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Norteamérica

versión On-line ISSN 2448-7228versión impresa ISSN 1870-3550

Norteamérica vol.16 no.2 Ciudad de México jul./dic. 2021  Epub 04-Abr-2022

https://doi.org/10.22201/cisan.24487228e.2021.2.353 

Ensayos

La institucionalización de la ciencia política en Canadá: una breve exploración comparativa desde México

The Institutionalization of Political Science in Canada: A Brief Comparative Exploration as Seen from Mexico

Juan Roberto Joel Flores-Mariscal* 
http://orcid.org/0000-0002-1077-5470

* Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), <jrjfm@hotmail.com>.


Resumen

A partir de una revisión de la literatura metadisciplinar, se realiza una exploración histórica y descripción de algunos factores contextuales y de la influencia de la tradición estadounidense en la conformación del perfil contemporáneo de la ciencia política en Canadá, desde el punto de vista de la tradición e historia de la ciencia política mexicana, la cual se considera tuvo un proceso de desarrollo con algunos aspectos paralelos, particularmente en lo que respecta a la influencia de la tradición estadounidense en su perfil disciplinar.

Palabras clave: ciencia política; Canadá; México; institucionalización; historia

Abstract

Based on a review of the meta-disciplinary literature, the author explores the history and describes certain contextual factors and the influence of the U.S. tradition in the creation of the contemporary profile of political science in Canada. He does this from the point of view of the Mexican political science tradition and history, which he considers had certain parallels in its development, particularly regarding the influence of the U.S. tradition.

Key words: political science; Canada; Mexico; institutionalization; history

Introducción

Existe una amplia bibliografía sobre el desarrollo de la ciencia política contemporánea en muchos países; por supuesto, ése es el caso de México y Canadá. Naturalmente, cada historia nacional es muy peculiar en sus detalles y eventos determinantes, pero lo que parece un elemento común en todos los casos es la necesidad de un examen atento de la profunda interrelación entre el desarrollo de los paradigmas epistemológicos con su contexto político, con los procesos gubernamentales y de creación de instituciones y programas académicos que configuran la evolución de las disciplinas,1 y con procesos de influencia intelectual a nivel internacional.

La región norteamericana resulta un caso particularmente útil para identificar la manera en la cual diferentes vías de estudiar académicamente una dinámica humana concreta -la lucha por el poder y el gobierno- fue inicialmente desarrollada desde tradiciones intelectuales locales y pasó a formar parte de las agendas nacionales, pero posteriormente terminó por adaptarse a procesos de influencia intelectual aunados con otras dinámicas políticas y sociales que terminaron por dar forma a nuevos paradigmas disciplinares. De manera especial, destaca la paulatina influencia de la tradición estadounidense que, con el paso del tiempo, se convierte en referente central de la disciplina contemporánea en cada país y a nivel internacional.

En ese sentido, se considera que el análisis crítico de las historias nacionales de la ciencia política debe también hacerse de forma comparada, no sólo en nuestros países respecto al modelo estadounidense, sino también entre aquellos influenciados por éste. Estudiar esta dinámica constituye una tarea necesaria para la reflexión sobre los retos de la ciencia política en cada país y en general como corriente internacional.

En la literatura metadisciplinar de ambos países existe cierta asimetría, México tiene una profusa bibliografía que abarca distintos temas como historias generales de la carrera, planes de estudio, enfoques de investigación, institucionalización, organización gremial, etc. (Flores-Mariscal, 2016), mientras que en Canadá, aunque ya empieza a formarse un corpus relevante, hay comparativamente una menor cantidad de trabajos. No obstante, las fuentes canadienses son, sin duda, suficientes para delinear algunos aspectos centrales para entender el proceso de desarrollo de la disciplina en aquel país, y con ello pueden hacerse algunas lecturas comparadas con el caso mexicano, especialmente respecto a la ya mencionada cuestión de la influencia de la tradición estadounidense, inicialmente entendida a través del conductismo, y posteriormente, a partir de esta base, la tradición académica ahora considerada como mainstream o internacional.2

Importancia del contexto histórico e institucional

Conviene recordar que el inicio del proceso de estandarización del perfil de la ciencia política a nivel internacional -más allá de la dirección de Estados Unidos- se vio influenciado de manera destacada por la iniciativa de la United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization (UNESCO) para impulsar el desarrollo las ciencias sociales que se dio tras la segunda guerra mundial. En el caso de la ciencia política, el gesto más importante en este sentido es el impulso3 que la organización dio a la creación de la International Political Science Association. Esta iniciativa y los subsiguientes esfuerzos que se hicieron para el fortalecimiento de la disciplina se registran, en el caso de Canadá, por la entrada correspondiente al país en el famoso reporte de 1950 de la UNESCO sobre el estado de la ciencia política en el mundo (Burton y Watkins, 1950); este ejercicio fue muy importante no sólo como diagnóstico en sí mismo, sino para inspirar otras revisiones posteriores similares; por ejemplo, pocos años después el profesor C.B. Macpherson (1954), de la Universidad de Toronto, en uno de los primeros artículos sobre el estado de la disciplina en aquel país, menciona la existencia del citado reporte. Y no sólo eso: en ese mismo artículo coincide con el diagnóstico pionero de Burton y Watkins (1950) en el sentido de que, aunque la ciencia política en aquel país se reconocía como materia de estudio independiente, se le veía como subordinada a otras disciplinas -especialmente economía y derecho-, y se impartía como parte de otros programas académicos en ciencias sociales, tanto en el ámbito francófono como en el anglófono. También señala que, si bien ya existían departamentos internos de ciencia política, en algunos casos estaban integrados por una sola o pocas personas, las cuales muchas veces en realidad trabajan temas diferentes como economía política o teoría política, social y jurídica.

El enfoque metodológico de entonces en las universidades francófonas y en la Universidad de Ottawa era más marcadamente sociológico, pues no había una distinción clara entre ciencia política y sociología. Un dato que ilustra la situación que guardaba la disciplina en aquellos años es que los cursos que se dictaban por los departamentos de ciencia política eran básicamente sobre teoría e historia de las ideas políticas, estudio de las instituciones políticas y administración pública, aunque el citado autor también destaca que, para entonces, ya se observaba progreso en el proceso de autonomización de la disciplina (Burton y Watkins, 1950: 393-399).

A fines de los años setenta, se publicó en Canadá un interesante artículo sobre la licenciatura en ciencia política en que reportan los resultados de una encuesta a profesores de los departamentos de ciencia política de las universidades canadienses. La investigación halló que, a pesar del grado de relativa inmadurez de la disciplina en el país, las actitudes -y el conocimiento- de los encuestados hacia los tópicos intelectuales básicos de la disciplina, especialmente hacia el “conductismo”, no eran tales como para dividir la profesión entre los miembros más viejos y los más jóvenes. No obstante, puede decirse que la dimensión de la enseñanza de la disciplina aún era pequeña, especialmente considerando que el universo estimado de profesores según el artículo era de alrededor de ciento ochenta y cuatro en todo el país.4 Los datos de la encuesta también muestran que una de las razones de la afinidad teórica al interior de la disciplina fue el número de profesores con estudios en el extranjero: de los setenta y siete profesores que respondieron,5 el 57 por ciento contaba con doctorado; de entre éstos, el 51 por ciento había obtenido el grado en universidades estadounidenses, y el 33 por ciento en otras universidades del extranjero, mayormente Reino Unido y Francia (March y Jackson, 1967: 435).

Ahora bien, las características de la carrera, al inicio de su proceso de institucionalización, apuntan a que hay al menos tres elementos comunes que son punto de partida para entender cuál es la posición de los politólogos respecto a la sociedad y el sistema político:

  1. el primero de ellos, el despegue de la disciplina a partir de la década de los sesenta; si bien es cierto que la densidad de universidades, carreras y profesores que reportan Keirstead y Watkins (1950) y Macpherson (1954) a inicios de los cincuenta en Canadá es bastante expandida a lo largo de país, la expansión de la investigación formal, es decir, la que realizan profesores en el seno de programas de investigación formales y se difunde a través de medios consolidados, es un hecho cuyo horizonte se remota a fines de los sesenta;

  2. en segundo lugar, el ascenso del enfoque conductista y la dinámica de la disciplina en Estados Unidos como referencias constantes ante las cuales se compara el estado de la misma, y al mismo tiempo en esto se puede también distinguir la implícita presencia de una tradición local peculiar en Canadá en dos sentidos: tanto en razón de las instituciones políticas particulares con las que cuentan las tradiciones anglófonas y francófonas, como por las tradiciones de pensamiento de las que se ha alimentado el debate político en ambos contextos;

  3. el tercer elemento común tiene que ver con el papel central de la existencia de departamentos y programas de formación, junto con el consecuente otorgamiento de grado en la materia como primer criterio sobre la institucionalización de la disciplina.

En suma, al momento del contrastarse estas tres características generales con el modelo estadounidense, se pueden ver las tensiones y subsecuentes ajustes que han llevado a la ciencia política en Canadá a su actual convergencia con la corriente mainstream como disciplina académica y respecto a su ejercicio profesional.

Los estudios sobre la relación entre la academia y la política en Estados Unidos han señalado que el proceso de institucionalización de las disciplinas científicas, especialmente las ciencias sociales, se da como un proceso concomitante a su contexto político y fuertemente dependiente de la dirección del financiamiento -y por ende, dirección- del Estado. En ese sentido, a pesar de las diferencias entre la ciencia política canadiense y la estadounidense, puede decirse que la disciplina en Canadá es un caso que comparte varias de las tensiones y dinámicas de la relación entre ciencia y política; particularmente resulta de utilidad destacar las siguientes características que han sido puntualizadas por Horowitz (1967):

  1. estar construidas las ciencias sociales sobre la base de un sistema educativo y universitario plural, lo que llevó con el tiempo a establecer firmemente la autonomía de investigación de los espacios universitarios;

  2. que existe un buen número de centros de investigación -especialmente tipo think tank- que han servido como mediadores entre investigadores y actores de políticas;

  3. el que haya un consenso general en valores sociales y políticos que se extiende hacia los espacios académicos; de allí que las visiones alternativas -como el marxismo- nunca hayan logrado movimientos disruptivos importantes;

  4. la secrecía entre asesores y políticos hace que muchas de las dinámicas reales de la práctica de asesoramiento hayan sido sean relativamente poco conocidas; y

  5. se ha desarrollado una relación especializada entre las disciplinas y las entidades gubernamentales que requieren de su asesoría. Sin embargo, estos trabajos han aparecido esporádicamente o sólo tocando tangencialmente el tema de la ciencia en general o de las ciencias sociales.6

La institucionalización de una tradición propia

Como se dijo anteriormente, en Canadá también existe un cúmulo importante de bibliografía sobre la historia y estado de la disciplina. Esta literatura es menor en cantidad que su contraparte estadounidense -aunque equiparable a la literatura en México (Flores-Mariscal, 2016)- y, como es de esperarse, conforma una agenda minúscula en comparación con los temas centrales de la disciplina como elecciones, partidos políticos o el federalismo. A pesar de que sólo se han localizado una veintena de trabajos, el tipo de preocupaciones de la bibliografía, sus características metodológicas y eclecticismo general es similar a la literatura internacional comparable. Vista esta literatura en su conjunto, puede afirmarse que en Canadá las preocupaciones específicas dentro de la literatura sobre el estado de la disciplina, además del asunto central del estado de la carrera, la institucionalización y orientación teórica de la disciplina (Burton y Watkins, 1950; Macpherson, 1954; March y Jackson, 1967; Trent, 1987; Pockington, 1998), han explorado también temas especializados como la americanización y el giro comparativo de la disciplina (Cairns, 1975; Shugarman, 1976; Nossal, 2006; Blais, Monpetit y Foucault, 2008; Vipond, 2008); la situación de la ciencia política francófona o en Quebec (Leclerc, 1982; Landry, 1993; Crête, 2003; Imbeau y Ouimet, 2012; Cornut y Larivière, 2012); y la relación de la disciplina con las instituciones políticas e identidad (Sproule-Jones, 1984; Aucoin, 1996; Smith, 2002; Nath, 2011; Tremblay, 2012).

Cabe comentar que hay también una miscelánea de artículos que llaman la atención sobre la relación de la ciencia política en Canadá con ciertos temas particulares como el estudio de la justicia criminal (Riddell, 2010); psicología política (Nesbitt, 2003); feminismo (Arscott y Temblay, 1999); pueblos indígenas (Widdowson, 2008); envejecimiento de la población (Pratt, 1984), entre otros. Sin embargo, a pesar de esta pluralidad temática, llama la atención que se haga poca revisión de la literatura sobre el tema del estado general de la disciplina.

El artículo de John Trent de 1987 es la excepción, y por ello resulta de particular importancia para discutir para el caso canadiense una serie de premisas sobre las características de la ciencia política en aquel país de manera comparativa con la corriente estadounidense e internacional; se trata de aspectos como información sobre el pro ceso de institucionalización de la carrera, información sobre el perfil de los académicos, sobre el perfil y orientaciones de la investigación, análisis y debate sobre la “americanización y el giro comparativo contemporáneo de la disciplina”, y análisis de la relación de la ciencia política con las instituciones políticas y el contexto político nacional.

El citado artículo de Trent señala como objetivo central proponer una explicación sobre los factores determinantes del desarrollo de la ciencia política en Canadá, pero no está basado en fuentes primarias ni tampoco parte de conceptos definidos como el ya mencionado de “institucionalización”, muy utilizado para el estudio de la consolidación de espacios para el cultivo de las disciplinas. Más bien, de lo que trata el trabajo es derivar de la literatura previa una serie de hipótesis que expliquen el estado de la disciplina. Lo primero que señala es que ha habido cuatro fases en el desarrollo e institucionalización de la ciencia política en Canadá: la primera abarca de 1870 a alrededor de la primera guerra mundial, la segunda corresponde a la segunda guerra mundial y los años de la posguerra, la tercera dura hasta los años sesenta y la cuarta se da en los setenta y ochenta.

Durante la primera etapa, se dio el esfuerzo inicial de estudiosos -intelectuales- que trabajaron para introducir las ciencias sociales en las universidades canadienses; la segunda etapa, de acuerdo con el autor, es la “canadianización” de la disciplina, es decir, un momento de énfasis en el desarrollo de becas, estudios sobre política del país y desarrollo de instituciones académicas, aunque aún había limitados recursos e infraestructura (Trent, 1987: 9). Durante la tercera etapa que culmina en los sesenta, se dio una gran expansión de las universidades, aumento del personal académico, programas de posgrado, publicaciones especializadas y recursos de investigación, todo ello junto con la “importación” de personal académico y sus respectivos enfoques. La cuarta y última etapa se caracteriza por la consolidación de una amplia comunidad en torno a la ciencia política que se adapta a las condiciones sociales y corrientes -internacionales- del momento. “Dentro de la disciplina, la creciente especialización, fragmentación y la dependencia han comenzado a abrir el paso a nuevos esfuerzos para la integración y la canadianización” (Trent, 1987: 10).7

La literatura sobre el estado de la ciencia política en Canadá puso énfasis en las características de la disciplina, no así en los determinantes de éstas debido a que los trabajos no fueron hechos en perspectiva comparada; por ello, no atendieron al hecho de que la ciencia política canadiense está relacionada con un tipo particular de sistema político que resulta determinante sobre el crecimiento, desarrollo y características de la disciplina. En ese sentido, Trent (1987) sugiere que hay cinco grandes conjuntos de variables que interactúan en el proceso de conformación de la ciencia política en Canadá:

  1. condiciones nacionales y grado de dependencia;

  2. contexto educacional e intelectual;

  3. características internas de la disciplina;

  4. desarrollo y contenido de la disciplina; e

  5. impacto de la disciplina (Trent, 1987: 19).

El primer conjunto se refiere a la influencia del régimen político en la disciplina. Señala, por ejemplo, el caso de regímenes autoritarios, en los cuales puede que no sea tolerada la crítica, pero menciona que -aun en regímenes democráticos- la relación entre la disciplina y el Estado puede ser de gran importancia por la dependencia de ésta, debido a la asignación de recursos públicos. Esto tiene que ver con el impacto del grado de desarrollo socioeconómico y político y se ve reflejado en el grado de importación de cultura del país, y en el hecho de que el personal, las instituciones y los recursos de una disciplina están relacionados con variables como el sistema educativo y la elección de las prioridades públicas.

A lo anterior hay que agregar que, para Trent (1987), el otro aspecto importante es que, aunque el nivel de desarrollo de un país tiene efectos sobre todas las ciencias, ciertas disciplinas -como la ciencia política- son ilegitimizadas en momentos específicos por las percepciones que tienen las élites -políticas e intelectuales- sobre su relevancia. Al tiempo que las disciplinas son reconocidas como importantes para las necesidades socioeconómicas y políticas del país, obtienen mayores recursos para sus programas de posgrado y de investigación, lo cual lleva a la especialización que implica el paso de la investigación descriptiva de estudios de caso al desarrollo de conceptos y teorías, gracias a la paulatina concentración de investigaciones e información, replicación de investigaciones y debates académicos. Los factores tercero y cuarto sobre las características internas del desarrollo y contenido de la disciplina se refieren a un proceso conformado por tres etapas de desarrollo; durante sus inicios, la ciencia política se limitó a un conjunto de asignaturas impartidas en otras carreras como economía y derecho, y la proyección profesional de dicha actividad docente se veía reflejada en la producción de opiniones sobre las condiciones sociales del momento. En una segunda etapa se conforma la disciplina y logra realizar tareas básicas de descripción, teoría y análisis. Y, finalmente, en una tercera se presenta la maduración y profundización de conocimientos gracias a la acumulación, replicación y debate de éstos.

Una quinta variable enlistada por el autor se refiere al impacto -interno y externo- que tiene la disciplina. Trent señala (1987) que en el ámbito nacional la ciencia política, más allá del conocimiento que ha logrado generar y de las destrezas de sus practicantes, ha conseguido la aceptación social como producto de modas y actores que la refieren, como los periodistas o los politólogos que tienen participación en medios de comunicación. Sin importar la existencia de un razonable nivel de conocimientos y personal, en la disciplina su utilización dependerá más de la estima en que sea tenida por parte de las élites, los deseos de los científicos sociales de influenciar a la sociedad y los espacios de oportunidad que se den. Si los académicos tienen poca motivación para comunicar su conocimiento a públicos mayores se inicia un ciclo de falta de difusión que, a su vez, lleva a que sufran acusaciones de vivir en una torre de marfil y, como resultado de todo ello, el descenso del apoyo hacia la disciplina. Adicionalmente, pueden también darse ciertos aspectos obstructivos al uso del conocimiento tales como el establecimiento de ideologías, la competencia en la determinación de las prioridades públicas y las tradiciones intelectuales, así como la existencia de sesgos entre el personal y las organizaciones de las instituciones públicas.

Por otra parte, Trent (1987) indica que -a nivel internacional-, el impacto de la disciplina es menos directo, su importancia se hace patente principalmente por las obras realizadas por instituciones o académicos líderes famosos o con mucho prestigio en ciertos temas relacionados con la disciplina, cuyas obras serán después ampliamente reproducidas e imitadas, especialmente cuando se trata de temas de política comparada o teoría política. Sin embargo, el impacto internacional está relacionado de manera más directa con el poder y visibilidad de los países en términos académicos y políticos. Finalmente, afirma que para contextos diferentes como el canadiense -del que proviene el citado autor-, existen variables clave adicionales para entender el desarrollo de la ciencia política local como la dependencia cultural, el nivel de crecimiento económico, la institucionalización y dimensión del sistema de educación universitario, así como la aceptación por parte de las élites de la relevancia sociopolítica de la disciplina (Trent, 1987: 22).

Otra lectura que profundiza en el análisis de la disciplina en Canadá es un interesante artículo producto de una conferencia magistral dada por el presidente de la Canadian Political Science Association (Pocklington, 1998); en este trabajo señala que la reflexión sobre el estado de la ciencia política en Canadá debe realizarse a partir de un análisis específico de las condiciones y sentidos de la práctica académica en las universidades canadienses. Su argumento central es que la ciencia política ha puesto poca atención al estudio de las universidades como objeto de estudio y ésa es una omisión que se traduce en poco conocimiento de la dinámica de trabajo de los politólogos.

Entre los factores que enuncia el autor cabe destacar tres que se refieren a dinámicas globales de la disciplina: en primer lugar, la débil situación que ha tenido la ciencia política en comparación con las ciencias médicas, las exactas y las ingenierías; menor presupuesto, mayor carga docente y, por tanto, menores horas para la investigación y menor proporción de investigación conjunta. En segundo lugar, el creciente papel determinante que tiene el Consejo Nacional de Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades canadiense, el cual, según afirma el autor, “ama las investigaciones conducidas en equipo, que son inter o multidisciplinarias, y que están centradas en problemas […e] investigación de frontera más que investigación reflexiva”. Y, en tercer lugar (aspecto en el que coincide con Trent) está la falta atención que ha tenido la cuestión de las dinámicas de poder en las universidades canadienses.

Los dos artículos arriba revisados son fundamentales para entender el estado de la ciencia política en Canadá por tratarse no sólo de propuestas argumentadas por sí mismas, sino porque también están basadas en una amplia discusión de literatura y de la información disponible. Ambos coinciden en señalar la preeminencia de los factores nacionales y de la dinámica interna de la disciplina para explicar su nivel de institucionalización y legitimidad social.

De la misma manera, sustentan la hipótesis de que uno de los aspectos que determinan de manera central el desarrollo de la ciencia política -y puede decirse que de las ciencias sociales en general es la influencia de las instituciones, tradiciones y agendas nacionales.

En efecto, la ciencia política en Canadá ha tenido un proceso de desarrollo que, al igual que en muchos otros países, está marcado por su contexto histórico-político institucional, y las historias particulares de sus programas académicos, instituciones y su tradición de investigación propia, así como también por convivir paulatinamente con tres fuentes intelectuales simultáneamente: de manera interna con la ciencia política quebequense, que tiene una historia propia y acento particular en el que se nota su cercana relación intelectual con la academia francesa; y de forma externa, por un lado, con pensadores ingleses y europeos en general, y por el otro, la influencia de la tradición estadounidense.

El panorama de la investigación en ciencia política en Canadá muestra que las diferentes influencias han enriquecido su trabajo y no se han traducido en la supresión de agendas y temas de investigación nacionales y locales. La ciencia política canadiense se muestra plural, consolidada y además con puentes interdisciplinares importantes hacia la administración pública, el derecho, políticas públicas y relaciones internacionales.

A partir de la literatura metadisciplinar revisada y de una exploración somera de las fuentes y momentos históricos principales en Canadá, puede presentarse de forma esquemática una clasificación del proceso de desarrollo de la disciplina en aquel país, considerando varios momentos o hitos centrales. Primero, cabe mencionar el origen de la disciplina, momento en que ubicamos las raíces coloniales y la influencia de las metrópolis inglesa y francesa en la creación de los primeros colegios en la confederación canadiense que van a impartir las primeras clases en gobierno y ciencia política.

La que podríamos considerar la primera etapa propiamente dicha es la de formación, que abarca desde inicios del siglo XX hasta alrededor de los años cincuenta. Durante este periodo no sólo crecen las instituciones y se dan los primeros programas de pregrado y grado en ciencia política en el país, sino que también se crea la primera revista académica especializada. En esta etapa hay dos aspectos contextuales centrales: el primero es el de las guerras mundiales y especialmente de la segunda posguerra, después de la cual inicia una etapa de creación de las universidades públicas en todo el país y, con ello, la aparición de los primeros programas en ciencia política; el segundo es un momento de crecimiento de la producción orientada a los temas de la agenda política canadiense que necesitaba reflexionar sobre los retos de la autonomía obtenida tras la promulgación del “Estatuto de Westminster” en los años treinta. Por lo que se refiere a enfoques teóricos, aunque en ese momento el trabajo es principalmente institucionalista, se conoce y hay cierta influencia del naciente enfoque conductista de la ciencia política estadounidense. David Easton, uno de los autores principales de ese momento, es de origen canadiense.

La segunda etapa, que podemos llamar de desarrollo, abarca las décadas de los sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado. Se caracteriza, por un lado, por su consolidación institucional, en la cual, tras la posguerra y la incorporación de Terranova en 1949, Canadá, aunque sin duda aliado de Occidente y en especial de Inglaterra y Estados Unidos, puede presentarse como un actor a nivel internacional, especialmente después de que Pierre Trudeau lograra impulsar exitosamente el proceso de “patriación”8 constitucional que consolida la independencia formal del país. Y, por otro lado, por problemas relacionados con su pasado colonial que lo ponen en tensión permanente con los pueblos indígenas que siguen reclamando sus territorios y derechos, y con Quebec que, tras un proceso de crecimiento demográfico, económico e identitario durante los años sesenta y setenta, tiene una representación fuerte en el Parlamento canadiense, y dentro de Quebec tiene las mayorías necesarias para ser capaz de convocar a dos referéndums de independencia.

En la disciplina, puede decirse que es una etapa de expansión plena de los departamentos de ciencia política en las principales universidades del país, destacando las de Toronto, Montreal, Laval, McGill, Carleton, Queens, Columbia Británica y Alberta, al lado de muchas otras universidades públicas provinciales que conformaron también sus respectivos departamentos; también en esos años se crearon otras instituciones importantes para la disciplina como la Canadian Political Science Association, la Société Québécoise de Science Politique y la Revue québécoise de science politique, estas dos últimas para dar una plataforma a la producción en francés que se realiza en Quebec.

La producción en ese momento es ya muy abundante y atiende tanto problemas institucionales clásicos compartidos por muchos países parlamentarios y federales como los partidos políticos, el diseño del sistema electoral, el Poder Judicial, el Poder Ejecutivo, etc.; ello, junto con otros más particulares en el caso de Canadá, como su federalismo asimétrico y el asunto del independentismo en Quebec, el papel de la Corona, o bien la relación con los pueblos indígenas. Aunque no está relacionado directamente con la ciencia política, cabe destacar que en esos años también se fortaleció el sistema educativo superior en general con la creación de muchos colegios de enseñanza técnica en las provincias.

Finalmente, puede proponerse como etapa contemporánea el periodo a partir de la década de los noventa. Dentro de ésta hay dos principales momentos políticos contextuales: el primero es el dominio del Partido Liberal encabezado por Jean Chrétien, durante el cual se procesan varias agendas fundamentales como el proyecto de integración económica regional mediante el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y el proceso de referéndum de Quebec, cuando gana la opción por permanecer con Canadá por un estrecho margen; y un segundo momento se da a partir del gobierno de Paul Martin en que, tras un desgaste político, críticas a la dominancia liberal y varias acusaciones de corrupción hay cambios en el sistema de partidos, y destaca grosso modo la consolidación de una tercera opción nacional adicional a los liberales y conservadores, el socialdemócrata Partido Neodemócrata (PND). El Partido Conservador (PC) gobernaría por casi diez años, encabezado por el primer ministro Stephen Harper, quien después tuvo diversas críticas entre las que destacaron acusaciones de centralización y falta de inclusión democrática, lo cual fue tema central en la campaña electoral de 2015, donde resultó triunfador el Partido Liberal, encabezado por Justin Trudeau.

En ese contexto de intensas contiendas partidistas internas, la ciencia política canadiense muestra ya el resultado de trabajo generacional y acumulación de conocimiento capaz de atender distintos temas de la agenda nacional, de hacer trabajo multidisciplinario y de asumir los enfoques principales internacionales de la disciplina, sin que ello suprima otras tradiciones como los estudios institucionales legales, la administración pública, la sociología política o las agendas de trabajo region ales, especialmente la producción francófona que se realiza en Quebec, la cual por cierto, cabe decir que tiene su propia historia institucional y de relación con la ciencia política estadounidense y francesa.

A continuación se presenta un cuadro que sintetiza información relevante para esquematizar el proceso de desarrollo de la ciencia política en Canadá.

Cuadro 1 PRINCIPALES ETAPAS EN EL DESARROLLO DE LA CIENCIA POLÍTICA EN CANADÁ 

Formación Maduración Contemporánea
Etapa Raíces Inicios
de la 2ª
mitad del
s. XIX a inicios
del s. XX)
1ª guerra
mundial
(1918-1924)
2ª guerra
mundial y
posguerra
inmediata
1938-1950
1950-1960’s 1970’s
Trudeau,
liberal federal
1980’s
Patriación,
Const.,
acuerdos,
1er Ref.
1990’s
Globalización
2006-2015
Era
conservadora
y llegada de
Trudeau
Otros factores contextos importantes Reafirmación colonial tras la guerra de 1812 Estatuto de Westminster 1931 Se acelera el proceso de consolidación estatal Incorporación de Terranova (1949) Bandera nacional (1965) Políticas federalistas y expansión estatal “Quiet Revolution” de Quebec Patriación de la Constitución (1982) Acuerdos const. fallidos (1992) 1er. Referéndum Quebec Mayor integración con Estados Unidos TLAN, TLCAN 2º Ref. Quebec Era liberal, Chrétien-Martin Law Comision of Canada Intento de reforma electoral Caída liberal, Harper Dependencia de EU-China Agotamiento conservador Llegada de Trudeau Jr.
Conformación del Dominio del Canadá y la Confederación 1864
Institucionalización Primeros colegios coloniales Creación de universidades, carreras y departamentos académicos (1912) Paulatina expansión de programas e instituciones académicas Canadian Journal of Economics and Political Science (1928-1967) (1963) Société canadienne de science politique (1979) Société québécoise de science politique (SQSP) 1982) Revue québécoise de science politique Creación de nuevos espacios gremiales y publicaciones Mayor integración de la investigación a agendas internacionales Canadian Political Science Review (2007)
Debates internos March y Jackson (1967), inicio de paradigma conductista Formación de profesores en el extranjero, EU, RU, Fr. Van Loon y Whittington (1971), centralismo en estudios políticos; Cairns (1975), “The Americanization Issue”; Redekop (1983). Leclerc (1982), La science politique au Québec Plena primacía de facto de la ciencia política mainstream, consolidación de agendas y tradiciones regionales
Perfil (objeto y método) Pensamiento inglés, / francés Institucionalismo, Estado, ciencias políticas (para el gobierno) Consolidación de la carrera, pero con un perfil aplicado, formación ecléctica Preservación de dualidad cultural, perfil diferenciado en Quebec, con mayor pluralismo teórico y presencia de la administración pública Preservación y tolerancia en ámbito anglófono de estudios institucionalistas clásicos Pluralismo: centralidad de escuela estadounidense, pero relevancia de desarrollos nacionales Aún presentes tradiciones institucionalistas y sociológicas en Quebec
Paulatina introducción de paradigma (comparativo racionalista economicista cuantitativo)
Temas y obras ejemplares Langstone (1931), Responsible Government in Canada H. McD Clokie (1945), Canadian Government and Politics; Heenney (1946), “Cabinet Government in Canada”; A. Brady (1947), Democracy in the Dominions; McG. Dawson (1947), The Government of Canada; Ward (1950), The Canadian House of Commons Macpherson (1954); Underhill (1957), Canadian Political Parties; Russell (1966), Nationalism in Canada; Hopkins (1968), Confederation at the Crossroads LeDuc (1971), “The Leadership Selection Process”; McRae (1974), Consociational Democracy; Smith (1975), “Liberal Party in the Prairies”; Smiley (1976), Canada in Question; Stevenson (1979), Unfulfilled Union Russell y Décary (1982), The Court and the Constitution; Blake (1985), Two Political Worlds; Aucoin (1985), Party Government; Cairns (2000), “Aboriginal Government”; Harold D. Clarke et al. (1989), Political Choice in Canada Savoie (1990), “Public Spending in Canada”; Carty (1991), Political Parties in the Constituencies; Smith (1995), The Invisible Crown Blais (2000), Blais y Carthy (1990), reforma electoral; To Vote or Not to Vote; Cairns (2000), Citizens Plus; Gagnon (2001), Multicultural Democracies

Fuente: Elaboración propia.

Algunas lecturas comparadas desde México

La literatura metadisciplinar canadiense tácitamente desarrolla sus análisis vis-à-vis la situación de la ciencia política estadounidense, a la cual sitúan como aquella realidad con el mayor grado de fortaleza y madurez, además de que sus debates son muy informativos sobre los retos y dilemas que pueden llegar a enfrentarse en contextos donde esta tradición tiene una influencia importante (Zamitiz, 1999; Flores-Mariscal, 2020).

Aceptar que, pese a su historia y determinantes particulares, la ciencia política estadounidense es referencia para comparar la situación de la disciplina en otros países, es una premisa que tiene la ventaja de que, por un lado, da inteligibilidad a la comparación de países muy disímiles; y, por otro, que la situación de México y Canadá puede establecerse como de un sustancial menor tamaño en comparación con Estados Unidos.

Al fundarse la American Political Science Association en Estados Unidos en 1903, contaba con doscientos miembros pero para 1970, su número de afiliados era de veinte mil, dato que lleva a una premisa básica para el estudio de la disciplina en países como Canadá y México: el peso del enorme tamaño e inercia acumulada de la ciencia política estadounidense que puede tener no sólo influencia, sino ser determinante y abrumador para otros países. La oferta docente en ciencia política en México en el año 2000 era de sólo dieciséis universidades públicas y dieciséis universidades privadas (Farías y Villagómez, 2009). La disciplina creció rápidamente tras la llamada transición democrática y la normalización de procesos electorales competidos; aun así, para 2010 sólo había cuarenta y dos instituciones públicas ofertando la carrera (Roqueñi, 2015).

Desde tiempo atrás ya se había notado esa asimetría; así lo comentan Meyer y Camacho (1979: 290): “en los países periféricos que tienen como centro hegemónico a Estados Unidos -y es el caso de México- la influencia del mundo académico norteamericano es abrumadora […] la existencia de un colonialismo intelectual a veces consciente, a veces inconsciente es la contraparte de un fenómeno similar en el campo político”.

Sin embargo, cabe reflexionar; el problema va más allá de que haya subdesarrollo de la disciplina en países “periféricos”. Respecto a Estados Unidos, el verdadero problema es precisamente la idea de desarrollo como avance respecto a la asimilación del modelo estadounidense, ya que dicha “ciencia política” es una cosa originada en un lugar particular respondiendo a necesidades específicas que, no obstante, se ha convertido en una herramienta en los países que la han adoptado para responder a sus problemas públicos aportando especialistas para la investigación de asuntos públicos, personal capacitado para el servicio público y hasta la generación de intelectuales que provean de ideas y crítica al régimen, tareas que habían sido antes atendidas por intelectuales nacionales: naturalistas, filósofos o abogados y que, de manera semejante, hoy en día podrían ser de nuevo ofrecidas por otras especialidades académicas como la administración pública -por cierto, de larga tradición en los países latinos-, el derecho y otras disciplinas como filosofía, historia, antropología y sociología.

Como afirman Meyer y Camacho: “Antes el estudio de la política -en la medida en que existía- estaba en manos de abogados, historiadores, periodistas o simples aficionados” (1979). A pesar del tono despectivo de la cita, lo cierto es que ésta lleva a pensar que la ciencia política como disciplina institucionalizada es una necesidad creada y situada histórica y socialmente; fuera de Estados Unidos constituye un elemento importado y/o hegemónicamente impuesto, fenómeno en el cual Canadá y México encajan a la perfección como ejemplo.

También, en términos históricos, la idea tiene sentido ya que, si bien ambos países tienen raíces culturales coloniales diferentes, es el peso del nuevo “centro” que representa Estados Unidos -la nueva metrópolis económica, política y cultural- lo que hace que, a pesar de las obvias diferencias que guardan los países, se pueda comparar la dinámica de la ciencia política entendida como una institución social particular de reciente implantación.

Debe agregarse una segunda idea: si, tanto Canadá como México antes de la segunda posguerra atendían sus necesidades intelectuales y profesionales propias a través de especialistas provenientes de otras disciplinas, o por intelectuales diferentes según el modelo del scholar de la political science moderna, cabe preguntarse: ¿qué pasó en esos países con las tradiciones académicas antecedentes de la ciencia política?

Meyer y Camacho (1979) y Trent (1987), en términos generales, coinciden en señalar que en sus países la consolidación de una ciencia propia sobre el gobierno y la política -como en la tradición inglesa, o de una escuela de administración de tradición francesa para Quebec- se vio paulatinamente descarrilada. La carrera de ciencia política en Canadá que, según Macpherson (1954) hasta los cincuenta, acentuaba particularmente el estudio de las instituciones políticas, la administración pública y especialidades concretas como diplomacia o economía política, para el momento de la encuesta de March y Jackson (1967) en los sesenta, ya es completamente diferente: está orientada a la investigación, ya ha aceptado el enfoque conductista como el patrón a seguir, y a partir de allí ha mantenido este perfil “internacional”. En el caso de México, aunque el proceso es más reciente, el resultado ha sido similar, en el sentido de que la política como objeto de estudio se ha reconocido como un asunto que tiene a la ciencia política como disciplina central.

Sin embargo, no se trata de un cambio unidireccional y homogéneo; tanto en Canadá como México, el contexto social y político empieza en lo local, de manera que el perfil de la disciplina se da en medio entre estas dos tensiones, lo cual también ha sido causa de su actual pluralidad. Esto lo han señalado directa o indirectamente muchas de las historias recientes de la disciplina en México (Merino, 1999; Loaeza, 2005; Rivera y Salazar, 2011; Barrientos, 2013; Flores-Mariscal, 2016; Barrientos, 2017).

Notas finales

Registrar las tensiones entre las tradiciones académicas nacionales y el proceso de adopción del modelo estadounidense en ciencia política permite tener en consideración que el “referente” estadounidense impone también un sesgo en la evaluación que la literatura ha hecho sobre las determinantes de la situación de la disciplina. Esto implica el riesgo de considerar inferioridad o de subdesarrollo no sólo en cuanto al tamaño de la disciplina, sino también a la capacidad de la misma.

Gianfranco Pasquino, por ejemplo, al esbozar en su nuevo curso de ciencia política (2014) un panorama del desarrollo general de la disciplina, es cuidadoso al reconocer la convivencia que puede llegar a ser tensión entre la producción nacional y el referente estadounidense. Para revisiones como la presente, ello tiene la ventaja de que ha establecido un enfoque común que permite trabajar desde una definición de la disciplina y, a partir de los cánones de la misma, establecer un diálogo.

La primera lectura global que debe destacarse es que los estudiosos del estado de la disciplina en Canadá sin duda han tenido tácitamente a la tradición estadounidense como telón de fondo o como parangón. Sin embargo, a pesar de cierto tono de preocupación de algunos de los autores revisados, al mirar hacia la producción académica en sí misma vemos una ciencia fuerte y con identidad nacional. Se entiende, sí, como tarea, pero no necesariamente pendiente o déficit el mantener una ciencia política nacional que responda a los problemas y tradiciones locales. Tampoco se leen críticas en el sentido de que la internacionalización en temas, estilos y enfoques mainstream -es decir, estadounidenses- sea entendida como único criterio de modernidad o de mayor desarrollo. De manera comparativa, este telón de fondo común de la ciencia política estadounidense permite proponer la existencia de algunos aspectos paralelos entre los politólogos canadienses y mexicanos. Destacan de inmediato muchas diferencias sobre los caminos que ha recorrido la ciencia política en Canadá y México; sin embargo, la diferencia es el punto de partida, lo relevante es que haya coincidencias. Particularmente, hay varias lecturas que se comparten en la literatura sobre los casos de Canadá, Estados Unidos y México:

  1. la centralidad del proceso de institucionalización para el estudio de la situación de la disciplina;

  2. la influencia del contexto y las coyunturas políticas;

  3. el papel que ha jugado la tradición política e intelectual originaria -inglesa y francesa en el caso canadiense, e hispana en el caso mexicano- como raíz que sigue teniendo influencia en el perfil de la disciplina;

  4. las tensiones en torno al proceso de “americanización” que vivió la ciencia política junto al reciente “giro comparativo” de la disciplina; y

  5. a estos elementos podríamos agregar la falta de investigaciones que miren de cerca las dinámicas y características de la actividad de los politólogos.

Esas dimensiones constituyen un contexto que debe tenerse en cuenta al estudiar la disciplina y, aunque la presente investigación no examina directamente dichos factores, sí los asume como premisas indispensables en el estudio de la dinámica de la participación de los politólogos en las políticas públicas.

Y entre los principales retos comunes que podemos identificar destacan, en primer lugar, la necesidad de estudiar con mayor detalle los procesos de trasmisión de conocimiento e influencia intelectual, por medio de los cuales los académicos que estudian en otros países regresan al suyo y van estableciendo lo aprendido como modelos o referentes centrales para la disciplina. En segundo lugar, la dinámica de hegemonía que desempeñan las revistas consideradas principales, como American Political Science Review, American Journal of Political Science y una docena más que, aunque no suprimen la existencia e importancia de otras publicaciones locales, sí las colocan como en una especie de segundo nivel de calidad o importancia. Cabe advertir: hay que tomarse con cautela esta cuestión, ya que puede tratarse de conductas personales más que de algo institucionalizado.

En tercer lugar, el reto de la innovación teórica e ideológica, aspecto en el cual el protagonismo de autores europeos y estadounidenses parece al mismo tiempo mantener un statu quo donde no se fomenta o reconoce suficientemente la producción de análisis por parte de pensadores de todo el mundo también científicos pero alternativos, por ejemplo, de autores originarios de pueblos indígenas, o en países de antiguas colonias, como son los indígenas norteamericanos. Los debates centrales de las ciencias sociales naturalmente siempre versarán sobre las reglas y formas de convivencia humana y social, pero las categorías básicas no parecen estar cambiando en los últimos cincuenta años. Esto, naturalmente, es un asunto que conocen bien la teoría política y los politólogos en general; así se reconoce en manuales recientes (Goodin, 2009). Sin embargo, es también un pendiente de estudiarse a detalle, desde la reflexión metadisciplinaria al interior de los departamentos y programas de la disciplina en Canadá y México. Por cierto, junto a ello está la crítica del inglés como lingua franca en la academia, lo que contribuye a la centralización del prestigio intelectual de la corriente estadounidense.

Finalmente, también cabe destacar que en el caso mexicano, además, hay una condición de desigualdad interna muy aguda, que se da porque las universidades e instituciones estatales con programas docentes y de investigación en ciencia política no tienen las condiciones necesarias para desarrollarse, al tiempo que éstos cohabitan con otros centros de investigación públicos federales donde se ha asumido completamente el modelo estadounidense y el cual se conecta con agendas internacionales, pero ignora el papel y la necesidad de establecer redes con el resto de las universidades y centros del país, realidad que genera “archipiélagos dentro de la disciplina” (Aguilar, 2009) e inercias gremiales de marginación interna (Vidal, 2011).

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1 En México y América Latina es ampliamente utilizada la noción de “institucionalización” por diferentes disciplinas, en especial en sociología; asimismo, recientemente, se ha utilizado como punto de partida para examinar el grado de consolidación de la ciencia política en la región latinoamericana (Altman, 2006; Barrientos, 2013), si bien en los trabajos citados se deduce que el concepto se refiere a la existencia de espacios y programas institucionales para la investigación y la docencia, además de medios para la difusión de las investigaciones, incluso la divulgación del conocimiento.

2Cabe resaltar que una comparación directa y sistemática entre la realidad canadiense y la mexicana demandaría examinar también asuntos como la práctica profesional actual en los departamentos y programas académicos de ambos países, tarea que sería muy provechosa, pero que aquí sólo queda como sugerencia de agenda de investigación. El objetivo que se plantea es de carácter exploratorio; se busca examinar la premisa de la “americanización” de la ciencia política, a partir de una revisión de la literatura meta-analítica canadiense, y esbozar algunos parámetros para analizar cómo se dio esta dinámica y enfatizando que dicha revisión se hace desde el contexto mexicano.

3Una reseña de la asociación se encuentra en IPSA (2021).

4El artículo señala que el listado de encuestados se obtuvo de los anuarios de todas las universidades del país, a excepción de la Universidad de Ottawa.

5No hubo respuesta de profesores de la provincia de Terranova y hubo un porcentaje muy bajo de respuesta proveniente de Quebec, dado que el cuestionario les fue enviado sólo en inglés.

6En el caso de las ciencias sociales la reflexión ha sido más profunda, aunque Gagnon (1990) y Brooks (1994) demuestran que han tenido una visión del alcance de los académicos de estas ciencias como intelectuales más que entendiéndolos en un plano comparable con el de los científicos de ciencias naturales, al momento de participar en debates de políticas públicas.

7Todas las traducciones al español en que se citan publicaciones en otra lengua son del autor.

8Un proceso de reformas legales aprobadas en los parlamentos británico y canadiense respecto a la relación entre ambos países. La reforma central es la autorización de que Canadá realice reformas constitucionales sin necesidad de aprobación del Parlamento inglés, hecho que establece su soberanía e independencia formal, junto con la aprobación de una “Carta de Derechos y Libertades” (Government of Canada, 1982).

Recibido: 02 de Diciembre de 2020; Aprobado: 16 de Marzo de 2021

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