la inmigración mexicana y la hispanización de Estados Unidos. Finaliza con la cuestión de la identidad americana en el mundo de la posguerra fría y las repercusiones que han tenido para su país la recepción de estos nuevos inmigrantes y su vínculo con la política nacional.

La cuarta y última parte tiene que ver con la renovación de la identidad americana. Al igual que en Choque de civilizaciones, Huntington hace referencia a las fallas civilizacionales, es decir, las líneas donde dos o más civilizaciones se encuentran y las nuevas tendencias que generan. Así llega hasta el último capítulo en el que habla de los Estados Unidos del siglo XXI, su vulnerabilidad, la importancia creciente de la religión; el dilema de ser cosmopolitas (aceptar el multiculturalismo), o de ser imperialistas; o una forma de recuperar el nacionalismo.

Samuel Huntington resalta la forma en que la inmigración europea de los siglos XVII y XVIII configuró a Estados Unidos y cómo su identidad (y su fortaleza) radica en ser una nación fundada por colonos blancos, de nacionalidad británica y religión protestante. Sin embargo, pasa por alto que el primer cargamento de esclavos negros llegó al país en 1619, un año antes de que un grupo de peregrinos desembarcara en Norteamérica, llevando el Mayflower Compact bajo el brazo. De modo que ésta es una de las tantas "desviaciones históricas" que hay en sus páginas. Aún así, asegura que más que inmigrantes, los primeros llegados fueron colonos y con esta frase los lleva a un estatus superior que a los inmigrantes, pues les otorga el derecho de quedarse con las tierras descubiertas:

Además de las tribus indias, que podían ser asesinadas o empujadas al oeste, no había aquí ninguna sociedad y ellos [los colonos] vinieron con el fin de crear sociedades que encarnaran y reforzaran la cultura y los valores que trajeron consigo desde su país de origen1 (Huntington, 2004: 40).

En esta misma ola migratoria llegaron personas de otros países del norte de Europa y se asentaron al lado de los primeros inmigrantes, sin que eso implicara asimilarse al estilo de vida. Si bien es cierto que la característica en común fue su origen sajón y la variación en las sectas cristianas que llegaron2, las colonias eran tan independientes entre sí, que poco importaba que no compartieran la misma nacionalidad o religión, como ocurría en Maryland, Nueva York y Georgia, por ejemplo. Las colonias estaban en vísperas de desarrollar una cultura propia, algo que ocurriría mucho después de 1776, cuando los intereses comerciales y los principios políticos —no la religión, ni la raza— fueron la amalgama de la nueva nación.

De ahí, la siguiente gran ola de inmigrantes ocurrió a finales del siglo XIX, cuando ya puede hablarse de un nacionalismo americano, al que, por cierto, la mayoría de los historiadores estadounidenses ven como algo negativo, pues el nativismo atentaba violentamente contra los recién llegados. Sin embargo, a pesar de las cifras que inundan el libro, el autor pasa por alto que esta segunda ola migratoria estaba compuesta por gente de Europa del sur, principalmente, y que muchos de ellos eran judíos o católicos. Es decir, que siguiendo los mismos criterios que Samuel Huntington aplica a los mexicanos, la amenaza a los valores anglo-protestantes debería provenir desde esta época, pero Huntington la minimiza para resaltar la inmigración mexicana de hoy. No obstante, comete el error de "ignorar" que los barrios Little Italy (Nueva York) y Chinatown (San Francisco) surgen a partir de 1 880, creados tanto por la identificación racial y cultural como por el rechazo de los americanos a aceptar a quienes llegaban con idiomas, comidas, costumbres y religiones diferentes.

La reacción de los estadounidenses de esa época se dio en dos vertientes: una, negativa, encarnada en los movimientos nativistas que atacaban a los inmigrantes porque creían que les traían enfermedades, creaban inseguridad y les robaban los trabajos. Esto no es distinto de lo que Huntington dice en Who are We? sobre los mexicanos y que forma parte de la plataforma más radical de los republicanos. Otra, positiva, con el movimiento progresista, que pretendía corregir el impacto de la industrialización que atraía a estos inmigrantes y obligaba a buscar nuevos esquemas en la administración y la economía. La expansión de los negocios, como hoy, ocasionaba flujos migratorios masivos hacia los núcleos urbanos donde estaban las fábricas y los barrios de inmigrantes. Así surgió la idea, en el núcleo de las clases media y alta, de organizar a los nuevos e inculcarles sus valores victorianos, sin perder la identidad estadounidense que se estaba consolidando.

Por otra parte, cabe destacar que una grave omisión en el trabajo de Samuel Huntington es minimizar las repercusiones que tuvieron los diferentes orígenes de México y Estados Unidos. De hecho, ignora por completo que México fue colonizado por España y que, al igual que Estados Unidos, tiene un origen europeo. También pasa por alto la expansión americana a costa del norte de México, para explicar una posible causa de la inmigración mexicana. El afán es centrarse en lo que él llama "el reto hispano"3: una creciente inmigración ilegal de mexicanos que rechazan asimilarse, como si muchos antropólogos no hubieran dicho ya que en realidad las culturas (italiana, rusa, judía, polaca, coreana, etc.) no se fundieron en una sola, sino que han coexistido una al lado de la otra. Si hubiera esa integración entre los distintos grupos étnicos (a la que él se opone), nunca habrían existido leyes de segregación racial.

Samuel Huntington se centra en estas diferencias y en las cifras de lo que él considera una invasión o reconquista de espacios perdidos por parte de los mexicanos, de las cuales —por supuesto— no aporta pruebas. En su afán de desprestigiar a los mexicanos, el autor no menciona ni las aportaciones de los méxico-americanos (o el conjunto de los hispanos o latinos) a la cultura estadounidense; ni las razones por las cuales éstos se quedan a vivir allá; ni las políticas restrictivas que los confinan al estrato socioeconómico más bajo; o mucho menos, jamás entrevista o cita a fuentes hispanas, para corroborar ese supuesto rechazo a la asimilación.

Huntington hace suya la preocupación de los estadounidenses conservadores que ven nuevas caras que no conocen al cruzar por sus barrios. De pronto el español es una presencia constante, y las tasas de natalidad (ayudadas por la inmigración masiva) convierten a los mexicanos en algo que ya no se queda en la frontera con México o en los estados aledaños, sino que puede encontrárseles por todo el país. Así, Huntington se une a los conservadores que siempre están en guerra y a la espera de un enemigo (los rusos u Osama bin Laden) que les enseñe lo que son, ya que por ellos mismos no son capaces de saberlo.

Samuel Huntington podría haber hecho eco a la frase mítica —de "How the West was Won" acuñada por otro nativista— al escribir sobre cómo el Oeste se vuelve a "perder de nuevo". La alarma de Huntington proviene del futuro y de quienes, como él, están preocupados porque la tasa de reemplazo poblacional no vendrá por parte de bebés anglosajones, sino de toda una gama de niños afro-americanos, indo-americanos e hispano-americanos, por mencionar los tres más importantes, que podrían dar un giro distinto a la historia y la cultura de Estados Unidos.

Por ello el gran argumento es el rechazo al multiculturalismo, al que la misma frase E Pluribus Unum4 hace referencia. El autor desprecia los avances de la década de 1960 en la que se corrigieron los errores que dividían a la sociedad norteamericana en castas, colores y clases. Mientras la Suprema Corte de Justicia corrige los errores e intenta cumplir el mandato constitucional de igualdad de oportunidades, Samuel Huntington enseña la vieja cara del sur esclavista y fisiócrata con una variable catastrofista: "Si el multiculturalismo predomina y si el consenso en la democracia liberal se desintegra, los Estados Unidos pueden unirse a la Unión Soviética en el cúmulo de cenizas de la historia".5

El libro tiene una gran cantidad de tergiversaciones y contradicciones, empezando por el anglo-protestantismo como génesis de Estados Unidos y las incongruencias sobre cómo Huntington percibe al catolicismo. Si los mexicanos son peligrosos porque son católicos; después critica al catolicismo o se refiere a él como si no fuera una religión emanada del cristianismo (y a los judíos los trata como si fueran una secta cristiana). Pero en otras páginas afirma que "cuando importantes cantidades de inmigrantes católicos llegaron, eventualmente fue posible aceptar el catolicismo como una denominación dentro del amplio marco del Cristianismo" (2004: 85).

Huntington es incongruente porque no usa el mismo criterio con que juzga a los mexicanos para todos los grupos étnicos. Por ejemplo, los descendientes de los judíos que llegaron a Estados Unidos a principios de 1890 y que hablaban el yiddish, no son una amenaza a pesar de no ser cristianos y de mantenerse aparte de los otros grupos étnicos. Ni porque constantemente presionan al Congreso a aliarse con Israel pese al alto costo político y económico que esta alianza representa para Estados Unidos en Medio Oriente. Sin embargo, Huntington no cree que los judíos sean un peligro para la identidad americana, a pesar de que no son cristianos y de que están sobrerrepresentados en la política, como dejó ver en el artículo para Foreign Affairs de 1997. Todo porque siguen siendo un grupo pequeño (2004: 297-298).

Pero, ¿qué podemos esperar de alguien que fue rechazado dos veces por la Academia Nacional de Ciencias al ser calificado como "pseudo-científico"? Lo que sí podemos ver es que sus fuentes lo acercan fuertemente con "escritores y científicos sociales", como Josiah Strong (¡un fanático convertido en científico!), que Arthur Schessinger, Jr. identifica como el "teólogo de la expansión" del siglo XIX, el mismo que proporcionó las justificaciones para la guerra con México.

Los argumentos sobre la reconquista de los mexicanos son tan huecos que sólo podemos pensar que Samuel P. Huntington intenta alarmar, sin razón, para ganar el apoyo de la ultraderecha norteamericana en un tiempo donde la contienda electoral se define por guerras culturales y en el que Huntington quiere iniciar una nueva o lanzar una doctrina que lleve su nombre. Este libro es una apología anacrónica del nativismo, con la desventaja que muchos de los méxico-americanos a los que ataca, sí votan y pueden convertirse para él en una pesadilla peor que la que previó en 1997, porque no apoyarían a la derecha ultraconservadora, sino a los liberales demócratas que favorecen el multiculturalismo que tanto desprecia.

 

Notas

1 La traducción corresponde a la autora.

2 De hecho, Alan Wolfe, en "Native Son" (2004, mayo/junio. Foreign Affairs, 83 (3), 1 22) hace un breve recuento de las diferencias entre las iglesias de origen calvinista en Estados Unidos.

3 Aquí hay que resaltar que el ensayo "The Hispanic Challenge", publicado en la edición mayo/junio 2004 de la revista Foreign Policy no es una síntesis de todo el libro, sino del capítulo 9: "Mexican Immigration and Hispanization".

4 De muchos, uno -en latín.

5 Huntington, S. (1997, septiembre/octubre). The Erosion of the National Interest. Foreign Affairs, 76 (5), 35.         [ Links ]

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