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CONfines de relaciones internacionales y ciencia política

versión impresa ISSN 1870-3569

CONfines relacion. internaci. ciencia política vol.1 no.1 Monterrey ene./jun. 2005

 

Artículos

 

Ética para un solo mundo*

 

Peter Singer**

 

** Centro de Valores Humanos de la Universidad de Princeton. Correo: psinger@princeton.edu

 

Resumen

El avance de la tecnología ha hecho que el acercamiento entre las distintas regiones del mundo sea inevitable. El autor se enfoca en las implicaciones éticas que esta cercanía supone. Analiza cómo el calentamiento global, el comercio y la ley internacional son cuestiones que deben interesar e involucrar a todas las naciones, debido a que las decisiones que se toman al respecto de estos temas tienen consecuencias globales. Su idea se centra en la necesidad de aplicar una ética que sea global y que vaya más allá de la especie humana.

 

I

Muchas gracias por la cálida bienvenida. Es mi primera visita a Monterrey y al Tecnológico. Me da mucho gusto saber que tienen gran interés por los aspectos éticos. Estoy muy impresionado por la tecnología de punta que hay en el instituto y por el uso que le han dado para incrementar la experiencia académica.

Esto me lleva al tema que quiero abordar, es decir, la idea de la ética para un solo mundo. Por supuesto, los diferentes tipos de tecnología han jugado un papel importante para hacer realidad que hoy estemos en un solo mundo, en comparación con lo que éramos hace cien años, por ejemplo.

A través de la tecnología podemos saber casi al instante lo que pasa en otros países y responder casi de inmediato. Contamos con la comunicación y el transporte para reaccionar a lo que suceda en el mundo. Si vemos un desastre que azota a la humanidad, una inundación, un ciclón o algo similar, podemos proporcionar ayuda en un día o dos.

Si retrocediéramos un siglo, eso no hubiera sido posible. Nos hubiera llevado mucho más tiempo, por lo que las oportunidades de ayudar a los demás habrían sido muy diferentes. Por lo tanto, desarrollamos una ética que estaba limitada a nuestro entorno inmediato.

Si regresamos algunos cientos de años, nos damos cuenta que teníamos una ética esencialmente local, limitada a nuestra villa o nuestro condado o quizá, hasta cierto punto, a una nación; pero, sin duda, no más allá.

Con el tiempo, desarrollamos la ética a nivel nacional y durante el siglo pasado hablamos de ideas tales como los derechos humanos universales; aunque la verdad no hemos tenido la capacidad de hacerlo realidad sino hasta hace muy poco tiempo.

La tecnología también ha propiciado que el mundo tenga un crecimiento económico más uniforme. Las oportunidades de comercio son mucho mayores y se cuenta con mejor transporte. Además, no sólo podemos exportar bienes sino también servicios; por ejemplo, cuando levanto el teléfono y pido ayuda a la operadora en los Estados Unidos, puedo estar hablando con alguien en la India, quien a final de cuentas brinda la información porque es una forma más barata de hacerlo y esta situación, obviamente, proporciona empleo a las personas de la India y hace que las redes se estrechen.

Por último, quiero mencionar otro importante desarrollo en nuestra tecnología, o más claramente en nuestra ciencia, que es otra forma de unir aún más al mundo. Hace cien años, hubo sólo uno o dos científicos visionarios que vagamente especularon acerca de que el posible incremento en la industria durante el siglo XIX podría cambiar el clima en el mundo a través de la emisión de dióxido de carbono. La mayoría de la gente pensó que esa especulación era completamente infundada y no la tomó con seriedad; sin embargo, durante los últimos veinte años esa predicción adquirió un alto grado de probabilidad, si no es que de absoluta certeza.

El crecimiento de la industria y, en particular, el consumo de combustibles fósiles, la emisión de dióxido de carbono y otros gases "invernadero" provocan un efecto en el clima, crean calentamiento global e impredecibles patrones climáticos en todo el mundo.

Ese descubrimiento también es un factor que nos une más. Significa que las decisiones que se toman en Nueva York sobre el tipo de industria que se debe desarrollar o incluso decisiones individuales sobre el tipo de auto que debe conducir la gente y cuánto tiempo debería usarlo, pueden tener un efecto en quienes viven en el remoto Bangladesh.

Y puesto que hay por lo menos 20 millones de personas que tienen tierras de cultivo un metro por encima del nivel de aguas altas en Bangladesh, un pequeño incremento en el nivel del mar, combinado con tormentas locales y condiciones climáticas particulares, pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte para millones de seres humanos.

De esta forma, podemos decir que el mundo se ha vuelto más pequeño y ahora nos damos cuenta que lo que podríamos considerar decisiones netamente personales —"qué tipo de auto compro", "cuánto tiempo lo uso"—, pueden tener un efecto en la gente de todas partes del mundo.

Cuando hablo de la ética para un solo mundo, tengo la idea de desarrollar una ética que vaya más allá de los límites nacionales y vea al mundo como un todo. Hay aspectos diferentes que se pueden formular a partir de este tema. Uno de ellos, que ya mencioné y al que regresaré en un momento, es el cambio de clima. ¿Es éste una cuestión ética?, y si es así, ¿qué tipo de ética debemos desarrollar?

Ya he mencionado las cuestiones de comercio. Por supuesto, han aparecido mucho en los noticiarios durante los últimos tres o cuatro años, creo que a partir de la reunión de la Organización Mundial de Comercio, o tal vez debo decir el intento de reunión en Seattle en 1999 cuando las manifestaciones interrumpieron la junta. Además, creo que por primera vez se impulsaron cuestiones éticas sobre relaciones de comercio en la agenda internacional. Antes de eso, la gente no le dedicaba mucha atención. Todos asumían que el libre comercio a nivel mundial era un objetivo deseable. Estas primeras y las subsecuentes manifestaciones generaron cuestionamientos al respecto.

Además quiero hablar un poco respecto a la ley internacional y su papel en el desarrollo de la ética para un solo mundo, acerca de la ley internacional en relación con la resolución de disputas entre naciones y a nivel individual sobre la protección a los derechos humanos.

Otro punto que deseo abordar es la obligación que tienen las naciones ricas de hacer algo para ayudar a los países más pobres del mundo, es decir, esa capacidad que no teníamos hace alrededor de un siglo.

Por último, tengo gran interés en hacer que la ética vaya más allá de las especies humanas y llegue a los seres no-humanos. Voy a hablar sólo un poco sobre estos temas que considero de índole global y local.

Son muchas las cosas que hay que abordar en tan poco tiempo, pero déjenme ver qué puedo hacer para al menos estimular su interés y hacer que esas cuestiones tengan un poco más de eco.

 

II

Hablemos primero sobre la cuestión del cambio climático. Como mencioné, ahora sabemos que las decisiones que tomamos en cualquier país del mundo afectan de forma impredecible a gente de todas partes del planeta. También podemos observar que algunas personas estarán en una situación significativamente peor si continúa este proceso.

Además de la gente que vive cerca del nivel del mar en Bangladesh, hay personas en las granjas del Sub Sahara africano que reciben lluvias marginales. A partir de algunos modelos de cambio climático en el mundo, estas lluvias podrían ser menos confiables. Regiones que ahora son aptas para la agricultura, se podrían convertir en simple desierto. Y son estas personas, que están entre la gente más pobre del mundo, quienes tienen la menor capacidad de adaptación al cambio.

Por supuesto, existen algunas partes de los Estados Unidos que están ubicadas muy cerca del mar, el estado de Florida por ejemplo, y sin duda habrá daños ecológicos en áreas como Everglades a partir del incremento en los niveles del mar; aunque la gente en una nación desarrollada con frecuencia tendrá la capacidad de construir paredes en el mar para que las aguas del océano no les afecten y usar la irrigación cuando escaseen las lluvias. En el peor de los casos, se trasladarán a otro lugar que les permita vivir; por lo tanto, se verán menos afectados. Es la gente más pobre del mundo quien se verá más afectada.

Al principio podría ser un poco difícil pensar en lo anterior en términos éticos y el tipo de modelo que debemos usar. Por lo tanto, quiero sugerir el modelo de dividir un recurso escaso. Tenemos algo que mucha gente quiere, pero no hay suficiente para todos. Por consiguiente, necesitamos algunos principios para decidir lo que es una división justa o adecuada del recurso. Todos conocen este problema. El ejemplo clásico es cómo se divide el pastel cuando hay mucha gente que quiere una rebanada, y no hay suficiente para todos.

En este ejemplo, la atmósfera es el pastel. O para ser más específicos, es la capacidad de la atmósfera para absorber gases residuales sin causar consecuencias adversas. Esta capacidad es limitada. No todos podemos tener cuanto queramos porque si vemos la situación actual del mundo, muchos expertos están de acuerdo en que ya estamos produciendo demasiados gases "invernadero" para mantener el clima del mundo como está. En pocas palabras, tenemos que disminuir los niveles.

El acuerdo que se logró en Kyoto reduciría las emisiones de los países desarrollados alrededor del cinco por ciento por debajo de los niveles de 1990, lo que significa considerablemente más del cinco por ciento por debajo de los niveles actuales.

Si asumimos que el protocolo de Kyoto incluye omisiones razonables (algunas personas piensan que el índice todavía es muy alto), podemos preguntar cómo se debe dividir entre la gente del mundo, y si algunos países están usando más de lo que les corresponde. Cuando digo más de lo que les corresponde, hablo de la proporción con la población. Según el acuerdo de Kyoto, si se divide la cantidad de gases invernadero que puede soportar el mundo entre la población del planeta, se obtendría un margen per cápita igual o equitativo de la atmósfera. Se puede hacer ese cálculo y después compararlo con las naciones del mundo al multiplicar el margen per cápita por la población de cada país. De esta manera, encontramos que Estados Unidos usa alrededor de cinco veces su margen per cápita.

Los países subdesarrollados, por lo general, usan menos de lo que les corresponde. Según la mayoría de las estimaciones, la nación en desarrollo más grande del mundo, China, está muy cerca de llegar a su margen per cápita. No obstante, va en rápido crecimiento porque la economía china va en ascenso y ha consumido mucho más carbón mineral para proporcionar más energía. Las emisiones de gases fósiles han aumentado, al igual que la cantidad de propietarios de autos, aunque el índice todavía es muy bajo.

La India sólo usa una tercera parte de su margen per cápita de la atmósfera, pero también cuenta con una economía en rápido crecimiento y es un país con una alta tasa de población.

Ahora bien, si China y la India produjeran una emisión de gases invernadero per cápita comparable a lo que produce actualmente Estados Unidos, nos encaminaríamos a un desastre mundial.

¿Hay alguna razón para que China y la India deban abstenerse de hacerlo, mientras países como Estados Unidos, Australia —mi país de origen—, Canadá y otros países europeos emiten juntos entre dos y tres veces su margen per cápita?

En mi libro One World he abordado una serie de posibles principios que podrían justificar que las naciones desarrolladas utilicen mucho más de la capacidad de la atmósfera para absorber sus gases residuales, en comparación con otras naciones como China y la India. No obstante, no pude encontrar ningún buen argumento que justifique la asimétrica distribución que favorece en gran medida a los países desarrollados.

Si pusiéramos en marcha el protocolo de Kyoto e incluso si —algo que no parece probable bajo la presente administración—, los Estados Unidos cambiaran de opinión y lo firmaran, tendríamos una distribución muy favorable para las naciones desarrolladas y limitaría a las naciones en desarrollo si se mantuvieran en el nivel actual.

Por supuesto, el protocolo de Kyoto, como está formulado actualmente, no orilla a los países en vías de desarrollo a seguir sus reglamentos; pero con el tiempo, sin duda que necesitaremos tener un control global, lo que incluye a China y la India, y de hecho a todos los países en desarrollo, así como los desarrollados. Esa es la única repartición justa.

Sin embargo, considero urgente que los países desarrollados den el primer paso, porque son ellos los que usan en exceso lo que sería un margen nacional justo, es decir, un margen equitativo para todo habitante del planeta.

Al observar lo anterior como un problema ético, tenemos que admitir las necesidades de combustible fósil, y en consecuencia, reconocer las obligaciones que tienen las naciones desarrolladas de recortar sus índices de consumo.

 

III

Si analizamos el tema del comercio global, que también aparece mucho en los medios de comunicación, encontramos que existen perspectivas bastante polarizadas sobre el comercio mundial y, en particular, sobre la Organización Mundial de Comercio y su papel en sí.

Algunas personas señalan que el libre comercio a nivel mundial es la vía para que las naciones más pobres alcancen a los otros países, participen en la economía mundial, prosperen y beneficien a sus habitantes.

Otras, sin embargo, dicen: "No, un régimen de libre comercio es la forma para que las naciones más ricas y las corporaciones multinacionales impongan su voluntad sobre los países más pobres, y en lugar de ayudarlos, la verdad es que hacen más grande la brecha entre los más ricos y los más pobres".

Hace muy poco vimos una crisis durante la reunión en México, en Cancún para ser más precisos, porque por primera vez un grupo de países en desarrollo voltearon hacia las naciones desarrolladas y dijeron: "Ustedes hablan mucho sobre el libre comercio y el comercio justo, pero, ¿qué pasa con sus prácticas restrictivas de comercio? ¿Qué pasa con sus barreras a sus exportaciones de productos agrícolas, y qué pasa con los enormes subsidios que otorgan a sus agricultores para que compitan injustamente con los agricultores de los países en desarrollo?".

Ese comentario fue un importante paso que empezó en Seattle, Washington; sin embargo, no ha resuelto nada todavía, no ha cambiado las prácticas del mundo desarrollado y tampoco ha ayudado a los países en desarrollo. Todavía no hay compromisos, no hay resultados, todo está estancado.

Cuando intentamos analizar este tema desde una perspectiva imparcial, vemos que la verdad radica en algún lugar entre estos extremos. ¿El libre comercio es algo positivo? A menudo la gente dice que el libre comercio ha ampliado la distancia entre el rico y el pobre, que el rico se ha vuelto más rico, y el pobre más pobre.

Yo creo que la brecha sí se ha ampliado, que el rico se ha vuelto más rico; aunque es menos claro si el pobre se ha empobrecido más. De hecho, hasta donde puedo decir, aun cuando los datos no son muy confiables, la respuesta a esa pregunta depende de lo que signifique "pobre".

Por ejemplo, ¿nos referimos con pobres a la mitad del mundo? ¿Podemos atribuir al libre comercio el hecho de que se hayan vuelto más pobres en los últimos 20 ó 30 años? Creo que la respuesta es no.

La parte más pobre del mundo, los tres mil millones de personas más pobres en el mundo, en promedio han mostrado alguna mejoría. Al mismo tiempo, podemos hablar de la tercera parte más pobre del mundo, y creo que incluso ahí, de acuerdo con las cifras, la tercera parte más pobre del mundo, en promedio también ha mejorado.

¿Qué tal si hablamos de la quinta parte más pobre del mundo? Los 1.2 mil millones de habitantes más pobres ganan a diario el equivalente a un dólar estadounidense para cubrir sus necesidades de compra, cifra que a menudo se escucha cuando se habla de pobreza absoluta. No se puede decir que hayan mejorado en los últimos 20 ó 30 años. A lo sumo, han permanecido con dificultad en el mismo escalafón.

Ahora bien, si observamos un grupo aun más pequeño, el peor diez por ciento, hay buenas razones para pensar que este grupo ha empeorado en los últimos 10 ó 20 años.

Entonces, cuando alguien se pregunta si los más pobres se han vuelto más pobres, la respuesta depende de la referencia. Una persona podría ver el progreso de la mitad o de la tercera parte de los más pobres del mundo y decir, "Qué bien, hay mil millones de personas o más que estaban en la pobreza y han salido de ella gracias al desarrollo y el comercio".

O bien, podríamos ver a los 600 millones de pobres y decir, "¡Es terrible! Ya eran extremadamente pobres y ahora están hundidos en la peor de las pobrezas". No hay respuesta sencilla; pero lo cierto es que debemos prestar especial atención a la situación de los más afectados tanto en términos de comercio como de ayuda extranjera, como lo mencionaré más adelante.

El fracaso para llevarlo a cabo es el defecto más grave del régimen de comercio; no obstante, no es el único defecto. El hecho de que el régimen de libre comercio brinde una ventaja competitiva a los países con las regulaciones ambientales más débiles también es un serio problema. Puesto que las reglas de comercio de la OMC no permiten a las naciones importadoras tomar en cuenta el proceso de producción, no pueden discriminar los productos porque recurrieron a métodos que provocan contaminación.

Por lo tanto, estas reglas proporcionan un incentivo económico para los países que tienen bajos estándares y eso significa atraer industria, aun cuando pueda ser dañino para el país y quizá para el mundo en general. Y, por supuesto, también puede ser dañino para las especies en peligro porque las industrias representan una amenaza para ellas.

De esta manera, creo que necesitamos un enfoque ético más global para esta cuestión del comercio que debe ser justo y libre para que ayude a los países pobres y proteja el medio ambiente y los derechos de los trabajadores.

 

IV

Ahora voy a hablar sobre el tema de la ley internacional. Durante las últimas décadas, hemos tratado de trabajar en el marco de un sistema de ley internacional que proteja los derechos humanos, en particular en cuanto a castigar a quienes cometan crímenes en contra de la humanidad o crímenes como el genocidio.

Hace veinte años el único ejemplo claro que teníamos era el juicio contra los criminales de guerra nazis; ahora contamos con varios tribunales que los enjuician, por ejemplo, en la antigua Yugoslavia y otros tantos en Ruanda.

En fechas recientes, sin embargo, nos hemos encaminado hacia la aceptación de una Corte Internacional contra el Crimen. En el último conteo, alrededor de 90 naciones habían firmado el tratado para poner en marcha la corte. Estas naciones aceptan la jurisdicción de una ley internacional y de una corte internacional que enjuicia a los culpables de crímenes contra la humanidad y crímenes como el genocidio.

Este es un paso importante para proteger los derechos humanos y asegurar que quien los viole en forma flagrante, enfrentará la justicia y no podrá esconderse.

En este sentido, al igual que con el protocolo de Kyoto, los Estados Unidos no han actuado como un buen ciudadano del mundo. Se han negado a firmar el estatuto de la Corte Internacional contra el Crimen, y han tratado afanosamente de debilitarla al negociar tratados bilaterales con naciones donde tienen tropas estacionadas. Estados Unidos ha presionado a estos países para que digan que no aplicarán la jurisdicción de la Corte Internacional a los estadounidenses que brindan servicio militar en dichos lugares.

Creo que es una actitud particularmente hipócrita cuando este país reclama el derecho de tomar prisioneros de guerra de cualquier parte del mundo y enviarlos a Cuba, retenerlos, no enjuiciarlos y no imputarles ningún crimen. Señala que "nosotros no vamos a permitir que nuestros ciudadanos sean sujetos de la ley de un tribunal internacional que tiene mejores garantías para un proceso legal y un procedimiento inicial imparcial, de lo que les permitimos a los detenidos en la bahía de Guantánamo".

Pero en general, creo que ha habido progreso. El problema más difícil, por supuesto, es el respeto a la aplicación de la ley internacional cuando se trata de disputas entre naciones. Los eventos del otoño de 2002 y la primavera de 2003 fueron testigos de un retraso al respecto porque a pesar de todas sus fallas —y la verdad sí tiene fallas—, la Organización de las Naciones Unidas es el único órgano que podría resolver disputas internacionales.

El hecho de que la administración estadounidense planteara sus preocupaciones sobre armas de destrucción masiva en Irak ante el Consejo de Seguridad fue un paso positivo, o al menos parecía cuando reconoció el papel del Consejo en la resolución de dichos problemas. Sin embargo, cuando en marzo de 2003 los Estados Unidos se impacientaron con los procedimientos de inspección, bajo el argumento de que parecían ser engañosas maniobras de inteligencia y decidieron tomar el asunto en sus manos, independientemente de la falta de apoyo de la ONU, ese fue un revés para la intención de contar con un órgano mundial que puede resolver disputas.

No digo que nunca vaya a ser necesario el uso de la fuerza para solucionar enfrentamientos internacionales, pero si vamos a usar fuerza letal en contra de las naciones, deberíamos trabajar para crear una situación donde tengamos una autoridad aceptada en todo el orbe que decida cuándo se justifica el uso de la fuerza.

El derrocamiento de tiranos que asesinan y torturan a su gente puede ser algo deseable bajo ciertas circunstancias; pero no debemos permitir que una sola nación decida si un tirano debe ser derrocado. Necesitamos procedimientos más imparciales y más establecidos para tomar ese tipo de decisiones. En este sentido, también necesitamos una ética diferente.

 

V

Antes dije que hablaría un poco sobre las obligaciones de las naciones desarrolladas de apoyar a los países más pobres del mundo. Este es un tema que podríamos abordar con mayor profundidad. No sólo se debe considerar como una cuestión a nivel de naciones, sino como una situación que atañe a los gobiernos.

Hace muchos, muchos años, la Organización de las Naciones Unidas estableció un objetivo de 0.7 por ciento del producto interno bruto como ayuda al extranjero. Es decir, 70 centavos de dólar por cada 100 dólares; una cantidad muy pequeña. Son muy pocas las naciones que proporcionan esa pequeña cantidad: Dinamarca, Suecia, Noruega y los Países Bajos, nadie más.

Algunos de los países europeos pueden aportar cerca de 0.5 por ciento o tres décimas porcentuales. Los Estados Unidos, sin embargo, actualmente sólo dan alrededor de una décima porcentual: sólo 13 centavos de cada 100 dólares del PIB, el nivel más bajo de todos los países desarrollados.

Muchos de mis estudiantes en Princeton —a los que cualquiera podría considerar estadounidenses con un alto grado de conocimientos—, no saben del raquítico porcentaje que proporcionan los Estados Unidos.

Hay un mito que circula en este país con relación a que es una nación generosa en términos de apoyo al extranjero. Y aunque el presidente George W. Bush ha dicho, y es una de las cosas por las que le doy crédito, que la ayuda al extranjero por parte de Estados Unidos pasará de los actuales 10 mil millones de dólares anuales a 15 mil millones, hasta ahora realmente se ha aportado muy poco de ese dinero.

Este es un asunto en el que muchas naciones tendrán que trabajar más. Pero, como dije, no es algo sólo entre naciones ricas (desarrolladas) y países pobres (en desarrollo), sino que en estos últimos coexisten grandes índices de riqueza y pobreza. Por ejemplo, en una nación pobre como India, la clase media es más grande que su contraparte en Francia.

Lo mismo sucede en gran parte de América Latina. Hay países con grandes índices de pobreza, pero con clases alta o media muy ricas. Si nuestros gobiernos no hacen lo suficiente, depende de cada uno de nosotros preguntarnos si estamos haciendo lo suficiente. Si creemos que nuestro gobierno debe aportar más, por ejemplo, uno por ciento, o quizá cinco por ciento, o incluso 10 por ciento, entonces, ¿por qué al menos no intentamos dar un primer paso y contribuimos con algo de nuestro ingreso excedente?

Cuando digo excedente me refiero a la cantidad que gastamos en lujos: al viajar durante los días festivos, al comprar ropa nueva porque nos gusta lo que está de moda, o al ir al cine o los conciertos de rock. Todos esos son lujos en los que nunca podrían pensar más de mil millones de personas en todo el mundo.

Además, hay agencias de voluntarios en todo el planeta que ayudan a la gente más necesitada, y aunque nuestra propia contribución no resolverá el problema, podemos ayudar a determinadas personas, podemos marcar la diferencia. Nuestras contribuciones a través de estas agencias pueden ayudar a ciertas familias o comunidades, y creo que eso es lo que deberíamos hacer.

 

VI

Por último, permítanme decir algo que va más allá de la especie humana, porque todo lo que he dicho hasta ahora tiene relación con hacer del mundo un mejor lugar para nuestros congéneres. Desde luego, los humanos no son los únicos que sufren, también los seres no-humanos en todo el mundo.

Gran parte del sufrimiento que padecen, lo reciben de nosotros, los humanos; por ejemplo, aquellos que cazan animales o destruyen su hábitat, desbrozan la selva o hacen que mueran por la falta de espacio.

Todos estamos conscientes de los riesgos de extinción que corren muchos seres no-humanos; pero no sólo debemos pensar en las especies en peligro de extinción, sino en todos los animales. Tal es el caso de las granjas de alta tecnología donde encerramos y mantenemos en pequeñas jaulas a 10 mil gallinas en un solo cobertizo para que produzcan huevos a un costo menor, o el hecho de colocar cerdos en casillas en las que permanecen en una sola posición durante toda su vida.

Estas medidas tal vez son económicamente eficientes, aunque provocan mucha contaminación ambiental y son dañinas en términos ecológicos porque hay que incrementar las cosechas para alimentar a estos animales y, de esta manera, se desperdicia gran cantidad de alimento. Este es un método de producción agrícola que cada vez más se exporta de las naciones desarrolladas a los países en desarrollo. Eso es dar un paso hacia atrás.

También debemos pensar en los intereses de los seres no-humanos y en adquirir una dieta ambientalmente más sostenible que contenga menos productos animales o, incluso, una dieta vegetariana. Creo que en un futuro adoptaremos una ética que no sólo incluya los intereses de nuestros congéneres, sino también los de otras especies.

 

Notas

* Este artículo constituye una versión corregida por el autor de la conferencia que, organizada por el Centro de Estudios de Norteamérica, fue impartida por Peter Singer el 24 de octubre de 2003 en el Campus Monterrey del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey.

 

Información sobre el autor

Peter Singer es Profesor Ira W. DeCamp de Bioética en University Center for Human Values, de la Universidad de Princeton. Impartió clases en la Universidad de Oxford, la Universidad de Nueva York, la Universidad de Colorado, la Universidad de California, y la Universidad La Trobe. Fue el padre fundador de la Internacional Association of Bioethics y Co-editor de la revista Bioethics. Autor de varios libros, entre ellos: Animal Liberation, Practical Ethics, One World. The Ethics of Globalisation; The President of Good and Evil. the Ethics of George W. Bush; y Rethinking Life and Death, que obtuvo en 1995 el National Book Council's Banjo Award.

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