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Norteamérica

versión On-line ISSN 2448-7228versión impresa ISSN 1870-3550

Norteamérica vol.17 no.2 Ciudad de México jul./dic. 2022  Epub 28-Abr-2023

https://doi.org/10.22201/cisan.24487228e.2022.2.525 

Ensayos

El estudio de las caravanas migrantes en México

The Study of the Migrant Caravans in Mexico

Eduardo Torre Cantalapiedra* 

* Estudios de Población, El Colegio de la Frontera Norte (El Colef), México. Correo electrónico: etorre@colef.mx.


Resumen

El objetivo de este trabajo es analizar algunas aportaciones de mayor relevancia en el campo de estudio de las caravanas de migrantes. Para el logro de este objetivo, se realiza un repaso histórico de las diferentes caravanas de migrantes y se analizan cuatro discusiones clave para entender este fenómeno: 1) las caravanas como forma de movilidad, 2) como movimiento social, 3) la politización de estas marchas por parte de actores gubernamentales y 4) la visibilidad mediática de las caravanas y su presencia en redes sociales. Asimismo, se destaca cómo estos ejes se robustecen con el estudio de las nuevas caravanas de migrantes y el análisis comparativo de las marchas.

Palabras clave: migraciones internacionales; movimientos sociales; mediatización; racismo en redes sociales; políticas migratorias

Abstract

The aim of this work is to analyze some of the most important contributions to the study of migrant caravans. The author does a historic review of the different migrant caravans and analyzes four key discussions: 1) the caravans as a form of mobility; 2) as a social movement; 3) government actors’ politization of these marches; and 4) the caravans’ visibility in the media and on social media. He also underlines how these four issues can be strengthened by the study of new migrant caravans and a comparative analysis.

Key words: international migrations; social movements; media visibility; racism on social media; migratory policies

Introducción

A finales de 2018, las caravanas de migrantes que salieron de Honduras y El Salvador, y que transitaron por México para llegar a Estados Unidos, llamaron la atención de las y los investigadores, por el hecho de que los migrantes rompieran con la dinámica tradicional de viajar solos o en grupos más reducidos.

Pronto hubo un amplio consenso de que nos encontrábamos ante una nueva modalidad de tránsito de fronteras y territorios integrada mayormente por migrantes de bajos recursos que huían de la pobreza y la violencia, así como pretendían por medio de estas marchas protegerse de los riesgos que sufren durante sus travesías, especialmente por el territorio mexicano (El Colef, 2018; Morales, 2019). Dado que la gran mayoría de los migrantes en estas caravanas están privados de obtener documentados y se ven orillados al tránsito irregular, la confrontación con las autoridades era inevitable. Consecuentemente, estas marchas han supuesto una forma de lucha y protesta frente al régimen de fronteras vigente en la región, por lo que no resulta extraño que varias investigadoras las hayan considerado una forma de lucha migrante o movimiento social de los migrantes (Varela y McLean, 2019; París y Varela, 2021; Rizzo, 2021).

Las caravanas de finales de 2018 no fueron las últimas; año con año hemos sido testigos de sucesivas caravanas integradas por varios miles de migrantes y que han sido heterogéneas en cuanto al tamaño, al punto de partida y destino, la trayectoria seguida, la manera de transitar, las circunstancias que afrontaron, los perfiles de los migrantes que las integraron, al repertorio de acciones políticas que realizaron, a las organizaciones de la sociedad civil (OSC) que las acompañaron y asistieron, así como a las repuestas que les dieron los gobiernos de México y Estados Unidos. Hasta la fecha, la mayor parte de los estudios han abordado las primeras caravanas -las que llegaron a finales de 2018 y a principios de 2019- (Verza, 2019; Contreras et al., coords., 2021). No obstante, la fuerza que este fenómeno ha cobrado con las caravanas de finales de 2021 invita a fortalecer el estudio de estas marchas, tomando en consideración los hallazgos de investigaciones previas.

El objetivo de este trabajo es analizar algunas de las aportaciones de mayor relevancia en el campo de estudio de las caravanas de migrantes. Los estudios pioneros han abierto líneas de investigación que no sólo son relevantes para el entendimiento de dicho fenómeno, sino que permiten tener una nueva perspectiva de los flujos migratorios “tradicionales” y de otros aspectos del fenómeno migratorio. En este sentido, si el análisis de la migración funge como una lente de aumento de determinados procesos sociales, las caravanas permiten una mayor magnificación de éstos. No sorprende que investigadores de múltiples disciplinas de las ciencias sociales (sociólogos, antropólogos, politólogos, internacionalistas, comunicólogos, estudiosos del discurso, entre otros) se hayan interesado por las caravanas de migrantes.

Para el logro del objetivo propuesto se siguen dos pasos: primero, a modo de contextualización, se hace un repaso histórico a las diversas caravanas de migrantes ―al menos de las que fueron recuperadas por los medios de comunicación―, para dar cuenta de la heterogeneidad tanto de sus características como de las respuestas que recibieron por parte del gobierno mexicano. Segundo, se analizan cuatro discusiones clave: 1) las caravanas como forma de movilidad, 2) como movimiento social, 3) la politización de estas marchas por parte de actores gubernamentales y 4) la visibilidad mediática de las caravanas y su presencia en redes sociales. Asimismo, destaca cómo estos ejes se robustecen con el estudio de las nuevas caravanas de migrantes y con el análisis comparativo de las marchas.

Las caravanas en tránsito por México

El 13 de octubre de 2018, partió de San Pedro Sula, Honduras, un grupo de migrantes que tenían como propósito llegar al territorio estadounidense cruzando juntos el territorio centroamericano y mexicano (Pradilla, 2019; Verza, 2019). A este grupo se le denominó rápidamente como caravana de migrantes. Según avanzaba al norte esta caravana, fue creciendo en tamaño, incorporando sobre todo a migrantes hondureños; en menor medida a salvadoreños y guatemaltecos. Algunas fuentes locales señalaron que, al salir de Tapachula, esta caravana habría contado con más de siete mil personas (Martínez, 2018). En todo su tránsito por el territorio mexicano y hasta que el grueso de sus participantes llegó a Tijuana, el riesgo de que esta caravana fuera detenida por las autoridades migratorias estuvo latente, dado que la mayoría estaban en México en situación irregular. Asimismo, cabe destacar que estas caravanas gozaron de un gran apoyo, solidaridad y acompañamiento por parte de las OSC y la ciudadanía. Varias caravanas siguieron la ruta marcada por la primera; así una segunda marcha procedente de Honduras alcanzaría una cifra de unas dos mil personas y una tercera partió de San Salvador (El Salvador), reuniendo un estimado de más de mil quinientas personas (Rauda, 2018; COMDHSM, 2019).

La caravana que partió en enero de 2019 de San Pedro Sula es, hasta la fecha, la que mejor recibimiento tuvo por parte de las autoridades mexicanas. Cuando entró a México, a sus integrantes les fueron entregadas Tarjetas de Visitante por Razones Humanitarias (TVRH); documentos que autorizan a residir y trabajar en territorio mexicano durante un año, permiten el libre tránsito por el país durante ese periodo y son renovables bajo ciertas circunstancias (UPMRIP, 2019; Torre, 2021c). Esta marcha contó con mucho menos apoyo de las OSC y ciudadanía que las de finales de 2018, y estuvo estrechamente controlada por las autoridades mexicanas, al llegar a Querétaro se dividió en dos partes, el grueso de sus integrantes fue hacia Piedras Negras (Coahuila) (París y Montes, 2019; Sánchez et al., 2021).

Tras la permisividad de las autoridades al tránsito de las caravanas de finales de 2018 y el apoyo a la caravana de migrantes de enero de 2019, se abrió un periodo de más de dos años de férreo control y bloqueo de los flujos migratorios, que comenzó incluso antes de las amenazas arancelarias de mayo de 2019; cuando el presidente Donald Trump exigió al gobierno mexicano que detuviese los flujos migratorios que transitaran por el territorio mexicano, so pena de imponer aranceles a los productos mexicanos (Calva y Torre, 2020; Espín, 2021). En abril de 2019, una caravana compuesta por casi tres mil migrantes fue detenida por agentes del Institutno Nacional de Migración (INM) (Animal Político, 2019). A diferencia de las marchas anteriores que se originaron en Centroamérica, esta caravana se vio impulsada por las diversas situaciones que los migrantes de diferentes países de procedencia ―cubanos, congoleños, angoleños, haitianos y centroamericanos― vivieron en Tapachula al no poder obtener documentos que les permitiesen el libre tránsito a Estados Unidos, llegándose a considerar la frontera sur mexicana como una “olla a presión” (AFP, 2019a; Reina, 2019). En octubre de 2019, una caravana de aproximadamente dos mil migrantes centroamericanos, caribeños y africanos comenzó a avanzar desde Tapachula (Chiapas) rumbo a la Ciudad de México, donde pretendían reclamar el apoyo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador para que remediase su situación de inmovilidad en México ―habían pasado semanas en Tapachula sin vivienda ni trabajo y sin que les fueran entregados documentos para regularizar su estancia―, finalmente, esta caravana fue desmantelada por las autoridades (AFP, 2019b).

La forma en que México recibió a la caravana que partió de San Pedro Sula el 15 de enero de 2020 fue muy distinta a la ofrecida un año antes. Con la finalidad de persuadir a los participantes de la marcha, las autoridades advirtieron que habría operativos especiales para detenerla; en cuanto dicha caravana se internó en México fue frenada por las autoridades migratorias, no hubo ningún tipo de permisividad en esta ocasión con sus más de tres mil integrantes, quienes cruzaban por el río Suchiate (irregularmente), los migrantes fueron detenidos al momento de cruzar la frontera, o más adelante, por senderos y caminos (Pradilla, 2020a; 2020b).

Dos caravanas emergieron de San Pedro Sula en tiempos de pandemia, a finales de septiembre de 2020 y otra en enero de 2021. Tras unos meses en que el miedo a los contagios de la Covid-19 detuvieron los flujos al norte, éstos se reanudaron con mayor fuerza, debido al empeoramiento de las condiciones de vida en países como Honduras. Ambas marchas fueron reprimidas por las autoridades guatemaltecas. Aunque sus integrantes no alcanzaron el territorio mexicano, al menos integrando una caravana, es importante tener en cuenta los preparativos y el discurso del gobierno mexicano ante su llegada: un despliegue disuasorio de fuerzas policiales para mandar el mensaje de que los migrantes no son bienvenidos y un discurso en contra de que se formasen este tipo de movilidades colectivas en tiempos de la pandemia de la COVID-19, que los acusaba de ser un riesgo para la salud pública (Torre, 2021b).

Al igual que las caravanas de abril y octubre de 2019, diversas marchas partieron desde Tapachula a finales de agosto y principios de septiembre de 2021, debido a la imposibilidad de obtener documentos migratorios con los que pudieran atravesar el país y alcanzar el territorio estadounidense o, en algunos casos, salir de Chiapas hacia otro destino en territorio mexicano dónde poder trabajar (Reina, 2021). Cuatro caravanas fueron desarticuladas por las autoridades migratorias mexicanas, con lo que diversas OSC describieron como un despliegue excesivo de uso de la fuerza (García, 2021; Reina, 2021). Las dos primeras caravanas estuvieron compuestas por casi seiscientas personas; mientras que en las dos últimas fueron de aproximadamente trescientas personas. El 23 de octubre partió de Tapachula la denominada “Caravana madre”, con una cifra de participantes que, según diversas estimaciones, llegó a superar las cinco mil personas (Trucco, 2021). Esta marcha lograría avanzar más allá del territorio chiapaneco, algo que ninguna otra caravana había logrado en más de dos años, haciendo frente a los dispositivos de las autoridades migratorias para bloquear su paso, al impedimento por parte de las autoridades de pedir aventones,1 o emplear transportes públicos o privados, la detención de los que quedaban rezagados de las caravanas, entre otros. Varias caravanas más partirían de Tapachula durante noviembre de ese año.

Aspectos clave del campo de estudio de las caravanas

Caravanas como forma de movilidad

Aunque las caravanas han sido definidas como una novedosa forma de movilidad, todavía no hay un consenso en cuanto a su caracterización. Muestra de ello es que, si bien se ha señalado que se trata de grupos muy amplios o masivos de migrantes que realizan sus travesías migratorias juntos -en contraste, con los flujos migratorios “tradicionales” que incluyen a personas que viajan solas, en familia, en pequeños grupos con o sin coyotes-,2no existe una determinación clara respecto de la cifra a partir de la cual se puede designar que estamos ante una caravana: ¿50, 100, 300 o 1,000…? Por otro lado, aunque por motivos analíticos resulta de interés diferenciar las caravanas de los flujos “convencionales”, lo cierto es que ambos no sólo se producen de manera simultánea, sino que están intrínsecamente relacionados; de hecho, son los flujos convencionales los que sustentaron el crecimiento de las diferentes caravanas, así como muchos migrantes entran y salen de éstas a conveniencia, en seguimiento de sus propios proyectos migratorios a lo largo del recorrido de estas marchas. Además, cuando las caravanas son “bloqueadas”, “frenadas” y “desmanteladas” por las autoridades, algunos de sus integrantes siguen sus travesías migratorias de manera individual o en grupos más pequeños, a la manera tradicional.

Como forma de movilidad, las caravanas se consideran una estrategia de supervivencia puesta en práctica por los migrantes para el logro de sus objetivos migratorios, que les permite viajar de manera relativamente segura, gracias al acompañamiento masivo y que no excluye a las personas de bajos recursos (Torre y Mariscal, 2020). En este sentido, la genealogía de las caravanas como forma de movilidad son las diversas estrategias (emplear coyotes, acudir a los albergues, usar determinados medios de transporte, trabajar en el camino, entre otros) que los migrantes centroamericanos, destacando entre ellos los hondureños, han empleado para transitar con pocos o nulos recursos por México, eludiendo los obstáculos interpuestos por el gobierno mexicano y el crimen organizado (Torre, 2021a). También, se ha señalado que los migrantes acuden a las caravanas como estrategia colectiva para enfrentar de manera más favorable la política de detención y deportación de México, y alcanzar el territorio estadounidense para pedir asilo (Velasco y Hernández, 2021). No obstante, los resultados en términos de movilidad de las caravanas en su confrontación con las autoridades han sido dispares, incluso el saldo llega a ser negativo para quienes participan en las mismas, si nos atenemos al número de marchas desmanteladas por las autoridades.

Aunque no hay un consenso al respecto, la designación de un grupo amplio de migrantes como caravana depende de una serie de características del tránsito: 1) la visibilidad en el tránsito, 2) la irregularidad y 3) la manera de transitar y transportarse.

  1. Mientras que los flujos migratorios irregulares convencionales se producen de manera subrepticia para evadir los controles de las autoridades migratorias,3 las caravanas salieron de la clandestinidad (Pradilla, 2019; Martínez, 2019). Esta visibilidad tiene aspectos positivos y negativos. Si bien es un elemento de seguridad, cohesión y fuerza negociadora (París y Montes, 2020), también las colocó ante un riesgo de represión por parte de las autoridades; hasta cierto punto, fue esta visibilidad en el tránsito la que facilitó que varias de las caravanas fueran monitoreadas y desmanteladas por las autoridades mexicanas (o en su caso, las guatemaltecas).

  2. La gran mayoría de los integrantes de las marchas han carecido de documentos. La necesidad de viajar en grupo deviene de la inseguridad de tránsito sin documentos, especialmente para quienes afrontan el viaje con escasos recursos económicos o sin éstos, así como para poblaciones vulnerables (niños, niñas y adolescentes) (El Colef, 2019; Glockner, 2019).

  3. La manera de transitar y los transportes que emplearon son también elementos definitorios de las caravanas. Aunque las marchas de finales de 2018 atravesaron gran parte de México en autobuses, la idea asociada a las caravanas es ir a pie, o mediante aventones, encaramados en diferentes tipos de transportes.

La movilidad en caravanas no puede desligarse de las características de los migrantes. En particular respecto de las de finales de 2018 y principios de 2019, se realizaron caracterizaciones sociodemográficas que permiten comprobar que efectivamente los integrantes de estas caravanas eran poblaciones especialmente vulnerables y con una presencia destacada de familias (El Colef, 2019; Coubès, 2021). El estudio de las nacionalidades que componen las caravanas y su trascendencia en la evolución de éstas es algo que aún debe analizarse en mayor profundidad, habida cuenta de que los migrantes de diferentes nacionalidades tienen perfiles sociodemográficos diversos, aspiraciones y trayectorias migratorias distintas y son tratados por las autoridades migratorias de México y Estados Unidos de manera diferenciada.

El repaso histórico de las caravanas como estrategia por parte de los migrantes para lograr sus objetivos migratorios no invita al optimismo, pues, desde marzo de 2019 hasta octubre de 2021, las caravanas que trataron de transitar hacia Estados Unidos fueron bloqueadas y disueltas por las autoridades mexicanas y guatemaltecas. No obstante, las caravanas que partieron del 23 de octubre en adelante están obteniendo algunos resultados favorables dentro de un contexto de lentificación de los tránsitos migratorios, mediante instrumentos legales y de represión generalizada de los flujos migratorios. Estos resultados de los migrantes no se entenderían sin dar cuenta de las caravanas como parte del repertorio de acciones de protesta o lucha de los migrantes.

Caravanas como movimiento social

Para entender las caravanas como movimiento social resulta de particular interés dar cuenta de ciertos antecedentes de acción colectiva, como los viacrucis migrantes que se llevaron a cabo desde 2007 y posteriormente, desde 2014 y hasta mediados de 2018, “reconvertidas” en caravanas viacrucis migrantes (París y Varela, 2021; Garibo y Call, 2020). Los viacrucis fueron definidos como acciones colectivas de protesta política y denuncia, mezclados con actos y performances religiosas, ejecutados por migrantes y defensores de los derechos humanos de los migrantes (París, 2017; Vargas, 2018). Por su parte, las caravanas viacrucis migrantes se consideran una evolución de los viacrucis para incluir el logro de un objetivo más pragmático -cruzar el territorio mexicano para llegar a Estados Unidos y solicitar asilo en aquel país- y cuya exigencia más relevante era el derecho a la libre movilidad (París y Montes, 2020; Garibo y Call, 2020). Aunque la génesis de las caravanas de finales de 2018 se produce por convocatoria en las redes sociales de la internet, varios periodistas, activistas e investigadores consideran que todos estos viacrucis y caravanas viacrucis están conectados de un modo u otro con el surgimiento de las caravanas de finales de 2018 y subsiguientes. El que miles de migrantes centroamericanos hayan participado en estas caravanas viacrucis por más de una década generó un efecto difusión de este saber (Frank-Vitale, 2018). Cuanto menos puede decirse que a su paso por México las caravanas de finales de 2018 heredaron aspectos de estas formas de acción colectiva, en la medida en que miembros de Pueblo Sin Fronteras y de otras OSC que participaron en los viacrucis y caravanas viacrucis decidieron acompañar y apoyar estas marchas. Algo que también sucede en posteriores caravanas, en las que, por ejemplo, la salida de migrantes de Tapachula de varias caravanas en 2019 y 2020 está directamente vinculada con el acompañamiento y apoyo de miembros de varias OSC, como Pueblo Sin Fronteras o el Centro de Dignificación Humana.

Rizzo (2021) realiza un análisis minucioso para comprobar si las caravanas de finales de 2018 y posteriores conforman un movimiento social, para lo cual descompone la definición de Snow et al. (2019) de movimiento social en cuatro ejes, según la cual los movimientos sociales son: 1) una forma de acción colectiva -cualquier actividad dirigida hacia un objetivo que es desarrollada de manera conjunta por dos o más personas que trabajan juntas por diversas razones-; 2) retan o desafían a una autoridad; 3) cuentan con un cierto grado de organización y 4) con cierta continuidad temporal. Retomando lo señalado por esta autora, las caravanas:

  1. Tienen un objetivo colectivo de caminar juntos para llegar a Estados Unidos, atravesando México de manera segura.

  2. Afrontan el régimen de fronteras y políticas migratorias de ambos países, diseñadas para reducir el transito migratorio irregular -en el caso de México, la llamada frontera vertical (París, 2017; Espín, 2021). Para lo cual emplean acciones como las marchas, protestas, huelgas, reuniones públicas, performances y actos de desobediencia civil; asimismo, las caravanas pasan a formar parte de tal repertorio de acciones.

  3. Tienen un cierto grado de organización (las asambleas en las que se tomaban algunas de las decisiones de mayor relevancia, se organizan para lograr recursos para transportarse, entre otros) logrado con el apoyo de activistas, organizaciones religiosas, miembros de las OSC, etc.

  4. Con cierta continuidad temporal, en tanto que las caravanas han seguido vehiculando el tránsito de miles de migrantes hacia el Norte en los últimos tres años. Asimismo, Rizzo (2021: 3891) hace una propuesta que reconcilia las dos perspectivas principales para entender las caravanas como forma migratoria y como movimiento social, a través de proponer observar este fenómeno como un “movimiento social transnacional en movimiento”.

En su confrontación con las autoridades, los movimientos sociales promueven el cambio social (Melluci, 2000; Della Porta y Diani, 2006). Ya sea que los migrantes no sean conscientes de ello y que su intención sea exclusivamente la de lograr sus objetivos migratorios individuales, su participación en caravanas trascendería en cambios estructurales de más largo aliento. En este sentido, los activistas apuntan en sus reclamos la necesidad de colocar el derecho a la libre movilidad y otros derechos humanos sobre el principio de soberanía absoluta -que permite a los países decidir quién entra o no en sus respectivos territorios-. En cualquier caso, análisis de este tipo de transformaciones sociales requieren de tomar una mayor perspectiva histórica de unos eventos que aún son muy recientes. No obstante, los cambios que se aprecian en el corto y medio plazo en las políticas migratorias, tras el paso de las caravanas, apuntan a que podemos estar en un escenario como el advertido por Gunder y Fuentes (1998), quienes advierten que el desafío que llevan a cabo los movimientos sociales puede ser empleado por el propio sistema para fortalecerse; en este caso, la lucha de las caravanas la capitalizarían las autoridades para fortalecer los regímenes de fronteras.

El listado histórico de caravanas permite apreciar que los escenarios sociopolíticos que enfrentan las caravanas en México son muy cambiantes. La naturaleza de ciertas marchas de migrantes como movimiento social se hace más patente cuando los integrantes de las caravanas tienen que enfrentar un contexto de políticas migratorias más restrictivo. Así, ciertas caravanas deben enfrentar a las autoridades de manera más frontal, llevar a cabo un amplio conjunto de acciones de lucha y protesta frente a un régimen de fronteras que exige la inmovilidad de quienes tienen más bajos recursos. En este sentido, las caravanas que salieron de Tapachula en octubre y noviembre son especialmente adecuadas para su estudio, desde la perspectiva de los movimientos sociales, pues permite observar la cristalización de esas marchas como parte del repertorio de la contención de la lucha migrante y el papel que los defensores de los derechos humanos de los migrantes desempeñan.

Politización de las caravanas por los actores gubernamentales

Uno de los debates más extendidos en la esfera pública, especialmente en Estados Unidos, es si detrás de las caravanas hubo promotores con intereses políticos ocultos, especialmente en el caso de la primera caravana y en relación con las elecciones legislativas estadounidenses de medio mandato del 7 de noviembre de 2018. Los medios conjeturaron varios potenciales organizadores y promotores de las caravanas y sus intereses (Hernández, 2018):

  1. Los opositores de Trump, para promover la compasión por los migrantes y sacar réditos políticos. En esta misma línea, fue señalado que el magnate George Soros era el impulsor de la caravana, a través de la red internacional de financiamiento Open Society Foundations (Pozzi, 2018).

  2. El gobierno de Trump, para apelar al miedo y acrecentar la xenofobia entre la población estadounidenses y lograr rédito político.

  3. Los opositores del presidente de Honduras, acusando a Bartolo Fuentes de promover migraciones irregulares, así como financiamiento de Venezuela. Sin embargo, las crónicas de periodistas sobre la génesis y el crecimiento orgánico de las caravanas restan importancia, pone en duda, e incluso niega, que tras de las caravanas hubiese una mano negra (Pradilla, 2019; Verza, 2019).

Algo muy distinto es el hecho de que diferentes gobiernos y oposiciones pretendieran sacar ganancias electorales y políticas de esta movilidad en caravanas como fenómeno migratorio de indudable calado mediático y político. Así, Trump empleó un discurso que señalaba a la caravana como una amenaza real para Estados Unidos, e incluso actuó como si así fuera, enviando más de cinco mil unidades del ejército para asegurar la frontera suroeste (Maor, 2020), convirtiendo el tema migratorio en una cuestión clave en las elecciones legislativas de medio mandato.

Por otra parte, uno de los aspectos en los que varias investigaciones han coincidido en señalar es que las caravanas las ha utilizado el gobierno estadounidense para impulsar medidas draconianas en contra de los migrantes y desplegar toda su agenda antiinmigrante (Garibo y Call, 2020; Espín, 2021; Torre, 2021a). Resulta conveniente hacer un repaso a las diferentes políticas migratorias que tuvieron como referente a las caravanas de migrantes. En diciembre de 2018, el gobierno estadounidense hizo el señalamiento sobre la aplicación y puesta en marcha del denominado programa Remain in Mexico o el Protocolo de Protección a Migrantes (mpp, por sus siglas en inglés), que suponía que los solicitantes de asilo que llegaran por la frontera sur serían devueltos al territorio mexicano, mientras se sustanciaban sus casos y que requirió la anuencia del gobierno de México con dicho protocolo (Espín, 2021). Este programa se puso en marcha en enero de 2019 y no se detuvo en tiempos de pandemia. Los mpp fueron suspendidos por el gobierno de Joe Biden, pero reimplantados por orden judicial (Morrissey, 2021). Tras el paréntesis del trato excepcionalmente positivo que se dio a la caravana de enero de 2019, el gobierno de López Obrador retomó, desde el mes de marzo, la senda de la contención de los gobiernos predecesores, lo cual fue espoleado por la amenaza del gobierno estadounidense de incrementar los aranceles a las importaciones mexicanas si México no lograba frenar la migración. El talante de restrictivo con la migración se hizo patente con el bloqueo de las caravanas de abril y octubre de 2019, así como con la respuesta que se dio a la marcha de 2020.

Los avances en la agenda antiinmigrante tras las primeras caravanas de migrantes se vieron cristalizados y ampliados en tiempos de la COVID-19, pues bajo el pretexto de las “razones sanitarias” y de la crisis económica que generó, las fronteras se volvieron más restrictivas a la movilidad (Del Monte, 2021). El primer año de pandemia fue el contexto idóneo para que el gobierno de Trump siguiera dando pasos adelante en su agenda antiinmigrante, a través de expulsiones expeditas, hacia México, de migrantes que entran en territorio estadounidense de manera irregular -la aplicación del título 42-, sin importar si se trataba de personas buscando protección internacional (Pierce y Bolter, 2020). Asimismo, en gran medida por influencia y presión de Estados Unidos, México continuó priorizando las políticas de control de flujos migratorios sobre las políticas de protección de los derechos humanos de los migrantes, algo que quedó patente con el recibimiento que se preparaba a las caravanas de migrantes de septiembre de 2020 y enero de 2021 (Torre, 2021b).

Las respuestas de políticas migratorias a las caravanas que partieron de Tapachula en el último trimestre de 2021 deben ser objeto de escrutinio. Los integrantes de varias de estas caravanas llegaron a acuerdos con las autoridades de dejar estas marchas, a cambio de las TVRH y ser enviados a diferentes entidades federativas (Pérez, 2021; AFP, 2021). La entrega de estas tarjetas resultaba paradójica, pues los migrantes partieron de Tapachula, en primer lugar, porque no les estaban otorgando este tipo de documentos u otros que les permitiesen libre tránsito. Además, se esperaría que a la mayoría de quienes reciban estas tarjetas las emplearan para ir hacia la frontera con Estados Unidos y no para quedarse en los estados en los que fueron dispersados.

Visibilidad mediática de las caravanas y su presencia en redes sociales

Durante años formó parte de la agenda de activistas, académicos y otros actores sociales visibilizar y concientizar entre el gran público los abusos y agresiones que sufren los migrantes en tránsito irregular por el territorio mexicano, así como la situación de violencia y pobreza que sufrían en sus países de origen. No obstante, mucho antes de la llegada de las caravanas, esta migración y sus padecimientos no eran desconocidos para el gran público, pues son muchos los boom mediáticos que han existido respecto de la misma, en las que se evidenciaban también los riesgos que los migrantes sufren en tránsito: en 2010, la matanza de setenta y dos migrantes en San Fernando, Tamaulipas; a mediados de 2014, la crisis de los niños, niñas y adolescentes no acompañados, en 2016 y 2017, la llegada de migrantes a las ciudades del norte de México para solicitar asilo, y en mayo de 2018 la Caravana Viacrucis tuvo notoriedad con cada tuit del presidente Trump respecto de aquélla (Torre, 2021a).

La visibilidad mediática de la migración se convierte en hipervisibilidad en el caso de las caravanas de finales de 2018, que también fueron “promocionadas” a base de tuits por Trump. Estas marchas atrajeron una multitud de reflectores que captaron todos los aspectos del tránsito irregular: los migrantes enfrentando a las autoridades en el puente “Rodolfo Robles”, durante el cruce por el río Suchiate, avanzando por el sur de México, encaramados en tráileres y otros vehículos; llegando a la ciudad de Tijuana, trepándose en el muro estadounidense. La cobertura de las caravanas absorbió la temática migratoria, por lo que cualquier aspecto de las migraciones en tránsito era reconducido o relacionado con lo que estaba pasando con la evolución de las caravanas. Esta hipervisibilidad mediática de las caravanas ha ofrecido cantidades ingentes de información en término de textos periodísticos en prensa escrita y digital respecto de estas marchas; asimismo, fomentados por todo este material mediático, se generaron cientos de miles de comentarios y conversaciones en redes sociales respecto de aquéllas (Twitter, Facebook, entre otros) (Mayel, 2018; Toudert, 2021). Por lo tanto, se trata de una oportunidad única para analizar los discursos en los periódicos, así como en redes sociales respecto de la migración, en particular las caravanas de migrantes.

En lo que se refiere a los discursos en la prensa, se han estudiado los encuadres que hacen las noticias sobre las caravanas, así como la representación que se hace de la migración y los migrantes (Pfleger, 2019; Tiscareño-García, 2021; Revilak, 2021). En estos trabajos se muestra que las fuentes oficiales y la temática de las políticas migratorias son predominantes en la cobertura de las caravanas (Tiscareño-García, 2021; Revilak, 2021). La gran cobertura de noticias incluso permite hacer reflexiones sobre la profesión periodística, así, uno de estos trabajos analiza la función que cumple el periodista a la hora de abordar los temas sobre migración, en este caso, para informar sobre la evolución de la caravana migrante (Zárate, 2020).

La llegada de más y más caravanas ofrece posibilidades que todavía no han sido exploradas. Una de las más llamativas es poder analizar la tendencia de la profesión periodística hacia la espectacularización y el sensacionalismo (Gómez-Escalonilla y Santín, 2012). En este sentido, dentro de los fenómenos migratorios, estas marchas han tenido una especial fotogenia, debido a lo llamativo de grupos tan grandes de personas caminando juntas y el hecho de que enfrentaran a las autoridades de diversos países -en particular los conflictos generados por el presidente Trump-, lo que ha permitido dramatizar la migración como una odisea de los migrantes centroamericanos. Algunas de las imágenes más afamadas sobre estas caravanas son los migrantes enfrentando a las autoridades migratorias de diversos países, que resultan más llamativas al público cuanto mayor es el grado de violencia que ejercieron los agentes policiales.

En relación con esta espectacularización de las caravanas en los medios, debe analizarse el hecho de que las autoridades migratorias, conocedoras de que sus voces serán retransmitidas por los medios de comunicación, hayan llevado a cabo una “sobreactuación” de sus políticas migratorias, precisamente respecto de estas caravanas que llegaron en enero de 2019, con la finalidad de mostrar una imagen aperturista y respetuosa de los derechos humanos -en el contexto post firma del Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular- y el contundente rechazo a los migrantes en enero de 2020 -mandando un mensaje a los migrantes, pero sobre todo al gobierno estadounidense, de que México sería un país de contención.

En cuanto a la presencia de las caravanas en redes sociales, se encontró que, en octubre de 2018, para un total de 428 000 menciones de 150 000 usuarios únicos en Twitter, un 53 por ciento de los mensajes era a favor de los migrantes, 25 por ciento en contra de la caravana y 22 por ciento de los mensajes era de odio irracional (esto es, un total de 47 por ciento de mensajes negativos) (Mayel, 2018). Pérez y Aguilar (2021) realizaron un análisis más específico sobre el discurso que estigmatiza a los migrantes en redes sociales (Facebook y Twitter) respecto del caso conocido como “Lady Frijoles”.4 La actividad del presidente Trump en redes sociales ha sido extensamente analizada. El mandatario dio continuidad a su discurso antiinmigrante al señalar, sin ningún tipo de prueba, que había criminales en las marchas -miembros de bandas, incluso terroristas-, así como de manera sobreactuada enmarcó a las caravanas de migrantes como un problema de seguridad nacional, una invasión que ponía en riesgo a la ciudadanía estadounidense (Maor, 2020; Perea, 2020; Fabregat et al., 2020).

La acumulación de información sobre las respuestas de la ciudadanía a las caravanas conforma un corpus discursivo infrautilizado en el análisis de los discursos racistas, xenófobos, nacionalistas y clasistas, que tienen fuerte presencia en los “debates” sobre temas migratorios en redes sociales (Torre, 2019). A lo largo de los últimos tres años las caravanas han tenido composiciones étnico-raciales muy diversas, lo que permitiría dar cuenta de respuestas diferenciadas que hayan tenido.

Conclusiones

Por más que la bibliografía sobre las caravanas haya crecido exponencialmente en los últimos años, un aspecto clave (como la definición y caracterización de este fenómeno) está todavía hoy insuficientemente consensuado. Una caracterización completa del fenómeno migratorio de las caravanas debe comenzar por apreciar su doble carácter: como forma de tránsito migratorio y como movimiento social de migrantes. No hay forma de entender las caravanas sin dar cuenta del interés de sus integrantes por cruzar el territorio mexicano de manera segura (forma de movilidad o tránsito migratorio) y de que ésta es una forma de protesta -o incluso una modalidad de lucha migrante- contra el régimen de control de fronteras en México y Estados Unidos (forma de movimiento social migrante). Una serie de interrogantes requieren de una mayor profundización desde ambas perspectivas: ¿qué distingue a las caravanas de otras formas de transmigración? ¿Qué lleva a los migrantes a seguir escogiendo esta modalidad de tránsito en caravanas para realizar sus desplazamientos? ¿Cuáles son las características de los migrantes que las integran? ¿De qué manera la participación en las caravanas facilita o dificulta que los migrantes alcancen sus metas migratorias? ¿Cuáles son los resultados que tienen las acciones de lucha y protesta emprendidas por las caravanas? ¿Cuáles es el papel que han tenido los miembros de las OSC a la hora de la génesis y evolución de las caravanas, tanto como forma de movilidad, como de movimiento social? Más allá del acompañamiento y asistencia en los procesos, ¿cuál es la agenda política de estos defensores de los migrantes?

El estudio de las caravanas difícilmente se entiende sin las políticas migratorias que han despojado a los migrantes de la libertad de movimiento a través de los territorios, las caravanas tienen un alto potencial para cuestionar el régimen de fronteras actual. Al hacerlo, la reacción de las autoridades de Estados Unidos y México, que llevan décadas buscando un control más férreo de los flujos migratorios en seguimiento del paradigma de la seguridad nacional, han desplegado todo un abanico de medidas antiinmigrantes, reforzado con las medidas de control migratorio impuestas por estos países, debido a la situación de emergencia sanitaria de la Covid-19. Con la llegada de las nuevas caravanas se debe seguir dando respuesta a ciertas interrogantes respecto de la actuación de los gobiernos: ¿de qué manera los actores estatales han podido sacar provecho de la emergencia de este fenómeno? ¿Qué consecuencias han tenido las caravanas en la manera en que los gobiernos gestionan los flujos migratorios en la región? ¿De qué manera el relato de las caravanas pone en evidencia la incapacidad de los gobiernos de Estados Unidos y México de abordar el tema migratorio?

El análisis de los discursos periodísticos y en la internet sobre las caravanas ha mostrado la formidable capacidad de los actores gubernamentales para influir en el discurso periodístico y en redes sociales sobre migración. Lo cual es especialmente claro con las actuaciones del presidente Trump, que puso en el centro del debate su propia agenda política sobre migración y diseminó todo su discurso xenofóbico por la red. No obstante, la ingente cantidad de noticias sobre las caravanas y su presencia en los discursos y conversaciones en redes sociales permiten explorar otras muchas interrogantes, como la tendencia hacia el sensacionalismo y la espectacularización del fenómeno migratorio en la prensa, la manera en que se puede hacer verdadero periodismo de investigación en la materia migratoria, los diferentes discursos discriminatorios en redes sociales, entre otros.

Aunque en este trabajo se enfatizaron algunos ejes de investigación, que hay que seguir apuntalando, esto no significa que no existan otros muchos aspectos de relevancia sobre este fenómeno factibles de abordar en futuros estudios: el racismo, los liderazgos, las interacciones entre migrantes de diferentes grupos, la criminalización de los migrantes, el asentamiento de los migrantes de las caravanas, la proliferación de estatus legales precarios, el sistema de refugio mexicano y las TVRH, entre otros.

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1 “Forma de viajar por carretera solicitando transporte gratuito de los conductores de vehículos particulares” (DRAE, 2022).

2“Los coyotes, polleros, traficantes de personas o contrabandistas son quienes ayudan a los migrantes a cruzar clandestinamente las fronteras y los territorios, a cambio de dinero o bienes materiales (títulos de tierras, casas, autos, etc.)” (Torre y Hernández, 2021: 45).

3Esta estrategia de invisibilidad en el tránsito que busca pasar desapercibido frente a las autoridades supone que los migrantes asuman un mayor riesgo respecto de la delincuencia, pues les hace transitar por espacios donde la criminalidad puede explotarlos, sin que exista ninguna autoridad que lo evite.

4Un video con más de cuatro millones de reproducciones y veinticinco mil comentarios, en el que aparece una migrante hondureña participante en la caravana, Miriam Celaya, que recibió el apodo despectivo de Lady Frijoles, porque en el video aparecía quejándose porque a los migrantes sólo les daban frijoles molidos (McKee, 2019).

Recibido: 20 de Diciembre de 2021; Aprobado: 14 de Marzo de 2022

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